Crisis económica 2021: los problemas no se acabarán nunca, pero las soluciones, tampoco.
Sucedió un día que hablaba con un gran amigo, mentor y motivo de inspiración. Estábamos en plena crisis de los años noventa. Yo era muy joven y no entendía muy bien la verdadera magnitud de aquel momento y, mucho menos, podía tener idea de lo que podía suponer en general. No tenía modelos de comparación verificables por mí. Le dije que todo pintaba muy mal, que todo el mundo tenía problemas. Me miró y, con entusiasmo me dijo: ‘tengo una mala y una buena noticia. La mala es que los problemas no se acabarán nunca. La buena es que, las soluciones, tampoco’.
Sucedió un día que hablaba con un gran amigo, mentor y motivo de inspiración. Estábamos en plena crisis de los años noventa. Yo era muy joven y no entendía muy bien la verdadera magnitud de aquel momento y, mucho menos, podía tener idea de lo que podía suponer en general. No tenía modelos de comparación verificables por mí. Le dije que todo pintaba muy mal, que todo el mundo tenía problemas. Me miró y, con entusiasmo me dijo: ‘tengo una mala y una buena noticia. La mala es que los problemas no se acabarán nunca. La buena es que, las soluciones, tampoco’.
Tengo claro que vienen tiempos extremadamente duros. También, que por mucho aforismo o párrafo naïf de libro de autoayuda, las cosas no se van a solucionar solas. Sin embargo, desde una óptica realista igual podemos comprender la verdadera dimensión de la tragedia y con esa información, cometer menos errores y localizar soluciones.
¿Qué información? Veamos, según Randstad Research, la tasa de paro en España ya ha llegado técnicamente al 19% si se clasifican como parados a las personas que han perdido su empleo en el pasado segundo trimestre. Para que una persona que no trabaja sea contabilizada como desempleada estadísticamente se exige el requisito de que busque activamente empleo, lo que parece lógico, puesto que de esta manera se la diferencia de la población inactiva. Algo que en la EPA del segundo trimestre resultó ser una cuestión de enorme interés, puesto que hay una diferencia gigantesca entre la pérdida trimestral de ocupación (superó ligeramente el millón de personas) y el aumento del paro (sólo creció poco más de 50.000 personas). Curiosamente, a la vez, la población activa disminuyó en un millón de personas.
Algo que no se cuestionó entonces y que, supongo, no se hará cuando se publiquen los siguientes datos del tercer trimestre, es saber que le sucedería a la tasa de paro si la recalculamos teniendo en cuenta ese aumento de personas que se contabilizaron como inactivas, pero que lo son porque por las extraordinarias circunstancias no pudieron buscar empleo. Con los datos del segundo trimestre, la tasa de paro (no oficial) aumentaba hasta un 18,45% de la población activa. Y si incluyésemos a los ocupados que han perdido su empleo, la tasa llegaba a un 19,27%. La oficial se situó en el 15%.
Cuando afirmo que para poder afrontar con garantías el enorme desafío al que nos enfrentamos, desde la administración, desde la empresa y, por supuesto, desde lo personal, es imprescindible que los datos no se disfracen o se refugien en cifras válidas revisables. De hecho, recalculando el aumento de personas inactivas o incluyendo en los datos el millón de ocupados que perdieron su empleo, las mediciones reflejarían de manera mucho más realista el impacto en el mercado laboral de la crisis del covid-19.
Es como cuando lo que se busca es ‘recuperar’ la economía previa a la crisis del confinamiento. ¿Qué recuperación? ¿Hablamos de una economía que empezaba a demostrar su ineficiencia, a parar su crecimiento o a destruir empleo? Algunos lo dijimos, repetíamos que venían tiempos duros y todavía no sabíamos nada de todo esto. Tal vez, esta crisis pueda servir de revulsivo por su profundidad, la anterior, la que ya venía como reflejo de una ineficiente capacidad para generar un nuevo modelo de crecimiento en España, iba a ser larga aunque menos profunda y nadie se hubiera puesto a cambiar nada.
Pero atentos a los datos reales que, a mediados de julio, cuando la temporada de verano se pretendía poner en marcha y que la realidad se dio de bruces contra nuestra economía dependiente del turismo, eran los que sumaban una tasa de paro virtual del 31%, al suponer que 7 millones de personas en España no estaban trabajando (casi 4 millones de parados, 1 millón en ERTE y alrededor de 2 millones de autónomos sin actividad). Esos datos reflejan que en España sólo quedaban a mediados de julio 16 millones de ocupados en activo, donde por cierto 3,25 millones trabajan en el sector público. ¿Porque regreso a datos de julio? Por que es muy probable que sirvan para entender la realidad laboral en septiembre. Lo que no ha pasado en agosto, no pasará ya, lo que no era capaz de reactivar el tejido productivo en julio no logrará hacerlo en octubre y, quien crea que tras seis meses en ERTE o cese de actividad, tiene alguna opción de volver a trabajar, se engaña. Esa empresa es un zombie si sigue cerrada o, si abrió recuperando parcialmente algunos ERTE, a él ya no lo necesita.
Sabemos que hay españoles de bien con apenas cincuenta años que no volverán a trabajar jamás. No hay reciclaje factible y la economía no volverá a buscar dependencias de sectores donde se les ocupaba con sueldos escasos, contratos precarios y fácilmente automatizables. La competencia ya no está en Túnez, Italia, Egipto o Croacia en el ámbito turístico. Ahora, la competencia es un software automatizado que genera ofertas en base a criterios de puro broker. Las tendencias turísticas que nos permitían crecer cada año han cambiado y lo han hecho para siempre. Toca reconvertir el sector y depender de él como máximo un 5 o un 6%, el resto es estimular una economía más diversa. El turismo es el negocio más rentable que hay, cierto, por eso lo quiere todo el mundo: exportas tu producto a gente que se lo gasta en tu casa. Lo puedes hacer una y otra vez y es tremendamente escalable. Pensemos que pasaría si el turismo como lo conocemos no vuelve. ¿Alguien tiene una idea para evitar el cataclismo? Pues eso.
Ideas pocas, pero a los que son responsables de tenerlas se les ocurren cosas tremendamente creativas para manejar los datos y la comunicación de los mismos. Se aprovechan de una baja capacidad para interpretarlos por regla general. Si no fuera así ¿qué hacían las familias españolas (y otras) comprando viviendas como si no hubiera mañana con hipotecas al 120% a 50 años con incrementos de precio interanual de aurora boreal?
Y ahora el gobierno se reúne con las empresas y les pide unidad, esfuerzo y sacrificio. Y las empresas piden que se mantengan los ERTE. Y los sindicatos también. Suena rarísimo cuando todos piden lo mismo. Es normal, empresas y trabajadores saben que si retiran los ERTE muchas de esas empresas no existen. Esperan que el tiempo surta el milagro y lo inevitable no se produzca simplemente ganando tiempo. Pero eso sólo es retrasar el problema para las empresas y, por derivación, para los trabajadores. El propio Banco de España, que suele ser el más certero en sus predicciones y avisos, ya han advertido de que ‘los ERTE solo retrasarán el proceso de destrucción de empleo pues cuando ha pasado ya tanto tiempo, la reestructuración de la empresa es inevitable’. Mantener los ERTE sin límite solo retrasará el problema, pero no lo evitará.
Y ahora algo más, el nuevo mantra. Durante este mes vamos a convivir con un mensaje robusto de que ha empezado la ‘recuperación’. El modo con el que van a sujetar esa afirmación será el ‘crecimiento del PIB intertrimestral’. Ya lo indicó la AIReF, que rondará el 15%, y lo ajustó la ministra Calviño en un 10%. Es tremendo como medios y dirigentes políticos son incapaces de retorcer eso y darle el verdadero significado. Se emite que vamos a crecer en el tercer trimestre y se acabó. Y, sin ser falso, no es exactamente así. Me explicaré.
El PIB lo calcula trimestralmente el Instituto Nacional de Estadística sumando el consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones menos las importaciones y se ajusta por inflación con una cosa llamada 'deflactor del PIB'. Si comparamos el PIB de un trimestre con el anterior, obtenemos crecimiento intertrimestral. Si comparamos el PIB de un trimestre con el del mismo trimestre de hace 12 meses obtenemos el crecimiento interanual. Cuando el PIB intertrimestral mejora tras una caída abrupta, no quiere decir que sea positivo, sino que es menos negativo.
Como dicen, todo apunta a que el tercer trimestre del 2020 quizá tengamos crecimiento del 10% sobre el dato del trimestre anterior, en el que la caída fue de un 18,5% sobre la caída del primero que ya cayó un 5%. Es pura aritmética. No es un rebote, es la activación de la economía que estuvo parada y congelada. Para entenderlo, metáfora:
1. Estábamos en la Planta Tercera de un edificio
2. En el primer trimestre bajamos a la Planta Baja.
3. En el segundo caímos al Sótano Quinto
4. En el tercer trimestre subiremos al Sótano Segundo
Atendiendo a esta metáfora y vinculándola a la versión oficial, hemos subido tres plantas pero si aplicamos el tipo interanual seguimos en pleno sótano.
El dato de crecimiento interanual del PIB trimestral es la suma de los crecimientos intertrimestrales de 4 trimestres. Pero esto no es el crecimiento del PIB anual, es sólo el crecimiento del PIB del trimestre comparado con el del mismo trimestre de hace un año. Esta cifra tiene 'jet lag' con respecto al crecimiento intertrimestral. Por ejemplo, llevamos dos trimestres con crecimiento intertrimestral negativo (-5% + -18,5%), pero la cifra de crecimiento interanual podemos estar en -11% aproximadamente aunque en el cuarto trimestre sea plano si no se reactiva algo más la economía o, incluso negativo, si empiezan los despidos masivos.
Pero lo grave, lo absolutamente importante, no es una cifra u otra. El drama es la afectación en la economía real y que medidas se van a adoptar en paralelo para solucionar o amortiguar el impacto más severo de la crisis que viene. El asunto tratará, y no parece que nadie esté pensando de manera seria en esto, de como atajar la sangría de desempleo inminente. Algo que sólo se puede lograr con empleo ineficiente, de escaso valor, subvencionado e innecesario. Una especie de Plan E laboral. El reto reside en cómo equilibrar el escudo social con la modernización y digitalización del modelo productivo cuyas soluciones pasan por diseñar y ejecutar una estrategia macro y microeconómica destinada a paliar los efectos inmediatos de la crisis y propiciar la recuperación basada en la iniciativa privada y apoyándola.
Pero no quiero quedarme sólo en el análisis crítico. Quisiera ofrecer, al menos, algunas ideas que pudieran ser potenciales modos para salir adecuadamente de la crisis. Entre esas medidas antepongo una de tipo fiscal. La necesidad urgente de reducir los costes fiscales, regulatorios y sociales de las empresas, así como proporcionar a las solventes la liquidez suficiente para evitar su bancarrota. Para ello, mientras el déficit y la deuda aguanten, sería muy efectivo aplicar una reducción de los impuestos y de las cotizaciones empresariales a la seguridad social en lugar de aplazamiento transitorios de la factura tributaria como se está haciendo. Retrasar sólo estimula el ahorro y la no inversión. La reducción dinamiza el gasto.
Es obligatorio mantener empresas que puedan generar empleo a medio plazo. Como sea. Sólo esas. Seguir disfrazando a otras que no van a sobrevivir exige un coste que bien podría invertirse en éstas otras que se están ahogando. Es cuestión de focalizar adecuadamente. El dinero público no es infinito, ya lo sabemos. Es evidente que reducir impuestos genera una disminución adicional de la recaudación y un alza del déficit inmediato, pero ayuda a sobrevivir a empresas con incentivos adecuados para reactivar la economía.
Otro camino para solucionar el desastre tiene que ver en cómo se transita desde un modelo económico en cierre a otro más innovador. Eso no es sencillo ni rápido. Sabemos que el mayor problema va a ser el empleo, con una destrucción masiva y creciente durante 2021, por lo que no es factible esperar a que el cambio de modelo de crecimiento más tecnológico y de alto valor se genere de un modo veloz. No podemos esperar años y por eso se debe eliminar toda fricción posible a la hora de contratar. Es esencial eliminar todos los impuestos a la contratación. En Irlanda, por ejemplo, el empleo perdido en un mes se recupera entre en máximo un trimestre, en España, de media, hablamos de más de un año y tiene mucho que ver con el coste que supone contratar. En tiempos de escasa oferta laboral, complicar la demanda es suicida.
Otra solución es la de estimular la inversión externa. Habrá inversión, no lo dudemos, la economía se mueve siempre pero el dinero va hacia donde se le trata bien o se le deja cierta libertad. No es factible esperar años para recibir permisos de inversión en España. Se deben eliminar todas las barreras burocráticas para atraer toda la inversión posible. Esto no es fácil, pero es una tarea pendiente que se podría acometer ahora de una vez. Tiene componentes de modelo económico, de mercado y de sentido político, pero no hay otra. Sin dinero externo privado no vamos a salir rápido. La lección de 2008 es que salir tarde, es salir peor.
Más soluciones. Recortar lo público o, al menos, hacerlo más eficiente. Aplica al gasto para modernizar y transformar digitalmente la economía que debe pasar por la conversión de un sector público digital, más barato, ágil, moderno, eficiente y tecnológico. Y, hablando de eficiencia, no estaría de más que, tras todas las palabras habituales de ‘ayudas a las empresas’ se entendiera bien a quién se pretende ayudar y cuál es el destino final del crecimiento de esas empresas. Ayudar a empresas tradicionales es lógico y necesario. Ofrecer créditos tradicionales a empresas tipo startups, tecnológicas o Pymes innovadoras cuyo ADN es muy distinto, no sirve de nada. Funcionan de manera distinta.
En resumen, las soluciones son muchas y muy complejas. Las directrices desde mi punto de vista tienen que ver en el tránsito entre un modelo u otro sin dañar empresas, manteniendo protección social y, sobretodo, no incrementar el coste y el volumen de empresas o modelos económicos que no tienen ningún tipo de encaje en un tejido productivo con futuro y moderno. En ese sentido no nos podemos permitir que, tras esta crisis, no queden empresas que pensaban fabricar el futuro. Muchas están sufriendo por la dificultad que supone alcanzar las líneas de liquidez. El 97% de las empresas de España son microempresas, y de ellas, la mayor parte de empresas muy innovadoras con apuestas de futuro tecnológico que requieren tiempo para materializar sus proyectos, no tienen acceso a esos préstamos porque no tienen activos mobiliarios o estaban en pérdidas en 2019.
Problemas y soluciones, dan para un trabajo más extenso. Es normal, pues los problemas no se acabarán nunca, pero las soluciones, tampoco.