Economía, Negocio Marc Vidal Economía, Negocio Marc Vidal

Los mejores países para hacer negocios. Suecia 1°, Irlanda 4° y España 29°.

La Revista Forbes ha publicado la lista de los mejores países para hacer negocios. Una lista que encabeza Suecia, Nueva Zelanda, Hong Kong e Irlanda y en la que España ocupa el puesto 29. Una lista en la que se tienen en cuenta únicamente eso, la facilidad para hacer negocios. No obstante, al revisar esos países vemos que el nivel de desarrollo comparado con los últimos años, y su evolución, determina la relación entre esa posición y el equilibrio social y económico que tienen.

La Revista Forbes ha publicado la lista de los mejores países para hacer negocios. Una lista que encabeza Suecia, Nueva Zelanda, Hong Kong e Irlanda y en la que España ocupa el puesto 29. Una lista en la que se tienen en cuenta únicamente eso, la facilidad para hacer negocios. No obstante, al revisar esos países vemos que el nivel de desarrollo comparado con los últimos años, y su evolución, determina la relación entre esa posición y el equilibrio social y económico que tienen.

Me gustaría tomar como ejemplo de análisis a dos países que están bien situados y destacar la diferente política impositiva que tienen para empresas especialmente. Hablo de Suecia (crecimiento del PIB del 4,2%) y de Irlanda (con un increíble crecimiento del PIB del 26,3%). Ambas están bien posicionadas pero, mientras que la presión fiscal en Suecia es alta, la de Irlanda no lo es tanto. A la clasificación final la afectación de este punto no depende tanto de una tributación baja sino de un buen equilibrio entre lo que se paga y lo que se recibe y, sobretodo, de la relación entre éstos y el entorno para hacer negocios que se derivan. Irlanda ha mantenido los impuestos a empresas muy bajos y Suecia los ha reducido notablemente en la última década.

En el cuarto puesto, como decía, está Irlanda. Allá por 2008 estalló la burbuja inmobiliaria en el país celta. Un par de años después los gobiernos europeos y el Fondo Monetario Internacional enviaron a Irlanda un paquete de rescate de de más de 85.000 millones de euros para apoyar las necesidades presupuestarias del país y sujetar al sistema bancario. Tres años después, en diciembre de 2013, salió oficialmente del rescate europeo.

A pesar de sus problemas económicos, Irlanda mantuvo un ambiente muy favorable para los negocios durante todo ese tiempo. Demostró un buen nivel en todos los ámbitos que miden la facilidad de los negocios y, de hecho, es la única nación que se encuentra bien situada en los 11 indicadores que examinan a todos los países. A la vez, logró mantenerse en el nivel más bajo de carga tributaria equilibrándolo con el más alto en protección del inversionista y de libertades personales.

Uno de los factores que más influyen en este modelo de medición es el volumen de inversión recibido del exterior. En concreto la Cámara Americana de Comercio publicó un informe que mostraba que las empresas estadounidenses invirtieron en Irlanda más de 129.000 millones de euros en los años de mayor crisis, lo mismo que en los 60 años anteriores sumados. Irlanda, también, fue el cuarto mayor receptor de inversión extranjera directa de EU.

Ahora bien, los salarios cayeron un 17% en ese mismo período. El desempleo se recuperó a un nivel desconocido gracias a un motor inesperado. En la actualidad hay más de 1,000 empresas en el extranjero con presencia en Irlanda que emplean a casi 200.000 personas en un mercado laboral de menos de 2 millones.

En el otro lado del modelo impositivo está Suecia. La mejor clasificada. El gobierno de Suecia redujo las prestaciones por desempleo y discapacidad para fomentar el empleo en un momento determinado. Los impuestos siguen siendo muy altos pero los impuestos pagados como porcentaje del beneficio han caído ocho puntos porcentuales durante la última década y la clasificación de la carga impositiva del país en facilidad para hacer negocios del Banco Mundial ha mejorado 11 puntos durante el hora.

Pero si algo caracteriza a Suecia es que es la sede de algunas de las marcas más importantes del mundo. Hablamos de Volvo, Electrolux, Ericsson, IKEA y H&M. Sin embargo, lo que caracteriza el nuevo modelo de crecimiento sueco es que se ha convertido en un refugio para las empresas de tecnología más relevantes del planeta. Algo que también disfruta Irlanda por cierto. De ahí han salido empresas como Skype, Spotify, SoundCloud, King Digital (Candy Crush) o Mojang (Minecraft).

Estar bien clasificado en esta lista no te da la felicidad. De hecho no mide eso. Tampoco el estado real de la economía pero si las posibilidades de desarrollarla y de enlazarla con las necesidades futuras del país. Especialmente es interesante descubrir como algunos territorios muy avanzados en modelos económicos sostenibles y de economía circular están entre los mejor posicionados. Lo que realmente examina son las expectativas de cada país para afrontar el futuro y, de nuevo, España no sale muy bien parada. Fiscalidad compleja, reformas cosméticas y mucha burocracia no lo facilitan. Pero si hay algo que cada vez tiene más importancia y que nos aleja aun más de ser un buen lugar para hacer negocios, es la inexistencia de una hoja de ruta en Nueva Economía que cada vez es más determinante para afrontar el futuro de nuestros hijos con garantías.  

Los factores que miden esta clasificación son los derechos de propiedad, innovación, facilidad de acceso a las TIC, impuestos, tecnología, corrupción, libertad (personal, comercial y monetaria), burocracia, protección a inversionistas y rendimiento del mercado de valores. Los datos provienen de los informes publicados por las siguientes organizaciones: Freedom House, The Heritage Foundation, la Alianza de Derechos de Propiedad, Transparencia Internacional, el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial. 

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Holografía, m-commerce, realidad aumentada ¿Preparado para el comercio electrónico inminente?

Si eres vendedor te habrás dado cuenta ya. Si eres comprador también. Si eres las dos cosas obviamente lo tienes muy claro. Cada vez más el uso de un dispositivo móvil se ha convertido en el puente entre el comercio y el consumidor.

Si eres vendedor te habrás dado cuenta ya. Si eres comprador también. Si eres las dos cosas obviamente lo tienes muy claro. Cada vez más el uso de un dispositivo móvil se ha convertido en el puente entre el comercio y el consumidor. Si bien el teléfono móvil (cada vez es más absurdo llamarlo así) sirve para acceder a miles de contenidos y aplicaciones, a intangibles, ahora eso va tomando cuerpo y convirtiéndose en un mecanismo de acceso comercial, información y transacciones. Los estudios reflejan que los consumidores utilizan el llamado m-commerce cada vez más. Por cada dólar que se gasta en una tienda de proximidad, el comercio electrónico móvil genera 19 dólares. Los que conocemos los datos algunas tiendas online sabemos que el vuelco de los últimos meses hacia la venta en dispositivos móviles es ya, incluso, superior al que se realizaba desde computadoras de sobremesa y ya ni digamos en tiendas físicas.

Técnicamente, una vez se ha normalizado la venta electrónica y generalizado su uso, es el m-commerce el que crece más y de manera más significativa. El móvil se está convirtiendo en el epicentro cada vez más habitual de las compras de los consumidores y las previsiones es que este mercado siga creciendo mucho. Las previsiones son que en 2019 el 45% de todo ecommerce se realice desde terminales móviles.

Los estímulos y características que irán marcando ese trasvase hacia la venta móvil serán de todo tipo y como explica Global Money Report se basarán en varios aspectos. Elementos que van emparejados entre venta digital, uso de dispositivos móviles y dinero electrónico metido en una billetera digital. Los bancos aun están pensando de que va todo esto por cierto.

  1. El pago móvil en tienda física se generalizará. El 12% de personas que han hecho un pago de proximidad en los últimos seis meses lo han hecho a través del sistema NFC contactless y otro 7% lo hizo via ‘plug and play’. Otro porcentaje creciente es el de canjear cupones desde el móvil en venta física.
  2. Una vez se supere la falta de confianza de los consumidores que amenaza el progreso del dinero móvil, su crecimiento será exponencial. El 34% de los consumidores sitúan la seguridad en la cúspide de sus preocupaciones en este modelo de compra. El 11% ‘no confían en la seguridad’ de dinero móvil, el 9% asegura que le da miedo dar tanta información privada, el 8% dice que los sistemas no son seguros y el 6% no confía en el comerciante. Como ya paso con el ecommerce, es cuestión de tiempo. Poco.
  3. Para mí el punto más interesante es el que conceptualiza una nueva realidad digital, socializada y que tiene que ver con la ciudad del futuro. Hablamos de la reinvención de la calle comercial. El 58% de los encuestados por GMR dijo que habían ‘encontrado algo que querían comprar mientras navegaban en un móvil y luego lo compraron en una tienda física’. El 28% de ellos lo intentaron en una tienda digital desde el móvil y no fue una experiencia fácil.

Ese intento de compra que no se materializó, ¿habrá sido en tu tienda? Esto va rápido. En la película Minority Report, película basada en pleno 2054, la navegación por los sistemas informáticos de los protagonistas transcurrían en un interfaz digital manejado con el movimiento de las manos y algo de voz. Una especie de extensión cerebral que nos pareció, en su momento, algo lejano. No vamos a esperar tanto. Microsoft Ignite ya ofrece prototipos parecidos que, utilizando realidad aumentada y computación basada en gestos y voz, conectan el hombre y la máquina hasta límites que hace bien poco parecían imposibles.

Pero hay más. Déjame ponerte otro ejemplo. HoloLens puede mover un plano holográfico en tres dimensiones para que un arquitecto muestre lo que va a hacerse y todo ello vía Skype. De un edificio se pasará a un modelo humano y en breve tendremos conversaciones tridimensionales que abandonarán la pantalla tal y como la conocemos. Pronto no sólo venderemos o compraremos a través de un móvil, lo haremos conceptualizando las tres dimensiones, entraremos técnicamente en un espacio comercial sin salir de casa. Si lo ves lejano, si no lo contemplas como algo que tu comercio debe tener en el punto de mira, más pronto que tarde te darás cuenta que pasó otro tren.

Asesórate a tiempo real de por donde van a ir los tiros. No es preciso que tu sepas de todo. Hay quienes nos encargamos de eso. Tu dedícate a vender, deja a otros la dirección de esos cambios. Pasa tu tienda a un entorno digital si aun no está, procura que sea mejor y se adapte a los métodos de conversión que ahora se necesitan para vender, prepárate para el futuro inminente y hazlo estratégicamente pues resultará más eficiente y barato preverlo que hacerlo urgentemente. El futuro de tu ecommerce depende de que te prepares, lo adaptes. No se trata de estar, consiste en estar bien.

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Economía, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal Economía, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal

Conocimiento ‘low cost’ e inteligencia ‘premium’

Eso de que ‘todos somos iguales ante la Red‘ podría estar viviendo sus últimos meses. Hasta la fecha, Internet y los servicios que se derivan son accesibles de un modo similar y en las mismas condiciones por todos. La Red es lo que es precisamente por eso. Ese principio ha supuesto el mayor estimulante para el cambio radical que ha vivido el planeta en apenas un cuarto de siglo y esa consagración está ahora en jaque.
La Comisión Nacional de Comunicaciones de Estados Unidos está preparando una norma que podría poner fin a al principio de ‘neutralidad de la Red’. La votación a finales de año tiene muchas probabilidades de aprobarse. Al parecer se debe a la reclamación de las operadoras de telecomunicaciones en los últimos años. De hecho se basa en una sentencia judicial a favor de Verizon, que demandó a la FCC por prohibirle establecer diferentes velocidades de descarga. Esta reforma puede permitir que las empresas de telecomunicaciones concedan mayor velocidad a aquellas empresas que requieran grandes velocidades de acceso a la red siempre y cuando paguen un precio extra. Es decir, la creación de dos ‘Internets’ una de pobres y otra de ricos.

Este debate parece solo abierto en Estados Unidos pues en Europa seguimos con otros temas más importantes como los agujeros de seguridad de un navegador u otro.

La derivada inmediata será el encarecimiento de todo cuanto ahora es ‘low cost’ y que está, según nos dicen los interesados, ‘destruyendo’ la industria del cine, la música y otros. A partir de un momento determinado las empresas de streaming como Netflix, Amazon Instant Video u otros, deberán pagar mucho más para acceder por la vía rápida. Así mismo esto le pasará a Skype, Google Hangout y las compañías que se dedican a dar servicios de llamadas VoIP, videoconferencias y derivados.

En un primer momento quien pagará ese sobre coste será el usuario final que tendrá cuotas por servicios ‘on demand’ o tarifas planas mucho más caras. Sin embargo a medio plazo las empresas que viven casi enganchadas a cualquiera de esos servicios de transmisión de datos masivos se verán obligadas o a reducir sus conexiones o a encarecer sus productos en segunda instancia. Está claro que se avecina un tropiezo monumental respecto al progreso de la humanidad.

Facebook, Twitter, Yahoo y Google dependen de esa neutralidad en la red y medidas de este tipo incomodarán a sus ‘clientes’ o usuarios. Dependen de la ‘gratuitidad’ de sus modelos para facilitar la masa crítica, el long tail y la acción publicitaria como principal factor de supervivencia. Muchos, como Skype, ya han acusado a algunas operadoras de ralentizar su servicio cuando perciben que se sobrecargan sus mecánicas. Aseguran que cuando el servicio es deficiente es por una mala práctica de las operadoras de telefonía en datos para que el ‘cliente’ regrese a la llamada tradicional.

Sin embargo a mi me preocupa que una medida de este tipo pone claramente el peso de la balanza en las grandes empresas y deja a las más modestas en una posición que el mundo analógico ya nos garantizaba. La red permite ahora que una pyme en un pueblecito de Huesca ofrezca un escaparate en la red ágil y eficiente a nivel de cualquier mastodonte de California en la venta de productos por la red porque tienen conexiones y accesos similares.

Es cierto que como usuario de Internet ya estamos viviendo diferentes velocidades de conexión. Las diferentes modalidades de conexión en 3G, 4G, ADSL o fibra ofrecen un catálogo para el cliente final. Pero ese cambio de patrón en las velocidades de Internet podría estar buscando dar una vuelta de tuerca más a eso que tanto preocupa a nuestros ‘dirigentes’ de medio mundo: controlar. Una autopista de la información de peaje es menos peligrosa. Si para tener un buen acceso a la red debes tener una conexión superior, la información a la que podrás acceder también será menor o de peor calidad. El riesgo es que la información se distinga entre el conocimiento ‘low cost’ y la inteligencia ‘premium’.

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¿Es tu hora?

Aviso que en el último párrafo debería ser el primero, pero como todo en la vida, hay que empezar por el principio. Un principio que se sujeta a una lectura. Cuando leí que Martín Varsavsky (Fon), Anill de Mello (Mobuzz), y Michel Jackson (Skype) desestimaron utilizar Alcobendas a cambio de ir a Suiza, como sede central de una compañía nueva que estaban montando llamada Spotnik, una especie de operador móvil virtual para conectar todo tipo de chismes, pensé que era normal. ¿Pero porqué puede parecernos normal algo así? ¿Qué sucede en gran parte del mundo civilizado que nosotros no sabemos (o no queremos) reproducir? Hay modelos sociales como en Irlanda que el gobierno se hace cargo del coste del despido en las empresas de nueva creación. En España, una start-up media suele fracasar por culpa del coste laboral de renovar sus estructuras. Un despido suele ser el fin y los costes de recuperación inaccesibles.
Hace cuatro años, durante la fiesta de celebración de la victoria electoral de Barack Obama, en el Circulo de Bellas Artes de Madrid, Martin Varsavsky me confesó que cuando él decidía apostar en un territorio cualquiera a la hora de montar un nuevo proyecto su pensamiento era siempre el mismo: “voy, llevo dinero, tecnología y empleo, si sale bien, perfecto y si sale mal no perjudico a nadie, lo importante es probar. Las ayudas en esos países permiten que muchas cosas acaben funcionando, creando empleo y, en gran medida, tecnología y modelos de crecimiento más cualitativos”.

Está claro que en gran medida el hecho de que España tenga estructuralmente el doble de parados que el resto de Europa, siempre, está motivado por esa falta de capacidad para entender el “fenómeno emprendedor”, un aspecto que va mucho más allá del mero hecho de impulsar negocios tecnológicos o de “catalogar créditos ICO”, es generar tendencias de opinión y flujos presupuestarios hacía el valor fundamental de poner en marcha proyectos innovadores, que en la jungla de la economía actual, son los que acabarán perviviendo.

Si se potencia la cultura emprendedora de un país, si se le inyecta la obligación de no esperar los subsidios, la innovación llega tarde o temprano. A medida que los proyectos arrancan, estos se hacen cada vez más innovadores y las ayudas ofrecidas cada vez son más rentables. Poco a poco se genera una economía productiva de mucho más valor y de mayor competitividad. Apoyar la emprendeduría es más que aportar dinero a proyectos de Internet, es intensificar el estrato económico con la más alta tasa de cambio económico. Para ello, cuando hablamos de emprender lo hacemos desde el punto de vista de todo lo que tiene que ver con intensificar el movimiento de toda una sociedad que se ha adormecido creyendo ser (o estar) en la cúspide del bienestar, un bienestar ficticio proveniente de haber vivido en una especie de limbo diseñado por otros y que se la ha venido a llamar “clase media”. Un fragmento social que cada vez está compuesto por menos personas.

¿Por qué en España no hay esa mentalidad de cambio de manera más extendida? Fundamentalmente porque es una directiva inconsciente. Bernardo Hernandez (Google) nos comentaba a un grupo de analistas de inversión extranjera como se había comportado el gobierno español con Tuenti. Decía que, mientras que con la red social española líder, las cartas y requerimientos eran continuos acerca del tema de la protección de datos, regulaciones, fotos y la manía de colgarse monedas que no se habían ganado, con Facebook Europa las cartas y solicitudes se morían por silencio administrativo ya que ni tan siquiera había un seguimiento de las mismas.

Y más vale que se haga algo. Que se dejen de ridículas comparecencias y gesticulaciones. La política ya no es capaz por si sola de sacar a España del asunto. Llevamos 36 meses decreciendo en los últimos cuatro años y medio. Esto no lo aguanta nadie. El empobrecimiento es definitivo y el saqueo al que hemos castigado al capital es de pena.

La CIA publica un informe llamado “The World Factbook” donde España cada vez sale peor parada. España ha bajado al puesto número 14 en el ranking de países en relación a su Producto Interior Bruto (PIB) en términos de paridad de poder de compra. Naciones como Canadá, Corea del Sur o México ya están por delante de España. E inmediatamente detrás se han colocado países como Indonesia o Turquía por lo que es cuestión de minutos que pasemos al 16. Lejos queda el año 2007, cuando, según el Banco Mundial, obviando que nuestro PIB era producto de la mentira, la burbuja crediticia y de la idiotez generalizada, España llegó a situarse como el octavo país del mundo.

La causa de este declive tiene que ver con un hecho incuestionable. De los 217 territorios que la CIA incluye en su informe, nada menos que 200 crecieron el año pasado por encima de España. Como consecuencia de ello, el PIB per cápita (también en términos de paridad de poder de compra) se ha reducido hasta los 30.400 dólares, por debajo de los 31.000 de un año antes o de los 30.900 de 2010. La renta per cápita española, de hecho, ha descendido hasta situarse en el puesto número 44 a nivel planetario. Ahora bien, lo que es demoledor es la tasa de paro. España todavía ocupa un puesto mucho más adverso en cuanto al ranking de países en función de la tasa de desempleo. En concreto, desciende hasta el puesto número 172 a nivel mundial, inmediatamente antes del territorio caribeño de Granada, Serbia y Maldivas.

Ya no sólo es cuestión de cambiar modelos de crecimiento, de impulsar políticas activas, de renovar acciones complementarias, de estimular la emprendeduría, de mejorar las tasas tributarias o de impulsar la exportación y la internacionalización, ni siquiera es tema de tecnología sólo o de entender los tiempos que corren. Lo que realmente toca es un cambio de actitud, un gesto global y entendible, la composición de un sueño colectivo que sea capaz de disolver en la nada tanta pesadumbre y tristeza. Es la hora de los soñadores, de los valientes, de los que ven en cada dificultad una aventura y en cada ruina una lección. ¿Es tu hora? 

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Nadar a contracorriente es divertido

Me vais a permitir que replique un fragmento del último capítulo de uno de mis libros. En concreto el que da pie al que estoy escribiendo ahora. Hace unos minutos dejé el procesador de textos donde avanzo día a día en un contenido que simula una conversación entre emprendedores que no se han cruzado jamás, y al parar, me vino a la cabeza que, antes de iniciar una crítica a los acontecimientos que la economía actual vive y a los hecho que se precipitarán sin remedio, sería bueno dejar en la huella digital cuanto pienso sobre “tomar las riendas de nuestra propia vida”. Se avecina el mayor de los desastres conocidos a nivel económico y nada ni nadie parece hacer nada por evitarlo. Seguramente ya nada se puede hacer, pero no por ello debemos abandonar. Hace unos días vendí otra de mis participaciones en una empresa y algunos de vosotros me propone que “coja el dinero y corra”. No os miento si digo que lo he pensado, pero al final siempre me viene la misma ilusión: ¿porque no poner en marcha otro proyecto? ¿porque no ahora que todo parece que se pone del revés? Cuanto más difícil más divertido.

Cuando leí que Martín Varsavsky (Fon), Anill de Mello (Mobuzz), y Michel Jackson (Skype) desestimaron utilizar Alcobendas a cambio de ir a Suiza, como sede central de una compañía nueva que estaban montando llamada Spotnik, una especie de operador móvil virtual para conectar todo tipo de chismes, pensé que era normal. ¿Pero porqué puede parecernos normal algo así? ¿Qué sucede en gran parte del mundo civilizado que nosotros no sabemos (o no queremos) reproducir?

Mientras que en Irlanda se dispone de programas dotados en su conjunto con más de 300 millones de euros aquí las ayudas brillan por su ausencia. No quiero decir que, al contrario de lo que titula este libro, ahora solicite subvenciones a los emprendedores, no, lo que digo es que en este país se está llevando una política de ayudas y programas de tipo subsidiario a acciones que nada tienen que ver con impulsar a la sociedad a tomar una actitud activa en su propia vida y en sus propios proyectos. A diferencia de cómo en Suiza, Varsavsky y sus socios pudieron activar un modelo de negocio imponiendo 50.000 euros. El gobierno suizo entregó medio millón, las oficinas y aportó personal para llevar a cabo el crecimiento inicial de ese proyecto. Las subvenciones públicas suizas encaminadas a la parálisis o a pagar el té y las pastas no existen. Han sustituido los subsidios por ayudas, el empujón para emprender ha enterrado las limosnas para sobrevivir.

Hay modelos sociales como en Irlanda que el gobierno se hace cargo del coste del despido en las empresas de nueva creación. En España, una start-up media suele fracasar por culpa del coste laboral de renovar sus estructuras. Un despido suele ser el fin.

Hace un par de años, durante la fiesta de celebración de la victoría electoral de Barack Obama, en una sala reservada y apartados del bullicio, en el Circulo de Bellas Artes de Madrid, Martóin Varsavsky me confesó que cuando él decidía apostar en un territorio cualquiera a la hora de montar un nuevo proyecto su pensamiento era siempre el mismo: “voy, llevo dinero, tecnología y empleo, si sale bien, perfecto y si sale mal no perjudico a nadie, lo importante es probar. Las ayudas en esos países permiten que muchas cosas acaben funcionando, creando empleo y, en gran medida, tecnología y modelos de crecimiento más cualitativos”. Está claro que en gran medida el hecho de que España tenga estructuralmente el doble de parados que el resto de Europa, siempre, está motivado por esa falta de capacidad para entender el “fenómeno emprendedor”, un aspecto que va mucho más allá del mero hecho de impulsar negocios tecnológicos o de “catalogar créditos ICO”, es generar tendencias de opinión y flujos presupuestarios hacía el valor fundamental de poner en marcha proyectos innovadores, que en la jungla de la economía actual, son los que acabarán perviviendo.

Si se potencia la cultura emprendedora de un país, si se le inyecta la obligación de no esperar los subsidios, la innovación llega tarde o temprano. A medida que los proyectos arrancan, estos se hacen cada vez más innovadores y las ayudas ofrecidas cada vez son más rentables. Poco a poco se genera una economía productiva de mucho más valor y de mayor competitividad. Apoyar la emprendeduría es más que aportar dinero a proyectos de Internet, es intensificar el estrato económico con la más alta tasa de cambio económico. Para ello, cuando hablamos de emprender lo hacemos desde el punto de vista de todo lo que tiene que ver con intensificar el movimiento de toda una sociedad que se ha adormecido creyendo ser (o estar) en la cúspide del bienestar, un bienestar ficticio proveniente de haber vivido en una especie de limbo diseñado por otros y que se la ha venido a llamar “clase media”. Un fragmento social que cada vez está compuesto por menos personas.

¿Por qué en España no hay esa mentalidad de cambio de manera más extendida? Fundamentalmente porque es una directiva inconsciente. Bernardo Hernandez (Google) nos comentaba a un grupo de analistas de inversión extranjera como se había comportado el gobierno español con Tuenti. Decía que, mientras que con la red social española líder las cartas y requerimientos eran continuos acerca del tema de la protección de datos, regulaciones, fotos y la manía de colgarse monedas que no se habían ganado, con Facebook Europa las cartas y solicitudes se morían por silencio administrativo ya que ni tan siquiera había un seguimiento de las mismas.

Hace un año conocí a Elisabet de los Pinos, una emprendedora seleccionada por el Foro Económico de Davos. Durante una cena tuvo el detalle de explicar el modelo de puesta en marcha de su empresa Aura Biosciences. La había instalado en Boston. Elisabet me comentó que “cada vez conocía más gente que, viendo que en España no hay opciones, se va fuera”.

En mi caso, en este preciso instante de internacionalización de dos empresas en las que participo plenamente, ese escenario lo reconozco como mío. Está claro. Incluso ahora, que he decidido emprender otro proyecto vinculado a un tema de aeronáutico, mis socios están en Boston y se relacionan a partir del Massachussets Insititut of Technology ya que aquí nadie me está ayudando a saltar los obstáculos tecnológicos, técnicos y legales para afrontar ese proyecto: un modelo de negocio que, si las cosas van medianamente bien, aportará empleo a mucha gente innovando a la vez.

No me rindo, espero que la alteración del ecosistema laboral y económico español se produzca hacía el camino que he pedido en este libro y que, con el tiempo, ese curso nuevo influya en la mutación de todo un espíritu social que ahora mismo está narcotizado.

Hay casos muy esperanzadores de cómo el “capital riesgo” español es capaz de impulsar proyectos. Softonic, Idealista, Infojobs, eDreams, Privalia, Atrápalo y un centenar de empresas de las cuales más de la mitad están fuera de Internet y tienen que ver con innovaciones en otros campos como el de procesos o el de la logística. Esto y que los jóvenes españoles que no se han pateado el año de Erasmus entre cervezas, están preparados para establecerse en otros países, puede ayudar a un retorno a medio plazo de una generación dispuesta a afrontar el reto de mejorar nuestro entorno económico y social.

Para ello hace falta perseverancia. El emprendedor que sabe que depende de si mismo el espíritu de sacrificio y la confianza es fundamental. Y en eso estamos. Imagina que estás en medio del desierto, sin nada. La certeza de que nadie vendrá a rescatarte es obvia y que la dirección correcta de escape la desconoces. Sólo puedes hacer dos cosas: o te quedas allí esperando un milagro o empiezas a andar en rumbo desconocido. Esa es la gran decisión. Yo siempre tomo la segunda, es la que recomiendo y la que las sociedades más prósperas suelen adoptar en su conjunto.

Cuando inicies el camino buscando un oasis, una salida, un lugar habitado que te permita sobrevivir a ese desierto, la opción tomada será siempre la buena pues en el mero hecho de ponerse en marcha está el éxito. A medida que el trayecto vaya aumentando podrás admitir dos posibilidades: la de admirar las dunas, el sol, el horizonte, la de disfrutar del propio recorrido o la de quejarse continuamente de la mala racha que llevas y de lo fastidioso de la situación. En ninguna de las dos estará la clave para llegar al final, el elemento fundamental será el tesón, la insistencia, el empeño, la constancia, la tenacidad y la firmeza que le pongamos al asunto. Intentarlo será el premio, no lo olvidemos.

Cuando te pongas en marcha poco importará la tipología de emprendedor que seas, pero bien irás definiendo tu propio estilo a medida que las ayudas y los subsidios se alejen irremediablemente de tu curso. Puedes ser un emprendedor soberbio, magnífico, ese vigoroso proyectista de empresas sin límite. Suelen pensar en grande y no temen a nada. Su vocación y su pasión van al unísono. Otros tipos en los que puedes verte reflejado son los exploradores, aquellos que antes de tomar decisiones analizan todo. Estos emprendedores tan racionales suelen venir de empresas grandes o de un mundo laboral muy seguro.

El emprendedor que invierte es el que pone el dinero y apoya relativamente el proyecto. Suelen acabar implicándose más de lo previsto y eso es bueno la mayoría de las veces. El emprendedor activo es el que más innova pues, habiendo tenido éxito habitualmente en todo tipo de negocios, sabe que hay que innovar continuamente y aportar nuevos elementos  para afrontar nuevos retos. Estos tienen la habilidad de “estar en todo”. El emprendedor “starter” es otro espécimen. Se dedica a montar negocios, muchos, y su estrategia de éxito es la de tener pequeños fragmentos en diversos proyectos. Suelen equilibrar los desajustes por mayorías de inversión y en un momento u otro les proponen el “gran negocio” que suelen rechazar puesto que lo que les interesa es estar en el principio de las cosas y no en el crecimiento final de las mismas. El emprendedor persistente es el que no desiste. Suelen ser muy sistemáticos y acotan bien las posibilidades pero insisten hasta lograrlo. Son directivos más que emprendedores pero responden al criterio de la apuesta personal bajo un plan de Negocios exhaustivo.

Hay tres tipos más de emprendedores a mi entender. El que sagaz, el desarrollador y solucionador. El primero suele visualizar muy rápido el proyecto pero le cuesta focalizarlo, el segundo es un “artista” en desarrollo tecnológico pero le cuesta modelar una empresa y el tercero es un experto en dar soluciones a problemas existentes.

En definitiva, si eres un emprendedor o quieres serlo verás que no es una especie uniforme y adoctrinada, es muy heterogénea y depende en gran medida de las casualidades y de las causalidades. Lo importante es levantarse y poner pies sobre el tartán.

No todo el mundo debe ser un “emprendedor que monta empresas”. Sería absurdo, como tampoco podemos reducir todo esto a un mensaje de que “para salir de la crisis es preciso que todo Dios se ponga a emprender”. No tendría ni pies ni cabeza. Lo que si tenemos que procurar es incentivar que la mayor parte de gente que está en condiciones de ser emprendedor lo sea”. Sean cien o mil, pero buenos serán. Ese nuevo curso deberá impulsar otros cambios y entre ellos el de una generación aburguesada en la nada y que peligra como clase.

¿Te has preguntado si eres uno de esos emprendedores de antes? ¿Te has preguntado previamente si tienes los rasgos de un emprendedor? ¿Estas dispuesto a arriesgar tiempo y dinero tuyo y de otras personas? ¿Estas en condiciones de enfrentarte a las dificultades que supone ese desafío? ¿Has inventado algo? ¿Estás dispuesto a que tu empresa deje de funcionar sin ti algún día? ¿Has entendido que significa que la sociedad está aletargada, adormecida, insensible,  y somnolienta?

Si has aceptado que tanta analgesia social no es buena ni para ti ni para los que vengan en el futuro, que existen opciones para cambiar el mundo que nos rodea desde una actitud crítica pero activa, de disposición al cambio y de puesta en marcha del motor colectivo, entonces este libro habrá servido de algo.

Habrá servido para interpretar un método, uno más de tantos, pero que sin lugar a dudas puede ser efectivo. Sigo intentando situar el escenario, hablar de un ecosistema que se resiste a morir pero que se regenera poco a poco hasta el punto que pronto parecerá otro. Es imprescindible buscar nuevos modelos de creación económicos, de territorios de conquista para los nuevos emprendedores y de que podemos hacer para padecer lo mínimo posible como sociedad que despierta de su largo letargo.

Durante un viaje en el Tren de Alta Velocidad francés, entre Bruselas y París, Loic Lemeur y yo estuvimos listando las oportunidades que considerábamos nos ofrecía el futuro: “es preciso que hablemos de talento global, de pensar diferente, de pensar compartiendo, de conectar cerebros, de cuenta de resultados de las ideas, del efecto contagio de la colaboración, de la garantía de la exclusividad como valor del compartir, del caudal de pensar conjuntamente y no tanto en equipo, de cambios inevitables, de gestión del conocimiento en las organizaciones del futuro, de modelos y razones de las comunidades virtuales, de alianzas de éxito como valor democrático de las empresas más débiles, de sociedades dinámicas, de las ventajas de esta crisis, de los negocios transparentes y de la recesión permeable.

Al llegar a Chatelet pensé que en eso debía ponerme y por ello nació este libro. Tuve claro que los que entendieran que esos conceptos son los vértices de un polígono repleto de ventajas, tendrían muchas más herramientas para decidir. Cuantos más seamos más sentido tendrá llevar ese brazalete, esa pulsera de la verdad que decíamos hace unos cuantos capítulos, del conocimiento, del pensar por nosotros mismos. Es momento de razonar, de emprender, de construirnos de manera individual a partir del conocimiento y no tanto del discurso oficial, para entre todos ir estimulando nuestro entorno en modelos económicos nuevos.

Estamos a las puertas de una revolución como ya lo estuvieron otros antepasados, sólo que esta vez es digital, orgánica, distribuida y global. Hace algún tiempo, al confluir diversos factores se reprodujeron sistemáticamente otros grandes cambios. La revolución industrial y tecnológica fueron grandes elementos de cambio, y  convivieron con una crisis sistémica que adelantaba una mutación real y evidente en todos los estadios de la economía. La manera de traducir aquellos cambios siempre condujo a mejores escenarios pero también con una fractura notable del propio sistema. El modelo financiero actual que se sustenta en un crecimiento del valor del dinero por encima del coste real del capital, ha provocado un desajuste insalvable a estas alturas, pero considero que más que una causa, no deja de ser una consecuencia de algo mucho más transversal y que la tecnología de la información ha acelerado, en definitiva es la gran oportunidad que unos pocos, espero que miles, sepan aprovechar para cambiar el mundo de otros muchos, espero millones.

La revolución del conocimiento surgirá del valor de las cosas y no del coste de las mismas, será el momento de las grandes factorías de ideas, de pensamientos, de dudas, de estructurar la fabricación en base a su precio esencial y no tanto al especulativo, de emprender para convertir los sueños en realidad. En esta nueva era, en este nuevo ecosistema plagado de ideas, en ese nuevo mar en el que deberemos navegar, los que antes entiendan que deben impulsarse con vientos desconocidos, los que sepan que es tiempo de veleros y no de lanchas motoras, esos sobrevivirán, crecerán y serán mucho más felices. Los que escuchen a sus mandatarios, a esos dirigentes aparentemente perdidos, a esos que cambian sus previsiones una y otra vez, los que esperen de ellos que les ayuden a sobrevolar este momento crucial de la historia sufrirán mucho más.

No es momento de subsidios sino de purgas, no es momento de alargar agonías sino de amputar aquello que está podrido. El sistema es demasiado duro y robusto como para permitir un parto sin dolor, pero el sistema no es inmune. El momento está cerca y me ilusiona enormemente que así sea. Deseo un mundo mejor para mi hijo, mejor que este. 

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