La importancia de 'RadarCovid' para convivir con el virus
Es evidente que el plan previsto para afrontar una segunda batalla contra la pandemia del Covid19 es la de convivir con el virus. Es más que evidente que nadie se plantea tomar medidas como las que vivimos en la pasada primavera pase lo que pase. Se van a establecer ‘acciones quirúrgicas’ a partir de confinamientos selectivos y cierres puntuales de algunas actividades económicas o sociales. Podría ser una buena idea. Al fin y al cabo, disponemos de una capacidad tecnológica inmensamente superior a la que tuvieron nuestros antepasados en otras crisis de este tipo.
En concreto, a diferencia de las catástrofes sanitarias medievales o de principios del siglo pasado, ahora tenemos la capacidad de saber la temperatura de cualquier persona a tiempo real, de cruzar sus datos con la de otras variables y, por supuesto, la de utilizar aplicaciones tecnológicas que nos aporten de manera pro activa donde está el potencial contagio. Así lo han hecho en algunos países, así debería ser en el resto. Pero, la realidad a veces se queda lejos de las expectativas.
En España, tras muchos meses hablando de ello, tenemos una aplicación llamada Radar Covid. Tenemos pero no tenemos. Aunque ha costado un dineral para ser lo que es, que se ha pasado de una prueba piloto de algo que ya estaba más que pilotada en algunos lugares del mundo y de que, finalmente te la puedes descargar, resulta que ahora depende de que las comunidades autónomas les venga bien implementarla. Tranquilos, no hay prisa. A fecha de hoy son ya siete comunidades las que lo han hecho.
Un tipo de aplicación que algunos países han tenido que obviar por la falta de penetración social mientras que otros pueden alardear de que son un éxito notable. En este segundo caso destaca Irlanda. La aplicación de Irlanda tiene una de las mejores tasas de adopción del mundo: el 37% de la población descargó la aplicación en su primera semana y su aparente éxito nos da las claves de que debemos de hacer el resto para que un desarrollo tecnológico como este sirva para algo más que para montar una campaña publicitaria de lo modernos que somos.
Tengamos en cuenta que, si como he dicho antes, la idea es convivir con el virus, más vale que adoptemos todas las opciones disponibles para atajar cadenas de contagio, reduzcamos las exposiciones de asintomáticos y generemos el menor caos económico posible. Para ello el tiempo es crucial y seguir asistiendo a esta merienda ridícula sobre que comunidad tiene o no tiene implementada la aplicación es deplorable. Además, una aplicación de una sencillez extrema que ha precisado meses de trabajo, pruebas y ventoleras, ahora se suma como la gran esperanza ‘tech’ contra el bicho.
En todo caso, dejando de lado el retraso y la fiesta burocrática, veamos que hay que tener en cuenta para que, por lo menos, nos amortigüe la hostia santa que nos vamos a dar en otoño. Hablamos de temas técnicos, matemáticos y sociológicos. Por un lado hablamos de lograr que un buen número de personas la utilicen. No deben ser todos, pero sí debe haber una tasa mínima.
Otra clave será la de coordinar la aplicación con el rastreo manual y humano. La aplicación de Irlanda se adapta perfectamente a su programa de rastreo manual que es igualmente importante para mantener a raya al coronavirus. Por lo tanto, ¿cómo vamos de rastreadores? En cuanto se ponga en marcha el aparatito se van a precisar centenares o miles de nuevos rastreadores que puedan hacer frente al seguimiento de todas las cadenas que surjan. El paralelismo con el asunto de las mascarillas es innegable. Mientras no había stock de mascarillas no fueron obligatorias. Mientras no hay garantía de que va a haber rastreadores humanos suficientes no hay aplicación.
Más claves. Disponer del código en abierto para que la comunidad realmente sepa hasta que punto se está respetando su privacidad y su seguridad es clave. No basta con decirlo, hay que demostrarlo. Mientras exista una sola duda, habrá alguien que no se la descargará por ese motivo. En Irlanda, los equipos de desarrollo adoptaron un enfoque colaborativo y cooperativo, trabajando en múltiples agencias y empresas, todos enfocándose en un solo objetivo por el que todos podrían trabajar. Igual esto ayudó a que fuera un éxito desde el principio.
¿Que hemos aprendido de la primera y apocalíptica ola? A veces parece que poco y ante la aparente segunda tanda (o rebrote de la primera) el uso de tecnología sigue siendo una asignatura pendiente. El ministerio de economía y transformación digital y la secretaría de estado de inteligencia artificial permanecen como una anécdota en todo este cruce de sucesos. Podríamos esperar mucha más tecnología, agilidad y modelos inteligentes y todo lo que tenemos son fallos en la tramitación de expedientes de la administración, errores en el seguimiento de datos y una aplicación de una sencillez absoluta como factor estrella.
Ni teníamos el mejor sistema sanitario del mundo (cómo mucho teníamos a los mejores sanitarios del mundo), ni el turismo era un modelo de crecimiento robusto, ni la innovación es el paisaje de nuestra economía. Así nos va. ¿Donde están los modelos matemáticos que muchos científicos están pidiendo? Y es que es evidente que, tal y como ha nacido Radar Covid, no va a significar un antes y un después en la lucha contra la pandemia. En cualquier caso, nos dirán que es la leche y que va muy bien. Algo parecido al discurso oficial sobre que ‘lo peor ya ha pasado’ y tal. Pero la realidad pesa como el plomo. Si no es muy usada, fracasará. Si se usa mucho colapsará el sistema de rastreadores tal y como ahora lo tenemos dispuesto.
En todo caso, descárgatela aquí o aquí. Yo la tengo y sigo pendiente de cuando me digan que ya funciona en todo el territorio. La app utiliza un protocolo Bluetooth de bajo consumo que aprovecha una API de Apple y Google. Así, si una persona confirma que ha sido diagnosticada con COVID-19 en la aplicación, el sistema enviará automáticamente una alarma a los potenciales contactos de riesgo, fuesen conocidos o simplemente personas con las que te has cruzado por la calle o donde sea. Dicen que el 15 de septiembre ya funcionará en todas partes. No hay prisa.
La ley no escrita de la proporcionalidad entre éxito de un producto y el tiempo de expectativa sobre la opción de utilizarlo, dice que si pides descargarte una aplicación que no se va a poder utilizar hasta un mes después, la apatía se generaliza. Apatía y borrado de la aplicación van juntos en este caso. Radar Covid no se ha podido poner en marcha al 100% porque las competencias sanitarias están transferidas a cada comunidad y estas tenían que establecer un circuito para notificar el positivo.
Sinceramente creo que no es culpa ni del Ministerio de Economía, ni de la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial. Estoy seguro que han hecho lo que han podido. Se han enfrentado a una amalgama de trámites, aprobaciones y cortinas para encargar a alguien que la hiciera. Luego, estoy seguro, la puesta en marcha del proyecto tuvo que gustarle muy poco a Sanidad, que siempre ha mostrado cierto escepticismo ante este tipo de soluciones de rastreo.
No puedo ni imaginarme como debió ser la conversación entre los responsables epidemiológicos, algunos ministros, asesores medios, ayudantes de asesores, responsables de validación, analistas de procesos públicos, verificadores de analistas, responsables de comunicación, coordinadores de verificadores y los gestores del proyecto. Tuvo que ser como pasarte una hora viendo videos de TikTok sin parar y sin beber. Lo dicho, descárgatela y así el 15 de septiembre ya lo tienes hecho. Si la idea es convivir con el virus, se nos tienen que ofrecer todas las herramientas posibles y lo antes posible para que esa convivencia sea factible y no un desastre monumental.