Economía, Personal, Sociedad Marc Vidal Economía, Personal, Sociedad Marc Vidal

2019, el mejor año de la humanidad. ¡Feliz 2020!

Vamos a acabar el año en positivo. Según muchos indicadores, 2019 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Es cierto que seguimos con males endémicos y problemas cuyas soluciones todavía parecen a años luz, pero sin embargo, en términos generales, el mundo está mejor que nunca. Desde que los humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años, este ha sido el año en que los niños han tenido menos probabilidades de morir o los adultos menos probabilidades de ser analfabetos.

Vamos a acabar el año en positivo. Según muchos indicadores, 2019 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Es cierto que seguimos con males endémicos y problemas cuyas soluciones todavía parecen a años luz, pero sin embargo, en términos generales, el mundo está mejor que nunca. Desde que los humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años, este ha sido el año en que los niños han tenido menos probabilidades de morir o los adultos menos probabilidades de ser analfabetos.

Cuando nacieron mis padres, casi en la década de 1950, la mayoría de la población mundial era analfabeta y vivía en la pobreza extrema. Para cuando yo muera, según la esperanza de vida actual en España, el analfabetismo y la pobreza extrema habrán sido erradicados. Es difícil imaginar un mayor triunfo para la humanidad que esta comparativa que afecta únicamente a dos generaciones. 

En 2019, como indica el artículo del New York Times ‘This Has Been the Best Year Ever’, todos los días de este año que ya termina, 325.000 personas obtuvieron su primer acceso a la energía eléctrica, más de 200.000 accedieron al agua corriente por primera vez y unas 650,000 se conectaron a Internet por primera vez en su vida. Cada día de 2019, cifras que no se habían producido a ese nivel nunca antes.

En 1950, el 27% de todos los niños seguían muriendo a los 15 años. Ahora esa cifra se ha reducido a solo un 4%. Max Roser, un economista de la Universidad de Oxford que dirige World in Data asegura que ‘si se te diera la oportunidad de elegir el momento en que nacer, sería muy arriesgado elegir un momento en cualquiera de las miles de generaciones en el pasado porque en todas ellas, excepto las últimas tres o cuatro, casi la totalidad de la población mundial vivía en la pobreza extrema. Hablamos del 90% de la gente. Además, las hambrunas y las enfermedades han sido comunes a todo ese tiempo. Lo mejor es vivir hoy, en este tiempo’.

escaping extrem poverty.png

Y viendo esas cifras, me pregunto porque seguimos atendiendo a noticias negativas constantemente. Los descubrimientos médicos se amontonan en la lista de conceptos que cambiaran nuestra vida a mejor en un breve espacio de tiempo. En este blog y en mis redes explico a diario cuales son. ¿Porque los periódicos y televisiones no encabezan sus portadas con algo así como que ‘Otros 170,000 salieron de la pobreza extrema ayer’? U otra opción podría ser ‘el número de personas que viven con más de 10 dólares al día ha aumentado en 245,000 ayer mismo’.

Hace medio siglo, la mayoría de la gente del mundo era analfabeta; ahora nos acercamos al 90 por ciento de la alfabetización de adultos. Ha habido avances particularmente grandes en la educación de las niñas, y pocas fuerzas cambian el mundo tanto como la educación y el empoderamiento de las mujeres. Además, curiosamente, cuando los padres confían en que sus hijos sobrevivirán a la vez que tienen acceso al control de natalidad, tienen menos hijos y el ciclo de crecimiento se equilibra y se hace más sostenible. Es terrible que cualquier niño muera en el mundo cada seis segundos, pero el día que se fundaba Facebook (por poner un hilo temporal reconocible), eso sucedía cada tres.

sharp gains in literacy.png

El objetivo de las Naciones Unidas de eliminar la pobreza extrema en 2030. La tecnología puede ayudar como nunca antes. La automatización, la inteligencia artificial, el uso de los datos, la robótica, la edición genética u otros avances médicos pueden lograrlo. Somos la primera generación en disposición de erradicar la pobreza global y hay que aprovecharlo. El mundo ha cambiado a lo largo de la historia y ahora es el mejor momento para haber nacido en términos generales. Sin embargo, como dice el Max Roser, ‘tres cosas son ciertas al mismo tiempo: el mundo es mucho mejor, el mundo es horrible, el mundo puede ser mucho mejor.

Tras esa reflexión global también es muy nutritivo hacer balance personal y confrontarlo al mundo en el que vivimos. En mi caso ha sido un año excepcional en lo personal y en lo profesional. Han sido más de un centenar de vuelos, veinte de ellos transoceánicos, para atender las casi cien conferencias ofrecidas este año en más de veinte países. Nuevos, y cada vez más importantes, clientes en nuestra consultora que se muestran muy contentos con el trabajo de transformación digital que les ofrecemos. Un nuevo libro tras dos años de trabajo. Más televisión y algunos reconocimientos como el TopVoices 2019 de Linkedin. En general, un buen año que no es más que el impulso para el próximo, en lo global como he expuesto al principio y en lo propio también. 

Permíteme un final típico pero necesario. Deseo para este 2020 que la tendencia global de mejora en todos los campos continue y, si es posible, se acelere. También, a todos los que me seguís en todos mis canales y redes, os deseo lo mejor para este año que viene. Hay mucho que hacer, mucho que aprender.

Leer más

¿Y si tus datos anónimos pudieran identificarte igualmente?

La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario. 

La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario. 

En los días en que nuestros movimientos son monitorizados en base al macro estudio solicitado por el INE a las operadoras de telefonía, este debate es interesante. Tengo claro que las garantías de que sólo se usan los datos de forma anónima y que no hay ningún complot para observarnos son absolutas. No obstante, me molestan dos cosas que distorsionan el hecho en sí. Por un lado que sea realmente muy difícil poder evitarlo de modo particular y, por otro, que se comercialice con esa información. En teoría, las operadoras van a transaccionar con el INE a partir de la oferta de los datos que nosotros generamos al movernos. 

No obstante, lo acepto, esos datos también son mercancía, casi sin saber nada al respecto, cada vez que utilizamos nuestros dispositivos en cualquier plataforma comercial, red social o aplicación. Y no nos quejamos demasiado. Solemos entender que tras esa cesión involuntaria muchas veces se esconde un beneficio u otro que nos hará la vida más fácil. Cuando el asunto es la administración pública nos intranquiliza un poco más pues no identificamos claramente cual es el beneficio que obtendremos. Hablan de facilitar la movilidad. 

Pero me preocupa la asimilación de comportamientos que deberían debatirse más ampliamente. Si a una rana la tiras a un cazo con agua hirviendo, al sentir que se quema saltará herida fuera del recipiente. Si a una rana que está en un cazo con agua fría vas poniendo de manera gradual agua cada vez más tibia y caliente hasta llegar a que hierva, esa rana morirá por costumbre. No se dará cuenta de que el agua quema hasta que sea demasiado tarde. A veces uno tiene la sensación que nos van echando, tanto empresas como administraciones, agua cada vez más caliente en el cazo que contiene nuestros datos. 

Es importante analizar de raíz que significa el uso anónimo de nuestros datos y si realmente, por el hecho de no asociarlos a una identidad concreta, están realmente a salvo de su identificación final. Pongamos como ejemplo a los científicos que han encontrado una manera de identificar prácticamente cualquier ciudadano a partir de cualquier conjunto de datos con el uso de tan solo 15 atributos. En principio se trata de características identificadas de cualquier perfil anónimo que no tienen asociada a ninguna persona concreta. Sin embargo, atributos tan simples como el género, el código postal o el estado civil sumados a tus registros médicos sin incorporar de quien son, pueden identificarte sin margen de error.

Es posible que tras dar tus datos en un ámbito de relación cualquiera, se te informe de que ‘se eliminaron tus datos de identificación personal’. De algún modo tenemos la sensación que una vez eliminado el link entre esos datos y tu identidad, éstos han quedado perfectamente ‘anonimizados’. Pero al parecer eso no es tan sencillo pues científicos del Imperial College London y de la Université Catholique de Louvain, en Bélgica, publicaron en la revista Nature Communications que habían ideado un algoritmo informático capaz de identificar al 99,98% de los estadounidenses de casi cualquier conjunto de datos disponible con tan solo 15 atributos básicos. Esos investigadores desarrollaron un método para volver a identificar a las personas a partir de fragmentos de lo que se suponía que eran datos anónimos.

Además aparece un interesante punto de análisis. En la mayor parte del mundo, los datos anónimos no se consideran datos personales; la información se puede compartir y vender sin violar las leyes de privacidad. Aun sabiendo que hay un mercado de datos global, que hay agentes dispuestos a pagar a brokers de datos anónimos acerca de preferencias en redes de citas, tendencias políticas, compras o selección de links favoritos, nos desinteresamos por ese hecho y continuamos con nuestra vida esperando que todo ello repercuta en un beneficio en algún momento. Esos datos vinculados entre sí, ahora ya sabemos que con tan sólo 15 atributos, se puede saber a quién pertenecen. De momento la demostración sólo se ha hecho con estadounidenses. Lo trascendente es que estos científicos publicaron ese código de software online para que cualquiera lo pudiera utilizar.

Para mayor preocupación, esta no es la primera vez que se demuestra que los datos anónimos no son tan anónimos como creemos. En 2016, se identificaron individuos a partir de los historiales de navegación web de tres millones de alemanes, datos que se habían comprado a un proveedor. Los genetistas han demostrado que los individuos pueden identificarse en bases de datos de ADN supuestamente anónimas por ejemplo. 

El debate no radica en la privacidad de los datos o si son para mejorar nuestra vida en un caso u otro, si son para el gobierno o son para una empresa. El asunto debe girar en sí realmente, cuando alguien nos pide esos datos con la oferta de que nadie sabrá a quién pertenecen, éstos realmente tienen garantía de ser totalmente anónimos o no.

Leer más

El ser humano es el ‘porqué’, la tecnología el ‘cómo’.

Es como cansino soportar día sí y día también escuchar que una horda de robots se van a llevar por delante nuestros empleos sin pedir permiso. Titulares sensacionalistas basados en sesudos estudios que se esfuerzan en crear una sensación de que la cosa pinta apocalíptica para todos y que, nos guste o no, nuestro futuro se parecerá a una habitación repleta de sueños tirados por el suelo, aparecen por todas partes. Hay países que eso lo evitan y, siendo los más robotizados como Alemania, están muy cerca ya del pleno empleo. Curioso. Muchos no paran de repetir que conviviremos con robots, que charlaremos amigablemente en el salón con ellos y, si nos lo proponemos, acabaremos teniendo un romance con alguno. El debate sobre un impuesto robótico o un mundo certificando la vida sin empleo sujeta a rentas mínimas de alto standing, está impregnando el mensaje oficial y llevándolo a un estado lisérgico totalmente ridículo.

Es como cansino día sí y día también escuchar que una horda de robots se va a llevar por delante nuestros empleos sin pedir permiso. Titulares sensacionalistas basados en sesudos estudios que se esfuerzan en crear una sensación de que la cosa pinta apocalíptica para todos y que, nos guste o no, nuestro futuro se parecerá a una habitación repleta de sueños tirados por el suelo, aparecen por todas partes. Hay países que eso lo evitan y, siendo los más robotizados como Alemania, están muy cerca ya del pleno empleo. Curioso. Muchos no paran de repetir que conviviremos con robots, que charlaremos amigablemente en el salón con ellos y, si nos lo proponemos, acabaremos teniendo un romance con alguno. El debate sobre un impuesto robótico o un mundo certificando la vida sin empleo sujeta a rentas mínimas de alto standing, está impregnando el mensaje oficial y llevándolo a un estado lisérgico totalmente ridículo.

Nos estamos preocupando de algo que sucederá en siglos si es que sucede. No nos preocupamos del planeta que le vamos a dejar a nuestros hijos y nos ponemos tensos con algo que no tenemos ni idea de cuando va a pasar. Los robots no tendrán conciencia nunca y lo que llamamos inteligencia artificial no es más que un montón de circuitos aprendiendo de la ejecución de rutinas en un complejo sistema experto. La inteligencia artificial la podemos nombrar, claro que sí, pero no es exacto establecer la relación entre ese modelo de razonamiento tecnológico y lo que hacemos los seres humanos. Los mayores especialistas del mundo, los que están en contacto diario con esa fórmula sintética de pensamiento advierten que estamos a años luz de lograr algo similar, tan siquiera, a lo que indican las películas menos llamativas.

A diario trabajo con empresas que nos solicitan entrar en la era de la transformación digital, en la implementación tecnológica necesaria para afrontar con garantías la Cuarta Revolución industrial y evitar, en la medida de lo posible, que su sector, su negocio, sufra de la disrupción que otros muchos sí están viviendo. Sin embargo, a medida que desarrollamos esos planes, en el proceso de cambio de esas empresas, detectamos que la realidad aparente, la que perciben o escuchan, no es la que les afectará en los próximos cinco años. Los robots, el software simula bien, ejecuta tareas de muchos tipos mucho mejor que nosotros, pero sin embargo no crean, no desde el principio. Ahí, en el modelo de gestión y en la integración de todo ello es donde debemos ser exactos y dejarnos meriendas diversas.

No hay expertos en esto de la Transformación Digital. No lo acepten. Cómo mucho hay especialistas. A eso aspiro y a eso deben aspirar los gestores del cambio en las compañías que han decidido iniciar el tránsito complejo y apasionante de modificar modelos de negocio y procesos de trabajo. Ser especialista es ocupar el tiempo en aprender. Es asistir donde los que están inventando un futuro con sus descubrimientos y desarrollos exponen su trabajo. Entrevistarse, compartir tiempo y trabajar con ingenieros en robótica, analistas en inteligencia artificial del, matemáticos que resuelven los vínculos entre el movimiento y el caos, biotecnólogos que experimentan con materiales sintéticos que sustituirán órganos, filósofos que analizan la repercusión ética de cuanto representa la innovación exponencial y, también, con las grandes corporaciones que preparan sus productos de un futuro inmediato a partir de la tecnología existente. Gente que está en Boston, Dublín, Silicon Valley, Tokio, Berlin, Barcelona y en infinidad de lugares. Todos ellos, o la mayoría, no hablan de un mundo próximo a la ciencia ficción. Explican con detalle donde estamos y donde vamos a ser capaces de llegar en un tiempo determinado. Como va afectarnos, como puede cambiar todo y hasta que punto. Sin embargo, avisan, que es imperativo estar atentos a la velocidad del cambio. A prepararnos socialmente, culturalmente y políticamente. Algo que, por cierto, sucede en muy pocos lugares.

El tiempo es un bien preciado y gastarlo en discursos interesados de políticos y medios asociados es un grave error. Esos discursos sobre el apocalipsis, sobre un mundo tecnológico que parece sacado de un cómic es perverso. Sirve para lo que sirve pero no es respetuoso con lo que pasa y pasará. De hecho es perjudicial. Muchas personas están en condiciones de adoptar su propia innovación íntima y se paralizan ante el aterrador escenario de verse inservibles. Hay empresas que deciden esperar a ver que sucede si es que el futuro va a ser tan automático, tan metálico y tan cegador. Se paran y no inician una hoja de ruta que exige un primer paso, no tan complejo, apasionante y potencialmente válido. Se paran porque llevan el susto en el cuerpo. Hay mucho discurso sujeto a la recopilación de discursos y poco discurso nuevo.

Y es que un cajero automático es un robot. No hacemos pelis de de cajeros automáticos porque no es ‘cool’. Es más interesante hacerlo sobre androides que llegan a tomar conciencia de su existencia y deciden, de un día para otro, liberarse de su condición de esclavo y tomar las riendas de su vida infinita. Y hay quien se lo debe tomar en serio. Hay, incluso, quien lo escribe en periódicos de gran difusión, lo explica en charlas, en televisión o donde haga falta hablar de tecnología futura que ni por asomo se acerca todavía. Lo que sí viene es la convivencia obligatoria entre avances inéditos y nuestro modo de vida tradicional, entre ‘chatbots’ capaces de simular nuestro lenguaje y clientes humanos, entre recepcionistas digitales y clientes que precisan servicios, entre robots que sustituyan a personas en trabajos repetitivos y seres humanos exigentes de servicios rápidos, eficientes y baratos. La hibridación entre hombres y máquinas será menos romántica y cinematográfica de lo que nos muestran. Tendremos que aprender a tratar con un chatbot, pero será eso, tratar. Nos ubicaremos en fronteras desconocidas, pero serán eso, fronteras. Debatiremos sobre el papel del ser humano en muchos tipos de trabajos y será bueno hacerlo pues, como siempre ha pasado, nos toca conquistar espacios que la tecnología nos va a entregar, no eliminar.

Eso es lo que viene, nada más. Eficiencia, optimización, cambio en el modelo de empleo y fórmulas cada vez más exigentes en la competencia entre empresas que demandará empleados muy distintos. La tecnología será la herramienta no el motivo. El ‘porqué’ seremos los humanos y los robots serán el ‘cómo’. Hoy en día el debate sobre el ‘futuro del trabajo’ se ha convertido en un negocio en sí mismo. Existe una aceleración innegable, pero esa aceleración puede ser más un buen modelo de diagnóstico optimista que una consecuencia negativa. Siempre ha sucedido y aunque es importante utilizar la historia con algo de recelo, hay mucho en lo que inspirarse para entender que este momento, por mucho que nos parezca inédito, no lo es tanto.

Están todos por ocupar el tiempo en esto. The Economist y New York Times han organizado conferencias durante los dos últimos años explorando la evolución del trabajo, al igual que las consultorías PwC, Deloitte y McKinsey. Muchos piensan que tras esta fase en la que el software ya analiza textos, los escribe, diagnostica enfermedades, conduce camiones y cocina, vendrá la eliminación del empleo de forma masiva. Algo así como pensó a finales del siglo XVI Elizabeth I. La señora negó una patente a la inventora de una nueva máquina de tejer automatizada porque temía que destruiría el trabajo de ‘jóvenes doncellas que obtenían su pan de cada día con esa tarea’.

Como es el caso hoy, los pesimistas a lo largo de la historia se han preocupado por el impacto de las nuevas invenciones en el valor del trabajo humano, mientras que los optimistas hemos señalado ejemplos anteriores (que se deben tomar con todas las reservas) e cómo la tecnología ha mejorado la condición humana años después. En 1933, el New York Times argumentó que la tecnología de la época tendría consecuencias por la amenaza de la edad de las máquinas. Decían ‘estamos asustados porque en el pasado nunca conocimos tal impulso, tal vibración, tal dislocación’.

En 1850 un grupo de sastres de Nueva York amenazaron a su patrón si no paraba la compra de máquinas de coser. En 1895, como ya expliqué en un post anterior, la ley de la Bandera Roja exigía que un tipo fuera delante de cualquier auto a motor por miedo a lo que eso supondría de riesgo al dejar el total control de potencia a una máquina en manos de un ser humano en lugar de en manos del instinto de los caballos.

En 1930, Keynes pronunció el término ‘desempleo tecnológico’ y aseguró que llegaría en 100 años la era de la abundancia y del ocio cuando las máquinas lo hicieran todo. Nos quedan 13 años. Hoy se dice que la gran amenaza de la logística es la impresión 3D. No digo que no. Quién soy yo para saber donde estará la disrupción de la logística, pero parece más interesante preocuparse de los actores que la están revolucionando como podría ser Amazon que por un mundo impreso globalmente.

Mecanógrafos, traductores, recepcionistas, contables, delineantes y así hasta centenares de ocupaciones lo tienen crudo. Cierto. Pero no es tanto pensar en los oficios del futuro lejano como pensar en los procesos del futuro inmediato. El mundo dentro de cinco años es el importante atendiendo lo que podemos predecir. El qué será dentro de doscientos es divertido imaginarlo con dos gintonics en el estómago a las tres de la madrugada pero tiene poco de científico o racional.

Y están pasando cosas. Obviamente. Cosas que no podíamos imaginar hace años. La innovación exponencial nos entrega la vida exponencial y es brutal. Su velocidad es la clave como decía y abordarla es esencial. Sin embargo debemos abordarla bajo la crítica exacta, el análisis correcto y dejarnos de cantos de sirena como dice Enrique Dans. Debemos contemplar este renacimiento exponencial que vivimos. Tecnologías que han explotado en los últimos años y que ahora se están conjugando en resultados concretos.

Las empresas, los trabajadores y los directivos deben adaptarse al cambio, abrazarlo y explorar su hoja de ruta en los próximos tres o cuatro años. Ir más allá, hablar de la inmortalidad del ser humano, de bodas entre robots y personas o de un futuro parecido a una película de ciencia ficción no es una buena apuesta. El miedo paraliza. El análisis genera parálisis. Es momento de, como siempre ha pasado, tomar decisiones estratégicas con lo que ahora mismo tenemos sobre la mesa: nuevas tecnologías, metodologías innovadoras y requerimientos inéditos. En cualquier caso, todo ello, precisará de humanos. Humanos formados en todo ello y empresas preparadas para ese salto cualitativo que, es cierto, va a toda leche.

Leer más
Innovación, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal Innovación, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal

La delgada línea entre modernidad digital y 'vintage' tecnológico.

El Times publicó en 1920 un artículo despiadado contra Robert Godard por haber pronosticado que algún día las aeronaves podrían desplazarse en el vacío. En 1903 y a pocas semanas de que los hermanos Wright lograran volar en un aeroplano, el propio New York Times, y supongo que la inmensa mayoría de personas razonables del planeta, dijo que eso de intentar volar era una de las mayores pérdidas de tiempo a las que nos podíamos dedicar. El presidente de IBM, Thomas Watson aseguró en 1943 que ‘el mercado de computadoras no dará para mucho más que cinco o seis en todo el mundo’.

El Times publicó en 1920 un artículo despiadado contra Robert Godard por haber pronosticado que algún día las aeronaves podrían desplazarse en el vacío. En 1903 y a pocas semanas de que los hermanos Wright lograran volar en un aeroplano, el propio New York Times, y supongo que la inmensa mayoría de personas razonables del planeta, dijo que eso de intentar volar era una de las mayores pérdidas de tiempo a las que nos podíamos dedicar. El presidente de IBM, Thomas Watson aseguró en 1943 que ‘el mercado de computadoras no dará para mucho más que cinco o seis en todo el mundo’.

"...We hope that Professor Langley will not put his substantial greatness as a scientist in further peril by continuing to waste his time and the money involved, in further airship experiments. Life is short, and he is capable of services to humanity incomparably greater than can be expected to result from trying to fly....For students and investigators of the Langley type there are more useful employments."

Source: New York Times, December 10,1903, editorial page.

Y así podríamos ir relatando infinidad de pronósticos acerca de cómo sería el futuro, que tecnologías lo gobernarían o de que modo la humanidad innovaría en un campo u otro. La tecnología que empujará los cambios más radicales no suelen estar presente en las previsiones. En pleno siglo XIX los principales científicos del mundo creían que si bien se iba a poder ofrecer viajes transatlánticos estos serían de la mano de globos aerostáticos y no en aviones. Es decir, sabemos que sucederán cosas pero no cómo. Confiamos en la capacidad humana de superar las barreras gracias a los avances tecnológicos pero desconocemos de que estará compuesta esa tecnología.

Ahora vivimos algo similar. Sabemos lo que vamos a lograr pero no cómo. O mejor dicho, sí creemos saberlo, pero seguramente todavía estamos pendientes de algún nuevo avance tecnológico que desconocemos, que queda por desarrollar, instalar y difundir. ¿Quién sabe si la Inteligencia Artificial depende de los avances actuales o el salto definitivo depende de algo que aún no hemos ni tan siquiera descubierto o creado? La impresión 3D sigue esperando algo que nos evite seguir avanzando en la compleja senda de los materiales sintéticos ¿su evolución exponencial depende de un descubrimiento químico inédito todavía?

Con todo cuanto nos rodea ahora en esta Cuarta Revolución Industrial pasará algo similar. Mucho de lo que ahora consideramos parte de la innovación, el globo aerostático que nos transportará a otros continentes, probablemente están siendo su propio límite y, en breve, aparecerá unos hermanos Wright dispuestos a imponer otra modalidad de viaje intercontinental que si pueda ser absolutamente eficiente y seguro.

Uno de los ejercicios que sugiero en algunas de mis conferencias busca reflexionar acerca de los cambios que hemos vivido en apenas un par de décadas. Es importante hacerlo y descubriremos cómo existen elementos en nuestra vida cotidiana que no logramos ya disociar de nuestro presente y lo contemplamos como si siempre hubieran estado ahí. El teléfono móvil, el teléfono inteligente, la conexión total a la red, la propia red de redes, el funcionamiento de nuestras relaciones a partir de un hecho social y digital, los procesos productivos, la cadena de valor, el paso de producto a servicio y otros. Todo ha cambiado, y muy rápido, pero lo desconcertante es que unos meses antes de cada avance disruptivo muy pocos eran conocedores de esas tecnologías.

Mirar una película de los noventa es muy nutritivo en este sentido. La información se buscaba en bibliotecas exclusivamente y las llamadas se fijaban en horario y desde unos habitáculos llamados ‘cabinas’. Mirar películas del inicio de este siglo también. Leer artículos de apenas hace unos cinco años sí que sorprende. Decenas de tecnologías determinantes, empresas e innovaciones no aparecen. Hagan el esfuerzo, servirá para tomar más en serio el anuncio ‘la inminencia de algún avance dramático’ apelando a que la tecnología que lo hará posible será distinta a la que ahora creemos que lo permitirá. El ejemplo más evidente es el de los coches autónomos.

Los primeros vehículos sin conductor legalmente en movimiento por nuestras carreteras será algo habitual mucho antes de lo que pudiera parecer. Por lo menos es mi deducción y la de muchos analistas. No hablamos de décadas, seguramente mucho menos, tal vez una. Lo importante es que esos autos no serán autónomos gracias a un sistema GPS, a unos sensores, láser o radares, sino que lo serán de algo pendiente de implementar todavía. Ese avance definitivo logrará que esos coches piensen cosa que ahora no hacen. La diferencia entre que un auto se detenga porque un radar le dice que en frente hay un ser humano y si continúa lo mata y que un auto se detenga porque sepa que significado tiene que el ser humano muera será el factor definitivo. Falta todavía mucha tecnología por desarrollar pero no duden que llegará y, cómo viene sucediendo últimamente, cada vez más rápido.

A todo esto, importante ir pensando como será la sociedad resultante e inminente, de que modo nos organizaremos, que pasará con la Renta Mínima Universal en un mundo sin empleo, como interactuaremos en un mundo automático y de cuales serán las habilidades que esas tecnologías exigirán. En breve lo comentamos. 

Leer más
Economía, Negocio, Politica, Prensa, Sociedad Marc Vidal Economía, Negocio, Politica, Prensa, Sociedad Marc Vidal

Cuanto antes aceptemos esta revolución antes lograremos disfrutarla

Hay sectores que son más sensibles a los cambios o los perciben con mayor intensidad. El mundo de la comunicación, por el mero hecho de ser tecnológicamente proclive a adaptarlos y así corresponder con el universo cambiante de sus clientes, se convierte muchas veces en la antesala de los cambios más interesantes en el futuro inmediato.
Hoy sabemos que Google amenazó con desindexar en sus búsquedas a diversos medios de comunicación alemanes que, por vía legislativa, exigen al gigante americano pagar por los contenidos indexados que el primero posea de los segundos. De hecho lo que hace Google es dar un paso atrás ante una incomprensible normativa, atendiendo a los tiempos y al formato de lo que hablamos, y decidir darle la vuelta al asunto.

Ahora Google genera casi medio millón de páginas vistas en esos medios gracias a que los alemanes acceden a la información previa búsqueda. Los enlaces que se generan proporcionan beneficios con toda seguridad. De hecho, Google cifra que esos 500.000 accesos a páginas de noticias alemanas proporciona entre 12 y 16 céntimos de euro.

Lo cojas por donde lo cojas cuesta entender la lógica de la normativa atendiendo a un universo con la cadena de valor tradicional distorsionada por los bits. A partir de ahora Google solo mostrará el títulos y el enlace. Ya no sumara ni imágenes ni contenido. La deconstrucción de procesos se instaló ya en nuestro modelo productivo y de gestión. Nuevos se van creando y nuevos son los modelos que los ejecutan. Ya nada es tan claro como diferenciar entre generador de contenido, soporte donde publicarlo, consumidor, intermediario, gestor de acceso, interpretador de titulares, opinador, establecimiento de flujos de lectores, estimulador de plataformas que redirigen el tráfico, etc. Si en apenas unas décadas todo el plan de gestión de una empresa era el de tener claro cada día lo que le tocaba a todo el mundo hacer, eso ha cambiado radicalmente.

En esta guerra, que podría reproducirse en otros países como España donde tenemos normativas del siglo XIX aprobadas en el XXI, Google avisa que está dispuesta aceptar la petición individual de cada uno de estos medios para que sus contenidos sean indexados al completo de forma gratuita. La verdad es que no admitir el beneficio que le da a los medios de comunicación este tipo de accesos es surrealista.

Y en esa guerra estamos. Tiene que ver con la aceptación de nuevas reglas basadas en un innumerable volumen de nuevas herramientas, un universo que casi hace ridículo mantener ‘por que si’ las aduanas del pasado. Si queremos preservar las hectáreas de conocimiento, razonamiento, información, debate y distribución de la inteligencia que el periodismo supone, deberán poner de su parte. Menos subvenciones para soportar redacciones del siglo XIX, menos leyes que estrangulen el progreso y la lógica de nuestro tiempo y más implicación social y empresarial en la construcción de los canales por los que nos hacemos mejores ciudadanos gracias a la información.

Si la prensa quiere ser negocio no debería de agarrarse a un modelo de pago, protección y negocio que, por suerte o desgracia, tiene que ver con la vida actual. La prensa del futuro inmediato es un negocios adecuado a nuestro nuevo tiempo tecnológico, social, inmediato, robotizado y automático, pero garantizando el implacable factor humano que repercute en el análisis de nuestra realidad y ese factor también esta en el nuevo modo en el que el usuario-lector accede a la información. Eso ya no es un patrón reservado a la decisión de un poderoso que ahora se encuentra con otro poderoso que le ha cambiado las reglas. Unas reglas que mientras le fueron bien ni quiso tocarlas. Google ahora es más poderoso que todos los medios juntos y eso molesta a quienes atesoran siglos de monopolio informativo. Y apelar a que Google News es un ‘monopolio’ y por eso hay que exigirle un canon es, o no entender el momento y de que se compone o voluntariamente procurar que las cosas no evolucionen cuando te van en dirección contraria a donde te interesa.

En plena batalla por la adecuación de los medios este cambio de época, algunos se esfuerzan en delimitar no ilimitado y otros toman decisiones duras que esconden los pliegues del futuro. Los propietarios del periódico The New York Times anunció que iba despedir a un buen número de trabajadores para hacer frente a la pérdida de ingresos por publicidad e invertir en su futuro digital.

Obviamente no es el único medio escrito que hace esto, ni será el último, pero el discurso contrario e inmóvil que mantuvieron en el pasado cayó por su propio peso. Hay que pensar que vamos a hacer en un mundo donde millones de acciones desarrolladas por humanos en breve las harán sistemas inteligentes. Como hicieron nuestros antepasados en cada Revolución tecnológica, nos toca a nosotros protagonizar esta, mucho más rápida, radical seguramente e intensa. Alégrate, estás en medio de una franja de la historia irrepetible.

Leer más