La importancia de 'RadarCovid' para convivir con el virus
Es evidente que el plan previsto para afrontar una segunda batalla contra la pandemia del Covid19 es la de convivir con el virus. Es más que evidente que nadie se plantea tomar medidas como las que vivimos en la pasada primavera pase lo que pase. Se van a establecer ‘acciones quirúrgicas’ a partir de confinamientos selectivos y cierres puntuales de algunas actividades económicas o sociales. Podría ser una buena idea. Al fin y al cabo, disponemos de una capacidad tecnológica inmensamente superior a la que tuvieron nuestros antepasados en otras crisis de este tipo.
Es evidente que el plan previsto para afrontar una segunda batalla contra la pandemia del Covid19 es la de convivir con el virus. Es más que evidente que nadie se plantea tomar medidas como las que vivimos en la pasada primavera pase lo que pase. Se van a establecer ‘acciones quirúrgicas’ a partir de confinamientos selectivos y cierres puntuales de algunas actividades económicas o sociales. Podría ser una buena idea. Al fin y al cabo, disponemos de una capacidad tecnológica inmensamente superior a la que tuvieron nuestros antepasados en otras crisis de este tipo.
En concreto, a diferencia de las catástrofes sanitarias medievales o de principios del siglo pasado, ahora tenemos la capacidad de saber la temperatura de cualquier persona a tiempo real, de cruzar sus datos con la de otras variables y, por supuesto, la de utilizar aplicaciones tecnológicas que nos aporten de manera pro activa donde está el potencial contagio. Así lo han hecho en algunos países, así debería ser en el resto. Pero, la realidad a veces se queda lejos de las expectativas.
En España, tras muchos meses hablando de ello, tenemos una aplicación llamada Radar Covid. Tenemos pero no tenemos. Aunque ha costado un dineral para ser lo que es, que se ha pasado de una prueba piloto de algo que ya estaba más que pilotada en algunos lugares del mundo y de que, finalmente te la puedes descargar, resulta que ahora depende de que las comunidades autónomas les venga bien implementarla. Tranquilos, no hay prisa. A fecha de hoy son ya siete comunidades las que lo han hecho.
Novedades en #RadarCOVID:
— S.E. Digitalización e Inteligencia Artificial (@SEDIAgob) August 24, 2020
📍 Baleares ha completado el proceso técnico necesario y el sistema ya está plenamente operativo
Ya son siete las CCAA en las que la app está en marcha https://t.co/yv8Q3ppaPF
Un tipo de aplicación que algunos países han tenido que obviar por la falta de penetración social mientras que otros pueden alardear de que son un éxito notable. En este segundo caso destaca Irlanda. La aplicación de Irlanda tiene una de las mejores tasas de adopción del mundo: el 37% de la población descargó la aplicación en su primera semana y su aparente éxito nos da las claves de que debemos de hacer el resto para que un desarrollo tecnológico como este sirva para algo más que para montar una campaña publicitaria de lo modernos que somos.
Tengamos en cuenta que, si como he dicho antes, la idea es convivir con el virus, más vale que adoptemos todas las opciones disponibles para atajar cadenas de contagio, reduzcamos las exposiciones de asintomáticos y generemos el menor caos económico posible. Para ello el tiempo es crucial y seguir asistiendo a esta merienda ridícula sobre que comunidad tiene o no tiene implementada la aplicación es deplorable. Además, una aplicación de una sencillez extrema que ha precisado meses de trabajo, pruebas y ventoleras, ahora se suma como la gran esperanza ‘tech’ contra el bicho.
En todo caso, dejando de lado el retraso y la fiesta burocrática, veamos que hay que tener en cuenta para que, por lo menos, nos amortigüe la hostia santa que nos vamos a dar en otoño. Hablamos de temas técnicos, matemáticos y sociológicos. Por un lado hablamos de lograr que un buen número de personas la utilicen. No deben ser todos, pero sí debe haber una tasa mínima.
Otra clave será la de coordinar la aplicación con el rastreo manual y humano. La aplicación de Irlanda se adapta perfectamente a su programa de rastreo manual que es igualmente importante para mantener a raya al coronavirus. Por lo tanto, ¿cómo vamos de rastreadores? En cuanto se ponga en marcha el aparatito se van a precisar centenares o miles de nuevos rastreadores que puedan hacer frente al seguimiento de todas las cadenas que surjan. El paralelismo con el asunto de las mascarillas es innegable. Mientras no había stock de mascarillas no fueron obligatorias. Mientras no hay garantía de que va a haber rastreadores humanos suficientes no hay aplicación.
"Solo de la última semana hay miles de positivos a los que no se les ha llamado. No sabemos cómo se han contagiado, dónde, a quién han podido contagiar. Hemos perdido el control de la pandemia", resume una epidemióloga de la comunidad de Madrid https://t.co/rj2PX0G5bp
— EL PAÍS (@el_pais) August 24, 2020
Más claves. Disponer del código en abierto para que la comunidad realmente sepa hasta que punto se está respetando su privacidad y su seguridad es clave. No basta con decirlo, hay que demostrarlo. Mientras exista una sola duda, habrá alguien que no se la descargará por ese motivo. En Irlanda, los equipos de desarrollo adoptaron un enfoque colaborativo y cooperativo, trabajando en múltiples agencias y empresas, todos enfocándose en un solo objetivo por el que todos podrían trabajar. Igual esto ayudó a que fuera un éxito desde el principio.
¿Que hemos aprendido de la primera y apocalíptica ola? A veces parece que poco y ante la aparente segunda tanda (o rebrote de la primera) el uso de tecnología sigue siendo una asignatura pendiente. El ministerio de economía y transformación digital y la secretaría de estado de inteligencia artificial permanecen como una anécdota en todo este cruce de sucesos. Podríamos esperar mucha más tecnología, agilidad y modelos inteligentes y todo lo que tenemos son fallos en la tramitación de expedientes de la administración, errores en el seguimiento de datos y una aplicación de una sencillez absoluta como factor estrella.
Ni teníamos el mejor sistema sanitario del mundo (cómo mucho teníamos a los mejores sanitarios del mundo), ni el turismo era un modelo de crecimiento robusto, ni la innovación es el paisaje de nuestra economía. Así nos va. ¿Donde están los modelos matemáticos que muchos científicos están pidiendo? Y es que es evidente que, tal y como ha nacido Radar Covid, no va a significar un antes y un después en la lucha contra la pandemia. En cualquier caso, nos dirán que es la leche y que va muy bien. Algo parecido al discurso oficial sobre que ‘lo peor ya ha pasado’ y tal. Pero la realidad pesa como el plomo. Si no es muy usada, fracasará. Si se usa mucho colapsará el sistema de rastreadores tal y como ahora lo tenemos dispuesto.
En todo caso, descárgatela aquí o aquí. Yo la tengo y sigo pendiente de cuando me digan que ya funciona en todo el territorio. La app utiliza un protocolo Bluetooth de bajo consumo que aprovecha una API de Apple y Google. Así, si una persona confirma que ha sido diagnosticada con COVID-19 en la aplicación, el sistema enviará automáticamente una alarma a los potenciales contactos de riesgo, fuesen conocidos o simplemente personas con las que te has cruzado por la calle o donde sea. Dicen que el 15 de septiembre ya funcionará en todas partes. No hay prisa.
La ley no escrita de la proporcionalidad entre éxito de un producto y el tiempo de expectativa sobre la opción de utilizarlo, dice que si pides descargarte una aplicación que no se va a poder utilizar hasta un mes después, la apatía se generaliza. Apatía y borrado de la aplicación van juntos en este caso. Radar Covid no se ha podido poner en marcha al 100% porque las competencias sanitarias están transferidas a cada comunidad y estas tenían que establecer un circuito para notificar el positivo.
Sinceramente creo que no es culpa ni del Ministerio de Economía, ni de la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial. Estoy seguro que han hecho lo que han podido. Se han enfrentado a una amalgama de trámites, aprobaciones y cortinas para encargar a alguien que la hiciera. Luego, estoy seguro, la puesta en marcha del proyecto tuvo que gustarle muy poco a Sanidad, que siempre ha mostrado cierto escepticismo ante este tipo de soluciones de rastreo.
No puedo ni imaginarme como debió ser la conversación entre los responsables epidemiológicos, algunos ministros, asesores medios, ayudantes de asesores, responsables de validación, analistas de procesos públicos, verificadores de analistas, responsables de comunicación, coordinadores de verificadores y los gestores del proyecto. Tuvo que ser como pasarte una hora viendo videos de TikTok sin parar y sin beber. Lo dicho, descárgatela y así el 15 de septiembre ya lo tienes hecho. Si la idea es convivir con el virus, se nos tienen que ofrecer todas las herramientas posibles y lo antes posible para que esa convivencia sea factible y no un desastre monumental.
¿Qué aplauden exactamente? La primera etapa del optimismo es el realismo.
El discurso oficial de que, en lo económico, hemos tocado fondo no es más que eso, un discurso oficial. Se basa en índices y cifras que, obviamente, no van a llegar más abajo. Por lo menos en caída del PIB, en personas que no van a trabajar o en falta de ingresos en las empresas. Venimos de una congelación casi absoluta de los ciclos económicos e industriales. De ahí que esa apreciación no se pueda rebatir. Otra cosa es lo que busca una afirmación de ese tipo. Desde la óptica de quién tiene que ofrecer un relato de superación y de mejora, comparar una caída del PIB del 20% trimestral con el siguiente en un 10%, por decir algo, supone un avance positivo comparativamente hablando, pero objetivamente y en ciencia económica no sirve para evaluar la dimensión de la tragedia.
El discurso oficial de que, en lo económico, hemos tocado fondo no es más que eso, un discurso oficial. Se basa en índices y cifras que, obviamente, no van a llegar más abajo. Por lo menos en caída del PIB, en personas que no van a trabajar o en falta de ingresos en las empresas. Venimos de una congelación casi absoluta de los ciclos económicos e industriales. De ahí que esa apreciación no se pueda rebatir. Otra cosa es lo que busca una afirmación de ese tipo. Desde la óptica de quién tiene que ofrecer un relato de superación y de mejora, comparar una caída del PIB del 20% trimestral con el siguiente en un 10%, por decir algo, supone un avance positivo comparativamente hablando, pero objetivamente y en ciencia económica no sirve para evaluar la dimensión de la tragedia.
El asunto no es si comparativamente hemos llegado a lo más profundo. Eso ni de lejos se ha producido. El mercado laboral esta intervenido, la liquidez a las empresas se ha estimulado con préstamos y el pago de tributos se ha aplazado sin intereses durante un tiempo. De ahí que las impresiones de tipo inmediato son, en la comparación también inmediata, hasta favorables. Pero nada más lejos de la realidad objetiva y científica. El desastre en economía, por lo menos no en los países con ciertos amortiguadores casi automáticos que se disponen en momentos de quiebra, suelen retrasarse unos años. Lo vimos en la anterior crisis, la inmobiliaria y financiera. El sistema mundial se desplomaba en 2008 pero hasta bien entrado el 2010 no lo vimos reflejado en la economía real. Los datos indicaban estabilización, una pequeña recesión o, incluso, una recuperación que se llamó ‘brotes verdes’. Después vino el diluvio universal.
Ahora todo es distinto, en su génesis y en su embrión, pero no en sus efectos. Afecta a otros sectores, especialmente a otro motor, el turístico, pero derivará a toda la economía. Primero, los elementos estabilizadores que se pusieron en marcha aumentando el gasto y prometiendo alcanzar una deuda impagable, disfrazan la realidad. Incluso, no lo dudes, a finales de este mismo año alguien hablará de ‘nuevos brotes verdes’. De hecho una ministra que optaba a presidir la comisión europea, con una formación excelente y un alto grado de perspectiva en materia económica, ha llegado a decir que ‘lo peor ya ha pasado y que se inicia la recuperación’. Eso ni es cierto, ni puede serlo.
Lo peor vendrá en dos oleadas. Una cuando el mercado laboral deje de estar dopado y otro cuando venzan los créditos públicos que se han ido otorgando a empresas con dificultades de liquidez. Si me apuras hay otra tercera oleada que será más sutil. Las prórrogas tributarias y los retrasos concedidos a los pagos se irán actualizando y cumpliendo. Cuando eso pase, todo a la vez, el agujero será de tal calibre que cabrá toda la economía productiva española y, potencialmente, la de algunos países de nuestro entorno.
España ha ido decreciendo en innovación, en inversión tecnológica y en aportar presupuesto en cambiar un modelo de crecimiento que supone demasiada dependencia. Nadie podía esperar lo que nos ha pasado, o sí, pero lo cierto es que estamos en un muy mal puesto de salida. En la ‘pole position’ están muchos por delante. Desde el final de la parrilla vemos al resto. Rugen sus motores. El nuestro sigue parado y en manos de un ERTE.
El escudo social era y es imprescindible pero no puede dirigirse todo en ese sentido. Se debe equilibrar o lo pagaremos muy caro. Esto no va de tener que devolver las ayudas europeas, ya se verá, tampoco de aguantar la presión social gracias a subvenciones y rentas básicas, tampoco se tratará de aplanar la curva de datos negativos en lo económico o de interpretar una recuperación económica cuando los cocientes sean algo favorables. El problema es otro. Esto va de cómo vamos a quedar al final de esto. En que puesto de la parrilla estaremos al terminar. En 2023 la cosa podría rozar una potencial igualdad de producto interior bruto. Podría ser. No obstante, más que nunca, será el momento de detectar si ese PIB surge de lo mismo de siempre o de un escenario más moderno y tecnológico, menos dependiente de ciclos y menos frágil cuando se produce una crisis.
Cualquiera que sea tu opinión sobre el impacto de la automatización en la mano de obra, podemos estar de acuerdo en que el trabajo futuro requerirá un análisis profundo de en que vamos a ocupar a todo el mundo. Una sociedad que alcanzará la cuarta edad cada vez con mayor intensidad y número, un planeta tecnológico y competitivo, un modelo exportador distinto donde el producto quedará sustituido por el servicio y donde el capital deflacionará en beneficio del valor de las cosas y no de su coste de producción, ese mundo, será otro y será pronto.
¿Qué hay pensado? ¿Quién está al volante? ¿Qué podemos hacer los empresarios y los trabajadores? ¿Cómo pensar en el futuro a medio si mi presente y futuro inmediato pinta gris marengo? Tengo la impresión que no hay mucho pensado, que quien dirige esto o quién pretende dirigirlo algún día no lo están pensando y que lo que podemos hacer nosotros tiene que ver con un nuevo modo cultural de entender las crisis. Tengamos en cuenta que la crisis no se irá por mucho que lo digan los noticiarios o una ministra. No se irá, se instalará por tiempo. Tengamos en cuenta que la nueva normalidad no era lo que describió el presidente del gobierno en base a unas normas y protocolos de seguridad en el día a día, no, era otra cosa. La nueva normalidad no era más que la aceptación de paradas técnicas de la economía, de la incertidumbre y de la fragilidad. La nueva normalidad no es teletrabajar, es convertir el teletrabajo en un modelo de rescate laboral y de seguridad en lo imprevisible.
Verás en los próximos meses como el cierre de comercios, locales de ocio, restaurantes y hoteles se generalizará. Después, por pura deriva y de ‘vasos comunicantes’, se irán clausurando empresas de servicios, despachos profesionales, autónomos que dejarán de estar en alta y despidos masivos. Llegaremos a cifras inéditas. Y en todo ese desastre, a lo lejos, quedará una luz brillante indicando el camino. El inevitable camino. La modernización de una economía que ahora depende de la mano de obra mal pagada y temporal y de un consumo ineficiente e ineficaz. Una luz indicando que la economía de un país debe ser diversa y su estructura de crecimiento no puede depender de ningún sector más allá del 5 o 6%. Para eso hay que reflexionar, rápido, y ejecutar un plan que no sólo puede ser un ‘escudo social’. Esa trampa nos lleva al desastre.
El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente.
La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’.
Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata. Confío en que vamos a ponernos en marcha, pero no confío en quienes dicen que nos van a ayudar a hacerlo. Por lo menos no puedo confiar mientras el discurso se disfraza, los datos se manipulan y a todo se le pone un cenefa de aplausos. No hay demasiado tiempo. Una vez pase medio año, el punto de no retorno se habrá alcanzado. Lo hagamos en los próximos cinco meses, afectará a los próximos quince. Esto no irá de recuperar nada, se tratará de reinciarlo todo. Para ello hay que reventar violentamente la burbuja de protección publicitada lo antes posible y descubrir el desastre bíblico al que nos enfrentamos.
Como consultor de empresas, en cada plan de modernización que ahora estamos desarrollando, incorporamos la realidad económica, la ineficiencia política y la interpretación tecnológica. Al final, todo va a depender de empresas, autónomos, directivos y emprendedores. El resto serán palos o ruedas, ya veremos.
Cuándo todo cambia, el que cambia casi siempre gana y el que no cambia, siempre pierde.
Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’
Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’
Todo es cierto, es real que una crisis, por enorme que sea, puede convertirse en un punto de inflexión y se puede aprovechar su intensidad para tomar un impulso distinto y hacia otra dirección. Una dirección mejor. Pero para que eso suceda hay que hacer algo, algo que va más allá de la capacidad de las personas, de las empresas, de los proyectos. Es imprescindible que se planteen políticas activas que permitan esa reactivación, reinvención e innovación. Penalizando la tecnología o presionando sobre la recuperación del empleo de menor valor añadido, peor pagado y dependiente de los ciclos positivos no se logra. Seguir conjugando el verbo ‘reconstruir’ no vamos a mejorar nada, no vamos a aprovechar esta oportunidad histórica y la vamos a convertir en una nueva y más profunda recesión. Lo peor es que, a los países que no interpreten este momento adecuadamente, la historia los juzgará obligándolos a descender de categoría.
El verbo no es ‘reconstruir’, el que debemos conjugar es el de ‘reiniciar’. El sistema operativo no podemos cambiarlo, como mucho actualizarlo. El software sigue siendo el mismo, pero en nuestro computador existen cadenas rotas, archivos que ralentizan nuestro sistema y, múltiples fotografías repetidas. Si lo reiniciamos es factible construir algo nuevo y no rehacer lo que ya no iba bien o no iba a ser competitivo en el futuro. No hacerlo es como si tuviéramos una copia de seguridad, un backup de lo que funcionaba, para volver a instalarlo sobre las cenizas de esta gigantesca crisis.
Y es muy sencillo entender lo que viene. De hecho tenemos la hoja de ruta redactada. Se trata de lo que iba a pasar en cinco años, en diez, que ahora pasará en cinco meses, en un año. La robotización de todo se ha iniciado a una velocidad que pocos detectan. La automatización de casi todo acelera. Mientras tanto unos siguen pensando que hay que recuperar el empleo en suspensión a medio plazo, otros están definiendo el futuro de un modo muy distinto. Los países que han estructurado un escudo social dependiente de ERTEs (Expedientes de regulación de empleo temporal) o por el Ingreso Mínimo Vital, no están pensando en una economía futura más tecnológica, más eficiente y competitiva. El motivo es claro y respetable: primero demos empleo, que la gente pueda vivir, luego ya veremos.
El problema radica en lo que supone hibernar el empleo, intervenir el mercado laboral con un artilugio administrativo como los ERTEs, que estaba pensado para utilizarse durante 15 días, perpetuado en el tiempo. Manteniendo este recurso la herida no hace más que crecer. No se está presionando al tejido productivo y empresarial para que se adapte a la economía del futuro inmediato, una economía de escaso contacto, más estrecha. Los patrones de demanda de los ciudadanos van a cambiar y el tejido de producción económico deben cambiar también, no hay otra. De ahí que mantener esta intervención tan radical de la economía en muchos países lo único que hace es, desde lo público un desgaste de deuda brutal, y desde lo privado, un retraso evidente de actualización de negocios. Ambos efectos son muy tóxicos y de no retorno.
Las empresas deben asumir que van a vender menos. Sin embargo, vendiendo menos se puede ganar más, pero para ello hay que ponerse ya en marcha. Hay que detectar las oportunidades, identificar los procesos y acelerar la transformación digital. No la de Zoom y Whatsapp, hablo de la transformación digital de verdad. Los negocios de hace unos meses que eran exitosos, hoy pueden ser obsoletos, irrealizables e invendibles. Mantener este tránsito anestesiado por la ‘crisis’ lo rompe todo. Si la economía no se adapta a lo que viene, si las empresas no tienen presión para hacerlo y los trabajadores no sienten la urgente necesidad de entender un nuevo mercado, esto se va a convertir en el mayor lodazal que hayamos visto cuantos estamos vivos.
Un ejemplo entendible. Si esta crisis se estuviera produciendo en otro momento y por otro motivo, habría un tipo de fabricante y de un producto determinado que estaría frotándose las manos. Históricamente, cuando se avecina una crisis económica se disparan las ventas de pintalabios de color rojo. Hay múltiples teorías al respecto, pero parece ser que tiene mucho que ver con una instintiva reacción de contención del gasto. Parece ser que en el caso de las usuarias de este tipo de complemento, en momentos de recesión, deciden suprimir de sus compras productos más caros como zapatos o ropa y lo sustituyen por algo más accesible que responda al mismo motivo estético. Un pintalabios no sustituye a unas botas, pero si funcionan con un objetivo similar. El color rojo, además, según algunos fabricantes responde a su versatibilidad y precio como la mejor opción. Pero esta vez no va a ser así. Resulta que ese producto recurso en épocas de crisis, no puede ser el sustitutivo de nada en tiempos en los que su efecto queda bajo una mascarilla de seguridad sanitaria. De ahí que las ventas de pintalabios se ha desplomado en todo el mundo. Los gigantes de la cosmética se han visto sorprendidos por una recomendación u orden, según el caso y país, de llevar mascarilla.
Por eso, en países con el mercado laboral intervenido, a los fabricantes de pintalabios no se les ejerce presión sobre su modelo laboral, productivo y organizativo. Nadie puede garantizar que el mercado volverá a ser el mismo en el futuro. Esperar a que eso suceda no ayuda. Esperar nunca ayuda. El cloroformo es muy tóxico en economía. Es preciso que la presión laboral se produzca sobre las empresas y la presión empresarial sobre las administraciones. En Dinamarca las ayudas no fueron destinadas a los trabajadores, fueron a las empresas que tuvieron que diferirlas a cubrir los sueldos de los trabajadores en empresas que sufrían la parada de la economía. El resultado es una urgencia por poner en marcha la innovación y los modelos de producción tecnológica. Donde no hay presión no hay innovación.
Para terminar. El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente.
La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’. Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata.
La 'nueva normalidad' y el riesgo de 'nula privacidad'
Muchos aseguran que tras la pandemia vamos a vivir en un nuevo mundo y que va a cambiar nuestro modo de entender la propia existencia. Pero me temo que eso no va a ser así en términos generales. Poco a poco el ser humano tiende a su manera ‘media’ de actuar y pensar. Los cambios de comportamiento requieren mucho tiempo y sucesos más extensos en el tiempo. Sin embargo, hay detonantes que sí actúan de manera importante en algunos campos de la vida. Por ejemplo, en la adopción tecnológica esos cambios sí suelen ser rápidos. Mutaciones que se adelantan en la línea de tiempo sobre los cambios económicos y sociales. Esta crisis actual va a hacer más por la normalización de los robots y por la transformación digital que ningún plan estratégico anterior.
Muchos aseguran que tras la pandemia vamos a vivir en un nuevo mundo y que va a cambiar nuestro modo de entender la propia existencia. Pero me temo que eso no va a ser así en términos generales. Poco a poco el ser humano tiende a su manera ‘media’ de actuar y pensar. Los cambios de comportamiento requieren mucho tiempo y sucesos más extensos en el tiempo. Sin embargo, hay detonantes que sí actúan de manera importante en algunos campos de la vida. Por ejemplo, en la adopción tecnológica esos cambios sí suelen ser rápidos. Mutaciones que se adelantan en la línea de tiempo sobre los cambios económicos y sociales. Esta crisis actual va a hacer más por la normalización de los robots y por la transformación digital que ningún plan estratégico anterior.
Hace unos meses, hablábamos de como la automatización y la robotización, amenazaban algunos de los comportamientos socioeconómicos mejor anclados en nuestro modo de vida. No obstante ahora, la adopción necesaria de mucha tecnología aplicada, lo ha acelerado de manera irreversible. Hasta hace bien poco, los robots de Boston Dynamics no eran más que una especie de ‘meme’ viral sobre la evolución sorprendente de la robótica de última generación, pero ahora ya podemos ver como uno de sus desarrollos comerciales, el robot ‘Spot’, una especie de perro robótico al más puro estilo ‘Black Mirror’ controla el distanciamiento social en los parques de Singapore.
Como digo, en Singapore, ya están usando uno de estos robots como si fuera una especie de supervisor a fin de velar por el cumplimiento de las normas de distanciamiento físico (no soporto el concepto ‘distanciamiento social’) en los parques de esa ciudad asiática. Para cumplir con esa función, el bicho eléctrico tiene instalada una cámara que le permite identificar esa medida. Aseguran que ese dispositivo no incumple con los requerimientos de privacidad de las personas pues no tiene permiso para grabar su recorrido.
No es un policía, se trata de una especie de agente de información que emite un mensaje recordando a los visitantes del parque que apliquen las medidas seguras de distanciamiento físico. Si la prueba resulta exitosa, NParks considerará desplegar a Spot en otros lugares de la ciudad. Además, como funciona de modo autónomo, no se necesitan patrullas humanas, lo que ayuda a minimizar el riesgo de contagios entre personas y su exposición al virus por si hubiera algún rebrote. Los datos que recogen este robot están centralizados para su consulta a tiempo real. Cualquier persona puede saber desde su teléfono móvil la densidad de visitantes que tiene un espacio público concreto y decidir si quiere o no arriesgarse al contagio. De locos.
También vamos a normalizar otras tecnologías por supuetso. Por ejemplo, Francia está utilizando la inteligencia artificial para verificar si las personas usan máscaras en el transporte público. Para ello el país galo está integrando nuevas herramientas de inteligencia artificial en cámaras de seguridad en el sistema de metro de París para verificar si los pasajeros usan máscaras faciales. El software, que ya se ha implementado en otras partes del país, comenzó una prueba de tres meses en la estación central Chatelet-Les Halles de París hace unos días. La startup francesa DatakaLab, que creó el programa, dice que el objetivo no es identificar o castigar a las personas que no usan máscaras, sino generar datos estadísticos anónimos que ayudarán a las autoridades a anticipar futuros brotes de COVID-19. De momento vamos con cuidado con eso de tentar a la privacidad. Veremos como acaba.
Este programa piloto es una más de las medidas que las ciudades de todo el mundo están introduciendo a medida que comienzan a desescalar los confinamientos previos. Aunque Francia, como España, inicialmente no animó a los ciudadanos a usar máscaras, ahora las ha convertido en obligatorias en espacios públicos. La introducción del software de inteligencia artificial para monitorear, y posiblemente hacer cumplir estas medidas, parece ser que será vigilada de cerca. La difusión del software de reconocimiento facial y vigilancia impulsado por este tipo de inteligencia artificial en China, ha preocupado a muchos defensores de la privacidad en Europa, Latinoamérica o Estados Unidos. No obstante, la pandemia es una amenaza y, por defecto, los gobiernos se sienten capaces de priorizar la seguridad médica por encima de la privacidad individual. Además consideran que por esa razón, los ciudadanos van a digerir mucho mejor cualquier medida de este tipo. Si nos fijamos, estamos aceptando casi sin rechistar el derribo de algunas de las barreras éticas que no hubiéramos permitido hace apenas tres meses. Parece que no tenemos otro remedio. Para pensar.
En DatakaLab insisten en que su software cumple con el Reglamento General de Protección de Datos de la UE. La compañía ha vendido todo tipo de análisis de video impulsados por inteligencia artificial durante los últimos años, utilizando la tecnología para generar datos en tiendas y centros comerciales que traducía en conocimiento sobre la demografía de sus clientes. Si te das cuenta la tecnología ya existía y se utilizaba, pero nunca fue para vigilarnos, sino para conocernos. Esto es lo que está cambiando. Y aunque la tecnología como la de DatakaLab solo es una prueba piloto, es probable que se convierta en un elemento básico de la vida urbana en el futuro cercano. A medida que los países comiencen a sopesar el daño económico de un bloqueo contra la pérdida de vidas causada por más infecciones por COVID-19, se ejercerá una mayor presión sobre las medidas de mitigación como las máscaras obligatorias.
El riesgo, el reto en definitiva, es comprobar si, aunque la pandemia ciertamente ha creado nuevos modelos de uso para la tecnología, no se convierta en una amenaza a los valores de privacidad o a la invasión de nuestra intimidad. El debate está sobre la mesa y no va a ser sencillo resolverlo. En los laboratorios más avanzados del mundo se están diseñando modelos de rastreo de contactos, vigilancia social y acción directa sobre el compromiso colectivo, para luchar contra el contagio masivo al saber que la inmunidad de rebaño está muy lejos y que a la vacuna aún le falta tiempo.
Un debate que no va a poder evitarse es el que resulta de analizar si el uso de la tecnología supera los patrones de privacidad y respeto a la intimidad. La ‘nueva normalidad’ tiene mucho de esto. De como esas tecnologías trabajan en el rastreo y tracking de contagios. El desafío es lograrlo en base al respeto de nuestro modelo social que tanto nos ha costado alcanzar. Los ejemplos se van a ir amontonando poco a poco y, siempre, tendrán un objetivo primario, luchar contra la pandemia, y, en ocasiones, uno secundario, vigilarnos.
Sigamos con los ejemplos. Una de las organizaciones sanitarias más grandes de Israel está utilizando la inteligencia artificial para ayudar a identificar quienes, de las 2,4 millones de personas que cubre el estuido, tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones graves por COVID-19. Maccabi Healthcare Services afirma que este sistema, desarrollado junto con la compañía de inteligencia artificial Medial EarlySign, ya ha identificado al 2% de ese grupo, lo que equivale a alrededor de 40.000 personas. Después de identificarlas, esas personas se someterán a pruebas de diagnóstico por vía rápida.
Este es también un uso actual de la tecnología adaptada de otra anterior. La IA en cuestión es la versión rebozada de un sistema entrenado para identificar a las personas con mayor riesgo de complicaciones ante la gripe. Para dicho entrenamiento, los investigadores usaron millones de registros recopilados desde hace 27 años. Para realizar sus predicciones, el sistema se basa en una variedad de datos médicos, que incluyen la edad, el índice de masa corporal, trastornos de salud y los antecedentes de ingresos hospitalarios. Esa IA puede rastrear una gran cantidad de registros y detectar a las personas en riesgo de sufrir una infección problemática de un modo imposible de hacer en otra situación.
El uso de la inteligencia artificial para identificar a las personas vulnerables podría salvar vidas a la vez que vulnera de un modo importante la intimidad de las personas. Ese uso ‘justificado’ gubernamentalmente permite aislar a la población de alto riesgo alojándolos en espacios ‘free-covid’ para hipotéticamente no contagiarse en condiciones normales. El riesgo de recorte de libertades individuales es tan evidente que asusta. La excusa, en estos casos, se llama ‘asintomáticos’.
Pero introducir esa herramienta en otros países podría no ser tan sencillo. En Estados Unidos o en España, por ejemplo, los registros médicos se almacenan en muchos sistemas diferentes de atención médica lo que garantiza cierta complejidad para cruzarlos y resolver sobre la limitación de movimientos y la de incluir a grupos sociales en diferentes catálogos con diferentes niveles de libertad individual. Lo siguiente, te lo garantizo, será un esfuerzo ingente por parte de las administraciones en la creación de un único conjunto de datos que reúna la información de todos los pacientes de los grandes hospitales. Olvídate de ser propietario de tu historial médico, eso se va a compartir con quienes deciden distribuir la atención sanitaria. Quien sabe si esa atención dependerá de tu grado de aceptación en compartir tus datos. Pasaremos de pagar impuestos a pagar impuestos y datos.
Es obvio que la vida que conocíamos va a cambiar mucho. Con la excusa de llegar a ese término tan peligroso de ‘la nueva normalidad’ se esconde todo un entramado de control social. No digo que sea voluntario, tal vez es una deriva lógica al miedo de que el virus regrese y se expanda. Sin embargo, la víctima colateral se llama libertad y nuestra realidad social futura y de comportamiento colectivo tendrá mucho que ver en el modo en el que la tecnología se utilice finalmente. La tecnología no es negativa nunca, siempre es un avance. El problema es el modo en el que se utiliza y los límites que se esté dispuesto a superar. Si me apuras, las barreras personales que estemos dispuestos a aceptar que se derriben.
Seguirán las excusas. Dirán que debemos prepararnos para un mundo en el que pasaremos mucho tiempo sin tratamientos ni vacunas efectivas y que, para vivir en este mundo sin tener que estar confinados todo el tiempo, la única opción será la de permitir que nos vigilen. Para esa vigilancia existen múltiples desarrollos que hasta la fecha eran para conocernos comercialmente y que, ahora, pasarán a ser herramientas muy útiles en el rastreo. La diferencia radicará en las cláusulas que otros decidirán aceptar por nosotros. Se avecinan nuevas reglas de comportamiento y organización social y está por descubrirse si algunas de las cuales probablemente permanezcan mucho después de que la crisis haya terminado.
Si leemos lo que se cuenta por ahí, vemos que hay cierto consenso sobre cómo podría ser esa nueva normalidad. Se tratará de prácticas en el rastreo de contactos, monitorización de enfermedades, sometimiento a pruebas regulares a un número masivo de personas y a la creación de salvoconductos para personas inmunes. Es evidente que vamos a un escenario más cercano a un mundo orweliano que a la ‘vieja normalidad’. El problema es que hay un motivo para hacerlo y casi parece una obviedad que lo aceptemos. El desafío es conjugar esa privacidad que vamos perdiendo con una lucha eficiente contra el virus. A veces parece que nos encontramos en plena metáfora de la rana y el agua hirviendo.
Aunque este nuevo orden social parece impensable para la mayoría de los habitantes de los llamados países libres, cualquier cambio puede volverse normal rápidamente si las personas lo aceptan. En este caso hay un aspecto que suele ser clave. La sociedad no quiere incertidumbre, no soporta la indecisión. Por ese motivo, ante lo imprevisible del futuro, de un modo general se prefiere una norma impositiva que las dudas políticas. Por ejemplo. Muchos pensamos que un pasaportes de inmunidad podría sonar discriminatorio para los que hayan ejecutado correctamente todos los elementos de seguridad ante los contagios. Sin embargo, repetido adecuadamente desde la administración, al final parecerá un seguro de vida para todos y un bien común. La realidad sería otra, pero se vendería bien en términos generales. A eso vamos.
Y ahora viene el mapa de seroprevalencia. En teoría algo anónimo que se utiliza a nivel estadístico. Se trata de un análisis de datos a nivel nacional para comprender mejor cómo se propaga el virus y detectar las zonas de alto riesgo que podrían necesitar más test, recursos médicos u otra cuarentena. Pero curiosamente nadie nos explica que hay otros modos de hacerlo sin tener que ir analizando uno por uno a los ciudadanos de cualquier zona. Para medir la prevalencia del virus sin espiar directamente a las personas podría ser el registro colectivo de información mediante las páginas web como COVIDnearyou.org, deducciones por el volumen de búsquedas de Google sobre los síntomas de COVID-19 en diferentes sitios, o incluso buscar el virus en muestras de aguas residuales.
Estaría bien que, en lugar de discutirse e insultarse en el Congreso de los Diputados, nuestros dirigentes deberían iniciar un debate serio de como van a usar nuestros datos y hasta que punto van a violar nuestra intimidad. Ese debate es mucho más importante que otros que se suceden pornográficamente cada quince días. Se de be iniciar un debate detallado sobre cómo se van a usar los datos de las personas con la excusa del bien común. En todo ese debate se tiene que proteger al individuo, llevamos mucho tiempo construyendo esa realidad y esa privacidad.
El virus pasará. Tendrá, o no, otras oleadas con mayor o menor intensidad. Los sistemas sanitarios y los modelos de seguimiento están mejor preparados. La conciencia social es mucho mayor y nuestra educación para auto protegernos ha aumentado considerablemente. La crisis económica caerá a plomo sobre todos nosotros. Sin embargo, todo pasará. Lo que tal vez no regrese a un punto anterior sea la agresión absoluta a nuestra libertad individual, a nuestra privacidad y a la intimidad. El desafío estará en no conjugar una nueva normalidad que en realidad debería definirse como ‘nula privacidad’. Debemos aspirar a recuperar la vieja normalidad en lo bueno y desestimar lo malo. Un nuevo mundo pide ser construido, no la caguemos.
¿Cómo ha logrado Corea del Sur vencer al coronavirus sin paralizar su economía?
Escuchamos desde hace días a los responsables políticos y médicos de infinidad de países hablar acerca del pico de contagios o fallecidos por culpa del Covid-19. Estamos haciendo un curso acelerado de modelos de previsión e incrementos variables. Al comparar las curvas de casos de los diferentes países hay una que destaca sobre las demás. Se trata de la de Corea del Sur. Un país que ha logrado una baja letalidad y una economía que nunca tuvo que paralizarse ni tuvieron que confinar a su gente. A cambio les repartió dos mascarillas por persona y semana. Pero veamos la evolución del asunto y las medidas tomadas. Comparar también sirve si lo que se ha hecho, se hace y se pretende hacer es acertado.
Escuchamos desde hace días a los responsables políticos y médicos de infinidad de países hablar acerca del pico de contagios o fallecidos por culpa del Covid-19. Estamos haciendo un curso acelerado de modelos de previsión e incrementos variables. Al comparar las curvas de casos de los diferentes países hay una que destaca sobre las demás. Se trata de la de Corea del Sur. Un país que ha logrado una baja letalidad y una economía que nunca tuvo que paralizarse ni tuvieron que confinar a su gente. A cambio les repartió dos mascarillas por persona y semana. Pero veamos la evolución del asunto y las medidas tomadas. Comparar también sirve si lo que se ha hecho, se hace y se pretende hacer es acertado.
A finales de febrero, el número de nuevas infecciones por coronavirus en el país asiático tuvo un cambio de comportamiento pasando de varias decenas a varios miles en muy poco tiempo. De hecho, identificaron 909 casos en un solo día el último día de febrero. Sin embargo, sólo en una semana redujeron esa cifra a la mitad y, en unos pocos días más reportaron sólo 64 casos nuevos. En el resto del mundo explotaba la pandemia de manera exponencial pero en Corea se apagaba rápidamente. El 7 de marzo España tenía 498 infectados oficiales, Corea del Sur 7.041. Un mes después nosotros superamos los 135.000 y ellos apenas los 10.000. En el mismo período España ha pasado de los 10 fallecidos a los 13.000 y Corea de los 44 a los 186. Es evidente que hay dos estrategias distintas, dos modos de afrontar la pandemia. A primera vista la sensación es que tuvieron que aplicar medidas muy duras para lograrlo pero lo relevante es que para lograrlo no tuvo que aplicar las restricciones que vivimos otros con la consecuente congelación económica.
La pregunta es ¿qué ha hecho Corea del Sur para ese aparente éxito? En un artículo del New York Times lo detallan: acción rápida, pruebas generalizadas con rastreo de contactos y el apoyo crítico de los ciudadanos. Es importante resaltar un elemento que define a este país. Desde el punto de vista de la automatización, la tecnología y la inteligencia artificial, Corea del Sur es el país con la mayor densidad de robots per cápita del mundo. Esto permite entender lo engrasado de algunos procesos y de la aceptación del uso digital en otros.
Aunque los funcionarios surcoreanos advierten que sigue existiendo un riesgo de resurgimiento, Corea del Sur está demostrando que al Covid-19 se le puede ganar con una salud pública inteligente y agresiva. Para ello, es muy interesante estudiar la metodología utilizada, que aunque parezca simple, en su ejecución no lo es tanto. Se trató de una intervención rápida que el propio gobierno relata en este documento que explica esas medidas. Unas medidas que deberían haber servido de inspiración ya hace mucho pues el resultado ha acabado siendo una baja letalidad y una economía intacta que nunca tuvo que entrar en parada forzosa. Pero ¿qué hicieron exactamente? Mientras nuestros dirigentes aseguran que ‘viene lo peor’, ‘que vamos a ganar juntos’ y otras frases similares, el ministerio de Economía de Corea del Sur publicó como lo lograron.
Primeramente tuvieron reflejos y una intervinieron muy rápida. Solo una semana después de que se diagnosticara el primer caso del país a fines de enero, funcionarios del gobierno se reunieron con representantes de varias compañías médicas e instaron a las compañías a comenzar a desarrollar inmediatamente kits de prueba de coronavirus para la producción en masa. Además, aunque los casos confirmados de Corea del Sur se mantuvieron en muy pocos, miles de kits de prueba se hacían diariamente. Esto significó algo muy importante, pudieron luchar contra la epidemia sin limitar el movimiento de nadie porque conocían las fuentes de infección en todo momento. Este hecho no fue casual, estaban preparados para tratar el coronavirus como una emergencia nacional, pues tuvieron un brote en 2015 de un síndrome respiratorio que mató a 38 personas. Eso les mantuvo en alerta y ese es, en realidad, una de las funciones de cualquier gobierno, la previsión estratégica.
En segundo lugar, Corea del Sur implementó una prueba temprana, frecuente y eficiente. Sin fallos. Examinaron, siguen haciéndolo, a muchas más personas para detectar el coronavirus que cualquier otro país, lo que les permite aislar y tratar a cualquiera muy poco después de su infección. Algo muy distinto que en otros países donde las personas con síntomas esperan días y días hasta recibir confirmación en un sentido u otro. Es evidente que las pruebas son fundamentales porque eso lleva a la detección temprana, minimiza la propagación y trata rápidamente a los que se encuentran con el virus a la vez que ayuda en algo fundamental, rebaja la tasa de mortalidad. Está demostrado.
El tercer elemento fue el de evitar el colapso del sistema sanitario con una fase previa al posible tratamiento. Para ello abrieron 600 centros de pruebas diseñados para evaluar a la mayor cantidad de personas posible, lo más rápido posible, y mantener a los trabajadores de salud seguros al minimizar el contacto. En un centenar de estaciones de servicio los ciudadanos eran examinados sin bajarse del coche. En 10 minutos tenían los resultados. Todo eso, con apenas unos muchos menos casos de los que tenemos otros y donde todavía estamos discutiendo sobre estas posibles pruebas masivas y sin errores. Para ello utilizaron incluso las cámaras térmicas ubicadas en la mayoría de oficinas, hoteles, restaurantes o edificios públicos culturales o deportivos para identificar a las personas con fiebre. Lograron tener un mapeo muy cercano y rápido de quién tenía el virus y quién no.
La cuarta clave en la metodología surcoreana trató de rastrear a los ciudadanos a partir de contactos recientes y aplicando el aislamiento y vigilancia de todos ellos. El éxito de esta acción estaba supeditada a la eficiencia tecnológica y a la agilidad de la toma de medidas. Esto, cuando se hace tarde, se pierde el tracking de un contagiado por la innumerable cantidad de variables posibles. Lo tuvieron claro. Cuando alguien daba positivo, los trabajadores sanitarios rastreaban los movimientos recientes del paciente hacia atrás para encontrar, evaluar y, si es necesario, aislar, a cualquier persona con la que la persona haya tenido contacto. En otros países hemos hecho eso pero no funcionó. El motivo es que en Corea del Sur se desarrollaron herramientas y prácticas para el rastreo agresivo de contactos durante el brote de MERS y aquí no.
El sistema es un poco big brother pero ha resultado un éxito. Los funcionarios de salud rastrean los movimientos de los pacientes utilizando imágenes de cámaras de seguridad, registros de tarjetas de crédito, incluso datos de GPS de sus coches y teléfonos. Revisaron su propia ley de privacidad individual y cambiaron de urgencia lo necesario para priorizar la seguridad social sin afectar la economía. Ellos defienden que sin economía no puede haber salud y que, si se paraliza la industria y el comercio, la crisis posterior sería más letal que la sanitaria.
Lo curioso es que hubo un momento en el que rastrear a infectados y contactados se hizo realmente imposible. Como en Europa. En ese momento el gobierno insertó en los teléfonos móviles de los ciudadanos un sistema de alerta. Los teléfonos de los surcoreanos vibran con alarmas de emergencia cada vez que se descubren nuevos casos en sus distritos. Los sitios web y las aplicaciones de teléfonos inteligentes detallan cada hora, a veces minuto a minuto, los plazos de los viajes de las personas infectadas: qué autobuses tomaron, cuándo y dónde subieron y bajaron, incluso si llevaban máscaras. Después, se insta a las personas que creen que pueden haberse cruzado con un paciente a que se presenten en los centros de evaluación urgentemente y sin opción alternativa. Al identificar y tratar las infecciones de manera temprana, y al segregar los casos leves a centros especiales, han mantenido los hospitales limpios para los pacientes más graves y han evitado el contagio entre sanitarios y entre pacientes con otras patologías que pasaban por allí. Su tasa de letalidad apenas llega al 1% por cierto.
La quinta clave ha sido la implicación social que pidió el gobierno a sus ciudadanos. Nosotros luchamos contra el virus confinados, ellos lo hacen rastreando. Al no haber suficientes sanitarios que pudieran utilizar los escáneres de temperatura corporal todos los ciudadanos pudieron ser requeridos para este análisis en la calle. Los gobernantes creyeron que la supresión del brote requería mantener a los ciudadanos totalmente informados y solicitar su cooperación activa, no sólo pasiva. Por cierto, como he dicho al principio, la obligación del uso de mascarilla, nunca fue un debate. Aquí aun estamos con eso. La diferencia es que allí había para todos y aquí no, por lo que obligar el uso de algo que no tienes para todos es una evidencia de la imprevisión. Y no es un tema de demografía o capacidad económica, es un asunto de eficiencia. Recordemos que Corea del Sur tiene un PIB de 1,531 billones USD y España de 1,311 billones USD. Que Corea del Sur tiene 51,47 millones de habitantes y España 46,66 millones.
Y te estarás preguntando porque no hemos actuado igual, ¿porque no hemos imitado al país que está derrotando al Coronavirus sin parar su economía? Pues básicamente por falta de capacidad política, sensibilidad pública y, especialmente, porque ya no podíamos. El tiempo es la clave. Hemos esperado mucho. Esto se sabía, se conocía, pero se le restó importancia durante tiempo. Se nos decía, y muchos lo creímos, que no era tan grave ni lo sería. A quienes pagamos para que sepan actuar ante estas cosas, no lo identificaron. En Corea sí.
En lo político, muchos gobiernos dudaron en imponer medidas en ausencia de un brote importante. En lo público, la confianza social sobre lo que te pide el gobierno es mucho mayor allí que en países que estamos siempre con guerras estúpidas, populistas y partidistas. El descrédito de la clase política se ha trasladado en una desidia social importante. En cuanto al momento, ya es demasiado tarde para que los países que estamos profundamente inmersos en la epidemia logremos controlar los brotes rápido y eficientemente. De ahí el desastre monumental en el que estamos a nivel sanitario y al monstruoso cataclismo económico al que nos encaminamos.
Esta crisis va a cambiar muchas cosas en Occidente. Modo de relacionarnos, modelos económicos y sistemas políticos. Estaría bien que también cambie el modo en el que seremos capaces, si viene otra, de afrontar una pandemia similar. Tengamos claro que una economía sana es el mejor modo de tener una buena sanidad. Sin economía no hay sanidad. Existe un riesgo notable de que en una crisis económica brutal mucha gente que no hubiera sufrido por el virus, sí lo haga por no poder acceder a tiempo y en condiciones a un sistema sanitario tremendamente costoso. Ojo con eso. Además, sabemos que el único modo para luchar con un virus sin vacuna es contenerlo al principio, investigar sociológicamente como actuar y tener capacidad económica para ello. Estoy seguro que lo vamos a conseguir, pero el precio que vamos a pagar podría haber sido muy inferior mirando como lo han hecho en Corea del Sur por ejemplo.
Una economía congelada por decreto precisa una congelación de impuestos
Que ha llegado una catástrofe económica sin modelo comparativo anterior parece evidente. Que las medidas que los distintos gobiernos están adoptando para amortiguarlo son diferentes en cada caso, también. Las estrategias que se pongan en marcha ante este monstruoso escenario determinarán el modo en el que cada uno salga del agujero y en cuánto tiempo lo hará. Unos han optado por utilizar el extintor de la deuda sobre cada foco que prende y otros han decidido estructurar soluciones más amplias.
Que ha llegado una catástrofe económica sin modelo comparativo anterior parece evidente. Que las medidas que los distintos gobiernos están adoptando para amortiguarlo son diferentes en cada caso, también. Las estrategias que se pongan en marcha ante este monstruoso escenario determinarán el modo en el que cada uno salga del agujero y en cuánto tiempo lo hará. Unos han optado por utilizar el extintor de la deuda sobre cada foco que prende y otros han decidido estructurar soluciones más amplias.
Dinamarca, por ejemplo, ha alcanzado un acuerdo con sindicatos y patronales para mitigar el problema laboral y que el mayor número de empresas permanezcan vivas cuando todo esto amaine. Para ello, en lugar de garantizar que cualquier expediente de regulación temporal de empleo se conviertan en definitivos, han decretado con carácter retroactivo que el Estado cubra el 75% del sueldo de los trabajadores de aquellas empresas privadas que, por culpa del coronavirus, planeen recortar su plantilla si se comprometen a no despedir a nadie por motivos económicos. En la medida hay letra pequeña en cuanto al número de empleados, tope salarial e, incluso, de cubrir el 90% en aquellos trabajadores que ejerzan su empleo por horas.
Dinamarca defiende con esta medida, a diferencia de los ERTEs rápidos que se han definido en España, es que las empresas reciben la ayuda directa, las nóminas están aseguradas y el empleo futuro también. Con ello buscan mantener el poder adquisitivo de los trabajadores, minimizar el coste relativo para las empresas y, una potencial activación del consumo posterior al no haber riesgo de pérdida de empleo. Según los daneses, los ERTEs no garantizan la recolocación tras la crisis.
Es cierto, y cabe destacar, que Dinamarca tiene una deuda pública que ronda el 34% y España el 97% por lo que algunas medidas sólo son factibles desde el ámbito público con cuentas saneadas. El problema es que las cuentas deben sanearse durante el proceso de salida de la crisis pues, a medio plazo, se debe financiar igualmente y, sin trabajadores cotizando y trabajando, va a ser mucho más difícil.
Otra diferencia notable es la que tiene que ver con autónomos y microempresas. En Dinamarca, si registran una caída de los ingresos del 30% o más, directamente podrán recibir una compensación del 75% de estas pérdidas en base a unos criterios de topes y máximos justificables. En España son más de 3 millones los autónomos que ayer, puntualmente, facturando cero euros vieron como se les ha cobrado su cuota mensual. Abandono y cero empatía con uno de los colectivos en el que se sujetó la anterior salida de la crisis. Aunque poner como ejemplo sólo a Dinamarca no es suficiente. Francia pondrá 300.000 millones de euros a disposición de sus negocios para garantizar que reciban créditos y evitar su cierre y asumirá el pago de los créditos bancarios de las empresas. Y es que Francia, a diferencia de España, ha entendido lo que supone dejar a la intemperie a los autónomos. De ahí que han decretado la suspensión generalizada de todos los pagos de impuestos y cotizaciones sociales, las facturas de agua, luz y gas, así como los alquileres. Además, contemplan que los autónomos puedan disponer de un ‘fondo de solidaridad’ financiado con recursos públicos para los que caigan en el intento.
Aún hay más. El Gobierno de Reino Unido ha decidido extender a los autónomos la protección del 80% de salario, con la aprobación de un esquema de protección pensado especialmente para trabajadores por cuenta propia. Para el cálculo de la cuantía que le corresponde a cada autónomo, el Gobierno empleará la media mensual de sus ingresos durante los últimos tres años. La protección salarial se extenderá durante tres meses a partir de junio, pero el ministro británico aseguró que se extenderá en caso de que sea necesario. Lo mejor, es que, además, los autónomos que reciban esta ayuda podrán seguir desempeñando su actividad con normalidad. La idea es que quieren cubrir la misma cantidad de ingresos a los autónomos que la que están cubriendo a los trabajadores por cuenta ajena. Brutal. Es posible.
Pero volvamos. España tiene un plan de reconstrucción, Dinamarca de reactivación. La semántica importa. El ministerio de economía escandinavo asegura que ‘la experiencia demuestra que, en cualquier crisis, si se mantiene el contrato entre empresa y trabajador, es más fácil volver a la normalidad cuando los problemas desaparecen’. Desvincular esa relación, aunque sea temporalmente, suele dejar un solar vacío. Ya lo hemos vivido. La idea es que las empresas mantengan su fuerza de trabajo intacta con este vínculo. A esto se le llama ‘contador cero’ en el ámbito laboral, asumiendo que no se factura por imposición. Digamos que, aunque realmente se ha parado la economía, el efecto no sea el de pararla sino el de ‘hacer pause’.
No se puede decretar la congelación de la economía y no congelar también el sistema tributario. Vivimos un proceso destructivo inédito con soluciones que se desconocen o comparables. Por eso, aunque Dinamarca tome medidas distintas, también sufrirán. El asunto es saber a que velocidad y con que costes saldremos nosotros u otros.
Es importante recordar que España era un país que ya no creaba empleo, que parte en esta crisis con 3,2 millones de parados, con una pendiente revolución tecnológica que no llegó a tiempo y con una dependencia de sectores cíclicos vinculados a que todo ‘vaya bien’. No podemos comparar nuestro país con Dinamarca, cierto, pero si podemos inspirarnos en algunos aspectos si se demuestra que uno de nuestros mayores problemas, el empleo, se puede salvaguardar.
Tengamos en cuenta que el gobierno español dice que va movilizar el 20% del PIB para luchar contra la crisis del coronavirus. Es exigible, obligatorio, que esa ingente cantidad de dinero, venga de donde venga o se garantice como se garantice, no se derroche en parches, en medidas relativas o tácticas. Debemos pedir que se establezcan de un modo que permita mantener el empleo y modernizar nuestro modelo de crecimiento o será imposible retornar esa deuda jamás. Y el futuro no sólo depende de que ahora se haga algo, sino que lo que se haga sea eficiente y modernice nuestra estructura industrial y económica.
A todo esto suponiendo que los 200.000 millones, ese 20% del PIB, realmente lleguen a donde deben llegar. El presidente Sánchez habló el 17 de marzo de ‘movilizar la mayor cantidad de dinero jamás hecha para luchar contra el coronavirus’. Y tengo mis dudas de que eso sea el efecto final. No es un dinero que se vaya a pedir prestado al BCE con un interés privilegiado y un plazo de pago asumible. Un dinero que no irá directamente a pagar los salarios de la gente que ya sabemos están perdiendo y perderán su trabajo, para garantizar que las empresas no quiebren, para exonerar impuestos, pagar hipotecas, alquileres, ayudar a autónomos, dotar al sistema sanitario de medios y aguantar el batacazo provocado por paralizarlo todo.
Pero así no ha sido. En realidad solo ponen 17.000 millones. El resto son avales y créditos al sector privado. Es decir, el gobierno no pondrá el dinero, solo te avalará en el caso que un banco decida darte un crédito que, obviamente, deberá analizar si estás en condiciones de pagar. Tela. Si la empresa no quiebra y paga el crédito, el gobierno no pone un céntimo. Es realmente retorcido. Brillante a quien se le haya ocurrido por otro lado.
Y se entiende no obstante. Como en 2008, España volverá a negarse a un rescate. La lógica nos dice que en el próximo año los Gobiernos emitirán la mayor cantidad de deuda pública de la historia y aquellos países muy endeudados y con escasa credibilidad fiscal como es el nuestro tendrán problemas para financiarse. Eso lo sabe muy bien la ministra Calviño, buena conocedora del sistema europeo, por lo que se ha presionado en cuidar la liquidez. El ‘cash’ será el rey y un aval de 100.000 millones no consume liquidez y te permite quedar muy bien.
Y si hay algo que realmente podría ayudar a las empresas, grandes, pequeñas, autónomos e individuos particulares, es aligerar el peso tributario. No aplazar, exonerar. El gobierno no tiene la culpa de la crisis, cierto, pero si puede tener la responsabilidad de gestionarla con el culo. Tampoco tienen culpa las empresas y autónomos, y menos las personas asalariadas. No se les puede pedir que sin poder facturar ‘por ley’ se les pida cumplir con los pagos ‘de la ley’. Se debe exonerar en el tiempo esas obligaciones tributarias o se ahogarán. El 90% de las empresas de este país es una micro-empresa que viven con un colchón financiero muy reducido. Si ese colchón es para pagar impuestos la regla de tres da un cero absoluto, en empleo sobretodo.
Ese 20% del PIB debe servir para retener el valor de la empresa actual, salvaguardarlo todo, con un paréntesis tributario, no un aplazamiento, un pause absoluto y una espera que garantiza ese dinero para reactivar el proceso productivo. Pero a cambio, de momento, España será el único país de su entorno que no tocará los impuestos ante la crisis del coronavirus. Se resisten a hacerlo. Solo han establecido un pequeño aplazamiento para casos muy concretos y por eso hacienda no perdonará ni un euro a los contribuyentes sea cual sea su situación. Solo establecen un aplazamiento automático de deudas tributarias. Un grano de arena en un desierto inmenso.
No sólo Dinamarca, otros países como Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Portugal, Finlandia, Noruega, Grecia, Luxemburgo, Rumania, Eslovaquia, Lituania, China, Rusia, Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Malasia o Costa Rica han optado ya por diferir los plazos para presentar autoliquidaciones tributarias por impuestos sobre la renta o por IVA y han introducido incentivos fiscales relevantes para otorgar liquidez a las empresas. Aquí, la ayuda fiscal solo está presente en algunas exoneraciones menores por parte de ayuntamientos en la medida que pueden y son competentes.
Lo que decimos es que se active un ‘estímulo tributario’. Se trata de reconocer que este momento no tienen nada que ver con nada visto hasta la fecha. De que parar la economía obligatoriamente no se puede trasladar a las empresas pues no tienen margen de acción y algo hay que hacer para que no se derrumben. Que en la política fiscal es donde hay una herramienta muy poderosa cuando ya has aceptado que vas a endeudarte como nunca antes.
En resumen, la salida de la crisis en una hipotética ‘V’, ‘U’ o ‘raíz cuadrada’ difícilmente se podría haber producido, pero mucho menos con estas medidas. A lo que vamos es a una ‘L’ larga. El turismo, el entretenimiento, la industria o los componentes precisarán mucho tiempo para recuperarse, el empleo no se activará de manera automática y las pymes y los autónomos caerán como moscas al no poder incorporarse al flujo económico ahogados por deudas y créditos gracias a las moratorias y flexibilizaciones. El único flotador que les ofrece el gobierno. Cuando llegue el momento de pagar ese salvavidas no habrá nada con lo que hacerlo.
Estamos en caída libre. El PIB caerá, aquí, casi un 10%. Insalvable sin medidas más globales y dejando todo a la inercia de los parches que se están anunciando tras cada consejo de ministros. Una calamidad. El desplome va a ser de tal magnitud en inversión, consumo, exportaciones e importaciones que ni el gasto público lo va a poder activar. A esto le sumas que, detrás de medidas cosméticas, no hay una defensa real del empleo. Se trata de paquetes temporales, nada es estructural o que permita soporta el empleo desde las empresas.
Y si el paro llega al 35% cuando se sumen los ERTEs convertidos en EREs, los vencimientos de contratos temporales y los despidos inevitables a medio plazo. Se calcula que cerca de un millón de empresas van a cerrar si no se actúa directamente en ellas. No se trata de liquidez por crédito, se trata de exonerar obligaciones y poner la economía bajo un paréntesis que ha sido, por otro lado, obligado por la crisis sanitaria. Si nos piden congelar nuestras empresas, deben congelar las obligaciones tributarias. Sin ese matiz, todo lo que se está haciendo va a ser un bucle negativo.
La crisis del Covid-19: la gran oportunidad
De momento, parece que las únicas medidas que se prevén para afrontar el desastre económico al que nos acercamos, son las que ya se aplicaron en otros momentos de la historia. No hay referencias previas que puedan servir de inspiración al hecho de que el planeta detenga su flujo económico casi en su totalidad. Esta sucediendo de un modo episódico, pero poco a poco se irá parando todo. Los estados, con escasas excepciones, se niegan a poner el contador a cero. Consideran que el daño sería formidable y que no es necesario llegar a ese extremo. A cambio han optado con exigir la bajada de persiana por sectores. El error es mayúsculo.
De momento, parece que las únicas medidas que se prevén para afrontar el desastre económico al que nos acercamos, son las que ya se aplicaron en otros momentos de la historia. No hay referencias previas que puedan servir de inspiración al hecho de que el planeta detenga su flujo económico casi en su totalidad. Esta sucediendo de un modo episódico, pero poco a poco se irá parando todo. Los estados, con escasas excepciones, se niegan a poner el contador a cero. Consideran que el daño sería formidable y que no es necesario llegar a ese extremo. A cambio han optado con exigir la bajada de persiana por sectores. El error es mayúsculo.
Contemplar la economía actual como un elemento lineal, capaz de cortar una cadena de valor determinada y que afecte relativamente poco al resto es muy naíf. Se olvidan, u obvian voluntariamente, que a medida que el desempleo, los impagos, las quiebras y las insolvencias se desplieguen por los sectores a los que se les ha exigido cerrar su actividad (en España hablamos de sectores productivos que suman el 30% del PIB y el 28% del empleo) el virus se irá trasladando al resto. No existen cortafuegos en la economía actual.
El coste de estimular la economía detenida obligatoriamente se llevará por delante la propia recuperación y, lo que es peor, las opciones de modernizar nuestro modelo productivo ante un futuro en el que las oportunidades para los países más tecnológicos se abrirán como nunca antes. Quien no tenga músculo para robotizar, automatizar y transformar digitalmente su modelo de crecimiento perecerá en el pago de una hipoteca gigantesca que lo conducirá al vagón de cola para siempre.
Vivimos el inicio de una nueva era. Este era el detonante del que hablé en mi último libro. No podía saber si sería social, climático, cultural, político o, como ha sido, sanitario. Sólo pude deducir que algo nos conduciría a un nuevo mundo con nuevos patrones. Quienes ahora se gasten el capital en parchear no podrán construir algo nuevo y mejor.
Europa, de la que no puedes esperar estrategia, ha hecho lo mejor que sabe hacer. Limpiarse las manos. Pero en este caso lo ha hecho con gracia. Ha tenido el detalle de poner a disposición de todos los países un pastizal a modo de compra de deuda casi infinita. Un billón de euros es algo infinito. Con eso, cada país podrá afrontar el reto de diseñar su futuro de postguerra. Unos lo sumarán a sus planes previos de modernización, otros a pagar subsidios a los heridos, algunos a repensar sus estructuras y unos pocos a salvar su sistema financiero si sufre en este período. Vete tú a saber.
Pocos, o ninguno, utilizará esa montaña de papel impreso para parar el contador durante unos meses, asumir el mayor reto económico de la historia y, de un modo quirúrgico, afinar medidas que equilibren la salida de la crisis, compensar a los damnificados y estimular una economía nueva, más tecnológica y más automatizada. Esta pandemia debería de hacernos ver las tres claves históricas que no podemos desaprovechar y que están frente a nuestras narices confinadas:
La automatización no era el enemigo, es quien permite hoy que este mundo siga funcionando. Muchos sectores estarían paralizados si viviéramos en 1990.
La inteligencia artificial no era un problema, es la que está ayudando al sistema sanitario mundial a pelear contra una crisis médica como nunca antes. El desarrollo de vacunas en tiempo récord o en el control ciudadano en Corea del Sur para la reducción de infectados, son la prueba.
La robotización no vino a quitar el empleo a nadie, sino que es quién va a garantizar una renta mínima y universal para los que esta crisis va a ubicar en un lugar del que ya no podrán salir.
Si las medidas que se van a adoptar no responden a estos tres preceptos; a una moratoria tributaria; a una parada de las obligaciones de pago públicas y privadas (contador a cero) durante los dos o tres meses; y por el contrario se pretende utilizar herramientas antiguas para problemas inéditos, la primera de las consecuencias que viviremos será la deflación. Un enemigo del crecimiento muy tóxico. Si ese dinero que se debería utilizar para ‘crear’ un mundo nuevo, se utiliza para lo de siempre, la deflación, que es precisamente lo que están descontando las bolsas estas últimas sesiones de locura, está servida. El dinero no valdrá casi nada. Su capitalización será pura epidermis.
Pero veamos que supone esa deflación. El BCE lleva desde la crisis de 2008 esforzándose en situar el IPC en el entorno del 2% y ahora, con la crisis del coronavirus, la caída del consumo y el desplome de las materias primas, se trasladarán a los precios industriales. A esto se le llama deflación. ¿Que pasa cuando hay deflación? ¿Cómo funciona? ¿Que efectos tiene? Pues no es demasiado complejo. Todo empieza con una expectativa aparente de caída de precios. Primero motivado por algún factor determinante y luego por sus enlaces. En este caso ya sabemos el detonante y sus enlaces como he dicho.
Las expectativas de que se va a consumir menos aumenta esa sensación de previsible caída futura a niveles desconocidos hace décadas. La gente deja de consumir o retrasa los gastos e inversiones que hace unos meses eran parte del presupuesto esperado. La parada técnica no es completa no obstante. Al no haber consumo, no hay dinero y si no hay 'materia prima monetaria' el valor que se le da al dinero es exageradamente alto y a la voluntad de gasto aun más, debido a una falta de demanda previsible. El problema de empleo será global, lo que ahondará en el bucle.
La falta de demanda provoca quiebras y el cierre de algunos negocios por falta de facturación. La falta de facturación provoca negociaciones a la baja en plantillas y se establecen criterios de saneamiento laboral por lo que el paro aumenta. Sigue el bucle. Al aumentar el paro se acentúa la caída de la demanda y se evidencia que una de las partes del 'ciclo deflacionario' se convierte también en uno de sus motivos. Además, el descenso de demanda viene dado por una expectativa de coste inferior. Seguro que será más barato mañana.
La expectativa de coste inferior obliga a recortar precios. Este es otro bucle. La caída libre de precios generalizada dificulta las opciones de cancelación de deudas y la tasación de activos se elimina. Otro bucle, el financiero. Nadie es capaz de gestionar patrimonios sin tener claro cuales son sus valores reales. En un estadio de pérdida de valor objetivo de las propiedades o activos es imposible determinar estrategias. Sin estrategias de inversión, o no hay inversión o esta se deteriora.
El deterioro de la inversión destruye empleo y volvemos a otra de las fases intermedias y a retroalimentar el problema absoluto de caída de precios. La caída de valores patrimoniales aumenta la falta de pago y a la larga reduce las solvencias. Re-bucle. Ante un escenario de falta de solvencia o capacidad de avalar en fase deflacionaria, los bancos que tampoco estarán para muchas bromas, extremarán su prudencia posiblemente reduciendo de crédito. (Esta fase será después de la lluvia de millones anunciada sino se plantea otro camino al que parece va a ser).
La gente retiene el efectivo que tiene o le queda, deja de depositar en productos de inversión y se evidencia que el sistema financiero no tiene uso de una cantidad de dinero que no existía. El BCE garantiza 750.000 millones que no tiene. Los tiene que ‘crear'. Pero como sabemos, no hay problema. Para eso se compraron una impresora gigante. En plena deflación la gente da a su dinero un valor mayor. Guardar el dinero se convierte en algo prioritario pues las circunstancias deflacionarias aumentan el poder adquisitivo de la liquidez. Mejor lo mantengo ya que mañana, con lo que tengo, pueda comprar más.
Y entonces volvemos a tener una consecuencia que es un motivo. No gasto pensando que con lo que ahora compro uno, mañana compraré dos. Se genera una gran expectativa de caída de precios, por lo que se inicia el bucle una vez más. Y es que en economía si podemos hablar de un virus, ese se llama deflación. Un virus, como sabemos por desgracia, no actúa hasta estar bien instalado en el interior del sistema. La Deflación no se pone en marcha hasta que el sistema ya está técnicamente sin defensas. Durante un ciclo deflacionario la demanda cae en picado. El origen podría ser el 'shock' de oferta que vivimos. Que será de demanda también. La distorsión del sistema es evidente y podría ser que la solución del plan de choque presentado nos conduzca a una deflación sistémica muy difícil de superar.
Pues eso, la solución inmediata es la de decretar una moratoria de impuestos, una amnistía tributaria que permita poner a cero el contador del sistema económico mientras dure la fase más dura de la crisis. El resto de soluciones son parches que conducen a una deflación y que impedirán utilizar ese capital garantizado para afrontar el futuro con ilusión, modernidad y sostenible. Un espacio futuro en el que deberemos contemplar una renta básica, unas pensiones justas, un empleo de alto valor, una menor dependencia de sectores sensibles a cambios de ciclo y una automatización absoluta de nuestro modelo de crecimiento que garantice todo lo anterior. Algo, que de momento, nadie, en sus sillones de alcántara, está contemplando.
Ante la crisis del coronavirus, pongamos el contador a cero
Hace unos años, durante un vuelo que sobrevolaba Centroamérica, el avión pasó por encima de un volcán en activo. Sólo exhalaba humo, pero su ladera era toda de material volcánico solidificado hacía ya mucho tiempo. Hoy recordaba aquellas vistas y pensé que eran pura metáfora de lo que hoy vivimos. Cuando un volcán entra en erupción, todos sabemos que lo va a hacer por un tiempo, no sabemos cuánto, pero sí que no va a apagarse de un modo inmediato. Tampoco sabemos cuánta lava va a escupir, ni en que dirección. Sólo sabemos que a medida que se solidifique ese material incandescente, éste se irá depositando en la falda del volcán y que, lo que quede, cuando se apague o se duerma, será una ladera completamente distinta a la que teníamos antes. Sabemos lo que va a pasar y de lo único que podemos estar seguros, hoy, es que esta erupción va a dejarnos un paisaje totalmente distinto.
Hace unos años, durante un vuelo que sobrevolaba Centroamérica, el avión pasó por encima de un volcán en activo. Sólo exhalaba humo, pero su ladera era toda de material volcánico solidificado hacía ya mucho tiempo. Hoy recordaba aquellas vistas y pensé que eran pura metáfora de lo que hoy vivimos. Cuando un volcán entra en erupción, todos sabemos que lo va a hacer por un tiempo, no sabemos cuánto, pero sí que no va a apagarse de un modo inmediato. Tampoco sabemos cuánta lava va a escupir, ni en que dirección. Sólo sabemos que a medida que se solidifique ese material incandescente, éste se irá depositando en la falda del volcán y que, lo que quede, cuando se apague o se duerma, será una ladera completamente distinta a la que teníamos antes. Sabemos lo que va a pasar y de lo único que podemos estar seguros, hoy, es que esta erupción va a dejarnos un paisaje totalmente distinto.
Va a costar encontrar un contexto económico similar al que vamos a vivir en los próximos meses y años. Con todas las reservas, sólo en un período entre guerras o al finalizar la segunda guerra mundial, podemos localizar un momento de la historia que represente una parálisis absoluta del flujo económico, lo que se llama ‘shock de oferta’. Es cierto que hoy hay diferencias notables que nos permiten ser algo más optimistas con respecto a esos períodos. La digitalización de los procesos, el teletrabajo, la automatización de muchas de las cadenas de distribución y de valor, son aspectos suficientemente robustos como para que, en principio, tengamos la sensación de que todo no se ha parado.
En 1931, el sistema monetario internacional se derrumbó cuando el Reino Unidos abandonó el patrón oro. A nivel mundial, la producción industrial cayó un 37% y el comercio internacional cayó un 60%. Ahí es nada y sin globalización. Esa crisis se agudizó después porque cada país trató de exportar su desempleo con medidas proteccionistas y porque se pensó que las políticas para lograr un presupuesto equilibrado, por temor a la inflación, se sucedieron en el tiempo. La salida de aquel callejón tuvo como estímulo la creación de un incremento de precios a partir de reactivar el crecimiento económico con gasto público. En 2008 también se consideró adecuado hacerlo. Ahora, ante la crisis o depresión inminente, se habla de hacer algo parecido. Espero que no se equivoquen pero me da la impresión que no nos enfrentamos a una falta de liquidez, sino más bien, a una parada técnica del propio sistema económico. Cuantos más días de parálisis se sucedan, más complejo será abordar las soluciones al ‘viejo estilo’. En aquellos tiempos, a ese modelo se le llamó ‘New Deal’ y supuso la primera vez que se autorizaba una intervención estatal en el modelo económico capitalista del mundo. ¿Y ahora?
Aunque lo que se avecina es global, genérico, de cambio de modelo, cada país va a interpretar sus propias medidas. En España, bajo el estímulo del Banco Central Europeo, el gobierno de Pedro Sánchez pretende que paguemos nuestras obligaciones adquiridas sin la facturación de la que dependen. El plan que moviliza 100.000 millones públicos, más 17.000 en flexibilizaciones y 83.000 que serán créditos privados. Tengo la impresión que esto es puro cloroformo. Es muy aventurado, por no decir irresponsable, enunciar una salida en 'V' de una situación que es completamente inédita, inconexa con cualquier otra crisis y que estalla cuando nuestra economía estaba desacelerando. Tengo la sensación de que aportar medidas desde un consejo de ministros en el que muy pocos comprenden lo que es ‘pagar nóminas a final de mes’, es de aurora boreal. Si ya íbamos mal, ¿que vamos a recuperar?
Va a ser muy difícil que, por mucho crédito blando, ERTEs ágiles, flexibilización tributaria y millones para parchear impagos inmediatos, el consumo se active. Las cajas seguirán vacías, la producción no se pondrá en marcha por arte de magia y la dependencia del turismo, que he denunciado múltiples veces, se llevará por delante el empleo. Y sin empleo, no hay recuperación ni en ‘V’ ni en ‘J’. En España hay 3,2 millones de parados. En la crisis de 2008 había 1,8. El empleo temporal (en 6 meses vencen 5 millones de contratos) es del 27%. Esta recesión inminente no es sectorial, ni de deuda, es un shock de oferta y una parálisis de demanda. Es inédita. Si los EEUU no descartan un 20% de paro desde el 3,5% actual, no es descabellado pensar que nosotros nos podemos ir a un, nunca visto 40%. Además, los 3 millones de autónomos no necesitan aplazar sus cuotas, no precisan que nadie les diga que pueden retrasar sus obligaciones. De hecho eso ya lo podían hacer. Ni tan siquiera establecer pagos fraccionados de impuestos, eso también es factible con la norma actual. El problema es que no facturan, ni facturarán y no saben durante cuanto tiempo será así. Eso es desempleo, de ellos y de los que dependen de ellos.
Si el mundo se para, no tiene sentido hablar de aplazar. Solo tiene sentido pararlo todo, incluso el sistema. Lo que está pasando es inédito y requiere medicamentos nuevos, nunca antes puestos en marcha. Los remedios de la teoría económica tradicional no evitarán la depresión. Una moratoria hipotecaria, sola, no sirve. Y menos si sólo es para los que 'demuestren' que la crisis les ha afectado. ¿En que planeta viven? La economía es una sucesión de flujos encadenados. Se ha parado el 90% de todo. Especialmente se ha detenido uno de los motores de nuestro PIB, el turismo. El 15% del empleo depende de ello, el 14% de la producción también. De ahí se derivan otras industrias en la más elemental de las teorías de flujos económicos dependientes. Eso, por mucho que se acelere una hipotética recuperación, no será ni inmediato ni igual a lo que teníamos.
La oportunidad de recomponer lo existente es tentador, pero la opción de crear algo nuevo es mucho más estimulante. Pensemos que en EEUU, el 35% del nuevo empleo generado el año pasado provenía de startups, con nuevos modos de entender la economía e innovadores modelos de relación con su entorno productivo. De ahí que las soluciones de tipo tradicional difícilmente permitirán activar el modelo económico del futuro. Sin una moratoria de todo, solo veremos heridos por todas partes. Arrendadores y arrendatarios, por falta de cobro y por incapacidad para pagar. Empresas descontando los minutos para despedir por incapacidad de facturar. Esto requiere otra visión y mucha más valentía.
El sacrificio será obligatorio. En la era de los 'derechos' tocará ejercer nuestros 'deberes'. Pero para ello, sería imprescindible que las medidas a adoptar no sean fuegos artificiales, que por cierto, ya sabemos serán carísimos. Esos 117.000 millones ‘públicos’ se deberán avalar o pagar. Los 83.000 millones 'privados' se deberán devolver. Y solo puede ser por vía de subir impuestos tarde o temprano (aceptable, pues es cosa de todos) o por la rebaja de servicios (algo que ya lo hemos vivido). Si malgastamos todo eso, no habrá recuperación nunca y encima nos habrá costado un dineral y habremos hipotecado el futuro.
Se trata de cirugía fina. No de disparar con un cañón en todas direcciones. Vamos a comprometer el 20% del PIB español. No habrá otra oportunidad. Una cantidad de ese calibre es para un sólo intento. Aun estamos a tiempo de coordinar medidas inéditas ante algo inédito. Tal vez el mundo entrará en una especie de suspensión de pagos. Tal vez la solución sea poner el contador a cero. Las medidas anunciadas se encuadran en la palabra ‘flexibilidad’. Algo que no es más que burocracia. ¿No hubiera sido más sencillo garantizar todos los sueldos de las empresas durante dos meses que anunciar la facilidad para declarar ERTEs por ‘fuerza mayor’? La primera, realmente, era mucho más económica y automática. La segunda es un lío monumental que además conduce a una gran cantidad de éstos expedientes temporales en definitivos. Tiempo al tiempo.
Es evidente que pensar en una solución no dramática a lo que se nos viene es imposible. Nos hablan de ‘salida V', 'recuperación rápida' o 'breve crisis’. Estamos en manos de gente sin capacidad para entender la catástrofe a la que nos dirigimos, a una depresión global donde, para nada, la solución es factible con medidas paliativas. Repito que uno de los pocos referentes económicos e históricos similares a lo que vivimos se encuentra en el Reino Unido de 1946, tras las II Guerra Mundial. Aquella parada técnica se llevó por delante el Imperio Británico por cierto.
El momento actual, que aun no ha empezado, que no pasará ni rápido ni con sus medidas ‘flexibles’ por mucho que lo diga Sánchez, necesita de una conceptualización completa, nueva y teórica, que abarque todas las medidas a disponer. Unas medidas que no pueden ser solo créditos, avales o aplazamiento de obligaciones tributarias, debe analizar 'el cómo va a quedar el tejido productivo y los flujos de caja de la economía'. Para ello hay que empezar a pensar en genérico, en Europa, en el mundo. Se debe poner sobre la mesa la necesidad de la Renta Básica y pronto, la automatización de todo, el uso de la Inteligencia Artificial para diseñar un nuevo modelo laboral que necesariamente deberá ser distinto al que ahora está en jaque. La tecnología no se debe ver como otro modelo de creación de parados. Eso vendrá sólo. Se debe interpretar como un mecanismo por el cuál, cuándo no sea necesario, y no tardará, se pueda producir en un mundo sin empleo. Eficiente, sostenible, nuevo. Ahora no toca, pero de las pensiones tendremos que hablar en breve.
Asegurar que de esta crisis se saldrá como se salió de la ‘subprime’, de la de deuda financiera o de la inmobiliaria, es un error brutal. Esto no es comparable pues aquella tuvo un sector detonante y una cadena de flujos dependientes. Esta es una parada técnica del mundo. Nada que ver. Será peor en lo inmediato, pero una oportunidad única, tal vez la última, para cambiarlo todo, para mejorarlo todo, de una vez.
Técnicamente, los 750.000 millones movilizados por el BCE, no son más que metadona sino se utilizan para algo distinto. ¿Porque no se incorporan al sistema que va a aumenta su déficit y deuda como nunca antes para poner el contador de pagos y cadenas económicas en punto muerto y cubrir con ese capital esa detención? Ya hay demasiada deuda en el sistema. Las administraciones podrían ponerse al día con sus proveedores y rebajar cotizaciones sociales, pero al final tendremos que hacer una recapitalización de la economía (comprar deuda privada y convertirla en capital). Como dice Daniel Lacalle, ‘avales y retraso de impuestos por unos meses no son soluciones ante un cierre generalizado por shock epidémico. La inmensa mayoría de pequeños negocios, autónomos y pymes no tendrán qué avalar ni caja disponible’. Bloquear ciudades enteras y cerrar el espacio aéreo para contener la propagación del coronavirus lleva, irremediablemente, a una crisis masiva ahogada en liquidez. Una liquidez que no tiene que ver con impagos, un flujo de caja complejo o una falta de suministros puntual. No, se trata de que no hay nadie comprando ni vendiendo. Es muy simple. Algo que irá ‘in crecendo’. La solución no es retrasar nada, se trata de pararlo por consenso, por ley.
El océano de liquidez que quiere aporta el BCE no va a producir ningún efecto en la economía real. La deuda soberana en la eurozona ya se negocia con un rendimiento negativo. Agregar una facilidad monetaria para las PYMEs o autónomos solo ayudará a aquellos que estén endeudados pero no servirá de nada a las que fueron prudentes durante todos estos años y ahora se enfrentan a un colapso en las ventas y la acumulación de costes estructurales. Los ingresos se van a desplomar, ya lo han hecho. Las facturas impagadas se acumularán a los costes fijos y a los impuestos que, parece, no piensan paralizar. Sin exoneración de impuestos, sin una moratoria tributaria no se saldrá de esto. Ese 20% del PIB que se va a movilizar, que sea para este elemento indispensable. La mayoría de empresas vinculadas al sector servicios en Europa, especialmente en España, no tienen liquidez para soportar dos meses de inactividad y cumplimiento de obligaciones tributarias dependientes de ejercicios pasados.
Retrasar el pago de algunos impuestos durante seis meses no mitiga el efecto de un colapso de ventas o la situación ya desafiante que existía antes de cualquier epidemia, en 2019. De ahí que la es urgente anunciar varias adopciones fiscales muy distintas a las que ya se han dicho con respecto a que ‘se mantendrán los plazos y obligaciones en los impuestos según el Ministerio de Hacienda’. Es urgente reducir los impuestos durante el período de crisis. Sería una gran noticia eliminar temporalmente las contribuciones sociales en los impuestos laborales para evitar el desplome del empleo a la vez que se procede a eliminar el impuesto de sociedades en todos los sectores a cambio de planes de empleo. No es el momento de soflamas como del ‘haremos lo que sea necesario’. Las medidas presentadas solo ayudan a aquellos que ya están endeudados. Los que más van a sufrir son los que invirtieron su caja en crecer y crear empleo. Se va a rescatar a quienes no fueron prudentes y lo van a pagar los que se plantearon su futuro con una racional cautela.
Concluyendo. Ningún plan de reactivación económica es mejor que bajar impuestos. Ninguno. El plan de compra del BCE no es más que un 'plan E' a lo bestia. Una impresión de dinero que no va a sufragar el 'shock' de oferta. El dinero para comprar deuda suele acabar en las estructuras macro en lugar de ir a salvar a miles de empresas, autónomos y empleos. Importante recordar que el empleo lo crean las empresas. Sin empresas no habrá empleo. El billón del BCE debe distribuirse en sufragar el incremento del déficit previsto del 20% a fin de exonerar impuestos ya, de modo urgente. Hasta que se reactive el modelo productivo y shock de oferta (y escasez de demanda) se estabilice. En EEUU se dará dinero a fondo perdido a familias y empresas con la condición de que lo gasten en un plazo predeterminado para reactivar y mantener la economía mientras dure la crisis. Es una vía, aunque como digo, prefiero 'tranquilizar' la presión de pagos inminentes.
El problema es que aquí, el dinero se va a utilizar para comprar Bonos que, cómo ya paso en 2008, se utilizan para mantener estructuras de estado y similares. ¿porque el gobierno no ha creado un Gobierno de Crisis? Sin ministerios innecesarios, estructura innecesaria, dando ejemplo de como abordar esta situación inédita con una acción inédita. Si actúan como en 2008, y esto no tiene nada que ver con un pinchazo de una burbuja, se prestará dinero a empresas y ciudadanos que no quieren préstamos pues no va a haber actividad económica para poder devolverlos más tarde. El resultado va a ser una recesión inmediata con afectación al empleo, una depresión posterior de larga duración y luego ya veremos. Ahora mismo mi duda es si vamos a una deflación del capital otra vez.
1. El BCE lleva desde la crisis de 2008 esforzándose en situar el IPC en el entorno del 2% y ahora, con la crisis del #coronavirus, la caída del consumo y el desplome de las materias primas, se trasladarán a los precios industriales. A esto se le llama #deflación
— MΛRC VIDΛL | #YoMeQuedoEnMiCasa (@marcvidal) March 20, 2020
abro #hilo pic.twitter.com/BqgvgfUFD6
Estamos en la sala de espera de una catástrofe. Pero de cualquier erupción se puede esperar una tierra fértil en el futuro. De todo lo malo se puede crear algo bueno y nuevo. El tiempo disponible para preparar esa sociedad inmediata se va a agotar si seguimos con medidas tradicionales y clonadas de otros momentos. No se debe presionar a empresas y autónomos (y sus empleados por derivación) para que paguen la parada técnica de la economía. Recuerda que en 2008 llamaron 'Crisis' a era una 'deflación del capital' y 'recuperación' a una deflación social. Si estamos en ‘situación de guerra’, estamos en situación de guerra, por lo que el Estado, debe ponerse en situación de guerra, como estamos haciendo todos. Sólo tenemos una bala, el 20% del PIB.
Entrevista en 'El Imparcial': 'Intento alejarme de la ciencia-ficción al analizar el futuro'.
En su nuevo libro, La era de la humanidad (Deusto), Vidal apuesta, entre otras cosas, por crear un "ministerio del futuro" que se ocupe de cuestiones como la Inteligencia Artificial o la robotización; implementar una renta básica universal, que sufrague la previsible destrucción de empleo derivada de la automatización; o educar a las futuras generaciones no solo para que sepan 'hablar' con las máquinas, sino también para que aporten un valor añadido ético y "humano".
Con ocasión de la ronda de encuentros con diversos medios para presentar ‘La Era de la Humanidad’, me contactó Eduardo Villamil de El Imparcial para conversar de temas que se tratan en el libro. El enlace de la entrevista publicada originalmente es este, pero si quieres leerlo aquí mismo te lo transcribo a continuación.
Marc Vidal: "En el último debate electoral los candidatos no dijeron ni una vez la palabra 'digital'"
El popular tecnólogo critica en su último libro el "cortoplacismo y la miopía" de la clase política para adaptar la sociedad a la revolución tecnológica y advierte de las funestas consecuencias en caso de que no se empiecen a tomar medidas ya.
Convertir la era de las máquinas en la era de la humanidad. Ese es, según el consultor tecnológico y popular conferenciante Marc Vidal, el objetivo al que debe aspirar nuestra especie en las próximas décadas.
Vivimos la revolución tecnológica más importante de la historia, pero muchos no parecen darse cuenta de su colosal magnitud e imprevisibles consecuencias. Según Vidal, para que los robots y los algoritmos no terminen sustituyéndonos a todos, los gobernantes deben dar un giro de 180 grados a sus políticas cortoplacistas y estrechas de miras, casi siempre más orientadas a obtener réditos electorales que a mejorar la vida de los ciudadanos.
En su nuevo libro, La era de la humanidad (Deusto), Vidal apuesta, entre otras cosas, por crear un "ministerio del futuro" que se ocupe de cuestiones como la Inteligencia Artificial o la robotización; implementar una renta básica universal, que sufrague la previsible destrucción de empleo derivada de la automatización; o educar a las futuras generaciones no solo para que sepan 'hablar' con las máquinas, sino también para que aporten un valor añadido ético y "humano".
España acaba de vivir sus terceras elecciones en un año. ¿Le sorprende que no se haya hablado prácticamente nada de los temas que trata su libro?
Me sorprende porque la clase política debería incorporar a sus programas y análisis alguna perspectiva más allá del corto plazo. Si no tienen luces largas, que sería lo exigible, por lo menos, luces cortas, pero es que están con los intermitentes puestos y parados en la cuneta, esperando a no sabemos qué. En el último debate, los candidatos no pronunciaron ni una sola vez la palabra ‘digital’, lo que sintetiza una lejanía absoluta de la política con el momento histórico que ya estamos viviendo. Vivimos en la cuarta revolución industrial. La quinta, si hacemos caso a los teóricos, comenzará alrededor del 2029 o 2030. Hay que asumir que ya estamos viviendo las repercusiones y seguimos sin abordar el asunto desde un punto de vista político.
¿Por qué?
Los políticos saben que los humanos podemos tratar solo tres o cuatro temas a la vez y por eso se centran en temas que les ofrezcan mayor rédito electoral, como las pensiones, (de ahora, no de dentro de unos años) o la integridad territorial. Por este motivo, según sus planteamientos, no es el momento de preocuparse de temas como la IA, la robótica o la automatización, aún muy lejanos en el tiempo.
¿Son los políticos un reflejo de la sociedad o la sociedad no se merece a estos políticos?
Desde un punto de vista empresarial, diría que los políticos no son nada ‘clientecéntricos’, es decir, no crean productos que los ciudadanos (sus ‘clientes’) quieren. En lugar de dar respuestas a los intereses de la sociedad responden a lo que consideran más fácil porque lo tienen dominado. En este sentido podemos hablar de políticos ‘productocéntricos’.
¿Es un fracaso nuestro sistema político?
Si hablamos en términos estrictamente aritméticos el sistema tiene problemas porque se han generado unos coeficientes que complicarán muchísimo el que un equipo de gobierno muy mayoritario no tenga que ceder ante otros muy minoritarios. En eso consiste el juego de la democracia. En que grandes partidos tengan que recurrir a pequeños participantes, a veces, con entregas desequilibradas. Otro problema es que nuestro sistema político adolece de la incapacidad de llegar a grandes pactos de Estado porque estos se penalizan electoralmente.
Pero deberá cambiar mucho para adaptarse a lo que está por venir…
La política del futuro es, por pura necesidad darwiniana, la política de la incorporación de sistemas inteligentes. La supervivencia de los sistemas políticos actuales depende de su propia eficiencia. El porcentaje de personas en contra del sistema establecido puede ir aumentando a medida que lo haga el descontento ocasionado por la lejanía de las respuestas de los políticos a los problemas de los ciudadanos. Respuestas que tienen que ver, en el futuro inmediato con cómo vamos a robotizar el mundo, generar empleo, instaurar una renta básica, en definitiva, cómo vamos a incorporar a la discusión pública asuntos que no se han debatido hasta ahora. Para que eso suceda, la política ha de ser eficiente y la eficiencia en todo hoy depende exclusivamente de la tecnología y del valor añadido que el ser humano aporte.
Apuesta por crear un ministerio del futuro, o de IA como han hecho Suecia o Arabia Saudí. ¿Cuál sería su misión?
No sé si el método pero al menos introduce el debate en un consejo de ministros. Porque tendremos que tomar medidas estructurales muy importantes sobre lo que viene. Y lo que viene no es algo que vaya a pasar dentro de 30 años. Va a suceder en los próximos cinco o diez años, como máximo. Automatización, IA, robotización… todos esos elementos han de estar en el centro del debate político.
Algunos autores sostienen que la tecnología debería ser el eje central de los nuevos sistemas educativos...
Que la tecnología sea el hilo conductor en la educación de las nuevas generaciones está bien. Ahora bien, si no incorporamos elementos que el ser humano hace mejor que ninguna máquina, será complicado encontrar empleo, porque al final la programación la harán programas. Sin embargo, criticar éticamente ese avance solo lo hará un ser humano.
¿Es sostenible el sistema de pensiones?
Tal y como está, no. Pero eso ya se ve. Por poner un ejemplo, en 2050, 79 de cada 100 personas estarán en el sistema de pensiones en este país. En 1970 eran 19 y ahora 29 de cada 100. Ya es un sistema deficitario. ¿Cómo estará dentro de cinco, dentro de diez…? Sin embargo, los políticos siguen debatiendo si las pensiones se tienen que actualizar al IPC y no hablan de cómo vamos a sujetar una sociedad más automatizada en la que trabajarán menos personas durante menos tiempo.
En el libro habla de renta básica "inevitable"...
Sí. Al final no se trata de si la renta básica será factible o no (porque deberá serlo), o de cómo se aplica, en función de si eres de izquierdas o de derechas, superponiendo o sustituyendo los subsidios existentes. Lo importante es que se introduzca en el debate porque, si no, nos encontraremos con discursos políticos que hablan de reducir la jornada a 34 horas o a cuatro días, como en estas elecciones. Para que eso suceda, primero, hay que debatirlo, y, segundo, hay que diseñar una estrategia de automatización de la economía para que podamos trabajar menos y todo siga igual.
Afirma que el gran reto tecnológico actual es eliminar la palabra inteligente de todo aquello que no lo es…
Llamamos ‘inteligente’ a muchas cosas que realmente no lo son. Cuando hablamos de ‘inteligencia artificial’ nos referirnos a un sistema experto que aprende ligeramente sobre los errores que comete. La inteligencia es algo mucho más complejo.
Hace pocas fechas el Gobierno español anunció que podría controlar las comunicaciones digitales por razones de "seguridad nacional" y "orden público". ¿Le preocupa que nos convirtamos en un estado orwelliano como China?
Me parece que no es más que la reproducción de cosas que se están haciendo en otros países. La cuestión es si a nosotros nos supone lo mismo éticamente que a otros países. Me pregunto quién es el Gobierno para decidir que, por ejemplo, a partir del 9 de diciembre, van a seguir todos mis pasos con mi teléfono móvil. ¿Alguien me ha preguntado? ¿Alguien me ha dicho cuánto me van a pagar? Saben perfectamente que aceptamos las condiciones de uso, como si fuera playback: usted hace como que lo ha leído y yo hago como que no se que no se lo ha leído. A veces tengo la sensación de que alguien está en esas políticas de futuro mal entendidas e, incluso por desconocimiento, no están tratando como a ranas en un estanque de agua caliente.
¿Teme que si no nos adaptamos a velocidad suficiente la revolución tecnológica de paso a una revolución humana violenta?
Todas las revoluciones tecnológicas han tenido un ‘cómo’, que fue la tecnología que las provocó y un ‘qué’, que fueron los seres humanos. Esas revoluciones siempre han mejorado la vida de las personas, en términos generales, y creo que esta no será diferente. Como mucho, podrá propiciar que las personas exijan que esas nuevas capacidades derivadas de la tecnología les lleguen a ellos.
Durante miles de años hemos utilizado la tecnología a nuestro servicio, pero dentro de pocas décadas, si se produce la singularidad, es decir, las máquinas nos superan, será la primera vez que la tecnología podría servir a sus propios intereses, y estos, podrían chocar frontalmente con los de nuestra especie…
Los intereses siempre los marcaremos nosotros. La ética de la robótica siempre la marcarán los seres humanos. La singularidad, como yo la entiendo, dice que una máquina será capaz de corregirse a sí misma. Nada más.
Por tanto, desestima que alguna vez alcancemos la superinteligencia de la que muchos hablan...
La mayoría de los que hablan en términos de ciencia-ficción o bien es porque les han corregido el titular de un discurso muy largo o bien porque tienen algún interés personal o profesional. Yo intento alejarme de la ciencia-ficción cuando hablo de lo que será capaz de hacer la tecnología en los próximos años.
______________
El resto del libro puedes adquirirlo en diferentes formatos y plataformas a partir de la página oficial de Planeta Libros donde está referenciado.
2019, el mejor año de la humanidad. ¡Feliz 2020!
Vamos a acabar el año en positivo. Según muchos indicadores, 2019 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Es cierto que seguimos con males endémicos y problemas cuyas soluciones todavía parecen a años luz, pero sin embargo, en términos generales, el mundo está mejor que nunca. Desde que los humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años, este ha sido el año en que los niños han tenido menos probabilidades de morir o los adultos menos probabilidades de ser analfabetos.
Vamos a acabar el año en positivo. Según muchos indicadores, 2019 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Es cierto que seguimos con males endémicos y problemas cuyas soluciones todavía parecen a años luz, pero sin embargo, en términos generales, el mundo está mejor que nunca. Desde que los humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años, este ha sido el año en que los niños han tenido menos probabilidades de morir o los adultos menos probabilidades de ser analfabetos.
Cuando nacieron mis padres, casi en la década de 1950, la mayoría de la población mundial era analfabeta y vivía en la pobreza extrema. Para cuando yo muera, según la esperanza de vida actual en España, el analfabetismo y la pobreza extrema habrán sido erradicados. Es difícil imaginar un mayor triunfo para la humanidad que esta comparativa que afecta únicamente a dos generaciones.
En 2019, como indica el artículo del New York Times ‘This Has Been the Best Year Ever’, todos los días de este año que ya termina, 325.000 personas obtuvieron su primer acceso a la energía eléctrica, más de 200.000 accedieron al agua corriente por primera vez y unas 650,000 se conectaron a Internet por primera vez en su vida. Cada día de 2019, cifras que no se habían producido a ese nivel nunca antes.
En 1950, el 27% de todos los niños seguían muriendo a los 15 años. Ahora esa cifra se ha reducido a solo un 4%. Max Roser, un economista de la Universidad de Oxford que dirige World in Data asegura que ‘si se te diera la oportunidad de elegir el momento en que nacer, sería muy arriesgado elegir un momento en cualquiera de las miles de generaciones en el pasado porque en todas ellas, excepto las últimas tres o cuatro, casi la totalidad de la población mundial vivía en la pobreza extrema. Hablamos del 90% de la gente. Además, las hambrunas y las enfermedades han sido comunes a todo ese tiempo. Lo mejor es vivir hoy, en este tiempo’.
Y viendo esas cifras, me pregunto porque seguimos atendiendo a noticias negativas constantemente. Los descubrimientos médicos se amontonan en la lista de conceptos que cambiaran nuestra vida a mejor en un breve espacio de tiempo. En este blog y en mis redes explico a diario cuales son. ¿Porque los periódicos y televisiones no encabezan sus portadas con algo así como que ‘Otros 170,000 salieron de la pobreza extrema ayer’? U otra opción podría ser ‘el número de personas que viven con más de 10 dólares al día ha aumentado en 245,000 ayer mismo’.
Hace medio siglo, la mayoría de la gente del mundo era analfabeta; ahora nos acercamos al 90 por ciento de la alfabetización de adultos. Ha habido avances particularmente grandes en la educación de las niñas, y pocas fuerzas cambian el mundo tanto como la educación y el empoderamiento de las mujeres. Además, curiosamente, cuando los padres confían en que sus hijos sobrevivirán a la vez que tienen acceso al control de natalidad, tienen menos hijos y el ciclo de crecimiento se equilibra y se hace más sostenible. Es terrible que cualquier niño muera en el mundo cada seis segundos, pero el día que se fundaba Facebook (por poner un hilo temporal reconocible), eso sucedía cada tres.
El objetivo de las Naciones Unidas de eliminar la pobreza extrema en 2030. La tecnología puede ayudar como nunca antes. La automatización, la inteligencia artificial, el uso de los datos, la robótica, la edición genética u otros avances médicos pueden lograrlo. Somos la primera generación en disposición de erradicar la pobreza global y hay que aprovecharlo. El mundo ha cambiado a lo largo de la historia y ahora es el mejor momento para haber nacido en términos generales. Sin embargo, como dice el Max Roser, ‘tres cosas son ciertas al mismo tiempo: el mundo es mucho mejor, el mundo es horrible, el mundo puede ser mucho mejor.
Tras esa reflexión global también es muy nutritivo hacer balance personal y confrontarlo al mundo en el que vivimos. En mi caso ha sido un año excepcional en lo personal y en lo profesional. Han sido más de un centenar de vuelos, veinte de ellos transoceánicos, para atender las casi cien conferencias ofrecidas este año en más de veinte países. Nuevos, y cada vez más importantes, clientes en nuestra consultora que se muestran muy contentos con el trabajo de transformación digital que les ofrecemos. Un nuevo libro tras dos años de trabajo. Más televisión y algunos reconocimientos como el TopVoices 2019 de Linkedin. En general, un buen año que no es más que el impulso para el próximo, en lo global como he expuesto al principio y en lo propio también.
Permíteme un final típico pero necesario. Deseo para este 2020 que la tendencia global de mejora en todos los campos continue y, si es posible, se acelere. También, a todos los que me seguís en todos mis canales y redes, os deseo lo mejor para este año que viene. Hay mucho que hacer, mucho que aprender.
¿Y si tus datos anónimos pudieran identificarte igualmente?
La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario.
La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario.
En los días en que nuestros movimientos son monitorizados en base al macro estudio solicitado por el INE a las operadoras de telefonía, este debate es interesante. Tengo claro que las garantías de que sólo se usan los datos de forma anónima y que no hay ningún complot para observarnos son absolutas. No obstante, me molestan dos cosas que distorsionan el hecho en sí. Por un lado que sea realmente muy difícil poder evitarlo de modo particular y, por otro, que se comercialice con esa información. En teoría, las operadoras van a transaccionar con el INE a partir de la oferta de los datos que nosotros generamos al movernos.
No obstante, lo acepto, esos datos también son mercancía, casi sin saber nada al respecto, cada vez que utilizamos nuestros dispositivos en cualquier plataforma comercial, red social o aplicación. Y no nos quejamos demasiado. Solemos entender que tras esa cesión involuntaria muchas veces se esconde un beneficio u otro que nos hará la vida más fácil. Cuando el asunto es la administración pública nos intranquiliza un poco más pues no identificamos claramente cual es el beneficio que obtendremos. Hablan de facilitar la movilidad.
Pero me preocupa la asimilación de comportamientos que deberían debatirse más ampliamente. Si a una rana la tiras a un cazo con agua hirviendo, al sentir que se quema saltará herida fuera del recipiente. Si a una rana que está en un cazo con agua fría vas poniendo de manera gradual agua cada vez más tibia y caliente hasta llegar a que hierva, esa rana morirá por costumbre. No se dará cuenta de que el agua quema hasta que sea demasiado tarde. A veces uno tiene la sensación que nos van echando, tanto empresas como administraciones, agua cada vez más caliente en el cazo que contiene nuestros datos.
Es importante analizar de raíz que significa el uso anónimo de nuestros datos y si realmente, por el hecho de no asociarlos a una identidad concreta, están realmente a salvo de su identificación final. Pongamos como ejemplo a los científicos que han encontrado una manera de identificar prácticamente cualquier ciudadano a partir de cualquier conjunto de datos con el uso de tan solo 15 atributos. En principio se trata de características identificadas de cualquier perfil anónimo que no tienen asociada a ninguna persona concreta. Sin embargo, atributos tan simples como el género, el código postal o el estado civil sumados a tus registros médicos sin incorporar de quien son, pueden identificarte sin margen de error.
Es posible que tras dar tus datos en un ámbito de relación cualquiera, se te informe de que ‘se eliminaron tus datos de identificación personal’. De algún modo tenemos la sensación que una vez eliminado el link entre esos datos y tu identidad, éstos han quedado perfectamente ‘anonimizados’. Pero al parecer eso no es tan sencillo pues científicos del Imperial College London y de la Université Catholique de Louvain, en Bélgica, publicaron en la revista Nature Communications que habían ideado un algoritmo informático capaz de identificar al 99,98% de los estadounidenses de casi cualquier conjunto de datos disponible con tan solo 15 atributos básicos. Esos investigadores desarrollaron un método para volver a identificar a las personas a partir de fragmentos de lo que se suponía que eran datos anónimos.
Además aparece un interesante punto de análisis. En la mayor parte del mundo, los datos anónimos no se consideran datos personales; la información se puede compartir y vender sin violar las leyes de privacidad. Aun sabiendo que hay un mercado de datos global, que hay agentes dispuestos a pagar a brokers de datos anónimos acerca de preferencias en redes de citas, tendencias políticas, compras o selección de links favoritos, nos desinteresamos por ese hecho y continuamos con nuestra vida esperando que todo ello repercuta en un beneficio en algún momento. Esos datos vinculados entre sí, ahora ya sabemos que con tan sólo 15 atributos, se puede saber a quién pertenecen. De momento la demostración sólo se ha hecho con estadounidenses. Lo trascendente es que estos científicos publicaron ese código de software online para que cualquiera lo pudiera utilizar.
Para mayor preocupación, esta no es la primera vez que se demuestra que los datos anónimos no son tan anónimos como creemos. En 2016, se identificaron individuos a partir de los historiales de navegación web de tres millones de alemanes, datos que se habían comprado a un proveedor. Los genetistas han demostrado que los individuos pueden identificarse en bases de datos de ADN supuestamente anónimas por ejemplo.
El debate no radica en la privacidad de los datos o si son para mejorar nuestra vida en un caso u otro, si son para el gobierno o son para una empresa. El asunto debe girar en sí realmente, cuando alguien nos pide esos datos con la oferta de que nadie sabrá a quién pertenecen, éstos realmente tienen garantía de ser totalmente anónimos o no.
Es una ‘crisis en funciones’, no una ‘desaceleración económica’.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
Y es que el primer gran error es de análisis histórico. Recuerdo lo que escribí hace mucho tiempo. Lo que explotó en 2008 no tenía un origen en sí mismo, ni tan siquiera era sólo motivado por una exposición excesiva a la deuda privada y bancaria. La caída del modelo económico dependiente de un capital ubicado en bienes inmobiliarios no era más que una consecuencia de algo más grave que se define bajo el concepto ‘deflación del capital’ y que surge casi siempre de cualquier revolución tecnológica. Esa no fue una excepción.
Y en eso mismo estamos. La diferencia es que ahora tenemos a unos y otros anunciando la que se acerca como si fuera inevitable. Es de vergüenza ajena escuchar al gobierno preparar a la audiencia ante una ‘desaceleración’ a la vez que anuncia electoralmente un aumento del gasto y una subida de la recaudación fiscal. Ya me dirán como casa eso. Si lo que viene es una ‘nueva’ crisis, sería interesante establecer un patrón de análisis que nos fije la foto actual y las más que probables instantáneas futuras. Es el único modo en el que se puede definir una hoja de ruta, urgente, para afrontarlo con ciertas garantías
La próxima recesión económica global asoma. Ya no se trata de las predicciones o análisis de voces expertas, sino de tendencias y estadísticas apuntaladas en el tiempo. La afiliación a la Seguridad Social en España está con las peores cifras desde 2008. La creación de empleo se ha paralizado y la tendencia empieza a ser la de fabricar desempleo. El poco trabajo que se estimula es precario, de escaso valor, temporal y dependiente del turismo y servicios mayoritariamente. La creación de ocupación industrial está en parada técnica y sin embargo poco o nada se está haciendo en ese sentido. España ha dejado de crear empleo al ritmo que solía hacerlo durante el último lustro, a la vez que la economía se está contrayendo. Una contracción que se refleja en múltiples sectores. Las matriculaciones firmaron su peor agosto y su peor septiembre desde 2008, con un desplome del 30,8%.
Por si fuera poco, el turismo, el motor económico de nuestro país, se va a enfrentar a un muro digital que no sabemos si está preparado para afrontar. España pierde el 1,3% de turistas internacionales de Reino Unido y Alemania. Hay quien argumenta que lo que le va a pasar a España es inevitable porque tiene una conexión absoluta con el resto del planeta. España creció al 2,3% interanual durante el segundo trimestre de 2019, un ritmo tres décimas por debajo de su crecimiento en 2018. Si echamos la vista aún más atrás la tendencia es clara: la economía se expandió un 3,6% en 2015; un 3,2% en 2016; y un 3% en 2017. 2019 representa la desaceleración más acentuada desde 2011. Las estimaciones para 2020 oscilan entre el 2,1% y el 1,9%. Me inclino por un 1,8% incluso. Es un fenómeno común al resto de la eurozona, y a casi todas las economías del mundo. Y a eso se agarran. Francia ha pasado del 1,5% en 2018 al 1,3% en 2019; Canadá del 1,8% al 1,5%; y China del 6,6% al 6,1%. Y si Alemania es el motor de Europa y quien marca el camino, las perspectivas son aún peores: del 1,5% en 2018 a la considerada parada técnica que supone un 0,8% en 2019. El país germano está en realidad a las puertas de la recesión pues creció en negativo el anterior trimestre.
Al igual que en la ‘otra crisis’, España vuelve a estar muy mal posicionada ante esta situación. Aunque es cierto que hemos mejorado mucho en la capacidad de nuestro comercio exterior, las exportaciones son muy dependientes del automóvil, y este tiene muy malas perspectivas. Estamos mal preparados porque venimos de una deflación de los salarios muy acusada. Si bien esa contención obligada ha supuesto la facilidad para contratar, ahora supondrá un verdadero quebradero contable. ¿Recuerdas cuándo un milieurista era un pobre de solemnidad? Ahora son millones los trabajadores que aspiran a ser eso como mínimo. Estamos en la era del asalariado pobre. Una indecencia de la que no tiene culpa el sector empresarial sino la ineficiencia política por generar un entorno económico que estimule la creación de un empleo cualificado y bien pagado. No hay estímulos, ayudas, modelos de dinamización de la economía del conocimiento, industria 4.0 o de, en serio, generar un nuevo modelo de crecimiento. Llamaron crisis a una deflación del capital y ahora llaman recuperación a una deflación social.
Es hora de entender que el mundo, y España, van directos a una crisis menos rápida, menos profunda, menos intensa, pero algo más larga y sin herramientas para modificar la deriva. Tras la crisis, esta vez, no habrá recuperación, únicamente estancamiento. La vivienda ya no podrá ayudar a recomponer el rompecabezas. Ya no está de moda comprar. Hay países que invierten en modificar el modelo de crecimiento de manera robusta. Francia invierte 23 veces más que España en la estimulación de la Industria 4.0. Un modelo industrial que será el único que sobrevivirá en una década y que genera derivas en todos los sectores. Si no tienes industria no tienes nada.
La recesión es la variación negativa del Producto Interior Bruto durante dos trimestres consecutivos. Un tema técnico. Pero a diferencia de una recesión, una crisis económica es un periodo de inestabilidad que desata consecuencias durante un largo periodo de tiempo. Sacude la estabilidad financiera en las inversiones y afecta a la estabilidad adquisitiva de las familias. Suele generar una depresión si no se actúa estratégicamente.
Y es en esa que nos encontraremos. No es tan complicado verlo. La diferencia con aquello que se le llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’ o como quieras recordarla, es notable. Aquella fractura se evidenció de golpe, con un pinchazo de una burbuja. La actual quiebra no será por un reventón sino por un fallo técnico del modelo económico. Una paralización que tiene su origen, de nuevo, en la no adopción de medidas valientes, ineludibles y necesarias que adecúen un modelo económico digital, automático, robótico que llega sin avisar ni pedir permiso. Liderar esa fórmula económica es lo que podrá hacer más llevadera o no, la próxima década. Y es que esto no va de tener un plan político táctico y digital sino de entender que el mundo ha cambiado para siempre y que no hay parches que lo adecúen a tus intereses.
En un país en el que las pensiones dependen de las cotizaciones solidarias de los que trabajan, no parece una gran idea ir reduciendo el sueldo medio, incrementando la precariedad laboral y la estimulación de un tipo de empleo muy alejado de la eficiencia tecnológica, digital y automatizada. De ahí que no se comprenda la desidia política, retorciéndose en sus propio estiércol y sin indicativos de que han entendido la gravedad del momento.
No te dejes engañar por las cifras de creación de empleo. Son métricas trucadas. España requería crecer como mínimo al 2% para crear empleo, tras la reforma laboral es necesario solo un 0,7%, porque ahora se crea un empleo tremendamente precario. Es más fácil crearlo, pero no nos vale para lo que se nos viene. La evolución va a ser a peor porque vivimos en un impasse político que aumenta la incertidumbre, un nivel de la tasa de ahorro que reduce el dinamismo económico y tenemos un retraso evidente en el cambio de modelo económico que otros países ya están llevando a cabo.
La diferencia entre un gobierno en funciones y otro que no lo esté, es que el primero no puede oficializar una situación grave a nivel económico por estar sujeto con alfileres. De ahí que lo que llaman ‘desaceleración económica’ en realidad es una ‘crisis en funciones’. Como dice mi admirado Xavier Ferrás ‘la globalización, la digitalización y la innovación tecnológica están creando un triple cambio de paradigma debido a la superposición de tres factores. La convergencia global hacia un estándar económico único, la aparición de una nueva dinámica de desigualdad y el paso de una economía industrial a una economía del conocimiento, digitalizada y virtualizada’.
Sabemos que cada robot industrial destruirá dos empleos. La implantación de robots industriales supone la pérdida de casi dos empleos por cada nuevo robot, según el estudio How Robots Change the World, realizado por Oxford Economics. Según el estudio, el ritmo de destrucción se multiplicará por cuatro en la próxima década, pasando de la destrucción de 400.000 empleos en 2016 a 2 millones en 2030. Que eso no sea un drama bíblico depende de entenderlo primero, de redactar planes al efecto y de ejecutarlos. Esos empleos destruidos deben reconvertirse en ocupaciones insustituibles y que requieren una formación muy distinta, un plan muy distinto y una estrategia a largo plazo y valiente. Que chungo. Largo plazo y valiente no encajan en la misma frase en la que se incluya el vocablo ‘político’.
¿Quién está preparando nuestra economía para los cambios que llegan sin avisar (o sí)? La tecnología crea una segunda economía, cada vez más productiva y autónoma, más digital. Pero aquí seguimos con un modelo antiguo, esperando que alguien tome decisiones estratégicas, que imponga un plan integral en Inteligencia Artificial, que desarrolle un plan fiscal de estímulos para modificar la estructura de crecimiento y que, de una vez, ponga las luces largas para atender la Era de la Humanidad.
Dueños de nada, usuarios de todo. Aquí las dos razones.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Parece que el segmento más joven de la llamada generación del milenio y los que vienen detrás, los denominados centennials, prefieren reutilizarlo todo y no practican de forma general el comprar, usar y tirar. Así justifica la marca ‘low cost’ Forever 21 el motivo por el que se han declarado en bancarrota. La enseña estadounidense advierte a otras empresas que las nuevas generaciones ya no quieren moda de usar y tirar. De hecho cada vez es más evidente que nuestra sociedad ha iniciado un camino sin retorno hacia un cambio de mentalidad contraria a la propiedad y favorable al uso de la mayor cantidad posible de cosas. Una modificación creciente en el modo en el que se consume y que está transformando la economía y el modo en que las empresas ofrecen sus productos. Algo que en los entornos urbanos es mucho más acusado pero que se expresa a partir de dejar de lado la adquisición a favor de rentar todo tipo de servicios.
No está claro si empezó por convencimiento o por necesidad, pero la cuestión es que este modelo se está desplegando de un modo exponencial. En la vertiente más ideológica, los jóvenes no sólo optan por el uso y no por la propiedad, sino que además suman un escaso interés por un consumo que no sea sostenible. Y, como decía antes, en términos más técnicos es factible que un panorama laboral demasiado precario no ayuda a querer acumular propiedades.
La bancarrota de Forever 21, tal y como apuntan en un extenso artículo en The New York Times, puede estar estimulado de manera importante por el cambio del comportamiento de sus clientes habituales. Un cliente que se transforma en usuario, que compra en línea y con criterios muy distintos a generaciones anteriores. ’El motivo más llamativo no tiene tanto que ver con la forma de consumo, sino con el cambio de mentalidad: según informan los analistas, la marca no ha sabido anticiparse y adaptarse a la creciente preocupación de los jóvenes por llevar una vida más sostenible. Los consumidores más jóvenes tienden a sentirse más atraídos por marcas que llevan la sostenibilidad por bandera. Comprar ropa de segunda mano o alquilar parte del armario, son también tendencias en alza entre muchos consumidores’.
Hace unos días hablábamos de Thomas Cook y su efecto Kodak. Ahora el caso de Forever 21 es uno más de los casos que demuestra que no hay negocio seguro, que ningún modelo de consumo tiene crecimiento ilimitado y que cuando no comprendes realmente lo que quiere tu público corres mucho peligro. Colocar al cliente en el centro de la cadena de valor exige entenderlo, darle lo que quiere y hacerlo como quiere. Hazte una pregunta sobre tu negocio, seas el empresario o seas un trabajador: ¿crees que a la generación Z le interesa lo que vendes y como se lo vendes? Piensa que ya compran mucho pero que lo harán cada vez más y en apenas una década serán una fuerza importantísima en la decisión de consumo social e, incluso, incurrirán en las compras de tipo profesional B2B2C.
Los millennial y la Generación Z han empezado a consumir menos o hacerlo de una manera más responsable. La preocupación por el daño ecológico no solo afecta al reciclaje o a aspectos vinculados con el medio ambiente. Tiene un punto de contacto mucho más profundo. Vivimos ya en una sociedad nueva. Por eso lo importante no es saber si tienes una estrategia digital para tu negocio, lo importante es saber si has entendido que el mundo realmente ha cambiado. Hablamos de un mundo en alquiler, de pago por acceso y de contrato por uso. Un mundo que tiende cada vez menos a la propiedad, que es más digital y menos físico. Esta modificación se está desplegando a todo tipo de productos. Desde la ropa, oficinas, licencias de software, muebles, electrodomésticos, trasteros, consumo energético, coches, a patinetes, hasta viajes o lo que se te ocurra. Todo lo que puedas imaginarte se puede alquilar o usar mediante una suscripción. Hay cosas que parecen que no son posibles de alquilar o de utilizar por uso y no por compra, pero no, cualquier cosa sufrirá ese efecto, la tecnología se va a encargar.
Piensa en este ejemplo del que escribí hace un tiempo. Se trata de como un producto de usar y tirar como son los fuegos artificiales, han pasado a ser un servicio vinculado al alquiler de drones haciendo figuras de un modo coordinado en el cielo. Piensa en otro nivel. Mucho de lo que hacemos ahora ya funciona en ese paradigma. Tus libros, tu música o tus películas que ya no están en una estantería sino en el cloud gracias a empresas como Netflix o Amazon. Vivimos en la sociedad del renting que esas empresas han desplegado de manera cada vez más profunda. Más de 140 millones de personas no compran música, la usan en Spotify, y más de 100 millones no compran películas, las usan en Netflix. Esta tendencia totalmente irreversible, y que pone a las empresas ante un desafío enorme, es la mayor evidencia de que ‘tener en propiedad está a la baja, ahora la tendencia es usar’.
Ahora bien, si hay un país en el mundo que tiene muy arraigado el concepto de la propiedad es España. Pero también está mutando. Medio millar de empresas ofrecen un catálogo de productos convertidos en servicios colaborativos, bajo uso por demanda y de acceso por suscripción. Según informa la Fundación EY, del que se hace eco el artículo con titulo muy similar al de este post y que dice que ‘la economía colaborativa representa ya un 1,4% del PIB español. En 2025 se duplicará aseguran. De hecho, para comprender el verdadero cambio y a la velocidad que se está produciendo, la misma fundación indica que tan sólo hace tres años, esas plataformas del usar y no comprar sólo eran el 0,2% del empleo y al 0,3 % del PIB de España.
La consultora PwC calculó que la economía colaborativa alcanzaría un negocio mundial cercano a los 570.000 millones de dólares en 2025. Prácticamente todo el capital que se perderá en 2020 por culpa de la guerra de los aranceles según la Comisión Europea por cierto. Vieja economía contra la nueva. Una nueva economía que no se está analizando de manera estratégica por parte de gobiernos, instituciones económicas o entidades reguladoras. Y, como siempre, las medidas para hacer de todo esto una ventaja competitiva, un modelo sostenible o un factor de cambio social a mejor, llegara tarde.
Sorprende tanta lejanía por parte de quienes deberían de diseñar como liderar una economía que ya ha cambiado definitivamente y no va a dejar de hacerlo de un modo cada vez más rápido y de una manera más intensa. Los consumidores cuyo comportamiento es el que defino en este post no va a dejar de crecer. Hablo de mercados todavía inmaduros con un perfil de cliente millennial o centennial y que son totalmente digitales. Con el tiempo, además, otras generaciones mayores irán sumándose a este modelo. En mi entorno, de aquella otra generación X, con mayores de 40 años, e incluso de 50, muchos han entrado de pleno a este comportamiento económico. Alquilan coworkings, usan coches que no han comprado, utilizan herramientas que necesitan un tiempo o lavan su ropa en espacios de lavado por uso.
En las grandes ciudades la gente está dejando de querer un vehículo que está parado el 95% del tiempo. El Foro Económico Mundial ya habla de una ‘sociedad del alquiler, un mundo en el que nadie tenga coche, nadie sea dueño de nada y base su vida en el uso eficiente de todo lo que precises’. Muchas de las noticias económicas que nos muestran sectores con problemas para crecer, que exigen ayudas gubernamentales para sobrevivir, son ejemplos evidentes de que el cambio no tiene espera. El mejor de estos ejemplos es el de automóvil.
Los jóvenes gastan la mitad en comprar un coche de propiedad que tan sólo hace una década, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones. Además, en el segmento que va desde los 18 a los 25 años los que se sacan el carné de conducir ha disminuido casi a la mitad en tan solo diez años. Los fabricantes deben estar pensando en presionar a los gobiernos reguladores con tal que aceleren los permisos para la conducción autónoma. A este paso no va a ser un problema el que la gente no quiera coches en propiedad, sino que no sabrán conducirlos. Permitidme la exageración para entender lo que realmente está pasando y que no tiene mucho que ver con la opción financiera del renting, es algo mucho más profundo y que se ubica más en el carsharing.
A una velocidad de vértigo llega el mundo del uso bajo demanda. Las empresas que sean capaces de convertir lo que venden en servicio tienen un futuro algo más diáfano que si no lo hicieran. Hablo de todo tipo de empresas, cada una en su correcta profundidad. Unos podrán servirizarlo todo, otros una parte, habrá quienes modificarán su modelo de negocio en base a procesos y otros mejorando la experiencia del cliente. Incluso, en según que sector, lo importante será el modo en el que los profesionales adapten sus habilidades para afrontar un mundo en el que nadie quiere comprarte nada pero sí pedirte que se lo dejes un rato.
Detrás de esto, si hablamos de empresa y no sólo de sociedad, aparece el concepto de la Transformación Digital. Algo que va de modificar procesos, colocar al cliente en el centro de la cadena de valor, de captar datos para transformarlos en información, de incorporar sistemas expertos de inteligencia artificial y de adquirir nuevas habilidades, pero que, en este caso, para que se cumpla aquella máxima de que ‘no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente’ se deben generar nuevos modelos de negocio.
Ahora bien, no nos engañemos. Te recuerdo lo que te dije al principio. Si bien uno de los grandes estímulos para que se esté modificando el comportamiento de consumo que tiende a preferir el uso en lugar de la propiedad, es el ideológico, el que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global, no podemos dejar de entender que otro gran dinamizador de esto es la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Es también la deflación social la que está acelerando este comportamiento del uso en lugar de la adquisición. En todo caso, gobiernos y empresas tienen que adaptarse. No hay otra.
_____________
Picture: Eslam Mohamed
La educación del futuro. Desde 2020 al 2050.
Que lo que llamamos Cuarta Revolución Industrial empieza a quedarse pequeño ante lo que se avecina es una obviedad. Hay quién busca nuevas maneras de llamarlo. Una era cognitiva, automática, sin ‘delay’ gracias al 5G y basada en un nuevo modo de conectar el conocimiento humano y el aprendizaje de las máquinas, una cuerpo social complejo y basado en datos, en nuevas habilidades y a un modo diferente de entender la conquista del espacio, lo requieren. No se me ocurre mejor manera de acaparar un futuro inmediato, a unos quince o veinte años vista que analizando el método educativo de ese tiempo venidero.
A lo que llamamos Cuarta Revolución Industrial empieza a quedarse pequeño ante lo que se avecina. Es una obviedad. Hay quién busca nuevas maneras de llamarlo. Una era cognitiva, automática, sin ‘delay’ gracias al 5G y basada en un nuevo modo de conectar el conocimiento humano y el aprendizaje de las máquinas, una cuerpo social complejo y basado en datos, en nuevas habilidades y a un modo diferente de entender la conquista del espacio, lo requieren. No se me ocurre mejor manera de acaparar un futuro inmediato, a unos quince o veinte años vista que analizando el método educativo de ese tiempo venidero.
La Dubai Future Academy, una iniciativa de la Dubai Future Foundation que investiga y pone en conocimiento el ‘estado del futuro’ publicó un estudio sobre como será el modelo educativo en los próximos años. No se me ocurre mejor manera para establecer los parámetros en los que se moverá nuestra sociedad en la próxima década que detallando el modo en el que las generaciones más jóvenes van a aprender. ¿Cómo será la educación y el aprendizaje entre 2020 y 2050? Os traslado lo que en ese estudio se prevé al respecto.
Nuestra sociedad nunca deja de cambiar, y nunca dejamos de aprender. Como resultado, nuestros sistemas educativos están bajo una presión constante para incorporar nuevas ideas y nuevas tecnologías, lo que en última instancia nos permite desarrollar medios innovadores para inspirar a la próxima generación. En 2018, los avances en los planes de estudio y políticas educativas nos permitieron empezar a educar a las personas de un modo que era inalcanzable en épocas anteriores. Simultáneamente, a través de los desarrollos en el acceso a la información y a los avances en las tecnologías digitales, hemos permitido que algunas generaciones puedan gozar de la oportunidad de aprender sin límites, diseñando e innovando acerca del mundo en el que quieren vivir.
La Cumbre sobre Educación en Ciencias de la Computación organizada por la Casa Blanca se anunció una nueva iniciativa que dará a todos los estudiantes norteamericanos, desde parvulario hasta secundaria, acceso a la formación en ciencias de la computación. Específicamente, el programa proporciona a cada estudiante las habilidades informáticas más demandadas y que necesitarán para unirse a la fuerza laboral del mundo y, por lo tanto, ayudarán a prepararlos en la construcción del mundo del mañana.
Legisladores de varios países como Estados Unidos, Eslovenia, Finlandia, Singapore, Japón e Israel, revolucionaron el concepto educativo al agregar una habilidad fundamental a las tres más convencionales como de lectura, la escritura y la aritmética. Se trataba de la programación. Se presentaron varias propuestas en varios países que permitieron a los estudiantes inscribirse en cursos sobre lenguajes de programación como JavaScript y Python en lugar de inscribirse en cursos tradicionales de idiomas extranjeros.
Este hecho impregnó el mundo empresarial rápidamente. Japan Airlines comenzó a usar Microsoft HoloLens en agosto para enseñar a los alumnos cómo funciona un motor a reacción. Esa tecnología utiliza la realidad mixta para combinar hologramas realistas en 3D mientras que un ingeniero, justo en frente de los estudiantes, les da acceso para que estudien fácilmente las diferentes partes del motor a reacción. Los ingenieros pueden incluso ajustar el tamaño del motor a la escala real. A través de estos métodos de enseñanza innovadores, Japón espera reducir los costos de capacitación y estimular de un modo mucho más eficiente su sector tecnológico.
En Europa, con el beneplácito de la European Emergency Number Association, un organismo comercial sin ánimo de lucro, un fabricante chino de aviones no tripulados, inició una escuela de drones en Copenhague con el objetivo de ayudar a las agencias gubernamentales a transformar los drones de juguetes recreativos a herramientas que salven vidas. Una escuela lanzó una prueba en seis meses, siendo el experimento más grande y más amplio del mundo con aviones no tripulados.
Un nuevo estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry indicó que el ADN podría usarse para predecir con precisión el logro académico de un individuo, lo que podría ser útil para ayudarnos a identificar a los niños que podrían tener dificultades de aprendizaje y desarrollar soluciones antes de que se atrasen. El trabajo se basó en un estudio de asociación del genoma que examinó casi 10 millones de polimorfismos de nucleótido único e identificó 74 variantes genéticas.
En febrero, la Escuela de Administración Global SP Jain anunció planes para lanzar sus clases de pregrado y posgrado en realidad virtual. El presidente de la escuela explicó que ‘la decisión de tener cursos con realidad virtual como un componente importante se debió a las necesidades cambiantes de los negocios’. A medida que la realidad virtual se vuelve más omnipresente, los estudiantes deben aprender a trabajar en el mundo virtual lo que significa que hay cierto grado de necesidad formativa en estar inmersos puntualmente en mundos virtuales a lo largo del ciclo formativo.
Las previsiones de la fundación acerca de los avances tecnológicos y sus adopciones en los próximos años son:
En 2020 todos los artículos científicos financiados con fondos públicos publicados en Europa podrían tener acceso gratuito bajo una reforma ordenada por la UE. En 2022 la atmósfera de la Tierra o la de la Luna se verán cómo se ve un paisaje en Soria. Muy pronto, los niños se pondrán gafas de realidad virtual y realmente verán aquello que estudian. Experimentarán cosas en un mundo virtual. Aseguran los expertos que en 2025 la realidad virtual y la realidad aumentada aumentarán el aprendizaje remoto y, como resultado, las aulas comenzarán a desaparecer.
En 2026, en apenas 8 años, tendremos un mundo con acceso a Internet global y absoluto. Viviremos en la Internet del Todo y muchas instituciones continuarán poniendo a disposición de la humanidad su contenido. El conocimiento no tendrá ningún tipo de barrera y se compartirá utilizando la tecnología sensitiva.
En 2030 los cerebros humanos se conectarán a la nube. La capacidad de respaldar nuestros pensamientos y recuerdos utilizando computadoras aumentará dramáticamente nuestro potencial de aprendizaje. Todo esto será posible a través de nanorobots en los denominados capilares que hay en nuestros cerebros. En 2030 también la imagen cerebral revoluciona nuestra enseñanza. El uso de imágenes cerebrales nos permitirá afinar la educación al probar que modos de enseñanza funcionan mejor con cada alumno. Esto será posible gracias a que las imágenes nos permitirán ver cómo varias formas de enseñar alteran el cerebro. Ese mismo año, en 2030 mejoraremos nuestras mentes con la química. Las predicciones afirman que, para 2030, los avances en química nos permitirán usar sustancias médicas legales para alterar y mejorar la mente de nuestros estudiantes y optimizar sus cerebros para aprender. Como hoy nos ponemos unas gafas para ver mejor, en el futuro nos pondremos unos átomos para tener más memoria.
En 2031 la educación ya sólo será personalizada. Empezará una personalización del estudio totalmente mejorada. Los estudiantes pasarán mucho tiempo involucrando a los profesores individualmente, y se ejecutarán como tutorías individuales de un modo totalmente virtual pero tremendamente real en cuanto a la percepción sensorial. Ese mismo 2031 nuestros maestros serán en gran medida pura Inteligencia Artificial, de hecho será inteligencia cognitiva. El científico informático Eric Cooke asegura que en los próximos 15 años, las máquinas inteligentes reemplazarán en gran medida a los maestros humanos, por eficiencia, capacidad y efectividad.
En 2035 los sistemas de aprendizaje artificiales nos brindarán capacidades de comprensión específicas y temporales: es decir, podrán permitir que una persona comprenda temporalmente o hable un idioma extranjero con fluidez. En 2036, es decir en apenas dos décadas veremos cómo desaparecen casi todas las instituciones educativas tal y como ahora las conocemos. Las mejores universidades seguirán aunque en un escenario muy diferente. Las de nivel medio apenas existirán. Para 2036 los expertos predicen que se abandonarán los métodos tradicionales de prueba y comenzaremos a centrarnos en evaluaciones de otro tipo, sin notas, sin análisis de resultados. La idea tendrá más que ver con el nivel de comprensión a partir del uso tecnológico. En 2043 la educación será una parte dominante de nuestras vidas. Nuestro empleo no será un trabajo, tendrá mucho más parecido a ir a la escuela a aprender constantemente. Tendremos acceso constante a toda la información del mundo a través de nuestros dispositivos confundidos en nuestro cuerpo, por lo que la educación se volverá más omnipresente a medida que sigamos evolucionando.
En el lejano 2050 las imágenes cerebrales revolucionarán nuestros métodos de enseñanza. Los futuristas afirman que las escuelas ya no enseñarán a los niños a leer y escribir. Las interfaces cerebro-computadora harán que esas habilidades sean obsoletas e inútiles. Y, permíteme jugar a Julio Verne. En 2059 tendremos un enlace directo e instantáneo entre la red y nuestro cerebro. Como resultado, la memoria será irrelevante.
Flipante ¿eh? Pues no sigamos educando a nuestros hijos como en el siglo XIX para un mundo que suena a siglo XXII. Tu hijo de 4 años entrará en el sistema laboral definitivo, el que busca por sus intereses, cercano a los 26 años de media. ¿Cómo será el mundo en 2040? Pues eso, que igual hay pensar si los estamos formando para ese escenario o no.
Llegan 4 millones de robots y no son sólo para la industria.
Hace unos días se publicaba el informe de ABI Research donde se indicaba algo que ya circula desde hace tiempo acerca del número de pedidos de robots industriales y de servicios que los proveedores de estos cachivaches tienen pendiente de entrega. La cifra asusta pues se habla de más de 200.000 para toda Europa en los próximos años. Sin embargo ese informe va más allá y sitúa en 4 millones la cifra de robots que acabarán en más de 50.000 almacenes por el mundo antes de 2025. Ahora ‘sólo’ están robotizados unos 4.000.
Hace unos días se publicaba el informe de ABI Research donde se indicaba algo que ya circula desde hace tiempo acerca del número de pedidos de robots industriales y de servicios que los proveedores de estos cachivaches tienen pendiente de entrega. La cifra asusta pues se habla de más de 200.000 para toda Europa en los próximos años. Sin embargo ese informe va más allá y sitúa en 4 millones la cifra de robots que acabarán en más de 50.000 almacenes por el mundo antes de 2025. Ahora ‘sólo’ están robotizados unos 4.000.
Se espera que la mayor parte vaya directamente a países de Asia y del Pacífico. Concretamente se cuenta con China, Japón y Corea del Sur. Al parecer, la principal forma en que se han utilizado los robots hasta ahora en los almacenes es únicamente para mover mercancías dentro de las instalaciones siguiendo pistas o marcadores, los llamados AMR, o los que funcionan de modo autónomo utilizando sensores y sistemas de visión, los AGV. Sin embargo eso va a cambiar y hacerse algo más complejo. La tecnología 5G podría incorporar un nuevo nivel en su desarrollo e implantación.
El comercio electrónico no para de crecer y lo hace de manera cada vez más robusta. Se espera que en los siguientes años no pare de exigir una mayor cantidad de sistemas robóticos y automatizados. Cada vez llegan más paquetes a través de centros de logística y las compañías ofrecen tiempos de envío cada vez más rápidos. No hay otra que automatizar, robotizar e incorporar modelos inteligentes en los procesos para lograr que esas instalaciones sean más eficientes.
Amazon es una de las compañías que utiliza robots para ayudar con el cumplimiento de pedidos y tiempos de entrega más rápidos. De hecho se sabe que asume el coste de que algunos de sus empleados se formen en nuevas tecnologías y estudien robótica como parte de su programa de formación corporativo. El riesgo, no obstante, de eliminación de puestos de trabajo es muy alto. No todas las empresas que se automatizan eliminan empleos como consecuencia, pero para que eso no suceda hay que tener un plan estratégico que condicione la eficiencia en crear beneficio reportable en el crecimiento en puestos de trabajo más técnicos y difícilmente sustituibles. No es fácil, hay países, empresas en general, que eso no lo tienen previsto y sólo consideran la transformación digital y la industria 4.0 como un mecanismo para rebajar costes y destruir empleo ‘innecesario’. Un error que se pagará en términos económicos y sociales en muy poco tiempo.
Aunque de momento hay anécdotas que nos pueden parecer simpáticas y/o tranquilizadoras, la cosa no es como para quedarse esperando a ver como avanza.
Era un día de operación normal, los robots se movían de forma autónoma por todo el almacén para entregar los productos a los operarios. Todo iba bien hasta que un sobre de mantequilla para palomitas se cayó de uno de los estantes (pods), fue aplastado por otro robot y esto provocó que toda la mantequilla se derramara por el piso del almacén. Esto ocasionó que algunos robots se acercaran a la zona para "ver" que es lo que pasaba, esto con el objetivo de enviar una alerta a los responsables para que lo resolvieran. Pero ninguno fue capaz de lograrlo, ya que algunos lo detectaban como un obstáculo mientras que otros sólo se terminaban resbalando, provocando choques y creando un atasco de robots. Sí, era evidente que los robots no estaban preparados para esto. Al final, los robots terminaron deteniéndose y enviando reportes de error, por lo que los encargados del departamento de Amazon Robotics tuvieron que acudir a este centro logístico para resolver el problema.
Pero no creas que esto de los robots logísticos es una cuestión sectorial. Un centenar de miles de robots para servicios están esperando ser construidos y ser entregados a los distribuidores que tienen pedidos cerrados. Cuando hablo de servicios me refiero a hoteles, restaurantes, bares, locales de entretenimiento, centros de atención ciudadana, aeropuertos, agencias de todo tipo, centros médicos y un sinfín de lugares donde la interacción entre humanos y dispositivos inteligentes sea factible. Aquí no se contemplan los denominados robots por software, ‘bots’, chatbots, sistemas expertos parar despachos legales, contables, sanitarios, periodísticos u otros. Sí, la cosa pinta que, como no entendamos que la inminencia para un plan gigantesco de reubicación y análisis de lo que va a ser el trabajo es muy cercana, lo vamos a pasar mal. No es catastrofismo, no es el anuncio de una robocalipsis, es sencillamente una alerta que exige tomar medidas de rediseño del modelo productivo y del concepto de lo que llamamos ‘contrato laboral’.
¿Alguien cree que los miles de millones de euros que se están gastando los fabricantes de coches en el desarrollo de la conducción autónoma no va a acelerar el despliegue de este tipo de vehículos en menos de una década? ¿Alguien considera que eso no va a afectar a taxistas, conductores de VTC, camioneros o transportistas? Seguirán haciendo falta los humanos, está claro, pero no haciendo lo que hacen ahora. Podría ser otra función, la de supervisar a esos vehículos, la de hacer entregas de última milla o parecido. Sin embargo, sea lo que sea, va a ser preciso que se prepare esa transición. Una transición que, por otro lado, la hemos vivido otras veces, con otras revoluciones tecnológicas y nunca fueron ni fáciles y siempre fueron lesivas, especialmente para las clases más vulnerables. La diferencia esta vez es que esa hambrienta mutación socioeconómica, estimulada por los robots y los automatismos, no se va a satisfacer sólo con empleos de escaso valor añadido. Esta vez va a por todos. ¿Que estamos haciendo para que algo que puede ser el principio de un modelo social y económico mucha más justo, equilibrado, rentable y sostenible, sea posible y no se convierta en un drama lírico?
XPO Logistics tiene planes para desplegar 5,000 robots en Norteamérica y Europa. Y es que la adopción de robots se está volviendo cada vez más asequible y exponencial, con opciones que incluyen modelos de ‘robótica como servicio’ y que logran que la tecnología esté disponible para empresas de tipo medio y que les suponía algo inalcanzable hace apenas una década. Ya no hay barreras para la adopción robótica y su rentabilidad lo hace convincente. El problema, como decía antes, sigue siendo que la bola de nieve sigue engordándose mientras baja la ladera y no hay ni Cristo que se ponga a conducirla mínimamente. Seguimos con debates ridículamente lejanos a lo que en nada nos va a explotar frente a nuestras narices.
Votaré a quién nombre un robot como Ministro del Futuro.
‘Ya sé lo que quiero ser de mayor, papá’. Así, sin anestesia, nuestros hijos suelen informarnos de sus sueños y de sus, todavía, blandos proyectos de futuro. El mío, de once años, quiere ser físico, desarrollador y programador de robots. Ya programa rutinas y no se le da mal. Sin embargo no lo será. No tal y como él imagina o yo puedo interpretar. Por primera vez en la historia es imposible saber a que se dedicarán nuestros hijos. Dentro de 15 años el mundo laboral que conocemos será una litografía en color sepia. Lo grave es que nadie está trabajando para evitar que ese parto sea doloroso. Lo evidencia cada vez más el tinglado que montan los partidos políticos en campaña electoral. Sus meriendas pre-organizadas y sus discursos diseñados al milímetro. Permitidme que sonría cuando escucho esto último: ‘discursos diseñados al milímetro’. Menos mal que los preparan, si no serían de aurora boreal.
‘Ya sé lo que quiero ser de mayor, papá’. Así, sin anestesia, nuestros hijos suelen informarnos de sus sueños y de sus, todavía, blandos proyectos de futuro. El mío, de once años, quiere ser físico, desarrollador y programador de robots. Ya programa rutinas y no se le da mal. Sin embargo no lo será. No tal y como él imagina o yo puedo interpretar. Por primera vez en la historia es imposible saber a que se dedicarán nuestros hijos. Dentro de 15 años el mundo laboral que conocemos será una litografía en color sepia. Lo grave es que nadie está trabajando para evitar que ese parto sea doloroso. Lo evidencia cada vez más el tinglado que montan los partidos políticos en campaña electoral. Sus meriendas pre-organizadas y sus discursos diseñados al milímetro. Permitidme que sonría cuando escucho esto último: ‘discursos diseñados al milímetro’. Menos mal que los preparan, si no serían de aurora boreal.
Votes lo que votes, no votaras a nadie que ahora mismo esté teniendo en cuenta lo que va a pasar en unos pocos años. A veces me acuerdo cuando hace doce años pensaba lo mismo y nadie hacía caso. Es de cataclismo intelectual comprobar el modo en el que se preocupan de los debates televisados, de las redes sociales, de la gestión de datos o del uso que ‘dicen’ hacer de la inteligencia artificial y luego comprobar como nada de eso está en sus programas, en su plan político. No lo tienen en cuenta. Permitidme que dude de que usen nada de eso. Conozco a destacados consultores políticos expertos en gestión de datos, inteligencia artificial e ingeniería sociológica aplicada a campañas electorales. He trabajado con algunos y la mayoría aseguran que no intuyen que se esté usando nada en ese sentido. En España, la campaña, ha sido tradicional porque está en manos de propuestas tradicionales, desde la ejecución tradicional y poco más. Que un debate televisivo aquí o allí se convirtiera en tema de debate lo muestra claramente, que los followers en Instagram sea noticia o que se considere que una portada en papel es relevante hoy en día, es como pensar que las encuestas no se deben publicar en la última semana de campaña. En general una lejanía de la realidad que asusta.
Ahí va un resumen muy simple a lo visto hasta ahora en la campaña electoral que se arrastra estos días por la geografía española, cansina, a ritmo de procesiones, con las saetas de siempre y la ensalada de encuestas tan interesantes como interesadas. Tenemos un partido de color rojo que se esconde porque todo le va genial mientras obvia la tormenta económica que se avecina. Hay otro de color azul que incapaz de empatizar con los problemas reales de todo un país que aun no percibe que ha salido de la crisis en términos generales. El de color naranja es el que nos ha descubierto el centro político. El centro era un punto intermedio desde que lo dijera Euclides hace miles de años. Ahora ya no, el centro es un lugar entre la derecha y la derecha. Un cuarto partido de color morado es capaz de defender a las clases populares desde su mansión con hipoteca concedida por la banca ética. Que no se diga. El de color verde no es ecologista. El verde es el quinto partido en liza. Es la irrupción de la denominada ultraderecha. Una urticaria naturalizada en el resto de Europa y que en realidad es la escisión natural del sector más conservador del antiguo partido que controlaba la derecha en su conjunto. Hay más. Desde un partido que defiende a los animales con posiciones de vergüenza ajena, al listado habitual de partidos con intereses territoriales que amenazan con imponer voluntades locales si alguien quiere o necesita su apoyo. En general, el mismo arcoíris.
Me pregunto sobre los ‘expertos’ de los partidos de siempre. ¿Dónde se han pasado los últimos diez años los estrategas de partido, los directores de comunicación y táctica política?¿De qué leches hablan cuando plantean estrategias a sus clientes? Es divertidísimo leer las propuestas de algunas consultoras políticas sobre eso de ‘estrategia de partido’ en redes sociales o ver como muchos ‘políticos’ se ven la mar de actuales poniendo un ‘@’ delante de su nombre un ‘#’ en sus eslóganes. Es que esto ya no es lo que era. Digamos que la gente va decidiendo lo que votar por otros canales que no tienen mucho que ver con la estrategia (mejor dicho, táctica) de los que llevan tanto tiempo en un sillón de alcántara, del cual, cuando se levanten no habrá manera de que regrese a su forma original del tiempo y peso que lleva sufriendo el pobre asiento.
Te guste o no, la sociedad en red (que sí, también consume tele), se nutre del debate entre las ideas que se derivan y no de la visualización de unos teatros que simulan ser nutritivos. Esos espacios, esa estrategia orgánica y viva, que no depende de órdenes directas sino de su voracidad distribuida, de que la tecnología y su enlace con lo analógico permita canalizarse, aun no ha empezado a detectar el desastre económico y social al que nos encaminamos sin remedio. Un descontento social que espera a que la ‘tele’ explique que volvemos a estar en ‘crisis’ y no una ligera ‘desaceleración’. Esto no va de mensaje, ni de líderes, es un tema más complejo. Los americanos lo inventaron pero quienes mejor lo manejan ahora son los escandinavos. Creas un entorno, derivas un mensaje, utilizas la tecnología y la dejas fluir. Luego, sólo tienes que dejar que los datos y su gestión capaciten tus decisiones electorales y tus acciones de gobierno. Se sorprenderían el uso básico e ineficiente que se está haciendo ahora mismo de todo eso en la mayoría de países europeos y la mayoría de latinoamericanos.
Pero lo importante es económico y de lo económico no se habla. Mejor dicho, si se habla no se emite y si se emite no se escucha. Da igual como lo digas. Da lo mismo que expliques la mutación de nuestro entorno. Ya no escribimos cartas, no elaboramos álbumes de fotos, nos reunimos sin estar juntos, no compramos entradas en ninguna taquilla, no se utilizan mapas callejeros, las guías turísticas son reliquias, no compramos periódicos, no visitamos tiendas de música, no conservamos nada en papel, no programamos un aparato para poder ver más tarde una película, no vamos al banco, leemos libros en pantallas digitales, conversamos en cualquier momento con personas que están a miles de kilómetros sin coste y en idiomas que desconocemos a tiempo real y las ciudades se gestionan por sistemas expertos que lo regulan todo de forma automática. Todo es distinto, pero la política se mantiene voluntariamente igual. Hierática ante los cambios que se suceden en el exterior de su burbuja.
Pero les llegará. Hoy en día las decisiones políticas se toman en base a tres criterios: presupuesto, interés partidista y capacidad de gestión. La primera la gestionaría increíblemente mejor un software inteligente que una docena de ministros de economía visto lo visto. Lo segundo, más divertido, un gestor de datos masivos capaz de trabajar en base a variables de bienestar social no dependiente de votos, podría gobernar sin esperar ‘encuestas’ o lo que fuera. La tercera es pura evidencia. ¿Quién más eficiente que un software aséptico? La política del futuro también será tecnológica y de verdad. Ya hay síntomas en algunas propuestas escandinavas que dejan en manos de software algunas ‘decisiones’ de interés público. En un par de décadas el escenario político también será muy distinto. Tal vez antes. No hablo de ideología, nuevos actores, ni tan siquiera de líderes modernos ofreciendo respuestas modernas. Me refiero a que, a la política, también le llegará la disrupción, su transformación digital poco tendrá que ver con los procesos técnicos, que también, sino con los modelos de decisión y estrategia ejecutiva. Tardará porque se van a defender, pero llegará.
El camino será el mismo del de otras ‘industrias’. Pasaremos de un escenario en el que los partidos proponen y la sociedad dispone, a otro en el que la sociedad exigirá y los partidos se adaptarán a esas peticiones. Para ello hará falta mucha democracia, viva y constante, automatizaciones, aceptación de que las deducciones estratégicas y políticas pueden establecerse mucho mejor a partir de la interpretación de los datos masivos y de la inteligencia artificial. No es ciencia ficción. Tiene poco de ficción y mucho de ciencia. Como ejemplo decir que existen compañías cotizadas en Japón que están siendo dirigidas por un software. En concreto hablo del caso del cerebro digital ‘Vital’ de la empresa Aging Analytics. Un CEO digital que gobierna una multinacional y que tiene voto de valor en un consejo de administración que está a sus órdenes. Por cierto, el incremento de facturación y beneficios ha permitido que se le renueve el contrato indefinidamente.
La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política es potencialmente viable. ¿Por qué van a ser los políticos los únicos a los que no les afecte ese futuro mundo sin empleo? Yo lo tengo claro visto lo visto. Yo votaría a un robot. Seguramente falta tiempo para que pueda depositar mi voto en una urna digital para votar a un software con una ‘ideología’ técnica, pero, mientras eso no llega, veamos a qué se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber por qué, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guión de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se dará cuenta de su presencia. Tanto tiempo ralentizando el mundo, tanto tiempo derivando sus responsabilidades, jugando a sus juegos de tertuliano de bar, tanto tiempo hablando de ellos mismos, que nada cambiaría con su presencia. Fin del juego.
Propuse hace tiempo que se considere la opción de crear un Ministerio del Futuro. Parece absurdo pero no lo es. Hay países que tienen cosas parecidas. Un departamento transversal que analice de manera objetiva la que se nos viene encima. ¿Quién mejor que un software inteligente para llevarlo a cabo? ¿Quién mejor que un robot para un cometido como ese? No estoy de coña, es que corren tiempos nuevos que nadie interpreta correctamente. Seguimos con ideas de siempre (todos), estrategias de pena (la mayoría) y tácticas de gente desconectada de la realidad (en general). Cuando la realidad haga ‘turn on’, va a ser divertido. El mundo sigue su curso hacia un escenario con poco empleo o hacia un tipo de empleo muy distinto. Todo lo que pueda ser automatizable, lo será. Periódicos sin periodistas, bibliotecas sin bibliotecarios, bares sin camareros, tiendas sin vendedores, empresas sin directores, taxis sin taxistas, hoteles sin recepcionistas, transporte sin transportistas, clínicas sin doctores y, quien sabe, parlamentos sin políticos. ¿Para qué se precisa un político humano?
Tecnología, pensiones y miopía política. El desastre bíblico que se avecina.
Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal.
Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal.
Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. Podemos seguir tocando la flauta, insistir en debates sobre banderines o atender a los chanchullos del político de turno, pero el problema se avecina y, al parecer, la decisión tomada por nuestros políticos es la de no hacer nada relevante y de valor que pudiera cambiar el asunto. Nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Lo jodido no es que esto parezca inevitable, no, lo peor es que en otros países las medidas para enfrentarse a este Miura es totalmente distinta.
Pero vayamos por partes. Parece ser que el Consenso Económico para el primer trimestre de 2019 refleja un deterioro progresivo de las expectativas de crecimiento de nuestro entorno. Algo que no hace más que reforzar la urgencia de la toma de decisiones, decisiones que de momento no hay manera que nadie tome con algo de luces largas. La desaceleración se extiende a la mayor parte de las economías del mundo y se puede ver con especial preocupación la situación de nuestra Unión Europea. ¿Porque pasa esto? por varias razones detrás de las cuales está una revolución tecnológica que va arañando las estructuras económicas mientras nadie hace absolutamente nada.
La primera es que la eurozona se desfonda. Muchos de los indicadores de la economía internacional reflejan una ralentización de la actividad. La pérdida progresiva de pulso en la actividad económica europea se prolongará durante los próximos meses. A las vez que el Brexit se enquista, la economía española va retocando sus previsiones de crecimiento desde hace meses a la baja de manera periódica. Así duele menos. La menor velocidad del aumento del PIB de otros grandes países europeos comprime la demanda externa y lo complica todo.
Sin embargo el gran asunto es cómo convertimos en una oportunidad histórica el hecho de abrazar un cambio socioeconómico provocado por un revolución industrial y tecnológica como nunca antes ha habido. El reto demográfico es el mayor desafío y riesgo social y económico al que nos enfrentamos y sólo la tecnología asociada y aplicada es capaz de darnos una solución. No hay otra. Ni la subida de impuestos, ni la inclusión constitucional de una pensión digna va a garantizar su estabilidad y supervivencia, ni pactos en Toledo o en Cordobilla de Lácara. Sólo será factible si conjugamos adecuadamente productividad, eficiencia, tecnología y garantías sociales.
No somos conscientes del desafío demográfico. Ni los ciudadanos ni las empresas ni los políticos entendemos en términos generales la gravedad del problema. Entre las opciones planteadas para abordar el reto las más respaldadas son la promoción de la inmigración ordenada, el fomento de la natalidad y, en menor medida, incentivar la actividad laboral de los mayores, si bien los encuestados creen que lo más eficaz sería adoptar todas a la vez. Pocos se plantean asumir que este modelo está finiquitado, que ya toca fondo y que es insostenible. No lo es bajo los parámetros de una economía incierta, analógica y dependiente de ciclos. Toca otra visión, otro modelo, toca equilibrar el valor tecnológico con el peso de lo social.
En España y el resto del mundo, la tónica dominante es de desaceleración de la actividad. Algo que acentuará cada vez más, gobierne quien gobierne, el problema demográfico y de pensiones. La renta universal se irá planteando como opción inclusive antes de tener el modelo resuelto. La idea que se nos va a presentar erróneamente, pues sólo será un parche, será una especie de jubilación flexible. Las dos razones más importantes de la no sostenibilidad del sistema español de pensiones son la disminución del número de trabajadores en proporción al de pensionistas y el aumento constante de la esperanza de vida. Teniendo en cuenta estos dos factores, y otros que amenazan la supervivencia del modelo actual, ¿cómo se puede plantear un sistema soportable? Con tecnología, con una economía capaz de producir más con menos. Con eficiencia, competitividad y con estrategia de transformación social y de estructura de crecimiento. Todo lo que ahora nadie plantea en ninguno de los programas ‘electorales’ que se presentan.
Como parches tenemos varias opciones. Ninguna resuelve el asunto de verdad, el de un mundo automático con menos empleo, empleos temporales y con cada vez más gente sin nada que hacer. Algo que evidencia la solución: un sistema productivo tecnológico, vinculado a la sociedad del conocimiento, reconvirtiendo industrias que ahora parecen muy eficientes pero que en breve lo dejarán de ser en un mundo global y apartándose del modelo de crecimiento cíclico y de escaso valor.
Escucharemos que sería bueno elegir la edad de jubilación, dentro de un rango amplio, sabiendo las consecuencias que dicha decisión tiene en términos de descuento o mejora de su pensión. También que, cualquiera que sea el criterio para elegir la edad de jubilación, se pueda compatibilizar de forma eficaz la pensión con la actividad laboral remunerada. Otros dirán que habría que ajustar automáticamente la edad de jubilación en función del aumento de la esperanza de vida. Parches, luces cortas.
Pues vamos a buscar el modo de que tú que rozas los cuarenta, y yo que rozo los cincuenta, tengamos pensiones dignas. De tus hijos y los míos no hay que preocuparse pues sus pensiones ya serán por definición ‘rentas mínimas’ a las que nosotros no llegaremos. Y es que, de momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar.
Y los escucharemos, a los políticos y derivados, hablar de que las pensiones por aquí o por allí, que hay planes de solución, modernización, impulso de la economía digital y meriendas de todo tipo. Pero la verdad es que hablar de digitalizar es ir muy por detrás de otros. De lo que hay que hablar es de inteligencia cognitiva. Hola Pedro, Pablo 1, Albert, Pablo 2, Santiago… ¿sabéis la diferencia que hay entre inteligencia artificial e inteligencia cognitiva? Sería interesante, así igual lo podríamos incorporar en los planes de desarrollo económico de una sociedad moderna y competitiva. Es sólo un ejemplo anecdótico de cuanto hay que poner en las comisiones de trabajo político.
Veamos el motivo. El motivo de la urgencia. En dos años, España ha caído cinco puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. Nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo. Atraemos talento y capital riesgo pero se rentabiliza muy mal. Países como Irlanda crean 146 startups al día, centralizan el mayor volumen de inversión anglosajona y generan más empleo tecnológico que nadie. Alemania lidera la tasa de robots y automatizaciones por habitante rozando el pleno empleo. Francia invierte un presupuesto público 23 veces más que el nuestro en el desarrollo de la Industria 4.0 esperando volcar el modelo de crecimiento actual lo antes posible. Las pensiones dependen de ello como decíamos. La garantía de cubrir las pensiones del futuro está más cerca de esos modelos que no del nuestro. Lo digo a título personal como futuro pensionista francés, irlandés y español por haber trabajado en todos esos países.
Y es que agota el debate político. Lo vivo en mis colaboraciones televisivas. Es imposible introducir temas de interés real y sólo es factible hablar de exhumaciones, lazos y fichajes sin interés en listas electorales. Seguimos siendo una potencia económica, cierto, pero persisten un enorme paro y un desequilibrio en el poder adquisitivo que desemboca en la creación de un estadio social llamado ‘pobre asalariado’. Un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser, algún día, por lo menos, un mileurista. Los que deberían de pagar las pensiones no están ni para pagar el alquiler.
Mientras España vive en la inopia, lo relevante sigue su curso. El 80% de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre ‘digitalizarse’ y ‘transformarse digitalmente’. Lo demuestra que sólo el 20% de las pequeñas y medianas empresas de España no usaba ningún tipo de solución de cloud computing. Apenas un 25% de esas mismas compañías apostó por formar a sus trabajadores en competencias digitales, lo que demuestra que, aunque hubiera un plan, de momento hay poca predisposición a aprovecharlo. Así va a ser complicado. Depende de que empresarios y trabajadores lo vean como prioritario pero también que alguien les estimule a verlo. Fiscalmente por ejemplo, como hacen un buen número de países que nos están adelantando y, de paso, asegurando sus pensiones.
Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Hay que darse prisa y hacerlo con inteligencia y conocimiento. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.
Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.
Y es ahí cuando de repente te tienes que zampar el discurso de que ‘los robots pagarán nuestras pensiones’ y que ‘deberán cotizar a la seguridad social’. Tela marinera. Hay quien considera, como decía al principio, que los robots nos lo van a solucionar todo y por arte de magia y sin estrategia previa. Algo que, me vais a perdonar es más que revisable. Un robot puede ser una pantalla táctil o un algoritmo informático. Un robot que no ves. Por lo tanto nunca habrá un robot que sustituya al humano y cotice por él, porque muy probablemente no habrá un robot, sino que sea algo intangible como un software. Por lo tanto, cuando hablamos de que un robot pague las cotizaciones sociales en realidad nos estaríamos refiriendo a que sea la tecnología la que cotice a la seguridad social más o menos. Por supuesto eso parece una soberana tontería.
Esto en realidad esconde lo de siempre: una subida de impuestos a las empresas. Y es una malísima idea. Un impuesto sobre la tecnología castigará los sectores que apuesten por un cambio tecnológico, por ser competitivos y exonerará a los que sigan sin apostar por un modelo menos tradicional y analógico. Estar en manos de esta gente es desesperante.
O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos.
Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez. La inercia, en este caso, solo conduce al desastre. Mi consejo, haz ahora lo que siempre has querido hacer, tal vez, cuando te jubiles no puedas pagártelo. Veremos a que llamamos clase media en unos años.
Pic: Rybakov
¿Cómo te imaginas el mundo dentro de 20 años?
Hace treinta y dos años me escribí a mí mismo. Es algo que que he hecho dos veces en mi vida. La primera de esas cartas me la remití el 10 de mayo de 1987 y en su exterior ponía “no abrirse antes del 11 de mayo de 2017”. La verdad es que estuve tentado abrirla durante mucho tiempo, pero a medida que pasaban los años, tomó más sentido esperar y no hacerlo. Os recomiendo el ejercicio. Lento pero intenso. Así empieza la conferencia que he paseado por muchos países durante los últimos tiempos.
Hace treinta y dos años me escribí a mí mismo. Es algo que que he hecho dos veces en mi vida. La primera de esas cartas me la remití el 10 de mayo de 1987 y en su exterior ponía “no abrirse antes del 11 de mayo de 2017”. La verdad es que estuve tentado abrirla durante mucho tiempo, pero a medida que pasaban los años, tomó más sentido esperar y no hacerlo. Os recomiendo el ejercicio. Lento pero intenso. Así empieza la conferencia que he paseado por muchos países durante los últimos tiempos.
Lo que sucedió al abrirla fue algo extraordinario. Lo importante no era si acerté o no en las previsiones de lo que la vida me depararía, sino que aquel que decía firmar, un tal ‘Marc Vidal de 1987’, no tenía mucho que ver conmigo en las formas, pero era completamente idéntico en el fondo al ‘Marc Vidal de hoy en día’. Al más puro estilo de un guión de Isabel Coixet, ‘era yo, pero sin mí’.
Ese ‘yo’ era un joven lleno de energía y proyectos, con un lenguaje distinto, con errores en la escritura que ahora me horroriza ver en algunos jóvenes, con fábulas y sueños inverosímiles. Era un tipo que creía saber lo que la vida me depararía. No voy a transcribir lo que dijo mi ‘yo’ que aun no era mayor de edad a mi ‘yo’ en la parte final de sus cuarenta y tantos. Ahora bien, si es interesante analizar aspectos que tenían que ver con el mundo tecnológico que imaginaba y compararlo con el que ha acabado siendo.
En 1987 imaginé un mundo con coches voladores, viajes cotidianos a Marte y una especie de videollamadas que exigirían una infraestructura importante. No pude, ni por asomo, imaginar Internet ni tampoco el uso actual de los teléfonos móviles. Explico algo acerca de un modo de comunicar sin cables y desde cualquier lugar, pero una tecnología que yo desconocía por aquel entonces, la red digital, iba a crear un mundo del que todo deriva actualmente. No pude imaginar ninguna disrupción en ningún ámbito porque la falta de conocimiento sobre lo digital lo impedía. Esa es la idea central a tener en cuenta cuándo nos piden imaginar el futuro: no conocer el avance tecnológico que lo va a cambiar todo. Lo habitual es que imaginemos la evolución de la tecnología existente. Por eso era imposible imaginar Facebook, pero si las videollamadas.
Y cuando me disponía a escribir una nueva carta ‘al futuro’ me llaman de Canal Historia proponiéndome que participe en la experiencia ofrecida por la Caja de las Letras, del Instituto Cervantes y que consiste en que una serie de personas dejen un ‘legado’ secreto en el Instituto Cervantes y que será abierto públicamente dentro de 20 años. El legado debería responder a ‘¿Cómo ve el mundo dentro de 20 años?’. En mi caso esta vez no ha sido un escrito, sino un video. No tengo claro en que formato o dispositivo ser verá. Siento curiosidad por eso.
Entre los que hemos enviado este legado para que se guarde en una caja fuerte hasta marzo de 2039 están personalidades como Antonio Garrigues Walker, Manuel Campo Vidal, Maria Teresa Fernández de la Vega, Fernando Mestú o Juan Eslava. Entre los que ya han participado en este desafío intelectual están Antoni Tàpies que en 2022 sabremos que imaginó en 2007, Luis García Berlanga que en 2021 veremos que pensó en 2008, Juan Marsé que el 21 de abril de 2009 escribió algo que será abierto en 2029 o Nuria Espert entre otros que 17 de mayo de 2011 dejó algo que se conocerá el 11 de junio de 2035, día en que se cumplirán cien años de su nacimiento. Figuras como Gabriel García Márquez, Juan Goytisolo, Jorge Edwards, Eduardo Mendoza o John Elliott también han participado.
En mi video legado, lo primero que me pregunto es si dentro de veinte años estaré vivo. Es algo que no me pregunté cuando hice algo parecido hace tres décadas. Curioso. En este caso, no obstante, hablo de lo que me apasiona y de lo que vivo hoy, no sé si en el futuro. Hablo de cómo me imagino nuestra relación entre humanos y máquinas inteligentes, cómo se estructurará nuestra economía dependiente y envejecida, como resolveremos la eficiencia energética, como nos divertiremos o como será, por ejemplo, la televisión del futuro. En ese video imagino una nueva profesión que me atrevo a pronosticar que será ‘la profesión mayoritaria en el mundo’. No lo voy a desvelar, para saber saberlo habrá que esperar a que abran ese legado en marzo de 2039.
Photo: Felix Hernandez
Políticos miopes hablando de una hipotética ‘recuperación' económica.
Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo.
Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo.
Y vamos a pasarlo mal. De nuevo. La magnitud está por definir pero es evidente que haber dado por finiquitada la crisis ha sido un error que vamos a pagarlo caro. Para empezar el mayor error cometido fue llamarle recuperación a la salida de la crisis. ¿Quién quería ‘recuperar’ el modelo anterior? ¿Sinceramente alguien considera que la solución al desastre es replicar la estructura económica que lo fabricó? De ahí que esa sensación de mejora económica se sustenta en sueldos bajos, contratos temporales o de media jornada, paro de larga duración, la tasa de jóvenes incapaces de ocuparse por primera vez más alta de nuestro entorno, una reducción importante de cobertura social, la liquidación del fondo de reserva de las pensiones, una contratación de aurora boreal de empleados públicos para maquillar las cifras y, finalmente, en un contexto de deuda pública rozando el 98% del PIB y un déficit sin dejar de subir.
Una recuperación hipotética que mantienen enarbolando unos y otros según la franja de legislatura que les atañe. Los primeros aseguran que, tras salvarnos del cataclismo, crearon los cimientos de una recuperación a base de reformas, decisiones difíciles y cuentos varios. Los segundos dicen que en ocho meses han logrado plantear estrategias para afianzar la calidad definitiva de la grave situación económica que hemos vivido en los últimos diez años. Y la verdad es que es de vergüenza ajena mires donde mires. Ni nos sacaron de la crisis ni se han creado los mecanismos para aprovechar la teórica bonanza.
España sigue siendo un país, como hoy se puede comprobar en los datos de empleo, dependiente de ciclos, sectores de escaso valor añadido y con un modelo inspirado en una economía que sigue sin mirar al futuro con garantías. Venimos de un enero nefasto. Los 204.865 empleos menos en el peor enero desde 2013 muestran que la subida del salario mínimo hasta los 900 euros, podría estar destruyendo 125.000 empleos netos y de golpe.
Un país en el que es muy complicado crear una empresa, por lo menos mucho más que en otros países. Siempre pongo el ejemplo de lo que me costó montar una compañía tecnológica en Irlanda. En total, tras todos los trámites, fueron unos 11 minutos. A partir de ahí pude empezar a trabajar, contratar personal y facturar. Durante tres años, si no alcanzabas los 300.000 euros de facturación anual no pagabas un buen número de impuestos. Digamos que eso lo facilitaba todo bastante. El número de empresas tecnológicas, el bajo índice de empresas que no superan los primeros años de vida y el nivel de modernización y ocupación de la economía celta es envidiable. Comparar es feo.
Pero sigamos. En un país en el que los que tienen que liderar este asunto siguen en sus asuntos, lejos de la realidad económica, lejos del drama de millones de personas y muy lejos de la capacidad de estructurar una estructura de crecimiento económico tecnológico, no se puede decir que ‘hemos salido de la crisis’. Un momento económico que parece desestimar el tsunami que se acerca por dos vías:
La primera ola vinculada a la economía tradicional en nuestro entorno, nuestros clientes. En la zona euro se prevé un crecimiento en 2019 del 1,5%, pero los signos de debilidad de la actividad y de la confianza se acumulan. El motor de la economía europea, Alemania, da muestras de estar roto. Ha reducido su previsión de crecimiento para este año hasta el 1% frente al 1,8% inicialmente previsto. Ll que se llama crecimiento nulo. En Francia el retraso en proceder a reformas económicas y a reducir el déficit público, está conociendo un fuerte bache de su economía, cayendo del 2,3% al 1,5%. Lo que se llama parón. Gran Bretaña ha hundido sus previsiones de actividad, que han bajado del 2,8% de antes del referéndum del Brexit al 1,3%. Lo que se llama darte un hostión. Italia, que ya ha entrado en recesión con una deuda pública del 132% del PIB. Lo que se llama ‘mirarse en el espejo griego’.
La segunda ola es menos evidente y suele tener muchos menos adeptos en la política o por desconocimiento o por abulia. Se trata de la sustitución de los modelos productivos, del modelo de crecimiento, de la tecnología aplicada indispensablemente a toda la cadena de valor nominal de la economía española. Los datos son muy preocupantes. El saldo por turismo en España se contrajo un 0,3% en 2018, hasta los 40.455 millones de euros. Aunque el sector turístico y de viajes registró un superávit de 40.455 millones de euros el pasado año, ese dato supuso una contracción del 0,3% en un ejercicio en el que el turismo sufrió un frenazo al crecer por primera vez en una década menos que el PIB. Que tu principal motor económico crezca por debajo del PIB no debería de ser una mala señal. Si eso fuera la evidencia de que hay otros sectores que crecen adecuadamente para sustituirlo como punta de lanza estaría bien, pero no es el caso.
Resulta que la industria española está peor de lo esperado y entra en recesión. El sector manufacturero español ha entrado en recesión por primera vez desde noviembre de 2013 al registrar 49,9 puntos en el índice de referencia PMI de febrero. Este índice cayó desde el nivel de los 52,4 puntos registrado en enero poniendo fin a más de cinco años de crecimiento continuo del sector industrial. El nivel por debajo de 50 puntos detecta ausencia de cambios en la actividad manufacturera y ese es el gran problema. Aquí no hay estímulos a la modernización, a la inversión tecnológica. Lo peor es que el Indice de Producción Industrial cayó un 3% en 2018, lo que es realmente muy preocupante al ser el país de la zona euro donde más cayó. Mucho discurso sobre temas que poco afectan a nuestra vida real y que como no se tomen medidas, urgentes y poco debate realmente importante sobre como pensamos afrontar la modernización del modelo productivo, la sustitución del empleo por automatismos, el liderar las tecnologías asociadas a la inteligencia artificial y las propuestas para que los emprendedores puedan competir con su entorno.
Es tan triste ver cómo el debate político sigue anclado en lo territorial, las políticas de género, la exhumación de Franco u otras cosas que aunque son importantes no son esencialmente estratégicas. No por lo menos para que nuestros hijos puedan tener un futuro sin hipotecas, sin subsidios que los aten de por vida o con una dependencia inédita de las políticas públicas. Todo importa, pero sin una creación de riqueza a medio plazo notable, competitiva y moderna no se podrá repartir nada y, entonces, a eso que llamamos recuperación de la economía le vamos a llamar recuperación de la crisis.
¿Cuál será el empleo de nuestros hijos? ¿De qué trabajarán?
Cena de amigos. Todos por encima de la edad imprescindible para ser Milenials. El tema de conversación gira alrededor de lo que deberían estudiar nuestros hijos si quieren tener empleo en el futuro. Hijos de entre ocho y catorce años que sobreviven en una primaria con pocos cambios o en un bachillerato exhausto, pendientes de una universidad que ofrece un catálogo cada vez más alejado de las necesidades en el futuro y cuyos valores suelen estar a años luz de los que nos ocupaban a nosotros. Y la pregunta siempre es la misma ¿de qué trabajarán nuestros hijos?
Cena de amigos. Todos por encima de la edad imprescindible para ser Milenials. El tema de conversación gira alrededor de lo que deberían estudiar nuestros hijos si quieren tener empleo en el futuro. Hijos de entre ocho y catorce años que sobreviven en una primaria con pocos cambios o en un bachillerato exhausto, pendientes de una universidad que ofrece un catálogo cada vez más alejado de las necesidades en el futuro y cuyos valores suelen estar a años luz de los que nos ocupaban a nosotros. Y la pregunta siempre es la misma ¿de qué trabajarán nuestros hijos?
Y la pregunta no debería ser es tanto en ‘qué’ sino ‘cómo’. Muy probablemente nuestros hijos se ocuparán de los mismos oficios, las mismas tareas y los mismos objetivos profesionales que nosotros pero lo harán de un modo muy diferente. A excepción de los trabajos repetitivos y automatizables, el resto seguirán dependiendo de la intervención humana. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes?
En una conferencia reciente pregunté a los asistentes si sabían a qué se querían dedicar sus hijos. La mayoría respondieron que sí. Solemos pensar que los anhelos profesionales de nuestros pequeños podrán cumplirse porque miramos el futuro con la óptica de nuestro pasado reciente. Y la verdad es que, aun sabiendo lo que quieren ser, ninguno de esos padres podía saber cómo serán las profesiones de sus hijos en la década de 2030. La dificultad para entender y predecir el mundo laboral al que se enfrentarán nuestros hijos que ahora están en primaria es gigantesca. Sin embargo lo que debemos preguntarnos es si realmente estamos preparándolos para la etapa de innovación y cambios más determinante que ha vivido la especie humana.
Cuando yo estudiaba primaria, en los años setenta, no había nada. Nada de lo que ahora me rodea. Nada de lo que ahora convierte mi vida en mi vida. Cuando empecé a trabajar aterrizaban los primeros indicadores de que mi mundo sería un mundo digital pero, ni de lejos, se podía interpretar lo que iba a significar eso. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar. Ahora entras en un coche, como entonces, y te conectas a un universo binario que permite distribuirte de múltiples modos. Me hubiera encantado que mi educación me hubiera preparado para un mundo líquido, cambiante, innovador y digital. No lo hicieron porque no era factible. Ni siquiera era probable. Nada hacía presagiar como serían los años noventa o el principio del siglo XXI. La ciencia ficción situaba a dos o tres siglos de distancia el mundo que ahora vivimos.
Mi hijo, iniciando la ESO, tiene claro qué quiere ser de mayor. Sin embargo, no lo será básicamente porque lo que ahora interpreta que puede ser su profesión seguramente será un desarrollo tecnológico automatizado quien lo ejecute. En su escuela lo forman bajo el precepto de que lo que le espera es previsible. No hemos aprendido nada. Que nuestros niños todavía asistan a clases de ‘informática’ es de aurora boreal. ¿Cómo será su mundo profesional? ¿Cómo se relacionarán personas, empresas y organizaciones en el año 2033 o 2038? No podemos saberlo pero deberíamos prepararlos para esa deriva para que extraigan beneficio. Una educación tecnológica y multidisciplinar que abrace el sentido de la disrupción, de la innovación y de lo imprevisible.
Cada año tengo esa sensación color sepia cuando llega el momento de comprar los libros de texto en papel. Sí, todavía se exigen. El motivo no sé si es educativo, cultural, económico, social o de insulto a la inteligencia colectiva. Un libro se puede descargar, actualizar cada año o a tiempo real, convirtiéndose en un concepto educativo sin principio ni final, más cerca de lo que va a ser el mundo en el que se van a tener que desarrollar nuestros hijos. Es sencillo crear contenidos digitales que se adapten al alumno y no alumnos que se adapten a un libro. Seguimos pensando con un prisma medieval en un mundo que está en plena erupción. No tenemos idea de cómo va a quedar la superficie tras esa lava en movimiento, pero lo seguro es que no se parecerá en nada al mundo que el sistema educativo actual dibuja en pizarras de exposición unidireccional.
Y es que esto nos lo debemos de tomar en serio. Quienes diseñan los programas, los que los transmiten y quienes los pagamos. O lo hacemos, o el pasado se nos llevará por delante sin haber visto ni tan siquiera el futuro. Es urgente que los que dicen gobernar y lo que aseguran quieren hacerlo, empiecen por definir una ley educativa capaz de resolver uno de los mayores problemas que puede tener la sociedad futura: la dura digestión de un futuro inminente, automatizado y sin el empleo que ahora ocupa al 50% de la gente.
¿Cómo vamos a preparar a nuestros hijos para un mundo sin el empleo tal y como lo conocemos? ¿Cómo los preparamos para que su modo de vida tenga que ver con la imprevisible textura que nos regala cualquier revolución tecnológica? Ellos son hijos de la tecnología más intensiva que jamás ha vivido la humanidad. No permitamos que desperdicien esa cualidad que les ha otorgado la historia. Permitamos que construyan el mejor mundo posible. Hagámoslo mostrándoles el valor que la tecnología nos concede para ser más humanos. Hagámoslo borrando nuestro modo de entender la educación y la preparación para el futuro.
Podemos intuir pero no saber. En seis meses todo lo que consideras que conoces lo puedes desconocer totalmente. La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, incluso, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. Es obvio que los avances tecnológicos obligan a sustituir personas en muchos lugares por inteligencia artificial, robots y automatismos. Pero no deja de ser cierto que muchas empresas que abordan esa transformación con energía y estrategia decidida alcanzan pronto resultados muy positivos que les lleva a contratar más personas para nuevos espacios laborales que no existían hace unos meses.
Si no tienes más remedio que participar en una de esas tertulias de sobremesa en la que aparezca el tema de la educación de tus hijos, su futuro laboral o derivados, piensa que lo que es seguro es que nada es seguro. Considera que en el futuro lo que no sea susceptible de ser sustituido por un robot o por un software tendrá un valor incalculable. Estimula la formación de tus hijos en los valores humanos, en la creatividad, en la intuición, en la ética y en la socialización. A mi hijo yo le he recomendado que, a pesar de que le fascina la robótica, que lea poesía y que no deje de estudiar filosofía.
Así se lo recomiendo a él y así lo recomendé a esta mujer que se me acercó tras una conferencia. Os lo replico de nuevo porque representa muy bien lo que pienso y ejerzo profesionalmente. Ella me preguntó qué debía estudiar su hijo de 12 años. No tengo ni idea qué recomendar, pero lo interesante no es qué carrera estudiar sino el desarrollo de habilidades concretas que se puedan ejercer a partir de funciones insustituibles por un software, porque todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable. Ella insistió.
¿Qué debería estudiar entonces? Y le dije algo que creo firmemente. ¡Que estudie filosofía! ‘¿Filosofía? Sí. Como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestra vida, estoy seguro que la visión ética y moral que un filósofo podrá aportar, será demandada cada vez más en las empresas. Se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta. ¿Qué libros le puedes recomendar? García Lorca o Dylan Thomas. ¿Poesía? Sí. toca reinventarse cada muy poco tiempo. Se acabó eso de ser lo mismo, en el mismo lugar y con las mismas coordenadas. Lo que nos quedará siempre es el valor añadido que supone ser humano. A medida que la tecnología vaya ‘deshumanizando’ mucho de lo que ahora contemplamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar ‘explicarles’ a las máquinas quiénes somos, qué esperamos, cómo consumimos y cómo sentimos. ¿qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?