Quioscos sin periódicos
Hay noticias que demuestran la difícil sintonía entre la política, la administración y los tiempos que nos tocó vivir. Leí el otro día que “el Ayuntamiento de Barcelona garantizaba la continuidad de los quioscos hasta el 2030”. En concreto sacará a concurso 394 puestos de prensa asegurando que los concesionarios en activo sigan su negocio. Una noticia que me lleva a recordar, guardando las diferencias, aquella otra que surgió en Andorra hace unos meses.
Es evidente que no habían entendido hacia dónde van los tiempos, qué tren se acerca, ni que se vende más en la zona ‘e-‘ que en la zona ‘a’, que la economía digital no entiende de fricción y que la nueva economía requiere de líderes (patronales, sindicales, políticos,…) que se sientan cómodos en esta transición gigantesca que el ser humano está viviendo. En Andorra una buena parte de los hoteles se negaron a participar en la promoción mencionada, en España casi 150 lo hicieron. Los que, desde el Principado, se sumaron alcanzaron cotas de reservas muy superiores a las que esperaban y, atendiendo a mil maneras de reversionar y conceptualizar los ingresos, buscaron la manera de convertir unos presupuestos low cost en algo rentable.
Durante un desayuno con el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, hace unos días descubrí que la actitud existe, la aptitud posiblemente también pero la desconexión es una evidencia y provoca la lejanía entre los objetivos, las oportunidades y la cruda realidad. La noticia de que Barcelona será candidata a los Juegos de Invierno puede ser una divertida manera de buscar financiación para grandes proyectos e infraestructuras, posicionamiento en un mundo cada vez más competitivo en lo turístico y, tal vez, una de esas banderas que los políticos sujetan como clavo ardiendo en momentos de dificultad genérica.
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Sin embargo, a veces, no es preciso tanto comité ni tanta estructura para definir hacia dónde se quiere ir, como llegar y en base a qué principio de modernidad posicionarse. El consistorio, incluida la oposición pues en eso de no visualizar las expectativas y oportunidades del futuro van todos a una (defecto de vivir en ciclos de 4 años), acordaron unánimemente iniciar el proceso con el municipio quiere revitalizar los quioscos de la ciudad. Se estima que actualmente una cuarta parte de estos puntos de venta están inactivos. Y lo seguirán estando por mucho que se intenten modificar. No es cuestión de querer, de subsidiar o de cambiar el curso de los ríos, el tiempo y este cambio de era es implacable.
Tal vez sus señorías no se dieron cuenta, pero la prensa escrita y en soporte papel está en franco retroceso y su destino es la desaparición. La edición tradicional ha iniciado el camino del no retorno. Se estima que en las fechas en las que el Ayuntamiento de Barcelona (y muchos más) pretende mantener quioscos tradicionales con uso tradicional, no dispondrán de papel que vender. En 2030 no quedará ni un solo diario en papel a la venta y el hecho de ir a un lugar físico a comprar algo “publicado” no tendrá sentido.
Es una anécdota que no pienso elevar a categoría pero si sirve como ejemplo de que la oportunidad que vivimos como sociedad no puede mantenerse por más tiempo en manos de este personal anclado en el pasado y a sus sillones de Alcántara. Nos toca a nosotros. A la sociedad civil y a los entes privados estimular los procesos de modernización. Estos no lo harán.
Fíjense. Con la excusa del “interés público” esta gente sacará a concurso las concesiones de 394 de los 405 quioscos de la ciudad después de que la concesión ahora vigente expirara en diciembre del año pasado. Ahora la concesión se traslada al agujero cuántico de 2030, que vete tú a saber donde quedará el Mundo (no me refiero al diario).
La excusa de que esta decisión “contribuirá a aumentar el número de puntos de venta abiertos y a estabilizar los puestos de trabajo de los quiosqueros” y se quedan tan a gusto. Obviamente me alegro de que se creen puestos de trabajo o se dignifiquen los existentes, pero yo hablo del final de algo y el principio de otra cosa. Mantener esa visión poco estratégica y realista sobre lo que vivimos no es más que la demostración de que con esas dosis de comida en conservas no llegaremos a ningún lugar a tiempo.
Se trata de llegar a tiempo. Se trata de liberalizar el wi-fi en toda la ciudad, de neutralizar la red, de permitir el uso libre de los datos, de hacer transparente la gestión pública, de dotar a esos “quioscos” de otros modelos de negocio, de abrir espacios de innovación, de fomentar el progreso tecnológico y de entender el tiempo que pasa cada vez más deprisa.
No. No siempre habrá diarios en papel. A pesar de las subvenciones, de las ayudas y de las zancadillas al mundo editorial digitalizado (impuestos diferentes para productos similares). El peso de lo obligatorio y de lo consecuente es plomizo y no se detiene. Pueden tomarlo como quieran. Pueden aceptarlo o no, pero mejor medir las consecuencias de los tiempos que vivimos a que se te lleven por delante.
Luego llega un día en que un grupo de turistas recorriendo la ciudad se encuentran ante un objeto inanimado, repleto de carcelería desteñida por el sol y ante la pregunta de los niños sobre “¿qué era esto?”, el padre deberá responder: “un mal cálculo”.