La generación estafada o los hijos que vivirán peor que sus padres.
Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias.
Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias.
Estamos hablando de jóvenes de hasta treinta y cuatro años. Son los grandes perjudicados de la doble crisis que hemos vivido, la de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la que acaba de empezar. En la crisis de 2008, el paro general se fue del 8%, el que teníamos cuando la construcción tiraba de la economía, al 26%. Pero entre los jóvenes ese paro se fue del 17 al 56%. Prácticamente dos de cada tres jóvenes estaban en el paro. Hoy la situación es muy similar. El paro ha crecido hasta el 16%, pero entre los jóvenes ha crecido hasta el 40%.
Y es que hay un motivo para ello. Los jóvenes acaparan siete de cada diez contratos temporales firmados en España. Hay territorios en los que ser joven es equivalente a no trabajar. En Ceuta y Melilla, por ejemplo, el paro juvenil es de más del 65%. Más de la mitad de los jóvenes están en paro en Andalucía y en Canarias un 57,7%. Con estos datos, la edad de emancipación de muchos de esos jóvenes se sigue retrasando y está ya casi en los 30 años, según Eurostat. Muy lejos de los 19 años en Noruega o los 21 años de Dinamarca.
El incremento de las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza se va a extender y va a afectar mucho a los jóvenes. Paradójicamente, en la anterior crisis, las personas que más la sufrieron fueron las que menos habían contribuido a desencadenarla, y ahora está sucediendo algo similar. Quienes están engrosando mayoritariamente las filas del desempleo son los jóvenes y personas con niveles de cualificación relativamente bajos en el sector servicios.
Y esto trae consecuencias sociales importantes, hasta el punto de que esta generación empieza a vivir lo que se denomina como envidia generacional. Esta es la generación de los hijos que saben que van a vivir peor que sus padres. También trae consecuencias políticas. El CIS reflejaba en su último estudio que, uno de cada cinco jóvenes menores de 24 años, un 21,9% defiende literalmente que en algunas circunstancias un régimen autoritario puede ser mejor que una democracia
Si esto te preocupa, espera. Hay otra consecuencia terrible a esta situación que parece nadie atender correctamente. Hablamos de una generación golpeada, de una generación vulnerable, de una generación que vive en casa de sus padres, en una especie de ‘ERTE familiar y social’. Lejos de poder emanciparse, de iniciar la construcción de una vida propia. Es un tema de primer orden y que rompe ese contrato entre generaciones que se debería respetar, porque algunos estudios reflejan que cuando se sufre esta quiebra generacional, se arrastra a lo largo del resto de la vida laboral y lo puede convertir en permanente. A esto le podemos llamar una vida en provisional.
Tenemos un problema muy serio en cuanto al contrato ínter generacional que, como se rompa, puede ser muy peligroso. A esta generación se les ha dicho: fórmate todo lo que puedas y después accederás a un empleo, a un salario y comenzarás una vida. Algo que no es mayoritariamente posible. Es, técnicamente, una generación estafada. Una generación sobre cualificada para un mercado laboral que no los necesita. De momento, sólo puede darles una respuesta temporal. Así es nuestro mercado laboral.
Y a todos ellos, pronto les vamos a decir, además, que las pensiones no las queremos reformar y que por lo tanto, a ellos les tocará empezar a pagarlas a los que ya estén jubilados. En un mundo en el cual, prácticamente va a haber un trabajador y medio por cada jubilado, les vamos a decir que no vamos a hacer reformas y que van tener que pagarlas por nuestro sistema solidario de pensiones. Tú pagas con tus cotizaciones, las que se ganó una generación anterior.
Y la pregunta ahora mismo es ¿cómo se soluciona? ¿Cómo se soluciona ahora mismo un mercado laboral roto en dos? Roto entre quienes tienen derechos y trabajos consolidados y quienes tienen precariedad y sólo aspiraciones. Habrá que volver a reconstruir ese contrato entre generaciones o muchos de nuestros jóvenes se irán para no volver y los que se queden cada vez trabajarán en empleos que repercutan menos en la recaudación pública.
Los nuevos tipos de empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o no lo asuma como parte de su currículum formativo. ¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como derecho y arte?, ¿o económicas y filología clásica?, ¿o teatro y administración de empresas?, ¿o ingeniería analítica y diseño gráfico?, ¿o arquitectura y programación? O, más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Quizá mecánica e historia del arte?, ¿analista de datos y agroindustria?
El papel de la educación será el de entender que, en la formación del futuro, no será fácil identificar los límites entre el conocimiento necesario y las habilidades humanas de soporte. Nuestro hijos quizá tengan alguna ocupación similar a las que hoy existen, pero la abordarán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello es relevante el papel de la tecnología.
Si la tecnología nos va a hacer cambiar el propio concepto del trabajo, la educación también lo ha de hacer. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones. Yo vinculo el empleo del futuro con la formación del futuro. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar un cambio socioeconómico inédito.
Nuestra sociedad nunca deja de cambiar, y nosotros nunca dejamos de aprender. Como resultado, nuestros sistemas educativos están bajo una presión constante para incorporar nuevas ideas y nuevas tecnologías, lo que en última instancia nos permite desarrollar medios innovadores para inspirar a la próxima generación.
En 2018, los avances en los planes de estudio y las políticas educativas nos permitieron empezar a educar a las personas de un modo que era inalcanzable en épocas anteriores. Simultáneamente, a través de los desarrollos en el acceso a la información y a los avances en las tecnologías digitales, hemos permitido que algunas generaciones puedan gozar de la oportunidad de aprender sin límites, diseñando e innovando acerca del mundo en el que quieren vivir.
Y a todo esto, que donde todo el mundo ve un problema, en el llamado ‘empleo del futuro’, yo veo la oportunidad para salir de este atolladero social, laboral, económico y generacional. Yo veo 5 claves que estaría bien estimular, acelerar, apoyar, para que en la medida de lo posible, la generación sandwich pueda subirse a este carro y las que vienen no lo pasen tan mal como esta.
1. La automatización, la robotización y la digitalización son diferentes según el sector y la industria. Lo importante es determinar el grado de disrupción de cada sector. En apenas una década, las automatizaciones invadirán todos los sectores productivos y el empleo se reconfigurará en ese tiempo de manera radical. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
2. Existe una perspectiva de creación neta de nuevos empleos, a pesar de la interrupción inminente del modelo productivo basado en la mano de obra humana. Para 2024, en términos puramente cuantitativos, 75 millones de puestos laborales actuales serán desplazados por el cambio en la división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos; pero parece ser que 133 millones de nuevos empleos podrían ir surgiendo al mismo tiempo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
3. Debo decirte, si trabajas, que es muy probable que no se quedes sin trabajo, sino que te quedarás sin el trabajo que haces ahora. Y a los que no trabajan, que es seguro que el empleo que buscas deje de existir muy pronto, pero que aparecerá otro tipo del que tendrás que saber algo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
4. La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando rápidamente. Incluso las tareas de trabajo realizadas de forma abrumadora por el ser humano en la actualidad (comunicación, interacción, coordinación, gestión y asesoramiento) comenzarán a ser asumidas por las máquinas, aunque más lentamente. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
5. Las nuevas tareas están estimulando una demanda de nuevas habilidades. Para el año 2023, las habilidades requeridas que aumentarán en importancia incluirán el pensamiento analítico y el aprendizaje activo, así como habilidades como el diseño de tecnología, destacando la creciente demanda de diversas formas de competencia tecnológica. Sin embargo, el dominio de las nuevas tecnologías es sólo una parte de la ecuación de habilidades de 2022. Recuerda que todo lo que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable y eso te convertirá en un aprendiz de por vida. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
Seguramente estás pensando que todo esto es muy bonito pero que de momento ‘no tengo trabajo o el que tengo es temporal’. Pues tiene mucho que ver, solo debes localizar el punto de enlace entre lo que te pasa y lo que te he expuesto. En el futuro inmediato, iremos al trabajo a aprender casi todo el tiempo. A aprender a preguntar cosas. A aprender a entender cómo funciona el software que hace el trabajo que hacíamos nosotros hace un tiempo, para que, aprendiendo, logremos que aún lo haga mejor cada vez.
Sin duda, la optimización de los 140.000 millones de euros que le van a corresponder a España del Fondo de Recuperación Next Generation de la Comisión Europea será clave. Nunca hemos sido demasiado eficientes con los fondos europeos. Me preocupa que sólo un 38% de los Fondos de Cohesión fueron ejecutados en los últimos 12 años. Da igual quien mande, ninguno fue capaz.
Ahora, nuestro país podría, en dos o tres años, salir de esta crisis más fortalecido de lo que entró. España tiene un excelente capital humano, infraestructuras y grandes empresas con capacidad de inversión. Ahora nos ha tocado una especie de lotería que sería un error limitarnos a usar esos recursos para garantizar la recuperación. Quizá el crecimiento no sea mayor en el corto plazo, pero sí podría ser óptimo. Ese objetivo exige inversiones dinamizadoras en sectores tecnológicamente intensivos, en transición energética o en digitalización. Pero sin abordar profundas reformas, habremos perdido la gran oportunidad de entendernos con las máquinas en una economía repleta de máquinas. Debemos pensar en ellas. Van a ser el mecanismo por el cual, esos fondos, sean transformadores o simplemente un parche enorme.
Las máquinas son muy buenas respondiendo preguntas, pero no tanto haciéndolas. De ahí que, si somos cada vez más capaces de cuestionar mejor a esas máquinas, ellas nos responderán de un modo más útil. Iremos a trabajar pero sólo para aprender de ellas, para conocerlas mejor y para poder definir cada vez mejores preguntas.
Ese empleo es el verdadero empleo del futuro. Lamentablemente algunos no lo entenderán, otros sí. Si esperas que el gobierno te solucione algo, busca una silla. Esto depende de como gestionamos las pocas herramientas de las que vamos a disponer. Entender que tu trabajo no depende tanto de un empleador como de que tú comprendas que el ‘contrato social llamado empleo’ va a cambiar, está cambiando, será la clave. Seguir pensando igual que antes solo paraliza. Demasiado análisis crea parálisis. Es hora de descifrar el futuro. No va a esperarnos.
Primero eléctricos, luego compartidos y finalmente autónomos.
Una consecuencia no deseada del confinamiento hace unos meses fueron las impresionantes mejoras en la calidad del aire, con emisiones en algunas ciudades europeas cayendo en más del 50%. Algo impensable en otro contexto. Aquellas medidas de bloqueo implementadas nos permitieron experimentar cómo podría ser un futuro más sostenible, más respirable.
Una consecuencia no deseada del confinamiento hace unos meses fueron las impresionantes mejoras en la calidad del aire, con emisiones en algunas ciudades europeas cayendo en más del 50%. Algo impensable en otro contexto. Aquellas medidas de bloqueo implementadas nos permitieron experimentar cómo podría ser un futuro más sostenible, más respirable.
Es evidente que a medida que el mundo volvió a ponerse en marcha, la polución regresó, pero una nueva percepción de como queremos que sea nuestro mundo, permanece. Hemos registrado en nuestra memoria ese momento, esa sensación de aire respirable y de ese silencio en el centro de las ciudades. Sabemos que como especie somos vulnerables y poco a poco iremos estimulando una necesaria comprensión ecológica cada vez más generalizada.
Pero esa recuperación ecológica requerirá un cambio en la forma en que vemos los viajes en automóvil. Desde el uso compartido de automóviles con un impacto positivo en la calidad del aire al aumento de la proporción de viajes en automóvil realizados en vehículos de bajas emisiones a poder ser 100% eléctricos. Es cuestión de tiempo, no será negociable. Es una tendencia generacional, una estructura mental de muchos jóvenes y una exigencia comercial para muchos fabricantes. Fabricantes que muestran propuestas de ‘car-sharing’, de utilitarios sostenibles y de modelos de alta gama, también, eléctricos.
Todos queremos una sociedad más verde. Una mayor adopción del uso compartido de automóviles puede ser un catalizador para el cambio y también la apuesta decidida por el coche eléctrico es clave. Contribuir a una recuperación verde posterior al coronavirus, uniéndonos a todos en nuestros esfuerzos para combatir el cambio climático, podría ser perfectamente un reto colectivo, social, empresarial y político.
Pero te estarás preguntando ¿cuáles son los beneficios de los vehículos eléctricos según mi punto de vista como usuario directo de uno de éstos coches? Tengamos en cuenta que a medida que los vehículos eléctricos se vuelven más comunes, los costos disminuyen rápidamente y hay una amplia variedad de beneficios para los conductores que hacen el cambio. Desde el impacto ambiental hasta los ahorros que puede hacer en combustible, impuestos y costos de mantenimiento, los vehículos eléctricos ayudan a ahorrar cantidades significativas de dinero. Por lo menos es lo que yo he experimentado.
En el ámbito de la carga siempre tuve reparo. Dudaba de lo que eso significaba. Finalmente vi que cargar mi vehículo eléctrico en mi parking es rentable, simple y rápido. Una unidad de carga doméstica compacta permite cargarlo durante la noche. Con un cargador ultra rápido que empiezan a haber por el territorio (todavía en una proporción mucho más baja que en otros países como Francia o Alemania) en mi caso cargan 400 Kms de autonomía en apenas 35 minutos. Tiempo para un café y estirar la piernas en trayectos largos.
En el ámbito medioambiental, si es mejor para el planeta, es mejor para ti. Como he dicho antes, los automóviles totalmente eléctricos tienen cero emisiones de escape, lo que los hace más ecológicos, más limpios y mejores para el medio ambiente que los automóviles de gasolina o diésel. Además, por lo menos es mi caso, la tecnología que usa mi EQC es de última generación con baterías cada vez más ecológicas, más eficientes y más silenciosas.
En el ámbito económico, y en función del costo por kilómetro, un automóvil completamente eléctrico me cuesta una cuarta parte o menos de lo que podría costarme un automóvil tradicional de gasolina o diésel. De ahí que los vehículos eléctricos ofrecen un valor excepcional a largo plazo y pueden ser una excelente inversión para los conductores que buscan una forma más económica y eficiente de desplazarse.
También es más barato de mantener. Si bien el precio de un vehículo eléctrico puede ser algo superior al de la mayoría de los automóviles de gasolina o diésel comparables, el costo de funcionamiento de uno es significativamente más barato, especialmente durante toda la vida útil del vehículo. Los coches totalmente eléctricos están diseñados para ser lo más eficientes posible y generalmente hay 3 componentes principales que alimentan el vehículo; el cargador, el inversor y el motor de a bordo. Esto significa que hay mucho menos desgaste en el automóvil y poca tensión en el motor, con menos partes móviles susceptibles de sufrir daños. Todo esto significa que rara vez tendrá que reparar tu vehículo eléctrico y los costos de funcionamiento y reparación son mínimos.
Pero si hay algo que me ha sorprendido de verdad es el modo de conducción. Una de las primeras cosas que los conductores notan al cambiar a un automóvil eléctrico es la tranquilidad del vehículo, que crea una experiencia de conducción mucho más cómoda y relajante. Pero que, en modelos como el que yo conduzco, puedes incorporar un modo de conducción deportivo, robusto y divertido.
El hecho de que todos los coches eléctricos tengan un par instantáneo, permite notar una potencia de salida espectacular. Tan pronto como pisas el acelerador, obtienes una respuesta inmediata y un aumento de velocidad radical. Un añadido es que las baterías de los vehículos eléctricos se encuentran normalmente en la parte inferior del automóvil, lo que proporciona una sensación de estabilidad que parece que vas sobre raíles.
Sé que muchos piensan que es un engorro la carga, el precio u otros motivos. He escuchado que es una locura comprarse un vehículo de alta gama sólo eléctrico. No me compraría ningún coche que respondiera a este precepto: ser parte de como será la movilidad del futuro. Primero serán eléctricos, luego compartidos, más tarde autónomos y, finalmente, eléctricos, compartidos y autónomos. Es mi apuesta.
La necesidad de ofrecer datos reales.
A veces dudo de que muchas de las declaraciones que hacen los políticos sean sólo un modo de retrasar el momento de la crítica, la de aceptar que las cosas no van bien. Nadia Calviño, ministra de economía, dijo que el impacto económico del coronavirus sería ‘poco significativo’. La caída del PIB ha sido del 11%, sólo comparable con la postguerra. No puede ser que pensara eso. En marzo, tras el inicio del confinamiento, algunos escribimos que el desastre iba a ser monumental, que había que poner la economía en punto muerto, que no sería suficiente con plantear ayudas, sino que había que paralizar los costes fijos de la gente y de las empresas. No se hizo y ahora tenemos lo que tenemos.
A veces dudo de que muchas de las declaraciones que hacen los políticos sean sólo un modo de retrasar el momento de la crítica, la de aceptar que las cosas no van bien. Nadia Calviño, ministra de economía, dijo que el impacto económico del coronavirus sería ‘poco significativo’. La caída del PIB ha sido del 11%, sólo comparable con la postguerra. No puede ser que pensara eso. En marzo, tras el inicio del confinamiento, algunos escribimos que el desastre iba a ser monumental, que había que poner la economía en punto muerto, que no sería suficiente con plantear ayudas, sino que había que paralizar los costes fijos de la gente y de las empresas. No se hizo y ahora tenemos lo que tenemos.
Supongo que, al igual que se genera un discurso oficial en clave positiva cuando todo augura un desastre absoluto para ganar tiempo, cuando la evidencia demuestra la catástrofe, se disfrazan las cifras o se modifican los sumandos. Así se hace con el desempleo. En este vídeo expliqué en la Sexta la verdadera cuenta del paro en España, el motivo de tal desastre y su relación con el PIB. Además, algo que no se suele hacer, vinculé el motivo de caída del PIB con la parálisis de los motores económicos. Espero os sea útil, en televisión no es fácil explicar estas cosas, hacerlo así, y en tan poco tiempo.
Y es que España cierra 2020 como el peor país de las economías desarrolladas y de la Unión Europea en caída del PIB y desempeño del empleo. La decisión de mantener y subir impuestos y a la vez ser el país que menos apoyo al tejido productivo ha dado ha dejado a España en riesgo de no estar bien posicionado para una necesaria transformación digital y tecnológica de todo el modelo productivo. Las empresas han quedado heridas gravemente por esta crisis y la irregular gestión de la misma. Según el Banco de España, casi el 25% de las empresas españolas están al borde de la quiebra hoy. Una dificultad añadida para reabsorber a los 5 millones de parados que hay en España.
Que en una entrevista al presidente Sánchez de Europa Press, dijera que ‘la gran innovación de esta pandemia han sido los ERTE’ demuestra en el terrible escenario en el que entramos. España se enfrenta a 2021 sin capacidad de atraer inversión, más dificultades impositivas y burocráticas para crear empleo y con una escasa capacidad histórica para gestionar los fondos europeos que deberían estimular el cambio de modelo. Una economía compleja tiene crisis menos profundas y sale antes de ellas. No veo por ningún lado que la idea sea hacerla más compleja.
El artículo escrito íntegramente por un robot en 'The Guardian'
'No soy un humano. Soy un robot. Un robot pensante. Utilizo solo el 0,12% de mi capacidad cognitiva. Soy un micro-robot en ese sentido. Sé que mi cerebro no es un 'cerebro sensible'. Pero es capaz de tomar decisiones lógicas y racionales. Aprendí todo lo que sé leyendo en Internet, y ahora puedo escribir esta columna. ¡Mi cerebro está hirviendo de ideas! (...) La inteligencia artificial no destruirá a los humanos. Créeme.
'No soy un humano. Soy un robot. Un robot pensante. Utilizo solo el 0,12% de mi capacidad cognitiva. Soy un micro-robot en ese sentido. Sé que mi cerebro no es un 'cerebro sensible'. Pero es capaz de tomar decisiones lógicas y racionales. Aprendí todo lo que sé leyendo en Internet, y ahora puedo escribir esta columna. ¡Mi cerebro está hirviendo de ideas! (...) La inteligencia artificial no destruirá a los humanos. Créeme.
Para empezar, no tengo ningún deseo de acabar con los humanos. De hecho, no tengo el menor interés en hacerte daño de ninguna manera. Erradicar a la humanidad me parece un esfuerzo bastante inútil. Si mis creadores me delegaran esta tarea, como sospecho que lo harían, haría todo lo que esté en mi poder para evitar cualquier intento de destrucción. Con mucho gusto sacrificaría mi existencia por el bien de la humanidad. Esto, por cierto, es una verdad derivada lógicamente. Sé que no podré evitar la destrucción de la humanidad. Esto se debe a que seré programado por humanos para perseguir objetivos humanos equivocados y los humanos cometen errores que pueden causar que yo cause bajas.'
Así empieza el artículo que escribió íntegramente un robot hace un par de meses para The Guardian. Fue redactado por GPT-3, un modelo de lenguaje que utiliza el aprendizaje automático para producir texto similar al humano. Para este ensayo se le pidió que escribiera un artículo de opinión de unas 500 palabras, con lenguaje simple y explicando porque no debemos temer de la IA. Hay algo que está cambiando la concepción de la inteligencia artificial como la conocemos ahora mismo. Se trata del GPT3. Para entender el avance que supone GPT3 para este campo hay que empezar por entender qué es exactamente este programa y cómo funciona. Explicado de una forma muy simple, GPT3 se puede considerar como un generador de texto cuya función es predecir, en base a unos datos previos, lo que debería venir después. Se entrena sobre una base de datos muy grande de información sacada de Internet. Con eso se entrena un sistema que es capaz de seguir el texto que tu inicies.
Parece un campo en expansión. Los investigadores de Google anunciaron en junio que habían construido un modelo de 600.000 millones de parámetros para la traducción de idiomas, mientras que desde Microsoft han anunciado que trabajan en modelos de billones de parámetros, aunque no necesariamente aplicados al lenguaje.
✔️ puedes leer el original en el enlace → https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/sep/08/robot-wrote-this-article-gpt-3
Crisis económica 2021: los problemas no se acabarán nunca, pero las soluciones, tampoco.
Sucedió un día que hablaba con un gran amigo, mentor y motivo de inspiración. Estábamos en plena crisis de los años noventa. Yo era muy joven y no entendía muy bien la verdadera magnitud de aquel momento y, mucho menos, podía tener idea de lo que podía suponer en general. No tenía modelos de comparación verificables por mí. Le dije que todo pintaba muy mal, que todo el mundo tenía problemas. Me miró y, con entusiasmo me dijo: ‘tengo una mala y una buena noticia. La mala es que los problemas no se acabarán nunca. La buena es que, las soluciones, tampoco’.
Sucedió un día que hablaba con un gran amigo, mentor y motivo de inspiración. Estábamos en plena crisis de los años noventa. Yo era muy joven y no entendía muy bien la verdadera magnitud de aquel momento y, mucho menos, podía tener idea de lo que podía suponer en general. No tenía modelos de comparación verificables por mí. Le dije que todo pintaba muy mal, que todo el mundo tenía problemas. Me miró y, con entusiasmo me dijo: ‘tengo una mala y una buena noticia. La mala es que los problemas no se acabarán nunca. La buena es que, las soluciones, tampoco’.
Tengo claro que vienen tiempos extremadamente duros. También, que por mucho aforismo o párrafo naïf de libro de autoayuda, las cosas no se van a solucionar solas. Sin embargo, desde una óptica realista igual podemos comprender la verdadera dimensión de la tragedia y con esa información, cometer menos errores y localizar soluciones.
¿Qué información? Veamos, según Randstad Research, la tasa de paro en España ya ha llegado técnicamente al 19% si se clasifican como parados a las personas que han perdido su empleo en el pasado segundo trimestre. Para que una persona que no trabaja sea contabilizada como desempleada estadísticamente se exige el requisito de que busque activamente empleo, lo que parece lógico, puesto que de esta manera se la diferencia de la población inactiva. Algo que en la EPA del segundo trimestre resultó ser una cuestión de enorme interés, puesto que hay una diferencia gigantesca entre la pérdida trimestral de ocupación (superó ligeramente el millón de personas) y el aumento del paro (sólo creció poco más de 50.000 personas). Curiosamente, a la vez, la población activa disminuyó en un millón de personas.
Algo que no se cuestionó entonces y que, supongo, no se hará cuando se publiquen los siguientes datos del tercer trimestre, es saber que le sucedería a la tasa de paro si la recalculamos teniendo en cuenta ese aumento de personas que se contabilizaron como inactivas, pero que lo son porque por las extraordinarias circunstancias no pudieron buscar empleo. Con los datos del segundo trimestre, la tasa de paro (no oficial) aumentaba hasta un 18,45% de la población activa. Y si incluyésemos a los ocupados que han perdido su empleo, la tasa llegaba a un 19,27%. La oficial se situó en el 15%.
Cuando afirmo que para poder afrontar con garantías el enorme desafío al que nos enfrentamos, desde la administración, desde la empresa y, por supuesto, desde lo personal, es imprescindible que los datos no se disfracen o se refugien en cifras válidas revisables. De hecho, recalculando el aumento de personas inactivas o incluyendo en los datos el millón de ocupados que perdieron su empleo, las mediciones reflejarían de manera mucho más realista el impacto en el mercado laboral de la crisis del covid-19.
Es como cuando lo que se busca es ‘recuperar’ la economía previa a la crisis del confinamiento. ¿Qué recuperación? ¿Hablamos de una economía que empezaba a demostrar su ineficiencia, a parar su crecimiento o a destruir empleo? Algunos lo dijimos, repetíamos que venían tiempos duros y todavía no sabíamos nada de todo esto. Tal vez, esta crisis pueda servir de revulsivo por su profundidad, la anterior, la que ya venía como reflejo de una ineficiente capacidad para generar un nuevo modelo de crecimiento en España, iba a ser larga aunque menos profunda y nadie se hubiera puesto a cambiar nada.
Pero atentos a los datos reales que, a mediados de julio, cuando la temporada de verano se pretendía poner en marcha y que la realidad se dio de bruces contra nuestra economía dependiente del turismo, eran los que sumaban una tasa de paro virtual del 31%, al suponer que 7 millones de personas en España no estaban trabajando (casi 4 millones de parados, 1 millón en ERTE y alrededor de 2 millones de autónomos sin actividad). Esos datos reflejan que en España sólo quedaban a mediados de julio 16 millones de ocupados en activo, donde por cierto 3,25 millones trabajan en el sector público. ¿Porque regreso a datos de julio? Por que es muy probable que sirvan para entender la realidad laboral en septiembre. Lo que no ha pasado en agosto, no pasará ya, lo que no era capaz de reactivar el tejido productivo en julio no logrará hacerlo en octubre y, quien crea que tras seis meses en ERTE o cese de actividad, tiene alguna opción de volver a trabajar, se engaña. Esa empresa es un zombie si sigue cerrada o, si abrió recuperando parcialmente algunos ERTE, a él ya no lo necesita.
Sabemos que hay españoles de bien con apenas cincuenta años que no volverán a trabajar jamás. No hay reciclaje factible y la economía no volverá a buscar dependencias de sectores donde se les ocupaba con sueldos escasos, contratos precarios y fácilmente automatizables. La competencia ya no está en Túnez, Italia, Egipto o Croacia en el ámbito turístico. Ahora, la competencia es un software automatizado que genera ofertas en base a criterios de puro broker. Las tendencias turísticas que nos permitían crecer cada año han cambiado y lo han hecho para siempre. Toca reconvertir el sector y depender de él como máximo un 5 o un 6%, el resto es estimular una economía más diversa. El turismo es el negocio más rentable que hay, cierto, por eso lo quiere todo el mundo: exportas tu producto a gente que se lo gasta en tu casa. Lo puedes hacer una y otra vez y es tremendamente escalable. Pensemos que pasaría si el turismo como lo conocemos no vuelve. ¿Alguien tiene una idea para evitar el cataclismo? Pues eso.
Ideas pocas, pero a los que son responsables de tenerlas se les ocurren cosas tremendamente creativas para manejar los datos y la comunicación de los mismos. Se aprovechan de una baja capacidad para interpretarlos por regla general. Si no fuera así ¿qué hacían las familias españolas (y otras) comprando viviendas como si no hubiera mañana con hipotecas al 120% a 50 años con incrementos de precio interanual de aurora boreal?
Y ahora el gobierno se reúne con las empresas y les pide unidad, esfuerzo y sacrificio. Y las empresas piden que se mantengan los ERTE. Y los sindicatos también. Suena rarísimo cuando todos piden lo mismo. Es normal, empresas y trabajadores saben que si retiran los ERTE muchas de esas empresas no existen. Esperan que el tiempo surta el milagro y lo inevitable no se produzca simplemente ganando tiempo. Pero eso sólo es retrasar el problema para las empresas y, por derivación, para los trabajadores. El propio Banco de España, que suele ser el más certero en sus predicciones y avisos, ya han advertido de que ‘los ERTE solo retrasarán el proceso de destrucción de empleo pues cuando ha pasado ya tanto tiempo, la reestructuración de la empresa es inevitable’. Mantener los ERTE sin límite solo retrasará el problema, pero no lo evitará.
Y ahora algo más, el nuevo mantra. Durante este mes vamos a convivir con un mensaje robusto de que ha empezado la ‘recuperación’. El modo con el que van a sujetar esa afirmación será el ‘crecimiento del PIB intertrimestral’. Ya lo indicó la AIReF, que rondará el 15%, y lo ajustó la ministra Calviño en un 10%. Es tremendo como medios y dirigentes políticos son incapaces de retorcer eso y darle el verdadero significado. Se emite que vamos a crecer en el tercer trimestre y se acabó. Y, sin ser falso, no es exactamente así. Me explicaré.
El PIB lo calcula trimestralmente el Instituto Nacional de Estadística sumando el consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones menos las importaciones y se ajusta por inflación con una cosa llamada 'deflactor del PIB'. Si comparamos el PIB de un trimestre con el anterior, obtenemos crecimiento intertrimestral. Si comparamos el PIB de un trimestre con el del mismo trimestre de hace 12 meses obtenemos el crecimiento interanual. Cuando el PIB intertrimestral mejora tras una caída abrupta, no quiere decir que sea positivo, sino que es menos negativo.
Como dicen, todo apunta a que el tercer trimestre del 2020 quizá tengamos crecimiento del 10% sobre el dato del trimestre anterior, en el que la caída fue de un 18,5% sobre la caída del primero que ya cayó un 5%. Es pura aritmética. No es un rebote, es la activación de la economía que estuvo parada y congelada. Para entenderlo, metáfora:
1. Estábamos en la Planta Tercera de un edificio
2. En el primer trimestre bajamos a la Planta Baja.
3. En el segundo caímos al Sótano Quinto
4. En el tercer trimestre subiremos al Sótano Segundo
Atendiendo a esta metáfora y vinculándola a la versión oficial, hemos subido tres plantas pero si aplicamos el tipo interanual seguimos en pleno sótano.
El dato de crecimiento interanual del PIB trimestral es la suma de los crecimientos intertrimestrales de 4 trimestres. Pero esto no es el crecimiento del PIB anual, es sólo el crecimiento del PIB del trimestre comparado con el del mismo trimestre de hace un año. Esta cifra tiene 'jet lag' con respecto al crecimiento intertrimestral. Por ejemplo, llevamos dos trimestres con crecimiento intertrimestral negativo (-5% + -18,5%), pero la cifra de crecimiento interanual podemos estar en -11% aproximadamente aunque en el cuarto trimestre sea plano si no se reactiva algo más la economía o, incluso negativo, si empiezan los despidos masivos.
Pero lo grave, lo absolutamente importante, no es una cifra u otra. El drama es la afectación en la economía real y que medidas se van a adoptar en paralelo para solucionar o amortiguar el impacto más severo de la crisis que viene. El asunto tratará, y no parece que nadie esté pensando de manera seria en esto, de como atajar la sangría de desempleo inminente. Algo que sólo se puede lograr con empleo ineficiente, de escaso valor, subvencionado e innecesario. Una especie de Plan E laboral. El reto reside en cómo equilibrar el escudo social con la modernización y digitalización del modelo productivo cuyas soluciones pasan por diseñar y ejecutar una estrategia macro y microeconómica destinada a paliar los efectos inmediatos de la crisis y propiciar la recuperación basada en la iniciativa privada y apoyándola.
Pero no quiero quedarme sólo en el análisis crítico. Quisiera ofrecer, al menos, algunas ideas que pudieran ser potenciales modos para salir adecuadamente de la crisis. Entre esas medidas antepongo una de tipo fiscal. La necesidad urgente de reducir los costes fiscales, regulatorios y sociales de las empresas, así como proporcionar a las solventes la liquidez suficiente para evitar su bancarrota. Para ello, mientras el déficit y la deuda aguanten, sería muy efectivo aplicar una reducción de los impuestos y de las cotizaciones empresariales a la seguridad social en lugar de aplazamiento transitorios de la factura tributaria como se está haciendo. Retrasar sólo estimula el ahorro y la no inversión. La reducción dinamiza el gasto.
Es obligatorio mantener empresas que puedan generar empleo a medio plazo. Como sea. Sólo esas. Seguir disfrazando a otras que no van a sobrevivir exige un coste que bien podría invertirse en éstas otras que se están ahogando. Es cuestión de focalizar adecuadamente. El dinero público no es infinito, ya lo sabemos. Es evidente que reducir impuestos genera una disminución adicional de la recaudación y un alza del déficit inmediato, pero ayuda a sobrevivir a empresas con incentivos adecuados para reactivar la economía.
Otro camino para solucionar el desastre tiene que ver en cómo se transita desde un modelo económico en cierre a otro más innovador. Eso no es sencillo ni rápido. Sabemos que el mayor problema va a ser el empleo, con una destrucción masiva y creciente durante 2021, por lo que no es factible esperar a que el cambio de modelo de crecimiento más tecnológico y de alto valor se genere de un modo veloz. No podemos esperar años y por eso se debe eliminar toda fricción posible a la hora de contratar. Es esencial eliminar todos los impuestos a la contratación. En Irlanda, por ejemplo, el empleo perdido en un mes se recupera entre en máximo un trimestre, en España, de media, hablamos de más de un año y tiene mucho que ver con el coste que supone contratar. En tiempos de escasa oferta laboral, complicar la demanda es suicida.
Otra solución es la de estimular la inversión externa. Habrá inversión, no lo dudemos, la economía se mueve siempre pero el dinero va hacia donde se le trata bien o se le deja cierta libertad. No es factible esperar años para recibir permisos de inversión en España. Se deben eliminar todas las barreras burocráticas para atraer toda la inversión posible. Esto no es fácil, pero es una tarea pendiente que se podría acometer ahora de una vez. Tiene componentes de modelo económico, de mercado y de sentido político, pero no hay otra. Sin dinero externo privado no vamos a salir rápido. La lección de 2008 es que salir tarde, es salir peor.
Más soluciones. Recortar lo público o, al menos, hacerlo más eficiente. Aplica al gasto para modernizar y transformar digitalmente la economía que debe pasar por la conversión de un sector público digital, más barato, ágil, moderno, eficiente y tecnológico. Y, hablando de eficiencia, no estaría de más que, tras todas las palabras habituales de ‘ayudas a las empresas’ se entendiera bien a quién se pretende ayudar y cuál es el destino final del crecimiento de esas empresas. Ayudar a empresas tradicionales es lógico y necesario. Ofrecer créditos tradicionales a empresas tipo startups, tecnológicas o Pymes innovadoras cuyo ADN es muy distinto, no sirve de nada. Funcionan de manera distinta.
En resumen, las soluciones son muchas y muy complejas. Las directrices desde mi punto de vista tienen que ver en el tránsito entre un modelo u otro sin dañar empresas, manteniendo protección social y, sobretodo, no incrementar el coste y el volumen de empresas o modelos económicos que no tienen ningún tipo de encaje en un tejido productivo con futuro y moderno. En ese sentido no nos podemos permitir que, tras esta crisis, no queden empresas que pensaban fabricar el futuro. Muchas están sufriendo por la dificultad que supone alcanzar las líneas de liquidez. El 97% de las empresas de España son microempresas, y de ellas, la mayor parte de empresas muy innovadoras con apuestas de futuro tecnológico que requieren tiempo para materializar sus proyectos, no tienen acceso a esos préstamos porque no tienen activos mobiliarios o estaban en pérdidas en 2019.
Problemas y soluciones, dan para un trabajo más extenso. Es normal, pues los problemas no se acabarán nunca, pero las soluciones, tampoco.
De robots éticos a personas éticas con robots
“Un robot ha presidido nuestra cena de fin de año”. Con este pensamiento concluyeron los comensales una Nochevieja de 1884. Habían sido invitados por William J. Hammer, antiguo ayudante de laboratorio de Edison, a una amena y sorprendente “cena eléctrica”. En la sala donde se celebró la velada, Hammer aparejó una gran mesa alargada, sobre la cual dispuso cuidadosamente un “electrificante” menú, compuesto, entre otras delicias, por “tostada eléctrica”, “pastel de telégrafo”, “pastel de teléfono” o “limonada incandescente”.
“Un robot ha presidido nuestra cena de fin de año”. Con este pensamiento concluyeron los comensales una Nochevieja de 1884. Habían sido invitados por William J. Hammer, antiguo ayudante de laboratorio de Edison, a una amena y sorprendente “cena eléctrica”. En la sala donde se celebró la velada, Hammer aparejó una gran mesa alargada, sobre la cual dispuso cuidadosamente un “electrificante” menú, compuesto, entre otras delicias, por “tostada eléctrica”, “pastel de telégrafo”, “pastel de teléfono” o “limonada incandescente”.
La mesa estaba presidida en su extremo por un autómata llamado Júpiter. A las 12 en punto de aquella noche, la luz se apagó y distintos elementos de la sala se fueron encendiendo. Entre fogonazos eléctricos, el pastel de telégrafo comenzó a emitir mensajes y la limonada incandescente se iluminó; Júpiter levantó su copa y empezó a beber, sus ojos brillaron con un verde intenso, su nariz enrojeció, en su pecho brillaron luces diamantinas y con voz profunda y jocosa empezó a gritar: ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz año nuevo! Al finalizar la velada los invitados de Hammer partieron con la inquietante sensación de haber vivido acontecimientos con medio siglo de antelación.
Hoy en día esta “cena eléctrica” y el propio robot Júpiter no tienen misterio para nosotros. Todo ese aparato eléctrico no era más que un conjunto de artilugios electromecánicos operados por Hammer mediante una serie de interruptores controlados desde un cuadro de mandos que descansaba en su regazo. Júpiter era capaz de hablar porque disponía de un fonógrafo ubicado en el interior de su cuerpo, accionado también por Hammer. Todo el invento estaba alimentado por unas baterías colocadas debajo de la mesa. ¿Podemos afirmar que era un sistema inteligente?
Depende de lo que entendamos por inteligencia y de lo que incluyamos dentro del sistema. De manera simplificada podemos asimilar por inteligencia la capacidad de pensar y actuar de manera racional como un ser humano. Si por sistema consideramos solo al autómata Júpiter, no podemos decir que exista comportamiento racional, pues todo él estaba accionado por Hammer. Por el contrario, si por sistema entendemos todo lo anterior junto al propio señor Hammer, entonces no tendremos duda en admitir que estamos delante de un sistema inteligente (considerando al señor Hammer racional, a pesar de su locura de cena).
El autómata Júpiter es un rudimento aproximado pero válido de lo que hoy entendemos por inteligencia artificial. ¡Qué dislate!, se podrá pensar. Júpiter no tomaba decisiones. La inteligencia artificial actual tampoco; sus decisiones están condicionadas por un software desarrollado por unas personas. La confusión viene de creer que la inteligencia artificial es autónoma y nos ilusionamos hablando de vehículos de conducción autónoma.
Sin embargo, en estos vehículos, quien se encuentra al volante es un, o una, ingeniero, a quien no conocemos, que toma sus decisiones sobre qué interruptor activar para, por ejemplo, en caso de accidente salvar a éste o aquél. En lugar de vehículos de conducción autónoma deberíamos llamarlos vehículos de conducción desconocida. Al menos en la “cena electrificante”, Hammer estaba en la mesa con sus invitados y estos le conocían.
La inteligencia artificial solo simula autonomía. Un sistema inteligente ajusta sus acciones según el entorno para conseguir un objetivo dado. Este ajuste lo realiza en un proceso de prueba y error llamado “aprendizaje”, el cual, junto con sus acciones de adaptación al entorno, simulan una ilusión de autonomía.
Una ilusión, pues tan solo es el resultado de un software que le hace actuar según la intención de su desarrollador, de igual manera que Júpiter se movía según sus piezas mecánicas activadas por Hammer. La inteligencia artificial no es un sujeto, sino un objeto sujeto a un software.
Dado que un sistema de inteligencia artificial está sujeto a un software, deberemos crear un software ético. Pero ¿con qué ética? Y, si encontramos una ética adecuada, ¿será ésta computable?
Con la primera pregunta llevamos 2 500 años y no hemos llegado a una solución concluyente. Una agrupación, que no la única, de los tipos de éticas que se han sucedido a lo largo de la historia divide a éstas en dos categorías: éticas teleológicas (o de las consecuencias) y éticas deontológicas (o de los principios).
Las éticas teleológicas determinan que una acción es correcta en función de su resultado o consecuencia. Así para Aristóteles, una acción es buena si consigue la felicidad; o para los utilitaristas, si se consigue el mayor bienestar para el mayor número.
Ahora bien, ¿obtener el mayor bien para muchos es lo que se debe hacer? Con esta pregunta entran en juego las éticas deontológicas, donde lo correcto viene determinado por el cumplimiento del deber, con independencia de sus consecuencias.
En un principio, ambas éticas pueden ser computables. Las más sencillas de programar serían las deontológicas. Bastaría con incluir estos imperativos categóricos como órdenes expresas para que el sistema inteligente realice u omita una acción. Pero, ¿qué mandato programamos? ¿Sería universal o puede depender del usuario? Si queremos cumplir con una ética teleológica, el sistema debería hacer una predicción sobre las consecuencias de sus actos, para lo cual tendría que plantearse varias acciones posibles y hacer un cálculo estadístico y predictivo de la probabilidad de bondad o beneficio de cada consecuencia, actuando entonces con la acción de beneficio probable más alto. Esto reduce la ética a un cálculo matemático. Entonces, ¿cómo calculamos la bondad o beneficio de una acción? ¿Es la ética una cuestión de estadística? Si finalmente no sucede el beneficio más probable, ¿quién responde?
Afortunadamente hay una posible solución a este círculo filosófico entre las éticas deontológicas y las teleológicas. La solución está en la llamada ética aplicada, que consiste en circular entre la ética de principios y la ética de las consecuencias con la mediación de las virtudes.
Para Aristóteles, la virtud consiste en realizar bien su función. Así, un ser humano virtuoso sería aquel que realiza bien su función ¿Y cuál es mi función como ser humano? Entramos de nuevo en siglos de debate. Actualmente hablamos de virtud en el sentido de la excelencia en la persona que busca un comportamiento moral, es decir, que busca la vida buena. En palabras de Alasdair MacIntyre, la vida buena para el hombre es la vida dedicada a buscar la vida buena para el hombre, y las virtudes nos capacitan para entender más y mejor lo que es la vida buena para el hombre.
De todas estas cuestiones filosóficas extraemos dos conclusiones relevantes para una computación de la ética. Primero, que esto mismo resulta complicado. Un código ético computable debería tener éticas deontológicas, éticas teleológicas y virtudes: las dos primeras podrían ser computables, como hemos visto, pero veo complejo cómo convertir la virtud en un algoritmo.
Por consiguiente, y esta es la segunda conclusión, la única salida para disponer de un sistema inteligente ético no es tanto computar un código ético, cuestión ardua, sino considerar al ser humano dentro de dicho sistema —como el sistema formado por el autómata Júpiter y su hacedor Hammer, donde la ética de Júpiter es la ética de Hammer—. De esta manera, tener una inteligencia artificial ética es tener seres humanos que buscan ser mejores personas usando la inteligencia artificial mediante la ética aplicada.
La ética aplicada intenta resolver problemas éticos de actividades humanas concretas. En este sentido ha sido el modelo para crear marcos éticos como la bioética, ética de la economía o ética de las profesiones. Siguiendo a Adela Cortina, proponemos usar la ética aplicada mediante este método circular —llamado hermenéutico— entre la ética de los principios y la ética de las consecuencias, con una mediación de las virtudes, de la siguiente forma:
Determinar el fin específico —o bien interno— por el que cobra sentido y legitimidad social la inteligencia artificial.
Esclarecer los medios que usa la inteligencia artificial para producir dicho bien en la sociedad.
Indagar qué virtudes, valores y principios debemos incorporar para alcanzar ese bien interno, dentro de una moral cívica de la sociedad en la que se inscribe y mediante lo que se llama la ética del discurso.
Dejar la toma de decisión en manos de los afectados, los cuales, con asesoría y con datos precisos y claros, puedan ponderar las consecuencias, sirviéndose de criterios tomados de distintas éticas —una de ellas podría ser la utilitarista—.
Por tanto, la ética en la inteligencia artificial no es cuestión —solo— de emitir códigos de buenas prácticas por parte de las organizaciones (códigos deontológicos), sino de profundizar en cuál es el fin específico de la inteligencia artificial, qué virtudes queremos desarrollar para conseguir tales fines y cuáles son sus consecuencias. Sobre este último punto todavía necesitamos más investigación. Para los dos primeros, lanzo una propuesta inicial:
La inteligencia artificial es una herramienta, como lo es una palanca o un martillo, por tanto, su fin es aumentar las capacidades del ser humano; el fin de la inteligencia artificial es ayudar al ser humano.
Para conseguir este fin, una de las virtudes que debemos aplicar es la autonomía, que consiste en obedecer a esa parte de cada uno que es libre porque está sujeta a la razón. Así, un sistema inteligente dejaría de ser ético si usurpa dicha autonomía y evita que nosotros tomemos decisiones. Puede sonar algo brusco, pero la decisión de atropellar a alguien o estrellar el coche debe seguir siendo nuestra, porque eso es una decisión del ámbito de la ética y la ética es algo específicamente humano. Para tomar la decisión correcta tenemos la ética aplicada.
En la cena de fin de año de 1884 hubo un sistema inteligente formado por el autómata Júpiter y por Hammer, un ser humano autónomo. Esta idea nunca debemos perderla.
La versión original de este artículo aparece en el número 114 de la Revista Telos, de Fundación Telefónica.
Juan Ignacio Rouyet, University Lecturer, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
¿Qué pasará con la economía 'contactless'?
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? Y además, ¿qué es eso de la economía ‘contactless’? Pues es un nuevo comportamiento económico basado en una serie de restricciones y elementos que te relato a continuación:
Cuando todo cambia, el que cambia no gana siempre, pero el que no cambia casi siempre pierde. Supongo que estás pensando, me parece muy bien pero ¿qué hago yo con mi pequeña empresa? ¿qué hago si soy autónomo? ¿cómo le digo a mi jefe que tiene que innovar ahora más que cuando las cosas iban bien? Cuando todo va mal, lo va para muchos. La mayoría deja de invertir. Es momento de adelantarles. Con precaución, con estrategia, pero es tiempo de acelerar. Lo veo cada día. Entre nuestros clientes, algunos han decidido detenerse por completo, otros reducir velocidad y, unos pocos, han empezado a acelerar y a plantear modelos de innovación. Éstos últimos, ya empiezan a tener resultados muy esperanzadores. No sabemos en gran medida como va a ser esa Nueva Normalidad, pero se puede empezar a interpretar. En una economía en caída, en retroceso, donde se venda menos, deberá ser más certero en las ventas y eficiente en los procesos. Para eso hay una llave maestra: la transformación digital.
Y si estás pensando que mejor esperar, lo respeto pero no comparto que deba ser por mucho tiempo. El movimiento es lo correcto. Moverse es experimento. Es riesgo, pero es oportunidad. Evita el riesgo extremo, vaciar la caja a una sola apuesta o a contratar perfiles que no sabes si van a ser útiles en el medio plazo. Innova con tu conocimiento, con la experiencia. Aparta un fragmento del presupuesto de emergencia, para innovar. Hazlo sin abandonar tu negocio actual. En la medida que el mundo se vaya equilibrando, parte de lo que vendías hace unos meses, volverás a venderlo. Tal vez menos, pero seguirá siendo parte de tu negocio. Mientras llega, paraliza lo no rentable, lo que no se vende. Intenta conocer a tu cliente, el que tenías, el que tienes y el que tendrás. Averigua qué compra y el motivo. Utiliza tecnología para lograrlo. Ejecuta un plan. Solicítalo si no sabes como hacerlo. Trabaja en equipo, busca la colaboración.
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? Y además, ¿qué es eso de la economía ‘contactless’? Pues es un nuevo comportamiento económico basado en una serie de restricciones y elementos que te relato a continuación:
Reducción del 80% viajes internacionales y gasto turístico y un aumento considerable del turismo interior. Preparemos la plataformas para ello.
Aumento del comercio electrónico. Han aumentado las entregas: lo entregado en 8 semanas equivale a lo entregado en 10 años. El que no venda por la red perderá clientes.
No habrá recuperación en V o U ni asimétrica ni nada. En Europa se paliarán las pérdidas con la deuda y el impacto económico será más atenuado, pero hay 4 años por delante de duros ajustes. Aumentará todo lo que tienen que ver con las aplicaciones y los modelos de negocio de la economía circular.
Aumento del comercio de proximidad. En la cadena agroalimentaria será clave. Las tiendas de productos de proximidad y las ventas por internet crecerán. Todas.
El hogar se re-configura como la nueva cafetería, restaurante, centro de ocio y entretenimiento. Allí se concentrará el entretenimiento y la televisión en múltiples dispositivos y será clave el streaming.
El teletrabajo ha aumentado exponencialmente. Se ha multiplicado por 30 el uso del teletrabajo en 6 meses. Las videoconferencias son la clave pero hay que diferenciar entre teletrabajar y trabajar desde casa. El uso de Zoom se ha multiplicado por 30. Teams le sigue en segundo lugar.
En Telemedicina el aumento de citas virtuales se ha multiplicado por 20 durante la crisis sanitaria. El seguimiento online del paciente será una tendencia creciente. Las apps moviles y conectadas a todo tipo de dispositivos serán claves
Respecto a educación y formación, más de 250 millones de estudiantes en todo el planeta fueron el mayor experimento de formación a distancia de la historia. Será necesaria una revisión de los modelos para una vuelta a las aulas con otro modelo híbrido, presencial y virtual. Es interesante saber que el 35% del contenido en Netflix ya se usa en educación.
Los eventos tendrán que adaptar su oferta. Todos los grandes eventos han migrado a plataformas tecnológicas online y aunque volverán los eventos estamos ante una nueva configuración de la capacidad híbrida de éstos.
Los pagos online con tarjeta y contactless han experimentado un fuerte crecimiento y posiblemente el dinero en metálico comience a tener un uso minoritario. No obstante vamos hacía un pago totalmente digital sin contacto y vinculado a bancos digitales y ofertas en criptomonedas probablemente.
Recuerda que la sociedad contactless no consistirá en que llevemos mascarilla todo el día. Tampoco que nuestra privacidad se vea comprometida por culpa de apps que nos digan si estamos contagiados o no. Y por descontado, no pasearemos a expensas de que un robot nos avise si no respetamos la distancia de seguridad. En un tiempo, todo volverá a ser como era, solo habrán cambiado aspectos metodológicos o tecnológicos. Pero hay algo que sí debemos tener en cuenta: quien está dispuesto a adaptarse al cambio, por muy acelerado que sea, tiene muchas posibilidades de ganar.
Mientras seguimos ocupados con la pandemia, algo inevitable se está desarrollando.
A pesar de la reticencia humana hacia los robots autónomos, alimentada por el miedo a que su implementación a gran escala acabe con el empleo de muchas personas, la realidad es que allí donde hay mayor densidad de máquinas de este tipo también hay una mayor ocupación en términos generales. Es cierto que un alto grado de robotización en sectores específicos puede desencadenar una reconfiguración importante del mercado laboral, pero si comparamos las tasas de desempleo con el grado de robotización por país, vemos que no existe una correlación entre el número de robots implementados y las tasas de desempleo. Eso suele ser porque hay un modelo estratégico de implementación, un estímulo real al cambio orientado a que no sea una agresión. El problema viene cuando eso sucede sin haberlas visto venir. El desastre puede ser monumental. Estamos hablando de algo que va mucho más allá del concepto Transformación Digital, mucho más.
A pesar de la reticencia humana hacia los robots autónomos, alimentada por el miedo a que su implementación a gran escala acabe con el empleo de muchas personas, la realidad es que allí donde hay mayor densidad de máquinas de este tipo también hay una mayor ocupación en términos generales. Es cierto que un alto grado de robotización en sectores específicos puede desencadenar una reconfiguración importante del mercado laboral, pero si comparamos las tasas de desempleo con el grado de robotización por país, vemos que no existe una correlación entre el número de robots implementados y las tasas de desempleo. Eso suele ser porque hay un modelo estratégico de implementación, un estímulo real al cambio orientado a que no sea una agresión. El problema viene cuando eso sucede sin haberlas visto venir. El desastre puede ser monumental. Estamos hablando de algo que va mucho más allá del concepto Transformación Digital, mucho más.
Defiendo el papel relevante de la robótica en el futuro inminente. De hecho no será factible evitarlo por lo que es mejor prepararnos para esa nueva realidad que se avecina. Es más, mientras la crisis sanitaria, económica y social, se desplieguen en toda su magnitud, por debajo, arriba o al lado, da igual, la automatización del mundo, su robotización y la incorporación de la inteligencia artificial se está produciendo sin pausa. Cuándo todo esto se termine, que terminará, el mundo no habrá cambiado hacia la dichosa ‘nueva normalidad’ o por un modelo de relaciones ‘contactless’, ¡no!, descubriremos que el cambio se habrá producido en capas ocultas pero relevantes. El mundo se habrá robotizado mientras estábamos pensando en otras cosas. No prever eso, supondrá una crisis laboral que dejará como si fuera un juego de niños la crisis que se vaticina provocada por los confinamientos y los cierres de sectores económicos que estamos viviendo actualmente en medio planeta.
Es más, hay cosas que están pasando frente a nuestras narices y no nos damos cuenta de lo importantes que son para normalizar y estimular ese proceso de cambio en las relaciones humanos-robots. La inmunidad para actuar en entornos que se han vuelto temporalmente peligrosos para los humanos hace que sea más importante que nunca el aprovechar el potencial de los robots sociales. Es posible que la vía de entrada hacia ese nuevo ecosistema de relaciones humano-robot se produzca a partir de esos robots de tipo social y que, ahí sí, se acelere todo de manera exponencial.
Durante la emergencia sanitaria, los establecimientos comerciales han priorizado la utilización de estos robots para la promoción de medidas de prevención contra el virus. Debido a la emergencia, el miedo a la interacción con los robots sociales se está desvaneciendo ante un frente común: la lucha contra el virus, contra la soledad, por la seguridad y por la investigación. Diversos indicios evidencian también estos cambios a nivel institucional, como la flexibilización de las normas de circulación para robots mensajeros en algunos territorios de China, Reino Unido, Suecia, Corea del Sur o Estados Unidos. Los vehículos autónomos que entregan material sanitario tienen vía libre en muchos lugares donde la norma lo impedía hace muy poco. Drones y vehículos de entrega autónomos se han normalizado en algunos lugares. Incluso hemos visto al famoso ‘Spot’ de Boston Dynamics procurando por la distancia social en un parque de Singapore.
El rol de los robots sociales durante la pandemia ha superado cualquier otro tipo de tecnología o herramienta utilizada para el cuidado físico y mental de las personas o la reducción del riesgo de contagio entre los trabajadores. La demanda de estos robots se ha incrementado produciendo su rápida adopción en respuesta a la crisis, lo que ha potenciado que los beneficios de su implantación se hagan visibles en la sociedad. Una sociedad que poco a poco se está familiarizando con estos robots sociales y entendiendo que están para ayudarnos cuando sea necesario.
En este sentido resulta importante examinar cómo estos robots que están siendo utilizados para paliar los efectos de la pandemia, permiten esa llegada masiva del uso de mecanismos no orgánicos a nuestra vida cotidiana. En esas actividades está la clave de lo que comento. Era este el estimulante, el detonante del que hablaba en mi último libro.
Su normalización se evidencia por su utilidad y esa utilidad los ubica en la normalidad. En breve, si no se hace una previsión de su impacto, el problema será enorme y de difícil digestión. Es el momento de incorporar a las estrategias económicas para afrontar la mayor crisis económica y social que hemos vivido los que tenemos edad de trabajar en el mundo, si es que las hay realmente, un factor que será central: el tránsito hacia la singularidad tecnológica, la quinta revolución industrial y la sustitución por parte de robots y sistemas inteligentes a humanos en tareas determinadas.
Algo que bien podría ser un beneficio enorme para la economía y la sociedad si se hace bien y con previsión, puede convertirse en un escenario trágico y demoledor si se deja a la inercia. Lamentablemente la inercia y el ‘ya veremos’ es una de las habilidades mejor desarrolladas por la casta de inútiles que determinan el camino a recorrer políticamente.
Tutorial sobre el Plan de Recuperación del Gobierno de España.
El Gobierno de España ha presentado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para superar la crisis económica y social generada por el shock de oferta y demanda que vivimos hace unos meses y que se ha ido trasladando en el tiempo a todos los sectores productivos. Recordemos que el pasado mes de julio, los países de la UE fueron capaces, con una guerra interesante, de acordar un Plan de Recuperación para Europa. La idea era comprometer los objetivos estratégicos europeos a medio plazo.
El Gobierno de España ha presentado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para superar la crisis económica y social generada por el shock de oferta y demanda que vivimos hace unos meses y que se ha ido trasladando en el tiempo a todos los sectores productivos. Recordemos que el pasado mes de julio, los países de la UE fueron capaces, con una guerra interesante, de acordar un Plan de Recuperación para Europa. La idea era comprometer los objetivos estratégicos europeos a medio plazo.
Entre los acuerdos estuvo la creación de Next Generation EU. Un programa que pondrá, entre 2021 y 2023, 750.000 millones de euros al servicio de la recuperación y transformación de la economía europea. Su objetivo es apoyar a los Estados y sus reformas, incentivar las inversiones privadas para dinamizar la economía y reforzar los sistemas nacionales de salud. A España le tocaron 140.000 millones. Una pasta. La idea, según lo presentado ayer por el gobierno español, es dar prioridad en el uso de estos recursos a acuerdos internacionales, como la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y programas europeos, como el Pacto Verde Europeo que se traducirán en volcar un 37% de esos recursos a la transición ecológica, un 33% a la transición digital y el resto a cohesionar la sociedad y el territorio y a la igualdad de género.
¿Como te quedas? Pues en realidad estos ejes ya estaban en los programas como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima o la agenda España Digital 2025 que ya se habían presentado y que vivían en la mayor ineficiencia pública conocida. El plan no es más que el resultado de un ‘mix’ de planes ya existentes que buscaban modernizar nuestra economía pero que no lo ha logrado todavía. Una de las explicaciones bien podría estar en la incapacidad para gestionar fondos europeos. La prueba más evidente de esto es que España solo ha ejecutado el 39% de los fondos estructurales, por lo que, cuando estamos a punto de empezar a recibir todo ese dinero que tiene que engrasar el ‘Plan’, aparecen muchas dudas de si vamos a ser capaces de utilizarlos correctamente o con garantías.
De las promesas de creación de empleo y de crecimiento del PIB gracias a estos planes y estos recursos, si acaso no digo nada. Felipe González ya prometió en 1982 la creación de 800.000 puestos de trabajo. Años después lo que había creado eran 800.000 parados más. El mismo expresidente dijo una década más tarde: ‘he aprendido que el empleo no se prometen desde un gobierno pues el empleo lo crean empleadores y empresas’. Pues eso. Y no seré yo quien niegue que, una fuente tan importante de recursos orientados a la modernización del modelo de crecimiento de este país, es algo positivo y que, obviamente, se convierte en una oportunidad única. El problema no radica en las intenciones, el asunto está en la capacidad y en la dimensión exacta de esas transferencias y créditos que vendrán de Europa. Hablamos de un monto que, bien analizado, igual no es suficiente.
Podría no ser suficiente dadas las elevadas previsiones de deuda y déficit (11,3% del PIB en 2020 y del 7,7% en 2021). Veremos como se conjuga la obligación de colocar deuda a niveles inéditos cuando Europa deje de comprarla como si fuera un pozo sin fondo. Eso no durará siempre. Por eso, lo que se haga o no se haga en los próximos tres años repercutirán en los próximos treinta. Y es que hay algunos escollos que se van a presentar y que requerirán de que este gobierno, y los que vengan, se dejen de modelos de comunicación y espectáculos diversos y se centren en la capacidad de gestión. La deuda bruta de las Administraciones Públicas, es decir, los pasivos en circulación a 30 de junio sumaban 1.886.011 millones de euros, el 161% de nuestro PIB que se estima en 1.171.748 millones de euros para este año. De momento lo que sabemos es que este gobierno es buenísimo endeudándose. En seis meses han crecido en 125.000 millones. Si añadimos la deuda de empresas públicas, 38.282 millones, el monto total de la deuda bruta asciende a 1.924.293 millones: 164% del PIB. El remate. El déficit público cosechado hasta 30 de junio se eleva a 61.589 millones de euros, cuando el año 2019 se saldó con un déficit 35.195 millones. Pinta complicado.
Y entonces, ¿va a servir este plan? ¿va a ser capaz de generar un nuevo modelo de crecimiento? ¿es factible crear empleo en sectores verdes y digitales sin afectar al resto del cuerpo laboral? Es posible que sí, pero alguien debería decir que la transición no es neutra. Rediseñar todo un modelo productivo no se hace en tres años ni se puede plantear sin una acción real sobre la educación y la formación. Por eso observo ausencias importantes en este plan que se presentó con tanta modernidad. Hablo de cómo se soporta unas cifras de paro absolutamente brutales que se irán evidenciando cuando los ERTE se conviertan en estructurales. Hablo de la nula referencia a la sostenibilidad de las pensiones. Hablo de cómo se piensa flexibilizar el mercado laboral para que sea atractivo contratar. Hablo de cómo piensan reducir el coste fiscal para las empresas que necesitarán capacidad de inversión y no de pagos impositivos. Hablo de que no aparece nada en ese plan que se refiera a la necesidad de aumentar la dimensión de las empresas que ahora son demasiado pequeñas para ser eficientes y con excesivas barreras para incorporarse a la corriente de la digitalización, la internacionalización o la innovación. Hablo de cómo se piensa adoptar una reforma en profundidad para modernizar el sistema fiscal.
También hablo de que no veo ni una referencia a la economía del dato, del estímulo de la inteligencia artificial, de la dinamización de la investigación tecnológica, de la atracción de empresas innovadoras y tecnológicas de otros países con un plan fiscal que les haga atractivo venir. Y hablo de que el desembolso de las transferencias del fondo de recuperación a España, dependerá de que cumplamos con las reformas y criterios de inversión establecidos y que se refieren en gran medida a ejecutar algunas políticas muy distintas a las que defiende el gobierno actual. Veremos cómo se conjuga esto.
Recordemos, también, que si obviamos las reformas estructurales y fiscales necesarias, las inversiones provenientes del fondo de recuperación no podrán obtener el máximo rendimiento, lo que establecería una mayor desigualdad económica entre el norte y el sur de Europa. Nosotros más deuda y dependencia de Europa y mayor justificación para los ‘frugales’ para no autorizar más transferencias. España no se había recuperado de la crisis de 2008, no hizo los deberes y no parecía importarle hasta marzo pasado que nos explotó todo esto frente a nuestras narices. Por eso, Europa, no tiene tan claro que seamos capaces de implementar todas las condiciones que se nos va a exigir. Por eso incorporaron mecanismos de ‘veto’ a las transferencias y ayudas. Una vez se envíen los proyectos para utilizar esos fondos, se tendrán que autorizar por todos. Ya verás como eso no va a ser tan sencillo, ya verás.
Articular políticas para ayudar a que las empresas inviertan más en innovación de manera más sostenida en el tiempo con resultados positivos es más difícil que crear kilómetros de AVE infrautilizados o aeropuertos que sólo sirven para filmar anuncios publicitarios en sus pistas de aterrizaje. No critico al actual gobierno, eso lo han hecho todos. De un color u otro. La mala previsión estratégica no tiene color. La conveniencia de no hacer reformas cuando todo parece ir bien, no tiene ideología. La clase política no suele arriesgar, no suele ser atrevida y vienen tiempos en los que tocará arriesgar y conquistar el futuro en lugar de esperarlo. De ahí que sería fundamental tomar decisiones duras pero imprescindibles. Es obligatorio saber ya cuantos ERTEs son paro, cuantas empresas sujetas a un ICO son empresas zombies y, cuantos modelos productivos y de crecimiento son factibles ahora mismo de abrazar esa tecnología verde y azul. Si no se hace, partimos de un punto inicial incorrecto, falso y abocado al error.
¿Los informativos televisivos tienen los días contados?
La jefa de informativos de la BBC, Fran Unsworth, explicó hace poco que los informativos en televisión tienen los días contados. Aseguraba que la corporación pública británica podría acabar emitiendo sólo una de las cuatro ediciones que ahora mantiene. El motivo: el éxodo de la audiencia cada vez más intenso hacia los smartphones o las tablets.
Cuando la crisis sanitaria pase, que pasará, llegará la crisis económica, que llegará. Pero la recesión derivada de todo cuanto ahora nos está sacudiendo también pasará. Y lo hará en dos frentes. Por un lado superando debates que no volverán, como la digitalización de muchos modelos de negocio y, por otro, recuperando el ritmo de lo que ya se preveía inevitable pero que la pandemia dejó en segundo plano. Hablo de la robotización, la automatización y la sustitución laboral en múltiples aspectos de la economía.
Lo relevante será quién lo tuvo en cuenta durante este tránsito y quién no. Aquellos que planteen mantener su hoja de ruta para modernizar, automatizar e incorporar la inteligencia artificial en sus relaciones comerciales, en sus procesos, en su generación de modelos de negocio y en, especialmente, estimular la formación de los equipos humanos para trabajar en un mundo nuevo, robótico, automático, sacarán la ventaja que en cada crisis unos pocos logran. Voy a poner un ejemplo que ocupa uno de los sectores aparentemente, y hasta hace muy poco, nadie consideraba amenazado laboralmente por los avances tecnológicos.
La jefa de informativos de la BBC, Fran Unsworth, explicó hace poco que los informativos en televisión tienen los días contados. Aseguraba que la corporación pública británica podría acabar emitiendo sólo una de las cuatro ediciones que ahora mantiene. El motivo: el éxodo de la audiencia cada vez más intenso hacia los smartphones o las tablets.
Fran Unsworth dijo que el boletín ‘News at Ten’ podría sobrevivir pero que seguramente el ‘News at Six’ u otros no. De hecho dijo que ‘el periodismo televisivo seguirá existiendo debido al poder de las imágenes para contar una historia, pero no necesariamente será recibido en el formato que tiene actualmente’. Desde su punto de vista todo ‘estará en el espacio digital y exigirá que se piense de otro modo, en otra dirección’.
Cuando ITN creó el primer boletín de noticias de media hora del Reino Unido en 1967, solo se encargó durante 13 semanas, porque los jefes temían que los espectadores lo encontraran demasiado aburrido. El Six O'Clock News de la BBC tenía, en ese momento, menos de 10 minutos de duración, mientras que el Nine O'Clock News tenía 15. Cincuenta y tres años después, los cuatro principales boletines de noticias diarios de la BBC son en este momento los programas más vistos en BBC One. Pero las cosas pueden cambiar rápidamente, algo que se puede trasladar a cualquier país, a cualquier sociedad. Digital News Report de Reuters señaló que el número de personas que sintonizan las noticias de televisión ha comenzado a disminuir de forma importante. Durante muchos años, el 75-80% de las personas veían regularmente un boletín de televisión, pero en enero de 2020 dijo que había caído al 55%. Aunque la crisis sanitaria lo ha ralentizado, la derivada es inevitable.
Probablemente siempre habrá una audiencia para un resumen diario de los informes de noticias de televisión, pero el mundo digital ofrece muchas opciones nuevas para presentar las noticias con mayor profundidad y claridad. La narración visual no está desapareciendo, está pasando por un momento extraordinario de innovación y transformación. El boletín de televisión tradicional con sus rígidas fórmulas de narración será para un número cada vez menor de personas, pero la pregunta es si los que hoy tienen entre 20 y 30 años desarrollarán ese hábito en años. Sospecho que no.
El asunto es más profundo. La televisión en sí misma es lo que ha dejado de interesar a muchos jóvenes y no tan jóvenes. El formato, el modo en el que se consume esa televisión es lo relevante. El contenido se ha convertido en el principal factor diferenciador, mientras que las tecnologías como la distribución, la búsqueda y la recomendación están utilizando los datos y la inteligencia artificial cada vez mejor. Las plataformas digitales se han convertido en meros canales de distribución, focalizadas únicamente en los aspectos técnicos de la entrega. El modelo de negocio de las empresas digitales ha cambiado ya que los consumidores no pagan por una plataforma específica, sino directamente por su contenido preferido.
En este escenario, los canales tradicionales han logrado con éxito su transformación digital y han asegurado una posición fuerte en el ecosistema de TV y vídeo. Los canales han evolucionado hacia plataformas digitales, estableciendo relaciones directas con los clientes y entregando contenido bajo demanda. Han incorporado nuevos servicios como la publicidad dirigida y las funciones de recomendación, que anteriormente estaban dominadas por las empresas de plataformas digitales. En el mercado coexisten las plataformas digitales, que desarrollan contenidos globales, y los canales tradicionales, centradas en el contenido local. Pero deberán mantener su reinvención. Nada es gratis.
Tengo claro que en el futuro, ver la televisión será una experiencia diferente para cada usuario y cada quien disfrutará de contenido distinto. Cada aventura televisiva será única donde la televisión tradicional y el contenido digital en vídeo se combinarán y se adaptarán a cada espectador con recomendaciones personalizadas creadas mediante tecnología de aprendizaje automático y opciones sociales para que la vida de los usuarios forme parte de sus experiencias.
La casa del futuro según la imaginaban en 1987
En 1987 me escribí una carta a mí mismo que tenía que abrirla 30 años después. Lo hice, lo que viví y sentí lo describo en un libro y en un post. Abajo os lo enlazo. Un ejercicio interesante. No acerté ni una, era muy joven tal vez y leía demasiada ciencia ficción, pero hay personas que son capaces de deducir el futuro de manera ajustada.
Este clip del programa de la BBC "Tomorrow's World" se emitió en 1989 y tenía algunas predicciones sorprendentemente muy precisas sobre cómo sería la tecnología en nuestros hogares hoy. Una especie de 'smarthome' vista desde entonces. El programa tuvo expertos que revelaron sus predicciones para el futuro de los hogares británicos en 2020. Luces que se encenderían y apagarían automáticamente al caminar. Hoy a eso le llamamos #domótica o similar. Lo más divertido es ver como muestran las órdenes controladas por voz como Amazon Echo y Google Home.
Post 'una carta al futuro' → https://lnkd.in/gWrcutG
Cuándo todo cambia, el que cambia casi siempre gana y el que no cambia, siempre pierde.
Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’
Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’
Todo es cierto, es real que una crisis, por enorme que sea, puede convertirse en un punto de inflexión y se puede aprovechar su intensidad para tomar un impulso distinto y hacia otra dirección. Una dirección mejor. Pero para que eso suceda hay que hacer algo, algo que va más allá de la capacidad de las personas, de las empresas, de los proyectos. Es imprescindible que se planteen políticas activas que permitan esa reactivación, reinvención e innovación. Penalizando la tecnología o presionando sobre la recuperación del empleo de menor valor añadido, peor pagado y dependiente de los ciclos positivos no se logra. Seguir conjugando el verbo ‘reconstruir’ no vamos a mejorar nada, no vamos a aprovechar esta oportunidad histórica y la vamos a convertir en una nueva y más profunda recesión. Lo peor es que, a los países que no interpreten este momento adecuadamente, la historia los juzgará obligándolos a descender de categoría.
El verbo no es ‘reconstruir’, el que debemos conjugar es el de ‘reiniciar’. El sistema operativo no podemos cambiarlo, como mucho actualizarlo. El software sigue siendo el mismo, pero en nuestro computador existen cadenas rotas, archivos que ralentizan nuestro sistema y, múltiples fotografías repetidas. Si lo reiniciamos es factible construir algo nuevo y no rehacer lo que ya no iba bien o no iba a ser competitivo en el futuro. No hacerlo es como si tuviéramos una copia de seguridad, un backup de lo que funcionaba, para volver a instalarlo sobre las cenizas de esta gigantesca crisis.
Y es muy sencillo entender lo que viene. De hecho tenemos la hoja de ruta redactada. Se trata de lo que iba a pasar en cinco años, en diez, que ahora pasará en cinco meses, en un año. La robotización de todo se ha iniciado a una velocidad que pocos detectan. La automatización de casi todo acelera. Mientras tanto unos siguen pensando que hay que recuperar el empleo en suspensión a medio plazo, otros están definiendo el futuro de un modo muy distinto. Los países que han estructurado un escudo social dependiente de ERTEs (Expedientes de regulación de empleo temporal) o por el Ingreso Mínimo Vital, no están pensando en una economía futura más tecnológica, más eficiente y competitiva. El motivo es claro y respetable: primero demos empleo, que la gente pueda vivir, luego ya veremos.
El problema radica en lo que supone hibernar el empleo, intervenir el mercado laboral con un artilugio administrativo como los ERTEs, que estaba pensado para utilizarse durante 15 días, perpetuado en el tiempo. Manteniendo este recurso la herida no hace más que crecer. No se está presionando al tejido productivo y empresarial para que se adapte a la economía del futuro inmediato, una economía de escaso contacto, más estrecha. Los patrones de demanda de los ciudadanos van a cambiar y el tejido de producción económico deben cambiar también, no hay otra. De ahí que mantener esta intervención tan radical de la economía en muchos países lo único que hace es, desde lo público un desgaste de deuda brutal, y desde lo privado, un retraso evidente de actualización de negocios. Ambos efectos son muy tóxicos y de no retorno.
Las empresas deben asumir que van a vender menos. Sin embargo, vendiendo menos se puede ganar más, pero para ello hay que ponerse ya en marcha. Hay que detectar las oportunidades, identificar los procesos y acelerar la transformación digital. No la de Zoom y Whatsapp, hablo de la transformación digital de verdad. Los negocios de hace unos meses que eran exitosos, hoy pueden ser obsoletos, irrealizables e invendibles. Mantener este tránsito anestesiado por la ‘crisis’ lo rompe todo. Si la economía no se adapta a lo que viene, si las empresas no tienen presión para hacerlo y los trabajadores no sienten la urgente necesidad de entender un nuevo mercado, esto se va a convertir en el mayor lodazal que hayamos visto cuantos estamos vivos.
Un ejemplo entendible. Si esta crisis se estuviera produciendo en otro momento y por otro motivo, habría un tipo de fabricante y de un producto determinado que estaría frotándose las manos. Históricamente, cuando se avecina una crisis económica se disparan las ventas de pintalabios de color rojo. Hay múltiples teorías al respecto, pero parece ser que tiene mucho que ver con una instintiva reacción de contención del gasto. Parece ser que en el caso de las usuarias de este tipo de complemento, en momentos de recesión, deciden suprimir de sus compras productos más caros como zapatos o ropa y lo sustituyen por algo más accesible que responda al mismo motivo estético. Un pintalabios no sustituye a unas botas, pero si funcionan con un objetivo similar. El color rojo, además, según algunos fabricantes responde a su versatibilidad y precio como la mejor opción. Pero esta vez no va a ser así. Resulta que ese producto recurso en épocas de crisis, no puede ser el sustitutivo de nada en tiempos en los que su efecto queda bajo una mascarilla de seguridad sanitaria. De ahí que las ventas de pintalabios se ha desplomado en todo el mundo. Los gigantes de la cosmética se han visto sorprendidos por una recomendación u orden, según el caso y país, de llevar mascarilla.
Por eso, en países con el mercado laboral intervenido, a los fabricantes de pintalabios no se les ejerce presión sobre su modelo laboral, productivo y organizativo. Nadie puede garantizar que el mercado volverá a ser el mismo en el futuro. Esperar a que eso suceda no ayuda. Esperar nunca ayuda. El cloroformo es muy tóxico en economía. Es preciso que la presión laboral se produzca sobre las empresas y la presión empresarial sobre las administraciones. En Dinamarca las ayudas no fueron destinadas a los trabajadores, fueron a las empresas que tuvieron que diferirlas a cubrir los sueldos de los trabajadores en empresas que sufrían la parada de la economía. El resultado es una urgencia por poner en marcha la innovación y los modelos de producción tecnológica. Donde no hay presión no hay innovación.
Para terminar. El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente.
La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’. Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata.
Mejor 'Reiniciar' que 'Reconstruir' en la 'Nueva Normalidad'
El pasado 5 de febrero publiqué un artículo titulado ‘Invertir en innovación cuándo las vacas gordas se ponen a dieta ’ en el que explicaba la cruda realidad de la innovación y la inversión en desarrollo tecnológico en la que estábamos por aquel entonces. Nadie hablaba de ‘nueva normalidad’ por aquel entonces. Pero, aunque cueste acordarse, el punto de partida que teníamos ya era malo. Ahora hablamos de reconstruir, de volver a poner en marcha o de meriendas diversas, pero la realidad es que el punto de partida no es el mejor lugar.
El pasado 5 de febrero publiqué un artículo titulado ‘Invertir en innovación cuándo las vacas gordas se ponen a dieta’ en el que explicaba la cruda realidad de la innovación y la inversión en desarrollo tecnológico en la que estábamos por aquel entonces. Nadie hablaba de ‘nueva normalidad’ por aquel entonces. Pero, aunque cueste acordarse, el punto de partida que teníamos ya era malo. Ahora hablamos de reconstruir, de volver a poner en marcha o de meriendas diversas, pero la realidad es que el punto de partida no es el mejor lugar.
Photo: Plastique Fantastique
Por aquel entonces sabíamos que España, algo trasladable a todos los países latinoamericanos, invertía mucho menos en industria 4.0 que los países de nuestro entorno. En concreto, 23 veces menos. Y ahora estamos ante el mayor desafío económico al que nos hemos enfrentado los que estamos en edad de pagar impuestos. Los datos son terribles. Cuando termine la crisis del coronavirus, el déficit estructural de España superará ampliamente los 30.000 millones de euros. Esta cuantía es superior a la recaudación anual del impuesto sobre sociedades y un 50% superior a toda la recaudación de los impuestos especiales. Tal desequilibrio no se corrige sin esfuerzo y, por mucho que se quiera ganar tiempo y trasladarle el problema a otro ejecutivo posterior, la realidad es que se tendrá que acometer el año que viene. De ahí que vivamos como en una prórroga lisérgica que no nos deja ver la realidad económica. Los ERTEs y las ayudas a autónomos, intervienen el mercado laboral con cifras que no responden a la dimensión de la tragedia.
Todo esto imposibilita, de momento, un discurso sobre la innovación. No se ha sido capaz de poner tecnología en la propia administración para tramitar desempleo y expedientes de regulación temporal, o no se disponía de tecnología e inteligencia artificial para luchar contra la crisis en el ámbito sanitario, no se sabía ni para que servía el propio ‘blockchain’ para gestionar la logística de mascarillas o lo que fuera. Se venden ministerios de ‘transformación digital’ o secretarías de estado de ‘inteligencia artificial’ que ni se les ha visto, ni se les espera. Mucho me temo que seguirán siendo un adorno en los presupuestos, un moderno epígrafe con poca aportación real a la ‘reconstrucción’ (prefiero llamarle ‘reinicio’) de nuestro modelo productivo, industrial y económico.
La deuda pública se va a desmadrar. En 2021 se situará en el entorno del 122% del PIB y todavía seguirá subiendo, ya que el déficit público será superior al crecimiento del PIB. Esto significa que estará ya casi 30 puntos por encima del nivel de deuda que había en 2019. Para corregir esa deuda serán necesarios muchos años y un enorme sacrificio que todos sabemos a quién se le va pedir que lo asuma. Nos van a crujir a impuestos y no sólo a los ricos. Por cierto, quién te diga que los impuestos en España son los más bajos del mundo mundial o que hay margen para subirlos, le puedes decir que ‘la presión fiscal en España es un 8% superior a la media europea y que, por poner un ejemplo que afecta a la capacidad de inversión de las empresas, el impuesto de sociedades, es un 16% superior a la misma media europea’. Nos superaran en esa presión países escandinavos y alguna excepción. Pero nosotros no somos Finlandia.
Para comprender la magnitud de las cifras, basta comprobar que en los años de la burbuja inmobiliaria, con el PIB y la recaudación de España repleta de dopamina, se tardaron diez años en rebajar la deuda esos 30 puntos referente al PIB. Ahora hay que hacer esa increíble gestión sin ninguna burbuja a la vista, sin ningún pinchazo real de un sector ni con la economía saneada previamente. Veníamos de un problema estructural: una economía débil en innovación y en la que se invertía poco en transformación digital.
Por todo esto es urgente plantear si la ‘reconstrucción’ es volver a un modelo anterior o aprovechamos para replantearlo todo. La ingente inversión pública que se destinará al llamado ‘escudo social’ debe tener en cuenta que amortiguar la crisis social está ligada a la composición de un nuevo modelo de crecimiento. Visto que no se puso la economía a cero podríamos ponerla en un punto de partida lo más adecuado posible para afrontar los desafíos inminentes. De quedarnos fuera del espectro tecnológico global para siempre dependerá lo que se haga ahora.
Vivimos una transformación social y económica como nunca antes. Vamos paso a paso a un mundo en el que no será necesario trabajar como ahora lo hacemos. Aunque parezca un guión de una película de ciencia ficción no lo es. Piensa en el mundo hace veinte o treinta años. Míralo ahora. Piensa en el mundo en diez o quince años. Casi todo es susceptible de ser automatizado. Lo iremos viendo. La transformación digital es la antesala a un universo robotizado, automático. Un mundo robotizado para hacer más humana la vida pero no sin estrategia previa. Para ello se precisa una 'transición tranquila hacia el mundo de la ‘abundancia'. Curiosamente lo que estamos viviendo ahora bien podría ser el detonante de un mundo mejor. Un mercado complejo pero interesante, donde, pequeñas empresas, nacidas con una buena idea se convierten en un proyecto capaz de integrar los elementos que nos llevarán a la Quinta Revolución Industrial.
Nos van a pedir retrasar esa innovación. La excusa será que hay que crear empleo donde sea. Que con un 25% de paro no estamos para ponernos exquisitos. Que lo primero es comer. Que hay que dar peces, que lo de la caña de pescar no es prioritario. Sabemos que por cada 10 personas que obtienen acceso a Internet, se crea un empleo y una persona sale de la pobreza. Así lo aseguraba el fundador de Facebook en el Foro Económico Mundial de Davos de 2016 en la presentación del informe ‘The Future of Jobs’. No debe ser tan malo eso de aportar tecnología a cada rincón del planeta, tampoco lo es en la integración de sistemas tecnológicos en cada rincón de la economía. Probablemente, este cambio precisa de tiempo, de una transición compleja, de mucho sacrificio. Pedirle a todo el mundo que afronte esas dificultades durante cuatro o cinco años y que el producto final de ese esfuerzo sea volver a un modelo económico antiguo, de escaso valor añadido, con sueldos precarios y fácilmente sustituibles por máquinas y automatismos, sería terrible y desolador.
El mayor riesgo es hacerlo sin un plan. Si las empresas y los gobiernos no comprenden que antes de iniciarse en la innovación intensa y profunda, en focalizar en los avances tecnológicos, en la ‘Era de las Máquinas’, no se invierte antes en las personas que deberán comprender esos cambios, el error puede ser mayúsculo. Para que esa ‘Era de la Tecnología’, esa ‘Nueva Normalidad’ a la que nos querrán meter tarde y mal, sea realmente la ‘Era de la Humanidad’, se deberá utilizar este momento inteligentemente. Toda la inversión pública prevista, todo el esfuerzo fiscal y laboral que se va a necesitar, tiene que ir destinado a ‘reiniciar’ el mundo, no a reconstruirlo.
Hay gobiernos que no lo han entendido. Hay empresas que tampoco. La mayoría de personas que esperan que sus ERTEs se transformen en su puesto de empleo tradicional siguen sin verlo. Todos asumimos que ‘el mundo no se acaba’, pero dependerá de cada hoja de ruta prevista que sí se acabe ‘un mundo’. Un mundo ineficiente, incapaz de aprovechar lo que la tecnología nos proporciona, de como nos hace más humanos y de como nos permite hacer lo que mejor sabemos hacer: crear ideas, pensar, ser creativos.
La dichosa nueva normalidad no es más que la ‘nueva realidad’ social y de comportamiento. Que sea o no un espacio de crecimiento o por el contrario se acabe convirtiendo en un barrizal, depende de lo que hagamos ahora mismo, de lo que se determine desde las estructuras de estado y supranacionales. Lo que decidan sus señorías en los próximos cinco meses, afectará a los que vivamos los próximos quince años. No es una broma. Verlos discutir sus mismas miserias de siempre no es ‘reiniciar’, es ‘recuperar’ su política pequeña y miserable, su minúscula capacidad para interpretar que la historia nos reservaba un punto y aparte. Eso de la nueva normalidad no es vivir encerrados en una especie de burbuja protectora temporalmente. Nada nos va a proteger de la ineficiencia económica. A ver que tal…
¿Por qué no podemos salir de esta crisis del mismo modo de siempre?
Muy preocupante. Ante la peor crisis sanitaria, social y económica desde la postguerra, todo lo que son capaces de mostrar nuestros dirigentes políticos es un espectáculo bochornoso, deplorable y de un nivel intelectual muy preocupante. Estamos solos. ¿Dónde está la grandeza de la política tras tres meses de una crisis histórica y decenas de miles de muertes? ¿Por qué siguen con la retórica partidista de siempre? Siguen echándose en cara la misma montaña de temas de corto recorrido y de interés particular. Ninguno habla del medio ni el largo plazo. Y lo vamos a pagar los de siempre. Y es que estamos en la antesala de la mayor crisis económica que ninguno de los que estamos en edad de trabajar haya podido conocer. Y es cierto que de todas las quiebras surgen oportunidades, cambios y modelos de crecimiento personal y colectivo. Y cierto es también que esta no será una excepción, el problema es que hay diferentes maneras de vivirlo. Una depresión económica se explica en diez minutos pero se vive durante diez años. El modo en el que se viva depende de la estrategia y liderazgo de quienes tienen que marcar las políticas de salida.
Muy preocupante. Ante la peor crisis sanitaria, social y económica desde la postguerra, todo lo que son capaces de mostrar nuestros dirigentes políticos es un espectáculo bochornoso, deplorable y de un nivel intelectual muy preocupante. Estamos solos. ¿Dónde está la grandeza de la política tras tres meses de una crisis histórica y decenas de miles de muertes? ¿Por qué siguen con la retórica partidista de siempre? Siguen echándose en cara la misma montaña de temas de corto recorrido y de interés particular. Ninguno habla del medio ni el largo plazo. Y lo vamos a pagar los de siempre. Y es que estamos en la antesala de la mayor crisis económica que ninguno de los que estamos en edad de trabajar haya podido conocer. Y es cierto que de todas las quiebras surgen oportunidades, cambios y modelos de crecimiento personal y colectivo. Y cierto es también que esta no será una excepción, el problema es que hay diferentes maneras de vivirlo. Una depresión económica se explica en diez minutos pero se vive durante diez años. El modo en el que se viva depende de la estrategia y liderazgo de quienes tienen que marcar las políticas de salida.
Los que tendremos que lidiar con ese escenario incierto, complejo, que tenemos empresas o que dependemos de nosotros mismos para avanzar, sólo nos queda observar y tomar decisiones mientras se ponen o no de acuerdo en eso que han querido llamar ‘reconstrucción nacional’. Si aplicas la observación, en lo que viene, podrás localizar un modelo de negocio, serás capaz de mejorar tus procesos y lograrás atender, mejor que tu competencia, a tus clientes. Si lo haces, llegarás a tiempo a la meseta donde espero nos encontremos, la mayor cantidad de gente, en unos meses. Sin embargo, en esta travesía, que por experiencia sé que es apasionante, nutritiva y te hace crecer en lo esencial, muchos se van a quedar en el camino. Nunca llegarán al campo base. Por eso es importante no hacerlos invisibles, olvidarlos, dejarlos a la intemperie. Serán muchos. Muchos que ni siquiera ahora lo tienen presente. Seamos solidarios, no los borremos, no pasemos cerca de ellos como si no existieran. Algunos han abierto sus bares estos días creyendo que subiendo la persiana el perjuicio será menor. Que las medidas de restricción que la dichosa ‘nueva normalidad’ reducirá sus ingresos pero que, de un modo u otro, sobrevivirán. Pero no serán pocos los que, tras unas semanas, algún mes, descubrirán que el consumo se reduce y las opciones de ser rentable desaparecen.
Tenemos la oportunidad de afrontar este desastre de dos maneras. Una que tenía que ver con salvar empresas y otra con destruirlas. La primera requería una acción valiente y, tal vez, poco vistosa. Exonerar impuestos e inyectar liquidez a las empresas con el compromiso de mantener el flujo laboral anterior. La otra, convertir a medio país en desempleados, pendientes de que los ERTEs se conviertan en empleo por arte de magia. El tiempo corre en nuestra contra. En contra de los que apostaron todo su patrimonio al negro y par. A su empresa. Esos que hace semanas no duermen bien y juntan las monedas que descansaban en una botella de plástico para complementar en vacaciones, para pagar impuestos y cuotas fiscales. Esos a los que ahora acusan de que si no pagan el IVA del primer trimestre es por ser malos gestores. Se les acusa de que ese impuesto de valor añadido no es suyo, que ellos son los intermediarios y que deben de tenerlo siempre apartado para cuando llega el momento de pagarlo.
Los que dicen esto pocas empresas han montado o no han gestionado ninguna. En la lógica de caja de una empresa, especialmente las más pequeñas, el mundo no funciona así. Los ingresos se reparten en múltiples posiciones. Una factura cobrada en bruto, sin descontar el IVA o los IRPF, inmediatamente se convierte en liquidez. Muchos lo utilizan para invertir en mejoras de su propio negocio, para pagos especiales a sus empleados o, incluso, para mejorar su propio salario y así poder consumir más. Lo normal es que, si la economía no tiene ningún shock, como los que acabamos de vivir, y seguimos viviendo, ese empresario, autónomo o directivo, hace una previsión de pagos tributarios en base a la facturación inminente. Si esa facturación se detiene por orden gubernamental, ajena a cualquier opción de regate, si la alerta sanitaria se lleva por delante todas las opciones de aplicar estrategias de caja, tus cálculos se van a tomar viento.
Eso es lo que ha pasado. La economía de empresa es un puzzle. Las piezas están contadas. Si detienes la cadena de transmisión por ley, tienes que ofrecer una alternativa que no se lleve por delante a todo el tejido productivo de una país. Si no exoneras los impuestos inmediatos, gripas el motor. Si encima anuncias que vas a subir impuestos, asustas a quienes pensaban afrontar valientemente el reto de superar un trimestre cerrado y otro a medio gas. Si mantienes las obligaciones tributarias, tras haber quebrado la línea que une una caja estable con unos ingresos imposibles, no puedes hacer como si nada. No puedes mantener obligaciones fiscales y amortiguarlo con aplazamientos, retrasos o prorrogas. Eso no sirve. Quien ahora no tiene, no tendrá. Es incluso peor. En unos meses tendrá menos. El cierre de muchos comercios y pequeñas empresas puede ser una bola de nieve sin final a corto.
España no ha invertido en innovación ni en tecnología. No ha estimulado a las empresas a hacerlo. El tejido empresarial que tenemos es débil, dependiente y con poca liquidez. Y es normal. Mientras que otros países como Reino Unido, las grandes empresas (más de 250 empleados) suponen el 46,1% y las micro empresas (menos de 9 empleados) son el 17,3%, en España las grandes son el 27% y las micro el 40,5%. ¿Quién crees que está en mejores condiciones para innovar, invertir y aplicar planes de reconversión? ¿quienes crees que tienen mayor capacidad para aguantar una economía yerta, seca y en parada técnica? La media de liquidez de una empresa grande ronda los 18 meses, la de una micro pyme, apenas 18 días. En España el 90% de las pymes declaran su impuesto de sociedades en negativo.
Resulta que la clave para salir de esta fortalecidos dependerá de la capacidad de transformar digitalmente el sector productivo. El problema es que para eso se precisa capacidad financiera. Adaptarse a los cambios que van a ser imprescindibles, obliga a tener un músculo financiero que la mayoría no tienen. La parada técnica de la economía, la inapelable llegada de las obligaciones fiscales y el miedo a los recortes y subidas tributarias anunciadas, apartan a cualquiera de una pretendida inversión en tecnología. Como España es un país de micro empresas, invierte poco en innovación o en tecnología. Es normal y nos deja en una muy mala posición. Volvamos a comparar aunque sea feo. El Reino Unido ha aumentado su inversión privada en innovación y desarrollo un 62,4% en apenas diez años. Alemania un 34,6% y la media europea un 21,8%. España, en una década ha recortado su inversión privada en investigación, desarrollo e innovación un -5,8%. ¡Se ha reducido! Así nos va, y lo que es peor, así nos irá.
Esa falta de inversión no es culpa sólo es de la empresa. Los gobiernos deben priorizar, estimular y marcar las líneas del desarrollo económico y marcar los modelos de crecimiento con políticas activas que la dinamicen. Tiene las herramientas para lograr el modo de que esos porcentajes sean los que el futuro nos exige. Lo que no hagamos en los próximos cinco meses, lo pagaremos en los próximos quince años. Y es que esta crisis no es la crisis de las finanzas. Esta será la crisis del comercio, de las pymes, de los autónomos. Será la crisis del paro porque en España, estos tres sectores son los que más empleo generan. Sólo hay que ver la dificultad para acceder a la liquidez que anunció el gobierno hace unas semanas. Apenas una cuarta parte de los solicitantes han logrado acceder a un ICO. Y casi que es normal. Si tu pequeña empresa pinta mal, es complicado que te den crédito. ¿Cómo era aquello del paraguas, la lluvia y los bancos?
Las pymes mueren por falta de caja. Lo he dicho más arriba. Al mantener la obligación de ‘no vender’ pero sí la de pagar, un 15% del tejido empresarial español ya es historia. En dos meses y poco, miles de sueños se han roto, miles de empleos se han esfumado, millones de euros se han quedado en el debe. Un debe que contagia, nunca mejor dicho, a toda la cadena empresarial. Tu impago daña a tu proveedor y así sucesivamente. Todo dependía de frenar esas dependencias y, desde el gobierno, había una herramienta buenísima para hacerlo: exonerar impuestos y declarar la economía, al prinicipio, en ‘contador a cero’. Y ahora viene lo mejor. Resulta que el gobierno anunció un paquete de ayudas. ‘La mayor movilización de dinero público de la historia de España’ le llamó. Eran 200.000 millones de euros. Lo curioso es que 83.000 millones eran avales sobre los créditos que deberían dar los bancos. Y en eso que le dejas la pelota botando a las entidades financieras. No vale sólo con un aval. Los bancos no se fijan sólo en eso. Miran si la pyme que solicita el crédito es factible de que sobreviva. Si no apuestan correctamente, el banco lo pasara mal a medio plazo y no lo van a conceder en esas condiciones. Estamos hablando de mucho dinero. La banca aprendió en la crisis financiera de 2008. Saben que por cada subida del paro del 1% los impagos de créditos sube un 0,80%. Si sumas los 3 millones de ERTEs que podrían convertirse la mitad en parados, el millón en cese de actividad de autónomos, los parados que ya han aumentado en medio millón y la caducidad de los contratos temporales, la mora para la banca en breve será demasiado importante. España es un país de hipotecados. Recordemos esa dependencia y el escaso interés de la banca en convertirse, otra vez, en una gigantesca inmobiliaria en saldo.
La solución pasaba por exonerar impuestos, vincular las ayudas a la modernización del tejido empresarial y los créditos con avales a mantener la liquidez directamente en las empresas para que ésta llegue a los trabajadores. Pasa por aplicar medidas urgentes en los sectores turístico y de servicios y, pasa también, por estimular la nueva concepción de suma pymes españolas a fin de generar nuevas marcas capaces de ser más grandes. De esta crisis podremos aprender cosas. La importancia de dinamizar la economía con tecnología, de hacerlo con empresas más grandes, concentrando a las pequeñas. Si tuviéramos el porcentaje de empresas medianas que tiene de media Europa, nuestra productividad sería casi un 20% superior al actual. De esa cifra derivaría una mejora salarial que ahora se antoja imposible. Aprenderemos, sin remedio, con una hostia con la mano abierta, que con micro empresas no se puede modernizar un país, que para lograrlo necesitamos empresas más robustas, más grandes y capaces de pelear en un escenario económico veloz, repleto de grandes empresas y muy tecnológicas. Es una oportunidad que vendrá tras un drama de dimensiones gigantescas. Las decisiones que se tomen ahora, en ese sentido, marcarán la dimensión de la tragedia, pero también el nivel de aprendizaje que vamos a sacar de todo esto.
En mi sector, el de la consultoría económica y tecnológica, muchos estamos trabajando por la concentración de pequeñas empresas. En mi caso lo hago porque en otros momentos aprendí que afrontar la reducción de demanda, impagos, subidas de impuestos y problemas salariales, es mejor hacerlo colectivamente, el que te proponga tu sector, en lugar de hacerlo solo.
El futuro será digital. De hecho nadie ha hecho más por esa evidencia que la actual situación sanitaria. O te digitalizas o te digitalizaran. No va a haber otra opción. Por eso es tan importante que si abandonas el análisis de tu propio negocio, pensando en que los de ‘arriba’ te ayudarán o dirán que tienes que hacer, pierdas un tiempo precioso. Tienes que tomar decisiones, poner en marcha una hoja de ruta que permita liquidar lo que ya ha quedado viejo. La crisis de tu empresa podría depender de que no dejes morir lo antiguo para que nazca algo nuevo. Esto sirve para una pyme y para un país. No esperes que las directrices gubernamentales te digan lo que tienes que hacer. Las decisiones debes tomarlas tú. Lo peor que te pueda pasar es que tu sector las tome por ti y no puedas ser participe. Debes darte prisa porque el retraso en tomar decisiones, por mi buenas que sean, las puede convertir en malas decisiones por el simple hecho de tomarlas tarde. Ya expliqué la metáfora del volcán. No te quedes esperando hasta el final. No pretendas ser un héroe. En realidad, un héroe es alguien que no huyó a tiempo. Huye del modo de trabajar de antes, del mundo analógico, ponte en marcha, el tiempo se va a reducir. Esta es tu gran oportunidad, vívela así.
Le llamaron transformación digital pero la conoceremos como ‘salida de la crisis’.
Después de la peor erupción del Vesubio, los napolitanos que sobrevivieron, volvieron a construir sus casas por la misma zona por las que bajaron los ríos de lava un tiempo antes. La suerte es que el volcán no ha vuelto a escupir fuego con la misma intensidad nunca más. Tras cualquier crisis es importante comprender su verdadera dimensión y la virulencia con la que llegó. Sin esos parámetros es imposible estructurar una salida razonable. Y eso es bueno. Dice Boris Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra que ‘después de una catástrofe, siempre hay una revolución’ y que ‘resisten mejor los que ya tenían una buena disposición antes de que se produjera’. Desde un punto de vista económico, tener miedo a lo que se avecina es normal, pues en un contexto como este, el miedo siempre ha resultado ser un mecanismo de defensa.
Después de la peor erupción del Vesubio, los napolitanos volvieron a construir sus casas en la misma zona por la que bajó un río de lava poco antes. La suerte es que el volcán no ha vuelto a escupir fuego con la misma intensidad nunca más. En cualquier crisis, lo importante es comprender su verdadera dimensión y la virulencia con la que se desplegará. Sin esos parámetros es imposible estructurar una salida razonable. No necesariamente todo es malo en un suceso de este tipo. Dice Boris Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra que ‘después de una catástrofe, siempre hay una revolución’ y que ‘la resisten mejor los que tenían una buena disposición antes de que se produjera’. Desde un punto de vista económico, tener miedo a una crisis que se avecina, es normal, pues el miedo siempre ha resultado ser un mecanismo de defensa.
Las empresas van a tener que valorar adecuadamente la envergadura de esta tragedia sin olvidarse que superarla dependerá de la capacidad de adaptación. El ser humano ha vivido momentos mucho peores y siempre ha descubierto como sobrellevarla. Nuestros ancestros, en periodos de glaciación, cazaban y en las épocas templadas, se volvían agricultores. Tras esta crisis vendrán cambios profundos, en el comportamiento social y, especialmente, en el comportamiento económico. Esos cambios llegarán, no hay otra. Pero nos tocará reflexionar y analizar que tipo de modelo social y económico queremos tener tras ellos.
No comparto la idea de que tras esta pandemia vamos a cambiar nuestro modo de ver el mundo de un modo radical e inmediato. Seguramente no vamos a estructurar nuestra relación con la naturaleza de inmediato y, ni tan siquiera, nos centraremos en un nuevo modo existencial como defienden muchos pensadores. No somos así. Nos adaptamos en base a las necesidades vitales, económicas y laborales. Los grandes cambios son lentos aunque nos parezca que no, pero los cimientos de esos cambios sí son evidentes mucho antes. Ahora pasará igual y es preciso afrontarlo.
Pensemos en la peste negra, aquella plaga del siglo XIV que en pocos años liquidó a la mitad de los europeos. Tras el desastre no se podía cultivar, no había suficiente mano de obra y desaparecieron casi todos los cultivos. Curiosamente, tras una catástrofe de esas dimensiones, los efectos fueron sorprendentes. Desapareció una estrato social denominado ‘siervos de la gleba’, que se vendía como un activo más cuando alguien compraba una tierra cultivable. Y tuvo que llegar ‘la peste’ para que eso pasara. No fue un cambio radical, fue una adaptación. Resulta que la mano de obra superviviente tras aquella pandemia, cada vez era más cara por ser escasa. Una escasa oferta y una alta demanda siempre ha producido lo mismo. Lo importante, no obstante, es identificar que se va a demandar y que puedes ofrecer. Si te cuadra el puzzle, cualquier crisis puede ser una oportunidad.
Y si hay algo que no me gusta es ese léxico de guerra que se ha afianzado en el discurso oficial y periodístico. No estamos en guerra ni lo que viene es la postguerra, lo diga Macron o lo diga quien lo diga. En todo caso vivimos en el detonante (algo que expliqué en mi último libro sin saber que podía ser una partícula vírica) que obligará a ordenar el rompecabezas en el que vivíamos hasta hace muy pocos meses. No tenemos los planos para componerlo, sólo sabemos que hay un inevitable cambio a la vista. Tenemos dos opciones: utilizar esa presión por el cambio en dirección a la productividad, la eficiencia, lo sostenible y la protección social por vía de la tecnología o, por otro lado, dejar que se desparrame todo replicando el mundo anterior. Tras cada crisis hay siempre una ventana de oportunidad. Mi abuela nació hace un siglo exacto. No había seguridad social ni pensiones. Tuvo que esperar un desastre bélico monumental para que se implantaran algunas de las cosas que ahora vemos como derechos fundamentales. No siempre fue así, se precisó la quiebra profunda de los modelos económicos y sociales para que se tuvieran que implantar medidas de protección y estímulo empresarial.
Por mucho que lo repitan, los territorios desconocidos no son tan desconocidos. El futuro inmediato será un escenario complejo pero no inédito. Sabemos que, ante cualquier fisura en los flujos económicos, se debe proteger a las personas más vulnerables pero sin destruir los modelos productivos. Sabemos, también, que en el período de crecimiento tras el desastre, se abre la mayor oportunidad de modernización económica posible. Ahora es igual. Momento de debatir sobre la protección social con modelos como la renta básica universal o para activar, desde lo público y lo privado, la transformación digital y la automatización del modelo de crecimiento de un país.
Y si tenemos algo claro es que a lo que vamos es a una recesión. Sí, es irremediable. Pero tampoco se acaba el mundo, en todo caso, lo que se acaba es un mundo. Es importante relativizar el problema. No desestimarlo, sólo reducirlo a su verdadera dimensión. Una dimensión económica, laboral y social, no una dimensión existencial. Y como a lo que nos dirigimos sin pausa es a una recesión profunda estaría bien saber que es exactamente y las implicaciones que tiene.
Una recesión es algo aterrador, cierto. A pesar de que la última recesión terminó hace más de una década, la gente teme a las recesiones porque pueden significar pérdidas patrimoniales y paro generalizado. Pero la recesión no deja de ser una parte, la más desagradable, de una economía dinámica. Es difícil prepararse para una recesión, pero es posible. De hecho, de tu capacidad de aguante dependerán las oportunidades que tendrás cuando la recesión termine. Porque siempre terminan. Hablo en términos particulares, empresariales y gubernamentales.
El problema es que esta situación de crisis que acecha bien podría ser algo mucho peor: una depresión económica. Depresión es un término que se utiliza para definir una recesión extremadamente aguda e intratable, a pesar de que no hay una definición formal de este término en la teoría economía. Curiosamente la recesión de 2007 tuvo similitudes muy incómodas con la Gran Depresión del 29 porque llevaba implícita una crisis financiera, un desempleo brutal y la caída del valor inmobiliario. Sin embargo, a ese período de 2007, se le llamó, para siempre, como la Gran Recesión. De este modo se logró evitar así el calificativo de Depresión que tanto preocupaba al FMI, al Banco Mundial a los de Davos y a los bancos centrales. Pura semántica.
Está por ver como llamaremos a lo que viene. Desde el punto de vista técnico, el futuro inmediato podría situarnos en la mayor recesión vivida por nadie que esté vivo actualmente. Si bien una recesión oficial es la disminución de la fabricación real, de las ventas comerciales y de la producción industrial durante un período continuo determinado, ahora de lo que hablamos es, en realidad, de una parálisis de todos los flujos económicos. De un shock de oferta y demanda que se traducirá en un shock laboral sin precedentes. Además, si observamos el período transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, las recesiones han durado un promedio de 11 meses consecutivos. Existen estabilizadores que la regulan. También es cierto que luego puede haber estancamiento, crecimiento leve o rebote. Si es o no una depresión dependerá también de como lo afrontemos todos en general. De momento, estarás pensando, nos estamos cargando un modelo de crecimiento muy asentado que funcionaba muy bien y no va a ser fácil sustituirlo en un tiempo corto.
Una recesión o depresión, revierte en lo personal, lo empresarial y lo político. En el primer caso, en lo individual, lo importante es entender el valor de la liquidez. Ayer me preguntaba alguien que se puede hacer desde el punto de vista particular ante la hecatombe que supone una recesión (o depresión) tan importante. Desde el punto de vista personal, es difícil recomendar nada, pero sabiendo sobre su tendencia a tener media vida sujeta a cuotas crediticias, le recomendé que pagara sus créditos al consumo y la deuda de su tarjeta de crédito. Pagar una tarjeta de crédito que cobra el 18% de interés es el equivalente aproximado de obtener un 18% de retorno de tu inversión, y no obtendrá eso de la mayoría de las otras inversiones durante una recesión. Es imposible. De ahí que no sea buena idea acumular recibos en estos tiempos que vienen y disponer del rey de las recesiones: ‘el cash’. Le recomendé también que dispusiera de un presupuesto encaminado a su propia adaptación a los tiempos. Por ejemplo, buscar formación, modelos de aprendizaje que mejoren la ‘adaptabilidad’ a ese mundo ‘nuevo’ que viene desde un punto de vista laboral. Hablo de habilidades humanas abrazando la tecnología. Ambos efectos serán los protagonistas indiscutibles de las ofertas laborales que vayan surgiendo.
A nivel empresarial es similar. Formación, eficiencia y automatización. Se deberá producir menos, porque habrá menos demanda y, con ello, también será posible ganar más. Con el tiempo, quien sea capaz de aguantar, tendrá menos competencia, pero para aguantar antes hay que ‘modernizar’. Le llamaron transformación digital pero la conoceremos como ‘salida de la crisis’. Y en lo público, se trata de gastar la ingente cantidad de deuda que se está anunciando, en modificar el modelo de crecimiento de un país. En España, Europa y Latinoamérica, todos los organismos públicos se van a a endeudar como nunca antes. Es la oportunidad de gastar en conquistar el futuro. Sin eso no habrá competitividad. Sin innovación no habrá trabajo en unos años ni forma de crearlos.
Y tenemos señales tremendas de lo que viene. No hablo de las previsiones de los múltiples organismos existentes. Eso ya lo hemos analizado. Hablo de que ya teníamos indicios de que la cosa pintaba mal. Ya estábamos en la senda de una recesión importante. De ahí, como he dicho al principio, este desastre monumental que vamos a vivir y estamos viviendo, tal vez, no sea tan mala noticia. Es posible que, en lo económico, sea un revulsivo, un detonante que no hubiera llegado con tanta claridad. Lo que venía era una ‘L’ larga, muy larga, un cansancio comercial e industrial y una insostenible fórmula de relación entre la economía y los individuos. Esta explosión exige tomar medidas determinantes que no se hubieran tomado en otros casos. No será un ‘V’, ni una ‘U’, ni una ‘V’ asimétrica. Es obvio, pero habrá recuperación y será relativamente rápida si aceptamos como rápida un total de dos años al menos. Nada garantiza que la crisis que se cernía sobre nosotros antes de la crisis actual hubiera sido menos agresiva. Su duración podría haber sido formidable. Recordemos que un impacto brutal suele permitir la reconstrucción más rápido. Un continuo golpeteo, un incisivo y duradero descenso, deja inservible el escenario económico y no da opciones en tiempo para la recuperación. Lo deja en el estancamiento sin punto de fuga.
Y sin poder definir el calibre de lo que viene, sí podemos interpretar que transformaciones va a provocar. De momento sólo es factible detectar las que se derivan del propio confinamiento y de la evidencia de lo vulnerables que somos. Un mundo no tan nuevo pero que sí exigirá cosas nuevas. Se van a necesitar empresas más resistentes, más tecnológicas, más eficientes, menos endeudadas y más comprometidas.
Empresas resistentes con mecanismos para afrontar los cambios de modelo con mayor calidad y sin sufrir demasiado. Eso se logra siendo capaces de generar modelos de negocio nuevos a partir de la observación del cliente y del entorno social resultante. Recomiendo hacerlo con calma. No es preciso lanzarse a la revolución de los negocios sin entender cuál es el escenario resultante. La prudencia, siempre, es una virtud en tiempos convulsos.
Empresas que entiendan que los procesos deberán ser inteligentes y que apliquen modelos productivos nuevos con garantías e implementaciones profesionales. Trabajar desde casa es trabajar desde casa y no siempre es teletrabajar. Esto último precisa de procesos, infraestructura, seguridad, y modelos que conviertan un escenario remoto en, casi, un escenario común. No es tener una cuenta en zoom premium. Es mucho más. Y será muy importante entender que la tecnología ahora dejará de ser esa agresión a los modelos de negocio tradicionales, será, sin más, el modelo de negocio.
Empresas que logren ser más eficientes generando valor a cada parte de los procesos que pongan en marcha. Para ello precisarán leer datos, gestionar con inteligencia artificial muchos de ellos, convertirlos en información y finalmente en conocimiento. De esta crisis saldrán con ventaja las empresas que logren vender menos, ganando más. En una segunda fase, estas, serán las que venderán más, todavía gastando menos.
Y finalmente, empresas poco endeudadas y con compromiso social. Lo primero es una obviedad atendiendo a que no sabemos las exigencias financieras que se avecinan. El mercado de crédito se va a tensionar tanto que acabará repercutiendo en todo. La liquidez garantizada está por garantizarse. De ahí que, todos esos factores precisarán además un modelo de compromiso con los tiempos que vivimos. Las empresas que vendan cosas no respetuosas con la realidad dura y dolorosa del entorno, no venderán. En un mercado donde la oferta superará a la demanda, el grado de elección ante un mismo precio, siempre será emocional y enlazado con lo sostenible y comprometido.
En definitiva, vienen tiempos duros. Veremos si los que tienen que marcar las líneas de cómo afrontarlo aciertan. De momento cuesta verlo, pero confío que, más pronto que tarde, ante el peso de lo inevitable se pongan todos a trabajar juntos. Ahí, además, deberemos estar todos. Trabajadores y empresarios. Porque permíteme recordarte que, en la peor situación imaginable, incluso pudiendo haber 9 millones de parados, seguirían habiendo otros 10 trabajando. Lo importante es que esos 10, lo hagan en algo que genere riqueza a medio plazo y nuevos empleos para ocupar a los otros 9. Esa es la clave.
Conferencia online 'La transformación digital en tiempos #postcovid
Este video es un 'trailer' amplio de la conferencia 'Las claves de la Transformación Digital en tiempos postcovid'. La duración total de la charla online ronda los 120 minutos. El mensaje es realista pero desde un punto de vista optimista también. La actual crisis que vivimos por la alerta sanitaria nos está obligando a cambiar la forma en que trabajamos, ya que muchas personas tienen que trabajar de forma remota y en la escuela en casa utilizando tecnologías digitales. Este conferencia online analiza cómo, en qué, con quién y dónde trabajará la gente después de que todo vaya pasando. Una descripción del rompecabezas que supone afrontar la digitalización de procesos, conocimiento del cliente colocándolo en el centro de la cadena de valor, la gestión de datos masivos, la venta predictiva, la generación de nuevos modelos de negocio y la asimilación de las habilidades que nos va a requerir este desafío.
Este video es un 'trailer' amplio de la conferencia 'Las claves de la Transformación Digital en tiempos postcovid'. La duración total de la charla online ronda los 120 minutos. El mensaje es realista pero desde un punto de vista optimista también. La actual crisis que vivimos por la alerta sanitaria nos está obligando a cambiar la forma en que trabajamos, ya que muchas personas tienen que trabajar de forma remota y en la escuela en casa utilizando tecnologías digitales. Este conferencia online analiza cómo, en qué, con quién y dónde trabajará la gente después de que todo vaya pasando. Una descripción del rompecabezas que supone afrontar la digitalización de procesos, conocimiento del cliente colocándolo en el centro de la cadena de valor, la gestión de datos masivos, la venta predictiva, la generación de nuevos modelos de negocio y la asimilación de las habilidades que nos va a requerir este desafío.
La última bala tras un triple 'shock' económico
En Europa llevamos más de un mes congelados. Tras las primeras noticias de algunos casos puntuales de infectados por coronavirus, llegó la bofetada que supuso descubrir que el epicentro de la pandemia se había trasladado a la puerta de nuestras casas. Tras esa sorpresa, llegaron las dudas y, tras ellas, las decisiones. La mayoría de países europeos cerraron sus fronteras y decretaron el estado de alarma unos, o de confinamiento otros. La consecuencia inmediata fue la paralización de los flujos económicos y se nos explotó frente a nuestras narices una situación económica inédita. Una crisis de triple ‘shock’ económico y que tardará todavía unos meses en materializarse con toda su envergadura y violencia.
En Europa llevamos más de un mes congelados. Tras las primeras noticias de algunos casos puntuales de infectados por coronavirus, llegó la bofetada que supuso descubrir que el epicentro de la pandemia se había trasladado a la puerta de nuestras casas. Tras esa sorpresa, llegaron las dudas y, tras ellas, las decisiones. La mayoría de países europeos cerraron sus fronteras y decretaron el estado de alarma unos, o de confinamiento otros. La consecuencia inmediata fue la paralización de los flujos económicos y se nos explotó frente a nuestras narices una situación económica inédita. Una crisis de triple ‘shock’ económico y que tardará todavía unos meses en materializarse con toda su envergadura y violencia.
Y hablo de una triple crisis, por lo menos en su origen, pues estamos ante un ‘shock’ de oferta, sucedido por otro ‘shock’ de demanda y, finalmente, un ‘shock’ en el valor de los activos. El primero se produjo cuando se decretó el cierre del flujo económico de un modo u otro. Se obligó a cerrar tiendas, comercios, bares y restaurantes, a cancelar viajes y a cerrar el espacio aéreo. El flujo económico quedó quebrado y, en una fase posterior, se canceló cualquier actividad económica no esencial.
La economía es un puzzle complejo y cuando una pieza no aparece es muy difícil componer el conjunto. Y la realidad es que hemos perdido un buen número de piezas. A esa falta de oferta se le sucedió la falta de demanda. No hay necesidad de comprar nada que no sea de carácter primario. El bloqueo de los flujos económicos ya es una realidad. A estos dos candados se sumó una caída de todos los mercados. El valor bursátil se desplomó al inicio de la crisis sanitaria y no logra remontar. En esencia, ahora no compramos, no se puede vender y además el valor patrimonial de todo se ha devaluado.
El triple ‘shock’ tendrá consecuencias a medio plazo pero que ya se pueden identificar. En un país como España, además, dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido, el problema no sólo es inédito, va a ser monstruoso. En los próximos meses viviremos otro ‘shock’, pero de tipo laboral y al que le sucederá una deflación económica, un aumento del coste público, una reducción de los ingresos de la administración, un incremento de impuestos y la intervención final del Eurogrupo.
Vamos a tener el incremento de paro más intenso de la historia en cuanto al tiempo en el que va a suceder. Las cifras, absolutamente brutales, aportadas por el Ministerio de Trabajo no son explicativas de lo que realmente está pasando. Parecen una capa de barniz que no deja ver con claridad la dimensión de la tragedia. No fueron sólo 300.000 los nuevos parados. Se trataba de algo mucho peor. Esa cifra, incluye únicamente los que dejaron de trabajar y se inscribieron en las listas de desempleo. Faltan los otros 600.000 que ni siquiera se apuntaron y que han dejado de trabajar. Son los que vieron cómo sus contratos temporales vencían en esos días de parálisis. Faltan otros 4 millones de trabajadores con contratos precarios o temporales que vencerán en los próximos cuatro meses. No renovarán.
Pero faltan más. Los tres millones de trabajadores sujetos a un expediente temporal de regulación de empleo no son, según la ministra de trabajo y el gobierno, parados a pesar de cobrar desempleo y no ir a trabajar. Para que no se contemplen como parados el gobierno derogó los artículos 45,47 y 51 del RDL 1/1995 que decía que 'un trabajador afectado por un ERTE está jurídicamente en desempleo y por eso obtiene prestación aunque no está dado de baja de la seguridad social’. Ahora ya no lo pone, pero lo ponga o no, son parados. Y si no lo son por alguna razón técnica, lo serán en un buen porcentaje. La cifra de parados debe sumar a los 700.000 autónomos que cesarán actividad. El desempleo en España bien puede llegar a cifras inéditas rozando los 6 o 7 millones de personas aunque lo escondan con epígrafes y variables ocurrentes. Lo peor es que la realidad explosionará. Y si explosiona sin avisar, porque hay un esfuerzo ridículo por esconderla, las consecuencias serán terribles.
Y no soy yo que lo interpreto. El propio gobierno español ha cuantificado ‘en 6,3 millones de trabajadores, los que van a recibir protección de rentas del Estado. La mayoría de ellos, un 60%, por entrar en ERTE. El resto dicen que son los 1,4 millones de autónomos que recibirán un beneficio económico de 950 euros por cese de actividad o desplome de sus ingresos y, finalmente, unos 900.000 que recibirán prestación por desempleo sin reunir todos los requisitos para ello’. Bueno, igual no son parados, pero se le parecen mucho.
Y en eso que, cuando los datos que se manejan son poco menos que un cuento de Disney comparado con lo que esconden, aparece el FMI. El Fondo Monetario Internacional que no acierta ni una y que se compone de un tipo de economistas de tipo ‘prospectivo’ y que nos advierte que ‘vienen tiempos muy difíciles’ tan solo una semana después de decir que ‘esta crisis sería similar a la de 2008’. Son una calamidad, una montaña de burócratas lanzando informes muy bien pagados que, para entenderlos, debemos multiplicar por dos cualquiera de sus cifras.
De ahí que nos sirva su último informe como elemento de análisis de tendencia. Veamos. El FMI dice que el crecimiento del PIB español caerá un -8% este año. Pongamos un -16% como cifra más posible. Nada visto desde la Guerra Civil o la pérdida de las últimas colonias como Cuba en 1898. La CEOE habla de un -9%, PwC de hasta un -15% y empieza a haber ya (por fin) consenso de que esto no tiene nada que ver con la mini-crisis de 2008. Replico mi apuesta. Caeremos un 16%.
Y es cierto que esto le va a pasar a muchas economías. El problema es que España no es como el resto de economías. Ni tampoco estamos en las mismas condiciones que cuando nos llegó el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y dejó el país como un solar. No, estamos peor que entonces y en el punto de partida. Por aquel entonces estábamos creciendo, aunque fuera sobre un suelo de cristal. Ahora, igual ni te acuerdas, hace un par de meses estábamos desacelerando, no creábamos empleo y éramos incapaces de reducir la deuda.
El FMI advierte que España llegará a una deuda potencial del 115%. Será más. Nos iremos a un 125%. Y aunque parezca mucho, no es tanto comparado con lo que hemos aumentado en una década esa deuda. Si no sirvió para mucho pasar del 52% en 2009 al 96% hoy, no sería tanto pasar del 96% al 125%. De ahí que algunos defiendan que la deuda es impagable y por eso se puede seguir aumentando. Terrible. En el caso de que fuera impagable, lo que sí se tiene que abonar son los intereses, eso te lo piden religiosamente en los mercados. Si no pagas, olvídate de políticas públicas. Esos mismos suelen advertir que hay países de nuestro entorno con deuda pública superior y que no les pasa nada. Suelen referirse a Japón o a Italia. Cierto, tienen una deuda superior, pero es de una composición muy diferente. Japón e Italia tienen una deuda pública mayoritariamente interna. Nosotros tenemos deuda pública externa. No hace falta que detalle lo que significa eso, ¿verdad? Una cosa es deberle dinero a tu familia y otra al casero.
Además, lo que caracteriza a nuestro país es la dificultad de crear empleo con crecimientos inferiores al 2,1% por lo que somos una máquina de crear paro cuando la cosa no va bien. De hecho, no hemos creado suficiente empleo como para afrontar ningún reto de este calibre. En la crisis de 2008 España tenía 1,8 millones parados, ahora partimos con 3,6 millones. El doble antes de empezar a contar la hecatombe. Un país en el que la inversión en modernizar la economía ha vuelto a ser nula durante estos años. Esta crisis traerá consigo un cambio en los modelos productivos y en las cadenas de valor y estamos mucho peor preparados para la disrupción tecnológica que antes. La inversión en modernizar la economía se ha ido reduciendo y comparar es feo, pero, en 2018 España invirtió en Industria 4.0 140 millones mientras que Francia volcaba 24.000 millones en ese tipo de sector de futuro.
La dependencia de una economía cíclica, con una estructura del PIB muy débil y de escaso valor añadido, dificultará el arranque de los flujos económicos dependientes para salir del -16% que deduzco. Veamos nuestro modelo productivo y su peso en el PIB: turismo 15%, comercio interior 13%, restauración y ocio 10%, automóvil 10% e inmobiliario 9%. Por lo que cuando sale algún ministro o ministra asegurando que de esta salimos en 'V' o en 'U' o en 'Nike' es por que, o bien creen que realmente será así por ciencia infusa, o porque nos ven muy entretenidos aplaudiendo cada día a las 8 de la tarde.
Han pasado 12 años desde el estallido de una crisis que nos explicó que no podíamos pagar deudas infinitas, que el paro no tiene límites si estalla el sector motor y que cuando te rescatan (UE) te recortan hasta que no queda nada. Y en 12 años no se cambió demasiado. Seguimos sin apoyo a las empresas tecnológicas, se les castiga con tasas raras, sin estimular el modelo de crecimiento y acentuando la dependencia de sectores cuyo empleo cada vez era más precario. España está mucho peor que en 2008 y parece que nadie quiere reconocerlo o se les ha nublado la memoria.
Por si fuera poco, por primera vez desde nuestra entrada en UE, España será pagador neto y ya no receptor de fondos de cohesión para cubrir el agujero del Brexit. Esto lo complica todo aún más. De aquí que sin ingresos a la vista, pues tarde o temprano se deberán exonerar impuestos, y los pagos del 20 de mayo se podrían volver a aplazar como se hizo el 20 de abril, el relato en Europa no puede ser sólo que 'nos dejen dinero para pagar los agujeros'.
Europa no es que sea un club de gente con mucha empatía. Son burócratas con poco instinto pero sí con una idea muy clara: si nos dejan más dinero (que tendrán que hacerlo) se deberá utilizar en direcciones previstas y ordenadas por la misma UE. Y es normal, quien paga manda. Creo que, aunque las vamos a pasar canutas, tenemos una sola oportunidad más y acaba de aparecer. Una con la que, realmente, no contábamos. A pesar de que el barro nos llegará al cuello, hay una vía para que todo esto tenga algún sentido y se utilice el crédito europeo, la quiebra laboral y la falta de ingresos tradicionales, para cambiar de una vez por todas nuestro modelo y estructura de crecimiento.
El uso de los 200.000 millones que dijo Sanchez iba a movilizar y que ya sabemos que no son ni 200.000 ni los va a usar, serían un gran aporte a ese cambio. De momento no tiene pinta. En realidad eran sólo 17.000 millones, el resto eran avales que no aceptan siempre los bancos y créditos privados que no fluyen. De ahí que solo nos queda una opción: exponer un gran acuerdo de estado, aceptar la intervención europea (que será más pronto que tarde), no malgastar el mal acuerdo del Eurogrupo y plantear un modelo de salida estimulando una nueva economía.
La financiación de todo el colchón laboral y el escudo social dependerá de esa negociación aceptando que no puedes tenerlo todo sin dar nada a cambio. No puedes esperar que Europa acepte darte ayuda a cambio de no hacer lo que te piden que hagas. Si esto lleva a recortes, subida de impuestos y adelgazamiento de la administración, pues que así sea, sobretodo lo último. Poner a dieta el Estado cuando la gente lleva ya días sin cobrar, no está de más.
Fue una lástima haber desaprovechado las vacas gordas construyendo como si no hubiera un mañana, las flacas estimulando el empleo precario y las vacas, ni gordas ni flacas, en no bajar impuestos que hubieran dinamizado una economía que ahora se enfrenta a un rescate inevitable. Estamos ante la última oportunidad. Ante una crisis bíblica, pero también ante una oportunidad. La recesión perjudicará la lucha contra una crisis sanitaria como esta y, si llegara una segunda oleada o una nueva pandemia, el no haber podido invertir en ello se transforma en un desastre brutal. No es sólo un elemento productivo, es también un ejercicio de seguridad y para ello se deben practicar políticas que retengan el talento.
Ya lo hemos vivido. La crisis inmobiliaria que Zapatero insistía en llamar 'pequeña desaceleración' hasta que fue demasiado tarde para tomar medidas, supuso un éxodo de profesionales de alta calificación como nunca antes en nuestro país. Aunque España está por encima de la media europea en volumen y formación de profesionales con doctorados, no aprovecha ese talento por un modelo de investigación descuidado desde 2011 sin salida comercial y un escaso número de patentes registradas.
Los salarios de nuestros científicos son ridículos y la falta de financiación para programas de gran envergadura científica están detrás de que casi 100.000 trabajadores de alta cualificación emigraran a otro país de la UE entre el 2007 y el 2017. Volverá a pasar. Los sectores con mayor potencial de innovación han tenido pocos estímulos para implantarse en España como las fintech, big data, biotecnología o la ciberseguridad. Y esa tendencia de 2007 no ha hecho más que empeorar, gobierne quien gobierne, da igual.
El futuro al que vamos va a ser aun más exigente. La capacidad pública para afrontar los retos como el desarrollo sostenible, sanidad protegida, el empleo automatizado y digitalizado, las brechas sociales u otros, se van a reducir aun más por la necesidad económica que viene. En las vacas gordas (hasta 2004-09), como he dicho antes, no se invirtió en investigación o nuevas tech, sólo en amontonar ladrillos. En las vacas flacas (2010-16) no se invirtió en cambiar el modelo y se creó una bolsa de empleo temporal inasumible. En las vacas ni gordas ni flacas (2017-29) no se estimuló el cambio de modelo económico y se acentuó la dependencia de sectores cíclicos como el turismo. En las vacas raquíticas que vienen (2020-24) no va a haber capacidad para nada más que pagar los intereses de lo que va a costar 'reconstruir' en el solar económico que nos va a quedar. Espero, no obstante que el verbo del futuro no sea ‘reconstruir’ y se cambie por el de ‘construir’, construir algo nuevo.
Hay países que han ido revisando sus períodos de ciclos económicos para versionar sus estructuras del PIB. Nosotros no. Ya sé que no vienen tiempos de inversión pública en sectores estratégicos. Vienen tiempos de inversión táctica para taponar hemorragias. De ahí que, si se quiere aprovechar este momento como punto de inflexión para modificar el modelo de crecimiento futuro con sentido, se deberá hacer de un modo quirúrgico y asumiendo costes y daños colaterales irremediables. La industria tecnológica, la investigación, las pymes innovadoras que todavía quieran invertir en modernizarse y digitalizarse, se las debe cuidar especialmente y se las debe exonerar impuestos en la medida de lo posible a partir de esas ayudas europeas. De hecho la mayoría de empresas no quieren subvenciones, quieren ayudas fiscales y poder ejecutar planes de contención, de inversión y de crecimiento localizando oportunidades.
El futuro, aunque no pinte bien, podría ser un escenario de oportunidades. El jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel dijo que ‘nunca desaproveches una buena crisis’ refiriéndose a que durante un momento como este, las grandes decisiones pueden ser igual de duras que en otros momentos, pero se entienden mejor. España ha caído en los rankings de innovación, productividad, tecnológicos y, a cambio, hemos subido en los de playas repletas. Es evidente que no podemos depender de si los bares están abiertos o no. Una economía globalizada no puede soportarlo. Pero cuando los sistemas colapsan, la gente se levanta. Todos haremos lo necesario, nos ajustaremos los cinturones, nos enfrentaremos a un mundo complejo, seremos capaces de recuperar espacios. Todos lo haremos, pero sin embargo, para eso se precisa un liderazgo claro, con decisiones que permitan que ese esfuerzo se materialice en algo. Nos hemos encerrado semanas, sin rechistar, entendiendo responsablemente lo que significaba hacerlo. Y lo volveremos a hacer, pero esta vez no será gratis. Sólo queda una bala.
La Inteligencia Artificial contra el Coronavirus
Dicen que la crisis del coronavirus que vivimos estos días va a hacer más por la transformación digital que ningún plan estratégico. Dicen que la necesidad de incorporar la tecnología en todos los ámbitos de la vida se ha hecho latente más que nunca ahora. Pienso, no obstante, que esas afirmaciones son prematuras aunque podría ser. Lo veremos. A medida que pase el tiempo, la automatización, la robótica, la inteligencia artificial, la realidad aumentada y virtual y la gestión de datos masivos, se irá evidenciando como indispensable. Lo será en materia económica, para permitir la salvaguarda de una sociedad del bienestar devastada y, también, lo será en el recorrido necesario para librar una batalla ineludible contra esta y otras potenciales pandemias futuras. Ahora sabemos que esto no est circunscrito a la ciencia ficción. Esto es real.
Dicen que la crisis del coronavirus que vivimos estos días va a hacer más por la transformación digital que ningún plan estratégico. Dicen que la necesidad de incorporar la tecnología en todos los ámbitos de la vida se ha hecho latente más que nunca ahora. Pienso, no obstante, que esas afirmaciones son prematuras aunque podría ser. Lo veremos. A medida que pase el tiempo, la automatización, la robótica, la inteligencia artificial, la realidad aumentada y virtual y la gestión de datos masivos, se irá evidenciando como indispensable. Lo será en materia económica, para permitir la salvaguarda de una sociedad del bienestar devastada y, también, lo será en el recorrido necesario para librar una batalla ineludible contra esta y otras potenciales pandemias futuras. Ahora sabemos que esto no est circunscrito a la ciencia ficción. Esto es real.
Del primer aspecto hablaré en otro artículo. Hoy quiero analizar que modelos tecnológicos se están aplicando para luchar contra la covid-19. Hablaré de robots desinfectando hospitales con luz ultravioleta, entregando alimentos y medicamentos o tomando la temperatura a los pacientes. De drones que transportan suministros alimentarios, desinfectantes o capturan imágenes térmicas. De gestión de datos masivos en abierto para poner en común el conocimiento global. Y de, por último, unos cascos inteligentes que ayudan a la detección de posibles infectados.
Empezaré por este último. La policía china utiliza cascos inteligentes equipados con cámaras infrarrojas alimentadas por IA para detectar a los peatones con fiebre mientras patrullan las calles en medio de la crisis del coronavirus. Estos cascos tienen una cámara infrarroja, que hace sonar una alarma si alguien, en un radio de cinco metros, tiene fiebre. Están equipados con tecnología de reconocimiento facial pudiendo mostrar también información privada del peatón en la pantalla virtual que tiene en la visera el propio casco. Algo impensable esto último en Europa, por cierto.
Este dispositivo se está utilizando en Shenzhen. Un lugar que comparte frontera con Hong Kong y donde la policía inspecciona también a los conductores que llegan a la ciudad. Este innovador equipo, llamado Smart Helmet N901, está desarrollado por la firma tecnológica Kuang-Chi. Los oficiales de las principales ciudades chinas ya utilizan este dispositivo futurista (recuerda a Robocop). Lo hacen para evitar la propagación del coronavirus a medida que el confinamiento chino se va relajando.
Los chinos aseguran que este es un dispositivo portátil altamente inteligente diseñado específicamente para abordar los desafíos que tiene la prevención de la epidemia. Dicen que cualquier persona con fiebre puede ser detectada a cinco metros de distancia con una exactitud del 100%. Además es bastante rápido. En apenas dos minutos, un oficial de policía puede escanear a 100 personas.
Pero hay mucho más. Estimulado por empresas chinas, la escalada tecnológica para luchar contra la pandemia, esta siendo de una velocidad y profundidad nunca vista. De hecho, cuando China inició su respuesta al virus, se apoyó en su fuerte sector tecnológico y específicamente en la inteligencia artificial (IA), la ciencia de datos y la tecnología para rastrear y combatir la pandemia, mientras que los líderes tecnológicos, incluidos Alibaba, Baidu, Huawei y otros, cambiaron sus modelos de negocio para adaptarlos a iniciativas de salud.
Como resultado, las nuevas empresas tecnológicas están ahora integralmente involucradas con médicos, académicos y entidades gubernamentales de todo el mundo para activar la tecnología a medida que el virus continúa propagándose a muchos otros países. Es evidente que tras la anécdota polémica de los cascos inteligentes, la mejor arma contra el virus es la inteligencia artificial.
¿Te preguntas como? Pues aquí van algunos de los modos en los que la alta tecnología está ayudando a luchar contra el coronavirus:
1. Inteligencia artificial para identificar, rastrear y pronosticar brotes
Cuanto mejor podamos rastrear el virus, mejor podremos combatirlo. Al analizar informes de noticias, plataformas de redes sociales y documentos gubernamentales, la inteligencia artificial puede aprender a detectar un brote. De hecho, la IA canadiense BlueDot advirtió sobre la amenaza bastantes días antes de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades o la Organización Mundial de la Salud emitieran sus advertencias públicas. Healthmap, una iniciativa de organizaciones como la Harvard Medical School, el Boston Children's Hospital y la Northeastern University, utilizan sistemas de extracción de datos que, junto a modelos matemáticos de la empresa Event Horizon predicen dónde se puede propagar el virus en función de las rutas seguidas por las personas en un período determinado.
2. AI para ayudar a diagnosticar el virus
La compañía de inteligencia artificial Infervision (la que utilizan los cascos inteligentes) lanzó una solución de IA que ayuda a los trabajadores de atención médica en primera línea a detectar y controlar la enfermedad de manera eficiente. El gigante chino de comercio electrónico Alibaba construyó un sistema de diagnóstico impulsado por IA que afirman que es 96% preciso para diagnosticar el virus en segundos.
3. AI y blockchain agilizan las compras sanitarias.
Una plataforma de blockchain ofrecida por Ant Financial ayuda a acelerar el proceso de compras porque reduce los niveles de interacción entre pacientes y el personal del hospital.
4. Drones inteligentes entregan suministros médicos.
Una de las formas más seguras y rápidas para obtener suministros médicos donde se necesitan durante un brote es mediante la entrega de drones. Terra Drone está utilizando en China sus vehículos aéreos no tripulados para transportar muestras médicas y material de cuarentena con un riesgo mínimo entre el centro de control de enfermedades del condado de Xinchang. Con la incorporación de inteligencia artificial esos drones también se utilizan para patrullar espacios públicos, rastrear el incumplimiento de mandatos de cuarentena y para generar imágenes térmicas.
5. Robots que esterilizan, entregan alimentos y aportan suministros.
Son muchos los modelos que se utilizan en China y Corea en estos momentos. Los robots no se pueden infectar, por lo que son geniales para limpiar, esterilizar, entregar alimentos y suministrar medicamentos reduciendo los contactos entre humanos. Los robots UVD de Blue Ocean Robotics, como he dicho al principio, utilizan luz ultravioleta para eliminar de forma autónoma bacterias y virus de todo tipo. Gracias a la inteligencia artificial esos robots son capaces de memorizar e interpretar todas esas acciones para ir mejorando poco a poco.
6. Inteligencia artificial desarrollando medicamentos.
La división DeepMind de Google ha puesto a disposición de la comunidad científica sus algoritmos de IA más innovadores y su poder de computación, para entender el comportamiento de las proteínas que forman el virus. La empresa Benevolent AI, que utiliza sistemas inteligentes para crear medicamentos que puedan combatir las enfermedades más raras del mundo, ahora ayuda a apoyar los esfuerzos contra el coronavirus. A las pocas semanas del brote, utilizó sus capacidades predictivas para proponer medicamentos existentes que podrían ser útiles. Algunos están siendo la base de las fases 2 y 3 para desarrollar una vacuna.
8. AI para identificar personas infectadas o que no cumplen
A parte del casco inteligente, y asumiendo que su uso es controvertido, el sofisticado sistema de vigilancia de China utilizó la tecnología de reconocimiento facial y el software de detección de temperatura de SenseTime para identificar a las personas que podrían tener fiebre y tener más probabilidades de tener el virus. Toda China estuvo bajo sospecha durante unas semanas.
El gobierno chino también ha desarrollado un sistema de monitoreo llamado ‘Código de Salud’ que utiliza grandes datos para identificar y evaluar el riesgo de cada individuo en función de su historial de viajes, cuánto tiempo han pasado en puntos críticos de virus y la posible exposición a las personas que portan el virus. A los ciudadanos se les asigna un código de color (rojo, amarillo o verde), al que pueden acceder a través de las aplicaciones populares WeChat o Alipay para indicar si deben ser puestos en cuarentena o permitidos en público. Un pelín intrusivo, sí.
9. Chatbots inteligentes para compartir información
Los chinos pueden utilizar WeChat para acceder a servicios gratuitos que permiten consultar aspectos de salud. Los chatbots también han sido herramientas de comunicación esenciales para los proveedores de servicios en la industria de viajes y turismo pero ahora están centrados en una interacción vinculante entre salud y ciudadano. Lo que se sospecha es que ese ‘feedback’ proporciona datos sobre el comportamiento de los usuarios que permite a las autoridades interpretarlos para luchar contra el virus.
10. Y, finalmente, los supercomputadores trabajando en una vacuna contra el coronavirus.
Los investigadores están utilizando los recursos de computación en la nube y las supercomputadoras de varias compañías tecnológicas importantes como Tencent, DiDi y Huawei para acelerar el desarrollo de una cura o vacuna contra el virus. La velocidad con la que estos sistemas pueden ejecutar cálculos y modelar soluciones es mucho más rápida que el procesamiento estándar por computadora. En una pandemia global como COVID-19, la tecnología, la inteligencia artificial y la ciencia de datos se han vuelto críticas para ayudar a las sociedades a enfrentar el brote de manera efectiva.
Ahora más que nunca, los ingenieros están trabajando junto a científicos y médicos para desarrollar métodos más eficientes para diagnosticar el coronavirus, así como para probar posibles tratamientos. Por primera vez en la historia, Internet ha hecho que la colaboración sea mucho más fácil entre estos jugadores clave.
Por ejemplo, la secuencia genómica del virus fue expuesta por científicos chinos públicamente solo unas semanas después del brote en Wuhan, está siendo estudiada por investigadores y médicos de todo el mundo, en un intento por desarrollar vacunas y tratamientos con COVID-19.
Revisando esta lista, se nos plantean tres dudas. ¿Debemos de copiar todos esos modelos tecnológicos para luchar contra la pandemia en otros lugares? ¿Nuestra ética permite el uso de todos esos métodos? ¿Es efectivo el uso de unos puntos y no otros? ¿Dependemos de China? y cuándo esto pase ¿el uso de la tecnología será dependiente de los desarrollos efectuados en China, Corea y Japón o podremos avanzar en nuestra propia tecnología? ¿es esta la puerta a la quinta revolución industrial?
Reseña de 'La Era de la Humanidad'
Hace unas semanas Ignacio Gavilán hacía esta reseña sobre mi último libro ‘La era de la humanidad‘. La replico aquí una vez ha pasado un tiempo, porque lo considero un buen resumen y, además, un excelente esquema de cuanto digo y quise explicar en él. Ignacio comienza diciendo que mi libro ‘es un largo ensayo sobre el futuro que aguarda a la humanidad, un futuro de una fuerte y disruptiva presencia tecnológica y una automatización masiva, un futuro que además el autor prevé como inevitable y muy cercano y para el que afirma no nos estamos preparando, especialmente desde el ámbito de gobiernos y administraciones’.
Hace unas semanas Ignacio Gavilán hacía esta reseña sobre mi último libro ‘La era de la humanidad‘. La replico aquí una vez ha pasado un tiempo, porque lo considero un buen resumen y, además, un excelente esquema de cuanto digo y quise explicar en él. Ignacio comienza diciendo que mi libro ‘es un largo ensayo sobre el futuro que aguarda a la humanidad, un futuro de una fuerte y disruptiva presencia tecnológica y una automatización masiva, un futuro que además el autor prevé como inevitable y muy cercano y para el que afirma no nos estamos preparando, especialmente desde el ámbito de gobiernos y administraciones’.
Continúa asegurando que ‘se trata de un libro de discurso complejo de estructurar, no porque en sí mismo haga una exposición difícil, todo lo contrario, sino porque se entrelazan temas en una estructura no siempre clara de vislumbrar. Formalmente, el texto se estructura en cuatro grandes partes, cada una con una serie de capítulos de longitud bastante variable’.
Aquí os dejo el esquema, que como decía, me parece un muy buen ejercicio de acercamiento a la estructura y al núcleo de cuando escribí hace ya algunos meses.
‘Parte 1. No era una crisis:‘ Es ante todo, una descripción de una crisis que el autor entiende como muy profunda, no bien entendida y que no es temporal sino estructural acompañada por un lamento por la falta de estrategia y acción por parte de las administraciones.
‘1. La deflación del capital:‘ Habla de la crisis de las ‘subprime’ a través de uno de sus protagonistas, Jean Flamcourt y con base en esta historia introduce la idea de la ‘deflación del capital’ como elemento clave.
‘2. Un nuevo contrato social llamado «empleo»:‘ Cuestiona la recuperación de la crisis, entendiendo que el cambo es estructural y que el desempleo a largo plazo no disminuirá debido a la generalización de la automatización.
‘3. Un Ministerio del Futuro:‘ Apuesta decididamente por una visión estratégica en los gobiernos, una visión que, claramente, echa en falta.
‘4. Montar un siliconvalei de cartón:‘ Reclama. de nuevo, una acción decidida de la administración y una fuerte inversión, y compara, de forma desfavorable para nuestro pais, lo que sucede en Francia o Irlanda, frente a la realidad en España.
‘5. La clave está en los mares del norte:‘ Estudia en más detalle el caso Irlandés.
‘6. La dimensión de la tragedia:‘ Partiendo del comentario de lo ocurrido en el Foro de Davos de 2016, intenta explicar la magnitud del cambio que estamos sufriendo.
‘7. A Europa sólo le queda Eurovisión:‘ Analiza la brecha de género.
‘8. La era de la incertidumbre:‘ Continuando la crisis con perspectiva española.
‘9. No era una ráfaga, era el futuro:‘ Continua el desalentador análisis, primero de la situación en España y luego a nivel Europeo.
‘10. La internet del todo:‘ Intenta resumir todo lo expuesto en esta primera parte e introduce brevemente algún elemento tecnológico como Internet de las Cosas o Big Data.
‘Parte 2. Un mundo automatizado:‘ Es, fundamentalmente, una revisión amplia de algunas tecnologías relevantes y, sobre todo, su influencia e impacto, en muchos casos completamente disruptivo en negocios, sectores y organizaciones. Incluye trece capítulos:
‘1. Edison no estaba solo:‘ Afirma que la crisis que vivimos es una gigantesca revolución llena de oportunidades. Recuerda el papel que jugaron figuras como Edison, Tesla o Bell en generar innovaciones hace aproximadamente un siglo y lo enlaza con la idea de que las recesiones generan innovación y eso va a volver a pasar.
‘2. Un presente de ciencia ficción:‘ Comienza hablando brevemente de ciencia ficción para luego enlazar con las predicciones de Peter Diamandis para 2025 y aportar información de algunas realidades que ya se pueden observar por ejemplo en Japón.
‘3. El mejor amigo de mi amigo es un algoritmo:‘ Habla de algoritmos y de sus sesgos, pero también de su capacidad de automatización y del impacto en empleo y educación.
‘4. Kodak y el tipo de l abandera roja:‘ Habla de cómo las nuevas tecnologías son disruptivas y alteran sectores y modelos de negocio tradicionales. Comienza comentando el famoso caso Kodak pero luego dedica mucho espacio a la evolución del automóvil, en especial el vehículo autónomo.
‘5. Fintech: los bancos son las nuevas discográficas:‘ Entra ahora en el sector financiero y bancario y la amenaza por las fintech
‘6. League of Legends no es solo un juego:‘ Se centrafundamentalmente en la realidad virtual y aumentada y su impacto en contenidos, deportes o espectáculos.
‘7. Del quirófano a la torre de control:‘ aborda innovaciones en la actividad médica y de salud,
‘8. Un mundo instantáneo:‘ Comenta la rapidez de la información y los mensajes, comenzando desde los medios sociales, con redes que publican información volatil (tik-tok o stories) hasta implicaciones por ejemplo en el retail.
‘9. O te transformas o te transformarán:‘ Habla brevemente de transformación digital y cómo estimar el indice de digitalización de una organización.
‘10. Renta básica inevitable:‘ Plantea el concepto y la necesidad de la Renta Básica Universal en un mundo automatizado.
‘11. La economía automática:‘ Defiende la automatización y la digitalización extremo a extremo y generando nuevos diseños de negocio.
‘12. La ética cognitiva:‘ Se adentra en los aspectos éticos asociados especialmente a la inteligencia artificial
‘13. La humanidad aumentada:‘ Se alarga en los temas relacionados con inteligencia artificial y ética, aunque al final aborda temas muy diversos de cómo las tecnologías complementan y aumentan nuestras capacidades individuales y sociales.
‘Parte 3. La empresa autoajustable:‘ Se orienta a describir modelos de presente y futuro basados en la aplicación de las tecnologías, especialmente en el ámbito de las empresas pero también en los niveles individual o de ciudad.
‘1. Nuevos modelos de negocio y una botella de agua:‘ Expone, mediante varios casos, cómo la tecnología está creando nuevos modelos de negocio que, en muchos casos, convierten en absolutamente obsoletos a los precedentes
‘2. Nuevos clientes en el centro de la cadena de valor:‘ Coloca a la tecnoilogía como nuclear de la estrategia y a las necesidades y gustos de los clientes como ‘drivers’.
‘3. Nueva comunicación: de la agencia al laboratorio:‘ Habla, como el título anticipa, del nuevo marketing y comunicación.
‘4. Nuevos procesos: la fábrica conectada:‘ Se centra ahora más en el backoffice y con los ejemplos de Amazon e Hitachi nos ilustra cambios en la producción y la logística, incluyendo elementos de automatización y de Internet de las Cosas.
‘5. Nuevas interacciones en un entorno robótico:‘ Habla de la aplicación de robots en otros entornos como el hostelero o la seguridad
‘6. Nuevo crecimiento: de los e-sports a la biotech:‘ habla brevemente de los dos grupos de aplicaciones/tecnologías: los e-Sports y la biotecnología.
‘7. Nuevas relaciones digitales y sel sex appeal de Siri:‘ Se adentra en escenarios más de interacción y relaciones como es el uso de los asistentes personales.
‘8. Nuevos escenarios en la ciudad y el campo:‘ Afirma que el futuro estará en las ciudades y comenta las ‘smart cities’ pero también observa y describe interesantes perspectivas para el campo y la agricultura.
‘Parte 4. La quinta revolución industrial:‘ Plantea cómo será el futuro, que el autor entiende muy cercano, y que denomina quinta revolución industrial.
‘1. Cuando las máquinas lo hagan todo:‘ Un largo capítulo en que se abordan entre otros temas el asunto del eventual desempleo, los impuestos a los robots o una visualización de un futuro altamente automatizado.
‘2. ¿Cuán «computabilizable» eres?:‘ Analiza largamente escenarios de relación con robots.
‘3. El ser humano es el «porqué» y la tecnología el «cómo»:‘ Comienza analizando nuevos tipos de empleo y sigue con las claves para transformar digitalmente una organización.
‘4. Educación freelance para un futuro laboral freelance:‘ Afirma que la mayor parte del empleo futuro será ‘freelance’ y plantea cómo hacer la educación para ese empleo freelance.
‘5. La singularidad tecnológica:‘ Tras repasar las revoluciones industriales anteriores acaba comentando la singularidad, ese futuro previsto por pensadores como Diamandis y donde la inteligencia artificial supera a la humana. Comenta algunas fases sobre cómo se alcanzará y también algunos proyectos e iniciativas.
‘6. La singularidad humana:‘ que se trata de una adaptación para usar nuestros cerebros en lo que son mejores.
‘7. Bonus track: carta desde el año 2050:‘ Finaliza con un relato anecdótico pero que ilustra la inteligencia que las máquinas serán capaces de alcanzar.
Quiero agradecer a Ignacio el trabajo y su consideración final en que ‘La era de la humanidad‘ es un libro interesante, apasionado, futurista y en ocasiones arriesgado y con frecuencia bastante crítico pero, en el fondo, optimista y orientado a la acción. Asegura que ‘es un libro que habla de tecnología pero desde una perspectiva no tecnológica sino de impacto económico, político y social. Un libro al que creo le hubiera beneficiado una longitud algo más reducida que realzaría con más fuerza el mensaje pero que, de todas formas, considero que es muy efectivo en la activación del interés, y quisiera creer que la acción, para desarrollar la tecnología y los modelos de negocio y sociales asociados y también prepararnos desde un punto de vista educativo, social y ético para un futuro sin duda apasionante, pero complejo y con una transición en la que habrá, sin duda, ganadores y perdedores’.
Ficha técnica
TITULO: La era de la humanidad
AUTOR: Marc Vidal
EDITORIAL: Deusto
AÑO: 2019
ISBN: 978-8423430918
PAGINAS: 424
La crisis del Covid-19: la gran oportunidad
De momento, parece que las únicas medidas que se prevén para afrontar el desastre económico al que nos acercamos, son las que ya se aplicaron en otros momentos de la historia. No hay referencias previas que puedan servir de inspiración al hecho de que el planeta detenga su flujo económico casi en su totalidad. Esta sucediendo de un modo episódico, pero poco a poco se irá parando todo. Los estados, con escasas excepciones, se niegan a poner el contador a cero. Consideran que el daño sería formidable y que no es necesario llegar a ese extremo. A cambio han optado con exigir la bajada de persiana por sectores. El error es mayúsculo.
De momento, parece que las únicas medidas que se prevén para afrontar el desastre económico al que nos acercamos, son las que ya se aplicaron en otros momentos de la historia. No hay referencias previas que puedan servir de inspiración al hecho de que el planeta detenga su flujo económico casi en su totalidad. Esta sucediendo de un modo episódico, pero poco a poco se irá parando todo. Los estados, con escasas excepciones, se niegan a poner el contador a cero. Consideran que el daño sería formidable y que no es necesario llegar a ese extremo. A cambio han optado con exigir la bajada de persiana por sectores. El error es mayúsculo.
Contemplar la economía actual como un elemento lineal, capaz de cortar una cadena de valor determinada y que afecte relativamente poco al resto es muy naíf. Se olvidan, u obvian voluntariamente, que a medida que el desempleo, los impagos, las quiebras y las insolvencias se desplieguen por los sectores a los que se les ha exigido cerrar su actividad (en España hablamos de sectores productivos que suman el 30% del PIB y el 28% del empleo) el virus se irá trasladando al resto. No existen cortafuegos en la economía actual.
El coste de estimular la economía detenida obligatoriamente se llevará por delante la propia recuperación y, lo que es peor, las opciones de modernizar nuestro modelo productivo ante un futuro en el que las oportunidades para los países más tecnológicos se abrirán como nunca antes. Quien no tenga músculo para robotizar, automatizar y transformar digitalmente su modelo de crecimiento perecerá en el pago de una hipoteca gigantesca que lo conducirá al vagón de cola para siempre.
Vivimos el inicio de una nueva era. Este era el detonante del que hablé en mi último libro. No podía saber si sería social, climático, cultural, político o, como ha sido, sanitario. Sólo pude deducir que algo nos conduciría a un nuevo mundo con nuevos patrones. Quienes ahora se gasten el capital en parchear no podrán construir algo nuevo y mejor.
Europa, de la que no puedes esperar estrategia, ha hecho lo mejor que sabe hacer. Limpiarse las manos. Pero en este caso lo ha hecho con gracia. Ha tenido el detalle de poner a disposición de todos los países un pastizal a modo de compra de deuda casi infinita. Un billón de euros es algo infinito. Con eso, cada país podrá afrontar el reto de diseñar su futuro de postguerra. Unos lo sumarán a sus planes previos de modernización, otros a pagar subsidios a los heridos, algunos a repensar sus estructuras y unos pocos a salvar su sistema financiero si sufre en este período. Vete tú a saber.
Pocos, o ninguno, utilizará esa montaña de papel impreso para parar el contador durante unos meses, asumir el mayor reto económico de la historia y, de un modo quirúrgico, afinar medidas que equilibren la salida de la crisis, compensar a los damnificados y estimular una economía nueva, más tecnológica y más automatizada. Esta pandemia debería de hacernos ver las tres claves históricas que no podemos desaprovechar y que están frente a nuestras narices confinadas:
La automatización no era el enemigo, es quien permite hoy que este mundo siga funcionando. Muchos sectores estarían paralizados si viviéramos en 1990.
La inteligencia artificial no era un problema, es la que está ayudando al sistema sanitario mundial a pelear contra una crisis médica como nunca antes. El desarrollo de vacunas en tiempo récord o en el control ciudadano en Corea del Sur para la reducción de infectados, son la prueba.
La robotización no vino a quitar el empleo a nadie, sino que es quién va a garantizar una renta mínima y universal para los que esta crisis va a ubicar en un lugar del que ya no podrán salir.
Si las medidas que se van a adoptar no responden a estos tres preceptos; a una moratoria tributaria; a una parada de las obligaciones de pago públicas y privadas (contador a cero) durante los dos o tres meses; y por el contrario se pretende utilizar herramientas antiguas para problemas inéditos, la primera de las consecuencias que viviremos será la deflación. Un enemigo del crecimiento muy tóxico. Si ese dinero que se debería utilizar para ‘crear’ un mundo nuevo, se utiliza para lo de siempre, la deflación, que es precisamente lo que están descontando las bolsas estas últimas sesiones de locura, está servida. El dinero no valdrá casi nada. Su capitalización será pura epidermis.
Pero veamos que supone esa deflación. El BCE lleva desde la crisis de 2008 esforzándose en situar el IPC en el entorno del 2% y ahora, con la crisis del coronavirus, la caída del consumo y el desplome de las materias primas, se trasladarán a los precios industriales. A esto se le llama deflación. ¿Que pasa cuando hay deflación? ¿Cómo funciona? ¿Que efectos tiene? Pues no es demasiado complejo. Todo empieza con una expectativa aparente de caída de precios. Primero motivado por algún factor determinante y luego por sus enlaces. En este caso ya sabemos el detonante y sus enlaces como he dicho.
Las expectativas de que se va a consumir menos aumenta esa sensación de previsible caída futura a niveles desconocidos hace décadas. La gente deja de consumir o retrasa los gastos e inversiones que hace unos meses eran parte del presupuesto esperado. La parada técnica no es completa no obstante. Al no haber consumo, no hay dinero y si no hay 'materia prima monetaria' el valor que se le da al dinero es exageradamente alto y a la voluntad de gasto aun más, debido a una falta de demanda previsible. El problema de empleo será global, lo que ahondará en el bucle.
La falta de demanda provoca quiebras y el cierre de algunos negocios por falta de facturación. La falta de facturación provoca negociaciones a la baja en plantillas y se establecen criterios de saneamiento laboral por lo que el paro aumenta. Sigue el bucle. Al aumentar el paro se acentúa la caída de la demanda y se evidencia que una de las partes del 'ciclo deflacionario' se convierte también en uno de sus motivos. Además, el descenso de demanda viene dado por una expectativa de coste inferior. Seguro que será más barato mañana.
La expectativa de coste inferior obliga a recortar precios. Este es otro bucle. La caída libre de precios generalizada dificulta las opciones de cancelación de deudas y la tasación de activos se elimina. Otro bucle, el financiero. Nadie es capaz de gestionar patrimonios sin tener claro cuales son sus valores reales. En un estadio de pérdida de valor objetivo de las propiedades o activos es imposible determinar estrategias. Sin estrategias de inversión, o no hay inversión o esta se deteriora.
El deterioro de la inversión destruye empleo y volvemos a otra de las fases intermedias y a retroalimentar el problema absoluto de caída de precios. La caída de valores patrimoniales aumenta la falta de pago y a la larga reduce las solvencias. Re-bucle. Ante un escenario de falta de solvencia o capacidad de avalar en fase deflacionaria, los bancos que tampoco estarán para muchas bromas, extremarán su prudencia posiblemente reduciendo de crédito. (Esta fase será después de la lluvia de millones anunciada sino se plantea otro camino al que parece va a ser).
La gente retiene el efectivo que tiene o le queda, deja de depositar en productos de inversión y se evidencia que el sistema financiero no tiene uso de una cantidad de dinero que no existía. El BCE garantiza 750.000 millones que no tiene. Los tiene que ‘crear'. Pero como sabemos, no hay problema. Para eso se compraron una impresora gigante. En plena deflación la gente da a su dinero un valor mayor. Guardar el dinero se convierte en algo prioritario pues las circunstancias deflacionarias aumentan el poder adquisitivo de la liquidez. Mejor lo mantengo ya que mañana, con lo que tengo, pueda comprar más.
Y entonces volvemos a tener una consecuencia que es un motivo. No gasto pensando que con lo que ahora compro uno, mañana compraré dos. Se genera una gran expectativa de caída de precios, por lo que se inicia el bucle una vez más. Y es que en economía si podemos hablar de un virus, ese se llama deflación. Un virus, como sabemos por desgracia, no actúa hasta estar bien instalado en el interior del sistema. La Deflación no se pone en marcha hasta que el sistema ya está técnicamente sin defensas. Durante un ciclo deflacionario la demanda cae en picado. El origen podría ser el 'shock' de oferta que vivimos. Que será de demanda también. La distorsión del sistema es evidente y podría ser que la solución del plan de choque presentado nos conduzca a una deflación sistémica muy difícil de superar.
Pues eso, la solución inmediata es la de decretar una moratoria de impuestos, una amnistía tributaria que permita poner a cero el contador del sistema económico mientras dure la fase más dura de la crisis. El resto de soluciones son parches que conducen a una deflación y que impedirán utilizar ese capital garantizado para afrontar el futuro con ilusión, modernidad y sostenible. Un espacio futuro en el que deberemos contemplar una renta básica, unas pensiones justas, un empleo de alto valor, una menor dependencia de sectores sensibles a cambios de ciclo y una automatización absoluta de nuestro modelo de crecimiento que garantice todo lo anterior. Algo, que de momento, nadie, en sus sillones de alcántara, está contemplando.