CHURREROS PROMOTORES
Aunque parezca mentira, los bancos españoles evitaron la exposición de sus activos en subprime americana pero se han visto alcanzados igualmente por la desconfianza que sobrevuela el sistema. Seguramente porque tienen su propia subprime, pero la cuestión resultante es que los bancos siguen sin prestarse dinero con normalidad y está provocando una escasez de liquidez disponible que está alcanzando a los consumidores, promotoras, pymes y agentes que precisen financiación.
El salto al vacío en el que se han embarcaron algunas entidades financieras durante la última década, la facilidad en la concesión de crédito, en la venta de dinero barato tomando como aval una serie de garantías sin consistencia, son factores fundamentales en la crisis financiera actual. Hay decenas de miles de españolitos que serán devorados por la crisis del mercado crediticio y sus derivados de tipos por culpa de una estanflación real y no declarada.
Las complicadas operaciones de ingeniería en el exterior del escenario económico son casos de pelotazos financieros dignos de ser expuestos en un museo de los horrores económicos. Esos logros inverosímiles han hecho ricos a muchos a costa de que el dinero corría alegremente durante años. Sin embargo ahora se ha parado el tio vivo de los ricos de camiseta imperio y vocabulario soez. Durante años se vendieron vehículos de película a personajes que no durarían ni dos letras en la rueda del “Pasapalabra”. En este país se han beatificado a constructores que no lo eran, a inversores sin tener puta idea de gestión financiera y a empresarios de tercera división que pasaron de gestionar una churrería en la esquina de su barrio a hipotecarse hasta las cejas para crear un paraíso frente al mar de turno. Ahora no tienen ni churros ni paraíso. Sus deudas las pagaremos todos, pero él se ha revolcado en miel durante unos años en los que los demás buscaban fórmulas para hipotecarse una y otra vez para el resto de sus días. Que maravilla…
Todo está por pasar, no se preocupen, es cuestión de sentarse en primera fila e ir viendo como caen los vecinos, esperar a que nos llegue el turno y rezar para que nos pille en el momento más duro, aquel en el que por mucho que quieran no valga la pena embargarnos. Otro día explicaré como algunas entidades están gestionando el proceso jurídico de embargo de un modo muy cariñoso a fin de salvaguardar el cliente y no proceder al ejecutivo.