Agrifood y Agrotech, los grandes retos tecnológicos del sector Agroalimentario.
La tecnología agroalimentaria es, sin duda, un espacio con alto potencial de crecimiento y donde la disrupción tecnológica todavía está por llegar. España ha visto como en poco más de tres décadas el peso del sector agrícola ha pasado del 11% al 2,6% y su peso en el empleo del 29% al 5%. Este suele ser un error de lectura. Hoy en día no obstante, no se puede hablar de agricultura sin incorporar otros sectores de la industria y de los servicios derivados. De ahí que, gracias a una nueva conceptualización generada a partir de un modelo tecnológico que lo asocia todo, al hablar de 'agrifood' (agricultura y alimentación) nos referimos a un modelo transversal de todo el sector agroalimentario cuyo peso real es muy superior a esas cifras y, donde probablemente, la suma esté creciendo de manera importante. Hablamos de todo cuanto sucede desde la producción en una granja hasta que se consume con un tenedor.
La tecnología agroalimentaria es, sin duda, un espacio con alto potencial de crecimiento y donde la disrupción tecnológica todavía está por llegar. España ha visto como en poco más de tres décadas el peso del sector agrícola ha pasado del 11% al 2,6% y su peso en el empleo del 29% al 5%. Este suele ser un error de lectura. Hoy en día no obstante, no se puede hablar de agricultura sin incorporar otros sectores de la industria y de los servicios derivados. De ahí que, gracias a una nueva conceptualización generada a partir de un modelo tecnológico que lo asocia todo, al hablar de 'agrifood' (agricultura y alimentación) nos referimos a un modelo transversal de todo el sector agroalimentario cuyo peso real es muy superior a esas cifras y, donde probablemente, la suma esté creciendo de manera importante. Hablamos de todo cuanto sucede desde la producción en una granja hasta que se consume con un tenedor.
La semana pasada ofrecí dos conferencias, una en Jaen y otra en Sevilla, con motivo de los primeros eventos satélite del llamado Smart Agrifood Summit que se desarrollará en Málaga el próximo marzo. Un evento en el que podremos exponer ante miles de compromisarios de todo el mundo hacia donde se dirige el llamado 'Agrotech', tecnologías asociadas a la Industria 4.0 en su vinculación a la agricultura y la alimentación. Por cierto, eventos en los que diversas startups presentaron proyectos que darán mucho que hablar muy pronto y que, la semana que viene, se repetirán en Málaga y Granada. Un buen anticipo de lo que supondrá el congreso de referencia mundial del sector Agrotech y que tenemos la suerte y el honor de que se organice en España.
A nivel mundial, el sector agrifood es la industria responsable de alimentar al planeta y de contratar a más del 40% de los trabajadores del mundo. También, por desgracia, es responsable de una gran parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero pues la agricultura por sí sola contribuye a alrededor de una tercera parte de todas las emisiones de carbono, sin contar la contribución de los procesos de la cadena de suministro antes de que llegue al consumidor, como el procesamiento de alimentos, el transporte y el comercio minorista.
Al igual que con todas las industrias, la tecnología desempeña un papel clave en la operación del sector agroalimentario, pero el ritmo de la innovación en la agricultura no ha seguido el ritmo de otros sectores. La agricultura es la menos digitalizada de todas las industrias principales, según el índice de digitalización del McKinsey Global Institute.
El sector agroalimentario industrial de hoy en día es en gran parte ineficiente, lo que hace que la necesidad de tecnología e innovación agroalimentaria sea cada vez más importante. Unas necesidades que provienen de problemas enormes a los que nos vamos a enfrentar:
- Una población mundial cercana a los 9 billones de personas antes del 2050,
- un cambio climático y calentamiento global cada vez más evidente,
- cambios en la demanda de los consumidores requiriendo menos alimentos procesados,
- recursos naturales limitados,
- desperdicio de alimentos
- afectaciones en la salud humana como la creciente obesidad infantil.
Agrifood es una industria compleja cuyo desafío incluye una amplia gama de procesos y operaciones a medida que los alimentos viajan desde la planta agrícola hasta nuestra mesa. Esto crea muchas oportunidades a emprendedores y tecnólogos. Algunos de ellos son:
- Los espacios en los que la tecnología agrifood puede ser disruptiva son:
- Agricultura y acuicultura: cultivos, ganado y mariscos.
- Fabricación de insumos agrícolas: agroquímicos, maquinaria agrícola, semillas, productos farmacéuticos para ganado y otros suministros.
- Procesamiento de alimentos: preparación de productos frescos, fabricación de productos alimenticios preparados e ingredientes.
- Procesamiento no alimentario: extracción de bioenergía y biomateriales de cultivos y productos agrícolas.
- Mercadeo, venta al por mayor y distribución, logística , transporte y almacenamiento.
- Venta al por menor y servicio de comidas: supermercados, mercados de agricultores, restaurantes y otros comercios minoristas.
- Cocina enfocada al consumidor y al descubrimiento de los valores de todo tipo de alimentos.
- Regulación: calidad de los alimentos y seguridad alimentaria.
- Investigación y desarrollo del propio sector agroalimentario.
- Servicios financieros vinculados al blockchain y sus derivados a nuevos modos de financiar proyectos disruptivos en la cadena de valor agrifood.
Si algo evidencia este nuevo concepto llamado agrifood, es que alimentación y agricultura son un mismo espacio cuando hablamos de industria. Ambos conceptos, a menudo, se consideran elementos separados, lo que significa que sus funciones suelen aparecer segmentadas en planes de negocio u hojas de inversión. Sin embargo, la interconexión de la cadena de suministro exige una visión más integral de nuestro sistema de alimentación y agricultura.
El consumidor de hoy ya no se contenta con un sistema de alimentación ciego. Ahora es más sensible acerca de cómo se cultivan nuestros alimentos y cómo se procesan, con una mayor conciencia y preocupación por la huella social y ambiental de la propia agricultura. El impacto de esos alimentos en nuestra salud es de alta preocupación entre los consumidores, probablemente más que nunca.
Al mismo tiempo, tenemos una cadena de suministro inflexible que hace que el cambio sea muy difícil de realizar. Una cadena de valor acostumbrada a operar en un escenario opaco y que ha invertido poco en rastreabilidad de alimentos. Precisamente la falta de transparencia y comunicación hacia los consumidores ha creado, en ocasiones, una reacción negativa por parte de los consumidores a medida que continúan aprendiendo sobre cómo se cultivan sus alimentos. Cultivos revisables, fosfatos en carne, aceite de palma, atunes que no son atunes y decenas de ejemplos, están obligando a las marcas agroalimentarias a fijar modelos de exposición que demuestren sus buenas prácticas y a, tecnológicamente, lograrlas.
La tecnología agroalimentaria puede ayudar a reparar muchos de estos aspectos, hacer que la industria agroalimentaria sea más sostenible, transparente, ágil y capaz de responder más rápidamente a las cambiantes demandas de los consumidores. Cuestiones como el desperdicio de alimentos, que se produce en toda la cadena alimentaria, se pueden resolver mejor con una visión transversal de la industria. De ahí que conceptos como ‘Agrifood’ y 'Agrotech' sean claves. Una sola industria que abarque toda la cadena de valor permitirá la modernización de todo el sector irremediablemente.
Además, cada vez es más evidente la convergencia de la agricultura y la alimentación en el capital riesgo. Fondos como Avrio Capital o, modestamente nuestro fondo Idodi Venture Capital, invierten sin problemas en desarrollos enclavados en toda la cadena de valor agroalimentaria. Desarrollos que, entre otros, caben en los siguientes escenarios:
Biotecnología, bioenergía y biomateriales.
Esta categoría de tecnología agroalimentaria incluye la mayoría de los insumos agrícolas, incluidas semillas, fertilizantes, pesticidas y productos farmacéuticos para animales. La reacción de los consumidores contra el uso de algunos compuestos químicos está empujando a algunas startups a crear alternativas. Además, los productos agrícolas se están utilizado para aplicaciones no alimenticias, particularmente bioetanol, lo que exige también un uso de la tecnología que permita la sostenibilidad.
eComercio.
Esta categoría abarca las tiendas digitales y los marketplaces para la venta y entrega de productos agrícolas procesados o no procesados al consumidor final. Startups que venden productos de marca de terceros como Instacart o la española Deliberry son un ejemplo.
Software de gestión agrícola, detección y IoT.
Es la captura y análisis de big data utilizando tecnologías que se han extendido a otras industrias. Abarca sensores e imágenes satelitales, herramientas de planificación de recursos empresariales en línea, software de soporte de decisiones, algoritmos de análisis de datos, aprendizaje automático, Internet of Things y todo tipo de tecnologías de conectividad para cualquier sistema de producción agrícola.
Robótica de granja, mecanización y equipamiento.
Si bien esta categoría abarca toda la innovación en maquinaria agrícola, la mayoría de las nuevas empresas aquí trabajan en la automatización de muchas tareas que los agricultores realizan con su maquinaria existente utilizando inteligencia artificial y automatización. Esto será crucial a medida que persista la escasez de mano de obra y aumente la necesidad de precisión.
Tecnología de hogar y cocina.
Las nuevas empresas de tecnología agroalimentaria proponen nuevas tecnologías para ser disruptivas y mejorar la relación de los consumidores con la cocina casera. Esta categoría incluye electrodomésticos inteligentes de cocina, tecnologías de cocción automáticas, tecnologías de nutrición y dispositivos de prueba de alimentos.
Comida i+D
Los alimentos ricos en proteínas son particularmente demandados, pero con la industria cárnica responsable del 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero, los innovadores buscan formas alternativas de dar a los consumidores lo que quieren. Esto incluye carne y pescado cultivados de manera sostenible y orgánica o hamburguesas vegetales. Esta categoría centrada en productos también incluye nuevos ingredientes y suplementos como algas, o como he visto estos días en Andalucía, derivados extraordinarios de la hoja de olivo.
Tienda minorista y tecnología en restaurante.
Las tecnologías están transformando la forma en que las empresas de servicios alimentarios operan en las tiendas. Lo están haciendo aumentando el control de calidad, la gestión de inventario, los recursos humanos y el análisis del desperdicio de alimentos. Las nuevas tecnologías también están afectando la forma en que estas empresas interactúan con sus consumidores en tiendas y restaurantes. Hablamos de robots automatizados de apilamiento en estanterías, impresoras de alimentos 3D, sistemas de punto de venta, gestión de datos masivos big data, inteligencia artificial aplicada al consumidor y sistemas de IoT para el control de residuos alimentarios.
Tecnologías de Trazabilidad.
El aumento de la demanda de transparencia, trazabilidad y alimentos limpios y seguros impulsa gran parte de la innovación a lo largo de la cadena de suministro, una vez que los alimentos abandonan la granja y antes de que lleguen al consumidor. Las empresas emergentes de tecnología agroalimentaria en esta categoría abarcan varios tipos de tecnología, incluidos dispositivos de prueba de alimentos, software de seguimiento de logística, sensores de frescura de alimentos, tecnología de mejora de vida útil y tecnología de procesamiento de alimentos.
Nuevos sistemas agrícolas
Esta categoría incluye granjas de interior: cultivo de productos en invernaderos de alta tecnología y granjas verticales automáticas, granjas de insectos, producción de alternativas proteínicas para reemplazar los alimentos destinados a animales y acuicultura y la producción de nuevos ingredientes vivos como algas y microbios para su uso en alimentos.
Restaurantes online y kits alimentarios.
Los consumidores quieren más control sobre lo que comen, pero también quieren experimentar con sus compras en casa. Los restaurantes en línea, donde la startup prepara, cocina y ofrece comidas a los clientes, abren el acceso a nuevos tipos de alimentos para que los consumidores los disfruten, a menudo con un ángulo o tema particular, como una dieta especial por ejemplo. En este caso, el modelo de take-out se está imponiendo. Plataformas como Glovo o Deliveroo reducen la fricción en toda la cadena de suministro.
En conclusión, el sector Agrifood ha iniciado la carrera inevitable. La disrupción ha llegado y, a mi entender, la mayor de todas es la conceptualización unitaria y en conjunto de todo aquello que sucede desde la producción inicial hasta el consumo final. Algo que, sin la tecnología actual, seguiría siendo entendido como espacios inconexos a la hora de innovar. Ahora se innova de cabo a rabo.
Las claves de la fábrica inteligente y conectada en la Industria 4.0.
Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.
Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.
A las plantas de fabricación de componentes para la construcción más avanzadas del mundo se las denomina ‘fábricas inteligentes’ o ‘factorías conectadas’. Una red de dispositivos conectados que ofrecen nuevas formas dinámicas de detectar aspectos de demanda, reconfigurar las cadenas de suministro y rediseñar los procesos de fabricación en un flujo de información a tiempo real y que afecta a cualquier elemento de la cadena de valor borrando los límites entre demanda, diseño, fabricación y suministro.
Como decía, en el seminario de ayer expliqué cuales son los elementos tecnológicos a tener en cuenta para adoptar esa transformación y que aspectos en las personas es obligatorio abordar en este campo. No todas las fábricas son iguales y no a a todos los sectores afecta del mismo modo el resultado comercial de ese tipo de desarrollos tecnológicos. Sin embargo, es cierto que los conceptos que hay detrás de la digitalización profunda de una factoría, tienen un punto inicial. El punto de partida para la fabricación inteligente es fácil de identificar pues comienza cuando las plantas de producción y fabricación se configuran como fábricas conectadas. Las preguntas suelen ser ¿cómo se hace? ¿con que tecnologías? ¿qué debe hacer mi empresa para que eso sea algo beneficioso? ¿afecta realmente a mi sector?
Las respuestas podrían resumirse en cuatro elementos. Todos ellos nos conducen a un nuevo formato de fabricación que aprovecha el conocimiento y experiencia de la propia empresa y adapta sus procesos y relación con el personal utilizando tecnología asociada existente para aportar valor a toda la cadena de producción. En especial asumiendo que el cliente es muy distinto hoy en día. Más del 75% de los pedidos industriales B2B se hacen hoy en día en lugares distintos a la oficina del cliente. El cliente es mobile, la oferta debe ser igualmente flexible a poder ser analizada y comprada desde cualquier dispositivo. El cliente es especialmente sensible a sentirse parte fundamental de esa oferta. El cliente valora ser el centro de la cadena de valor y todo cuanto se hace para que eso suceda permite que la venta sea potencialmente factible.
Los cinco aspectos fundamentales que una fabrica conectada, la denominada factoría inteligente, debe cumplir son:
1. Disponer de sensores inteligentes en todos los puntos que puedan ofrecer información relevante en la cadena productiva. Hasta ahora, muchos equipos de fabricación tenían sensores que son rudimentarios en comparación con las posibilidades que ofrece la tecnología actual. Gran parte de los activos de fabricación existentes se deben modernizar con sensores inteligentes que registran los datos y también los transmiten en tiempo real a los sistemas centrales para alertas, análisis y toma de decisiones de tipo predictivo. Los sensores avanzados también tienen la capacidad de inspeccionar cualquier equipo automáticamente y solucionar los problemas sin forzar a las líneas de producción a detenerse por completo.
2. El uso de estándares y protocolos que permita que todos los elementos que componen una red de IoT en la fábrica hablen entre sí un mismo lenguaje. Cuando varias redes dispares entran en juego para dar cabida a la Internet de las cosas en una fábrica inteligente, el modo en el que estas máquinas conversan y el modo en el que nos entregan a nosotros sus conclusiones o datos derivados, es determinante. De hecho es eso lo que constituye la base de la fabricación inteligente tal y como la defendemos. La estandarización de los modos de comunicación entre el equipo, sus operadores y las aplicaciones basadas en la nube se convertirá en un área importante de enfoque para la fabricación. Cómo se manejen estos problemas determinará la velocidad y la eficiencia de los nuevos procesos de fabricación.
3. La seguridad de redes, aplicaciones y datos que se desprenden de los nuevos modelos de relación entre máquinas y el nuevo desarrollo de procesos derivados representan un área de alto riesgo crítico. La seguridad de redes, aplicaciones y datos es una preocupación relativamente nueva y única para la fabricación tradicional que, hasta ahora, sólo había tenido que lidiar con la seguridad y la vigilancia de naturaleza física. Ningún sistema conectado está a salvo de un ciberataque, y las plantas de producción con robots y otros equipos conectados pueden suponer un riesgo para la producción, la reputación de las empresas y los resultados.
4. El nuevo diseño de la planta de producción resulta ser, finalmente, la clave de toda transformación de la Industria 4.0. No habrá transformación sin examinar el diseño de la planta y optimizándolo para procesos de tipo ciberfísico. Por suerte, como ayer mostré, las tecnologías actuales facilitan la creación de diseños de plantas virtuales, los validan a través de simulaciones y luego los presupuestan adecuadamente buscando la eficiencia absoluta. Esto crea plantas más flexibles, reduciendo los costos de construcción y mantenimiento, mejorando la seguridad, reduciendo los estándares de emisiones y reduciendo los requisitos inmobiliarios.
5. La incorporación de sistemas de Inteligencia Artificial que establezcan modos de uso y trabajo eficientes y que permitan predecir aspectos de conflicto. El tradicional uso de sistemas expertos en la industria dará paso a modelos de aprendizaje tipo 'machine learning' que cuanto mayor sea la exposición a las cadenas de producción, mejor será su entrega de opciones. Las tecnologías que se asocian a la AI en una fábrica conectada son la visión artificial, la simulación aumentada, los sitemas ciberfísicos, la robótica colaborativa, la fabricación aditiva, el cloud para la virtualización y la gestión de datos obtenidos.
Estos cinco elementos son los que marcan cualquier plan de transformación para la industria tradicional que quiere desarrollarse en esta Cuarta Revolución Industrial. Factorías conectadas que se convierten en fábricas inteligentes. Estos son los aspectos de tipo técnico que afectan a la producción y que, sin una transformación relevante por parte del resto de departamentos de una empresa industrial o manufacturera, no es factible en su máxima expresión. Toca reconducir el contacto con el cliente, la obtención de datos comerciales, modificar los procesos administrativos y la presencia digital. Es preciso entender que la empresa se horizontaliza y abarca una estrategia que debe ser compartida. De ahí que muchos clientes, antes de serlo, me cuestionen el coste de llevarlo a cabo.
Como advisor de esos procesos, de soporte a las acciones que se desarrollan en cualquier transformación, ayudo a evitar que esos costes sean innecesarios o que vayan en dirección incorrecta. A la pregunta ¿cuánto costará hacer todo esto? la respuesta está en el resultado posterior. Por un lado, pido que se revise el coste que tendría no hacerlo. ¿Cuánto tiempo puedes mantener tu competitividad sin afrontar esa transformación? En segundo término, la media entre los casos que yo conozco o he participado, a partir de la total implantación de nuevos modelos tecnológicos y nuevos procesos de ejecución, la mejora de resultados un año después ronda el 10% desde el punto de vista de aplicación de estas soluciones y revisando sólo la reducción de costes y eficiencia de resultados.
La transformación de la industria no es opcional. Hay diferentes niveles para llevarla a cabo, pero no es algo que se pueda retrasar. Desconozco si nuestro país va a afrontar de manera seria este reto, si desde las administraciones se va a impulsar este imprescindible avance competitivo, pero lo que sí sé es que otros lo están haciendo. Francia destina 23 veces más presupuesto público a la implantación de la Industria 4.0 que nosotros. Reino Unido, Alemania y otros cercanos incluso más. Los países más robotizados son los que más empleo generan porque sus empresas son más rentables y eficientes y reubican al personal sustituido por una máquina en otras tareas e, incluso, contratan a nuevos para dar respuesta a un incremento de ventas.
Una pequeña voltereta para un robot, una gran voltereta para la humanidad.
Que un robot con estructura humanoide con una especie de extremidades humanas que se comportan de manera similar a las nuestras camine, ya no es novedad. Sucede desde hace unos años y lo hace sin caerse. Si le molestas o le empujas, o bien aguantan el equilibrio o se levantan una y otra vez sin mostrar ningún tipo de contrariedad. Que un robot salte y mantenga su verticalidad empieza a ser un avance muy relevante, pero que se convierta en una especie de gimnasta olímpico haciendo ‘backflips’ resulta extraordinario.
Que un robot con estructura humanoide con una especie de extremidades humanas que se comportan de manera similar a las nuestras camine, ya no es novedad. Sucede desde hace unos años y lo hace sin caerse. Si le molestas o le empujas, o bien aguantan el equilibrio o se levantan una y otra vez sin mostrar ningún tipo de contrariedad. Que un robot salte y mantenga su verticalidad empieza a ser un avance muy relevante, pero que se convierta en una especie de gimnasta olímpico haciendo ‘backflips’ resulta extraordinario.
Es muy complicado apreciar lo sofisticado que resulta para un robot dar una voltereta hacia atrás. De hecho, caminar es algo tremendamente complejo. Un desafío que pone en juego leyes que nuestro organismo precisó miles de años superar. Los cálculos que precisa un robot humanoide para hacer algo como caminar son una barbaridad y que además se coordinen a tiempo real con su hardware es pura ciencia ficción. Pero sucede. La siguiente pantalla en este tipo de avances tecnológicos se reservaba para el modelo Atlas de Boston Dynamics.
Ver al robot Atlas dando tumbos olímpicos es como ver a Armstrong pisando por primera vez el suelo lunar. La diferencia es que al astronauta lo vieron mis padres y sus coetáneos a través de una televisión de tubo y nosotros lo hemos visto en la ‘televisión’ de Youtube. Además la gesta de Atlas no precisó de anuncio previo. Se coló en nuestras redes hace apenas dos días y millones de personas se maravillaban con las piruetas sintéticas de este cachivache.
Lo más relevante de Atlas no es lo que hace. Lo realmente importante es lo que hacían los de su especie hace poco tiempo. Hace una década escasa el robot Asimo de Honda se presentaba ante el mundo como el único robot capaz de subir escaleras. La presentación fue uno de los más sonados desastres de la robótica espectáculo.
Se tardó unos años hasta que el desafío robótico lograra que el caminar fuera algo totalmente cotidiano. En 2015, hace diez minutos en la historia de la tecnología, los robots eran capaces de moverse sin caerse, de exhibir un gran desempeño y equilibrio en cualquier superficie repleta de desniveles. No obstante, si en ese mismo año, en la Navidad de 2015 alguien hubiera preguntado a los que nos dedicamos a estudiar estos temas, ¿cuándo un robot podrá dar un salto completo hacia atrás y mantenerse de pie? La respuesta hubiera sido ‘falta mucho para llegar a eso, la tecnología disponible no puede alcanzar tanta precisión de cálculo ni conectarlo con acelerómetros que sujeten en su base a un robot. Falta mucho’.
La idea por aquel ‘lejano’ 2015 era que para lograr algo así se debía desarrollar alguna forma nueva de mecanismos orgánicos, más parecidos al cuerpo humano, para obtener la relación entre potencia y peso correcta. Se pensaba que se debería reconstruir la ingeniería del software desde cero para combinar la capacidad de respuesta en tiempo real con la complejidad de aprendizaje automático. En Davos, a principios de 2016, en pleno debate sobre automatización e inteligencia artificial, uno de los expertos que allí asistieron, Orit Gadiesh de la importante consultora tecnológica Bain & Company, nos dijo que ‘antes que saltar un robot deberá correr y, sinceramente, para eso falta más de una década’.
En 2016 Boston Dynamics ya daba pistas de que esto iba a ir rápido. Publicó un video titulado ‘Atlas, The Next Generation’. Mostraba una versión mucho más ligera y ágil del robot abriendo una puerta, caminando por la nieve, recogiendo cajas y siendo golpeado con un palo de hockey sin ninguna razón. Recuerdo los artículos totalmente ridículos sobre ‘el maltrato robótico’.
A principios de este mismo año, Boston Dynamics presentó un robot completamente nuevo llamado Handle que daba un salto vertical de poco más de un metro. Un gran avance pero que no impresionaba tanto porque no era tan ‘humano’ al tener ruedas. La base bípeda humana es mucho más compleja que una con neumáticos. Sin embargo, demostraba que la empresa de los bichos andantes tenía tecnología disponible para lograr que un robot ‘despegara’ del suelo. Parecía indicar que con unos cuantos años, diez o quince, veríamos los primeros robots humanoides bípedos saltar gracias a las mejoras de un software capaz de obtener el algoritmo de equilibrio correcto.
Pero esto ha ido rápido. Hace apenas dos días Atlas se marcaba un salto completo, con voltereta y cayendo bien. A este tipo de saltos se le denomina ‘backflip’ y está reservado para humanos muy ágiles. Cuando un mecanismo es suficientemente fuerte para saltar de este modo podemos imaginar que puede ya superar cualquier imitación motora de origen humano. Me imagino que estamos muy cerca del robot asistente de transportes. En breve entrará y saldrá de vehículos, tomará objetos y los entregará con una paciencia y perfección que ningún humano podrá, jamás, igualar.
Un backflip es una maravilla de ingeniería mecánica y control de software a tiempo real. Es una declaración de capacidad y superación tecnológica. Seguramente queda mucho por avanzar, todavía debe estar lejos de poder saltar en zonas sin control previo como lo que hacen los que hacen ‘parkour’ en las calles, pero no me digan que nadie se atrevería a decir que eso pasará dentro de diez años. ¿A que no?
Sinceramente tengo la impresión que ahora sí hemos entrado en una nueva era de la robótica humanoide. Si la inteligencia artificial se esfuerza en demostrarnos que estamos cada vez más cerca de poder conversar con un software que aprende de nosotros y que nos hará dudar de si es o no humano, la robótica mecánica está acercándose de un modo espectacular a la simulación de movimientos. Una era en la que los robots empezarán a tener un papel cada vez más relevante en nuestra vida cotidiana. Los vamos a sacar de las fábricas.
Pronto recordaremos aquellos robots que solo eran aspiradoras, artificieros o brazos armados en alguna cadena de producción. Dejarán de ser efectos lucidos para conferenciantes u objetos de modernidad aparente en el hall de un hotel. Entramos en una era en la que hay un espacio reservado para un avance tecnológico inédito, sólo disponible en novelas de ciencia ficción, y que se avecina irremediablemente. ¿Qué papel jugarán en nuestro futuro inmediato unos robots tan ágiles como los seres humanos?
España perderá 3 millones de empleos en diez años y está por ver cuantos creará.
Mientras el debate político español se tiñe de blanco y negro, mientras la equidistancia pierde importancia y mientras desaparece el análisis económico razonable, el mundo sigue girando y lo hace cada vez más rápido. Un mundo que va colocando las piezas de un rompecabezas gigantesco a un ritmo cada vez más intenso. Un mundo con la maquinaria del futuro en marcha. Una sociedad inmediata que deberá afrontar un reto inmenso. La automatización de todo.
Mientras el debate político español se tiñe de blanco y negro, mientras la equidistancia pierde importancia y mientras desaparece el análisis económico razonable, el mundo sigue girando y lo hace cada vez más rápido. Un mundo que va colocando las piezas de un rompecabezas gigantesco a un ritmo cada vez más intenso. Un mundo con la maquinaria del futuro en marcha. Una sociedad inmediata que deberá afrontar un reto inmenso. La automatización de todo.
La realidad pesa como el plomo. Se publican estudios con cifras acerca de la cantidad de empleos que la revolución tecnológica se va a llevar por delante. Análisis globales o vinculados a mercados que nos parecen lejanos. La Casa Blanca puso el punto de análisis, el mundo académico británico e incluso la lenta Unión Europea. Y no se trata de números, sino de prepararse. Da igual la cifra que te salga si haces un examen a futuro, lo importante es que te va a salir un mal dato. Por lo menos si la proyección se hace objetivamente, que esa es otra.
Se suele afirmar que las nuevas profesiones, y las nuevas necesidades laborales, que la tecnología exigirá, amortiguarán ese problema. Defiendo que sucederá, pero no si no se planifica. Las revoluciones industriales y tecnológicas no son algo que se lideran con la inercia. Los países que pasaron de ser irrelevantes a potencias económicas en el pasado fueron las que aprovecharon un momento histórico como este. Los que cayeron en la irrelevancia son los que no interpretaron la importancia del momento.
En España vamos a perder 3 millones de empleos en los próximos 10 años según organismos como la OCDE. No verlo es signo de una irresponsabilidad que asusta o de un desconocimiento muy preocupante. La creación de empleo tal y como se presenta hoy en día es de aurora boreal. La dependencia aritmética para sujetar ‘la buena marcha de la economía’ radica en un empleo precario, inestable y de poco valor añadido. La biotecnología aporta al PIB tanto como el turismo pero precisa millones de empleos menos para lograrlo. La nueva economía genera poco empleo al compararlo con modelos tradicionales porque no es fácil la coexistencia entre lo digital y lo analógico. En el futuro, se supone, todo irá adaptándose como siempre ha sucedido con la irrupción de una tecnología nueva. Sin embargo, como siempre, quienes pensaron en ello de un modo estratégico aprovecharon ese punto de inflexión como una oportunidad, los que actuaron tácticamente se enfrentaron a una época de crisis gigantesca.
Y en eso estamos. Unos países que ya legislan, proyectan, plantean y estructuran políticas claramente encaminadas a liderar un mundo robótico, digitalizado y automático y otros que esperan un turno incierto, inércico, enlazado al debate callejero y a la propaganda del éxito económico coyuntural, puntual y de tertulia de media tarde. Países que rozan el pleno empleo siendo los más robotizados de Europa y otros que lideran el ranking de paro mientras su tasa de robotización es la menor de los países de la Unión Europea.
Ante la promesa de la creación millonaria de empleo cabe destacar que, aunque hay poco estudio que se centre en nuestro país, podemos extraer datos vinculando diferentes fuentes y estudios. De hecho, la propia OCDE destaca que la automatización permitirá sustituir a un 12% de los trabajadores españoles y que eso sucederá en menos de una década irremediablemente. Esa sustitución tiene que tener un plan de contingencia, un modelo de crecimiento capaz de soportar una sangría de esas dimensiones.
Quien considere que obligando a mantener el empleo manual dónde sea factible sustituirlo por un robot, un automatismo o, sencillamente, software por la vía sindical, legal o administrativa se va a amortiguar el problema se equivoca y demuestra que no conoce de que va esto de la economía de mercado. Sino se sustituye algo que produce menos, más lentamente y con errores sistemáticos por algo que produce más, más rápidamente y sin errores, la capacidad competitiva de la empresa que no lo haga será nula. Salvo si se les subvenciona artificialmente y desde el sistema público. Ejemplos hay muchos por cierto y así nos va.
Va a ir rápido. Más de lo que parece. Según otro informe de McKinsey, más del 70 por ciento de las tareas realizadas por los trabajadores del sector de los servicios alimentarios y la hostelería podrían ser llevadas a cabo por máquinas ahora mismo. Existen las máquinas para hacerlo. En la industria manufacturera, casi el 60% de las tareas en trabajos de mantenimiento están en riesgo. Hasta el 50% de las tareas en la industria de servicios podría estar automatizada actualmente. No es futuro, es una espera tensa.
Más de 3 millones de empleos están en riesgo por la llegada de la inteligencia artificial, automatismos, drones e impresoras 3D. Más de un 12% de los puestos de trabajos desaparecerán y con ellos sus cotizaciones sociales. Está por ver si se está preparando el terreno para revertir en otro tipo de empleo esa pérdida. La renta mínima, tan necesariamente analizable, será una entelequia para los países que no prevean ese futuro con un empleo distinto. La diferencia entre ‘un mundo sin empleo’ y ‘un mundo con un empleo distinto’ se combate preparándola políticamente.
Hablar de Revolución Industrial es, hoy en día, hablar de Revolución Económica, digital, de servicios, de productos, de información, de todo. Y vivimos ahí, en la línea de tres. En el lugar donde lanzar cuesta pero permite ganar el partido. Lejos pero con opciones. El problema es que no hay lanzador. Un gobierno preocupado por sus cosas, una oposición preocupada por sus cosas, una prensa preocupada por las cosas de gobierno y oposición y la gente preocupada, por supuesto, por las cosas que importan de verdad.
Sigan lanzando soflamas. Tres millones de empleos nuevos, crecimiento récord. La vida nos sonríe. Ganaremos el Mundial. Sin embargo, la densidad de lo inevitable se aproxima. Aun estamos a tiempo para trabajar seriamente por un futuro tecnológico, competitivo y capaz de ofrecer oportunidades. Lo que está en juego es el estado del bienestar y sus garantías.
Llamaron crisis a una deflación del capital. Ahora llaman recuperación a una deflación social.
En agosto de 2008 el mundo empezó a tambalearse. Alguien se dio cuenta de que en los paquetes financieros que se enviaban los agentes de cambio franceses y americanos había un componente que apestaba. En unas horas medio planeta sabía que la bola de estiércol que habíamos anunciado algunos años antes había empezado a rodar y se iba haciendo cada vez más grande. Se desconocía cual iba a ser su tamaño. Y así, creciendo una denominada crisis financiera, fue engordando y engordando. La esfera pasó de ser un asunto bancario a convertirse en el lodazal donde la economía ‘real’ ha estado embarrada todo este tiempo.
En agosto de 2008 el mundo empezó a tambalearse. Alguien se dio cuenta de que en los paquetes financieros que se enviaban los agentes de cambio franceses y americanos había un componente que apestaba. En unas horas medio planeta sabía que la bola de estiércol que habíamos anunciado algunos años antes había empezado a rodar y se iba haciendo cada vez más grande. Se desconocía cual iba a ser su tamaño. Y así, creciendo una denominada crisis financiera, fue engordando y engordando. La esfera pasó de ser un asunto bancario a convertirse en el lodazal donde la economía ‘real’ ha estado embarrada todo este tiempo.
Y todo el mundo la llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’, ‘crisis subprime’ o, incluso directamente, ‘crisis de la hostia’. Y lo era. Obviamente era un agujero en el sistema de valor incalculable y que, de alguna manera, seguimos saboreando. Además, las soluciones que se impusieron tenían más que ver en falsear cuentas que en respuestas auténticas. Bancos que desaparecían al fusionarse entre ellos para finalmente aparecer un banco resultante de menor valor que la suma de los anteriores pero sin que por ello sucediera nada y todo el mundo se lo tragara como 'ingeniería financiera'. Y así nos ha ido. La deuda y el déficit no es que se estén arreglando mucho en ningún lugar. Cada vez más dinero de los presupuestos se destina a pagar intereses y no a lo que debería de ser: los servicios y estímulos precisos para que la gente viva mejor. De eso iba todo esto. De joderlo todo con dinero fabricado a expensas de la ciudadanía, de 'ponerlo en el sistema' y de que ya se pagará solo. Solo no se paga. Lo pagamos todos. De ahí que aunque estemos saliendo de la parte más profunda de la cueva, no se refleje en mejoras sustanciales. Hay más trabajo pero hay peores servicios. Pagamos más impuestos directos e indirectos y repercute en que las empresas no puedan invertir en bienes de manera tranquila. Hay que recaudar más porque se ha impreso demasiado dinero, se ha engordado el problema aunque no sea evidente a todos.
El boquete era inmenso y la imprenta de dinero ha sido un insulto a la inteligencia. Mientras tanto el mundo seguía girando. El planeta se iba automatizando. Un término sobrevolaba. Se le denomina ‘deflación del capital’ y, hasta hace menos de un año nadie utilizaba este concepto al referirse a nuestro momento económico. Fue en Davos hace poco más de un año que se inauguró oficialmente la era de la deflación del capital. Hasta entonces, ganadores del Premios Nobel, presidentes bancarios, directivos universales y demás reputados ‘expertos’ se dedicaron a definirlo todo como ‘la mayor crisis financiera desde 1929’.
Pero como decía, fue en un momento determinado que uno de ellos, tomó su Smartphone y se puso a hacer un vídeo. Etiquetó los protagonistas, lo geolocalizó, lo subió a la red, miró la televisión desde su teléfono, conversó por Skype, hizo varias fotos más, navegó, escribió una nota para un medio, contestó a su secretaria y se puso música finalmente para relajarse tras comprar un mes Premium en Spotify. Digamos que pasó así. Sin apenas pensarlo había definido con acciones lo que se denomina ‘la deflación del capital’. Todo cuanto hizo con un dedo y una pantalla requería una decena de dispositivos hacía tan solo veinte años antes. El importe para pagarlos también era diez veces más. ¿Debía tener alguna importancia sobre lo que estaban tratando allí? ¿Que lo sustituyera cada 18 meses también debía tener algo que ver? Antes su cámara de fotos duraba una década. Sonrió y siguió jugando al Candy Crush.
Pero al terminar la partida propuso, casi sin fe, que se creara una comisión de estudio que controlase a otro grupo de análisis que a su vez estableciera un equipo que investigara a los responsables del departamento del foro encargado de redactar el informe pertinente y que, en unos meses, se discutiría en ponencia marco a fin de saber si valía la pena o no redactar conclusiones para debatir en comisión. Ni idea si lo hicieron o lo están haciendo. Sin embargo, algún milenial, que para esto son más rápidos y no necesitan tantos intermediarios, ya estaba escribiendo sobre el tema.
La deflación del capital tuvo que ver con todo. Sigue teniendo que ver. Pensar que lo que vivimos sólo es derivado financiero no sujeto a un cambio productivo mundial fue el error y puede estar siendo un suicidio actualmente. Pocos gobiernos están entendiendo el problema. Se acaba la propiedad tal y como la hemos entendido. Se termina la compra para el deshecho. El producto pasa a servicio y el control del Estado es una entelequia. La economía circular, las plataformas sociales, la impresión en tres dimensiones, la inteligencia artificial y el nuevo consumo colaborativo están cambiando todo definitivamente.
La deflación del capital, o llámalo como quieras, no es más que una manera de definir un mundo nuevo que ha explotado frente a uno anterior. Prometer empleo a día de hoy tal y como se plantea es un ejercicio de irresponsabilidad o desconocimiento que asusta de nuestros gobernantes o postulantes a serlo. Un insulto a la inteligencia cuando lo que sabemos es que la tecnología, al principio, se funde el empleo que da gusto. Bien estaría que, para que esa transición, a un mundo donde trabajaremos menos horas, donde trabajaremos de otro modo, donde trabajaremos en cosas que no sean substituibles por máquinas y donde el concepto trabajo será un nuevo contrato social a definir todavía, se empezara a establecer directrices y liderazgo realista y al respecto. Esto no va de ir prometiendo hasta meter, va de mitigar un tremendo y doloroso escenario a cinco años vista. El mundo puede ser mejor, mucho mejor, pero sólo lo va a ser allí donde la previsión no sea la que tuvo el Fondo Monetario Internacional o gobiernos de café y pastas.
Esto no va de hablar de rentas mínimas a jóvenes menores de no sé que edad. Ni de ajustar la vida laboral por arriba o por abajo. No va de subir impuestos para soportar una sociedad del bienestar inasumible. Va de preparar todo ello para que sea posible. No va a haber trabajo para todos. Ni con nuevas habilidades. La tecnología se va a encargar de ello como ya jubiló nuestra cámara de fotos, nuestro GPS, nuestra televisión del cuarto, nuestro vídeo, nuestro ordenador de mesa o nuestro propio teléfono tradicional. Lo va a hacer con nuestro empleo.
Por eso debemos exigir que el comportamiento de quienes ‘dirigen’ no sea maniqueo. Ni blanco ni negro, ni bueno ni malo, ni rentas mínimas de derechas ni de izquierdas. ¿Cómo piensan pagar ‘los de izquierdas’ una renta mínima? ¿Cómo piensan no instaurarla ‘los de derechas’ y que el mundo siga girando? A ver si la solución pasa por dinamizar la empresa privada, estimularla para que se modernice y rebajar los impuestos para facilitar su competitividad. Con empresas eficientes, rentables e internacionalmente competitivas se podrá plantear un mundo cuya deflación económica bien podría estar ya gestando una deflación estructural, de tipo social. O bajan impuestos a las empresas de una puta vez o no va a haber manera de sujetar este tinglado a medio plazo.
El tiempo disponible para preparar esa sociedad inmediata se va agotando. Seguir presionando a la empresa para que pague el dispendio y sus intereses convierte en crónica una situación que sólo tenía que ser transitoria. Le llamaron Crisis y era una deflación del capital. Ahora le llaman recuperación y puede ser una deflación social.
Guía Optimista contra la Robocalipsis (I)
En 1950, el gobierno de Estados Unidos publicó un censo de tipologías de empleo. De las 270 que lo conformaban, según James Bessen, sólo una ha desaparecido por culpa de la automatización: el operador de ascensor. Las otras profesiones que se han eliminado de ese listado, según este economista, responden a criterios de mercado, demanda u obsolescencia tecnológica.
En 1950, el gobierno de Estados Unidos publicó un censo de tipologías de empleo. De las 270 que lo conformaban, según James Bessen, sólo una ha desaparecido por culpa de la automatización: el operador de ascensor. Las otras profesiones que se han eliminado de ese listado, según este economista, responden a criterios de mercado, demanda u obsolescencia tecnológica.
En un estudio reciente de McKinsey se rectificaba el famoso informe de la Oxford University sobre el dichoso asunto de la destrucción masiva de empleo por culpa de los robots. Según la consultora en los próximos años no veremos sustituciones absolutas de empleos sino empleos automatizados parcialmente. Esto es absolutamente trascendental. Del discurso oficial que certifica una ‘robocalipsis’ a medio plazo pasamos a otra menos extendida, y en la que me incluyo, que defiende un escenario donde el ser humano deberá aprender a ser complementario, un valor añadido, a esa automatización.
Ayer ofrecí una conferencia en la sede central de Epson. La titulé ‘Guía optimista contra la Robocalipsis’. Un intento de poner en común la teoría de que la robotización y la tecnología robótica, la inteligencia artificial u otros avances no tienen porque eliminar nuestra estructura laboral. La van a modificar, que no destruir, absolutamente, pero es factible prepararnos para ese momento. En próximos posts daré las claves.
El temor a los robots es un clásico como que los extraterrestres son unos tipos con cabeza de pera y ojos negros grandotes. Hace cuatro siglos, la reina Isabel I prohibió el tejedor automatizado que había inventado un tal William Lee. En su día argumentó que ‘tenía mucho respeto por las mujeres que obtienen su pan cada día tejiendo y que esa invención las privaría de empleo y las encaminaría a la miseria’. Le negó la patente y punto. Doscientos años después, la invención de Lee ocupaba casi todas las fábricas textiles de Londres y el empleo aumentó. Mucho más tarde, en la década de los sesenta del siglo pasado, un grupo de respetadísimos economistas alarmaron al presidente norteamericano Lyndon Johnson acerca de una revolución cibernética que provocaría un desempleo como nunca antes habían conocido. Los sabios en cuestión exigían un renta mínima universal como única salvación. Lo exploró.
No seré yo quien relacione directamente esos espacios históricos con el actual. Obviamente lo de ahora es absolutamente transversal y está afectado por múltiples tecnologías. Pero considero que analizar la potencial necesidad de una Renta Mínima Universal no estaría de más. Y hacerlo fuera del patrón ideológico que siempre lo ensucia todo. Pero cierto es que ese subsidio, ese mecanismo sociopolítico, sólo puede ser examinado si antes hemos aplicado un verdadero análisis al concepto ‘empleo’. Como se equivocaron antes, ahora también se equivoca la versión oficial que tanto vende. Esto no va de empleos que se van a destruir, esto va de que el valor actual del contrato social que supone ese empleo va a ser otro en el futuro.
A nuestros puestos de trabajo del futuro no iremos a trabajar. Iremos a aprender. A aprender a mejorar nuestros modelos productivos de cualquier tipo gracias a una tecnología que viene, como siempre, a ayudarnos. La tecnología es el ‘cómo’, nosotros somos el ‘porqué’. No lo olvidemos. En los próximos artículos de esta serie que hoy inicio sobre la versión optimista de la 'robocalipsis', más.
Empleos de alto valor que se van a ventilar los robots ya mismo.
¿Te preocupa que los robots te quiten tu empleo? El Financial Times te echa una mano para ver si lo tienes crudo o no. A través de una aplicación puedes comprobarlo. Introduces tu sector, tu especialidad y las actividades que desarrollas y, en un instante, la calculadora del McKinsey Global Institute te dice el riesgo que tienes de ser sustituido en los próximos cinco o seis años por un artilugio robótico o un sistema inteligente. Habla de que como máximo será un tercio de esos empleos los que sufran la sustitución traumática. 'Solo' uno de cada tres. Hagan sus apuestas. Tengamos en cuenta que ‘robot’ en este caso serían algoritmos inteligentes que se ejecutan en plataformas informáticas diseñadas y entrenadas específicamente para sustituir a humanos en tareas que ahora realizan estos.
¿Te preocupa que los robots te quiten tu empleo? El Financial Times te echa una mano para ver si lo tienes crudo o no. A través de una aplicación puedes comprobarlo. Introduces tu sector, tu especialidad y las actividades que desarrollas y, en un instante, la calculadora del McKinsey Global Institute te dice el riesgo que tienes de ser sustituido en los próximos cinco o seis años por un artilugio robótico o un sistema inteligente. Habla de que como máximo será un tercio de esos empleos los que sufran la sustitución traumática. 'Solo' uno de cada tres. Hagan sus apuestas. Tengamos en cuenta que ‘robot’ en este caso serían algoritmos inteligentes que se ejecutan en plataformas informáticas diseñadas y entrenadas específicamente para sustituir a humanos en tareas que ahora realizan estos.
De los resultados hay cinco que no suelen salir en las habituales listas del Top Five de la Robocalipsis y que, si se detalla adecuadamente el formulario, se muestran como en zona de alerta. Se trata de algunos mandos intermedios, los comerciantes de productos básicos, los redactores de informes, los contables y los médicos. Es muy curioso apreciar como los llamados ‘empleos de alto valor’ pueden estar en mayor riesgo que otros que se les considera de menor escala. Es muy improbable que los asistentes y enfermeros sean sustituidos por robots por su necesaria actividad 'humana', pero los doctores podrían encontrar un serio contrincante a la hora de diagnosticar en la inteligencia artificial.
Según la Universidad de Oxford, el 47% de los empleos en el mundo occidental se van a automatizar en dos décadas. Si tienes treinta años o cuarenta, en algún momento te va a tocar sí o sí. Ya sabemos que los que tienen que ver con las tareas repetitivas, conductivas o de escasa necesidad creativa, tienen los días contados. No obstante, la versión oficial de todo esto es más que revisable. Ahora bien, hay cinco profesiones de ‘cuello blanco’ que van directas a la gran batalla contra una máquina y que, según uno de los grandes consultores de empleo en el mundo, Shelly Palmer, tienen los días contados. Al final del artículo procuraré dar la clave para no sucumbir a este ‘susto o muerte’.
Quedan esperanzas. The National Academies of Sciences, Engineering and Medicine convocaron un comité para investigar el impacto de la tecnología en los empleos. En un estudio de 184 páginas, 13 expertos en economía e informática concluyeron que no tienen suficientes datos para determinar exactamente cómo la automatización, los robots y las innovaciones están afectando el empleo. Sin embargo si que hay datos. Muchos ejemplos que demuestran como está derivando. Casos concretos como el de Fedex u otros. De hecho hay gente que ya habla de que el empleo, como concepto, va a desaparecer en 60 años. Para todos los gustos.
Pero vamos a los cinco que comenta Palmer:
Gerentes de proyectos. Si tu vida gira en torno de la creación y control de bases de datos, hojas de cálculo y software de gestión de proyectos, los robots te están apunto de sustituir. Todo cuanto realizas y que tiene una base analítica lo puede hacer un software, aprender rápido y mejorar lo que haces. Esto va de reducir los costes de ejecución y aumentar los beneficios por eficiencia.
Los vendedores y comerciantes de productos básicos, así como los responsables de compras de esos mismos productos. En todo proceso de compra y venta de las denominadas ‘commodities’, las variables que se manejan en la negociación tienen que ver con las especificaciones técnicas, el precio y la disponibilidad. En ese campo, un algoritmo capaz de analizar inteligentemente todo ese proceso pronto logrará mejores resultados que cualquier ser humano. Al final esto va de resultados y de cifras. Mayor beneficio y menor costo.
Redactores, periodistas y algunos autores. Aunque se contempla el hecho que escribir es algo complejo, redactar informes y noticias básicas no lo es tanto. Analizar documentación, investigar imágenes, o conversaciones y convertirlo en un informe ya es algo que sucede y que sólo hará que aumentar su calidad y precisión.
Contables, gestores y analistas financieros. La contabilidad robótica todavía está en fases iniciales pero actualmente ya interviene en infinidad de asuntos que, hasta hace muy poco, requería de supervisores humanos. La analítica financiera, la gestión contable y el asesoramiento económico tiene un duro escenario desde el punto de vista laboral y de reinvención.
Algunos médicos también lo tienen complicado. Por lo menos los que tienen que ver con la identificación de enfermedades y aplicación de tratamientos. Algo que, por otro lado, parece una buena noticia si atendemos a las necesidades del planeta. La población mundial rozará los 10.000 millones en apenas tres décadas. Va a ser improbable que la medicina pueda atender de un modo humano a esa población. El coste de un médico robótico será mucho menor y su capacidad de atención muy superior. La precisión quirúrgica de un brazo armado conectado a un algoritmo inteligente será tan sorprendente como la velocidad a la que se realice cualquier operación. Ya está sucediendo. Watson de IBM ya curra de médico en una docena de clínicas americanas.
Estas son cinco, pero hay muchas más profesiones. La idea es que tengamos claro que no hay territorio intocable, empleo que se libre ni escenario previsible. Cuando hablamos de ‘como va a ser el futuro’ debemos ir con cuidado. ¿Recuerdas que país mostró en la Expo de Sevilla’92 su plan de desarrollo de algo llamado Internet? Ninguno, nadie hablaba de Internet en la feria de la Innovación por excelencia en aquellas fechas. Nadie. Un lustro después, la red era parte de nuestra vida. Dos décadas más tarde era toda la vida.
Por lo tanto, cuidado con anunciar como será el mundo en 2100, 2074 o 2030. Con hablar de los próximos cuatro o cinco años vamos listos. Mi consejo a empresas, directivos, empleados y clientes en general es tratar este asunto por partes. Primero aceptando que todos tenemos los días contados. Por lo menos en el modo en el que trabajamos. Vamos a trabajar distinto, todos. Por eso es imprescindible prepararse para ello.
El progreso tecnológico ni es bueno ni es malo, sencillamente es. No hay que enfrentarse a él, hay que entenderlo, formarse, abrazarla. La tecnología no viene a ayudar por definición a nadie en particular. En todo caso viene a mejorar las cosas que se hacen. Si te pilla por medio se te ventila. Por eso es mejor adaptarse y modificar lo necesario para que el equipo formado entre tecnología y yo mismo sea una multiplicación exponencial y no una división irremediable.
La gran noticia es que sabemos que viene. No se va a parar. Sabiendo eso no tenemos otra que prepararnos. Negarlo o pensar que ‘me queda tiempo’ es tomar un riesgo que pasará factura. La pregunta no es si ‘me tocará o no’, la cuestión es ‘cuando me tocará y con que tecnología sucederá’. Todos los empleos que van a ser sustituidos, automatizados y robotizados pueden ser, a la vez, generadores de otros espacios laborales que potencien a tu empresa. No lo veas como un riesgo únicamente, míralo como una oportunidad, como una ventaja de incalculable valor.
Un pequeño paso para un robot, un gran salto para la robótica.
Mientras que los titulares que aparecerán en los próximos días sobre robots van a centrarse en que un chino se ha casado con un robot ‘femenino’ que él mismo ha construido, otras noticias menos populares se van sucediendo. Me refiero a una que pasará desapercibida y que tiene una importancia gigantesca. Ya disponemos de brazos armados robóticos que agarran y manipulan objetos desconocidos decidiendo que hacer con ellos en base a la naturaleza de los mismos. Esta noticia acorta el tiempo que tenemos los humanos para ir ocupando el espacio que la historia y la tecnología nos van a reservar.
Mientras que los titulares que aparecerán en los próximos días sobre robots van a centrarse en que un chino se ha casado con un robot ‘femenino’ que él mismo ha construido, otras noticias menos populares se van sucediendo. Me refiero a una que pasará desapercibida y que tiene una importancia gigantesca. Ya disponemos de brazos armados robóticos que agarran y manipulan objetos desconocidos decidiendo que hacer con ellos en base a la naturaleza de los mismos. Esta noticia acorta el tiempo que tenemos los humanos para ir ocupando el espacio que la historia y la tecnología nos van a reservar.
Resulta que escondido en una pequeña nave industrial de la ciudad de Somerville, un brazo robótico se pasa el día recolectando objetos aleatoriamente de una cinta transportadora y las clasifica. Botellas de plástico, alimentos, latas o espuma de afeitar son su menú. Aunque su configuración actual es una especie de banco de pruebas está claro que en breve todas las tareas de picking, inclusive de tipo más doméstico y menos industrial, podrán ser adoptadas por este tipo de automatismos. La clave, en este caso, es que el bicho piensa.
No se trata de un humanoide. Muchas veces he dicho que el futuro de los robots tendrá muy poco que ver con la pinta que tienen en las películas de ciencia ficción. Sus formas dependerán exactamente de la función que cumplan. En este caso, con sólo ser un brazo armado y mecánico conectado a un cerebro artificial será suficiente. No necesitaremos que parezca una persona sintética. Eso se lo dejamos al chino de antes. La frontera entre robots que repiten tareas indefinidamente y robots que son capaces de discernir es muy grande. Superarla ha sido uno de los desafíos más importantes de la robótica históricamente. Y ya la hemos cruzado.
La selección de diferentes tipos de objetos apilados en un contenedor puede sonar algo simple, pero sigue siendo un gran reto para los robots, especialmente si los objetos 'no le son familiares’. Los humanos son capaces de interpretar cómo la morfología de un objeto solo con verlo. Siglos de experiencia y evolución nos avalan. El ejemplo de que es muy complicado automatizar este tipo de tareas completamente lo tenemos en Amazon. A pesar de tener robots por todas partes solo han podido incluir robots recolectores en algunas fases de sus centros. En ningún caso tienen mecanismos que seleccionen y piensen sobre lo que recogen. Por eso el salto es tan importante.
El sistema de RightHand Robotics agarra objetos usando una mano con dedos con una copa de succión en su centro. Una cámara está incrustada en la mano para ayudar a determinar qué apéndice utilizar y cómo captar el elemento. La empresa emplea el aprendizaje automático para refinar su algoritmo de control a lo largo del tiempo, y los trucos aprendidos por un robot son devueltos a un servidor en la nube para que puedan ser compartidos con otros ‘compañeros’. El principio del final de algunos empleos se ha acelerado. De ahí que sea tan urgente repensarlo todo, interferir en lo que los humanos vamos a tener que hacer sino queremos hacernos daño.
Además del escenario de la cinta transportadora, los desarrollos en los que ahora están ocupados en RightHand Robotics incluyen una configuración diseñada para igualar la de una empresa que envía paquetes de cosméticos adaptados a clientes individuales. El sistema de la empresa puede recoger los artículos de un cliente de varios contenedores diferentes colocados junto a un carrusel circular. Tras varias acciones aprende a captar diferentes objetos. Si no lo toma bien al principio, con pocos intentos lo logra y lo identifica perfectamente.
Que los desarrollos automatizados aprendan es la clave. Que piensen es definitivo. Los coches autónomos no serán autónomos hasta que diferencien entre ‘no debes atropellar a un ser humano’ y ‘lo que significa atropellarlo’. Lo mismo con este tipo de objetos animados. De seleccionar encadenadamente objetos gracias a sensores, a distinguirlos por aprendizaje hay un salto cualitativo importante.
No nos damos cuenta de que los robots han empezado a ayudarse entre ellos. Este en concreto comparte lo que aprende con otros robots. Entre ellos mejoran, son muy listos. ¿Qué estamos haciendo nosotros? Seguimos lamentándonos. ¿Por qué no aceleramos en la formación, estimulación y desarrollo de las aptitudes que nos hacen mejores profesionales cuando nos mostramos más humanos? La intuición, la creatividad, la empatía, la emoción y el razonamiento siempre serán las herramientas. El resto no. Tú mismo. Puedes seguir atendiendo a noticias sobre robots que se casan o empezar a formarte en lo que tu mundo va a pedirte en cinco minutos.
La impresión 3D y el cambio irremediable del proceso productivo.
La entrada de las impresoras 3D a los procesos industriales se va a llevar por delante conceptos residentes e inamovibles desde hace décadas. De momento sabemos que la llegada de estos dispositivos a la vida de los ciudadanos será moderada y, como pasa ahora con la impresión tradicional, cada vez más la dependencia estará en los consumibles que en el hardware, así como, ‘imprimir’ en según que materiales lo dejaremos para las comercios capaces de disponer de muchos ‘cartuchos’ de materiales distintos. Tengo la impresión que las impresoras 3D entrarán en lo cotidiano cuando dejemos de llamarlas impresoras y las denominemos ‘creadoras’.
La entrada de las impresoras 3D a los procesos industriales se va a llevar por delante conceptos residentes e inamovibles desde hace décadas. De momento sabemos que la llegada de estos dispositivos a la vida de los ciudadanos será moderada y, como pasa ahora con la impresión tradicional, cada vez más la dependencia estará en los consumibles que en el hardware, así como, ‘imprimir’ en según que materiales lo dejaremos para las comercios capaces de disponer de muchos ‘cartuchos’ de materiales distintos. Tengo la impresión que las impresoras 3D entrarán en lo cotidiano cuando dejemos de llamarlas impresoras y las denominemos ‘fábricas’, con todo lo que eso supone.
En la edición de Economía de Futuro dedicada a la impresión 3D tuve la oportunidad de entrevistar al Vicepresidente Mundial de HP Ramón Pastor. Una conversación espectacular en la que nos cuenta hasta donde llega en estos momentos esta tecnología. También conocimos a Natural Robotics, una startup dedicada a fabricar impresoras asequibles.
¿Qué es la Transformación Digital? ¿Una revolución social o tecnológica?
Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.
Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.
Sin embargo, aunque esté por todas partes, no es algo que todo el mundo tenga tan claro como debería. Lo más confuso del concepto Transformación Digital es precisamente lo ‘digital’. Y lo es porque precisamente esa transformación tiene que ver muy poco con la tecnología a la que se le asocia constantemente. La tecnología, ya sea robótica, digital, inteligencia artificial, automatismos o de cualquier otro tipo, facilita que se produzca una transformación, pero en realidad tiene que ver más con un modo de pensar, procesar y de comportarse debido a la llegada de esa tecnología.
La tecnología digitaliza, pero no transforma. No siempre por lo menos. Cuando Spotify nació revolucionó el modo en el que las personas accedían a la música. La tecnología fue el detonante porque permitía acceder desde cualquier lugar a la librería de canciones más grande del planeta. Sin embargo, el éxito se debió a un cambio de pensamiento. El usuario pasaba de comprar productos a consumir servicios, de comprar discos a consumir música. Este nuevo modo de pensar generó un nuevo modelo de negocio que ahora replican muchos otros y en muchos campos.
¿Por qué es tan importante la Transformación Digital? La transformación digital es fundamental porque altera las estructuras de la sociedad de punta a punta. Un buen número de las compañías más grandes del mundo no existían hace tan sólo una década. El impacto de éstas ha sido realmente intenso y profundo. Han sido disruptivas no por la tecnología aportada sino por el modo en el que han modificado las reglas y relaciones sociales. Uber, Amazon, Facebook, Twitter, Airbnb, Netflix y tantas otras.
Cuando se obvian esos cambios y se incumple la tendencia del mercado el resultado ha sido desastroso. Le pasó a Blockbuster o a Kodak, pero también a centenares de empresas consolidadas y con altos ingresos que de la noche a la mañana vieron como un nuevo agente disruptivo, un competidor que hacía las cosas distintas, los borraba del mapa.
Es importante prestar atención a esa Transformación Digital urgente que deben afrontar todos los negocios del mundo. De un modo u otro te va a tocar. No es bueno esperar a que aparezca esa disrupción en tu sector y luego reaccionar. Netflix interrumpió su modelo de negocio inicial basado en el alquiler de DVDs. Al observar el mercado y predecir los avances tecnológicos, Netflix se arriesgó e invirtió en tecnología de transmisión de video. La apuesta dio sus frutos. En 2017 Netflix registró unas ganancias récord y es el mayor proveedor de contenido de video del mundo.
¿Se puede transformar digitalmente todo? En 1876, Alexander Graham Bell inventó el primer teléfono. En 1905 2,2 millones de personas usaban teléfonos. En 1910 esta cifra creció hasta 10 millones. Lo mismo con la TV. Puesta en marcha por primera vez en 1927. En 1939 existían 7.000 aparatos de televisión en los Estados Unidos. En 1959, esta cifra era de 67.145.000. A esto se le llama crecimiento exponencial. La adopción tecnológica en nuestra sociedad es extremadamente rápida. Facebook fue lanzado en 2004 y apenas 10 años más adelante, tenía 1.390.000.000 usuarios activos.
Es importante destacar que la Transformación Digital, que a mi me gusta llamar Revolución Digital, está significando un reordenamiento de todos los vínculos y contratos sociales que teníamos establecidos rígidamente a partir de los estímulos que concede la propia tecnología. Hablamos de un reto empresarial y personal, de una revolución tecnológica pero también íntima. No hablo de algo a temer sino a desafiar.
Algunos clientes me comentan que sienten cierta angustia cuando se dan cuenta de la velocidad de todo y la cantidad de cambios a efectuar. Cierto que hace 20 años pocos creían que llevaríamos en estas fechas una computadora capaz de navegar por internet, una cámara de vídeo de alta resolución, un geolocalizador sin margen de error, un video teléfono capaz de conectar sin coste con cualquiera en el mundo, un entrenador personal o mil cosas más, en el bolsillo y por 200 dólares.
A ellos les digo que la pregunta no es si les va a llegar o no el momento de la disrupción. La pregunta correcta es ¿cuándo y con que tecnología? Se trata de aprender cómo van a cambiar las cosas para que tu empresa pueda estar lista a tiempo. La falta de previsión y estrategia podría convertir un negocio rentable en irrelevante. Esta afirmación sirve para empresas y, sobretodo, para personas. La transformación no atañe a las empresas únicamente, también a sus miembros en todos los estadios.
En los cursos que ofrezco, la parte más importante de los mismos no es el 'cómo se crea una estrategia empresarial de transformación', que también, sino especialmente cómo los miembros de una empresa comprenden que transformarla digitalmente no es enseñar habilidades tecnológicas a sus empleados, sino ofrecerles las vías para revolucionar su modo de entender la empresa, la competencia y el sector.
Que los robots paguen impuestos es una muy mala idea.
El fundador de Microsoft, durante una entrevista que concedió a Quartz, se mostró escéptico sobre la capacidad de este mundo para gestionar una automatización veloz. A eso añade que para prevenir un desastre monumental los gobiernos deberán aplicar un impuesto robótico. Asegura que si esa automatización continua a la velocidad actual el desastre será bíblico. Realmente, su propuesta de tasar a los robots se basa en la necesidad de reducir la velocidad de esa automatización. Algo que como contesta The Economist es inviable.
El fundador de Microsoft, durante una entrevista que concedió a Quartz, se mostró escéptico sobre la capacidad de este mundo para gestionar una automatización veloz. A eso añade que para prevenir un desastre monumental los gobiernos deberán aplicar un impuesto robótico. Asegura que si esa automatización continua a la velocidad actual el desastre será bíblico. Realmente, su propuesta de tasar a los robots se basa en la necesidad de reducir la velocidad de esa automatización. Algo que como contesta The Economist es inviable.
A esas afirmaciones del Sr. Gates se han sumado centenares de economistas, expertos, defensores de un universo paralelo y derivados. Todos consideran que su teoría responde a gravámenes exactos y justos. Culpabilizan a una maquinaria de eliminar puestos de trabajo. Algo que por cierto ha pasado toda la vida. Pero en realidad no habla de eso. Bill Gates no está hablando de que los robots paguen el impuesto sobre la renta. Él sostiene que los robots deben ser gravados, ya sea en su instalación o en las ganancias que generen a costa del trabajo humano desplazado. Ese beneficio superior, según Gates, deberá utilizarse para capacitar a los trabajadores y, tal vez, para financiar servicios públicos sanitarios, educativos o del cuidado de ancianos o enfermos.
Suena a película futurista donde millones de robots trabajan para nosotros y, bajo un ocio cultural y maravilloso, los humanos esperamos que nuestros servicios públicos se transformen en derechos fundamentales. Eso va a costar. Básicamente porque para llegar ahí deberemos de desmontar todo un modelo económico que nos ha regido en cada revolución tecnológica. Y es que un robot no es más que una inversión de capital, como una computadora, una fundición o un tractor. Es aconsejable no gravar estas cosas. Si se hace se pone en riesgo el crecimiento de la producción. Una fiscalidad que disuada la inversión contrae la economía. Es contraproducente. Los que defienden lo que dice Bill Gates sugieren, a veces sin saberlo, que invertir en robots es algo así como hacerlo en una cadena de montaje automatizada. Aumenta la producción económica pero también impone un costo social. A esto se le llama ‘externalidad negativa’.
Pero el drama es inevitable y es bueno que se esté debatiendo en algún sentido. La rápida automatización amenaza con desalojar a millones de trabajadores de viejos empleos sin tiempo para absorberlos en otros nuevos. De ahí que ese teórico impuesto sobre los robots aparezca como salvación. Unos ingresos públicos que reduzcan ese drama y ayude a paliar los efectos de tipo social. Algo así, y guardando las diferencias, como hacemos con aquellos productores industriales más contaminantes que pagan impuestos superiores para desalentarlos a utilizar ese tipo de procesos que nos dañan a todos.
Muchos trabajadores serán desplazados por robots. Cierto. Como también muchos robots iniciaran funciones sociales en ámbitos de la salud, la atención, administración del estado, la función pública y la seguridad. El coste de todo ello se reducirá también. El coste ‘humano’ de la administración pública también bajaría. Y mucho. Digamos que los servicios que ahora son costosos para la administración podrían ser relativamente más baratos, logrando así una estabilidad social vinculada al bienestar garantizado.
Pero donde la idea de Gates flojea más es en la idea de que la automatización se está produciendo muy rápido. Si eso fuera así, si el desplazamiento de trabajadores por máquinas estuviera siendo tan acelerado y general, las tasas de crecimiento y productividad también lo harían de manera importante. Muchos defienden que es cierta esa velocidad. Algo que no está sucediendo en realidad. Sin embargo hay preguntas incomodas si fuera posible imponer ese tipo de estrategia. ¿Por qué reinstalar un modelo productivo automatizado y gravado impositivamente cuando la gente hace cola para hacer el trabajo con el salario mínimo? La propuesta de Gates y los defensores de los robots paganinis busca retrasar la automatización pero lo que provocarán es el retraso de la productividad.
En una automatización rápida los robots no deben ser un objetivo fiscal. Los robots no son más que una sustitución del trabajo por el capital. Gravar a los robots es un tema y la redistribución de ingresos públicos es otra. Vincularlos es dañar la productividad que al final solo lleva a más desempleo. Pretender que una empresa reduzca la velocidad de innovación porque pudiera parecer tóxica es un gravísimo error. El costo de producir la segunda copia o la mil millones de una pieza de software es aproximadamente cero. Cada conductor del camión necesita instrucción individual, pero un sistema de conducción autónomo se puede duplicar de manera infinita. Esa competitividad es inevitable. Intentar evitar con tasas e impuestos directos a la innovación no ayudará mucho a los trabajadores desplazados.
En todo caso los impuestos deberían ser, como siempre, sobre los beneficios y no sobre la inversión. Pero visto lo visto y sabiendo lo que sabemos, cuando alguien en el gobierno se de cuenta en una tertulia televisiva, en un encuentro con científicos o en los pasillos del algún ministerio, que este asunto es real y no algo que ha leído en diagonal en algún informe lejano, entonces la medida será de corte inmediato. Lo veo venir. Los impuestos a los robots molarán mucho. Tema inmediato, efectista, garantía de que los que se vayan al paro tendrán compensaciones y las empresas que los han sustituido por los malvados robots pagaran por ello. Ya verán que maniqueo será todo. Ya verán.
No temas a los robots. Por suerte, no son humanos.
En las conferencias que he ofrecido estos últimos meses explico el valor añadido que supondrán los humanos en la transformación digital y robótica que vivimos. El papel que jugaremos las personas será relevante siempre y cuando entendamos el papel que vamos a tener que jugar. En alguna de esas charlas hay un momento en el que proyecto en el escenario una imagen de un robot participando en una especie de conferencia. Hasta ahora era una metáfora. Desde hace unos días, por lo menos desde mi propia experiencia, es realidad.
En las conferencias que he ofrecido estos últimos meses explico el valor añadido que supondrán los humanos en la transformación digital y robótica que vivimos. El papel que jugaremos las personas será relevante siempre y cuando entendamos el papel que vamos a tener que jugar. En alguna de esas charlas hay un momento en el que proyecto en el escenario una imagen de un robot participando en una especie de conferencia. Hasta ahora era una metáfora. Desde hace unos días, por lo menos desde mi propia experiencia, es realidad.
Durante el último Dublin Tech Summit celebrado hace un par de semanas en la capital irlandesa hubo un panel moderado por Gina London y compuesto por Ed Hoppit, Ben Jones y ‘George’, un Robot Thespian. Todos ellos discutieron sobre los avances de la robótica y el impacto que tendrá en el marco laboral futuro. Lo interesante del panel es que, de alguna manera, ‘los malos de la película’ estaban representados por uno de ellos. Siempre se acusa a los robots de ser los responsables de que el mundo se complique laboralmente. Sin embargo, el robot allí presente se defendió. George teorizó que en el futuro los robots ocuparán de forma completa el ámbito público humano. Básicamente para hacernos la vida más sencilla.
Dejando de lado la anécdota sobre una conversación más dependiente de sistemas expertos que de inteligencia artificial, lo relevante es descubrir que los robots se han infiltrado en nuestras vidas y ni siquiera nos damos cuenta. Están por todas partes. Desde las cadenas de montaje hasta las recepciones de muchos eventos pasando por infinidad de pequeños mecanismos inteligentes a los que nos acercamos cada día e interactuamos sin darles el valor de ‘robot’ que realmente tienen. Ese hecho se llama ‘naturalización’ y poco a poco el volumen de efectos normalizados crece. La gente no detecta los robots que les rodean. Son parte de nuestro estilo de vida.
Además, sabemos que en muchos casos los procesos robóticos que hay por el mundo trabajando están conectados entre si y obtienen conocimiento de todo lo que sucede. No tienen conciencia pero si cada vez mayor conocimiento. Los robots hacen lo que queremos que hagan y cuando ponemos el grito en el cielo sobre el futuro que nos espera por ‘culpa’ de los robots es verdaderamente muy injusto. De hecho, el robot que ofreció su impresión sobre lo que allí se comentaba se defendió diciendo ‘los robots hacemos lo que se nos dice que hagamos, lo asombroso es lo que hacen los humanos con los robots’. Tiene gracia y mucha razón.
Lo terrible de la reflexión acerca del futuro que nos espera, es que suele analizarse desde la perspectiva que más audiencia ofrece. Empiezan a sucederse programas, reportajes y estudios para el fast food informativo que debe devorar sin digerir el gran público. Esa es la excusa que se nos ofrece y así nos va. Ahora toca la versión oficial de que el mundo se acaba y que llegan los robots. Las noticias se suceden. Han descubierto otro gran tema para acojonar al pueblo y tenerlo enganchado a esa televisión reportaje-show o tertulia-espectáculo.
Los robots no reemplazarán a los humanos, trabajarán con nosotros. Aunque los medios y la sociedad no conocedora de los entresijos de la investigación y avances en Inteligencia Artificial, expliquen o crean que vamos hacia la convivencia entre robots y humanos al más puro estilo cinematográfico, la realidad es mucho menos apasionante. Por lo menos durante mucho tiempo. La capacidad cognitiva que hemos logrado es brutal, y seguirá avanzando, pero eso no dejará de ser, sencillamente, el uso de una nueva herramienta y ahí deberá quedarse. La tecnología trabajará con los humanos, más que como seres humanos.
Nos obsesionamos con recreaciones de robots humanoides hablando con nosotros como en esa conferencia. Sin embargo la historia será menos 'cool'. Los seres humanos sobresalen en áreas que implican metas auto dirigidas y juicios de valor y el lado más bien nebuloso del sentido común de las cosas. Las máquinas, sin embargo, son perfectas para la gran matemática, el descubrimiento de patrones y el razonamiento estadístico. Los dos escenarios están entrelazados. Conversaremos con máquinas, pero no nos sustituirán en lo esencial.
Y es cierto, sin embargo, que la AI avanza a una velocidad exponencial. Eso es evidente. En la década de 1990, Deep Blue de IBM, perdió ante Garry Kasparov, el mejor jugador de ajedrez del mundo en ese momento. Un año después el sistema estaba preparado para derrotar a Kasparov. Go, un juego de razonamiento estadístico para descubrir patrones, fue el siguiente a enfrentar humanos y máquinas. El software inteligente en el que había trabajado Google venció al campeón mundial Lee Sedol el año pasado.
En ambos casos se trataba de estudios estadísticos y las máquinas fueron finalmente capaces de procesar suficientes datos para prosperar en juegos de movimientos restringidos, con parámetros estrictos. Pues en otros ámbitos también logran pensar mejor que nosotros. Libratus superó una de esas limitaciones hace unas semanas cuando este programa desarrollado por la Universidad Carnegie Mellon derrotó a cuatro jugadores de Póker profesionales. La AI demostró que podía entender el idioma, la habilidad, el farol, la comunicación y, especialmente, tenía una capacidad superior para comprender el riesgo y la recompensa.
Las máquinas se esfuerzan por entender el lenguaje. Es básico, si quieren ayudarnos. No es un riesgo, es una ventaja que lo logren. Según piensa IBM especialmente, vamos hacia el asistente cognitivo, un valor añadido a nuestro día a día donde nosotros, si lo aprendemos a llevar, seremos mejores y más humanos. Como digo muchas veces, ‘los robots han venido a ayudarnos a ser más humanos’. No los temas, no son personas. Que se sepa, la humanidad no ha demostrado todavía mucha capacidad para organizar este rompecabezas llamado sociedad.
Los retos socioeconómicos a los que nos enfrentaremos en cinco años. Mesa Redonda MWC.
El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.
El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.
Moderados por Gemma Navés, redactora del programa Valor Afegit, TV3, junto a Luis Ivan Cuende, el jovencísimo asesor de la Vicepresidenta de la Comisión Europea en asuntos de tecnología y miembro de la lista de los 30 menores de 30 de la revista Forbes, Esteve Almirall profesor asociado del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en ESADE, Aleix Valls, CEO de la Fundación Mobile World Capital Barcelona y Artur Serra, Director Adjunto de la Fundación i2Cat, debatimos sobre como afrontar un previsible mundo sin empleo o, como yo mismo defiendo, un mundo con un empleo absolutamente distinto.
El debate sobre las implicaciones que esta revolución conlleva y la redefinición de los trabajo que deban cambiarse, destruirse o modificarse, me interesa mucho, pero no tanto como el método en el que se va a distribuir la riqueza y el papel relevante o no del ser humano en ese nuevo escenario. Bajo mi punto de vista, y así lo expliqué, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.
Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.
Esa clave responde a la importancia de que un liderazgo creíble y capaz de asumir el reto histórico que nos ha tocado vivir debe nacer desde la política en mayúsculas, algo que, por cierto, aquí cuesta detectar. Mi discurso así lo demostró. Nadie en este país habla seriamente de este asunto que va a desplomarse encima de nuestras cabezas antes de lo esperado. La diferencia entre los que lo están trabajando y los que no determinará los países ricos y los pobres en un futuro inmediato. Francia destina 23 veces más que España a impulsar la Industria 4.0
Cuando el discurso se centra ideológicamente perdemos todos. Si a la Renta Mínima se le concede una óptica política y no socioeconómica la cosa se complica y retrasa el análisis correcto y urgente. No hablo de rentar a todos, pero si de prever que eso pudiera ser obligatorio en un futuro. Te guste o no las opciones de digerir un mundo donde el empleo cualificado no lo pueda ocupar todo el mundo es un problema inevitable.
El análisis sobre todo esto es tremendamente interesante. De hecho está claro, bajo mi perspectiva, que vamos a tener que cambiar algunos conceptos que no hemos modificado nunca y eso, evidentemente, va a ser muy complejo. Son tres conceptos claros: el significado del contrato social llamado ‘trabajo’, el módulo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada ‘clase media’ y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual.
1. El concepto trabajo es actualmente un contrato aceptado por todos. Tú trabajas y produces. La empresa te paga por ese rendimiento. En un futuro donde tu trabajo siempre podrá ser mejorado por una máquina el espacio laboral que te queda deberá ser en otro sentido. El hecho de que el valor añadido sea humano dependerá de que se relaje el concepto que ahora tenemos tatuado cerebralmente. La productividad será artificial, la creatividad humana. El valor de lo intangible tomará un sentido desconocido hasta ahora. Tenemos pistas pero están a años luz de lo que digo.
2. Si la riqueza generada no se equilibra en todos los espacios sociales el conflicto es inevitable. La sociedad verá en los avances un enemigo y no un aliado. Históricamente cada revolución tecnológica significaba un parto doloroso que al final siempre acabó en mejoras para la sociedad. La clase media desaparece y una nueva clase compuesta por pobres con trabajo se afianza. Así no vamos a ningún lugar. Se debe definir una línea política que prevea esto y no lo haga con discursos pueriles y viejos sobre que a los ricos hay que esquilmarlos irremediablemente. Lo que se debe hacer es diseñar ordenadamente una transición hacia un equilibrio que, por supuesto, a muchos ricos no va a gustar, pero que es irremediable. Una cosa es ideología y otra aplicar pragmatismo.
3. Y la tercera tiene que ver con el valor educativo. Los niños de 3 o 4 años de hoy en día no se sacarán el carnet de conducir, vivirán en un entorno de economía circular y el 90% de ellos lo harán en ciudades inteligentes. El empleo al que podrán acceder es desconocido. No podemos saberlo. De hecho intuirlo es irrelevante por la cantidad de errores que podemos cometer. Para no fabricar manadas de descontentos es imprescindible fundamentar la educación de todos ellos en un ambiente flexible al límite y que establezca la imprevisión como norma. Sino las cifras de paro juvenil actual serán una caricatura en comparación.
En definitiva un evento muy recomendable que ha seguido toda la semana repitiendo mesas redondas, actividades culturales y de reflexión acerca de la transformación digital en su conjunto. Miles de inscritos en la Mobile Week han permitido acercar y abrir uno de los eventos tecnológicos más importantes del mundo a la ciudadanía y al debate sereno y profundo.