La transformación digital de nuestro mundo y el papel urgente de la política.
La velocidad es importante. Las prioridades son la clave. A pocos minutos de que el mundo que conocemos se de la vuelta como un calcetín, los responsables, por decisión popular de ponernos a salvo, siguen con sus debates endogámicos en la mayoría de los casos o de cosas que se antojan de escaso valor para cuando la tormenta llegue. Cuando llegue, que llegará, puede ser un simple chaparrón o un huracán fuerza 4. Dependerá de cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día. De poco va a importar alguna de las ‘trascendentes’ medidas que se están proponiendo o postulando si cuando se tengan que implementar no quede tejido donde hacerlo.
La velocidad es importante. Las prioridades son la clave. A pocos minutos de que el mundo que conocemos se de la vuelta como un calcetín, los responsables, por decisión popular de ponernos a salvo, siguen con sus debates endogámicos en la mayoría de los casos o de cosas que se antojan de escaso valor para cuando la tormenta llegue. Cuando llegue, que llegará, puede ser un simple chaparrón o un huracán fuerza 4. Dependerá de cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día. De poco va a importar alguna de las ‘trascendentes’ medidas que se están proponiendo o postulando si cuando se tengan que implementar no quede tejido donde hacerlo.
El mundo del trabajo está cambiando. El empleo y el modelo económico se está transformando cada vez más rápido. Ya no es cuestión de avisos que se podrán recoger en una década. Hace años que lo comentamos. El rompecabezas ya está desordenado y descansa encima de la mesa. No hay planos ni instrucciones por lo que cuando queramos montarlo, sino hemos probado hacerlo en varias ocasiones, nos vamos a retrasar mucho en poner cada pieza donde conviene.
Que en el ámbito de gobierno, o de la oposición, no se esté teniendo en cuenta de manera objetiva y con el mayor grado de conocimiento posible acerca del riesgo que supone no hacer nada en este momento, es gravísimo, pero casi es hasta normal teniendo en cuenta la dimensión del asunto y la falta de ‘expertos’ que les exijan ponerse en marcha. En la política hay un problema mayúsculo. No sugieras nada a tu superior que no entienda o que pueda hacerle pensar que tú sabes más que él. Mejor te callas y sigues en tu sillón de Alcántara. Básicamente porque si lo sabe puede estar pensando que mejor así no vaya a ser que al final también un robot le sustituya a él.
Que en ninguno de los congresos políticos que se celebran estos días, ni en los que se celebrarán en los próximos meses, se debata acerca de la cuarta revolución industrial, de la transformación digital del empleo, de la automatización, del riesgo para el empleo que supone todo y de la amenaza de quedarnos atrás económicamente sino localizamos las ventajas de todo ello es muy grave. Mucha gente va a sufrir. Primero por la falta de una estrategia en la sustitución del modelo de crecimiento que vendrá queramos o no. Segundo porque cuando se produzca será tarde y desordenadamente por la falta de análisis previo. Por falta de estrategia caeremos en la táctica. Europa, nuestro entorno ya está conformando el escenario. De momento, nosotros, no tenemos ni papel secundario previsto. El futuro no se conquista esperándolo. Tampoco es factible que una sociedad pueda enfrentarse a la mayor revolución económica que hasta la fecha hemos vivido sin mover un dedo. De la política no se pide que sepa de todo, pero por lo menos que lo tenga presente y pida ayuda. De la administración no se pide que lo ejecute, ya lo haremos los ciudadanos, los empresarios, los trabajadores o quien sea, pero si que lidere.
En esta ocasión no va a ser posible mantener en el onírico espacio de la burbuja inmobiliaria, del valor irreal de los activos y de la creencia que el país se enriquece por que se construyan y vendan más pisos. Esta vez no. Eso, que sucederá en los próximos dos años de manera importante, no durará. Luego, mientras medio mundo se haya preparado para el cambio digital y robótico, otros habrán amontonado ladrillos. Mientras las sociedades con visión de futuro con líderes que pensaron que algo había que hacer y lo lideraron, otras seguirán pasando horas ante el televisor admirando a gente que se vanagloria públicamente de no saber nada o de que solo sean admirables por el número de operaciones estéticas que acumulan.
Cierto que nada va a suceder de manera instantánea. Es verdad que esto va para largo. Es un proceso sofisticado. No obstante, ya ha empezado y no va a detenerse. Davos habló de la dimensión de la tragedia y algunos se dieron por aludidos. Otros seguían contemplando el paisaje nevado. Deloitte asegura que el 41% de las empresas más importantes del mundo ya han completado la primera fase de implementar la Inteligencia Artificial en sus sistemas de trabajo. Que otro 35% está en ello. Parece que no es cuestión de esperar demasiado.
Señorías, ¡despierten!
'Estimados pasajeros, les anuncio que sobrevolamos un huracán'.
Ya nos avisaron. Nos recomendaron no desabrocharnos el cinturón de seguridad durante todo el viaje. La tripulación dijo que no había de qué preocuparse. La noche del 4 de septiembre de 2007 tuve el peor vuelo de mi vida. Apretados en un Embraer 190ARB de la compañía Copa Air Lines que hacía la extinta ruta de Caracas a Managua, casi un centenar de pasajeros disfrutamos de un completo catálogo de turbulencias y acrobacias. A pesar de que estaba previsto y la ruta marcada de urgencia lo evitaba, las secuelas del huracán de fuerza cinco Félix nos entretuvieron durante casi una hora. La tripulación se quedó sin habla y, al aterrizar, nos pidieron perdón por no habernos descrito bien lo que iba a pasar, ya que a ellos también les pilló por sorpresa.
Ya nos avisaron. Nos recomendaron no desabrocharnos el cinturón de seguridad durante todo el viaje. La tripulación dijo que no había de qué preocuparse. La noche del 4 de septiembre de 2007 tuve el peor vuelo de mi vida. Apretados en un Embraer 190ARB de la compañía Copa Air Lines que hacía la extinta ruta de Caracas a Managua, casi un centenar de pasajeros disfrutamos de un completo catálogo de turbulencias y acrobacias. A pesar de que estaba previsto y la ruta marcada de urgencia lo evitaba, las secuelas del huracán de fuerza cinco Félix nos entretuvieron durante casi una hora. La tripulación se quedó sin habla y, al aterrizar, nos pidieron perdón por no habernos descrito bien lo que iba a pasar, ya que a ellos también les pilló por sorpresa.
Hace poco más de una semana se llevaron a cabo los flamantes congresos del Partido Popular y de Podemos. Coloridos y festivos encuentros que la política interna ejecuta cada cierto tiempo para mostrar músculo en algunos casos y para muscular en otros. Sin embargo, ambos fueron previsibles y previsores. Tanto en lo que se dijo, como en lo que se hizo, poco o nada hace pensar que sus responsables se han dado cuenta de la etapa histórica que les ha tocado vivir. Estamos en la antesala de una revolución inédita por su envergadura, desconocida por lo rápida y compleja por el modo en el que va afectarlo todo. Afecta ya a los modelos de producción y a la transmisión del conocimiento. La fractura en el sistema es inminente. No prepararnos es una absoluta inconsciencia.
Hablo de rentas mínimas, estructurar un escenario económico donde el empleo dejará de ser el empleo que conocemos, los bancos dejarán de ser bancos, los coches dejaran de ser coches, las universidades no serán universidades o donde las garantías sociales llamadas servicios, obligatoriamente deberán ser derechos. Hablo de un mundo inminente. En menos de dos legislaturas, quienes este fin de semana gastaban sus cuerdas vocales tarareando los versos de siempre, en azul y en morado, tendrán que gestionar el mayor problema que ha vivido nuestra sociedad en décadas. Hay países que ya lo hacen. Otros, mientras tanto, a lo suyo.
Y el futuro llegará. Si observas bien verás que ya ha llegado. Un futuro que impulsa un empleo miserable y perpetúa un modelo laboral insostenible. La tripulación titular o la tripulación aspirante, a la que hemos ido votando, no anuncian turbulencias. Unos porque aseguran que lo peor ya ha pasado, otros porque atestiguan que ellos lo van a arreglar todo por arte de multiplicar el gasto público. Lo jodido es que ninguno de éstos ni los que aun quedan por ‘congresear’, tienen intención de afrontar de cara el asunto. O porque no lo entienden, porque no lo ven inmediato (la política es el arte de verlo todo en etapas de cuatro años) o porque el coste que supondría analizarlo es tan complejo que mejor evitarlo.
Antes de que las primeras sacudidas anunciaran fiesta mayor, las azafatas nos sirvieron todo el licor disponible en al avión. Hasta los abstemios se culearon los botellines cuando empezaron los saltos. Anestesia alcohólica. La misma que nos sirvieron a tazones este fin de semana pasado quienes dicen van a encargarse de llevarnos a buen puerto en este que todos llaman ‘vuelo tranquilo’.
Por desgracia la tripulación se quedará sin habla en unos años y, cuando aterricemos, Dios sepa como, nos pedirán perdón por no habernos explicado bien lo que iba a pasar. Que a ellos también les pilló por sorpresa. Recuerdan aquello de la ‘desaceleración transitoria’, los ‘brotes verdes’ o el memorable ‘los pisos nunca bajan’. Ahora toca ‘estamos creando empleo de calidad’ o ‘el cielo se toma cantando’. Feliz vuelo, ¿les apetece un licor?
Artículo publicado en Ecoonomia