Marc Vidal Marc Vidal

Llámalas ‘Apps' mientras puedas, pronto no tendrán nombre.

Ya está disponible el número 5 de nuestra revista económica Westinghouse Future Economy. Puedes descargarla a partir del quiosco digital de Mediazines. En este número tratamos el papel que juegan las aplicaciones, las llamadas Apps, en nuestra vida cotidiana. Como siempre, os dejo con mi ‘editorial‘ y que encabeza el magnifico trabajo del resto de colaboradores. Realmente este mes se han superado.

Ya está disponible el número 5 de nuestra revista económica Westinghouse Future Economy. Puedes descargarla a partir del quiosco digital de Mediazines. En este número tratamos el papel que juegan las aplicaciones, las llamadas Apps, en nuestra vida cotidiana. Como siempre, os dejo con mi ‘editorial‘ y que encabeza el magnifico trabajo del resto de colaboradores. Realmente este mes se han superado.

Editorial: ‘Llámalas ‘Apps’ mientras puedas, pronto no tendrán nombre’ #WFE5

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La transformación tecnológica de nuestra sociedad pasa por conceptos como la impresión en tres dimensiones, la conexión de datos y objetos, la inteligencia artificial, el comercio electrónico, el big data y, como no, las aplicaciones que nos conectan con la vida en todo momento. Éstas últimas son, sin duda alguna, las que más normalizadas están. Todos tenemos nuestra colección de ‘apps’, todos estamos atados a una especie de racimo de programitas que nos hacen la vida, en principio, más fácil o más divertida.

Pero estamos procesando arquetipos que muestran los modelos iniciales de cuanto está por venir. ¿Recuerdas el aspecto que tenía una PDA? ¿Y lo que hacía? Tal vez ahora ves el reflejo de aquellas máquinas lentas y desconectadas en tu ‘smartphone’, de hecho algo hay, pero es increíble cuánto iba a evolucionar todo antes de que pudiéramos ni siquiera intuir el cambio.

Ya no hablamos de teléfonos móviles, de hecho no tiene sentido definir así a nuestro compañero inseparable, ese que tiene el poder absoluto de nuestra vida porque parte de ella está en su interior. Fotografiado, nuestro presente y futuro se mezclan con intereses, amigos, mensajes, órdenes, compras, ventas, métricas y, en resumen, nuestra existencia digital, que poco a poco va perdiendo el adjetivo y va convirtiéndose en sencillamente eso, nuestra vida.

Hace apenas unos meses se celebró en Barcelona el MWC (Mobile World Congress). Hubo muchos expertos que comentaron el poco valor de la sigla ‘M’ (se lo escuché decir al gran Genís Roca por ejemplo), la de Mobile. Decían que ya no tiene sentido y se debería cambiar por una ‘W’. Sería las de ‘Wareable’, queriendo escenificar un hecho absolutamente cierto, pues y es que todo cuanto ahora es tecnología, no sólo es móvil, sino ‘wareable’, es decir, que va con nosotros.

Hoy en día, todo cuanto va con nosotros es parte de nosotros mismos, y es en ello que aparece la máxima expresión de cuanto representa la fusión entre tecnología y humanidad, economía y vanguardia. Ya no es importante dónde estás, ni cuándo, lo determinante es qué tecnología llevas asociada.

Si a esto sumamos que la conexión absoluta entre las personas se ajusta a un desarrollo llamado ‘aplicación’ y que gracias a ellas los intermediarios, las cadenas de valor y los procesos productivos también están siendo trastocados de manera irremediable y absoluta, sólo nos queda intentar comprender por dónde va todo ese fascinante mundo de las ‘apps’. justo detrás de las más populares.

Desde aplicaciones capaces de ayudar a ver a invidentes, a las que ponen el conocimiento humano al servicio en línea de otros, hasta las que permiten mejorar la vida de pacientes con Parkinson. De todo hay y poco a poco irán desarrollándose otras que nos atravesarán de punta a punta como especie.

Permítanme la broma, sabemos que, tal vez, el MWC debería de llamarse WWC., tal vez, pero si quieren les dejamos otra W, la de Westinghouse para que lo acaben de redondear.

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El 'nuevo punto de vista'

Hace apenas unos tres años, cuando mi hijo tenía cinco y le pedí que ‘cambiara de canal’ en la televisión, su gesto inmediato no fue buscar el ‘mando a distancia’, su acción fue la de dirigirse a la pantalla y mover su dedo sobre ella. Antes de hacerlo recordó que esa no era táctil y rectificó sin apenas dar importancia. A su temprana edad ya mezclaba los dispositivos y, sin querer, predominaban los que utilizaba con mayor asiduidad. En aquellos días, mi iPad era su juguete favorito. Estoy convencido que pronto serán las Google Glass y cuando le pida cualquier información me temo que su gesto será frotarse el cráneo lateral.
Cuando imagino el mundo en el que vivirá mi hijo Max, cuando pienso en el futuro e intento abarcarlo con las ideas y datos que ahora gobiernan mi mente y la limitan, suelo comparar en como era mi universo inmediato hace apenas diez o doce años. Recuerdo un mundo sin redes distribuidas, sin hiperrelaciones que pudieran hacer comprensible que durante un almuerzo pudieras dejar de atender a tu compañero de mesa para responder un email ‘urgente’. Recuerdo cuando era de mala educación ni tan siquiera dejar el teléfono encima de la mesa.

Me viene a la cabeza que caminar por la calle, apenas hace un par de décadas era algo que se hacía sin contacto telefónico, sin gps y sin gadgets asociados. Eran tiempos en que para hacer todo lo que ahora logramos con un solo dispositivo precisábamos media docena. Un smartphone ahora fotografía, filma, ordena tu vida, almacena, gestiona, envia correos, permite escuchar música, la radio, ver la televisión, atender videoconferencias, etc. Eran tiempos en los que, cuando analizábamos los avances, muchos decían aquello de “eso no tendrá éxito, no lo va a querer nadie. Es caro y además, ¿quién va a ir todo el día con un teléfono tan grande?”. Hoy pasa lo mismo con las Google Glass por ejemplo.

No hablamos de un dispositivo, no hablamos de una herramienta, no es sencillamente un Gadget que se extiende desde nuestro teléfono inteligente para apoyarse sobre nuestra nariz. Es un objeto derivado de nuestra conciencia. Un enorme universo de opciones que se basarán, no en lo que es capaz de hacer, sino en lo que seremos capaces de entender sobre ellas. No es tanto que el ‘point of view’ cambie, cambiará por supuesto, es sencillamente que el patrón de relaciones entre las personas se sucederá con menos intermediarios.

Las Google Glass, y también las infinidades de marcas y modalidades que saldrán como salieron tras los primeros iPhones y iPads toda una serie de dispositivos derivados, serán capaces de suministrar información a tiempo real que podemos interpretar de anecdótica, pero también podemos encender el dispositivo que nos permite imaginar el futuro y seguramente veremos millones de personas vinculadas a un ‘device’ imposible de eliminar de lo cotidiano, de lo absolutamente necesario para establecer relaciones humanas y conexiones con las cosas.

No es ciencia ficción, ni tampoco un mero entretenimiento para ‘geeks’, es mucho más. Es la escuela del futuro como indican en la CNN. Es inminente toda esa revolución. En apenas cinco años todo será distinto. Será el modo de compra que viene, la gestión empresarial avanzada, la interpretación de una dimensión que los más pequeños asimilarán de inmediato y a otros nos va a tomar algo más de tiempo. Negándolo, muchísimo más.

Para mí la evolución de la vida se aferra a la tecnología. Defiendo que el uso de la tecnología otorga al ser humano un modelo de empoderamiento que la historia demuestra. Se puede usar bien o mal, pero la información y la transmisión del conocimiento que otorga esa tecnología nos hace más conocedores, más inteligentes y por lo tanto, más libres de decidir.

Os dejo con el video del The Arcanum que se produjo hace dos días y que dio una utilidad muy interesante de las Google Glass.

 

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Universo multipantalla

Ayer publicaron que mi cuenta de twitter había sido seleccionada como uno de los 20 perfiles más influyentes en materia económica según una publicación digital. Algo que no deja de ser una anécdota, pero que me hizo pensar en lo que realmente estamos viviendo y no nos damos cuenta. Hace cinco años publiqué mi primer twitt, que versaba acerca de las primarias demócratas en las que Obama no contaba demasiado al principio. Traté ese tema porque en aquel momento no había usuarios suficientes en España para crear una comunidad y la inmediatez que ofrecía era brutal para saber que pasaba a tiempo real en los caucus de Massachussets, por ejemplo. Recuerdo como en aquella ocasión los debates apenas los seguía por televisión y me enfocaba en mi computadora. Cuando pasaba a la televisión, abandonaba mi computadora. Ayer, siguiendo el segundo debate presidencial desde un hotel de Quito, noté que todo había cambiado.
Miraba la televisión, revisaba las opiniones en las redes con mi iPad, retocaba este post en mi Macbook, y enviaba mensajes desde mi iPhone sobre el evento a los que no tenían acceso a la emisión americana. Estuve inmerso en lo que se viene a llamar un mundo multipantalla o hipersocial cuando lo que hacemos es distribuir toda la información de manera estratégica.

Es curioso como han ido integrándose esas pantallas, dispositivos y modelos tecnológicos que me permiten interactuar y relacionarme con mi mundo inmediato e inmediatamente lejano. En este sentido, hace unos días el laboratorio digital de investigación de tendencias Think with Google presentó un informe titulado ‘El nuevo mundo multipantalla: comprendiendo el comportamiento entre plataformas del consumidor‘, que recomiendo leer pues se describen los modelos de consumo de información en los Estados Unidos y por derivación en breve en Europa. El informe explica que nueve de cada diez personas realizan durante su vida cotidiana diferentes actividades a través de teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras y televisores, ya sea de manera simultánea o bien una detrás de otra, según los datos recabados en este estudio que relató Juan Manuel García en La Vanguardia.

El televisor sigue siendo la plataforma a la que el consumidor estadounidense dedica más tiempo (43 minutos por sesión) pero simultáneamente utiliza otros dispositivos: principalmente el smartphone (49%) y el PC (34%). El 77% de quienes miran la televisión lo hacen con un dispositivo en la mano, a menudo con una tableta o un teléfono inteligente, que utilizan para realizar consultas online relacionadas con lo que están viendo en la televisión.

Uno de los datos más significativos señala que la del móvil es la pantalla con la que los consumidores inician la mayoría de sus actividades online. Los smartphones son, por ejemplo, el punto de partida de la mayor parte de las búsquedas espontáneas (80%). Esta primera interacción se transforma posteriormente en búsquedas más planificadas, que se realizan principalmente a través del ordenador o, en menor medida, de las tabletas.

El tipo de cuestiones formuladas por los responsables de la división de marketing móvil de Google en esta encuesta ya hacían prever el dibujo de este “nuevo mundo multipantalla”: “¿Cuántas veces ha empezado a leer un correo electrónico en el teléfono, mientras viaja, y luego lo sigue haciendo en su computadora portátil cuando llega a casa?”; “¿O quizás vio un anuncio de un coche nuevo y luego usó su tableta para buscar las especificaciones y verlo en acción?”. En definitiva, se trata de respuestas bastante predecibles, pero en cualquier caso el informe aporta datos concretos y define fielmente los nuevos comportamientos del consumidor actual.

Google considera los hallazgos obtenidos en este informe una evidencia de que aquellos que quieran conectar con conceptos sociales deben desarrollar campañas adaptadas a la tendencia de la gente a saltar de una pantalla a otra. Hace años que los usos económicos y sociales que nos rodea, evidencian que el usuario o cliente determina y la ley de la economía básica habla que la supervivencia de un producto se somete al principio de “más rápido, más barato, menos difícil”. La novedad es que ahora somos “más hipersociales” y estamos más preparados para “transmitir conocimiento” y hacerlo en un universo multipantalla como escenario cada vez más natural. Si estás pensando un negocio, piénsalo en varias pantallas a la vez. Sería algo así como la cuarta dimensión.

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