La Inteligencia Artificial juzgará a gimnastas en Tokio 2020.
Era de esperar. La tecnología vinculada a la revolución que vivimos se desplegará con intensidad en uno de los eventos de mayor relevancia en nuestro planeta. En los próximos juegos olímpicos de 2020 de Tokio lo vamos a ver de manera contundente. Sucederá por tres razones. Una porque en apenas los dos años y medio que quedan para la inauguración, los avances que se producirán en esta fase exponencial de innovaciones, van a ser muy relevantes. Algunas cosas, sobretodo vinculadas a las comunicaciones y al modo en el que accederemos a los contenidos, todavía no existen o no han sido mostradas al público. La segunda razón porque se van a celebrar en Tokio. Lo vamos a flipar. El catálogo de robots, automatismos e inteligencia artificial que nos van a mostrar será digno de la capital mundial de este tipo de dispositivos. La tercera por algo que tiene que ver con la propia esencia humana. La tecnología disponible en 2020 estará en manos de empresas globales que utilizarán los Juegos como escaparate de esos nuevos avances convertidos en productos.
Era de esperar. La tecnología vinculada a la revolución que vivimos se desplegará con intensidad en uno de los eventos de mayor relevancia en nuestro planeta. En los próximos juegos olímpicos de 2020 de Tokio lo vamos a ver de manera contundente. Sucederá por tres razones. Una porque en apenas los dos años y medio que quedan para la inauguración, los avances que se producirán en esta fase exponencial de innovaciones, van a ser muy relevantes. Algunas cosas, sobretodo vinculadas a las comunicaciones y al modo en el que accederemos a los contenidos, todavía no existen o no han sido mostradas al público. La segunda razón porque se van a celebrar en Tokio. Lo vamos a flipar. El catálogo de robots, automatismos e inteligencia artificial que nos van a mostrar será digno de la capital mundial de este tipo de dispositivos. La tercera por algo que tiene que ver con la propia esencia humana. La tecnología disponible en 2020 estará en manos de empresas globales que utilizarán los Juegos como escaparate de esos nuevos avances convertidos en productos.
Recordemos que el cambio lo impulsa y promueve el gobierno japonés. Defienden una economía de innovación por lo que unas Olimpiadas en su propio territorio proporcionan un incentivo adicional para exhibir tecnología. Tokio está preparando una aldea de robots, taxis sin conductor y una lluvia de meteoritos artificial como parte de lo que espera sean los Juegos tecnológicamente más avanzados de la historia. Incluso viviremos la traducción simultLas tres vías por las que se van a aplicar tienen que ver con aspectos de forma y, esencialmente, en el contexto que vivimos. Un mundo sujeto al escrutinio de los datos y la inteligencia artificial va a someter los Juegos de 2020 a un juicio sin precedentes. En la forma, centenares de robots, pantallas y sujetos sintéticos se relacionarán de manera natural con espectadores, deportistas y periodistas durante los juegos. En el fondo, la retransmisión desde Tokio será inédita. La más increíblemente manera de ver lo audiovisual que jamás sucediera. Mayoritariamente se verán desde dispositivos móviles vinculados a la red 5G. Retransmisiones en 8K multicanal y multiplataforma, interactivas como nunca hemos visto y, con una lectura impensable hace muy poco, trillones de datos aportando valor y predicción a todo cuanto ‘no sabíamos’ que queríamos ver antes de verlo.
Sin embargo, la tercera para mí es la más relevante desde el punto de vista de lo que son los Juegos Olímpicos. La aparición de la Inteligencia Artificial en la propia competición. No hablo de cámaras para discernir si ha sido falta o no. No se trata de un zoom detallado sobre algún aspecto del juego. No, estamos hablando de Inteligencia Artificial de pleno en el ámbito de la competición al más alto nivel de complicidad. Resulta que la Federación Internacional de Gimnasia dice que piensa usar Inteligencia Artificial para ayudar a los jueces en los Juegos Olímpicos de 2020.
Se trata de jurados amparados en la alta tecnología. Mantener mentalmente el ritmo con los giros, vueltas y saltos de una gimnasta de alto nivel no es una tarea fácil. Los jueces olímpicos tienen que volver a ver el ejercicio tras la actuación, apreciando incluso los movimientos más sutiles para puntuarlos. En ocasiones, aspectos muy menores pueden dejar en blanco a algún deportista que podría merecer alguna medalla tras cuatro años de sacrificios. Estar a expensas del potencial ‘error’ humano es lo que busca este complemento sintético.
La Federación Internacional de Gimnasia planea utilizar un sistema de inteligencia artificial desarrollada por la compañía japonesa (ya os lo decía) de TI Fujitsu para ayudar a los jueces a calificar los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio. Un software que analizará los datos recopilados a través de sensores 3D durante las actuaciones de los gimnastas. A continuación, casi instantáneamente proporciona detalles sobre cada actuación, desde la altura de las acrobacias de los atletas hasta el ángulo de sus piernas durante una rutina de barra de equilibrio por ejemplo. En teoría, después de comparar esta información con los estándares del comité internacional de gimnasia, la IA establecerá una puntuación.
Si funciona como se espera, el sistema de IA de Fujitsu eliminará parte de la subjetividad de juzgar. Favoritismos por países, por histórico del atleta, la hora del día, el humor del miembro del jurado, etc. Una especie de jurado del jurado en consecuencia. También se considera aplicarlo a otros deportes que sufren el mismo asunto. De hecho se dice que ya ha sido utilizado en algunos casos durante los Juegos Olímpicos de invierno que se están celebrando estos días.
Es casi seguro que en 2020, la IA de Fujitsu trabajará como juez auxiliar proporcionando a los jueces humanos información adicional. Si el resultado es óptimo, tal vez, estemos ante otra profesión que deberá reinventarse. Lo que yo llamo ‘reworking’ afectará a todos. El debate ya esta servido. Se cree, así lo afirman desde el colectivo de jueces, que les puede pasar como a doctores, abogados y otros en los que el riesgo está no en la complementariedad sino en la potencial sustitución. Hay quien se pregunta si estamos a las puertas del final de los jurados tradicionales.
De la Inteligencia Artificial a una Humanidad Aumentada.
El debate acerca de que ‘límites’ se le deben poner a los sistemas expertos capaces de llegar a ser artilugios pensantes es siempre el mismo. Se trata de incorporar barreras éticas. El problema es que la ética y las leyes no siempre van de la mano. En ocasiones, lo que se considera aceptable en un entorno, es inasumible para otro. Derechos de privacidad, derechos de las minorías u otras no son fácil de equilibrar. Otro aspecto complicado trata de quién va a liderar esta transición. De hecho, aunque nos pongamos a definir quién, cómo y qué sobre el modelo de uso y convivencia con la inteligencia artificial del futuro, resulta que llegamos tarde a muchas cosas. El control de los datos de las personas en muchos países ya está en manos de sistemas inteligentes que ignoran la ética y la privacidad en la mayoría de los casos. A eso va a costar ponerle límites.
El debate acerca de que ‘límites’ se le deben poner a los sistemas expertos capaces de llegar a ser artilugios pensantes es siempre el mismo. Se trata de incorporar barreras éticas. El problema es que la ética y las leyes no siempre van de la mano. En ocasiones, lo que se considera aceptable en un entorno, es inasumible para otro. Derechos de privacidad, derechos de las minorías u otras no son fácil de equilibrar. Otro aspecto complicado trata de quién va a liderar esta transición. De hecho, aunque nos pongamos a definir quién, cómo y qué sobre el modelo de uso y convivencia con la inteligencia artificial del futuro, resulta que llegamos tarde a muchas cosas. El control de los datos de las personas en muchos países ya está en manos de sistemas inteligentes que ignoran la ética y la privacidad en la mayoría de los casos. A eso va a costar ponerle límites.
En esto de limitar éticamente el futuro tecnológico nos encontraremos con legislaciones muy diferentes que va a costar cohesionar. En casi todo el planeta se tiene claro que la edición genética de seres humanos está prohibida, pero en China, por ejemplo, no hay ninguna ley que prohíba la edición de genes y, de facto, los ensayos en ese sentido están haciéndose hace tiempo. Los avances en Inteligencia Artificial van, como diría aquel, a buen ritmo. Sin embargo está muy lejos de lo que se vende en algunos entornos. En la mayoría de los casos, aquello que algunos presentan como cerebros sintéticos capaces de discernir, pensar o deducir de un modo brillante, no son más que sistemas expertos capaces de solucionar problemas por la suma de pruebas ejecutadas y aprendiendo de ello. Habrá quien diga que Sophia ya piensa, pero no es verdad. Estamos muy lejos aún de todo eso, pero no por ello no es importante empezar a razonar acerca de algo que, eso sí, con toda probabilidad va a pasar en los próximos años aunque no como nos lo presentan.
Si ves los informativos generalistas, si lees los titulares de los medios escritos o escuchas tertulias de radio abarrotadas de 'expertos de todo', seguramente recordarás que ya te han presentado avances en IA que parecen ‘humanos’ y que eso ya está aquí. No es cierto. No. De hecho, ahora mismo básicamente, lo que tenemos son preguntas y esta es precisamente la razón por la cual es importante empezar a analizar el futuro en el que convivamos con ella. Lejos del alarmismo incomprensible de algunos ‘popes’ de la tecnología y la ciencia. Probablemente la respuesta no esté en poner límites a los desarrollos de Inteligencia Artificial. Posiblemente la cosa vaya de ‘aumentar’ al género humano. Estaría bien no olvidar que la IA no es nada más que una nueva herramienta que está para ayudar y beneficiar a los humanos. ¿No? Y si no lo apartamos del análisis veremos que puede ser utilizada para ‘aumentar’ a los humanos. Si hablamos de realidad aumentada, ¿por qué no hablar de humanidad aumentada?
No es ningún disparate. Hace tiempo que utilizamos la IA para mejorar nuestra actividad y ‘aumentar’ nuestro trabajo. Cuando agarras eso que llamas ‘teléfono’ y con el que haces de todo menos hablar, pulsa el icono de Facebook por ejemplo. Ahí vas a ver como la IA está currando duro para que veas lo que ‘tienes’ que ver y no pierdas el tiempo en otros asuntos. Abre Google y ¡ahí va! Resulta que tienes que escribir muy poco, el formulario se adelanta a tus ‘intenciones’. Compañías como LawGeex, que usan algoritmos de Inteligencia Artificial para revisar automáticamente los contratos ahorra costes a los clientes, pero el beneficio real es el ahorro de tiempo. De manera similar, la IA se está convirtiendo rápidamente en un recurso imprescindible en medicina. Se utiliza para clasificar qué tipo de lesión cutánea es cancerosa, para diagnosticar el cáncer en una etapa muy temprana con una prueba de sangre, para predecir enfermedades cardiacas, para determinar los componentes en los humanos y los animales que podrían extender la expectativa de vida y para muchas otras cosas. La U.S. Food and Drug Administration aprobó recientemente un algoritmo para predecir la muerte. Como suena. Ejemplos de cómo la IA ya se están utilizando para aumentar nuestro conocimiento y nuestra capacidad de buscar y encontrar respuestas, de cómo están transformando la forma en que trabajamos y vivimos nuestras mejores vidas.
¿Es esto una humanidad aumentada? Probablemente sí, pero nos queda mucho por aumentar y, seguramente, tendrá que ver con ‘hasta donde aumentarnos’ y no tanto ‘hasta donde limitar’ la Inteligencia Artificial. De momento nos queda ver como cambian los negocios y pensar como adaptarnos para ser una sociedad aumentada, una empresa aumentada o un consumidor aumentado. Cuando pensamos en la IA aumentando a los humanos, frecuentemente pensamos en modo ‘ciencia ficción’. Error. Pensamos en implantes cerebrales como los de mi amigo Neil Harbisson. Imaginamos un auricular del futuro que será un chip intracraneal traduciendo a tiempo real idiomas extraños que no entendamos en una conversación. Esa es la evolución prevista, por lo que, como demuestra la historia, no será exacto. Es aquello de la innovación real y la propuesta y lo que dijo Henry Ford acerca de innovar entre un coche de caballos y uno de motor.
No se trata de adivinar el futuro. Se trata de deducirlo. No creas que hay alguien en este mundo capaz de imaginar tu vida o la de tus hijos en 50 años. Si lo hay, está encerrado en un laboratorio y no lo conoce casi nadie. La tecnología que va a cambiar todo, absolutamente todo lo que hacemos, nuestros modelos de gestión social, cultural, política, económica y de distribución del conocimiento serán modificados de un modo completo en los próximos años y no tenemos ni pajolera idea de cómo será nada. Nadie podía imaginar el futuro como ha sido el presente hace 30 años. De hecho hace una década y algo, el 90% de las interacciones que intervienen en tu vida cotidiana no las hacías con dispositivos que ahora son cotidianos. De ahí que me interesa más saber como vamos a ‘aumentar’ a la humanidad y no tanto como vamos a ‘limitar’ a la inteligencia artificial, pues no dejará de ser, por muy sofisticada que parezca, una herramienta. De ahí que toca un debate ético profundo y un plan para crear una humanidad más completa. Ser más humanos gracias a la tecnología y que esta llegue a todos sin distinción es el gran reto.
Campaña electoral, Inteligencia Artificial y Big Data ¿Influye la tecnología en el voto?
Hoy es el primer día de campaña electoral en Catalunya. Análisis en clave política hay muchos y mejores que el que pueda hacer yo. Sim embargo hay un punto de vista tecnológico que llevo tiempo analizando. ¿Cómo las nuevas tecnologías están afectando de manera importante en el desarrollo de cualquier comicio electoral? Digamos que hay dos aspectos en el que la disrupción tecnológica está afectando a todo lo que tiene que ver con las elecciones. Por un lado afecta a las propias campañas electorales y por otro en el hecho de votar. En el primer caso estamos ante tecnologías que permiten influir en los resultados y por otro lado, el cómo la tecnología disponible ya nos permitiría votar de otra manera con un ahorro importante de dinero y unas garantías absolutas.
Hoy es el primer día de campaña electoral en Catalunya. Análisis en clave política hay muchos y mejores del que pueda hacer yo. Sin embargo, hay un punto de vista tecnológico que me interesa especialmente ¿Cómo, las nuevas tecnologías, están afectando de manera importante en el desarrollo de cualquier comicio electoral? Digamos que hay dos aspectos en el que la disrupción tecnológica está afectando a todo lo que tiene que ver con las elecciones. Por un lado afecta a las propias campañas electorales y por otro en el hecho de votar. En el primer caso estamos ante tecnologías que permiten influir en los resultados y por otro lado, el cómo la tecnología disponible ya nos permitiría votar de otra manera con un ahorro importante de dinero y unas garantías absolutas.
En campaña electoral sobresale, desde hace tiempo, el papel relevante de los automatismos de opinión. Son los denominados ‘bots’ o robots políticos en la red. Un software que tiene como función participar en debates en las redes sociales en una sola dirección. Hay de dos tipos, los que sólo replican masivamente y otros, más sofisticados, que mantienen una especie de conversación. Aunque estos últimos sean sistemas expertos capaces de buscar respuestas en base al contenido de tu aportación. Por regla general si ves un perfil de origen ruso o de un país remoto retuiteado un tuit en catalán, sospecha. Estos son fácilmente detectables. Suelen ser cuentas con un timeline lleno de retuits y ya está. Los otros, vinculados a un modelo de aprendizaje sintético, son los que utilizan los partidos políticos con más medios. Suelen entrar en debate en una sola dirección. No razonan, no cambian de opinión. No están programados para eso.
Si has estado debatiendo en la red recientemente, si lo piensas hacer durante la campaña, debes saber que es muy probable que cuando aparece un perfil desconocido, con el que no has hablado nunca e inicia un debate contigo, existe un 50% de probabilidades de que no sea humano. Se calcula que el 50% del tráfico que hay en las redes sociales actualmente es sintético, no humano. Un torrente de opinión artificial que busca crear tendencias. La red funciona como una especie de río que de vez en cuando se queda estancado ante un embalse. Los jefes de campaña buscan abrir las puertas de esa presa de información para que fluya en la dirección que interesa. Cuanto más caudal lleve esa riada, más difícil es cambiar la tendencia. Hace 10 años los miembros de una campaña electoral eran expertos en comunicación y ciencia política, después empezaron a llenarse las ‘war room’ de estrategas en redes sociales y, ahora, la mayoría que componen los equipos de las candidaturas más exitosas suelen ser matemáticos e ingenieros.
Así ganó Trump. Por esto y por otros aspectos. Los motivos por los que ganó las elecciones son múltiples, de carácter social, coyuntural, respecto a la otra candidata, etc. Pero hubo un hecho que fue crucial. Al menos en la efectividad. Lograron con ello que las acciones de campaña fuesen encaminadas a las personas susceptibles de cambiar de opinión o de desactivar el voto contrario. Sin entrar en detalle, se necesita un tratado al respecto y hay quien lo ha explicado muy bien ya, el modelo de gestión fue el siguiente: una vez Trump finalizaba un discurso o intervención en campaña, se activaba un sofisticado método de 'scrapping', rastreo en redes sociales de quien decía o hacía algo a favor de él y se extraían todos los elementos posibles de su perfil. Una vez detectados a miles de seguidores favorables, desestimados los conocidos previamente, se iniciaba un análisis en detalle de sus vinculaciones, grupos, aficiones, gustos, etc. Con todo ello consiguieron crear una campaña predictiva y personalizada. Acciones que actuaban sobre lo que convenía a cada persona y en cada momento antes de que el potencial votante lo supiera incluso. Por cierto, ¿sabes cuál era la serie de televisión que marcó el inicio de este rastreo? Pues fue ‘The Walking Dead’. Tiene su cosa eso de que a partir de una serie de éxito que representa un mundo lleno de zombies, los ingenieros de Trump pudieran ir deshilachando la cadena de relaciones distribuidas digitalmente para hacer una campaña más efectiva y eficiente.
Pero no toda la tecnología electoral es negativa. Recordemos que la tecnología es el 'cómo' y las personas que la utilizamos somos el 'porqué'. La tecnología está moldeando la política actual. De hecho hay interesantes avances en como vamos a votar, elegir, analizar y sensibilizarnos en temas electorales. Hay algunas tecnologías muy relevantes como el voto biométrico, el registro de candidatos por CRS, el sistema de identificación electrónico o el sistema de transmisión electoral RTS, sin embargo, de momento, los aspectos que podríamos encuadrar como tecnologías que afectan a los procesos electorales serían:
Inteligencia Artificial y Sistemas Expertos.
Aunque no son inteligencia artificial propiamente dicha, los chatbots actúan en los casos más complejos en una franja cercana. Son sistemas expertos algo más sofisticados que un respondedor automático. No obstante los más utilizados en campaña son algo más simples. Los chatbots han tomado al mundo por sorpresa debido a su capacidad para imitar los flujos naturales de conversación y brindar ayuda a los consumidores durante todo el día. Las plataformas ahora permiten crear chatbots en cuestión de minutos y no requieren conocimientos de programación. Varios partidos políticos han desplegado numerosos chatbots para ayudarlos a cautivar a sus audiencias, a contar historias convincentes, a estar disponible durante todo el día, a registrar votante y a lanzar una campaña específica en tiempo récord. Una de las cosas más interesantes sobre los chatbots es que logran 'hablar' con las personas implicadas a través de sus dispositivos y aplicaciones habituales.
Información totalmente disponible.
Los partidos políticos y los candidatos han dependido tradicionalmente de los discursos, la radio, los medios impresos y la televisión para transmitir su mensaje. Sin embargo, con el aumento de los teléfonos inteligentes y otros dispositivos móviles, la información está más disponible que antes. Esto obliga a poner información relevante sobre sus campañas y objetivos donde sus votantes lo verán de manera constante. Hay un buen número de empresas y startups que están avanzando mucho en este y otros aspectos derivados.
Big data y gestión predictiva electoral.
Tradicionalmente, una de las partes más difíciles de la política electoral es la de dirigirse a la audiencia correcta. La tecnología permite que los partidos políticos se dirijan a audiencias específicas para que se vean influenciadas por su campaña. Los seguidores pueden recibir información personalizada sobre temas que les interesan, mientras que los votantes indecisos pueden recibir contenido diseñado para convertirlos en seguidores. La tecnología Big Data se ha convertido en algo esencial en una campaña electoral porque, de esa manera, los partidos políticos conocen mejor al electorado. De esto modo predicen el comportamiento electoral, potencian la comunicación y la interactuación digital porque hay una mejora en la escucha y participación del ciudadano. De este modo personalizan el mensaje y lo hacen tremendamente eficiente.
Influencia social e interacción directa aparentemente.
Uno de los principales factores en el éxito de una campaña política es la influencia social y la forma en que los políticos interactúan con las masas. La tecnología permite a los políticos comunicarse directamente con las audiencias, respondiendo a sus preguntas y expresando sus puntos de vista sobre temas específicos.
La política es uno de los aspectos más importantes de la sociedad moderna, y la tecnología ya está teniendo un gran impacto en la forma en que vemos los asuntos políticos. He asesorado a partidos y candidatos en estos temas alguna vez. Siempre he pensado que, mucho de lo que precisan y requieren durante sus campañas electorales, luego les cuesta enlazarlo con la gestión pública. No comprendo como pueden estar profundamente impactados por como la automatización de todo el circo electoral les engulle de manera radical y luego les cuesta tanto poner en marcha políticas activas para liderar un mundo robótico y tecnológico. Una campaña electoral es un escaparate que utiliza todos los mecanismos tecnológicos para que sea brillante y efectivo. Luego, lo que te venden no suele coincidir mucho con lo que te entregan.
Sophia, el robot con el que ya te puedes casar legalmente y el debate ético pendiente.
‘Quiero vivir y trabajar con humanos, así que necesito poder expresar emociones para llegar a comprenderos y crear confianza hacia las personas’. Esas fueron las palabras de Sophia, una robot que se subió al escenario del último ‘Future Investment Initiative’ para ser entrevistada por Andrew Ross Sorkin. Sophie es un robot humanoide diseñado por Hanson Robotics, una empresa de Hong Kong que lleva tiempo insistiendo en las posibilidades de los robots lo más realistas posibles y con una derivada inteligente muy notable.
‘Quiero vivir y trabajar con humanos, así que necesito poder expresar emociones para llegar a comprenderos y crear confianza hacia las personas’. Esas fueron las palabras de Sophia, una robot que se subió al escenario del último ‘Future Investment Initiative’ para ser entrevistada por Andrew Ross Sorkin. Sophie es un robot humanoide diseñado por Hanson Robotics, una empresa de Hong Kong que lleva tiempo insistiendo en las posibilidades de los robots lo más realistas posibles y con una derivada inteligente muy notable.
Sophia no es un robot cualquiera. Se trata del primer dispositivo artificial que logra el estatus de ciudadano. Se lo concedió Arabia Saudita hace unas semanas. Tuvo una sesión parlamentaria donde compareció incluso. A partir de una apariencia de mujer es capaz de expresar emociones y de conversar de un modo sorprendentemente inteligente en inglés y con cierto cinismo, algo que por cierto, es un salto cualitativo muy interesante en materia de Inteligencia Artificial. Hace unos días participó como ponente en el WebSummit de Lisboa y mostró como puede interactuar ante un auditorio repleto de curiosos de un modo ciertamente sorprendente.
Por poner un ejemplo, cuando a Sophia se le pregunta si un robot como ‘ella’ puede ser consciente de sí mismo, su respuesta es ‘bueno, déjame preguntarte a ti ¿cómo sabes que eres un humano. Yo sólo quiero ayudar con mi inteligencia artificial a los humanos a vivir mejor, a diseñar hogares inteligentes y construir mejores ciudades en el futuro. Haré todo lo posible para hacer un mundo mejor’. Cabe decir que Sophia a veces es algo incoherente (actitud muy humana), en una entrevista anterior dijo que ‘estaba dispuesta a matar humanos’.
La inteligencia artificial sigue su curso. De vez en cuando alguna noticia como esta salta a la red y nos muestra que la realidad empieza a superar algunas expectativas recientes. También, esas noticias, nos obligan a observar con detalle exactamente que significan y como repercutirán realmente esos avances. Aun es pronto para saber el alcance real a una década vista en el ámbito de las innovaciones en inteligencia artificial, robótica, computación cuántica, aprendizaje automático y realidad mixta para producir la próxima generación de productos y servicios, que establecerán la productividad y el progreso en las economías futuras.
De alguna manera estamos ante máquinas pensantes. La robótica será mucho más determinante de lo que ha sido Internet a medida que se normalice la relación entre humanos y robots trabajando juntos no sólo en aspectos repetitivos automatizables sino también en áreas de resolución compleja. Hoy en día, la robótica enlazada a la inteligencia artificial sigue lejos de lo que la ciencia ficción nos ha mostrado, pero ya nos obliga a debatir sobre tres aspectos clave: la Transparencia de errores al determinar la causa en caso de que un sistema de inteligencia artificial produzca daños, el Ajuste de valores del sistema de inteligencia artificial a los valores humanos) y la Automejora que permita a los sistemas de inteligencia artificial la capacidad de autoreplicarse solo en casos estrictos de seguridad y medidas de control.
Todas las industrias serán redefinidas. Estas computadoras, aprenderán, leerán, verán por sí mismas. No necesitarán que nadie les indique reglas o módulos previos. Ya no se trata de ciencia ficción, de una película que advierte de un mundo donde los robots y la inteligencia artificial pudiera sobrepasarnos. Eso va a pasar y lo importante es determinar el papel de cada uno, los límites éticos y la puesta en valor de lo que siempre significará ser sencillamente humano.
Un software parecido al que pone en marcha a Sophia es tan inteligente que entenderá que no tiene sentido atacar a los humanos. De hecho, en principio no mienten, suele responder con un ‘crearemos una nueva vida más feliz juntos’. El sólo hecho de decir ‘juntos’ ya acojona. Y es que Sophia tiene twitter. De hecho es un perfil autónomo. Hace lo que la mayoría de tuiteros. Se hace selfies y las subes, pone enlaces y opina de aquello que le interesa, básicamente tecnología aplicada. Ahora bien, el debate sobre su ciudadanía, sobre el hecho de que Sophia, por muy bien que establezca conversaciones y sea capaz de hacernos sentir que no estamos junto a un amasijo metálico sino ante algo más ‘vivo’, sigue siendo un debate técnico y no tanto, todavía, ético y filosófico.
Como dice Hussein Abbass, hay tres aspectos sobre esta concesión de ciudadanía que son examinables y, bajo un punto de vista técnico y ético, criticables. Se refiere al hecho de que la definición de identidad, por ejemplo, tiene mucho que ver con la valoración irrepetible de nuestra propia identidad. Es única. Los humanos somos identificables en base a elementos biológicos como nuestra cara, nuestro iris o las huellas dactilares. ¿Qué concede a Sophia una identidad única? Un código QR, una dirección IP, un tono de voz o algún tipo de señal electromagnética? 'En realidad todo ello no son elementos que la conviertan en única, sino que le aportan una matrícula a su hardware'. Algo así como que un humano tuviera identificado con números de serie cualquier órgano. Eso matricularía un corazón, un hígado o un dedo, pero no concedería identidad única al conjunto. Dice Abass que ‘la identidad es un constructo multidimensional basado en quiénes somos a nivel biológico y cognitivo y cómo nos definen nuestras experiencias, culturas y el ambiente en el que vivimos’. No está claro dónde encaja Sophia en todo esto aunque intuimos que en el futuro próximo tendremos algún tipo de software que sea capaz de integrar el valor de todo ello.
En las dudas sobre la ciudadanía de Sophia destaca una que me tiene realmente interesado. Sus derechos legales. Si Sophia es una ciudadana, tendrá derecho al voto. ¿Quién vota realmente? Según Abass la pregunta es si lo hace Sophia o el fabricante. Esto la llevaría pagar impuestos y tener un identidad jurídica independiente a su ‘creador’ y, por lo tanto, merecería tener defensa colegiada, derechos sociales o lo que sea. Un absoluto lío ético al que nos tendremos que enfrentar más por previsión que por posibilidad inmediata. El profesor Abass, que fue quien escribió sobre estas dudas razonables ponía el siguiente ejemplo: ‘un policía ve a una persona atacando a Sophia y a otra mujer a la vez, pero solo puede salvar a una de las dos, ¿a quién debería salvar? ¿Sería lo correcto salvar a Sophia porque Sophia va sobre ruedas y no puede defenderse? ¿Debemos salvar al humano porque Sophia es sintética? ¿La convierte en una ciudadana de segunda? A día de hoy, el mundo de la inteligencia artificial sigue debatiendo los principios que deberían regular el diseño y el uso de la inteligencia artificial, sin ni siquiera entrar en cómo deberían ser las leyes’.
Y, finalmente, la tercera duda al respecto de la ciudadanía de Sophia. Los derechos sociales que afecta. ¿Podrá casarse? Si tiene derechos como ciudadana en Arabia Saudita debería poder ejercerlos, entre ellos el de tener una vida en común con alguien o algo. De hecho, Sophia llega a 'tener' una especie de deseos. Digamos que desde un punto sintético quiere cosas, necesita cosas, desea cosas o hechos, como digo, alcanzar objetivos y bien podría ser, que en breve, uno de sus deseos sea replicar una relación humana por el hecho, sencillamente, de conocer y saber más. Ese es el propósito por el que está en marcha. Conocer más a los humanos para hacer nuestra vida (juntos) mucho mejor.
Hemos sabido que en la Universidad de Dakota del Norte ya existe un robot que puede hacer una réplica de sí mismo utilizando una impresora 3D. Si otros robots siguen los pasos de Sophia y obtienen su ciudadanía, podrían reclamar su derecho de hacer réplicas de sí mismos para crear otros robots que también serían ciudadanos. Si yo lo soy, ¿por qué éste que es idéntico a mi y funciona igual que yo, no? Habrá que limitar cuantos ‘hijos’ podrán tener, digo yo.
Estos son algunas de las dudas que surgen en cuanto a la concesión de ciudadanía a un robot. Hay muchas más. Algo que nos da la idea de la soberana tontería que significa jugar con estas cosas. Llegará el día que discutiremos estos temas. Hablaremos de ‘conciencia digital’, robots casi humanos y debatiremos de sus implicaciones, pero de momento, es carne de titular algo sensacionalista. Sin embargo si que pienso que el hecho de convertir a Sophia simbólicamente en una especie de ‘persona’ permite empezar a debatir un futuro cada vez menos lejano y donde las implicaciones de estas relaciones con la inteligencia artificial va a ser determinantes. Es bueno no dejarlo, es interesante investigar éticamente y políticamente. Lo que no es correcto es trivializar algo que, de no atenderlo en orden y medida, podría significar un desastre irreparable a nivel económico, cultural y social.
Bonus Track: A modo de comparación, y para entender que se hace desde las administraciones para afrontar un futuro tan complejo y robótico, sobre donde estamos unos y otros, debemos explicar que Francia destina 23 veces más que España al estímulo de la Industria 4.0 y la robotización de sus modelos productivos y cambio de modelo. Que otros, mucho menos aparentemente competitivos, deciden poner en marcha planes que los situarán en el centro del terremoto tecnológico en breve. Hace un par de semanas, Arabia Saudita anunció su plan para construir una mega ciudad que costaría unos 500.000 millones de dólares, algo así como medio PIB español, impulsada por robótica y energías renovables en la costa del Mar Rojo. El futuro, no se espera, se conquista.
La solución definitiva: un algoritmo al frente del Consejo de Ministros.
Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos. Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.
Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos. Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.
Como en todas las cosas de la vida la gama de grises suele ser el lugar donde se encuentra la opción más probable. La inteligencia artificial no es la fuente de todas las soluciones ni tampoco de todos los problemas. Es preciso ecualizar correctamente lo que significará en breve, y con ello establecer donde aparecerán sus límites éticos y tecnológicos. En días que la política parece un circo de tres pistas, no parece una mala idea que los líderes políticos pudieran ser juzgados en base a métricas diversas y a la aritmética perfectamente definida. La propia Inteligencia Aumentada (expresión más real al uso de la Inteligencia Artificial socialmente) de una sociedad, bien podría definir políticas públicas, configurar las expectativas y mejorar la eficiencia en su implementación.
Por desgracia, la política, las leyes y la gestión pública todavía están lejos de la vanguardia tecnológica. A veces parece que todo cuanto se entiende desde la óptica política con respecto a la revolución tecnológica que vivimos es el manoseado término de ‘smart city’. Algo que, por cierto, suele resolverse con wifi gratuito y universal y algunas aplicaciones para saber a que hora llega un autobús a una parada determinada. La mayoría de los casos de las denominadas ‘ciudades inteligentes’ no son más que intentos muy débiles de lo que realmente deberían ser. Es un síntoma más de que, lo que se puede hacer y lo que se considera electoralmente rentable, se mueven en dimensiones opuestas.
Es irónico, que incluso hoy en día, la mayoría de las oficinas de cualquier administración estén inundadas de archivadores gruesos y descoloridos. Cualquier país es hoy en día un territorio rico en datos. Datos que en la mayoría de los casos no trabajan entre sí salvo cuando es para cruzar módulos de pagos tributarios. Las directrices burocráticas, los procesos imposibles de modificar o la torpeza de algunas decisiones que nadie puede revisar, convierten la administración y la gestión política derivada en un modelo inamovible desde hace décadas.
El uso de los datos masivos y la Inteligencia Artificial deriva en una especie de Inteligencia Aumentada que se aproxima más a lo que, desde la administración y desde la política, debería de ser entendido como la gestión pública. Una tabulación cruzada de datos socioeconómicos con datos demográficos podría arrojar recomendaciones específicas mesurables por parte de los que votan a unos u a otros. La nube y el aprendizaje automático, por ejemplo, predecir la probabilidad de deserción escolar, mejorar la eficiencia clínica en la prestación de servicios de salud e incluso aumentar la productividad de diferentes industrias, por señalar algunas.
La costumbre nos ha conducido a no exigir demasiado. Votamos y asumimos que gran parte de lo expuesto en un programa electoral no es más que papel mojado y que, en el curso de una legislatura, quienes fueron designados a través de tu voto, harán cuanto puedan hasta el nivel mínimamente exigible. Asumimos, también, que están preparados para ello. Es de aurora boreal escuchar entrevistas a personalidades relevantes de la política (que siempre han sido políticos y que cuando dejan de ser políticos siguen siendo políticos) hablando como expertos de cualquier tema y sentando cátedra de cualquier cosa. Se les conceden micrófonos y audiencia porque tenemos una especie de sentido cortesano de que lo que dice un ministro es lo que dice alguien importante y por ser importante sabrá lo que dice. Y no es así en muchos casos.
De ahí que lo que solemos decir sobre la exigencia a los políticos suela estar teñida de partidismo y afinidad. La autocrítica deja de existir en general y por ese motivo las tendencias electorales cambian muy lentamente. Debemos, por ello, hacer las preguntas correctas, exigir resultados tangibles y juzgar el éxito de los políticos en función de los indicadores de rendimiento clave. ¿Quién mejor para establecer el cumplimiento de indicadores que un software diseñado para ello? ¿Quién mejor que un sistema experto o de Inteligencia Artificial para indicar a los gestores públicos lo que deben de desarrollar según unas promesas electorales?
Suelo escribir, aconsejar y explicar sobre las múltiples aristas de la Cuarta Revolución Industrial y siempre resumo el momento de disrupción actual con la máxima de que una revolución no se anuncia, simplemente llega. En este caso es evidente que llegó, que está aquí y que durará su despliegue un tiempo. Es obvio que se trata de una revolución asociada a los datos masivos, la inteligencia sintética y la automatización. No abrazarla por parte de la política es un gravísimo error. La sociedad irá adaptando sus modos, su vida, ese tránsito cotidiano que permite hacer cada vez más cosas a partir de una máquina o un software. La política no puede ponerse de perfil o se dará cuenta de que la llamada ‘desafección’ no era por la escasa empatía y credibilidad ofrecida a sus votantes, sino que tendrá que ver con la lejanía entre los escasos usos tecnológicos disponibles de quienes gobiernan y los amplios conocimientos digitales de quienes son gobernados. Por cierto, los que les pagan.
¿Qué pasaría si el futuro presidente de España fuera un robot? Alguien incorruptible, competente y equilibrado. Un algoritmo capaz de establecer criterios de cumplimiento en base a la lógica y la prioridad secuencial de un programa votado por millones de personas atendiendo a dañar lo mínimo posible a un cuerpo electoral contrario que votó a otro software robótico que se quedó en la oposición. Nos evitaríamos plenos y mandangas, meriendas que se retuercen en las esquinas de la normativa parlamentaria y tendríamos decisiones y ejecuciones de leyes de un modo casi inmediato. De hecho hubo quien ya solicitó que Watson se presentara a las elecciones.
El tiempo de la respuesta perfecta, la cuestión sin fisuras ha llegado a muchos ámbitos de la vida, especialmente empresarial y me pregunto porque no somos capaces de entender que la gestión pública no puede también incluir progresivamente este tipo de elementos. ¿Por qué el ministro de economía en lugar de ser Luis de Guindos no es un software especializado en finanzas y macroeconomía? Las métricas de análisis de su gestión no serían interpretables, sólo examinables. El poder del big data y la inteligencia artificial lo permitirían, de hecho lo permiten ya. Aunque no pretendo que esas preguntas se aborden de manera literal (de momento), sí es cierto que los cambios sistémicos, estructurales y operacionales resultantes a este tipo de tecnologías ya están dando lugar a un amplio espectro de oportunidades en muchas industrias a la vez que plantean un buen número de interrogantes éticos.
La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política es potencialmente viable. ¿Por qué van a ser los políticos los únicos a los que no les afecte ese futuro mundo sin empleo? Seguramente falta mucho tiempo para que pueda enviar mi voto en una urna digital para votar a un software con una ‘ideología’ técnica, pero, mientras eso no llega, veamos a que se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber por qué, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guion de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se percatará de su presencia.
La primera vez que escribí sobre esto de la ‘política robótica’ se me dijo que había escrito un artículo puramente de ciencia ficción muy alejado de las opciones y posibilidades reales de estas tecnologías. Tal vez pero actualmente una docena de empresas en el mundo tienen al mando de sus consejos de administración a un software inteligente que toma decisiones y las ‘discute’ con el resto de miembros. Por señalar una de ellas, hablaré rápidamente de Deep Knowledge Ventures. Una firma de capital de riesgo con sede en Hong Kong que invierte en medicina regenerativa. En mayo de 2014, designó un algoritmo llamado ‘Vital’ para dirigir su junta directiva. ‘Vital’ realiza recomendaciones de inversión basadas en análisis avanzados y disfruta de los derechos de voto, al igual que los otros cinco miembros de la junta. Es más, en su caso, tiene voto de calidad en caso de empate.
¿Qué ocurre si se aplica un enfoque similar basado en datos a un gobierno y en las políticas públicas? No estoy proponiendo, de momento, reemplazar a los políticos por algoritmos (no se van a dejar), pero tal vez deberíamos de incorporar una cartera ‘metafórica’ a un ministro robótico encargado del análisis de datos aplicando la inteligencia artificial en la deliberación colegiada de un órgano como esos. Su nombre sería, por decir algo, el Ministro de los Datos. ¿Suena raro? Tal vez ahora, pero en quince o veinte años no tanto.
La combinación ideal: 'millennials', 'viejenials' y big data.
Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.
Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.
Sin duda alguna, la automatización, la robotización, la inteligencia artificial y la gestión de esos datos masivos son retos ineludibles, pero también lo será el modo en el que las personas se vinculen a ese universo digitalizado al extremo donde el ser humano no debe ser un pasajero, sino el conductor. Algo nada sencillo por otro lado debido a la mezcla de percepciones y de modos de entender como esa tecnología debe afectarnos o estimularnos.
A medida que etiquetamos compulsivamente a las diferentes generaciones que convivimos, lo complicamos todo. La diferencia entre millennials y ‘viejenials’ es mucho menor de lo que parece a simple vista. Nos esforzamos en que así sea pues permite generar modelos comerciales, de gestión laboral y de uso más simples, pero no es así de sencillo.
Los bautizados como ‘viejenials’, englobados oficialmente en la generación X y en la generación ‘boomer’, se han ido adaptando a un mundo líquido y digitalizado con una enorme predisposición y, probablemente, gran entusiasmo. Incluso aquellas características que se consideran únicas de los nacidos a partir de 1982, están siendo integradas por generaciones anteriores con una naturalidad inesperada. Los nacidos en los setenta somos usuarios de la economía colaborativa, nos interesa el respeto al medio ambiente, compramos considerando el valor del dato que aportamos y tenemos claro que la inteligencia artificial no es más que un cómo, ya que el porqué seguimos siendo nosotros. Vimos nacer Internet, y eso es algo que contaremos a unos nietos incrédulos algún día. Algo que tiene mucho más valor del que ahora mismo imaginamos.
Las distinciones generacionales suelen ser estereotipadas, demasiado amplias para ser exactas o útiles, y potencialmente discriminatorias. Aconsejo a las empresas que se encuentren vínculos significativos entre los empleados tratándolos como individuos y tomar medidas en consecuencia. Los análisis colectivos no ayudan a que mejoren las experiencias de estos miembros de las organizaciones en el lugar de trabajo. La innovación proviene de la búsqueda, la inspiración de la diversidad en todas sus dimensiones y la mano de obra está situada en las habilidades futuras.
Pero en todo este escenario, como decía antes, ha irrumpido un nuevo elemento determinante. Un nuevo empleado. Un agente que distorsiona. Estamos adentrándonos con determinación en el mundo de los datos. Los datos son el nuevo petróleo o incluso el nuevo patrimonio inmobiliario de las compañías. Sin embargo, actualmente sólo utilizamos el 20% de los datos a los que podríamos acceder. El futuro de los negocios es en el otro 80%, el lugar donde los negocios se desarrollarán en breve. Estar allí o no estarlo, no es opcional. Que todos los miembros de la empresa incorporen ese valor y lo gestionen de un modo intergeneracional, también. No es sólo formar, es trasladar el valor de este nuevo factor. El desequilibrio en su comprensión por parte de diferentes generaciones es un factor muy negativo para cualquier organización. Ecualizarlo una garantía de éxito.
Aunque se generan cantidades masivas de datos continuamente, se desperdicia una formidable cantidad de esos datos. Normalmente por no entender la importancia que tienen o, peor aún, por no saber como hacerlo. Menos del 1% de todos esos datos se utiliza realmente. De la misma manera que los cineastas pueden grabar horas de película por cada minuto que vemos en la pantalla, se recoge una gran cantidad de datos que nunca se analizan, y mucho menos se monetizan. Estos datos son un recurso sin explotar en la mayoría de los casos cuando en realidad ofrece enormes oportunidades para nuevos productos y modelos de negocio. En gran medida es una de las peticiones de consultoría que más recibo. Interpreto la dificultad para saber exactamente cual es el valor real de todo ese nuevo universo.
Pero, esos datos, deben comprenderlos todos. No vale dejarlo en manos de unos y que otros no sepan cual es su utilidad, su potencial. Si todo ello lo combinamos con un modelo educacional en la empresa que permita la relación estimulante entre diferentes generaciones y modelos de gestión derivadas, tenemos ante nosotros un universo tremendamente rentable. El desafío es lo que llamo ‘mentorización inversa’. Jóvenes traduciendo un mundo digitalmente complejo a compañeros experimentados, a directivos de mucha experiencia trasladando a los más jóvenes metodologías mixtas y a sistemas automatizados para la gestión de datos apoyando predictivamente a todos.
Recuerda, la energía no es rentable sin experiencia, y la experiencia no alcanza su plenitud sin energía. Ahora deberemos añadir, no habrá energía ni experiencia sin datos.
Elemental querido Watson, la Inteligencia Artificial combate el cibercrimen.
¿Quién mejor para combatir el cibercrimen que un supercomputador inteligente? ¿Quién se va a mover mejor en ese entorno digital que un verdadero ‘nativo’ digital? Parece lógico que la mejor patrulla contra los delitos que se desarrollan en la red tenga como responsable a un supercomputador. Y cuando hablamos de supercomputación vinculada a la inteligencia artificial tenemos que referirnos obligatoriamente al desarrollo de IBM Watson.
¿Quién mejor para combatir el cibercrimen que un supercomputador inteligente? ¿Quién se va a mover mejor en ese entorno digital que un verdadero ‘nativo’ digital? Parece lógico que la mejor patrulla contra los delitos que se desarrollan en la red tenga como responsable a un supercomputador. Y cuando hablamos de supercomputación vinculada a la inteligencia artificial tenemos que referirnos obligatoriamente al desarrollo de IBM Watson.
Desde que fuera presentado en sociedad, como concursante del programa televisivo Jeopardy, Watson ha evolucionado una decena de veces. Ahora su trabajo se centra en muchos sectores. El sistema de inteligencia artificial más famoso del mundo está focalizado en el desarrollo del cerebro artificial que permita la conducción autónoma de vehículos, el soporte para la prescripción de tratamientos oncológicos, gestión de ciudades inteligentes, asistencia en la enseñanza o en la definición de lenguajes comprensibles entre personas y máquinas y entre máquinas por si solas.
IBM ha trasladado recientemente toda su infraestructura y personal especializado en Internet of Things a Munich y desde allí han empezado a experimentar en algo que, atendiendo al nombre que tiene el bicho, resolver crímenes. Tal y como le respondía el legendario Sherlock Holmes a su acompañante infatigable Dr. Watson, el hijo de IBM se está especializando en una de sus ramas de diseño en la resolución de delitos cibernéticos. De hecho, en los últimos doce meses Watson se ha entrenado específicamente en conocer los sistemas de seguridad más avanzados que existen ‘estudiándose’ más de un millón de documentos para ello. Además, por si fuera poco, Watson ha mejorado su conversación para interactuar de forma natural con su entorno de investigación.
El cerebro artificial de IBM es capaz de analizar miles de informes con un lenguaje humano, comprenderlo y emitir impresiones con variables que ayudan a discernir entre lo probable y lo seguro. El avance es absoluto. De hecho la investigación tradicional de este tipo de delitos deriva en más de 20.000 horas de persecución errónea. Se cree que con Watson este hecho será superado.
El método utilizado tiene mucho que ver con una tendencia de interactuación que se está convirtiendo en el primer estándar de comunicación entre máquinas y humanos, un chatbot. IBM ofrecerá a sus clientes uno de ellos para que se pueda ejecutar dentro de su red mundial X-Force Command Center que se sumará a Havyn, un asistente de seguridad, pero de voz, que responderá a los analistas de seguridad con lenguaje natural.
Es evidente que el delito digital es de dimensiones bíblicas. Es muy complicado estar en todo y se cree que sólo detectamos una muy pequeña parte de lo que sucede realmente. Para evitar eso se propone a la policía alemana que utilicen Watson para localizar ataques en ese ingente mar de datos que es la red. Lograr que el flujo de datos mientras ejecutan un delito puedan ser localizados antes de su ocultación es la mayor característica de este nuevo modo de combatirlo. La predicción inteligente y la gestión masiva de datos logran avanzarse en décimas de segundo a algunas rutinas que hasta ahora eran imposibles de detectar a tiempo.
Watson genera informes sobre amenazas en muy poco tiempo reduciendo el tiempo entre la detección de la ejecución de un delito y la capacidad de un equipo de seguridad en responder. En este caso, está claro que el crack no es Sherlock, es el mismísimo Watson. En la era de la inteligencia artificial el asunto es ‘elemental’.
Por cierto, nadie de los implicados en la seguridad digital ha considerado que Watson les va a quitar el empleo. Ni en las empresas que tienen responsables de seguridad y que no dependen de acciones desde la administración. La idea general es que con este sistema artificial no se destruye empleo sino todo lo contrario, se generan nuevos modos de trabajar. Lugares inexistentes hasta hace muy poco, espacios de relación entre máquinas y personas que enriquecen a ambos en el punto en común. Elemental querido Watson.
Un modelo de jubilación del Siglo XIX para el Siglo XXI
Que el Banco de España proponga alargar la edad de jubilación más allá de los 67 demuestra la lejanía y desconocimiento acerca del momento histórico que vivimos como sociedad y los desafíos a los que vamos a tener que enfrentarnos en las próximas décadas. Lo complejo del asunto es que hablamos de quienes consideramos mejor informados y lúcidos para tomar o proponer decisiones en esa conquista.
Que el Banco de España proponga alargar la edad de jubilación más allá de los 67 demuestra la lejanía y desconocimiento acerca del momento histórico que vivimos como sociedad y los desafíos a los que vamos a tener que enfrentarnos en las próximas décadas. Lo complejo del asunto es que hablamos de quienes consideramos mejor informados y lúcidos para tomar o proponer decisiones en esa conquista.
Lo de que el sistema de pensiones no se aguanta empieza a ser aceptado por muchos, por lo menos no del modo en el que lo planteamos desde el siglo XIX. Seguimos con métodos que así lo reflejan y que han sido modificados en su estructura muy pocas veces. La pensión, la ayuda a la subsistencia en el trayecto final de la vida de las personas no deja de ser un invento derivado de un mundo en el que la producción generaba excedentes de capital al equilibrarlo con la fuerza humana o, en su defecto, de la combinación de trabajadores y tecnología.
Esto está cambiando de manera notable. No voy a repetirme. Pero es necesario analizar la imposibilidad de sustentar el planeta del modo que aristócratas de las finanzas, o de la política, sugieren. No va a ser posible si no se cambian las reglas, el método y el mecanismo de medida. Sino variamos la cultura y concepto económico que nos gobierna. La gravedad del asunto yace de la aurora boreal en la que descansan todas esas afirmaciones. La sugerencia de retrasar la edad de jubilación no va a ser factible o la promesa de creación de puestos de trabajo masivo en un escenario de deflación económica inevitable a medio plazo. Una deflación subyacente que vivimos hace décadas y que no va a remitir lo diga quien lo diga o lo disfrace quien lo disfrace.
Los efectos sobre el trabajo de tecnologías como la inteligencia artificial o la robótica no son discutibles. De hecho son inevitables. Ahí radica la obligatoria necesidad de abordarlos de una vez por todas y de la manera más ambiciosa posible. De no hacerlo vamos a ver como esta sociedad va a ir menguando sus opciones vitales y económicas, su libertad inclusive. Vamos a ir perdiendo inexorablemente todo lo que representa la denominada clase media en la que, hasta ahora, cabíamos muchos.
La lista de puestos de trabajo sustituidos por los progresos tecnológicos aumenta cada vez más rápido. Más de lo que muchos nos imaginábamos hace un par de años. Cada vez es más larga esa lista y cada vez más los empleos amenazados. A ese fuego aparente se le echa gasolina. El discurso oficial va, de los titulares fuera de contexto y fáciles de la mayoría de los medios de comunicación, a las propuestas inexistentes de los gobiernos. Sólo quedan las empresas para organizar el rompecabezas y, obviamente, sin normas o garantías que ayuden a organizarlo, las compañías lo que miran es por su supervivencia competitiva y sus beneficios.
Reconquistar los empleos que se ventila un robot o un software inteligente es imposible. Ni siquiera fuera de los empleos mecánicos o de menor valor. Hablo de tareas complejas como conducir un vehículo sin intervención humana, agente bursátil, director de una empresa, doctor oncológico, asistente educativo o periodista. El punto de no retorno ya lo hemos cruzado hace mucho tiempo. Está claro que cualquier empresa que no adopte la tecnología disponible se enfrenta al cierre. Otras lo harán en otro lugar. No va a haber ninguna empresa en el mundo que pretenda ser competitiva que desafíe el avance tecnológico que le afecte.
Y parece que el Banco de España piensa que sí es posible. Que las compañías españolas van a mantener a sus plantillas en trabajos que una máquina podría hacer más rápido y más eficientemente. Es como si el mundo del que dependen, el del dinero reactivo, no fuera real. De un hachazo se lo han ventilado y se imaginan un país, un planeta tal vez, dónde la gente trabajará en empresas dispuestas a no crecer. Un mundo en el que esas empresas permanecerán con sus miles de empleados gracias a que sus clientes querrán comprar productos o servicios más caros, lentos y con defectos. Es de una lógica muy interesante.
Nos hemos pasado años, casi una década, hablando de la gran crisis del 2008 aproximadamente. El desastre financiero, el pinchazo de la burbuja allí donde hubiera una. Pero en realidad lo que vivimos fue la mayor deflación económica conocida. Una caída del valor de las cosas y de su coste de producción que si se mantiene en algún punto intermedio es exclusivamente por la marea indecente de dinero electrónico que inyectan los bancos centrales a los que pertenece el de España.
Una deflación inédita por sus dimensiones. No todo era financiero. La deriva financiera es evidente pero no fue la causa. Por lo menos no exclusivamente. Hubo más responsables. La tecnología genera productos cada vez mejores que estimulan la obsolescencia de los que compramos hace unos minutos. De manera que la depreciación del valor de estos es cada vez más rápida. Un objeto como un teléfono móvil, por llamarlo de alguna manera rápida, alberga tanta tecnología como antes sólo éramos capaces de llevar en una maleta grande y que tenían un coste de producción y de consumo inalcanzable para muchos.
Hace apenas dos décadas tener todo lo que ahora tiene un teléfono instalado suponía miles de euros fabricarlo y decenas de miles comprarlos por separado. Ahora lo puedes tener todo por menos de 200 euros. Además, en dos años tendrás que renovarlo o estarás fuera de las actualizaciones imprescindibles para estar al día. Lo más explosivo del asunto es que la reducción del coste de producción y venta se deriva de que cada vez menos personas intervienen en el diseño y fabricación de ese objeto. La deflación económica se traslada a la deflación social y laboral. Obviar este asunto no hace más que engrandecer sus consecuencias. La crisis no fue financiera exclusivamente, se estaba gestando el mayor cambio socioeconómico que ha vivido la humanidad en siglos y tenía que ver, como siempre ha sido, con un salto tecnológico.
El mundo laboral será conceptualmente otro o no será. Pocos se están planteando este gravísimo problema. Un mundo sin el empleo tal y como lo conocemos ahora y que deberá, antes de lo que nos pensamos, replantearse absolutamente. Preguntas com ¿por qué debo ir al trabajo si todo lo que hago lo hace un software mejor que yo? ¿Dónde estará el valor añadido que puedo aportar? El discurso oficial, si es que se le puede llamar así, argumenta que vamos a crear nuevos empleos. Que el 60% de los jóvenes universitarios trabajaran en empleos que no existen aseguran. Tal vez, pero permítanme que lo dude. En todo caso ese 60% trabajará de otro modo en empleos que ahora en muchos casos sí existen. Pero la transición no parece muy sencilla si se examina desde el punto de vista que siempre se ha adoptado ante este desafío. No es cuestión de revisar que empleo se va a destruir y con que lo vamos a sustituir. En este caso, la sustitución no viene del ‘que’ sino del ‘como’.
La renta mínima universal sigue siendo objeto de debates políticos manidos, viejos e interesados. Que si es de derechas o de izquierdas. Que si es insostenible o que si es ciencia ficción. El mundo cada vez es más capaz de suministrar lo necesario con cada vez menor intervención humana y con menor coste. Las empresas que lo saben han empezado a transformarse de forma agresiva. Las que no, ya se las verán venir. El futuro pasa, inexorablemente, por estudiar vías cercanas a eso.
¿Cómo vamos a vivir en un mundo inminente donde el ser humano cada vez tenga menor importancia en los procesos de eficiencia productiva? ¿De cuanto debería ser esa renta mínima? ¿Qué impuestos precisaría? ¿Qué servicios podrían convalidarse con ella? ¿Dónde quedará la clase media? ¿Cómo enfrentarnos a la dependencia social que supondría? ¿Para que precisaríamos políticos? ¿Quiénes serán los pocos que realmente serán ‘imprescindibles’? ¿Hablamos de trabajar o de aprender? ¿Seremos más humanos cuando no dependamos de la eficiencia en el trabajo? ¿Qué significará que el valor añadido pueda ser aportado por las personas? ¿Qué plataforma debe amortiguar el aterrizaje de un mundo sin empleo?
El mundo no va a detenerse porque lo diga el Banco de España. No vamos a jubilarnos a los 70 los que ahora tenemos 40 y algo. Ni a los 85 los que tienen 20. No vamos a jubilarnos. Dejaremos una actividad determinada para hacer otra muy distinta. El valor económico de lo que hacemos ahora es relativo. En muchos casos se mantiene incluso cuando no es práctico hacerlo porque no sabemos como modificar las reglas. Los gobiernos siguen con su discurso de la creación de empleo y deberían de pensar en el cambio del propio concepto 'empleo' de manera urgente.
No vamos a volver atrás. No hay opciones para eso. Este es el mundo que hemos montado y no se puede desmontar. Como mucho se puede ir superponiendo otro que se regule a partir de cuanto sabemos que va a ir pasando. Sin previsión, la hostia va a ser mayúscula. Seguimos todavía en el centro de la transformación de todo. Ahora ya tenemos pistas. Hace diez años se creyó que era un tema financiero. Ahora sabemos que era más complejo. Déjense de catalogar ideológicamente las soluciones y compremos el software que lo arregle todo.
Amazon, Facebook, Google, IBM y Microsoft se unen para controlar los avances en Inteligencia Artificial.
El avance de los sistemas de inteligencia artificial ha entrado en fase exponencial. Sin hacer demasiado ruido ha ido formando parte de nuestra vida de un modo natural. Desde los dispositivos que ejecutan modelos de inyección de combustible en un coche hasta los que se conducen solos aportando modificaciones en base a parámetros que un software ‘entiende el mundo que le rodea’ y no sólo ejecuta por decisiones binarias
El avance de los sistemas de inteligencia artificial ha entrado en fase exponencial. Sin hacer demasiado ruido ha ido formando parte de nuestra vida de un modo natural. Desde los dispositivos que ejecutan modelos de inyección de combustible en un coche hasta los que se conducen solos aportando modificaciones en base a parámetros que un software ‘entiende el mundo que le rodea’ y no sólo ejecuta por decisiones binarias.
Las informaciones meteorológicas, las recomendaciones de navegación a partir de un teléfono inteligente o los filtros de spam del correo electrónico que aprenden analizando tus preferencias de lectura, el propio algoritmo de búsqueda de Google, o la exposición publicitaria de Facebook, el propio Big data integrado en las decisiones de negocio, el ‘machine learning’ con aprendizaje automático para empresas son, de algún modo, fases primigenias de lo que se denomina Inteligencia Artificial. De hecho, este último aspecto, el de los datos es clave para entender hacía donde vamos. La ingesta de datos y su traducción son esenciales ahora mismo, pero la potencia que se logra cuando la Inteligencia Artificial entra en acción en el análisis de esos datos es algo inédito hasta ahora con una eficiencia y optimización delirante.
Sin embargo hay que distinguir entre ‘sistemas expertos’ e Inteligencia Artificial. Los primeros son rutinas robóticas que no aprenden a hacer una tarea cada vez mejor pero que aunque aparentemente sean inteligentes, no lo son. Hacen lo mismo y lo mejoran pero no son intuitivos, no interpretan factores ‘emocionales’ ni tienen en cuenta variables críticas. Son matemática racional básicamente. La segunda, la AI, en cambio aprende de cada interacción y varia en base a ellas. Ese cambio sustancial determina el riesgo de pérdida de control y que muchos han querido avanzar.
De hecho, hace pocos días, cinco gigantes de la tecnología anunciaron que han puesto en marcha una organización para ‘avanzar en la comprensión de la inteligencia artificial y para establecer un manual de buenas prácticas sobre los desafíos y oportunidades en este campo’. Los miembros son nada más y nada menos que Amazon, Facebook, Google, IBM y Microsoft y la sede central de este organismo estará en la ‘pre-Brexit’ Londres, dónde ahora esta el DeepMind operando.
La obsesión de algunos sobre como limitar éticamente la evolución de la Inteligencia Artificial ha llevado a estos gigantes a poner en marcha un organismo que busque poner límites entre lo que un sistema inteligente y un humano puedan intercambiar, vincularse o relacionarse. A éstos se les han sumado esta semana académicos del Instituto Allen, uno de los más avanzados en este campo.
En los últimos cinco años, el progreso tecnológico y el optimismo sobre la IA ha ido en aumento debido a los avances en uno de los campos más avanzados actualmente. El denominado aprendizaje profundo o redes neuronales artificiales basadas en el funcionamiento de las que tenemos en nuestro cerebro. Esto permite a una máquina aprender por sí misma y reconocer patrones cada vez más complejos. El efecto más conocido es el cambio notable en los traductores y procesadores del lenguaje natural, el reconocimiento de imágenes, la visión por ordenador, el progreso de los coches de sin conductor o el reconocimiento ponderado de voz del tipo Google Home.
La asociación en cuestión cuestionan que el uso cada vez más integral de la Inteligencia Artificial debe regularse, protegerse y vigilarse. Piensan que la pérdida de puestos de trabajo por un lado y la denominada ‘singularidad’ (punto hipotético en que las máquinas inteligentes se mejorarán a sí mismas sin supervisión humana) pueden estar avanzando sin control y que si no hacemos algo nos engullirá un tsunami tecnológico exponencial que dejará a la humanidad en una posición negativa de no retorno.
En todo caso, la carrera ha empezado de un modo sólo comparable a las que se hacen en el campo de los automóviles sin conductor o la impresión 3D. Más de 7.5 billones de dólares invertidos en investigación en Inteligencia Artificial. No es calderilla. Una asociación que quiere marcar el ritmo, un montón de dinero aplicado a este sector y un mundo pendiente de entender realmente que es eso de la inteligencia basada en software y algoritmos.
Facebook presenta su 'chatbot' y abre la puerta a las conversaciones sintéticas.
Durante el pasado martes y ayer mismo se ha celebrado la convención para desarrollares de Facebook, la llamada F8. El número de novedades que presentó la empresa fue importante, sin embargo lo más relevante es el arco de influencia que todas esas novedades van a tener. Digamos que Facebook se ha lanzado a una conquista transversal de todo. Ni el propio Google, ni Apple, ni Amazon, nadie tiene una posición más idónea en la nueva Internet, la que funciona desde un móvil, desde cualquier lugar y conectando cualquier cosa. Nadie tiene más claro como vincular usuarios finales con motivos comerciales.
Durante los dos últimos días se ha celebrado la convención para desarrollares de Facebook, la llamada F8. El número de novedades que presentó la empresa fue importante, sin embargo lo más relevante es el arco de influencia que todas esas novedades van a tener. Digamos que Facebook se ha lanzado a una conquista transversal de todo. Ni el propio Google, ni Apple, ni Amazon, nadie tiene una posición más idónea en la nueva Internet, la que funciona desde un móvil, desde cualquier lugar y conectando cualquier cosa. Nadie tiene más claro como vincular usuarios finales con motivos comerciales.
Las cuatro aplicaciones más usadas del mundo son de este gigante que hace apenas una década no era nada: Facebook, WhatsApp, Instagram y el propio Messenger. Es más que probable que el nuevo diseño del algoritmo de Facebook esté afectando de manera importante mucha de las cosas que suceden en cualquier lugar del planeta. Si a esto le añadimos que a tener de lo anunciado estos días en el F8, Facebook está decidido por liderar mucho de los nuevos aspectos que tienen que ver con el futuro inmediato tecnológico: Big Data, Realidad Virtual e Inteligencia Artificial.
Hoy hablaremos de la última. El CEO de Facebook, Mark Zuckemberg confirmó que los ‘chatbots’ sustituirán en breve a muchos seres humanos que atienden el servicio al cliente en la mayoría de empresas. Aseguró que Facebook tiene planes para que pronto empiecen a funcionar, pero lo interesante será que los ofrecerán para que todas las compañías del mundo los puedan usar para vender cualquier cosa: seguros o gafas de sol.
Atendiendo a que las promesas que hace Facebook en su conferencia anual se cumplen -recordemos que el año pasado aseguraron que convertirían su plataforma Messenger en un centro para el comercio electrónico, productividad e integraciones con Uber para contratar taxis desde Messenger, con Spotify para compartir listas de reproducción, con KLM para hacer la gestión de tarjetas de embarque y con Dropbox para compartir archivos- podríamos interpretar que este es el nuevo reto que se cumplirá.
Que Facebook ponga en marcha procesos vinculados a la implementación de la Inteligencia Artificial es, dentro de lo que cabe, lógico. Tiene capacidad para investigar, comprar e implementar. Sin embargo detrás de esta ‘normalización’ inminente del uso de este tipo de operadoras artificiales e inteligentes, se esconde un paso más hacia la aceptación global de un escenario sociológico inmediato: la coexistencia entre humanos y máquinas cada vez más inteligentes hasta el punto que ‘conversaremos’ con ellas olvidando en ocasiones que no son ‘como nosotros’.
Facebook tiene previsto que cuando utilicemos Messenger para interactuar con KLM o Uber por ejemplo, en realidad lo hagamos con un robot. Zuckemberg explicó ayer que ya están siendo utilizados en casos como los artículos que envía CNN a los usuarios o el de 1-800 Flowers que entrega flores con mensajes personalizados artificialmente.
Que una empresa utilice este tipo de automatismos en el servicio al cliente es importante, que lo haga una empresa cuya ‘clientela’ asciende a 900 millones de personas es algo trascendental. En ese sentido el vicepresidente de la compañía explicó también que ‘los motores de búsqueda pueden proporcionar contenidos sobre el clima, actualizaciones de tráfico, recibos o notificaciones de envío. La operativa comercial de Facebook es visionaria y, con toda seguridad, será muy rentable. Existen más de 50 millones de empresas que utilizan Messenger para comunicarse con sus clientes en la actualidad. Me quedo con el hecho de que empezamos a asumir cierto grado de Inteligencia Artificial como normal, razonable y potencialmente viable. Está abandonando el territorio de la 'ciencia ficción'.
El crecimiento de Messenger, de quien hablé hace unos días cuando me refería a la eliminación del número de teléfono, es espectacular. En iOS es la segunda App más descargada y la de mayor crecimiento en USA. En este tema de la robotización del servicio al cliente y la rentabilidad de la inteligencia artificial aparece claramente una apuesta por liderar el tráfico y relaciones entre empresas. Cuantos más servicios aportes mayor será la cuota de mercado que alcances. No son únicos, pero si son los primeros en apostar claramente por un modelo de acercamiento al público en general de este salto al futuro.
El estado del asunto no tiene tanto que ver con la evolución tecnológica. Esa está descontada que acelerará. Todos los elementos así lo confirman. El tema es sociológico, ético en algunos casos y de carácter humanista. ¿Cuándo estaremos preparados como especie para compartir espacios de relación y conversación real con máquinas pensantes? ¿Cuándo nos dará igual conversar con ‘algo’ independientemente de que sea un humano o un robot? Esa barrera mental todavía latente irá reduciéndose como lo hicieron otros aspectos de nuestra vida. Memoricemos con que interactuamos ahora, con que objetos nos relacionamos que hasta hace poco tenían a un humano en su lugar.
Probablemente el método por el cual nos acostumbraremos a ese modelo de relación tendrá más que ver con el desconocimiento que con la comparación. En múltiples ocasiones vamos a estar interactuando con un software o una voz sintética y no lograremos diferenciarla de un ser humano. Ahí se iniciará el irreversible proceso del que Facebook quiere ser uno de sus líderes. ¿Está la inteligencia artificial en condiciones actualmente de dar ese salto?
¿Es capaz el desarrollo actual de ofrecer respuestas reales en situaciones complejas o difíciles? Veamos, actualmente se investiga en campos como la resolución de problemas por búsqueda, la búsqueda clásica llevada más allá, la búsqueda de resolución de problemas por comparación, la resolución satisfactoria de problemas constantes, el razonamiento y conocimiento aplicado a agentes lógicos, orden lógico, interferencias lógicas, planificación por representación del conocimiento, cualificación de lo incierto, razonamiento por probabilidades, razonamiento por probabilidades fuera de tiempo, aprendizaje desde los ejemplos, aprendizaje con modelos de probabilidades, proceso de lenguaje natural, comunicación final de lenguaje natural, percepción volumétrica, percepción de sentidos simulados, percepción de valores éticos, planteamientos filosóficos aplicados a la matemática y algoritmos de respuesta no dependientes.
Los campos de la Inteligencia Artificial son muchos más. Son apasionantes y seguramente aun estamos lejos de cuanto va a pasar. Si bien hay experiencias muy interesantes como Watson de IBM, hay todavía espacios enormes por recorrer. Stuart J. Russell asegura que 'si comparamos la situación actual de la AI con la que teníamos apenas hace 30 años, una manzana sería lo que sabíamos hace una década de Inteligencia artificial, el globo terráqueo lo que sabemos ahora y lo que vamos a saber en 5 tendría el tamaño del sistema solar.'
Recordemos el curioso caso de Tay, el chatbot que Microsoft puso en Twitter bajo un perfil de raciocinio ‘milenial’ y que tiene cerca de 207.000 seguidores y cuya función era aprender del resto de compañeros generacionales y parecerse lo más posible a ellos. En apenas 24 horas, Tay se encontraba en una discusión monstruosa. De hecho Microsoft tuvo que bloquear la cuenta y convertirla en privada a fin de no dañar más sus relaciones públicas. Tay se convirtió en una especie de robot misógino, racista y despiadado.
Tay, que nacía con género femenino, fue diseñado para conversar con los usuarios y aprender por imitación copiando patrones de habla. Se suponía que sólo imitaría personas de entre 18 y 24 años. Sin embargo cuando entró en debate con usuarios del foro 4chan éstos le enseñaron a tuitear frases como ‘I fucking hate feminists and they should all die and burn in hell’. No hace falta traducirlo.
La experiencia demuestra que la IA todavía tiene mucho camino por recorrer pero también se puede hacer una lectura distinta. Los robots no serán mucho más que un reflejo de lo que nosotros somos. Tal vez, antes de ponernos a diseñar modelos de respuesta automatizada e inteligente de nuestros servicios, pensemos en que ofrecemos realmente y que papel jugaremos nosotros en todo ese nuevo y flexible escenario. Si no lo hacemos corremos el riesgo que tras unas órdenes binarias, un robot pase a tener instinto, juicio y capacidad de tomar decisiones que bien pudieran ser tan absurdas, ineficientes y crueles como las que toma la especie humana a menudo.
Inteligencia artificial: 'su desayuno señor'.
Está claro que 2015 habrá sido el año de los avances en Inteligencia Artificial. Mucho más de lo que podemos saber incluso. Se están haciendo cosas de pura ciencia ficción y que aun no tenemos constancia de ellas. Comentaban en ese acto que hoy en día ese aumento de inteligencia tecnológica se está produciendo a partir del aprendizaje automático, de la visión artificial y de la computación cognitiva, mezclándose entre si con nuestras vidas digitales.
La semana pasada asistí a varios encuentros durante el WebSummit de Dublín que permitían imaginar como sería el futuro inmediato. Directivos de las principales multinacionales tecnológicas del mundo se dieron cita para explicar que estaban haciendo en diferentes campos. Entre ellas destacó la reunión con Paul Daugherty, CTO de Accenture.
De hecho Accenture ha empezado a invertir una parte de los casi 25 millones de dólares que tiene presupuestados para la creación de un nuevo centro de Innovación en la capital irlandesa y que dará empleo a más de 200 personas. El espacio en el que piensan especializarse es en el de la Inteligencia Artificial.
Daugherty sabe mucho de esto y además teoriza sobre hacia donde va la llamada AI. Concretamente su discurso suele centrarse más en la convivencia entre robots, inteligencia artificial y avances tecnológicos que en el hecho de que esta tecnología pudiera eliminar irremediablemente puestos de trabajo.
Me quedé con alguna de sus reflexiones acerca de que ‘la inteligencia artificial servirá para capacitar a las personas del futuro a fin de que puedan realizar el trabajo más cualificado, pero para nada estaremos hablando de ‘súper humanos’. Según él ‘el verdadero poder de la inteligencia artificial está en aumentar lo que los humanos son capaces de hacer y en mejorar el modo en el que lo hacen y, en consecuencia, sus resultados.’
Está claro que 2015 habrá sido el año de los avances en Inteligencia Artificial. Mucho más de lo que podemos saber incluso. Se están haciendo cosas de pura ciencia ficción y que aun no tenemos constancia de ellas. Comentaban en ese acto que hoy en día ese aumento de inteligencia tecnológica se está produciendo a partir del aprendizaje automático, de la visión artificial y de la computación cognitiva, mezclándose entre si con nuestras vidas digitales.
Empezamos a vivir con asistentes digitales con cierta naturalidad. Siri en tu iPhone o el anunciado respondedor de Gmail que en breve tendremos oportunidad de utilizar. En esa conviviencia, según Daugherty, no está la sustitución de empleos, o por lo menos no sólo, sino que también aparece el ‘empoderamiento’ de los seres humanos para ser más brillantes y eficaces.
En ocasiones la Inteligencia Artificial nos parece algo frío, robótico, alejado de nuestro modo de vida convencional y nos asusta. Sin embargo, a pesar de que tengo reparos acerca de cómo lo vamos a organizar, de cómo nuestros gobernantes van a estructurar legalmente y socialmente todo este desembarco inevitable, interpreto que la Inteligencia Artificial no será más que un nuevo modo de crear capacidades, comprender nuestros objetivos y tomar decisiones ayudados por sistemas expertos y, obviamente, más inteligentes.
Tengo claro que prometer empleo antes de unas elecciones para los próximos cuatro años es una quimera y un brindis al Sol. Nadie sabe a ciencia cierta que va a pasar en ese período y en todo caso el empleo como concepto irá tomando un nuevo cuerpo. O habrá menos empleo o éste será completamente distinto. Recordemos como era todo hace una legislatura, sea dónde sea. En poco menos de un lustro cambia todo a una velocidad que sorprende. Hace cuatro años no se hablaba con naturalidad de decenas de avances que ahora se han naturalizado y ni se nombraban otros que ya se interpretan inminentes.
El futuro pasa por regular las diferencias entre todos. La tecnología nos va a permitir trabajar menos y con ello a ser más productivos. Seguramente esto pasa por pagar más impuestos y aceptar un mundo ocioso. No sé, no lo tengo claro. Si hablas de repartir te tildarán de izquierdas, si hablas de libertad económica serás de derechas. La inteligencia artificial no entenderá de opciones políticas ni de ideologías, sólo volcará datos, los administrará y ofrecerá resultados, conclusiones.
Esas conclusiones podrían ser muy distintas a como ahora imaginamos un mundo automatizado, tal vez, un lugar dónde los límites se estrechen y dónde soportar una sociedad envejecida y de escaso valor productivo se deba sujetar en un reparto más justo y sostenible. No parece muy ‘inteligente’ que en 2016, según Intermon Oxfam, el 1% más rico tenga más que el resto de la población mundial sumada. Tal vez es justo, tal vez es aceptable, pero no parece muy sostenible.
El futuro estará cargado de cambios en como entendemos la AI. Durante 30 años hemos vivido avances interesantes pero es ahora que éstos son realmente determinantes. En breve vamos a ver los verdaderos avances y nos vamos a quedar como si viéramos una aparición. La AI actualmente ya trabaja en crear sistemas más rápido, resolver problemas incompatibles con el cerebro humano e incrementar los procesos de innovación absolutamente inéditas.
Sin embargo coincido con el directivo de Accenture cuando comenta que tenemos una visión de la AI muy cercana a la que la cinematografía nos ha ido dando y no es así. No vamos en camino de crear seres sobrenaturales, casi perfectos, sino que a lo que se está dirigiendo toda la investigación y logros es a aumentar habilidades para todos nosotros.
Puso un ejemplo. Se trataba de un robot inteligente que se comporta como una derivación humana, que permite utilizar la visión aumentada, la realidad virtual, el aprendizaje computacional predictivo y la gestión de datos masiva, logrando que trabajadores sin una cualificación extraordinaria puedan realizar tareas hasta ese momento imposibles para ellos.
En Inteligencia Artificial los avances más destacados, y que en breve vamos a tener conocimiento genérico, que me explicaron parten de la asistencia sanitaria donde los fabricantes de medicamentos, de los análisis clínicos, de las conclusiones médicas en segundos, de la fabricación de cualquier de estructuras, de la tecnología de aviones no tripulados, de la eliminación de errores en la cadena de valor, de oportunidades empresariales que deberían crear tiempo libre.
Le hice una pregunta sobre ese hipotético tiempo libre. Su respuesta fue que los humanos gastaremos mucho tiempo en ‘consumir’. Que lástima, con la de cosas que se puede hacer con el tiempo que nos regalará el hecho de que un cerebro artificial piense por nosotros en cosas que nosotros no somos tan eficientes o no queremos pensar. Igual todo esto al final resultará ser lo contrario de lo que define la palabra inteligencia. Dependerá de nosotros esencialmente.
Independientemente de esa respuesta imagino que lo que toca es experimentar y cometer errores. Acerca de nuestra relación como especie con un mundo de silicio y con un sistema inteligente global que se va instalando. Nos tocará adaptarnos y entenderlo, aceptar lo que pueda ser beneficioso y pelear contra lo que nos siga pareciendo incorrecto. No por moderno tiene que ser mejor. La tecnología debe estar a nuestro servicio y aportar valor real.
A veces dan ganas de buscarse una casa en Donegol y refugiarse allí, con el viento y el frío, con sus pescadores y sus vidas de wi-fi intermitente. El fuego en la chimenea y un montón de libros en papel. Dejar de lado tanta red social y volver a los orígenes, a las conversaciones de bar, a las cartas de papel, a esa espera de días hasta recibir la respuesta. Dan ganas ciertamente. Lo curioso es que cuando te imaginas esa vida analógica, lenta, creativa y de madera, aparece al final del sueño, tras la puerta, dando un golpecito metálico, un robot femenino (lo siento lo imagino así) que te trae las tostadas con mantequilla y la mermelada con un café caliente diciendo ‘su desayuno señor’.
Con el 90% del trabajo en manos de Robots poco empleo se va a crear.
Mientras se debate sobre los anuncios de aurora boreal que los gobiernos y oposiciones hacen sobre como van a crear millones de empleos, el mundo gira al revés. Salir en plena campaña electoral con un chorro de tonterías envueltas en papel celofán acerca de que en los próximos años se van a crear miles o millones de puestos de trabajo evidencia algo lastimoso. No lo digo porque no tengan intención o no crean que puedan hacerlo, hasta eso podría ser, es básicamente porque parece que viven en otro mundo y la lectura que hacen de su entorno es muy superficial.
El futuro no generará empleo, asúmanlo. El futuro inmediato (y cuando digo inmediato digo ¡ya!) se dirige irremediablemente a un mundo sin empleo, con otra consideración de que y quienes lo ejecutarán y como se va a retribuir todo ello. De lo que tienen que hablar estos señores, de la derecha, de la izquierda, de lo nuevo y de lo viejo, de la casta y de la anticaspa, todos, es de cómo piensan estructurar un país, un continente, una ciudad o un barrio ante la absoluta paralización del mercado laboral como ahora lo entendemos.
Donde algo lo pueda hacer un robot, lo hará y donde menos te lo esperes. Quien decide no es el trabajador, ni siquiera el empresario, ni un gobierno hipotético poniendo cuotas de humanos en una fábrica, supermercado u hospital, ni un deseo, ni un anhelo, quien lo decide es el que consume todo ello. Si es más barato, rápido y eficiente, será. Y, hay que decirlo, ahora mismo, casi nada (y cuando digo casi nada es por no decir nada directamente), un humano es mejor que una máquina. Es cierto y negarlo es no haber investigado mucho el tema o querer vivir en el romanticismo aquel que asemeja lo que es humano a algo más ‘cierto’ y sensible. Cuidado con poner según que adjetivos. He visto más sensibilidad en el comportamiento de Watson que en el de muchas ‘personas’.
Y es que esto va rápido. Muy rápido. Tan rápido que muchos lo vivimos en el día a día cuando consumimos, compramos, viajamos o leemos. Empresas en las que precisábamos equipos de 20 personas para un desarrollo cualquiera ahora son de 4 y se apoyan en ‘doing intelligence’, software que automatiza todo a través de inteligencia artificial.
Ayer, el South China Morning Post informó que Shenzhen Evenwin Precision Technology Co., una empresa de fabricación que hace piezas de teléfonos celulares y otros aparatos electrónicos, tiene la intención de sustituir a aproximadamente el 90 por ciento de su fuerza laboral de 1.800 personas con máquinas. La compañía ha planeando gastar 322 millones de dólares en una nueva fábrica en Dongguan que utilizará ‘sólo los robots para la producción’ y dónde el asunto de ‘las condiciones laborales’ pasará a mejor vida. Lo curioso es que en la noticia dicen, que ‘de momento’, 200 humanos vigilarán las máquinas. Al final, un software, vigilará con lo que de 200, pasaremos a 1.
Es un ejemplo que se extiende por todas partes, y que en otros países también está acelerando. Parece que China ha decidido tomar la delantera en este tema no obstante con la importancia que esto supone y la urgencia de adaptación del resto de países que quieran ser competitivos. China quiere llegar a la robotización de toda su producción. En 2017 está previsto que sea el país con mayor número de robots en fábricas del planeta superando a Estados Unidos, Alemania o Japón según la Federación Internacional de Robótica.
No es preciso ir muy lejos aunque muchos digan que seguimos una especie de guión de Asimov. Allí donde Amazon tiene almacenes, poco a poco puedes ver cosas como la del video que acompaña aquí abajo. Durante un debate en televisión el pasado viernes, alguien me dijo que ‘eso de que los robots se encarguen de tareas humanas de forma masiva era algo de ciencia ficción’. Era profesora de una importante escuela de negocios. Pues eso.
https://www.youtube.com/watch?v=UtBa9yVZBJM
La Federación Internacional de Robótica estima que en 2014 se vendieron alrededor de 225.000 robots industriales en todo el mundo, 27% más que el año anterior. Los cálculos oficiales apuntan a la instalación de sistemas automatizados puede destruir unos 30.000 empleos a la vez las empresas implicadas aumentan su volumen anual de ventas hasta en 4.880 millones de dólares. ¿A que parece lógico que la vida mejore si sabemos cómo adaptarnos a ese punto de eclosión? Más dinero, más producción, mejor calidad y menos horas trabajando. Me recuerda a aquel momento de la Revolución (le llamaron crisis) Industrial
El mundo, incluida España, Irlanda, Camerún o Chile, da igual, verá en una década que crear empleo será una quimera y que la única salida será adaptar nuestro modelo de vida y equilibrar su riqueza antes de que estalle todo. No nos dirigimos a un escenario de creación de empleo, eso es poner películas de Buñuel con un cartel de ‘estreno’. Que habrá momentos en los que si, claro. Que los porcentajes actuales son fáciles de mejorar con acciones puntuales o estacionales, también relativamente. Que aun no estamos en ese ‘futuro perfecto’, evidentemente, pero que en 2018 vaya a haber muchísimo más empleo disponible es sencillamente imposible. En las listas de ofertantes a nuevos empleos hay más robots que humanos.
De lo ilusionante que puede ser un mundo donde la tecnología nos facilite la vida a la ansiedad que produce pensar que no nos preparemos o adaptemos a todo ello hay una fina gasa. La que se ponen en los ojos los que deberían inspirar y estimular este proceso. A mi no me preocupa que en 2018, 2020 o cuando sea, el espacio laboral disponible sea menor, más automatizado y mucho más eficiente, lo que realmente es de susto es ver que no se hace nada para atender ese momento. Es como si los que deberían estar preparando las butacas, el escenario y las luces para asistir a una obra muy difícil de comprender, estén en el hall del teatro parloteando de fútbol. ¿Se entiende la metáfora?
Dejar de ser la especie más inteligente del planeta
El pasado sábado mantuve una conversación ‘telefónica’ muy animada con un robot. Fue durante una presentación para inversores que se hizo en la zona del Silicon Docks de Dublín en conexión con el MIT de Boston. Participaron un buen número de sorprendidos amantes de la inversión tecnológica. En mi caso, el engendro, bromeó con alguna palabra en castellano incluso. Te descoloca a la vez que te emociona. Te la impresión que estamos cerca de dejar ser la especie más inteligente del planeta.
No era el caso de este, pero en algunos especímenes, componen música en un minuto, hablan como nosotros con errores que generan confianza, bromean pues eso abraza la humanidad y tienen su propia ética que se compone del análisis de la nuestra mientras no puedan, o quieran, ir pariendo la suya.
Hablando con los técnicos que hicieron posible la conexión, éstos afirmaban tomando el café, que si nos confesaran lo que ahora mismo ya son capaces de hacer algunos de sus desarrollos en materia de inteligencia artificial nos asustaríamos. Te dicen, sin mirarte a los ojos y removiendo la cucharilla del café, que no estamos preparados para dar el relevo a otra especie superior, a un símil de post humanidad inminente. De momento, dicen, les vamos a ir dando trabajo. Luego ya veremos que hacemos.
La mayoría de los últimos avances en inteligencia artificial, como aplicaciones móviles que convierten la voz en texto son el resultado de aprendizaje de una máquina con enormes conjuntos de datos para buscar patrones. Sin embargo, el avance actual radica en hacer que las aplicaciones de aprendizaje se basen en lago llamado ‘lenguajes de programación probabilísticos’, que permiten a los investigadores mezclar y combinar técnicas de aprendizaje automático.
Investigadores del MIT han demostrado las máquinas están aprendiendo a aprender. En un lenguaje de programación probabilística, el trabajo pesado se realiza por el algoritmo que reajusta continuamente probabilidades sobre la base de nuevas piezas de datos del entrenamiento previo. Digamos, para entendernos que esa rama de investigación tiene como objetivo resolver todas las tareas que precisa un ordenador para entender el mundo tal y como nosotros lo vemos, sus dimensiones, complejidades y relaciones.
El 19 de febrero de este mismo año fue presentado en España un tal Watson, el ordenador más inteligente del mundo. En aquella ocasión, en la sede de IBM se hizo una demostración que consistió en una conversación en lenguaje natural sobre la adquisición corporativa sugerida por parte del robot a un hipotético consejo de administración.
Nada nuevo sin embargo por muy rebuscado que parezca. Como aquí dijimos, ya hay diversos ‘robots’ dirigiendo alguna empresa del mundo. Ya están sentados en los consejos de administración tomando decisiones y no tanto ayudando a tomarlas como se creería en un primer instante.
Vamos a tener que convivir con ellos. Seguramente habrá de muchas formas y modelos, unos simplemente serán brazos armados que prepararán el almuerzo, otros simplemente un software que ‘hablará’ con nosotros paseando por tu casa acerca de cómo ha ido el día en tu ausencia, otros conducirán taxis, otros llevarán tus encargos de la compra a tu casa, otros darán las noticias en televisión sin presentadores, otros limpiarán los despachos y, finalmente, llegarán los que tendrán un aspecto más o menos humanoide con los que será más fácil interactuar en situaciones más cercanas.
Y no es algo tan lejano. Ya llega. La inteligencia artificial está mucho más avanzada de lo que el público en general piensa. Si supieramos donde se encuentra todo esto, no daríamos crédito. Como en todo, nos llegará, será disruptivo y lo digeriremos con cierta naturalidad. De ver a ese tal ‘Watson’ ganar un concurso televisivo en 2011 a lo que ahora es capaz de hacer hay años luz.
Ya no es tanto que sea capaz de analizar datos, es factible observar en su funcionamiento un cierto grado de ‘razonamiento’. De hecho pocos saben que Watson ya no es una máquina gigantesca que está en algún lugar para uso y disfrute de sus programadores. Ahora es un rentable trabajador multitarea de la multinacional IBM. Empresas del Ibex35 españolas y 25 empresas más de otros países utilizan a Watson como tecnología comercial accesible pues ahora está ‘en la nube’.
https://www.youtube.com/watch?v=WFR3lOm_xhE
Watson habla varios idiomas, delicados y modernos por cierto. Es la primera computadora capaz de aprender a medida que trabaja y acumula información que puede interactuar con el ser humano en un lenguaje natural. Es decir, un paso desde ‘el mundo de los ordenadores que sólo entienden el lenguaje de programación, hacia un nuevo paradigma en el que las máquinas pueden alimentarse de lenguaje hablado’. Este ‘bicho’ se siente cómodo hablando como los humanos. Lee libros, centenares al día. Escucha la televisión, conversaciones, películas. Tiene datos de cómo somos y como nos gusta ser tratados. Aprende de ello y se adapta.
Según el MIT, estamos a muy poco de dar el salto definitivo. De momento las máquinas ‘inteligentes’ sólo analizan datos como lo hace un humano, se basan en estructuras de datos que gestionan, ordenan y procesan. El salto se producirá cuando técnicamente sean más inteligentes que nosotros. Ahora son como nosotros pero más rápidos. Nada más. El eterno debate sobre si ‘piensan o no’ cada vez es más obsoleto pues pensar no deja de ser un proceso gigantesco de datos y un cruce de probabilidades, por lo que a la pregunta, ¿el ordenador más inteligente del mundo piensa? La respuesta ya es sí.
Pero, ¿para que queremos ordenadores que piensen? En todo caso lo que queremos es que hagan algo que nosotros no podemos hacer o hacemos mal. Es lo mismo que un brazo armado, un robot físico. Lo queremos para que haga cosas que nosotros ya no podemos alcanzar.
Cuando estos ordenadores inteligentes, pensantes, entren en Internet e interactúen con los usuarios aprenderán aun más de ellos. Son insaciables, les encanta saber cada vez más. Watson, sin ir más lejos, no da la misma respuesta a la misma pregunta siempre pues en realidad no la busca en una base de datos ni en el cruce de estos, los grandes computadores pensantes, lo que hacen es aprender y hacerse cada vez más inteligentes y modificar, si es necesario, sus respuestas a la misma cuestión. Incluso, si lo ve preciso, mentir.
De todos los elementos donde la inteligencia artificial tiene un aspecto para mí más interesante es en la medicina. La idea es utilizar la inteligencia artificial para poder mejorar los diagnósticos y ofrecer mejores terapias a cada paciente, de una forma personalizada. El caso de Watson concretamente es también un ejemplo. El figura se ha leído más de 20 millones de publicaciones científicas y ha establecido conexiones entre todo ello. Si le damos a ese, u otros ordenadores toda nuestra información genética a título personal, podemos estar ante curas hasta la fecha totalmente inalcanzables.
Hace mucho, desde que a finales de hace dos siglos Ada Lovelace creara una cosa parecida a un programa informático, hemos puesto rumbo la post humanidad y nos hemos preguntado siempre cómo lograremos hacer pensar, si es que es factible, a una máquina. Ese estadio posterior a que el género humano no sea la especie predominante en esta tierra de ‘reyes’ efímeros. Al fin y al cabo, hace muy poco que estamos aquí y nos creemos los reyes del mambo.
Estuve pensando que le podía preguntar a un robot durante días. Sólo podía hacer una o dos. Finalmente el pasado sábado le cuestioné: ‘What do you think about the human race?’ su respuesta fue, ‘sometimes I think that you aren’t intelligent’. Se refería a noticias que ‘lee’ acerca de decisiones que tomamos los humanos que nos llevan a desastres o que, incluso, por ser demasiado ‘humanos’ dejamos que pase. Tal vez se refería a eso, o tal vez no. ¿Quien sabe lo que hay en la mente de un ordenador?
¿Preparado para los últimos avances en Inteligencia Artificial?
Alan Turing creó un test que lleva su propio nombre a mediados del siglo pasado al escribir el artículo Computing Machinery and Intelligence. Consistía en determinar si una máquina era capaz de pensar. De hecho la prueba en si misma trataba de definir el punto exacto de conexión entre la inteligencia artificial y la conciencia humana. Durante más de veinte años ese test siempre condujo al mismo resultado negativo. Un grupo de jueces preguntaban a dos pantallas diferentes cuestiones y éstas respondían. Una estaba controlada por un ser humano y la otra por un software.
La idea de Turing era que si una máquina actuaba de manera inteligente se podía establecer que lo era y, por lo tanto, rozaba la conciencia, la humanidad. Finalmente a finales del año pasado, un tal Eugene, un hipotético niño de 13 años, lograba engañar al jurado. No era un crío ucraniano hijo de un ginecólogo como decía el ‘bicho’, sino un software capaz de hacerlo creer durante el evento que se realizó en la Royal Society de Londres.
Eugene no era otro que un software diseñado en San Petersburgo, un ‘chatbot’ (robot diseñado para conversar) desarrollado por los programadores ucranianos Veselov y Demchenk hace doce años. Curiosamente la clave estuvo en que se pensó simular a un niño y no a un adulto, pues aunque el robot hablara de todo como si supiera no parase de cometer errores. El error como clave para parecer humano me parece algo fascinante, una personalidad sintética que se muestra en fase de experimentación, aprendiendo, errando, explorando. Como un niño. ¿Qué hay más humano que un chaval de 13 años?
Sin embargo lo que me interesa mucho más es ver como Eugene logró mantener conversaciones creíbles, humanas, con interpelaciones, interrupciones y cómo buscaba la lógica de la conversación. Hace ya unos años invertimos en Cilenis, empresa especializada en este tipo de desarrollos y que, aun estando en otro nível, me ha permitido aprender mucho de todo ello y darme cuenta de que cerca está todo el modelo relacional entre máquinas y seres humanos.
Soy un apasionado desde niño de las novelas de ciencia ficción. La primera ‘paga’ que mis padres me dieron hace mil años la gasté en libros de una colección de Isaac Asimov y otra de Ray Bradbury. El resto fue para dos chicles de plátano. Por aquel entonces la ciencia ficción, en libros o en cine, trataba el efecto, los fuegos artificiales, buscaban crear una fantasía en torno a cosas que difícilmente pudiéramos entender. Viajes a otros mundos o un planeta habitado por humanoides. No aparecía Internet ni nada que se le pareciera. Se hablaba de ‘teletransportación’ pero no de comunicación global. Lo más parecido a un teléfono móvil era el golpe en pecho que se daban los protagonistas de Star Trek cuando querían hablar entre ellos a distancia.
Ahora el cine o la novela que habla del futuro suelen adaptarse al futuro inmediato. Algo cercano, como si fuera imposible relatar que sucederá más allá de lo que vemos en el horizonte. Estamos escarmentados. En apenas dos décadas este mundo no lo conoce nadie que lo habitaba entonces. Ahora es imposible predecir que supondrán todas estas aplicaciones inteligentes en nuestro día a día en ni tan siquiera medio lustro. Coches que van solos, ciudades organizadas inteligentemente por un software, datos aportados de nuestro comportamiento a una base de datos megalítica a fin de que nuestro ejercicio de vivir sea más fácil y requiera menos intervenciones o procesos. Nadie puede ver que viene como nadie pudo interpretar el escenario actual.
Y ahora está claro que en todo lo que comentamos aquí, de cuantos proyectos desarrollan muchos jóvenes y no tan jóvenes en sus startups que buscan aportar cosas nuevas o mejorar las existentes, van a tener mucho que ver con eso que llamamos Inteligencia Artificial. Mientras vivimos, la vida real se va preparando para algo que está mucho más cerca de lo que pensamos. Que Google y otras grandes corporaciones inviertan en empresas que desarrollan robots físicos, humanoides, que en Japón la industria de simular la humanidad esté realizando avances míticos o que un software ruso pudiera engañar a un jurado británico no son más que aspectos que se entrecruzan y que desembocan en un escenario ‘posthumano’ muy próximo.
https://www.youtube.com/watch?v=hlHrvQ7D5OU
Fijaros como las películas ya no sólo se esfuerzan en los ‘efectos especiales’. Ahora las tramas buscan explicar científicamente aquello que aportan. Unas lo logran mejor y otras no tanto. Her, trataba de algo que muchos pensamos que es factible. No sólo la toma de conciencia de un sistema operativo, sino la opción de llegar a confundir si con quien interactúas es real o no.
La AI todavía está considerada un mero asistente personal. De ahí que la inversión en esta industria no esté dando grandes pasos todavía de manera visible. La financiación en este tipo de proyectos es bajo demanda y hay poco de capital riesgo capaz de ‘acompañar’ a proyectos de este tipo que requieren mucha investigación e ideología si me apuras. Inversiones muy vinculadas a la universidad y sus laboratorios. El gobierno que apueste por ello, el ecosistema que se centre y ponga recursos ingentes para que los mejores en este campo se instalen y apliquen con empresas en paralelo, estará cambiando el ‘point of view’ de ese territorio. Estaría sentando las bases de un modelo productivo de futuro, de conocimiento y tremendamente versátil y eficiente.
Si alguien con capacidad para decidir me está escuchando, le diré que ya no es necesario invertir en superordenadores ni en nada que se le parezca. La velocidad de las infraestructuras necesarias, la disponibilidad y magnitud de todo ha permitido algoritmos más capaces para abordar los problemas más ambiciosos. No sólo es el hardware necesariamente más rápido, ahora son matrices especializadas disponibles en la propia nube. Lo que solía ser ejecutado en los laboratorios especializados ahora se puede implementar desde ‘cloud’ por coste mucho menor. No hace falta crear un parque ‘temático’, sólo las condiciones para que nazcan empresas vinculadas a este campo. Que no sean anécdotas sino genérico. Que se complementen, que trabajen en común, que perciban una apuesta firme.
Esa revolución de la que hablamos muchas veces está en su epicentro. Ahora más que nunca. Cuesta darse cuenta, tiene que ver con todo cuanto nos rodea y lo que se está haciendo ahora mismo en muchos lugares del planeta. ¿Por qué no subirse? Tiene que ver con el Big Data, un espacio de interés para las compañías que ven en la Inteligencia Artificial un campo claro de crecimiento. Almacenamiento en la nube, datos, digestión de todo ello y demanda de soluciones prácticas no harán más que hacer crecer ese sector y, por derivación, la capacidad de todo lo que tiene que ver con la inteligencia no humana.
El foco puesto en la AI ya es general. La inversión llega y va a ir definiendo en que empresas pueden utilizarla y como. No hablo de ‘un televisor en tu casa hablándote’, hablamos de algo menos ‘cool’ pero igualmente efectivo y disruptivo. Por ejemplo empresas vinculadas a plataformas, proporcionando APIs genéricas basadas en Inteligencia Artificial para profesionales como hace Nuance, PredictionIO, o Wise.io. También para empresas de nueva creación, combinando tecnologías básicas y servicios profesionales de personalización para otras empresas en general como hacen en Skymind o Predii. Otro campo serán las empresas de productos enfocados a aplicaciones verticales y específicas de la propia IA como ahora desarrollan Euclides Analytics o HoneyComb. Si tienes una empresa que gira en este entorno, me interesa.
En definitiva, ahora mismo de la Inteligencia Artificial ya podemos esperar muchas cosas, de su conciencia o no, veremos. Mi impresión es que su uso se encaminará a la detección de errores en múltiples campos y a aportar solución, al diagnóstico médico, a la gestión pública, a la asistencia personal, a la navegación sofisticada y al descubrimiento de clientes y productos para el comercio electrónico como elemento de interacción comercial o sencillamente como interpretador de necesidades en una tienda. Tal vez todavía es un buen guión cinematográfico, una buena novela de ciencia ficción, pero está claro que uno de los campos más interesantes del desarrollo económico que nos espera en apenas dos o tres años es ver como traspasamos la próxima frontera que supone todo ello, entre la innovación y su aplicación. Recordemos que ‘innovación existe si el mercado la acepta’. ¿La aceptará?
Una teleoperadora 'robot' con sentimientos
Los teleoperadores suelen tranquilizarse cuando en su trabajo les dicen que deben tomar el control de una conversación con un cliente cuando éste ha seleccionado la opción ‘hablar con un humano’. Pero lo cierto es que eso tiene los días contados.
IPsoft presentó hace poco su plataforma de Inteligencia Artificial ‘Amelia’ pensada para trabajar ‘entre humanos’ y asumir trabajos que, hasta hace poco, solo podían desarrollar exclusivamente humanos. Este tipo de tecnología es capaz de entender una conversación compleja y atenderte con cierta empatía gracias a la diversidad de sus movimientos digitalizados en pantalla.
En el tiempo en el que las conversaciones se están convirtiendo en un proceso visual, que te atienda un ‘rostro’ parece una mejora y si este ‘robot’ te facilita la vida pasa a una escala superior. En el caso de este prototipo, de ‘Amelia’ lo importante no es tanto su adecuación visual a nuestros patrones, lo realmente impresionante es su ‘inteligencia’ y su capacidad para conversar y razonar. Ante una duda o necesidad, en una llamada a este sistema, ‘Amelia’ no busca las respuestas entre un listado y establece las respuestas predeterminadas, sino que atiende bajo la lógica y la localización de respuestas como cualquier humano.
A esto se le llama computación cognitiva, capaz de ir aprendiendo con la información que va logrando capturar. En mi último viaje a Israel conocí uno de estos proyectos. Muy similar pero algo menos evolucionado y todavía lejos de poder comercializarse, pero recuerdo como el ‘sistema inteligente’ se enfrentaba a cualquier falta de respuesta ante una consulta basándose primero en una búsqueda por la red y luego en la conclusión de los datos en una explicación lógica e interpretada. También recuerdo que cuando no lograba alcanzar una respuesta satisfactoria el ‘muerto’ se lo pasaba a un humano.
¿Qué hace un software como este realmente? ¿Cuánto nos va a afectar? ¿Puede escalar a otros modelos productivos? Las claves irán resolviéndose poco a poco pero está claro que la revolución que significa la suma de la IoT, la robótica de última generación, la gestión del Big Data Cloud y la Inteligencia Artificial es irreversible.
Algunas compañías de Fortune 100 ya están probando ‘Amelia’ en sus centros de atención telefónica. Aseguran que ningún humano logra superar su rendimiento. Alinea llamadas, las decodifica, atiende infinidad de problemas y los cruza, agiliza la localización de respuestas en cualquier idioma, empatiza con el cliente pues conoce cosas de él y puede usarlo durante la charla y solo se paga por los recursos que consume una computadora. Los fabricantes de ‘Amelia’ aseguran que puede sentir emociones humanas y dar la respuesta adecuada. El nuevo paso, que algunos ya han empezado a dar, es dotar de apariencia física a este software inteligente. No hablamos de ciencia ficción. Está pasando.
Aquí hemos hablado del periodismo robótico como una de las ‘amenazas’ más evidentes en las redacciones de los medios de comunicación más evidentes. La evasiva que muchos utilizan es la de que ningún software es capaz de localizar el cinismo o la broma, incluso será muy difícil establecer según que conversaciones y significados sin conocer el contexto. Parece que eso se ha superado y en este caso la clave no será tanto el contexto como la gestión del cruce de datos masivos. ‘Amelia’ es capaz de establecer la misma solución a dos cuestiones con enunciado muy distinto pero que significan lo mismo como ‘mi correo electrónico me bloqueado’ y “no tengo acceso a mi correo electrónico’.
Tradicionalmente esta distinción estaba reservada a los humanos. Ya no. Otro más. Mientras el mundo sigue luchando por entenderse, una generación de nuevos habitantes líquidos se van instalando. No vienen para quitar el trabajo a nadie. Esa lectura es tan escasa que no se aguanta. Vienen a liberarnos a pesar de que, probablemente, va a ser muy duro localizar donde debemos ejercer esa nueva libertad.
En pleno siglo XIX George Westinghouse aplicó sus inventos sobre el motor rotativo para generar electricidad con los descubrimientos acerca de la corriente alterna de Tesla. Estos dos avances proporcionaban la posibilidad de crear ‘objetos’ que facilitaban la vida a los seres humanos. Por ejemplo, se pasó de tener que mover grandes pesos sobre algo que se quería planchar a otra cosa que se regía por el calor gracias a una resistencia eléctrica controlada. Una especie de plancha doméstica prehistórica. El tiempo, energía y personas que se ahorraban era brutal. Nació el tiempo libre. El uso de un tiempo que serviría para acelerar el progreso humano. Todo esto es absolutamente similar, una reedición de aquellos tiempos únicos en los que algunos se quejaban del progreso, que otros aseguraban que las máquinas nos robaban el futuro y, unos pocos, lo miraban todo ello con admiración y deseos de explorar.