Francia destina 23 veces más que España a impulsar al Industria 4.0.
Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.
Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.
Hace unos meses, durante un evento en el que ofrecí la conferencia 'La Industria 4.0 para conquistar el futuro', se presentó el plan público para fomentar la transformación digital de la industria española, el llamado ‘Industria Conectada 4.0’ que nació en 2015. Un proyecto que cuenta con un presupuesto inicial de 97,5 millones de euros procedente de la Secretaria General de Industria y Pyme. A esa partida se le debían sumar otras por parte de otras secretarias y ministerios. La iniciativa semi pública tenía (tiene) como valedores a empresas como Indra, Telefónica y Banco Santander y giraba (gira) en la creación de empleo cualificado pues el que se está creando actualmente con la llamada 'recuperación' no podrá soportar las pensiones futuras.
Con un orgullo incomprensible se expuso esa cantidad como si fuera algo excepcional. Hace falta mucho más, en líquido y en mostrar prioridades. Cierto que las comparaciones son odiosas pero hay veces que es bueno hacerlas pues permite saber si el importe destinado a algo está en ‘precio de mercado’ o no. Por ejemplo, Alemania destina algo más de 200 millones a un programa similar llamado ‘Industrie 4.0’. Corea del Sur ha destinado 1500 millones a su ‘Manufacturing Industry Innovation 3.0 Strategy’. China 1.100 millones en el ‘Made in China 2025’. Los Estados Unidos 900 millones al ‘National Network for Manufacturing Innovation’. El Reino Unido 500 millones en los próximos tres años en el ‘High Value Manufacturing Catapult’. Italia aproximadamente cuatro veces más que España en el ‘Cluster tecnologici nazionali Fabbrica intelligente’. Y Francia en su programa ‘Industrie du futur’ tiene programado gastarse 2.300 millones de euros.
Atentos, uno de nuestros rivales directos, Francia, tiene un plan en marcha que supone 23 veces lo que ha pensado invertir España desde el sistema público, el que debe estimular a quienes lideren el asunto. Un programa nacional que estime modernizar todos los aspectos productivos de un país y que lo sitúe en la vanguardia de esta Revolución Industrial exige abordar cuatro aspectos determinantes. La automatización, el acceso digital al cliente, la Información Digital y la conectividad. La división exige que desde la administración se tenga muy claro que con 97 millones escasos no se puede abordar un salto cualitativo. Los campos son cuatro pero cada uno de ellos exige una reflexión que en su conjunto conforman la transformación digital de toda una economía, una sociedad y un espacio en condiciones que dejar en herencia a nuestros hijos.
Para que el programa sea un éxito y no un ‘pdf’ la mar de bonito se debería poner énfasis formar a nuevos profesionales divulgando que significa Industria 4.0 y porque es determinante estar dispuesto a adoptarla. El problema para muchas empresas es la falta de talento y personal cualificado para asumir ese reto de transformación. Dramático. Para solucionarlo es imprescindible formar las competencias que se necesitan. De la destrucción de empleo masivo inminente debe nacer un nuevo espacio laboral diametralmente distinto. Hay que hablar con la Universidad, con la formación profesional y con los estamentos educativos. El mundo de mi hijo no será como este, su modo de emplearse tampoco. No prepararlo, no hacer nada al respecto, es ir directos al desastre. Se precisa estrategia, no táctica.
Y cierto es que como España crea empleo, la prisa en modificar las cosas se retrasa. Es aquel 'no toques nada que parece que ahora funciona' cuando no arrancaba la moto y finalmente se pone en marcha. Normalmente lo que pasaba es que el motor se está recalentando y se romperá definitivamente por no haberlo parado y engrasado. Se crea empleo, si, un empleo cuya cotización no aguantará las pensiones futuras. Un empleo que no moderniza nuestra economía. Dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido. Un empleo que no exige el reto de confrontar lo humano a lo tecnológico. En el futuro inmediato muchos países habrán reparado el daño que la automatización, la robotización y los modelos productivos vinculados la Industria 4.0 creando nuevos oficios, nuevas maneras de trabajar y, si me apuras, de ser. De vivir.
Es cierto que a los 97 millones hay que sumar muchos otros programas. Es cierto que hay grandes proyectos en marcha y que la guerra es diaria en miles de empresas para no dejar escapar el tren. Pero, ahora más que nunca, es imprescindible que se marque el terreno de juego, las reglas y las ayudas necesarias para que podamos ‘entrenar’ a lo que jugarán otras economías del mundo.
Estamos en la estación. Hay un tren anunciando su salida. Muchos pasajeros se preguntan si deben subir o no. Saben que sería interesante hacerlo pero quien debe animarlos a subir está mirando su reloj y nos dice ‘¡tranquilos habrá más trenes! Depende de nosotros también tomar algún tipo de medida. Podemos exigir que no nos dejen en el anden. Otra vez no.
Recuperación 'low cost'.
Europ Assistance publicaba un estudio hace unos días asegurando que los españoles vamos a viajar más este verano pero que nos vamos a gastar menos pasta. Más de la mitad, un 58%, prevé irse de vacaciones, 9 puntos porcentuales más que en 2016, aunque el presupuesto que destinarán al viaje será un 12% inferior al del año pasado, unos 1.600 euros. A estos datos unos hablan de ‘datos que ponen de manifiesto la recuperación de la economía’ y otros de ‘la expansión de un turismo cada vez más low cost’.
Europ Assistance publicaba un estudio hace unos días asegurando que los españoles vamos a viajar más este verano pero que nos vamos a gastar menos pasta. Más de la mitad, un 58%, prevé irse de vacaciones, 9 puntos porcentuales más que en 2016, aunque el presupuesto que destinarán al viaje será un 12% inferior al del año pasado, unos 1.600 euros. A estos datos unos hablan de ‘datos que ponen de manifiesto la recuperación de la economía’ y otros de ‘la expansión de un turismo cada vez más low cost’.
Hablar de recuperación no ayuda cuando se expone así. Es cierto que la cosa avanza, que las políticas desarrolladas en los últimos años algún efecto están teniendo, pero seguir anunciando el fin de una etapa muy dolorosa es, en ocasiones, una provocación. Hay demasiada gente todavía sin empleo, en situación precaria, que lo perdieron todo con uno de los centenares de miles de desahucios que se han producido en los últimos años. La desaparición de bancos y cajas a coste irreversible para todos y la precariedad de un empleo que imposibilita la emancipación de una generación desesperada lo hacen complicado de aceptar.
Hablar de recuperación es más que examinable. Venimos de muy abajo. Cualquier signo de mejora se evidencia numéricamente. Sin duda estamos mejor que hace un par de años y, con toda seguridad, estamos peor que dentro de dos. Vamos creciendo. Otra cosa es de que tipo de crecimiento hablamos, que grado de consistencia tiene, de que modelo se ha elegido o, peor aun, que no se ha podido elegir. ¿Alguna idea sobre cual va a ser el motor económico en los próximos cinco años? ¿Lo mismo? ¿Mantenemos el estímulo sobre sectores intensivos?
Como decía al principio, los españoles gastaran menos de vacaciones. Curiosamente no lo van a hacer por tener menos disponibilidad, no, sino porque para tener esa opción serán más cortas. De las 2,3 semanas del año pasado nos iremos a las 1,9 semanas este próximo verano. De ahí que el presupuesto familiar para disfrutarlas se reduzca un 12%. ¿Signo de recuperación o evidencia de un nuevo escenario que exige más trabajo por menos salario? La deflación del capital nos ha traído una deflación social que se nos presenta, entre otros modos, con la incapacidad de disponer de unas vacaciones como teníamos antes.
Por eso es complejo hablar de recuperación cuando realmente hablamos de una deflación estructural en todos los ámbitos de relación social y que, por cierto, no se arregla con las políticas de ‘Alicia en el país de las Maravillas’ basadas en más gasto social, más ayudas, más subvenciones, más impuestos, más y más. En todo caso eso será un parche parecido a aquel ‘Plan E’ que se fulminó 8.000 millones de euros alicatando baños o los 100.000 de un FROB con el que así nos ha crecido el pelo.
La excusa de hablar de turismo como ejemplo de una caída de gasto sobre el mismo no es casual. El turismo representa un modelo económico que poco o nada ha modificado su oferta. Sin embargo el mundo si ha cambiado su demanda. De Airbnb a los coches compartidos. Del carsharing a las experiencias de plataformas turísticas. De un día para otro, el sector se llevará una sorpresa mayúscula. Ese día detectaremos que el modelo de crecimiento de todo un país no podía depender así de nada. Ya lo hizo hace unos años dependiendo de lo inmobiliario. Así nos fue. Ahora dependemos de que los turistas no se vayan a otros destinos, que los españoles sigamos (aunque menos) manteniendo las vacaciones en casa y que, y esto es de aurora boreal, el turista del futuro inmediato no haga ni caso de la oferta tecnológica, socioeconómica, innovadora y ajustada a un modelo digital y circular como si hace el resto del mundo moderno.
El pasado martes impartí uno de los Workshops que ofrezco sobre Transformación Digital e innovación disruptiva al sector de la hostelería, concretamente al de la provincia de Barcelona. Fue muy interesante aunque realmente con diferencias notables con otros que he impartido en Irlanda, en Reino Unido o en Francia, y al mismo sector. Detecto que la tecnología no es un aliado en muchos casos, se ha convertido en una urgencia que genera problemas, ajustes y costes innecesarios. Percibo una especie de táctica al respecto y no una estrategia de innovación. La finalidad debe ser vender más y enfrentarse a un estado social y económico que, aun habiendo elementos para dudarlo, está en plena y brillante recuperación.
Pues eso, sigamos pensando que aquí, pase lo que pase, no pasa nada. Sigamos recuperándonos sin tomar medidas para que esa recuperación discurra en el territorio de lo que realmente garantiza un futuro. Un futuro automatizado y robótico, con debates pendientes serios y urgentes y que, by the way, sigue siendo una especie de fábula a la que no hacen ni puto caso ni los que gobiernan ni los que aspiran a gobernar. Un debate que otros, nuestros competidores, si están haciendo.