Entrevista en La Razón: ¿Cuánto invierten los países en industria 4.0?
Blanca Capitán, de La Razón, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «Francia invierte 23 veces más que España en robots». Aunque el título hace referencia a la inversión pública en el país galo para estimular la robotización de su industria, en realidad lo que explico en la conversación es que es una inversión más genérica y que se realiza en todos los aspectos que interfieren en el desarrollo de la cuarta revolución industrial. España tiene programas de dinamización pero no llega a la potencia de otros países de nuestro entorno. Tenemos ejemplos más detallados como que nuestro país no tiene ningún plan integral sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial. Bueno, mejor dicho, si tenemos, pero se trata de un libro blanco presentado en febrero de este mismo año y que todavía sigue en blanco. Aquí os dejo la transcripción de la entrevista.
Blanca Capitán, de La Razón, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «Francia invierte 23 veces más que España en robots». Aunque el título hace referencia a la inversión pública en el país galo para estimular la robotización de su industria, en realidad lo que explico en la conversación es que es una inversión más genérica y que se realiza en todos los aspectos que interfieren en el desarrollo de la cuarta revolución industrial. España tiene programas de dinamización pero no llega a la potencia de otros países de nuestro entorno. Tenemos ejemplos más detallados como que nuestro país no tiene ningún plan integral sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial. Bueno, mejor dicho, si tenemos, pero se trata de un libro blanco presentado en febrero de este mismo año y que todavía sigue en blanco. Aquí os dejo la transcripción de la entrevista.
«Francia invierte 23 veces más que España en robots»
Estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad», recupera Marc Vidal de Stephen Hawking, en la antesala de su nuevo libro «La era de la humanidad». La cita con el consultor en transformación y estrategia digital tiene lugar en el centro de Madrid, en un enclave destinado a la formación de dirigentes y al impulso del emprendimiento, la emblemática Fundación Rafael del Pino. Marc Vidal, solicitado conferenciante, ha hecho gira de su pensamiento en 27 países y actualmente se encuentra en presentando su cuarto libro.
–¿Qué mensaje transmite el libro?
–Optimismo. La implantación disruptiva de ésta precisa que repensemos su uso y nos acordemos que seguimos siendo los protagonistas. La revolución tecnológica que vivimos y que viviremos es cada vez más profunda. «La era de la humanidad» supone un toque de atención para la sociedad y una crítica sobre cómo España está a años luz de otros países.
–¿Qué recetas deberían seguir las grandes y pequeñas empresas frente a un nuevo cambio tecnológico?
–Depende del sector, el tamaño e incluso de la ubicación territorial. Lo que está claro es que el cambio tecnológico interfiere en cuatro vértices claros. Por un lado, las empresas tienen que entender que el cliente quiere ser el centro de la cadena de valor, algo que no es sencillo sin la tecnología. La segunda clave sería mejorar los procesos productivos. La tercera se refiere a la generación de nuevos modelos de negocio, es decir, hacer la misma actividad pero de otro modo. Y la cuarta se basa en impulsar el desarrollo de las habilidades del equipo.
–¿A qué nivel de innovación se encuentra España respecto a otros países de Europa?
–No vamos líderes, por decirlo de manera sana. España carece de políticas fiscales. Irlanda, Berlín, París, Londres o Eslovenia cuentan con políticas de innovación tecnológica. La innovación en España está desequilibrada. Por ejemplo, en el último debate electoral, los candidatos se pasaron 178 minutos hablando: la palabra digital no salió ni una vez y la palabra tecnología salió en el minuto 171.
–¿Qué medidas pediría al Gobierno para afrontar una revolución?
–Una hoja de ruta adecuada para las empresas y las personas. Francia, por ejemplo, invierte 23 veces más que España en industria 4.0, la robotización requerida para el cambio tecnológico. España debería atacar este cambio empezando por subsanar el sector que más contribuye a su economía, el turístico.
–Al igual que los Emiratos, ¿cree que España debería crear el cargo de Ministro de Inteligencia Artificial?
–Suecia ya lo ha hecho y se llama «Ministro del Futuro». En España, el pasado febrero se presentó el «Libro Blanco de la Inteligencia Artificial» y se llamó así, supongo, porque desde entonces no ha pasado nada. Al mismo tiempo en el mundo se desarrollaron más de 18 libros con sus propios planes de inteligencia artificial. Esto quiere decir que otros países ya prevén la ética de esta materia.
–De cara a 2025, ¿cree que los robots podrían recortar puestos de trabajo?
–No deberían. Lo normal es que, a medida que la tecnología ocupe el espacio que hace un ser humano, éste vaya o se reubique. Cuando alguien te diga que un software te quitará el empleo, o que un robot ocupará tu puesto, entonces le tienes que contestar que no, que quien lo va a hacer será alguien como tú pero que se lleve mejor con ese robot o con ese software. Esa es la clave del futuro, llevarse bien con la tecnología. ¿Cuánto de computerizables somos?
–Sobre el trabajo con robots, ¿qué políticas sugiere?
–Estimular la robotización al igual que se estimuló la digitalización. Lo que hay que saber es para qué se estimula, y para eso nos haremos la pregunta de ¿quién lo hace? y ¿por qué lo hace? Este «porqué» es la clave. La tecnología solamente es el «cómo», y el «porqué» seguiremos siendo los seres humanos.
Entrevista en ABC: ¿Cómo será el futuro del trabajo?
Jose Manuel Sánchez, de ABC, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «El trabajo del futuro es probable que se parezca más a ir a la escuela que a la oficina». Hablamos de todo cuanto trata el libro de un modo general pero la parte que tuvo mayor relevancia resultó ser la que hace referencia al modo en el que trabajaremos en el futuro. En el libro destaco en la parte final este hecho y, en realidad, es el fragmento en el que mayor esfuerzo de análisis hago. No es fácil imaginar como será ir a trabajar en el futuro cuándo es evidente que no sabemos que tecnologías asociadas y derivadas de las actuales van a ser el hilo conductor. Os dejo aquí la transcripción de la misma.
Jose Manuel Sánchez, de ABC, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «El trabajo del futuro es probable que se parezca más a ir a la escuela que a la oficina». Hablamos de todo cuanto trata el libro de un modo general pero la parte que tuvo mayor relevancia resultó ser la que hace referencia al modo en el que trabajaremos en el futuro. En el libro destaco en la parte final este hecho y, en realidad, es el fragmento en el que mayor esfuerzo de análisis hago. No es fácil imaginar como será ir a trabajar en el futuro cuándo es evidente que no sabemos que tecnologías asociadas y derivadas de las actuales van a ser el hilo conductor. Os dejo aquí la transcripción de la misma.
Marc Vidal: «El trabajo del futuro es probable que se parezca más a ir a la escuela que a la oficina»
El lugar no puede ser más apropiado, la Fundación Rafael del Pino. Un espacio céntrico en Madrid que se dedica a formar dirigentes, impulsar los principios del libre mercado y la libertad de empresa y emprendimiento. En ese enclave, rodeado de una escasa vegetación urbana, acude Marc Vidal, una de las figuras más influyentes en la disrupción tecnológica. Conocido conferenciante y tertuliano, el divulgador expone en su nuevo libro, «La era de la humanidad: Hacia la quinta revolución industrial» (Deusto, 2019), los cambios e innovaciones que la sociedad va a vivir en los próximos años, así como el impacto que tendrá no solo en sus vidas, sino en todos los negocios. Su mensaje, pese a la marejada que viene de otra orilla, es más optimista.
Todavía no hemos alcanzado la Cuarta Revolución Industrial y usted ya se va directo a la quinta.
Normalmente, la mayoría de las revoluciones industriales nos enteramos de ellas cuando ya estamos ahí, en medio del meollo, con lo que todas las consecuencias negativas nos las comemos antes que nada; destrucción de empleo, deflación del capital. Diferentes aspectos que son característicos de las diferentes revoluciones tecnológicas nos avisan cuando estamos en ella. La llamada Cuarta Revolución Industrial nos hemos enterado de que lo que estábamos viviendo (una crisis financiera, inmobiliaria) tenía un trasfondo que tenia más que ver con una revolución tecnológica. No es que estemos cerca de la «Quinta», pero sí la podemos prever. Podemos interpretar que la singularidad tecnológica hay diferentes aspectos que tienen que ver con la automatización de nuestra vida económica y social, y van a afectarnos y mucho.
Si alguien piensa en aquellos trabajos de echar carbón a la locomotora hace cien años, debería darse cuenta que la tecnología permitió que esa actividad fuera más eficiente y cómoda para el empleado. ¿La tecnología es una oportunidad o una amenaza?
La tecnología siempre ha traído cosas buenas en términos generales. Obviamente, el ser humano tiene una mente retorcida y la utiliza para cosas no tan buenas. En principio, en ámbitos económicos y en el sentido humano, ha aportado cosas positivas. La Primera Revolución Industrial permitió que unas personas que trabajasen 16 horas al día, en el momento en el que entraba una máquina de vapor en una fábrica textil en el sur de Londres de 400 personas, dejasen de trabajar muchos menos. En esa época, además, lo llamaban «crisis industrial» no «revolución». Ahora los cambios son más rápidos, pero con cuarenta años después se entendió que aquello era para reducir de alguna manera la jornada laboral para que la gente hiciera otras cosas. Y que esa tecnología que en esos momentos se debía ejercer la fuerza bruta -como empujar utensilios- se pudiera realizar por una máquina. Ahí es donde empieza la cadena positiva de la tecnología. Ahora, por ejemplo, un 22% de las cosas que no hacemos los trabajadores las realiza un algoritmo o una inteligencia artificial. Calculo que para 2040 se le habrá dado la vuelta, con un 80% haciéndolo la máquina.
¿Qué hacer con el tiempo que nos resta?
Esa es la clave de esta historia. Cómo convertimos este nuevo tiempo que antes ocupábamos en hacer una serie de aspectos que tenían que ver con la idea de trabajar en una actividad que nos haga más humanos, y que además no perdamos ningún tipo de flujo económico con ello.
Desde hace tiempo se nos viene diciendo que vienen los robots; que en Europa se van a eliminar cincuenta millones de empleos en los próximos años por culpa los procesos automatizados. ¿Cómo se recicla o reutiliza a la gente que se queda fuera?
Siempre habrá empresarios, como habrá trabajadores, que aprovechen esta circunstancia para convertirla en algo a favor y que, además, daña a otro sector. Pero eso ocurre en todos los ámbitos. Está claro que quien entienda bien lo que supone tecnificar y ser más eficiente lo que sucede en su empresa desde el punto de vista tecnológico sacará ventaja. Y esa ventaja, a veces, no es que vayas a reducir el número de trabajadores sino que vas a aumentar la eficiencia de esos trabajadores gracias a que ahora les voy a facilitar herramientas tecnológicas que van a ser mucho mejores. Esto va de colaborar y, cuanto colaboremos con la tecnología, más diferente va a ser nuestro empleo pero seguramente más eficiente. Y tendremos más tiempo para otras cosas. El trabajo del futuro es más que probable que se parezca ir a la escuela que ir a la oficina.
Un mensaje optimista…
Es optimista porque al final refleja la evolución. Obviamente se van a destruir empleos, se ha hecho siempre. El ser humano lo que hace al final es convertir en eficiencia todos los problemas. Y ese problema que va a tener que ver con el régimen laboral, unos países lo harán antes, otros peor, otros mejor. No sabemos si la jornada laboral será de ocho horas o seis o cuatro, ni tampoco si habrá tres días para el fin de semana, pero la propuesta de que eso se hable parte del error de que eso sea automático. Para ello, hay que cambiar el modelo de producción, el modelo de crecimiento de un país, porque tiene que ser más tecnológico.
Uno de los epígrafes del libro se titula «No era una crisis». ¿Qué era entonces?
Fue una crisis, pero fue más una consecuencia. No fue tanto el origen de nada. Desde el punto de vista técnico, y más allá de lo que significa una crisis, fue una deflación del capital. Que es una de las características que tienen habitualmente las revoluciones tecnológicas. Una de ellas es «servitizar» (sic) las cosas -que se conviertan en servicios muchos productos cambiando la cadena de valor- y otra es la deflación del capital. Si comparamos todo lo que era necesario hace quince años para hacer las cosas que hace hoy en día un teléfono móvil necesitábamos quince dispositivos. Eso antes junto costaba 15.000 euros; ahora todo eso lo hace un aparato que vale apenas mil euros. La pregunta que se hicieron los economistas en World Economic Forum hace unos años fue que «¿dónde estaba ese dinero?». El problema es que hemos vivido aparte de esa crisis que en realidad era una consecuencia de algo -la tecnología- que estaba cambiando el mundo hemos vivido otra que llaman «recuperación». Y estamos viviendo una recuperación que en realidad es una deflación social. Es decir, que todo aquello que podíamos ganar por una serie de tareas que hiciéramos durante el día,. ahora es prácticamente imposible. Es decir, hemos vivido una deflación del capital en lugar de una crisis y, ahora, estamos viviendo una deflación social en lugar de una recuperación.
Duras palabras, pero hacía dónde vamos…
Las cifras parecen indicar que vamos hacia una crisis. Las crisis son algo más complejo que una desaceleración. Estamos en una fase de desaceleración, unos países más que otros. Que eso se convierta o no en una crisis dependerá de muchos factores. Es evidente que con las pocas medidas que se están tomando en algunos países como España para enfrentarse a eso que se nos avisa con claridad, nos puede sumir en una crisis profunda. Lo más probable que como en nuestro país no va a pinchar ninguna burbuja, que fue la hecatombe anterior, el problema es que no tienes nada que recuperar. Nada que volver a construir. España depende de un 16% del turismo y un 15% del sector inmobiliario. Es decir, un tercio de la economía española depende de sectores de poco valor añadido. Como no cambiemos ese modelo económico vamos a tener un problema grave. Puede que no sea profunda, pero sí que sea larga. Y los efectos pueden ser incluso peores. El tren de la modernidad ya ha salido. Hay países que tienen un plan integral de Inteligencia Artificial en desarrollo para ver cómo se enfrenta a la próxima década. Hay países que estudian en cómo nos enfrentaremos a la reducción del empleo por la tecnología o la reducción de la jornada para que sea más eficiente. Y nosotros, España, todavía mirando a ver si ha dimitido un señor [en relación a Albert Rivera, exlider de Ciudadanos].
Los gobernantes de uno u otro signos siempre prometen que quieren crear un «Silicon Valley en España». ¿Cree que eso es posible?
Algunos se deben pensar que Silicon Valley es un polígono industrial moderno. O no han estado o no se lo han explicado bien. Silicon Valley es una cosa que es difícil incluso de reconocer. Es un espacio donde hay mucho talento, pero sobre todo mucho dinero que ha generado que ese talento tenga salida. Hay una apuesta empresarial pero también ha habido apuesta institucional desde hace muchos años. Pero además de ese capital, hay que facilitar las cosas para que ese capital tenga ganas de invertir. Hay gente que se cree que es poner varias empresas al lado en una especie de «coworking» -trabajo compartido- . Al final no es así. Y, de hecho, cada país tiene que asumir cuál es su realidad. España, por ejemplo, no tiene petróleo con lo que para qué vamos a plantearnos un futuro con combustibles fósiles. España tampoco tiene un Silicon Valley. No somos creadores de empresas tecnológicas nuevas. España es un país turístico. Tiene innovación en «biotecnología» que se podría potencial. Pero si tienes el Turismo que es un porcentaje importante de la economía española, modernicemos ese sector. En aquello que sabes que eres una potencia mundial, ¿por qué no lo reconvertimos y le damos más valor tecnológico? La idea es cómo utilizar los aspectos en los que somos mejores para que la tecnología nos lo haga mucho mejor y no tengamos competidores.
La tecnología de consumo y la innovación se maneja ahora mismo de dos frentes, Estados Unidos y China. ¿Pinta algo Europa?
El discurso fácil es que en Europa hay mucho talento, pero la realidad es que las empresas europeas que han sido capaces de convertirse en primeras potencias mundiales se han tenido que ir a Estados Unidos para buscar fórmulas alternativas u otras han tenido que relacionarse con China. Europa se ha quedado, sinceramente, detrás de la innovación. Se ha vuelto vieja. No se le hace demasiado favor que se le examine tanto a las tecnológicas. No son todo bondad, pero lo que nos han traído muchas cosas que nos hacen mejores. Habría que ser capaces de jugar otros papeles, no tanto de árbitro, pero sí de estimulante.
De hecho, pone siempre de ejemplo el modelo de Kodak.
Esta empresa vivió una realidad curiosa. Es sintomático de cómo a veces teniendo la solución delante de tus narices no se aprovecha. Kodak había patentado la cámara digital y se negaron a poner en marcha un plan de producción para sacarlo adelante y de incorporarla en su negocio porque consideraban que tenían un problema con el stock de papel. Se encontraron con el debate de que si ellos ponían la pista de que el mundo de la fotografía pasaba por la cámara digital muchas empresa que no se dedicaban a ese sector podrían ser potenciales competidores. Pero también pensaron que nunca los seres humanos preferiría ver imágenes en cámaras pequeñas. Y desaparecieron justo cuando la fotografía estaba siendo más usada. Nunca hemos hecho más fotografías que ahora. El problema no era hacer fotos sino el soporte, que ya se había digitalizado. Y en el momento en el que se digitaliza algo cambia todo.
¿Cómo superan esas grandes estructuras ejecutivas el miedo a la tecnología?
Una gran compañía que quiere enfrentarse a la potencial disrupción tecnológica tiene que asumir un comportamiento más de ser muchas «startups» dentro de ella. Una gran compañía es un transatlántico y una «startup» es una lancha. Es imposible hacer que el transatlántico funcione como una lancha, pero sí que esté compuesto por muchas lanchas. Ese modo de trabajo requiere cuatro cambios imprescindibles: modificar el conocimiento del cliente, los procesos tienen que ser inteligentes, generar nuevos modelos de negocio y, por último, es que hay que formar a las personas de una manera muy distinta. Hay que hacerse una pregunta: «¿Cuántas de las cosas que voy a hacer en dos años las va a hacer una máquina?» Y ahí descubrirás qué porcentaje de tu trabajo va a ser sustituido. El porcentaje que no va a ser sustituido es la clave, porque es el que debes potenciar.
Hace mención también al sector bancario, otro sector que ha estado sufriendo innumerables crisis. ¿Cómo vislumbra el futuro del dinero?
Que el dinero sea digital es el objetivo de la administración pública y de las entidades financieras porque es más fácil de identificar. Va a mejorar todo lo que significa el sistema monetario y esas fluctuaciones de dinero que no sabemos muchas veces qué sucede, y será además más fácil de detectar cuando una persona hace algo malo. El efectivo tiene los días contados. Incluso la tarjeta de crédito empieza a tener poco uso. La disrupción en este sector va más allá de si habrá o no dinero, si será criptográfico o no. Las nuevas discográficas son los bancos porque le van a venir sus «Spotify», su «Napster». Y tiene que ver porque la gente va a empezar a preferir tener productos financieros vinculados a aquello que compra. Esa perspectiva es en donde la banca tradicional va a tener que hacer un mayor esfuerzo.
¿Aboga por una especie de renta básica universal?
El hecho de que vayamos al trabajo a aprender no será optativo por una razón: cuando nos encontremos que hay una máquina o un software que va a hacer cosas que antes hacíamos nosotros. Sabemos que las máquinas son muy buenas respondiendo pero son muy malas creando preguntas. Las preguntas las creamos los seres humanos. Cuando más sepa de esa máquina mejores respuestas me dará. Y cuantas mejores respuestas obtenga, mejor trabajador seré. El buen matemático es aquel que interpreta que con una calculadora puede hacer grandes cálculos. La calculadora no le sustituye a él, sustituye el tiempo que antes dedicaba a operaciones a mano. La renta básica universal u otras fórmulas que se puedan adoptar digo siempre que no va ser ni de izquierdas ni de derechas, va a ser inevitable. Porque al fin y al cabo vamos a tener que racionalizar que mucha gente no va a poder alcanzar ese punto pero a la vez vamos a tener que ser capaces de distribuir lo que sí se haga a través de esas máquinas y esas personas.
Debate electoral: Ningún candidato pronunció la palabra 'digital'.
El debate electoral emitido por múltiples cadenas de televisión, organizado por la Academia de la Televisión, de ayer por la noche duró 178 minutos aproximadamente con pausas publicitarias incluidas. En teoría los candidatos que se postulan para presidir el gobierno español a lo largo de 2020, y en adelante, deberían haber hablado de futuro, que al fin y al cabo es para lo que les vamos a pagar, para lo que les vamos a votar. Pero no lo hicieron. Durante todo ese espectáculo no pronunciaron en ningún momento las palabras ‘digital’, ‘transformación’, ‘robótica’, o ‘innovación’. En el minuto 144 me han dicho que uno de los candidatos hizo referencia al término ‘tecnología’. No lo escuché, supongo que fue cuando fui al baño.
El debate electoral emitido por múltiples cadenas de televisión, organizado por la Academia de la Televisión, de ayer por la noche duró 178 minutos aproximadamente con pausas publicitarias incluidas. En teoría los candidatos que se postulan para presidir el gobierno español a lo largo de 2020, y en adelante, deberían haber hablado de futuro, que al fin y al cabo es para lo que les vamos a pagar, para lo que les vamos a votar. Pero no lo hicieron. Durante todo ese espectáculo no pronunciaron en ningún momento las palabras ‘digital’, ‘transformación’, ‘robótica’, o ‘innovación’. En el minuto 144 me han dicho que uno de los candidatos hizo referencia al término ‘tecnología’. No lo escuché, supongo que fue cuando fui al baño.
Los candidatos no dijeron ni pio sobre el futuro tecnológico y sus problemáticas que hay que prever. Los periodistas tampoco les cuestionaron por ello. Estaba pactado hablar de otras cosas. Por muy preocupante que sea, también tiene que decirse que en las tertulias de ‘tele-realidad’ y análisis ‘post-match’ tampoco se está haciendo referencia a este relevante silencio. Y no es que a mí me interese especialmente hablar de un futuro tecnológico por afinidad profesional. No, la verdad es que las cosas pintan complejas en materia económica y la única vía para afrontar el futuro a medio y largo plazo es comprendiendo que el mundo ha cambiado y precisa de planes, estrategias y modelos de crecimiento vinculados a la sociedad del conocimiento y no a la batería de temas manidos, endogámicos y retorcidos de la política de siempre.
Es cierto que cuando en la televisión generalista se trata el tema tecnológico es para empequeñecerlo. No se profundiza, no suele haber tiempo, y no se examina la inevitable reducción de puestos de trabajo tradicional que se avecina y a cambio se ofrece un robot simulando pensar o hablar. El tema es serio y se debería de poner en el centro de todo debate político. Y más cuando éste era tan importante. Llevamos años de parálisis y lo vamos a pagar. Otros países de nuestro entorno se pusieron en marcha hace un tiempo y esa ventaja no se reducirá hablando sólo con un maniqueísmo de vergüenza ajena. En 2 años, España ha caído 5 puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. El 80% de las pymes españolas desconocen que para competir en la próxima década precisarán automatizar, robotizar, gestionar datos y activar inteligencia artificial en procesos y nuevos modelos de negocio. El 100% de los participantes en el debate parece que también lo desconocían.
Si para que se discuta de un futuro tecnológico y automatizado hay que alarmar previamente con cifras de estructura económica, podemos hacerlo. Sin embargo hay que exponer una premisa. Ninguno de los datos económicos cada vez más negativos tienen que ver con una mala gestión económica de nadie, sino por una nula gestión económica de todos. Aquello que se llamó crisis era una deflación del capital, a la recuperación le vamos a acabar llamando una deflación social. De ahí deriva todo y de ahí va a derivar el desastre. No se hace un diagnóstico correcto. Si seguimos pensando en recuperar una economía que no va a ser competitiva cada vez creceremos menos y en un país donde para crear empleo antes se precisaba crecer por encima del 2,4%, eso es un problema enorme. Ahora, para crecer, con un 1,7% es factible crear empleo. ¿Cómo puede ser? Es muy fácil. El empleo que se crea es precario y precisa menos crecimiento para generarse. El ciclo es de aurora boreal y seguimos mirando hacia el océano. Y es que, ante una desaceleración económica que se acabará convirtiendo irremediablemente en crisis, estamos en una situación mucho peor que en 2007, cuando el mundo se cayó.
Hay quien defiende que la crisis no será tan dura. Lo que no será es tan abrupta, pero podría ser mucho más larga. Veamos algunos datos significativos para entenderlo. En 2007 teníamos una deuda pública sobre PIB del 37%, hoy es superior al 100%. No tenemos capacidad de respuesta a una crisis desde el ámbito público sin masacrar el tejido productivo con más impuestos. En 2007 el euribor estaba al 4,87%, hoy está en una tasa negativa del -0,46%. Ojo a esto. Tenemos el coeficiente de crédito 5 puntos largos por debajo lo que evidencia que el Banco Central Europeo no va a poder ayudarnos porque se ha quedado sin capacidad de maniobra en política monetaria. Entramos en tierra desconocida en materia económica. Nunca nadie estuvo aquí antes.
Sigamos. El paro en España en 2007, cuando explotó la anterior crisis, estaba en el 8,8%. Hoy lo tenemos en el 13,8%. El paro joven en 2007 era del 19,2% y hoy es de un dramático 32,2%. Es decir, ni con la hipotética recuperación no hemos sido capaces de crear suficiente empleo y el que se ha creado no llega a los jóvenes. Por cierto, hay un dato que dice mucho más sobre la capacidad empresarial de evitar el problema económico que se acerca. En 2007 en España había 3.420.000 empresas. Hoy hay 3.340.000 empresas, unas 80.000 menos que demuestran que estamos menos preparados aún para soportar el golpe que puede producir la reducción de inversión y de gasto privado.
Aun hay más. Las cifras de creación de empleo empiezan a ser ya una evidencia de que la máquina se ha parado. Mientras sus señorías se discuten sobre sus cosas, la gente va perdiendo su empleo de manera cada vez más rápida. Además, pocos analistas recogen algunas métricas que esconden un desastre aun mayor del que se evidencia en los datos de escaparate. Por ejemplo. Se dice que la variación trimestral de la ocupación, que ha sido la menor en siete años, en realidad ha sido buena porque se han generado casi 70.000 empleos netos. El problema es que nadie hacer referencia que de esos, la mitad del empleo creado es empleo público. Algo que nunca ha pasado. Es decir, si se elimina ese doping la variación trimestral es la peor en mucho más tiempo.
Y ahora vamos a las cifras de hoy. No me extenderé por no llorar. Se han ampliado en casi 100.000 los parados en octubre. La mayor subida del paro en un mes de octubre desde 2012. Y en términos relativos, desde 2008. Además, si analizamos los diferenciales fuera de estación veremos que estamos ya muy cerca de destruir empleo. ¿No te lo crees? Mira. En diciembre de 2018 teníamos 3.202.907 parados, en septiembre de 2019 eran 3.079.711 y en octubre ya son 3.177.659. Estamos a menos de 25.000 parados más para poder decir en términos anuales que se destruye empleo neto.
Saldrá algún ministro asegurando que la economía española es robusta y lo demuestra que, a pesar de las cifras de paro, la afiliación a la seguridad social subió un 2,3% de manera interanual. Lástima, pues esa cifra es la de menor incremento en los últimos años. Es decir, también se frena la afiliación. Se paraliza la reducción del paro pues el ritmo de descenso del paro es un 84% inferior al de 2018 y se crea un 23,8% menos de empleo que el año pasado. Por cierto, los autónomos crecen una tercera parte de lo que lo hicieron en 2018 también.
Pero nos queda el turismo, tranquilos. Lástima otra vez. El motor económico en España ya no crece. El turismo empieza también a frenar sobre todo en visitantes extranjeros. Se han encadenado varios meses en negativo y nadie ha tomado medidas para afrontar un posible desgaste del modelo. Seguimos pensando que la industria es secundaria y mientras vengan turistas y nos quede un ladrillo por poner, todo irá bien. El turismo supone el 15% del PIB y el 16% del empleo. Si sumamos el turismo y la construcción tenemos casi un tercio del modelo productivo español. ¿Que puede salir mal?
La solución no es sencilla, pero el futuro del turismo en España pasa por aumentar el gasto por turista y día. Para ello hace falta tecnología y transformación digital. Si se consigue se podrá crear más empleo y pagar mejores salario. Para ello es clave atraer más turistas americanos y asiáticos y menos europeos de tipo low cost que es tremendamente desleal y sólo busca ofertas. En muchos lugares que son competidores nuestros eso es lo que están haciendo. El sector turístico global más competitivo está profundizando en segmentos de turismo con valor añadido como el de salud, el de negocios o el de aprendizaje de idiomas que aumentan el tiempo de estancia y pueden realizarse en entornos menos masificados como la España vaciada. De momento pocos planes políticos al respecto por lo que, en resumen, la economía tradicional nos va a explotar en las narices.
Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. De momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar. O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos. Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez.
Estarás pensando, vale, pero ¿entonces que podemos hacer? ¿que debemos pedirles a estos candidatos?¿cómo se va a estructurar la entrada de nuestro país en el futuro? No se habla de hecho digital más que para incorporar tasas, costes o eventos diversos. Sin embargo debemos advertir al futuro nuevo ejecutivo que lo digital no sólo es algo que afecte a modelos de negocio, sino que lo hace en todos los aspectos y modelos sociales. Esta revolución tecnológica que empezó hace años, aunque algunos ni siquiera lo hayan percibido en gran medida, es como otras que ya sucedieron. Por lo menos como las que fueron relevantes. Esta tendrá como resultado un modelo nuevo de organización social donde conceptos como propiedad, empleo, libertad o estado deberán repensarse.
Y mientras unos seguimos dando vueltas al tiovivo otros están manos a la obra. En Francia, el presidente Macron presentó hace unos meses un plan nacional de Inteligencia Artificial. Suena a película pero no es ficción. Se trata de afrontar el futuro con sus propias herramientas. El mismo presidente galo apareció en Wired explicando para que era ese plan y que perseguía. Dijo que esta revolución tecnológica era en realidad una revolución política. Y tiene razón. Es evidente que cuesta imaginarse una entrevista en un medio como ese, aportando registros de valor, a cualquier político español.
Macron no es el único de nuestro entorno que se ha empollado las Buzznews de turno o se ha pasado un montón de horas leyendo blogs tecnológicos. Hay otros. Merkel impulsó en su día medidas anticíclicas cuando apareció el concepto Industria 4.0. De hecho, es Alemania quien bautizó este momento con ese nombre. Pocos lo entendieron, pocos lo vieron factible. Invirtieron un 20% más en I+D que antes, en plena crisis. Desplegaron los centros tecnológicos Fraunhofer, una especie de plan vinculado a aprovechar el empleo potencial de automatizarlo todo. De hecho, el país con mayor cantidad de robots per cápita de Europa es Alemania y es el que más cerca está del pleno empleo. Y Alemania salió de la crisis antes que nadie y más fuerte que nadie.
Otros presidentes, que es a quienes debemos pedir liderazgo, conocimiento y valentía para afrontar este momento de la historia, hicieron lo mismo. Llevamos un retraso disfrazado de buenas cifras económicas que podríamos pagar en un par de años. Finlandia planea crear un contrato laboral universal de apenas media jornada y estimular la renta básica a partir de automatizar su estructura económica. Austria lidera la inversión en I+D por PIB en Europa. Portugal ha despegado y se avecina a los modelos de crecimiento tecnológico que se inspiran en los que disfruta Irlanda. En España no hay quien hable desde el escenario político sobre esto. No hay liderazgo ni equipo vinculado a tal transformación. La sociedad civil, los agentes sociales, los partidos, la prensa y las finanzas siguen preocupados por mantener los pasivos de siempre como pensiones y estado del bienestar, renunciando a la creación de un arquetipo que sujete la construcción de activos a partir de un mundo en el que el modelo productivo no va a ser el actual.
Me gustaría que en un debate electoral alguien dijera que no piensa que la política industrial es algo que se debe dejar en manos solo de la empresa o que por el contrario la riqueza es algo que se reparte automáticamente. No es así. Las reconversiones industriales, tecnológica ahora, es una obligación política y debe marcarse políticamente. La riqueza, para repartirla, hay que crearla antes. De ahí deriva la libertad económica con liderazgo político. Alguien que admita que tiene pensado revisar los planes actuales de I+D o de apoyo emprendedor que solo son partidas presupuestarias. Un candidato que anuncie que aumentará el esfuerzo público en I+D y que logre que se ejecute todo hasta el último céntimo y que se haga bien. Ahora sólo es el 30% de lo previsto. Que reducirá la burocracia como han hecho otros países. Que le devuelva a este país lo que se invertía en desarrollo tecnológico. Hoy no llega ni al 15% de lo que se invertía hace 10 años.
La tecnología es un activo, un activo político y no parece que lo entiendan. El progreso no depende en nuestro país de las materias primas sino del talento que captemos y de la tecnología que desarrollemos. Que para competir no basta con hacer algo, hay que hacerlo bien. En 2020 tendremos menos para gastar debido al cumplimiento del déficit previsto. El paro empezará a crecer de manera importante pues la llegada de los robots que ahora se están construyendo según pedidos son para esa fecha. A medida que se desplieguen desaparecerán empleos porque nadie está trabajando en una nueva sociedad que debe dar respuesta a eso. En Francia, Austria, Eslovenia, Estados Unidos, China, Finlandia, etc., sí lo hacen. El tiempo se acabó. Estamos en zona de descuento y esos que ayer hablaban y hablaban mirando a la cámara no parecen entenderlo o no quieren. Ni idea, en todo caso el efecto es el mismo. Será el mismo.
Robots en el sector turístico. ¿Riesgo u oportunidad?
Las cifras de la EPA que se publicaron el pasado jueves pasaron desapercibidas en la mayoría de medios debido a que había una noticia que lo apagó todo. Sin embargo, los números que reflejaba la encuesta de población activa era suficientemente grave como para haber abierto todos los noticiarios y encabezado todos los periódicos. Se trataba de la peor cifra en creación de empleo en siete años. La mitad del poco empleo creado era público, algo que, en esa proporción, no había pasado nunca. Por otro lado también se podía interpretar que el empleo no crece en la franja de menos valor añadido o de cualificación precisa, es decir, allí donde el salario mínimo exige, desde principios de año, un aumento sustancial obligatorio. El empleo vinculado al turismo y al sector hotelero está más en juego de lo que parece y, precisamente por cierto, es el que genera una quinta parte de todo el mercado laboral en España.
Las cifras de la EPA que se publicaron el pasado jueves pasaron desapercibidas en la mayoría de medios debido a que había una noticia que lo apagó todo. Sin embargo, los números que reflejaba la encuesta de población activa era suficientemente grave como para haber abierto todos los noticiarios y encabezado todos los periódicos. Se trataba de la peor cifra en creación de empleo en siete años. La mitad del poco empleo creado era público, algo que, en esa proporción, no había pasado nunca. Por otro lado también se podía interpretar que el empleo no crece en la franja de menos valor añadido o de cualificación precisa, es decir, allí donde el salario mínimo exige, desde principios de año, un aumento sustancial obligatorio. El empleo vinculado al turismo y al sector hotelero está más en juego de lo que parece y, precisamente por cierto, es el que genera una quinta parte de todo el mercado laboral en España.
Y en esto estamos cuando la llegada de todo tipo de robots para servicios hoteleros empieza a ser cada vez más importante. Algo que no debería de ser necesariamente malo si hubiera un plan gubernamental, un plan estratégico nacional sobre robótica aplicada y de inteligencia artificial como tienen un buen número de países, aquí podría ser un desastre monumental. El problema es que para diseñar un modelo económico que soporte esta automatización es preciso estabilidad y un cierto consenso por parte de todos los agentes. Cuándo se politiza la robotización, cuando se pone o a izquierda o a derecha, se produce un retraso bíblico que vamos a pagar carísimo.
La robótica y la inteligencia artificial estancará los salarios y destruirá empleo si no se actúa estratégicamente. Hay países que están estableciendo modelos que no generan paro y además está provocando avances en este sentido. El problema es que hay que ponerse. Dejando la política económica en la deriva electoral no se logra. No es automático. La mediocridad de nuestros dirigentes se mide por el grado de desconocimiento, dejadez e inoperancia en este tema.
Veamos, el número de robots industriales se multiplicó por cuatro entre 1993 y 2007 y, según la asociación IFR, hoy hay entre 1,5 y 1,75 millones de unidades activas, llegando a más de 6 millones en 2025. Según un estudio presentado por dos economistas del MIT, ya se habrían perdido entre 360.000 y 670.000 puestos de empleo en todo el mundo por la introducción de los robots en el sector industrial. El Foro Económico Mundial augura que en 2025 esa cifra llegará a los 5 millones. La OCDE lo ve incluso peor. Asegura que el 12% de los trabajadores españoles serán reemplazados por robots a corto plazo. La Universidad de Oxford prevé una destrucción de 1.600 millones de empleos en dos décadas. El Foro de Davos afirma que más de siete millones de empleos están en peligro en dos años. Parece que el tema es serio. Luego dirán que era imprevisible, que no podían saber lo que iba a pasar.
Hasta el momento, la afectación ha sido directamente aplicable a la industria, pero esto ya ha empezado a ampliarse. El sector servicios, especialmente el hotelero y turístico, está ahora en el centro del huracán. Tengamos en cuenta que cualquier afectación laboral en el sector turístico es extremadamente sensible especialmente. Hablamos del motor económico español, de la máquina laboral que permite que no se nos vaya la ‘recuperación’ por el desagüe. ¿Llegará el momento en que los robots sustituyan a los humanos en el sector hotelero? Es evidente que no de forma general, pero se deberá convivir. Las habilidades humanas son nuestra ventaja pero la eficiencia y la rentabilidad de que algunos robots hagan tareas repetitivas y organizadas en lugar de un ser humano debe tomarse en cuenta pues es algo inevitable. En un documento titulado ‘Robots and firms’ elaborado por Michael Koch (Universidad de Bayreuth), Ilya Manuylov (Universidad de Aarhus) y Marcel Smolka (de la misma universidad) y que se basaba en el análisis de los datos sobre las empresas manufactureras españolas entre 1990 y 2016 se evidenciaba que las empresas que apostaron por la automatización aumentaron su plantilla un 10%. Robotización y paro no son proporcionales si se hace estratégicamente.
Y ahí aparece el sector hostelero, turístico y de servicios. Sabemos que la restauración está basada en procesos humanos pero también sabemos que no es ajena a la automatización. Los datos del futuro que manejan grandes organizaciones internacionales prevén drásticos cambios en los sistemas de producción. Se considera que los procesos de elaboración de alimentos y el servicio al cliente son tareas que irremediablemente tienen que realizar personas, pero las cocinas no han dejado de incorporar maquinaria, más automatizadas que han provocado un evidente resultado. Cada vez hay menos personas en las cocinas. Lavavajillas, cortadoras, envasadoras, batidoras, etc…, han ido sumándose al equipo. Digamos que la robotización empezó hace mucho y no nos hemos dado cuenta.
Pero al igual que a un cajero automático nos cuesta verlo como un robot, cuándo lo es, a un lavavajillas tampoco lo identificamos así, cuando también lo es. Por eso vamos a hablar de otros, mucho más sofisticados y capaces de, realmente, poner en juego el modelo laboral existente de manera intensiva. ¿Sabías que una de las empresas más avanzadas en Europa en este campo es española? Hablamos de la startup sevillana Macco Robotics. Una empresa centrada en el desarrollo de robots humanoides para el sector servicios. Ya ha desplegado con éxito a su robot Bibot especializado en eventos, pero ahora está instalando otro robot, en concreto el llamado Kime, cuya ventaja principal es que se puede adaptar fácilmente a cualquier medio o aplicación, para que cualquier persona sin conocimiento lo pueda reconfigurar. Lo han enfocado para el sector Foodtech, es decir, es un robot camarero. Hay dos versiones, una, que está dentro de un Kiosko, de fácil instalación, Plug and Play, enchufar y listo. Puede preparar y servir cócteles, cervezas, todo tipo de combinados, servirte un vino, café e, incluso, alimentos empaquetados.
Actualmente Macco Robotics está instalando este robot (kiosko) llamado Kime en las estaciones de servicios portuguesa Prio Energy y en las cervecerías Guadalquibeer. Por otro lado, la versión exenta o sin kiosko, se puede instalar en cualquier barra de bar, para realizar cualquiera de esas mismas operaciones. Ahora mismo lo podemos ver ya funcionando en el edificio de Coworking Inn Office de Sevilla. Puede preparar 129 platos diferentes, todo bajo una selección muy cuidadosa, primando la calidad de estos platos, asesorados por la Escuela de Hostelería de Sevilla. La robotización del restaurante les permite dos modelos de negocios: uno, la venta por Deliverys (a través de plataformas como Glovo, Deliveroo, Just eat) por lo que trabaja como dark Kitchen 24 horas; y dos, la venta de platos como restaurante, es decir, los trabajadores del edificio comen allí, así como las empresas cercanas.
Por si fuera poco, Macco ha logrado pasar de preparar 120 comidas al dia a 2900, vendiéndose en formato catering para las empresas de La Cartuja, es decir, alrededor del coworking y a un precio muy reducido. Además, han desarrollado un wearable, que el usuario se lo instala en casa y que hace un análisis nutricional del usuario a través de la orina. Esta información se sube a la cuenta de Kime del usuario, por lo que cuándo va a pedir comida, si detecta, por ejemplo, exceso de carbohidratos, Kime (a través de la app), le recomendará que tome otros alimentos. ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo? La relación entre salud, robótica, servicios y trabajo es algo a definir urgentemente.
En definitiva, el cambio es inevitable, por lo que hacerle frente es una mala idea. Todo aquello que una máquina pueda hacer más rápido, más barato, mejor y sin descanso, lo acabará haciendo. Localicemos que cosas deberemos de estimular, desarrollar, amplificar desde el punto de vista humano y que sean difícilmente sustituibles. Eso tendrá un valor incalculable. Por otro lado, quienes deben marcar las lineas maestras para afrontar el futuro tecnológico y laboral deberían de dejarse de debates estériles y endogámicos y empezar a pensar como nos ponemos a liderar el futuro, sea en el sector que sea, pero especialmente en aquel en el que se apoya el modelo de crecimiento de este país.
Es una ‘crisis en funciones’, no una ‘desaceleración económica’.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
Y es que el primer gran error es de análisis histórico. Recuerdo lo que escribí hace mucho tiempo. Lo que explotó en 2008 no tenía un origen en sí mismo, ni tan siquiera era sólo motivado por una exposición excesiva a la deuda privada y bancaria. La caída del modelo económico dependiente de un capital ubicado en bienes inmobiliarios no era más que una consecuencia de algo más grave que se define bajo el concepto ‘deflación del capital’ y que surge casi siempre de cualquier revolución tecnológica. Esa no fue una excepción.
Y en eso mismo estamos. La diferencia es que ahora tenemos a unos y otros anunciando la que se acerca como si fuera inevitable. Es de vergüenza ajena escuchar al gobierno preparar a la audiencia ante una ‘desaceleración’ a la vez que anuncia electoralmente un aumento del gasto y una subida de la recaudación fiscal. Ya me dirán como casa eso. Si lo que viene es una ‘nueva’ crisis, sería interesante establecer un patrón de análisis que nos fije la foto actual y las más que probables instantáneas futuras. Es el único modo en el que se puede definir una hoja de ruta, urgente, para afrontarlo con ciertas garantías
La próxima recesión económica global asoma. Ya no se trata de las predicciones o análisis de voces expertas, sino de tendencias y estadísticas apuntaladas en el tiempo. La afiliación a la Seguridad Social en España está con las peores cifras desde 2008. La creación de empleo se ha paralizado y la tendencia empieza a ser la de fabricar desempleo. El poco trabajo que se estimula es precario, de escaso valor, temporal y dependiente del turismo y servicios mayoritariamente. La creación de ocupación industrial está en parada técnica y sin embargo poco o nada se está haciendo en ese sentido. España ha dejado de crear empleo al ritmo que solía hacerlo durante el último lustro, a la vez que la economía se está contrayendo. Una contracción que se refleja en múltiples sectores. Las matriculaciones firmaron su peor agosto y su peor septiembre desde 2008, con un desplome del 30,8%.
Por si fuera poco, el turismo, el motor económico de nuestro país, se va a enfrentar a un muro digital que no sabemos si está preparado para afrontar. España pierde el 1,3% de turistas internacionales de Reino Unido y Alemania. Hay quien argumenta que lo que le va a pasar a España es inevitable porque tiene una conexión absoluta con el resto del planeta. España creció al 2,3% interanual durante el segundo trimestre de 2019, un ritmo tres décimas por debajo de su crecimiento en 2018. Si echamos la vista aún más atrás la tendencia es clara: la economía se expandió un 3,6% en 2015; un 3,2% en 2016; y un 3% en 2017. 2019 representa la desaceleración más acentuada desde 2011. Las estimaciones para 2020 oscilan entre el 2,1% y el 1,9%. Me inclino por un 1,8% incluso. Es un fenómeno común al resto de la eurozona, y a casi todas las economías del mundo. Y a eso se agarran. Francia ha pasado del 1,5% en 2018 al 1,3% en 2019; Canadá del 1,8% al 1,5%; y China del 6,6% al 6,1%. Y si Alemania es el motor de Europa y quien marca el camino, las perspectivas son aún peores: del 1,5% en 2018 a la considerada parada técnica que supone un 0,8% en 2019. El país germano está en realidad a las puertas de la recesión pues creció en negativo el anterior trimestre.
Al igual que en la ‘otra crisis’, España vuelve a estar muy mal posicionada ante esta situación. Aunque es cierto que hemos mejorado mucho en la capacidad de nuestro comercio exterior, las exportaciones son muy dependientes del automóvil, y este tiene muy malas perspectivas. Estamos mal preparados porque venimos de una deflación de los salarios muy acusada. Si bien esa contención obligada ha supuesto la facilidad para contratar, ahora supondrá un verdadero quebradero contable. ¿Recuerdas cuándo un milieurista era un pobre de solemnidad? Ahora son millones los trabajadores que aspiran a ser eso como mínimo. Estamos en la era del asalariado pobre. Una indecencia de la que no tiene culpa el sector empresarial sino la ineficiencia política por generar un entorno económico que estimule la creación de un empleo cualificado y bien pagado. No hay estímulos, ayudas, modelos de dinamización de la economía del conocimiento, industria 4.0 o de, en serio, generar un nuevo modelo de crecimiento. Llamaron crisis a una deflación del capital y ahora llaman recuperación a una deflación social.
Es hora de entender que el mundo, y España, van directos a una crisis menos rápida, menos profunda, menos intensa, pero algo más larga y sin herramientas para modificar la deriva. Tras la crisis, esta vez, no habrá recuperación, únicamente estancamiento. La vivienda ya no podrá ayudar a recomponer el rompecabezas. Ya no está de moda comprar. Hay países que invierten en modificar el modelo de crecimiento de manera robusta. Francia invierte 23 veces más que España en la estimulación de la Industria 4.0. Un modelo industrial que será el único que sobrevivirá en una década y que genera derivas en todos los sectores. Si no tienes industria no tienes nada.
La recesión es la variación negativa del Producto Interior Bruto durante dos trimestres consecutivos. Un tema técnico. Pero a diferencia de una recesión, una crisis económica es un periodo de inestabilidad que desata consecuencias durante un largo periodo de tiempo. Sacude la estabilidad financiera en las inversiones y afecta a la estabilidad adquisitiva de las familias. Suele generar una depresión si no se actúa estratégicamente.
Y es en esa que nos encontraremos. No es tan complicado verlo. La diferencia con aquello que se le llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’ o como quieras recordarla, es notable. Aquella fractura se evidenció de golpe, con un pinchazo de una burbuja. La actual quiebra no será por un reventón sino por un fallo técnico del modelo económico. Una paralización que tiene su origen, de nuevo, en la no adopción de medidas valientes, ineludibles y necesarias que adecúen un modelo económico digital, automático, robótico que llega sin avisar ni pedir permiso. Liderar esa fórmula económica es lo que podrá hacer más llevadera o no, la próxima década. Y es que esto no va de tener un plan político táctico y digital sino de entender que el mundo ha cambiado para siempre y que no hay parches que lo adecúen a tus intereses.
En un país en el que las pensiones dependen de las cotizaciones solidarias de los que trabajan, no parece una gran idea ir reduciendo el sueldo medio, incrementando la precariedad laboral y la estimulación de un tipo de empleo muy alejado de la eficiencia tecnológica, digital y automatizada. De ahí que no se comprenda la desidia política, retorciéndose en sus propio estiércol y sin indicativos de que han entendido la gravedad del momento.
No te dejes engañar por las cifras de creación de empleo. Son métricas trucadas. España requería crecer como mínimo al 2% para crear empleo, tras la reforma laboral es necesario solo un 0,7%, porque ahora se crea un empleo tremendamente precario. Es más fácil crearlo, pero no nos vale para lo que se nos viene. La evolución va a ser a peor porque vivimos en un impasse político que aumenta la incertidumbre, un nivel de la tasa de ahorro que reduce el dinamismo económico y tenemos un retraso evidente en el cambio de modelo económico que otros países ya están llevando a cabo.
La diferencia entre un gobierno en funciones y otro que no lo esté, es que el primero no puede oficializar una situación grave a nivel económico por estar sujeto con alfileres. De ahí que lo que llaman ‘desaceleración económica’ en realidad es una ‘crisis en funciones’. Como dice mi admirado Xavier Ferrás ‘la globalización, la digitalización y la innovación tecnológica están creando un triple cambio de paradigma debido a la superposición de tres factores. La convergencia global hacia un estándar económico único, la aparición de una nueva dinámica de desigualdad y el paso de una economía industrial a una economía del conocimiento, digitalizada y virtualizada’.
Sabemos que cada robot industrial destruirá dos empleos. La implantación de robots industriales supone la pérdida de casi dos empleos por cada nuevo robot, según el estudio How Robots Change the World, realizado por Oxford Economics. Según el estudio, el ritmo de destrucción se multiplicará por cuatro en la próxima década, pasando de la destrucción de 400.000 empleos en 2016 a 2 millones en 2030. Que eso no sea un drama bíblico depende de entenderlo primero, de redactar planes al efecto y de ejecutarlos. Esos empleos destruidos deben reconvertirse en ocupaciones insustituibles y que requieren una formación muy distinta, un plan muy distinto y una estrategia a largo plazo y valiente. Que chungo. Largo plazo y valiente no encajan en la misma frase en la que se incluya el vocablo ‘político’.
¿Quién está preparando nuestra economía para los cambios que llegan sin avisar (o sí)? La tecnología crea una segunda economía, cada vez más productiva y autónoma, más digital. Pero aquí seguimos con un modelo antiguo, esperando que alguien tome decisiones estratégicas, que imponga un plan integral en Inteligencia Artificial, que desarrolle un plan fiscal de estímulos para modificar la estructura de crecimiento y que, de una vez, ponga las luces largas para atender la Era de la Humanidad.
Dueños de nada, usuarios de todo. Aquí las dos razones.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Parece que el segmento más joven de la llamada generación del milenio y los que vienen detrás, los denominados centennials, prefieren reutilizarlo todo y no practican de forma general el comprar, usar y tirar. Así justifica la marca ‘low cost’ Forever 21 el motivo por el que se han declarado en bancarrota. La enseña estadounidense advierte a otras empresas que las nuevas generaciones ya no quieren moda de usar y tirar. De hecho cada vez es más evidente que nuestra sociedad ha iniciado un camino sin retorno hacia un cambio de mentalidad contraria a la propiedad y favorable al uso de la mayor cantidad posible de cosas. Una modificación creciente en el modo en el que se consume y que está transformando la economía y el modo en que las empresas ofrecen sus productos. Algo que en los entornos urbanos es mucho más acusado pero que se expresa a partir de dejar de lado la adquisición a favor de rentar todo tipo de servicios.
No está claro si empezó por convencimiento o por necesidad, pero la cuestión es que este modelo se está desplegando de un modo exponencial. En la vertiente más ideológica, los jóvenes no sólo optan por el uso y no por la propiedad, sino que además suman un escaso interés por un consumo que no sea sostenible. Y, como decía antes, en términos más técnicos es factible que un panorama laboral demasiado precario no ayuda a querer acumular propiedades.
La bancarrota de Forever 21, tal y como apuntan en un extenso artículo en The New York Times, puede estar estimulado de manera importante por el cambio del comportamiento de sus clientes habituales. Un cliente que se transforma en usuario, que compra en línea y con criterios muy distintos a generaciones anteriores. ’El motivo más llamativo no tiene tanto que ver con la forma de consumo, sino con el cambio de mentalidad: según informan los analistas, la marca no ha sabido anticiparse y adaptarse a la creciente preocupación de los jóvenes por llevar una vida más sostenible. Los consumidores más jóvenes tienden a sentirse más atraídos por marcas que llevan la sostenibilidad por bandera. Comprar ropa de segunda mano o alquilar parte del armario, son también tendencias en alza entre muchos consumidores’.
Hace unos días hablábamos de Thomas Cook y su efecto Kodak. Ahora el caso de Forever 21 es uno más de los casos que demuestra que no hay negocio seguro, que ningún modelo de consumo tiene crecimiento ilimitado y que cuando no comprendes realmente lo que quiere tu público corres mucho peligro. Colocar al cliente en el centro de la cadena de valor exige entenderlo, darle lo que quiere y hacerlo como quiere. Hazte una pregunta sobre tu negocio, seas el empresario o seas un trabajador: ¿crees que a la generación Z le interesa lo que vendes y como se lo vendes? Piensa que ya compran mucho pero que lo harán cada vez más y en apenas una década serán una fuerza importantísima en la decisión de consumo social e, incluso, incurrirán en las compras de tipo profesional B2B2C.
Los millennial y la Generación Z han empezado a consumir menos o hacerlo de una manera más responsable. La preocupación por el daño ecológico no solo afecta al reciclaje o a aspectos vinculados con el medio ambiente. Tiene un punto de contacto mucho más profundo. Vivimos ya en una sociedad nueva. Por eso lo importante no es saber si tienes una estrategia digital para tu negocio, lo importante es saber si has entendido que el mundo realmente ha cambiado. Hablamos de un mundo en alquiler, de pago por acceso y de contrato por uso. Un mundo que tiende cada vez menos a la propiedad, que es más digital y menos físico. Esta modificación se está desplegando a todo tipo de productos. Desde la ropa, oficinas, licencias de software, muebles, electrodomésticos, trasteros, consumo energético, coches, a patinetes, hasta viajes o lo que se te ocurra. Todo lo que puedas imaginarte se puede alquilar o usar mediante una suscripción. Hay cosas que parecen que no son posibles de alquilar o de utilizar por uso y no por compra, pero no, cualquier cosa sufrirá ese efecto, la tecnología se va a encargar.
Piensa en este ejemplo del que escribí hace un tiempo. Se trata de como un producto de usar y tirar como son los fuegos artificiales, han pasado a ser un servicio vinculado al alquiler de drones haciendo figuras de un modo coordinado en el cielo. Piensa en otro nivel. Mucho de lo que hacemos ahora ya funciona en ese paradigma. Tus libros, tu música o tus películas que ya no están en una estantería sino en el cloud gracias a empresas como Netflix o Amazon. Vivimos en la sociedad del renting que esas empresas han desplegado de manera cada vez más profunda. Más de 140 millones de personas no compran música, la usan en Spotify, y más de 100 millones no compran películas, las usan en Netflix. Esta tendencia totalmente irreversible, y que pone a las empresas ante un desafío enorme, es la mayor evidencia de que ‘tener en propiedad está a la baja, ahora la tendencia es usar’.
Ahora bien, si hay un país en el mundo que tiene muy arraigado el concepto de la propiedad es España. Pero también está mutando. Medio millar de empresas ofrecen un catálogo de productos convertidos en servicios colaborativos, bajo uso por demanda y de acceso por suscripción. Según informa la Fundación EY, del que se hace eco el artículo con titulo muy similar al de este post y que dice que ‘la economía colaborativa representa ya un 1,4% del PIB español. En 2025 se duplicará aseguran. De hecho, para comprender el verdadero cambio y a la velocidad que se está produciendo, la misma fundación indica que tan sólo hace tres años, esas plataformas del usar y no comprar sólo eran el 0,2% del empleo y al 0,3 % del PIB de España.
La consultora PwC calculó que la economía colaborativa alcanzaría un negocio mundial cercano a los 570.000 millones de dólares en 2025. Prácticamente todo el capital que se perderá en 2020 por culpa de la guerra de los aranceles según la Comisión Europea por cierto. Vieja economía contra la nueva. Una nueva economía que no se está analizando de manera estratégica por parte de gobiernos, instituciones económicas o entidades reguladoras. Y, como siempre, las medidas para hacer de todo esto una ventaja competitiva, un modelo sostenible o un factor de cambio social a mejor, llegara tarde.
Sorprende tanta lejanía por parte de quienes deberían de diseñar como liderar una economía que ya ha cambiado definitivamente y no va a dejar de hacerlo de un modo cada vez más rápido y de una manera más intensa. Los consumidores cuyo comportamiento es el que defino en este post no va a dejar de crecer. Hablo de mercados todavía inmaduros con un perfil de cliente millennial o centennial y que son totalmente digitales. Con el tiempo, además, otras generaciones mayores irán sumándose a este modelo. En mi entorno, de aquella otra generación X, con mayores de 40 años, e incluso de 50, muchos han entrado de pleno a este comportamiento económico. Alquilan coworkings, usan coches que no han comprado, utilizan herramientas que necesitan un tiempo o lavan su ropa en espacios de lavado por uso.
En las grandes ciudades la gente está dejando de querer un vehículo que está parado el 95% del tiempo. El Foro Económico Mundial ya habla de una ‘sociedad del alquiler, un mundo en el que nadie tenga coche, nadie sea dueño de nada y base su vida en el uso eficiente de todo lo que precises’. Muchas de las noticias económicas que nos muestran sectores con problemas para crecer, que exigen ayudas gubernamentales para sobrevivir, son ejemplos evidentes de que el cambio no tiene espera. El mejor de estos ejemplos es el de automóvil.
Los jóvenes gastan la mitad en comprar un coche de propiedad que tan sólo hace una década, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones. Además, en el segmento que va desde los 18 a los 25 años los que se sacan el carné de conducir ha disminuido casi a la mitad en tan solo diez años. Los fabricantes deben estar pensando en presionar a los gobiernos reguladores con tal que aceleren los permisos para la conducción autónoma. A este paso no va a ser un problema el que la gente no quiera coches en propiedad, sino que no sabrán conducirlos. Permitidme la exageración para entender lo que realmente está pasando y que no tiene mucho que ver con la opción financiera del renting, es algo mucho más profundo y que se ubica más en el carsharing.
A una velocidad de vértigo llega el mundo del uso bajo demanda. Las empresas que sean capaces de convertir lo que venden en servicio tienen un futuro algo más diáfano que si no lo hicieran. Hablo de todo tipo de empresas, cada una en su correcta profundidad. Unos podrán servirizarlo todo, otros una parte, habrá quienes modificarán su modelo de negocio en base a procesos y otros mejorando la experiencia del cliente. Incluso, en según que sector, lo importante será el modo en el que los profesionales adapten sus habilidades para afrontar un mundo en el que nadie quiere comprarte nada pero sí pedirte que se lo dejes un rato.
Detrás de esto, si hablamos de empresa y no sólo de sociedad, aparece el concepto de la Transformación Digital. Algo que va de modificar procesos, colocar al cliente en el centro de la cadena de valor, de captar datos para transformarlos en información, de incorporar sistemas expertos de inteligencia artificial y de adquirir nuevas habilidades, pero que, en este caso, para que se cumpla aquella máxima de que ‘no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente’ se deben generar nuevos modelos de negocio.
Ahora bien, no nos engañemos. Te recuerdo lo que te dije al principio. Si bien uno de los grandes estímulos para que se esté modificando el comportamiento de consumo que tiende a preferir el uso en lugar de la propiedad, es el ideológico, el que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global, no podemos dejar de entender que otro gran dinamizador de esto es la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Es también la deflación social la que está acelerando este comportamiento del uso en lugar de la adquisición. En todo caso, gobiernos y empresas tienen que adaptarse. No hay otra.
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Picture: Eslam Mohamed
La parálisis política hipoteca el futuro de nuestros hijos.
Hay quien dice que los que nos alarmamos por la parálisis política exageramos. Que la repetición electoral y la inestabilidad en el gobierno no repercuten tanto en la economía y tal. De hecho lo justifican asegurando que, en momentos parecidos a este, las cosas van tirando y los datos no suelen ser tan malos. Ejemplifican con otros países que estuvieron en situaciones parecidas y, sin embargo, no les fue mal. Aunque es cierto que hay algunos indicadores que pintan nubarrones, vamos a un caso que nos explotará en la cara en pocos años mientras seguimos dando vueltas al tiovivo de la tele-realidad política que vive nuestro sistema democrático. La política se ha convertido en un entretenimiento más, una cadena argumental día a día que diversos programas de radio y televisión desmenuzan continuamente como si de una novela televisiva se tratara. El tema que quiero tratar, en concreto, es el la falta de una estrategia, presupuesto y gestión pública en inteligencia artificial.
Hay quien dice que los que nos alarmamos por la parálisis política exageramos. Que la repetición electoral y la inestabilidad en el gobierno no repercuten tanto en la economía y tal. De hecho lo justifican asegurando que, en momentos parecidos a este, las cosas van tirando y los datos no suelen ser tan malos. Ejemplifican con otros países que estuvieron en situaciones parecidas y, sin embargo, no les fue mal. Aunque es cierto que hay algunos indicadores que pintan nubarrones, vamos a un caso que nos explotará en la cara en pocos años mientras seguimos dando vueltas al tiovivo de la tele-realidad política que vive nuestro sistema democrático. La política se ha convertido en un entretenimiento más, una cadena argumental día a día que diversos programas de radio y televisión desmenuzan continuamente como si de una novela televisiva se tratara. El tema que quiero tratar, en concreto, es el la falta de una estrategia, presupuesto y gestión pública en inteligencia artificial.
Resulta que la carrera para convertirse en el líder mundial en inteligencia artificial ha comenzado oficialmente. En apenas dos años un buen número de países e instituciones supranacionales, han puesto en marcha programas integrales para afrontar estratégicamente el desafío que supone promover el uso y desarrollo de la inteligencia artificial. En otros hemos hecho amagos en el mejor de los casos. Las preguntas que se deben responder en ese tema y de modo ciertamente urgente son el cómo vamos a afrontar los retos económicos, laborales, industriales, éticos, sociológicos e, incluso, políticos y democráticos.
En Canadá, China, Dinamarca, la Comisión de la UE, Finlandia, Francia, India, Italia, Japón, México, la región nórdica-báltica, Singapur, Corea del Sur, Suecia, Taiwán, Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido, se han puesto en marcha. Todos ellos han presentado y activado planes en cuanto al desafío que supone liderar mundialmente la tecnología que más profundamente nos va a afectar en breve.
Todos ellos trabajan hace tiempo en el diseño estratégico que afronta la investigación científica, el desarrollo del talento necesario, el mercado laboral resultante, el modelo educativo, la adopción del sector público y privado de este modelo, la ética y la filosofía de inclusión de modelos inteligentes artificialmente, los estándares a asumir legalmente y los límites y regulaciones necesarios, las infraestructuras digitales obligatorias y, finalmente, el modelo de gestión de datos y privacidad resultante. Es decir, no sólo hablamos de economía, que también, sino de todo lo que va a significar en apenas un lustro, si me apuras una década, el despliegue de la inteligencia artificial.
¿Y España? Pues el pasado 4 de marzo (ya hace bastante tiempo para intentar saber en que se ha traducido) tuvo lugar en el Palacio de Congresos de Granada la presentación de las líneas maestras de la estrategia española de I+D+i en Inteligencia Artificial. Sonaba bien. Fue presentada al máximo nivel por el Presidente del Gobierno y el Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Se presentó como el ‘embrión’ del Libro Blanco o Estrategia Nacional en IA que vería la luz un tiempo después y que debería definir unos objetivos concretos y dotar de los recursos necesarios para llevarlos a cabo. ¿Usted lo ha visto? Que estemos en ‘stand by’ político no ayuda a arrancar esa maquinaria.
Lo que parecía un paso importante en el posicionamiento y la definición de la visión española en IA ha resultado insuficiente. Los países de nuestro entorno, como he dicho, se están moviendo muy rápido, con decisiones estratégicas y con la inversión radical. Mirad este listado que no pretende ser exhaustivo pero que refleja aquellos países que pusieron un plan gubernamental sobre la mesa, dispusieron de fondos y empezaron a ejecutarlo:
Australia ha dedicado 29.9 millones de dólares en el presupuesto anual del país para promover y guiar el desarrollo de la IA.
Austria tiene un Consejo Asesor de Robots que está desarrollando una estrategia nacional de IA.
Canadá tiene una estrategia nacional de IA llamada Estrategia de Inteligencia Artificial Panamericana.
China tiene una estrategia nacional de IA, definida bajo el ‘Plan de desarrollo de inteligencia artificial de nueva generación’.
Dinamarca tiene una estrategia digital que incluye un enfoque en IA junto con otras tecnologías.
Estonia está desarrollando un marco legal para el uso de IA en su país, que incluye un proyecto de ley sobre responsabilidad de AI.
Finlandia tiene un Programa de Inteligencia Artificial guiado por un grupo directivo dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Empleo.
Francia tiene una estrategia nacional para la IA llamada ‘IA para la humanidad’, que se describe en el "Informe Villani”.
Alemania adoptó su estrategia de inteligencia artificial en noviembre de 2018.
India definió una política nacional sobre IA en un documento de trabajo titulado ‘Estrategia nacional para la inteligencia artificial #AIforAll’.
Irlanda ha organizado talleres de IA y ha lanzado un programa nacional de Maestría en IA y aplicado a universidad. Ha dispuesto más de 100 millones de euros.
Italia tiene un Grupo de trabajo de IA interdisciplinario lanzado por la Agencia para Italia Digital.
Japón tiene una ‘Estrategia de Tecnología de Inteligencia Artificial’ y también ha incluido la IA en su ‘estrategia de innovación integrada’.
Kenia creó un grupo de trabajo de Blockchain e Inteligencia Artificial.
Malasia está desarrollando un Marco Nacional de Inteligencia Artificial y está estableciendo Laboratorios de Transformación Digital.
México apoyó la creación del libro blanco, ‘Hacia una estrategia de inteligencia artificial en México: aprovechar la revolución de la inteligencia artificial’ y derivó 110 millones de dólares.
Nueva Zelanda tiene un foro de IA para conectar y avanzar el ecosistema de IA del país.
Rusia está desarrollando actualmente una estrategia nacional de I+D en IA.
Singapur tiene un programa nacional de IA llamado AI Singapur y está estableciendo un consejo asesor de ética de IA.
Arabia Saudita fue el primer país en otorgar la ciudadanía a un robot y ha empezado a ejecutar con una ciudad ‘automática’ un espacio artificial y computerizado. Disponen de 3.000 millones de dólares para el proyecto inicial.
Corea del Sur tiene una estrategia de desarrollo de la industria de la información de inteligencia artificial con apoyo empresarial valorado en el 1,2% del PIB de su país.
Suecia ha lanzado un ‘Enfoque nacional para la inteligencia artificial’.
Túnez ha creado una Fuerza de Tarea y un Comité Directivo para desarrollar una estrategia nacional de inteligencia artificial.
Emiratos Árabes Unidos tiene una estrategia nacional para la IA y fue el primer país en nombrar un ministro de IA.
Estados Unidos lanzó la Iniciativa de IA estadounidense en febrero de 2019 y, aunque depende de las propuestas privadas, se calcula que ya ha subvencionado proyectos en este sentido por valor de más de 5.000 millones de dólares.
Reino Unido lanzó un acuerdo sectorial para la IA para avanzar en las ambiciones del Reino Unido en IA de acuerdo con su estrategia industrial y teniendo en cuenta el consejo del Comité Selecto del Parlamento sobre IA.
Estas son algunas iniciativas en marcha, no sólo en papel. Y si no queremos quedarnos atrás debemos activarnos. Lo grave de no hacer nada en una materia que va a ser clave en el futuro no es no hacer nada, lo grave es que tu entorno (competidores) sí lo haga. Muchas empresas españolas están trabajando muy duro para que no nos quedemos atrás, pero falta voluntad política y apoyo institucional. Y no hay porque están en otras cosas, sin presupuestos nuevos, sin capacidad de hacer inversiones estratégicas y con una interinidad que asusta.
Eso que se presentó en Granada no era ninguna ‘Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial’. Acabará el año y aquello que se presentó con fanfarrias robóticas no dejó de ser más que un panfleto ‘cool’. No culpo al gobierno, de hecho poco se puede hacer sin las manos libres para reordenar las prioridades, pero tampoco se le ha visto que, entre esas prioridades, estuviera esto dicho de paso.
Y ojo, que esto de la IA tiene truco. Si se hace bien resulta que te apuntas a una ola gigantesca que permitirá que el PIB mundial aumente en 15,7 billones, pero si lo haces mal o no lo haces, a la vez que el mundo se sube a la tabla, el 52% de los empleos españoles son automatizados. De verdad que no comprendo la desidia de dejar este tsunami a la inercia y a la suerte. Esa mutación del mapa laboral se puede producir bien o mal, como un reto de modernización económica o como un puto drama nacional. Si se prevé se podrá actuar en todos sus perfiles, si no se hace nada nos vamos hostiar de lo lindo. Por cierto, especialmente nuestros hijos.
¿Porque se presentó aquel documento borrador? ¿Porque no se ha presentado el plan completo con presupuesto real y disponible? ¿Tan difícil es mirar más allá de los cuatro años de legislatura? (Esto tiene gracia hoy en día…) Sin previsión pasarán dos cosas. Por un lado se perderá un tren hacia la modernidad laboral, productiva y de modelo de crecimiento. Por otro se agolparán los problemas éticos y sociológicos cuando las empresas inicien sus procesos de transformación más intensos. Además, un tercer factor incluso, el que tiene que ver con el envejecimiento de una administración pública alejada de la realidad tecnológica y de la eficiencia digital. Una administración contratando empleo público para amortiguar un problema monumental en términos de paro no será capaz de afrontarlo adecuadamente. Es una regla de tres muy retorcida pero factible.
¿Cuánta más tecnología menos empleo? Parece una máxima insalvable, pero no es cierto, no del todo. Si se plantean estrategias para la modernización tecnológica de un país, si se estimulan los cambios necesarios fiscalmente por ejemplo, se logra hacer más productivos, eficientes y competitivos los sectores de mayor vanguardia. Si eso no es así, si se deja todo a la inercia electoral suicida e irresponsable, lo que sucede es que la conversión tecnológica es un desastre y el desempleo aumenta de manera exponencial.
Resulta que Corea del Sur tiene 631 robots por cada 10.000 trabajadores y su tasa de paro es del 3,2%. España tiene 160 robots por cada 10.000 trabajadores y un desempleo del 14,5%. Relacionar robots y paro es un error, debería hacerse con eficiencia, productividad y generación de empleo. Alemania es el país con más robots per capita de Europa y quien está más cerca del pleno empleo. Grecia es la región europea con menos robots industriales en marcha y el país con mayor tasa de paro. Durante los últimos años, el debate sobre robots y el empleo se ha centrado en gran medida en cómo la automatización puede impactar sobre la fuerza laboral.
Pues eso, que tener gobierno igual no garantiza la gestión estratégica, pero no tenerlo de un modo estable durante cuatro años, seguro que no lo facilita. Estamos en manos de la clase política con menos clase de la historia reciente, rebosante de mediocridad, vigilando su taburete y esperando la hora de la merienda.
¿Hay alguien ahí? Políticos de tertulia y tele-realidad sin ningún plan para la que se avecina.
La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.
La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.
Mientras toda la ‘clase’ política muestra su poca clase, el mundo sigue girando. Al mismo tiempo que los abonados a la refriega le dan vueltas obscenas a una realidad que sólo les interesa a ellos, a unos cuantos periodistas y a los consumidores de tele-realidad política masiva, el mundo sigue dando vueltas hacia el futuro. Un futuro cada vez más retorcido, cercano y evidente. Evidente para unos y desconocido para la mayoría de los que deberían establecer amortiguadores sociales y preparar la maquinaria para evitar un desastre bíblico.
España tiene más de tres millones de parados. Todavía, sí. Cerca de un millón de familias que sobreviven en una economía descompuesta y sumergida, a dos millones y medio se les considera pobres de solemnidad y a otros ocho millones se les considera en riesgo de exclusión social. Súmale que aún hay un tercio de los jóvenes que permanecen aquí sin opciones laborales o a los pensionistas dejando de tomar su medicación por no poder atender el co-pago. Piensa en los 10.000 trabajadores de banca que se veían tranquilos tras el mostrador y que ahora tienen una carta de despido sobre él. A todo esto, nuestro modelo productivo sigue siendo incapaz de incorporarlos a la economía del conocimiento. Además, por si fuera poco, ha nacido una clase social conocida en otros lugares del mundo pero inédita en Europa, llamada ‘el precariado’ y que conforman aquellos que, aun teniendo trabajo, viven en la miseria.
Que sus señorías sigan en sus meriendas es de aurora boreal. Un país que sufre el un desequilibrio histórico entre el aumento de los costes de vida y el descenso notable del poder adquisitivo de la mayoría. Un lugar donde el futuro de las generaciones más jóvenes sigue siendo incierto. Estarás pensando que la reducción del desempleo ha sido notable en los últimos años. Cierto, como también lo es que se ha generado empleo en sectores muy expuestos a ser inversamente proporcionales o que en gran medida más de un millón de españoles se piraron a buscar trabajo a otros lugares, se generaron muchos puestos en la función pública y otros tantos regresaron a sus países de origen al no poder sobrevivir aquí. Esa resta también se debe hacer.
España es un país increíble pero no es suficiente con decirlo. Ni siquiera hablando de que el sector turístico es el más potente del mundo. A este país, ahora, le hace falta compromiso con su futuro. Nada de lo conseguido es suficiente. Nada servirá. La velocidad a la que el mundo se mueve es exponencial y la innovación necesaria no entiende de discursos vacíos o soflamas patrióticas. Se debe debatir de todo, por supuesto, y se debe hacer política también en aquello que repercuta en el reconocimiento de todo el mundo.
El problema es que sólo se tratan esos temas y ninguno más. Y lo vamos a pagar caro. La unidad territorial es tan importante como la reducción de cualquier discriminación que viva un colectivo social. Una exhumación es tan relevante como conformar un pacto de gobierno. Estoy de acuerdo que esos debates se deben efectuar. El problema es que sólo debatimos de eso y de lo que realmente se está fraguando nadie habla. La economía global está regando un campo ya inundado. En España es similar. La irrupción tecnológica en el campo laboral suele entrar de un modo desequilibrado. No es igual en todo, tiene intensidades variables. No es lo mismo el sector servicios que el industrial. Cada uno lo va a vivir de un modo distinto y a diferentes velocidades. No obstante, la intensidad, será igual de profunda en general más pronto que tarde.
Pero ellos a lo suyo. El impacto de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático va a llevarse por delante un modelo social y económico sin casi haberlo visto venir. Afectará a la población activa y las políticas públicas. Si la sociedad necesita menos trabajadores debido a la automatización y a la robótica, y muchas de las prestaciones sociales están ligadas a tener un empleo, ¿cómo va a percibir asistencia sanitaria y pensiones durante un periodo prolongado de tiempo la población no activa? Mientras tanto ellos a lo suyo, que si tu pactaste con aquel, que si yo te convoco otras elecciones y tú más.
Y es que la experiencia nos demuestra que son un grupo muy peligroso. Los políticos son muy chungos en general. Me cuesta ver la diferencia entre ellos. Pocos se van y cuando se van no es por que han perdido la voz gritando a sus superiores que no se están centrando en el problema real, el de fondo, el del futuro de quienes les votaron. Excepto honrosas, y conocidas y cercanas excepciones, se van porque no les dan el cargo deseado o la relevancia esperada. Lo visten con papel celofán de crisis interna, de giro ideológico o de meada fuera del tiesto a la vez que obvian que los problemas económicos se acumulan en España. La clase política habla, en general, de otras cosas.
Pero eso no pasa en todas partes igual. Hay países, como Suiza, que organizan referéndums sobre una una renta mínima universal de 2.260 euros libres de impuestos durante toda la vida para sus residentes y se permitieron el lujo de tumbar la propuesta. También se negaron a elevar el salario mínimo a más de 3.200 euros al mes. Lo hicieron, según parece, porque no quieren afectar a la competitividad de sus empresas. Es evidente que no somos Suiza. Aquí lo pasamos mejor y tenemos el gazpacho. No obstante, aunque seamos campeones en disfrutar nuestro tiempo libre, hay algo que no estamos haciendo bien y que lo vamos a pagar a medio plazo. Nos falta el sentido común de otros países como Suiza, Dinamarca, Irlanda u otros en los que llevan mucho tiempo atendiendo y gestionando el cambio de paradigma socieconómico que la Cuarta Revolución Industrial nos ha traído y la Quinta nos va a traer. Francia gasta 23 veces más que nosotros en preparar el coste social que conllevará la automatización de su industria.
Lo curioso es como obviamos los avisos. Me peleo periódicamente en los medios en los que colaboro en televisión, radio o prensa, en que deberíamos hablar de esto y no tanto de las peleas navajeras de toda esta pandilla. Porque hay notas que atender. El Banco de España anunció esta semana que PIB rebajó su crecimiento al 0,6% en el segundo trimestre de este año. Si no tienes estabilidad y planes de acción gubernamental, si la política se instala en lo provisional, al final se paga. Y es que España es un país con desequilibrios graves. En lo público y en lo social. En lo productivo si me apuras. ¿Qué vamos a hacer con un sector, como el automovilístico, cuando no se vendan coches? Hoy se examinan del carnet de conducir la mitad de personas que hace una década. Esto no va de compartir coche o de pasar de producto a servicio. Va de algo más grave, de que los ‘centenials’ no van a conducir, no les interesa. Ese sector en España ocupa a mucha gente por cierto. Gente que paga impuestos de momento.
Es evidente, como dice la OCDE, que este mundo va a ser automático en una década. Se van a automatizar una cuarta parte de los trabajos existentes con nuevas tecnologías. Tecnologías que van a crear empleos nuevos, pero nadie está trabajando en lo que supone reciclar a los trabajadores para su reinserción o, en su defecto, en prever un escenario dónde se tendrá que atender una demanda social de trabajadores innecesarios. Este país está en manos de gente sin perspectiva, que leen muy poco y cuyo objetivo vital es maquillarse para salir en alguna tertulia de tele-realidad política. Para trabajar en ese futuro inminente hay que legislar. Hay que crear leyes, normas y hacer política. Elementos que permitan afrontar este desafío inédito.
Muchas de las decisiones a tomar no serán políticamente rentables y ese es el problema. Cuando escucho a muchos hablar de la renta mínima y de sus costes admisibles me entran escalofríos. La renta mínima y universal no es de derechas ni de izquierdas, es irremediable. Pero el problema radica en que no se podrá desplegar simplemente por ley. Subiendo impuestos no funcionará. Irá lastrando la economía y reduciendo las opciones de mantenerla a largo plazo. Para que una renta mínima sea viable, hay que automatizar el país. Desde la función pública hasta la actividad privada. Menos empleo y más rendimiento. Sin esa base tecnológica, la renta mínima es inviable y además imposible.
Y es que esto es urgente, de verdad. Visto lo que vemos, nos vamos a dar un hostión importante. Mira como dije en 2007. Pensar que llega julio, que luego agosto, que más tarde la incoherencia nos llevará a la falta de acuerdos y después a otras elecciones y dale a la rueda Manuel, me indica que vamos a estar un año en la parálisis más absoluta. Algunos dicen que sin política el país va mejor y eso no es verdad. Sólo se cumple en lo inmediato, pero como te decía antes, la economía tiene un ‘delay’ razonable. Lo que ahora no se hace, lo pagas con intereses en un tiempo. Y lo vamos a pagar.
Vamos a ver. Los programas políticos públicos deben afrontar cuestiones de gran trascendencia proporcionando prestaciones sociales en la nueva economía digital. No hay otra. El número de robots industriales ha aumentado en todo el mundo desarrollado. En 2013, por ejemplo, se calculaba que había alrededor de 1,2 millones de robots en uso. Esta cantidad ascendió hasta casi 1,5 millones en 2014 y 1,9 millones en 2017. Japón tiene la cifra más alta, con 306.700 y Alemania 175.200. En total, se espera que el sector de la robótica crezca de los 15.000 millones de dólares actuales hasta los 67.000 millones en 2025. Los robots representan hoy una alternativa viable al trabajador humano. También va a pasar aquí. Los pedidos a entregar en robótica de servicios e industrial se amontonan en las fábricas europeas. En dos años los verás instalados y sustituyendo humanos. Lo grave no es eso. Lo realmente dramático es que nadie está preveyéndolo. La oportunidad no es sólo de productividad y eficiencia, es además de propuesta de una nueva economía donde las personas hagamos aquello que se nos da mejor: hacer de personas y no de máquinas. ¿Alguien pensando en esto?
Vayamos por partes. Un sector que nos toca, el turismo. El turismo ocupa un 15% del empleo español. Casi nada. Un empleo cíclico y muy dependiente del contexto. Afecta al 12% del PIB por cierto. Un resfriado tipo Brexit o una incorporación masiva de automatizaciones en el sector se te ventila la creación de empleo de golpe. El vertiginoso crecimiento de las nuevas tecnologías están teniendo un impacto sustancial en la población activa. Muchas de las grandes empresas tecnológicas han alcanzado economías de escala con una plantilla moderada. El momento en que las máquinas pueden reemplazar al hombre en la mayoría de los empleos de la economía actual es ya una posibilidad y es algo que va a ir pasando exponencialmente. En toda una serie de sectores, la tecnología está sustituyendo a la mano de obra, y esto tendrá consecuencias drásticas en el empleo y la renta de las clases medias.
Supongo que nuestros políticos dan por sentada aquella máxima que se ha convertido en ‘mantra’: ‘la tecnología destruirá empleos, pero también creará otros nuevos y mejores’. Cierto, es posible que sea así, pero no lo va a ser por arte de magia o por ciencia infusa. Lo que va a pasar, como no se activen modelos de sustitución, estructura ocupacional tecnológica y de habilidades humanas a desarrollar, es que la tecnología destruirá empleos y creará otros nuevos pero en mucha menor cantidad.
Martin Ford dice en uno de sus libros que ‘a medida que la tecnología se acelera, la automatización podría acabar penetrando en la economía en tal medida que los salarios no proporcionarán al grueso de los consumidores unos ingresos lo bastante holgados ni confianza en el futuro. Si este problema no se ataja, el resultado será una espiral económica descendente’. Yo añadiría, si no se ataja o no se prevé. Esto va de estrategia y liderazgo político asumiendo lo que viene, conociendo lo que se está fabricando. No va de táctica en el momento. De eso sabemos mucho. De como la táctica te explota en toda la cara como nos pasó antes.
Para que veamos la dimensión de la tragedia debemos comprender que, aunque la tecnología está revolucionando muchas empresas, lo hace transformando su manera de operar y no incrementando el número de puestos de trabajo. La tecnología puede estimular la productividad y mejorar la eficiencia, pero lo consigue reduciendo el número de empleados necesarios para generar niveles de producción iguales o mayores. Podemos ver en videos y conferencias lo divertido de que un robot se mueva por un hospital o te atienda en un hotel, pero detrás de eso hay un verdadero cambio laboral que llega sin avisar. Bueno, si que avisa, otra cosa es que nadie esté escuchando. Suena a lejano, a algo que no te va afectar.
Los políticos parecen no saber que este es el peor momento para un trabajador que solo puede ofrecer conocimientos y habilidades ‘tradicionales’. Los ordenadores, los robots y otras tecnologías digitales están adquiriendo sus conocimientos y sus destrezas a una velocidad extraordinaria. Y superándolos. ¿Hay alguien preparando un modelo educativo para ese empleo del futuro? ¿Hay alguien estableciendo los criterios políticos para que se prepare el cuerpo laboral ante esas exigencias? Y lo que es peor, ¿hay alguien preparando un amortiguador social para un escenario sin empleo de calidad y de valor añadido? El futuro es factible de ser conquistado, de vivirlo con entusiasmo, de fabricar un ecosistema en el que las personas trabajemos en cosas que las máquinas no harán jamás, un lugar donde podamos ejercer la innovación puramente humana.
El problema es que eso no es automático, no surge de una fuente ni de una tertulia televisiva. Se fabrica políticamente y la administración debe administrar, liderar y legislar para que la tecnología sea un aditivo favorable y no un veneno. Existe algún modo para que las personas lleven vidas plenas aun cuando la sociedad necesite muchos menos trabajadores. El gran debate político debe hacer frente a este problema mayúsculo antes de que se acumulen millones de personas en un escenario marginal de individuos ‘subempleados’. El problema es que esto exige hacer política, en muchos casos a muy largo plazo. Para esta gente trabajar en plazos superiores a 4 años es mucho tiempo. Años luz.
¿Comprar una casa ha pasado de moda? , mi participación en Bankademia.
El concepto vivienda ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Como todo. La tecnología no ha sido más que un estímulo para que esa mutación de algunos conceptos fuese más profunda, intensa y rápida. El modelo social que esperaba el momento idóneo para comprarse una casa donde vivir ha dado paso a otro menos evidente que representa un nuevo escenario. La propiedad no es más que una opción, que si antes era inevitable, ahora supone una nueva perspectiva. Desde el punto de vista económico estamos pasando de la acumulación de productos a la utilización de servicios. Eso, en el sentido inmobiliario se ha evidenciado de manera notable. Esa modificación conceptual tiene una generación que la ha dinamizado como nadie. Se trata de los millennial.
El concepto vivienda ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Como todo. La tecnología no ha sido más que un estímulo para que esa mutación de algunos conceptos fuese más profunda, intensa y rápida. El modelo social que esperaba el momento idóneo para comprarse una casa donde vivir ha dado paso a otro menos evidente que representa un nuevo escenario. La propiedad no es más que una opción, que si antes era inevitable, ahora supone una nueva perspectiva. Desde el punto de vista económico estamos pasando de la acumulación de productos a la utilización de servicios. Eso, en el sentido inmobiliario se ha evidenciado de manera notable. Esa modificación conceptual tiene una generación que la ha dinamizado como nadie. Se trata de los millennial.
Para hablar de esa nueva visión del papel de la vivienda, las hipotecas o de como la transformación digital ha supuesto una disrupción en todo ello, en el modo de comprar, o en el de alquilar, el de acercarse al reto patrimonial o, sencillamente, de como hoy en día se utiliza un espacio vital como puede ser ‘tu casa’, Bankia me invitó a ofrecer una master class en el marco de su plataforma Bankademia. Un extraordinario espacio para adentrarse en conceptos económicos básicos pero desde una visualización panorámica que permita entender los nuevos tiempos y sus afectaciones sociales.
Desde un lugar precioso, el ático de un centro deportivo en el centro de Madrid, planteé a una audiencia de diversas edades e intereses varias preguntas sobre el propio término que supone hoy en día una vivienda: ¿el sueño de la casa propia es herencia cultural?, ¿seguiremos debatiendo entre comprar o alquilar?, ¿qué papel juega la tecnología?, ¿existe una hipoteca para los millennial? Si la empresa de hostelería más importante del mundo no tiene una sola habitación en propiedad y la empresa de movilidad de mayor valor no posee ni un sólo vehículo, ¿cómo puede ser que sigamos manteniendo los patrones patrimoniales de siempre?
La cuestión es ¿cómo será la vivienda del futuro? ¿cómo se comprará? ¿cómo se combinará una cultura nómada con la propiedad? ¿qué significa realmente el mercado inmobiliario para la generación que será mayoría en la toma de decisiones de compra en cinco años? Ahora los millennial no son los compradores de vivienda, la media de comprador es de 39 años en España. Hablamos de un mercado de 580.000 compradores que ahora tienen dificultades para comprar por tener pocos ingresos, poca estabilidad laboral y pocos ahorros.
Sin embargo, el debate no será ‘propiedad o alquiler’ lo que será mayoritariamente definitorio será el modelo de vivienda, el para qué es ese espacio. Hablamos pues de espacios compartidos del tipo ‘co-living’, viviendas conectadas e inteligentes, casas pasivas y autosuficientes o de probablemente casas impresas o prefabricadas. Sin embargo, comprar siempre será una opción y si deciden comprar, ¿cómo serán esas nuevas hipotecas para una generación protagonista de la era digital? Deberán poder solicitarse desde el móvil, sabiendo la autorización inmediatamente, que no exijan vínculos, que tengan tipos muy bajos y que sean flexibles.
La decisión sobre dónde vivir ha sido, y será, una de las grandes decisiones humanas. Si es en propiedad o en alquiler será una de esas variables. Sabemos que en gran medida la tecnología marcará esa decisión ya sea como comprador, arrendador, gestor hipotecario o analista, pero lo que realmente es imprescindible es comprender el papel que tiene en nuestra vida todo ello. Una casa es el recipiente que contiene nuestros sueños, anhelos y deseos. Es el rincón donde descansar y recargar nuestras aspiraciones. La haces tuya aunque no lo sea, la conviertes en tu cuartel sea de propiedad o no. Por mucho que la tecnología va a estructurar un montón de aspectos, finalmente, la decisión será emocional y estará en manos de las personas que determinen cómo y dónde vivir. La pregunta no será mayoritariamente comprar o alquilar, ni tan siquiera con que tecnología puedes mejorar la experiencia de vivir en ella, lo relevante siempre será que en tu casa lo que depositas entre las paredes es siempre tu corazón y tu proyecto de vida, sea puntual o duradero.
Te invito a ver el video completo de esta charla o acceder a la plataforma donde seguro encontrarás temas de tu interés. Hablamos de nuevos modos de entender la vivienda como el coliving, de como serán las viviendas del futuro, de que debe ofrecer un banco a una generación totalmente digital y muchos otros temas que estoy seguro te van a interesar, seas o no millennial.
Llegan 4 millones de robots y no son sólo para la industria.
Hace unos días se publicaba el informe de ABI Research donde se indicaba algo que ya circula desde hace tiempo acerca del número de pedidos de robots industriales y de servicios que los proveedores de estos cachivaches tienen pendiente de entrega. La cifra asusta pues se habla de más de 200.000 para toda Europa en los próximos años. Sin embargo ese informe va más allá y sitúa en 4 millones la cifra de robots que acabarán en más de 50.000 almacenes por el mundo antes de 2025. Ahora ‘sólo’ están robotizados unos 4.000.
Hace unos días se publicaba el informe de ABI Research donde se indicaba algo que ya circula desde hace tiempo acerca del número de pedidos de robots industriales y de servicios que los proveedores de estos cachivaches tienen pendiente de entrega. La cifra asusta pues se habla de más de 200.000 para toda Europa en los próximos años. Sin embargo ese informe va más allá y sitúa en 4 millones la cifra de robots que acabarán en más de 50.000 almacenes por el mundo antes de 2025. Ahora ‘sólo’ están robotizados unos 4.000.
Se espera que la mayor parte vaya directamente a países de Asia y del Pacífico. Concretamente se cuenta con China, Japón y Corea del Sur. Al parecer, la principal forma en que se han utilizado los robots hasta ahora en los almacenes es únicamente para mover mercancías dentro de las instalaciones siguiendo pistas o marcadores, los llamados AMR, o los que funcionan de modo autónomo utilizando sensores y sistemas de visión, los AGV. Sin embargo eso va a cambiar y hacerse algo más complejo. La tecnología 5G podría incorporar un nuevo nivel en su desarrollo e implantación.
El comercio electrónico no para de crecer y lo hace de manera cada vez más robusta. Se espera que en los siguientes años no pare de exigir una mayor cantidad de sistemas robóticos y automatizados. Cada vez llegan más paquetes a través de centros de logística y las compañías ofrecen tiempos de envío cada vez más rápidos. No hay otra que automatizar, robotizar e incorporar modelos inteligentes en los procesos para lograr que esas instalaciones sean más eficientes.
Amazon es una de las compañías que utiliza robots para ayudar con el cumplimiento de pedidos y tiempos de entrega más rápidos. De hecho se sabe que asume el coste de que algunos de sus empleados se formen en nuevas tecnologías y estudien robótica como parte de su programa de formación corporativo. El riesgo, no obstante, de eliminación de puestos de trabajo es muy alto. No todas las empresas que se automatizan eliminan empleos como consecuencia, pero para que eso no suceda hay que tener un plan estratégico que condicione la eficiencia en crear beneficio reportable en el crecimiento en puestos de trabajo más técnicos y difícilmente sustituibles. No es fácil, hay países, empresas en general, que eso no lo tienen previsto y sólo consideran la transformación digital y la industria 4.0 como un mecanismo para rebajar costes y destruir empleo ‘innecesario’. Un error que se pagará en términos económicos y sociales en muy poco tiempo.
Aunque de momento hay anécdotas que nos pueden parecer simpáticas y/o tranquilizadoras, la cosa no es como para quedarse esperando a ver como avanza.
Era un día de operación normal, los robots se movían de forma autónoma por todo el almacén para entregar los productos a los operarios. Todo iba bien hasta que un sobre de mantequilla para palomitas se cayó de uno de los estantes (pods), fue aplastado por otro robot y esto provocó que toda la mantequilla se derramara por el piso del almacén. Esto ocasionó que algunos robots se acercaran a la zona para "ver" que es lo que pasaba, esto con el objetivo de enviar una alerta a los responsables para que lo resolvieran. Pero ninguno fue capaz de lograrlo, ya que algunos lo detectaban como un obstáculo mientras que otros sólo se terminaban resbalando, provocando choques y creando un atasco de robots. Sí, era evidente que los robots no estaban preparados para esto. Al final, los robots terminaron deteniéndose y enviando reportes de error, por lo que los encargados del departamento de Amazon Robotics tuvieron que acudir a este centro logístico para resolver el problema.
Pero no creas que esto de los robots logísticos es una cuestión sectorial. Un centenar de miles de robots para servicios están esperando ser construidos y ser entregados a los distribuidores que tienen pedidos cerrados. Cuando hablo de servicios me refiero a hoteles, restaurantes, bares, locales de entretenimiento, centros de atención ciudadana, aeropuertos, agencias de todo tipo, centros médicos y un sinfín de lugares donde la interacción entre humanos y dispositivos inteligentes sea factible. Aquí no se contemplan los denominados robots por software, ‘bots’, chatbots, sistemas expertos parar despachos legales, contables, sanitarios, periodísticos u otros. Sí, la cosa pinta que, como no entendamos que la inminencia para un plan gigantesco de reubicación y análisis de lo que va a ser el trabajo es muy cercana, lo vamos a pasar mal. No es catastrofismo, no es el anuncio de una robocalipsis, es sencillamente una alerta que exige tomar medidas de rediseño del modelo productivo y del concepto de lo que llamamos ‘contrato laboral’.
¿Alguien cree que los miles de millones de euros que se están gastando los fabricantes de coches en el desarrollo de la conducción autónoma no va a acelerar el despliegue de este tipo de vehículos en menos de una década? ¿Alguien considera que eso no va a afectar a taxistas, conductores de VTC, camioneros o transportistas? Seguirán haciendo falta los humanos, está claro, pero no haciendo lo que hacen ahora. Podría ser otra función, la de supervisar a esos vehículos, la de hacer entregas de última milla o parecido. Sin embargo, sea lo que sea, va a ser preciso que se prepare esa transición. Una transición que, por otro lado, la hemos vivido otras veces, con otras revoluciones tecnológicas y nunca fueron ni fáciles y siempre fueron lesivas, especialmente para las clases más vulnerables. La diferencia esta vez es que esa hambrienta mutación socioeconómica, estimulada por los robots y los automatismos, no se va a satisfacer sólo con empleos de escaso valor añadido. Esta vez va a por todos. ¿Que estamos haciendo para que algo que puede ser el principio de un modelo social y económico mucha más justo, equilibrado, rentable y sostenible, sea posible y no se convierta en un drama lírico?
XPO Logistics tiene planes para desplegar 5,000 robots en Norteamérica y Europa. Y es que la adopción de robots se está volviendo cada vez más asequible y exponencial, con opciones que incluyen modelos de ‘robótica como servicio’ y que logran que la tecnología esté disponible para empresas de tipo medio y que les suponía algo inalcanzable hace apenas una década. Ya no hay barreras para la adopción robótica y su rentabilidad lo hace convincente. El problema, como decía antes, sigue siendo que la bola de nieve sigue engordándose mientras baja la ladera y no hay ni Cristo que se ponga a conducirla mínimamente. Seguimos con debates ridículamente lejanos a lo que en nada nos va a explotar frente a nuestras narices.
Votaré a quién nombre un robot como Ministro del Futuro.
‘Ya sé lo que quiero ser de mayor, papá’. Así, sin anestesia, nuestros hijos suelen informarnos de sus sueños y de sus, todavía, blandos proyectos de futuro. El mío, de once años, quiere ser físico, desarrollador y programador de robots. Ya programa rutinas y no se le da mal. Sin embargo no lo será. No tal y como él imagina o yo puedo interpretar. Por primera vez en la historia es imposible saber a que se dedicarán nuestros hijos. Dentro de 15 años el mundo laboral que conocemos será una litografía en color sepia. Lo grave es que nadie está trabajando para evitar que ese parto sea doloroso. Lo evidencia cada vez más el tinglado que montan los partidos políticos en campaña electoral. Sus meriendas pre-organizadas y sus discursos diseñados al milímetro. Permitidme que sonría cuando escucho esto último: ‘discursos diseñados al milímetro’. Menos mal que los preparan, si no serían de aurora boreal.
‘Ya sé lo que quiero ser de mayor, papá’. Así, sin anestesia, nuestros hijos suelen informarnos de sus sueños y de sus, todavía, blandos proyectos de futuro. El mío, de once años, quiere ser físico, desarrollador y programador de robots. Ya programa rutinas y no se le da mal. Sin embargo no lo será. No tal y como él imagina o yo puedo interpretar. Por primera vez en la historia es imposible saber a que se dedicarán nuestros hijos. Dentro de 15 años el mundo laboral que conocemos será una litografía en color sepia. Lo grave es que nadie está trabajando para evitar que ese parto sea doloroso. Lo evidencia cada vez más el tinglado que montan los partidos políticos en campaña electoral. Sus meriendas pre-organizadas y sus discursos diseñados al milímetro. Permitidme que sonría cuando escucho esto último: ‘discursos diseñados al milímetro’. Menos mal que los preparan, si no serían de aurora boreal.
Votes lo que votes, no votaras a nadie que ahora mismo esté teniendo en cuenta lo que va a pasar en unos pocos años. A veces me acuerdo cuando hace doce años pensaba lo mismo y nadie hacía caso. Es de cataclismo intelectual comprobar el modo en el que se preocupan de los debates televisados, de las redes sociales, de la gestión de datos o del uso que ‘dicen’ hacer de la inteligencia artificial y luego comprobar como nada de eso está en sus programas, en su plan político. No lo tienen en cuenta. Permitidme que dude de que usen nada de eso. Conozco a destacados consultores políticos expertos en gestión de datos, inteligencia artificial e ingeniería sociológica aplicada a campañas electorales. He trabajado con algunos y la mayoría aseguran que no intuyen que se esté usando nada en ese sentido. En España, la campaña, ha sido tradicional porque está en manos de propuestas tradicionales, desde la ejecución tradicional y poco más. Que un debate televisivo aquí o allí se convirtiera en tema de debate lo muestra claramente, que los followers en Instagram sea noticia o que se considere que una portada en papel es relevante hoy en día, es como pensar que las encuestas no se deben publicar en la última semana de campaña. En general una lejanía de la realidad que asusta.
Ahí va un resumen muy simple a lo visto hasta ahora en la campaña electoral que se arrastra estos días por la geografía española, cansina, a ritmo de procesiones, con las saetas de siempre y la ensalada de encuestas tan interesantes como interesadas. Tenemos un partido de color rojo que se esconde porque todo le va genial mientras obvia la tormenta económica que se avecina. Hay otro de color azul que incapaz de empatizar con los problemas reales de todo un país que aun no percibe que ha salido de la crisis en términos generales. El de color naranja es el que nos ha descubierto el centro político. El centro era un punto intermedio desde que lo dijera Euclides hace miles de años. Ahora ya no, el centro es un lugar entre la derecha y la derecha. Un cuarto partido de color morado es capaz de defender a las clases populares desde su mansión con hipoteca concedida por la banca ética. Que no se diga. El de color verde no es ecologista. El verde es el quinto partido en liza. Es la irrupción de la denominada ultraderecha. Una urticaria naturalizada en el resto de Europa y que en realidad es la escisión natural del sector más conservador del antiguo partido que controlaba la derecha en su conjunto. Hay más. Desde un partido que defiende a los animales con posiciones de vergüenza ajena, al listado habitual de partidos con intereses territoriales que amenazan con imponer voluntades locales si alguien quiere o necesita su apoyo. En general, el mismo arcoíris.
Me pregunto sobre los ‘expertos’ de los partidos de siempre. ¿Dónde se han pasado los últimos diez años los estrategas de partido, los directores de comunicación y táctica política?¿De qué leches hablan cuando plantean estrategias a sus clientes? Es divertidísimo leer las propuestas de algunas consultoras políticas sobre eso de ‘estrategia de partido’ en redes sociales o ver como muchos ‘políticos’ se ven la mar de actuales poniendo un ‘@’ delante de su nombre un ‘#’ en sus eslóganes. Es que esto ya no es lo que era. Digamos que la gente va decidiendo lo que votar por otros canales que no tienen mucho que ver con la estrategia (mejor dicho, táctica) de los que llevan tanto tiempo en un sillón de alcántara, del cual, cuando se levanten no habrá manera de que regrese a su forma original del tiempo y peso que lleva sufriendo el pobre asiento.
Te guste o no, la sociedad en red (que sí, también consume tele), se nutre del debate entre las ideas que se derivan y no de la visualización de unos teatros que simulan ser nutritivos. Esos espacios, esa estrategia orgánica y viva, que no depende de órdenes directas sino de su voracidad distribuida, de que la tecnología y su enlace con lo analógico permita canalizarse, aun no ha empezado a detectar el desastre económico y social al que nos encaminamos sin remedio. Un descontento social que espera a que la ‘tele’ explique que volvemos a estar en ‘crisis’ y no una ligera ‘desaceleración’. Esto no va de mensaje, ni de líderes, es un tema más complejo. Los americanos lo inventaron pero quienes mejor lo manejan ahora son los escandinavos. Creas un entorno, derivas un mensaje, utilizas la tecnología y la dejas fluir. Luego, sólo tienes que dejar que los datos y su gestión capaciten tus decisiones electorales y tus acciones de gobierno. Se sorprenderían el uso básico e ineficiente que se está haciendo ahora mismo de todo eso en la mayoría de países europeos y la mayoría de latinoamericanos.
Pero lo importante es económico y de lo económico no se habla. Mejor dicho, si se habla no se emite y si se emite no se escucha. Da igual como lo digas. Da lo mismo que expliques la mutación de nuestro entorno. Ya no escribimos cartas, no elaboramos álbumes de fotos, nos reunimos sin estar juntos, no compramos entradas en ninguna taquilla, no se utilizan mapas callejeros, las guías turísticas son reliquias, no compramos periódicos, no visitamos tiendas de música, no conservamos nada en papel, no programamos un aparato para poder ver más tarde una película, no vamos al banco, leemos libros en pantallas digitales, conversamos en cualquier momento con personas que están a miles de kilómetros sin coste y en idiomas que desconocemos a tiempo real y las ciudades se gestionan por sistemas expertos que lo regulan todo de forma automática. Todo es distinto, pero la política se mantiene voluntariamente igual. Hierática ante los cambios que se suceden en el exterior de su burbuja.
Pero les llegará. Hoy en día las decisiones políticas se toman en base a tres criterios: presupuesto, interés partidista y capacidad de gestión. La primera la gestionaría increíblemente mejor un software inteligente que una docena de ministros de economía visto lo visto. Lo segundo, más divertido, un gestor de datos masivos capaz de trabajar en base a variables de bienestar social no dependiente de votos, podría gobernar sin esperar ‘encuestas’ o lo que fuera. La tercera es pura evidencia. ¿Quién más eficiente que un software aséptico? La política del futuro también será tecnológica y de verdad. Ya hay síntomas en algunas propuestas escandinavas que dejan en manos de software algunas ‘decisiones’ de interés público. En un par de décadas el escenario político también será muy distinto. Tal vez antes. No hablo de ideología, nuevos actores, ni tan siquiera de líderes modernos ofreciendo respuestas modernas. Me refiero a que, a la política, también le llegará la disrupción, su transformación digital poco tendrá que ver con los procesos técnicos, que también, sino con los modelos de decisión y estrategia ejecutiva. Tardará porque se van a defender, pero llegará.
El camino será el mismo del de otras ‘industrias’. Pasaremos de un escenario en el que los partidos proponen y la sociedad dispone, a otro en el que la sociedad exigirá y los partidos se adaptarán a esas peticiones. Para ello hará falta mucha democracia, viva y constante, automatizaciones, aceptación de que las deducciones estratégicas y políticas pueden establecerse mucho mejor a partir de la interpretación de los datos masivos y de la inteligencia artificial. No es ciencia ficción. Tiene poco de ficción y mucho de ciencia. Como ejemplo decir que existen compañías cotizadas en Japón que están siendo dirigidas por un software. En concreto hablo del caso del cerebro digital ‘Vital’ de la empresa Aging Analytics. Un CEO digital que gobierna una multinacional y que tiene voto de valor en un consejo de administración que está a sus órdenes. Por cierto, el incremento de facturación y beneficios ha permitido que se le renueve el contrato indefinidamente.
La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política es potencialmente viable. ¿Por qué van a ser los políticos los únicos a los que no les afecte ese futuro mundo sin empleo? Yo lo tengo claro visto lo visto. Yo votaría a un robot. Seguramente falta tiempo para que pueda depositar mi voto en una urna digital para votar a un software con una ‘ideología’ técnica, pero, mientras eso no llega, veamos a qué se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber por qué, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guión de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se dará cuenta de su presencia. Tanto tiempo ralentizando el mundo, tanto tiempo derivando sus responsabilidades, jugando a sus juegos de tertuliano de bar, tanto tiempo hablando de ellos mismos, que nada cambiaría con su presencia. Fin del juego.
Propuse hace tiempo que se considere la opción de crear un Ministerio del Futuro. Parece absurdo pero no lo es. Hay países que tienen cosas parecidas. Un departamento transversal que analice de manera objetiva la que se nos viene encima. ¿Quién mejor que un software inteligente para llevarlo a cabo? ¿Quién mejor que un robot para un cometido como ese? No estoy de coña, es que corren tiempos nuevos que nadie interpreta correctamente. Seguimos con ideas de siempre (todos), estrategias de pena (la mayoría) y tácticas de gente desconectada de la realidad (en general). Cuando la realidad haga ‘turn on’, va a ser divertido. El mundo sigue su curso hacia un escenario con poco empleo o hacia un tipo de empleo muy distinto. Todo lo que pueda ser automatizable, lo será. Periódicos sin periodistas, bibliotecas sin bibliotecarios, bares sin camareros, tiendas sin vendedores, empresas sin directores, taxis sin taxistas, hoteles sin recepcionistas, transporte sin transportistas, clínicas sin doctores y, quien sabe, parlamentos sin políticos. ¿Para qué se precisa un político humano?
Tecnología, pensiones y miopía política. El desastre bíblico que se avecina.
Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal.
Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal.
Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. Podemos seguir tocando la flauta, insistir en debates sobre banderines o atender a los chanchullos del político de turno, pero el problema se avecina y, al parecer, la decisión tomada por nuestros políticos es la de no hacer nada relevante y de valor que pudiera cambiar el asunto. Nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Lo jodido no es que esto parezca inevitable, no, lo peor es que en otros países las medidas para enfrentarse a este Miura es totalmente distinta.
Pero vayamos por partes. Parece ser que el Consenso Económico para el primer trimestre de 2019 refleja un deterioro progresivo de las expectativas de crecimiento de nuestro entorno. Algo que no hace más que reforzar la urgencia de la toma de decisiones, decisiones que de momento no hay manera que nadie tome con algo de luces largas. La desaceleración se extiende a la mayor parte de las economías del mundo y se puede ver con especial preocupación la situación de nuestra Unión Europea. ¿Porque pasa esto? por varias razones detrás de las cuales está una revolución tecnológica que va arañando las estructuras económicas mientras nadie hace absolutamente nada.
La primera es que la eurozona se desfonda. Muchos de los indicadores de la economía internacional reflejan una ralentización de la actividad. La pérdida progresiva de pulso en la actividad económica europea se prolongará durante los próximos meses. A las vez que el Brexit se enquista, la economía española va retocando sus previsiones de crecimiento desde hace meses a la baja de manera periódica. Así duele menos. La menor velocidad del aumento del PIB de otros grandes países europeos comprime la demanda externa y lo complica todo.
Sin embargo el gran asunto es cómo convertimos en una oportunidad histórica el hecho de abrazar un cambio socioeconómico provocado por un revolución industrial y tecnológica como nunca antes ha habido. El reto demográfico es el mayor desafío y riesgo social y económico al que nos enfrentamos y sólo la tecnología asociada y aplicada es capaz de darnos una solución. No hay otra. Ni la subida de impuestos, ni la inclusión constitucional de una pensión digna va a garantizar su estabilidad y supervivencia, ni pactos en Toledo o en Cordobilla de Lácara. Sólo será factible si conjugamos adecuadamente productividad, eficiencia, tecnología y garantías sociales.
No somos conscientes del desafío demográfico. Ni los ciudadanos ni las empresas ni los políticos entendemos en términos generales la gravedad del problema. Entre las opciones planteadas para abordar el reto las más respaldadas son la promoción de la inmigración ordenada, el fomento de la natalidad y, en menor medida, incentivar la actividad laboral de los mayores, si bien los encuestados creen que lo más eficaz sería adoptar todas a la vez. Pocos se plantean asumir que este modelo está finiquitado, que ya toca fondo y que es insostenible. No lo es bajo los parámetros de una economía incierta, analógica y dependiente de ciclos. Toca otra visión, otro modelo, toca equilibrar el valor tecnológico con el peso de lo social.
En España y el resto del mundo, la tónica dominante es de desaceleración de la actividad. Algo que acentuará cada vez más, gobierne quien gobierne, el problema demográfico y de pensiones. La renta universal se irá planteando como opción inclusive antes de tener el modelo resuelto. La idea que se nos va a presentar erróneamente, pues sólo será un parche, será una especie de jubilación flexible. Las dos razones más importantes de la no sostenibilidad del sistema español de pensiones son la disminución del número de trabajadores en proporción al de pensionistas y el aumento constante de la esperanza de vida. Teniendo en cuenta estos dos factores, y otros que amenazan la supervivencia del modelo actual, ¿cómo se puede plantear un sistema soportable? Con tecnología, con una economía capaz de producir más con menos. Con eficiencia, competitividad y con estrategia de transformación social y de estructura de crecimiento. Todo lo que ahora nadie plantea en ninguno de los programas ‘electorales’ que se presentan.
Como parches tenemos varias opciones. Ninguna resuelve el asunto de verdad, el de un mundo automático con menos empleo, empleos temporales y con cada vez más gente sin nada que hacer. Algo que evidencia la solución: un sistema productivo tecnológico, vinculado a la sociedad del conocimiento, reconvirtiendo industrias que ahora parecen muy eficientes pero que en breve lo dejarán de ser en un mundo global y apartándose del modelo de crecimiento cíclico y de escaso valor.
Escucharemos que sería bueno elegir la edad de jubilación, dentro de un rango amplio, sabiendo las consecuencias que dicha decisión tiene en términos de descuento o mejora de su pensión. También que, cualquiera que sea el criterio para elegir la edad de jubilación, se pueda compatibilizar de forma eficaz la pensión con la actividad laboral remunerada. Otros dirán que habría que ajustar automáticamente la edad de jubilación en función del aumento de la esperanza de vida. Parches, luces cortas.
Pues vamos a buscar el modo de que tú que rozas los cuarenta, y yo que rozo los cincuenta, tengamos pensiones dignas. De tus hijos y los míos no hay que preocuparse pues sus pensiones ya serán por definición ‘rentas mínimas’ a las que nosotros no llegaremos. Y es que, de momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar.
Y los escucharemos, a los políticos y derivados, hablar de que las pensiones por aquí o por allí, que hay planes de solución, modernización, impulso de la economía digital y meriendas de todo tipo. Pero la verdad es que hablar de digitalizar es ir muy por detrás de otros. De lo que hay que hablar es de inteligencia cognitiva. Hola Pedro, Pablo 1, Albert, Pablo 2, Santiago… ¿sabéis la diferencia que hay entre inteligencia artificial e inteligencia cognitiva? Sería interesante, así igual lo podríamos incorporar en los planes de desarrollo económico de una sociedad moderna y competitiva. Es sólo un ejemplo anecdótico de cuanto hay que poner en las comisiones de trabajo político.
Veamos el motivo. El motivo de la urgencia. En dos años, España ha caído cinco puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. Nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo. Atraemos talento y capital riesgo pero se rentabiliza muy mal. Países como Irlanda crean 146 startups al día, centralizan el mayor volumen de inversión anglosajona y generan más empleo tecnológico que nadie. Alemania lidera la tasa de robots y automatizaciones por habitante rozando el pleno empleo. Francia invierte un presupuesto público 23 veces más que el nuestro en el desarrollo de la Industria 4.0 esperando volcar el modelo de crecimiento actual lo antes posible. Las pensiones dependen de ello como decíamos. La garantía de cubrir las pensiones del futuro está más cerca de esos modelos que no del nuestro. Lo digo a título personal como futuro pensionista francés, irlandés y español por haber trabajado en todos esos países.
Y es que agota el debate político. Lo vivo en mis colaboraciones televisivas. Es imposible introducir temas de interés real y sólo es factible hablar de exhumaciones, lazos y fichajes sin interés en listas electorales. Seguimos siendo una potencia económica, cierto, pero persisten un enorme paro y un desequilibrio en el poder adquisitivo que desemboca en la creación de un estadio social llamado ‘pobre asalariado’. Un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser, algún día, por lo menos, un mileurista. Los que deberían de pagar las pensiones no están ni para pagar el alquiler.
Mientras España vive en la inopia, lo relevante sigue su curso. El 80% de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre ‘digitalizarse’ y ‘transformarse digitalmente’. Lo demuestra que sólo el 20% de las pequeñas y medianas empresas de España no usaba ningún tipo de solución de cloud computing. Apenas un 25% de esas mismas compañías apostó por formar a sus trabajadores en competencias digitales, lo que demuestra que, aunque hubiera un plan, de momento hay poca predisposición a aprovecharlo. Así va a ser complicado. Depende de que empresarios y trabajadores lo vean como prioritario pero también que alguien les estimule a verlo. Fiscalmente por ejemplo, como hacen un buen número de países que nos están adelantando y, de paso, asegurando sus pensiones.
Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Hay que darse prisa y hacerlo con inteligencia y conocimiento. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.
Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.
Y es ahí cuando de repente te tienes que zampar el discurso de que ‘los robots pagarán nuestras pensiones’ y que ‘deberán cotizar a la seguridad social’. Tela marinera. Hay quien considera, como decía al principio, que los robots nos lo van a solucionar todo y por arte de magia y sin estrategia previa. Algo que, me vais a perdonar es más que revisable. Un robot puede ser una pantalla táctil o un algoritmo informático. Un robot que no ves. Por lo tanto nunca habrá un robot que sustituya al humano y cotice por él, porque muy probablemente no habrá un robot, sino que sea algo intangible como un software. Por lo tanto, cuando hablamos de que un robot pague las cotizaciones sociales en realidad nos estaríamos refiriendo a que sea la tecnología la que cotice a la seguridad social más o menos. Por supuesto eso parece una soberana tontería.
Esto en realidad esconde lo de siempre: una subida de impuestos a las empresas. Y es una malísima idea. Un impuesto sobre la tecnología castigará los sectores que apuesten por un cambio tecnológico, por ser competitivos y exonerará a los que sigan sin apostar por un modelo menos tradicional y analógico. Estar en manos de esta gente es desesperante.
O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos.
Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez. La inercia, en este caso, solo conduce al desastre. Mi consejo, haz ahora lo que siempre has querido hacer, tal vez, cuando te jubiles no puedas pagártelo. Veremos a que llamamos clase media en unos años.
Pic: Rybakov
Políticos miopes hablando de una hipotética ‘recuperación' económica.
Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo.
Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo.
Y vamos a pasarlo mal. De nuevo. La magnitud está por definir pero es evidente que haber dado por finiquitada la crisis ha sido un error que vamos a pagarlo caro. Para empezar el mayor error cometido fue llamarle recuperación a la salida de la crisis. ¿Quién quería ‘recuperar’ el modelo anterior? ¿Sinceramente alguien considera que la solución al desastre es replicar la estructura económica que lo fabricó? De ahí que esa sensación de mejora económica se sustenta en sueldos bajos, contratos temporales o de media jornada, paro de larga duración, la tasa de jóvenes incapaces de ocuparse por primera vez más alta de nuestro entorno, una reducción importante de cobertura social, la liquidación del fondo de reserva de las pensiones, una contratación de aurora boreal de empleados públicos para maquillar las cifras y, finalmente, en un contexto de deuda pública rozando el 98% del PIB y un déficit sin dejar de subir.
Una recuperación hipotética que mantienen enarbolando unos y otros según la franja de legislatura que les atañe. Los primeros aseguran que, tras salvarnos del cataclismo, crearon los cimientos de una recuperación a base de reformas, decisiones difíciles y cuentos varios. Los segundos dicen que en ocho meses han logrado plantear estrategias para afianzar la calidad definitiva de la grave situación económica que hemos vivido en los últimos diez años. Y la verdad es que es de vergüenza ajena mires donde mires. Ni nos sacaron de la crisis ni se han creado los mecanismos para aprovechar la teórica bonanza.
España sigue siendo un país, como hoy se puede comprobar en los datos de empleo, dependiente de ciclos, sectores de escaso valor añadido y con un modelo inspirado en una economía que sigue sin mirar al futuro con garantías. Venimos de un enero nefasto. Los 204.865 empleos menos en el peor enero desde 2013 muestran que la subida del salario mínimo hasta los 900 euros, podría estar destruyendo 125.000 empleos netos y de golpe.
Un país en el que es muy complicado crear una empresa, por lo menos mucho más que en otros países. Siempre pongo el ejemplo de lo que me costó montar una compañía tecnológica en Irlanda. En total, tras todos los trámites, fueron unos 11 minutos. A partir de ahí pude empezar a trabajar, contratar personal y facturar. Durante tres años, si no alcanzabas los 300.000 euros de facturación anual no pagabas un buen número de impuestos. Digamos que eso lo facilitaba todo bastante. El número de empresas tecnológicas, el bajo índice de empresas que no superan los primeros años de vida y el nivel de modernización y ocupación de la economía celta es envidiable. Comparar es feo.
Pero sigamos. En un país en el que los que tienen que liderar este asunto siguen en sus asuntos, lejos de la realidad económica, lejos del drama de millones de personas y muy lejos de la capacidad de estructurar una estructura de crecimiento económico tecnológico, no se puede decir que ‘hemos salido de la crisis’. Un momento económico que parece desestimar el tsunami que se acerca por dos vías:
La primera ola vinculada a la economía tradicional en nuestro entorno, nuestros clientes. En la zona euro se prevé un crecimiento en 2019 del 1,5%, pero los signos de debilidad de la actividad y de la confianza se acumulan. El motor de la economía europea, Alemania, da muestras de estar roto. Ha reducido su previsión de crecimiento para este año hasta el 1% frente al 1,8% inicialmente previsto. Ll que se llama crecimiento nulo. En Francia el retraso en proceder a reformas económicas y a reducir el déficit público, está conociendo un fuerte bache de su economía, cayendo del 2,3% al 1,5%. Lo que se llama parón. Gran Bretaña ha hundido sus previsiones de actividad, que han bajado del 2,8% de antes del referéndum del Brexit al 1,3%. Lo que se llama darte un hostión. Italia, que ya ha entrado en recesión con una deuda pública del 132% del PIB. Lo que se llama ‘mirarse en el espejo griego’.
La segunda ola es menos evidente y suele tener muchos menos adeptos en la política o por desconocimiento o por abulia. Se trata de la sustitución de los modelos productivos, del modelo de crecimiento, de la tecnología aplicada indispensablemente a toda la cadena de valor nominal de la economía española. Los datos son muy preocupantes. El saldo por turismo en España se contrajo un 0,3% en 2018, hasta los 40.455 millones de euros. Aunque el sector turístico y de viajes registró un superávit de 40.455 millones de euros el pasado año, ese dato supuso una contracción del 0,3% en un ejercicio en el que el turismo sufrió un frenazo al crecer por primera vez en una década menos que el PIB. Que tu principal motor económico crezca por debajo del PIB no debería de ser una mala señal. Si eso fuera la evidencia de que hay otros sectores que crecen adecuadamente para sustituirlo como punta de lanza estaría bien, pero no es el caso.
Resulta que la industria española está peor de lo esperado y entra en recesión. El sector manufacturero español ha entrado en recesión por primera vez desde noviembre de 2013 al registrar 49,9 puntos en el índice de referencia PMI de febrero. Este índice cayó desde el nivel de los 52,4 puntos registrado en enero poniendo fin a más de cinco años de crecimiento continuo del sector industrial. El nivel por debajo de 50 puntos detecta ausencia de cambios en la actividad manufacturera y ese es el gran problema. Aquí no hay estímulos a la modernización, a la inversión tecnológica. Lo peor es que el Indice de Producción Industrial cayó un 3% en 2018, lo que es realmente muy preocupante al ser el país de la zona euro donde más cayó. Mucho discurso sobre temas que poco afectan a nuestra vida real y que como no se tomen medidas, urgentes y poco debate realmente importante sobre como pensamos afrontar la modernización del modelo productivo, la sustitución del empleo por automatismos, el liderar las tecnologías asociadas a la inteligencia artificial y las propuestas para que los emprendedores puedan competir con su entorno.
Es tan triste ver cómo el debate político sigue anclado en lo territorial, las políticas de género, la exhumación de Franco u otras cosas que aunque son importantes no son esencialmente estratégicas. No por lo menos para que nuestros hijos puedan tener un futuro sin hipotecas, sin subsidios que los aten de por vida o con una dependencia inédita de las políticas públicas. Todo importa, pero sin una creación de riqueza a medio plazo notable, competitiva y moderna no se podrá repartir nada y, entonces, a eso que llamamos recuperación de la economía le vamos a llamar recuperación de la crisis.
¿Globalización 4.0 o Humanización 4.0? Personas por la globalización o globalización por las personas?
La pregunta es si estamos ante una era de ¿personas al servicio de la globalización o globalización al servicio de las personas? En base a eso ya tenemos nuevo ‘palabro’. Globalización 4.0. Se trata del concepto que estos días en Davos está dando nombre al paraguas bajo el que se derivan los debates entre expertos y dirigentes mundiales. Vamos a ver que significa y porque es importante que empecemos a incorporarlo a nuestro radar diario. Tengamos en cuenta que en el encuentro de este año, los del World Economic Forum, aseguran que aunque no estamos en la puerta de una nueva recesión sí podríamos estar sentados en la antesala de una crisis algo más leve que la anterior.
La pregunta es si estamos ante una era de ¿personas al servicio de la globalización o globalización al servicio de las personas? En base a eso ya tenemos nuevo ‘palabro’. Globalización 4.0. Se trata del concepto que estos días en Davos está dando nombre al paraguas bajo el que se derivan los debates entre expertos y dirigentes mundiales. Vamos a ver que significa y porque es importante que empecemos a incorporarlo a nuestro radar diario. Tengamos en cuenta que en el encuentro de este año, los del World Economic Forum, aseguran que aunque no estamos en la puerta de una nueva recesión sí podríamos estar sentados en la antesala de una crisis algo más leve que la anterior.
Mi opinión, en todo caso, es la misma de hace años. Mientras ellos decían que no era para tanto y se reían de Roubini, yo mismo escribía sobre el brutal escenario que se nos venía. Ahora, lo que tengo claro es sólo una cosa: no hemos salido de una que ya entra la siguiente. Cuando llueve en tierra mojada se inunda más fácilmente. Las crisis políticas, la volatilidad del mercado y las advertencias de ganancias establecen ese escenario sombrío en Davos. El año 2018 terminó con una severa crisis de volatilidad de los mercados que hizo que las acciones de todo el mundo cayeran en picado. Al final del año, mientras tanto, casi todas las principales clases de activos terminaron en rojo.
Según Klaus Schwab, fundador y chairman del World Economic Forum, los desafíos asociados con la Cuarta Revolución Industrial coinciden con el rápido surgimiento de restricciones ecológicas, el advenimiento de un orden internacional cada vez más multipolar y una creciente desigualdad. Estos sucesos integrados, están marcando el comienzo de una nueva era de globalización. Si esta nueva era va a mejorar la condición humana dependerá de si los gobiernos y las relaciones entre instituciones y sociedad se ejecutan adecuadamente.
Sin dejar de mencionar a Klaus Schwab, ‘vivimos un ritmo sin precedentes en lo que llamamos cambio tecnológico y esto significa que nuestros sistemas de salud, transporte, comunicación, producción, distribución y energía se transformarán completamente. Gestionar ese cambio requerirá no sólo de nuevos marcos para la cooperación nacional y multinacional, sino también de un nuevo modelo de educación, complementado con programas específicos para enseñar nuevas habilidades a los trabajadores. Recurriendo a avances en robótica e inteligencia artificial en el contexto del envejecimiento de las sociedades, tendremos que pasar de una narrativa de producción y consumo a una de compartir y cuidar a las personas’.
Ahora bien, aceptando que a esta etapa la podemos llamar Globalización 4.0, derivada de los efectos de la Transformación Digital de nuestro mundo, de la afectación de la Industria 4.0 en la economía y en la sociedad, la atención deberá centrarse, tarde o temprano en otro llamado ‘humanización 4.0’ puesto que mientras en el Foro Económico Mundial de Davos los líderes políticos y económicos del mundo se reúnen para ver cómo seguir manteniendo el actual modelo económico, el 65% de la población piensa que las instituciones y empresas no están afrontando la creciente desigualdad o que el 57% de las personas empleadas del planeta piensan que la organización en la que trabajan se ve perjudicada por los vigentes tratados internacionales de comercio.
Existe una gran brecha entre los debates mantenidos en Davos y las preocupaciones reales de las personas. En Davos se habla de Globalización 4.0, pero tal vez deberíamos ir hablando también de una Humanización 4.0 en la que, la robotización, la inteligencia artificial, el blockchain o la automatización de todo se conviertan en las herramientas que mejoraran nuestra vida en general. ¿Es la globalización 4.0 la maquinaria capaz de establecer un mundo con una verdadera Renta Mínima Universal que no sea miserable? ¿Es la Humanidad 4.0 una sociedad sin empleo pero capaz de superar el reto que eso supone? Al final esto va de estructurar la Industria 4.0, generando una Globalización 4.0 a fin de que podamos ser una Humanidad 4.0. No quiero ni pensar, porque me explota la cabeza, cuando empecemos a hablar de los 5.0.
El peligro de unos presupuestos que van en dirección contraria.
El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.
El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.
Y es que no aprendemos. El modo que mejor conozco para interpretar la proyección económica que se avecina es a partir del análisis de los presupuestos generales que un gobierno presenta y, por derivación, de su capacidad para aplicarlo. Así ha sido siempre y en la mayoría de las ocasiones, la tipología presupuestaria cómo la que ha presentado el gobierno de Sánchez, nos ha llevado a un desastre importante si ha sido con el ciclo económico a pie cambiado. El primer intento de poner en práctica políticas expansivas en democracia fue del gobierno socialista de Felipe Gonzalez. Partía de una tasa de paro, inaceptable para un país que quería plantearse su ingreso en Europa, del 16,6%. De la promesa para crear casi un millón de empleos se pasó a la cruda realidad y que supuso la terrible cifra de paro de un 22,8%. Más tarde lo volvió a intentar Zapatero. La situación no era mala, la economía iba como un tiro y se crecía como nunca. El empleo se creaba automáticamente gracias a un modelo económico que necesitaba revisión y preparación para más que posible desaceleración. Algunos lo avisamos poco después. A principios de 2007, mucho antes de que explotara todo, se nos llamaba ‘agoreros’ a los que gritábamos que se avecinaba una explosión brutal del modelo expansivo.
La miopía o desidia sobre el análisis de una realidad económica que no aventuraba nada bueno, le sobrevino la acumulación de déficit en cuanto se quiso amortiguar el desastre inicial. Se le llamó ‘pequeña desaceleración’ y nos comimos un déficit comercial y otro, de regalo, en el sector público. El crecimiento se paró y se reprodujo algo que tiene un consenso unánime: España no crea empleo por debajo de un crecimiento del 2,3%. De ahí, a los diez años que vinieron de crisis, recesión e, incluso, depresión, todo fue un castillo de naipes. El paro superó el 25% y el que afectaba a los jóvenes alcanzó cifras tercermundistas. Las medidas, una vez se vio inevitable el hostión, fueron puramente expansivas de nuevo, gasto y más gasto poco estratégico que supuso el alejamiento a un planteamiento necesario para modernizar el modelo productivo. El uso de dinero impreso artificialmente pasa factura.
Y la catástrofe llegó. Atendiendo a los que gobernaban, lo hizo sin avisar. Y ahora tenemos otro intento expansivo. El del gobierno legítimo de Pedro Sánchez. Su voluntad, a tenor de unos presupuestos de aurora boreal, es la de estimular la economía a partir del gasto y de la protección social. Para ello, el truco consiste en incrementar la recaudación a la vez que advierte que no sube los impuestos casi a nadie. El gobierno actual ha reinventado las matemáticas. Por experiencia sabemos que las crisis económicas que ha vivido España han sido estimuladas por la coyuntura internacional y dinamizadas por la acción política local. Tras épocas de bonanza vienen otras de estancamiento y es en éstas que es imprescindible establecer modelos de gasto estratégicos que sitúen el esfuerzo anterior en un espacio de competitividad y modernidad. Ni antes ni después. Sin embargo, visto lo visto y viendo lo que veremos, una nueva oleada de millones se irán depositando en agujeros no productivos para garantizar el aplauso fácil y rápido, pero que a la vez irán envejeciendo un modelo de crecimiento cíclico cada vez menos competitivo. Al final, el resultado será el de siempre: paro y una crisis a medio plazo. Hay manera de revertirlo pero hay que saber dónde, cómo y con quién.
¿Sabías que el 40% de los trabajadores ocupados en investigación y desarrollo en nuestro país tienen contratos temporales y precarios? Nadie niega que las coberturas de una sociedad moderna como la nuestra deba de cubrir obligatoriamente a todos sus ciudadanos. Para ello las políticas sociales deben ser prioritarias, pero no es menos cierto que acentuarlas a expensas de un castigo recurrente a la fuerza productiva, tecnológica o de vanguardia, es un suicidio a medio plazo. Subir el salario mínimo es algo de pura decencia social, pero esperar que eso genere empleo es muy naif. En un país como este, dónde el principal problema que tiene, y que va a tener, es el paro, proponer medidas que compliquen la generación del mismo es una irresponsabilidad brutal. Hace muchos años describíamos esto como una especie de ‘realismo socialista’.
Los presupuestos que se están discutiendo y que se aprobarán sí o sí, son un peligro formidable. Está claro que no hay ecuación de segundo grado capaz de resolver que se llegue a una recaudación récord de 227.000 millones de euros, a la vez que no le subes los impuestos a ‘todos’ como se dice. Tampoco es demasiado creíble que un país que ha iniciado una desaceleración, tal y cómo demuestran las sucesivas revisiones a la baja del crecimiento del PIB previsto, vaya a recaudar más que nunca y eso no genere consecuencias. No sale bien nunca. Subes impuestos a sectores productivos tecnológicos y a la vez esperas que las empresas tecnológicas elijan tu país para prosperar. Ni de coña. Eso sí, mientras tanto te montas un ‘tour’ exponiendo la nueva ley para startups que así nos entretenemos todos y te olvidas de aplicar inversión al I+D de manera ordenada. Con el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado ya presentado, se puede comprobar que el gasto del Gobierno en investigación, desarrollo e innovación sigue siendo algo secundario. Ante un récord de recaudación y gasto, el I+D español solo sube un 5%, lejos todavía de los 8.200 millones de euros que se destinaron en 2009.
En la carta que le escribí a Pedro Sánchez le pedía que trabaje en el cambio del modelo productivo de este país, para que sea capaz de enfrentarse al desafío del futuro inmediato. Una carta que no quiso ser dramática, sólo proyectar un futuro de vanguardia, el que merecemos, el que se supone debe darles una sociedad con menos empleo humano y más tiempo para ser humano. Un modelo básico que otros países han empezado a tener claro y que supone abrazar la tecnología industrial para afrontar la robotización de todo. Pero nada, seguimos en el lodazal. Y es tremendamente preocupante la falta de conciencia de que todo ha cambiado y lo ha hecho muy rápido. Que aquello que unos llamaron recuperación no recuperó nada, que el hipotético viento de cola no era más que una brisa y que ahora es viento de cara. Suave todavía, pero que ganará virulencia. Volverán a llamarnos agoreros, mesías de la recesión, gurús de la tecnología como solución, lo dirán, seguro. Pero el susto será mayúsculo de nuevo, porque muchos seguirán evitando los datos que advierten del desastre diciendo que sólo son coyunturales. Que al igual que hizo el estadista Zapatero, ante la ‘desaceleración’, aumentan el gasto. Ante la crisis, optimismo tributario. Ante el colapso siempre saldrán los que dijeron que era inevitable y que nadie lo pudo ver venir. Pues eso, lo dejamos aquí escrito.
El debate económico se olvida peligrosamente de lo relevante.
Ayer, como cada semana participé en el programa ‘Liarla Pardo’ en La Sexta. Es un programa divertido, a tiempo real, frenético, que aborda muchos temas en apenas dos horas y que, como pasa en la televisión, el tiempo es oro y un minuto sabe a una hora. La verdad es que es un lujo ser parte de todo ello a la vez que, también, sirve para darme cuenta de cómo se generan los criterios informativos de actualidad. Al igual que prácticamente todas las cadenas, radios y diarios escritos en digital o en papel, el tema económico de estos días fue ‘las consecuencias del decreto sobre el impuesto a los Actos Jurídicos Documentados que el gobierno de Pedro Sánchez aprobó en el pasado Consejo de Ministros y que empezará a aplicarse hoy mismo desdiciendo al Tribunal Supremo. Que se trate esto es normal. Sin embargo, a veces tengo la sensación de que lo relevante, lo que de verdad va a modificarlo todo en breve, no aparece y, en consecuencia por falta de desinformación, no se le puede exigir a nuestros gobernantes que lo tengan en cuenta.
Ayer, como cada semana participé en el programa ‘Liarla Pardo’ en La Sexta. Es un programa divertido, a tiempo real, frenético, que aborda muchos temas en apenas dos horas y que, como pasa en la televisión, el tiempo es oro y un minuto sabe a una hora. La verdad es que es un lujo ser parte de todo ello a la vez que, también, sirve para darme cuenta de cómo se generan los criterios informativos de actualidad. Al igual que prácticamente todas las cadenas, radios y diarios escritos en digital o en papel, el tema económico de estos días fue ‘las consecuencias del decreto sobre el impuesto a los Actos Jurídicos Documentados que el gobierno de Pedro Sánchez aprobó en el pasado Consejo de Ministros y que empezará a aplicarse hoy mismo desdiciendo al Tribunal Supremo. Que se trate esto es normal. Sin embargo, a veces tengo la sensación de que lo relevante, lo que de verdad va a modificarlo todo en breve, no aparece y, en consecuencia por falta de desinformación, no se le puede exigir a nuestros gobernantes que lo tengan en cuenta.
En todas partes se habla siempre de lo inmediato. Se abusa de la táctica y se deja de lado la estrategia. Vivimos con la sensación de que la inercia nos lleva a algún lugar llamado futuro y, en realidad, es más que probable que ese futuro sea un barrizal. Lo va a ser sino se aplican medidas que vayan preparando una nueva estructura de crecimiento económico y un espíritu crítico sobre lo que vamos construyendo. El problema radica en que asegurar ese futuro requiere de medidas complejas, de esfuerzos comunes y de decir las cosas muy claras. Un futuro sin empleo o un futuro con un empleo distinto se avecina a paso firme. Un futuro con un modelo social, cultural y económico muy distinto que requiere de un presente político también muy diferente.
Un gobierno no debe intervenir en todo. Desde mi punto de vista debe liderar, marcar un modelo a seguir, estimular los cambios favorables y resistirse a los que vienen en sentido negativo. Para ello, no obstante, habrá que entender que tipo de escenario realmente es el que está ahora mismo conformándose. Para ello, también, la oposición u otros deberían estar al día del mundo que se está forjando en todas partes. Para ello los medios deberían de abandonar el titular fácil sobre robots que no existen y empezar a tratar los temas de lo que realmente lo modificará absolutamente todo en menos de una década.
Sus señorías, en diversos países de Europa, se enorgullecen en sus teatrillos tecnológicos. El ridículo, habitualmente, es monumental cuando un político habla de aspectos tecnológicos, de transformación digital o de la repetida Industria 4.0. Es de vergüenza ajena escucharlos, incluso a los que aseguran saber de lo que hablan. Hay ejemplos por todas partes pero en algunos lugares son de aurora boreal. Lo grave no es sólo que no tengan remota idea de lo que se avecina, que lo que saben proviene de lo que les suena, del derivado murmullo de algún colaborador ducho en el uso de twitter o que, por afición tecno-snob, le mola mucho Fornite. Lo realmente dramático es que nos vamos a dar un hostión de dimensiones bíblicas como esto no pase del discurso al efecto.
El presidente Sánchez afirmó en el Summit de Madrid que quiere convertir nuestro país en un ‘país startup’. Es el mismo que considera mantener y reforzar el ‘Exit-Tax’, un impuesto que castiga al modo natural de fundación y crecimiento de este tipo de empresas de corte tecnológico.
El mismo Sánchez afirma, tras entrevistarse con el CEO de Apple, que ambos (sic) discutieron sobre el futuro tecnológico y los retos que lo digital supone para todos. Se olvidó de comentarle que desde ya mismo Apple y todos esos actores del futuro tecnológico iban a tener que pagar un impuesto nuevo vinculado a que son ‘grandes empresas tecnológicas’ y poco más.
Las ministras de Sánchez afirman una y otra vez que los presupuestos generales para 2019 son un ejemplo del futuro que nos espera. Lo dicen sabiendo que ‘la escasa inversión tecnológica y en enseñanza’ es imperativo a cambio de incrementar de manera considerable el gasto corriente. No me voy a extender, ya habrá tiempo. Siempre hay tiempo.
Hace casi 12 años, cuando nadie o muy pocos explicábamos algo sobre la que se nos venía encima, se nos tachaba de ‘catastrofistas’ o ‘antipatriotas’. Ahora se nos dice que somos muy pesados con eso de que viene un mundo tecnológico que no se va ajustar por arte de magia. Se nos dice que ‘el público quiere saber como le afecta la economía en su día a día’. Estoy seguro que eso es cierto, pero, al igual que hace algo más de una década, si se hubiera explicado mejor lo que estaba pasando y lo que iba a pasar, el sufrimiento hubiera sido menor, ahora tal vez, si se hablara más de las necesidades económicas del futuro inmediato el batacazo sería más leve.
Hay una resistencia social a discutir sobre ese futuro económico que no estamos preparando. Es mucho más interesante vivir en la misma inopia que ya vivimos hace unos años. Cuando los casi 300.000 pedidos de robots industriales destinados a servicios se empiecen a entregar a sus compradores en los próximos dos años, veremos como reacciona esa sociedad que ahora se indigna por un impuesto notarial. Esos que se manifiestan junto a los dirigentes políticos que menos hablan de este futuro económico inexistente en su paisaje electoral.
Pero hay otra derivada que me tiene, otra vez, acojonado. Esa apatía de los medios de comunicación. Preocupante por lo que no dicen, pero terrorífico por lo que sí dicen. Cerrar un informativo con un ‘render’ de un presentador de televisión que simula dar las noticias mimetizando a otro real es de risa, por no decir de llanto. La noticia la han titulado todos los medios como ‘el presentador del futuro’ y lo han descrito como una especie de ‘holograma con inteligencia artificial’. ¡Como lo oyes!
España puede aprovechar la enorme capacidad que tiene para liderar esa nueva era industrial y digital y consolidarse a medio plazo como una región próspera. Un entorno económico capaz de favorecer la renta mínima universal, las jubilaciones garantizadas y la automatización de los servicios públicos no se crea solo, se debe establecer los mecanismos que lo permitan. En lugar de ver como lograrlo, se mantienen debates de siglos anteriores, embarrados en la disputa estéril del debate de siempre. Es agotador. Mientras otros países trabajan en la respuesta social, económica y política que necesita ese futuro, donde la educación y las leyes sean adecuadas a ese cambio, aquí seguimos mirando de lejos el concepto de la Cuarta Revolución Industrial.
Si cuando en España se ataban los perros con longanizas hubiéramos invertido todo aquel capital en digitalizar la economía nuestro PIB rozaría el de Canadá. Seríamos tan ricos como Canadá. A cambio nos pusimos a construir, a replicar modelos cíclicos y a asentar la mayor crisis que hemos vivido muchos de los que estamos vivos hoy en día. Quienes tenían la oportunidad de haberlo evitado no se atrevieron, mantuvieron los modelos y se alejaron de las opciones para conquistar el futuro. Ahora, guardando las diferencias, vivimos algo parecido. El futuro allí a lo lejos, nosotros aquí haciendo lo mismo de siempre.
El futuro del marketing: de la agencia al laboratorio.
La semana pasada estuve en Santiago de Chile primero y en Quito después. En concreto para ofrecer dos conferencias parecidas aunque con dos enfoques muy distintos. La primera fue con motivo de la Feria que organizaba una de las principales holdings empresariales de la región, el grupo Falabella. La segunda en el marco del mayor evento sobre marketing que se realiza en Ecuador, el Exma Ecuador. Hoy quiero centrarme en el contenido que expuse precisamente en esta última. Ante un público dedicado al ‘mercadeo’ planteé mis reflexiones en general obtenidas de la relación con diferentes equipos de marketing de todo el mundo y, en particular, de algunas consultorías realizadas para clientes propios. La idea central, lo tengo claro, es que lo que ahora llamamos marketing va a ir apartándose poco a poco de un espacio tradicional considerado ‘agencia’ para trasladarse técnicamente en un ‘laboratorio’.
La semana pasada estuve en Santiago de Chile primero y en Quito después. En concreto para ofrecer dos conferencias parecidas aunque con dos enfoques muy distintos. La primera fue con motivo de la Feria que organizaba una de las principales holdings empresariales de la región, el grupo Falabella. La segunda en el marco del mayor evento sobre marketing que se realiza en Ecuador, el Exma Ecuador. Hoy quiero centrarme en el contenido que expuse precisamente en esta última. Ante un público dedicado al ‘mercadeo’ planteé mis reflexiones en general obtenidas de la relación con diferentes equipos de marketing de todo el mundo y, en particular, de algunas consultorías realizadas para clientes propios. La idea central, lo tengo claro, es que lo que ahora llamamos marketing va a ir apartándose poco a poco de un espacio tradicional considerado ‘agencia’ para trasladarse técnicamente en un ‘laboratorio’.
Esencialmente el marketing ya ha vivido su primera gran disrupción. Tuvo que ver con la llegada inevitable del desafío digital. Sin embargo al empezar a utilizar el término ‘marketing digital’ parecía que podía establecerse una diferencia entre uno más tradicional y otro reservado únicamente a lo que se considera vender en internet. Ahora, incluso, esa dualidad se ha exagerado aún más. Aquellos que dentro de su actividad profesional vinculada al marketing hacen uso de la inteligencia artificial, del big data o de automatismos de todo tipo, en ocasiones no son considerados ni ‘marketeros’ y se les reserva un lugar nuevo todavía por definir más cercano a lo que se supone es un ingeniero, un matemático o un físico que realmente lo que sigue siendo: ‘alguien de marketing’.
Este error puede estar generando una grieta insalvable para muchos. No se trata de convertir a todos los responsables de esta área en programadores, ni mucho menos, pero si aparece una exigencia como la que viven otros sectores, otros profesionales que o se adaptan o mueren. El problema con los que se dedican al marketing deriva de que la disrupción parecería que ya pasó, que tenía que ver con la digitalización. Sin embargo, la disrupción real estaba por llegar y era mucho más que digitalizarse, se trataba de transformarse digitalmente y es es mucho más complejo y profundo que empezar a diseñar campañas desde un iPad.
En un congreso internacional de marketing como el que tuve el gusto de ser ‘speaker’ el pasado viernes, un buen número de expertos ofrecieron sus teorías y experiencias a fin de generar el debate entre los asistentes. En este caso, más de 1200 personas venidas de 8 países, pudieron disfrutar con las conferencias de gente del calibre del fundador de Shazam, Dhiraj Mukherjee, del responsable del Cirque du Soleil, Welby Altidor, el gran Geno Church o John Howkins entre otros. Cada uno explicó como el marketing tiene un enlace real con la capacidad creativa, con la manera de explicar las cosas y, a excepción de Fernando Anzures, prácticamente nadie comentó la irremediable necesidad de abrazar la tecnología para garantizar a supervivencia profesional.
Sin tecnología asociada no hay futuro. De la agencia tradicional, incluyo las agencias digitales de los últimos años, no van a poder competir en breve con aquellas que han empezado a utilizar modelos de gestión vinculados a la Inteligencia Artificial, la gestión de datos masiva, la automatización de procesos y la asistencia periódica a entornos no existentes y virtuales. ‘Ni storytelling, ni branding, ni creatividad, ni nada que se parezca a lo de siempre se va a hacer como siempre. Los expertos, los profesionales del marketing van a precisar entender un nuevo mundo que poco o nada tiene que ver con el de hace diez minutos. Algunos ya se han dado cuenta y están convirtiendo sus agencias en verdaderos laboratorios donde no se abandona ninguno de esos términos tradicionales del marketing, pero sí se están estableciendo las tecnologías necesarias para ofrecer soluciones competitivas en este sector relacionando esas metodologías con la automatización eficiente que se nos ofrece en esta revolución económica.
Hace un tiempo, uno de los más grandes publicistas de España me decía que había estado pensando en como sería su agencia en el futuro inmediato. Se puso como frontera apenas una década. Me dijo que visualizaba una oficina muy distinta con menos diseñadores y muchos matemáticos. Seguramente exageraba, pero por ahí va la cosa, en la combinación de técnica, tecnología y creatividad. Para ello recomiendo a los que ahora están pensando si su agencia, su trabajo o el de otros modelos profesionales que puedan compararse (cualquier despacho profesional puede derivarlo a su terreno aunque no sea tan creativo) se pongan en marcha. No van a tener tiempo cuando la cosa se vea desde el horizonte de manera clara. Su velocidad, la marcha de la disrupción es brutal.
Evalúen sus procesos, formen sus equipos, adopten metodología modernas y acepten que hay una inteligencia que supera en muchos campos la nuestra o que, incluso, puede lograr que en su uso, nuestra inteligencia se potencie. Hablo de la inteligencia artificial conviertiéndose en una herramienta de marketing muy eficaz gracias al uso de chatbots, incrementando la experiencia de los clientes, incrementando probabilidades de venta, siendo más rápidos y predictivos en la lectura de oportunidades o atendiendo a los retos que se avecinan y que son irremediables.
Al terminar mi charla hice una docena de preguntas a los asistentes. La mayoría de respuestas fueron negativas. Cada ‘no’ era un punto más de urgencia. No las voy a relatar aquí, pertenecen al mi propio método de consultoría y a la exposición de dicha conferencia y hay que reservar alguna sorpresa por si vienes a la próxima. Sin embargo, un ejemplo que es premonitorio del estado de comprensión del momento, es que el 90% de los asistentes desconocían los términos siguientes y que ya mismo están siendo parte sustancial del trabajo de algunos departamentos de marketing en todo el mundo. Son términos que surgen del trabajo del experto en marketing Manu Monasterio y que definen el uso de la Inteligencia Artificial en el ámbito del marketing. Se trataba de M2M Machine to Machine, del Man to Machine, del Managing Smart Data, del M- GloCal, del Making Smart Productos, del Marketing Dynamic Prices, del Multi e-Channels y del Machine generated Communication.
La cuestión, resumida, trata de que si te dedicas a esto, reflexiones de cómo vas a venderle un yogourt a tu cliente del futuro. ¿Cómo lo harás cuando quien decida la marca que se compra sea la propia nevera y no el dueño de la misma? ¿Qué solución plantearás a un algoritmo que decidirá si es mejor un producto u otro en base a criterios alimenticios, de entrega o combinados con los datos familiares en lugar del nombre, el color del envase o el storytelling que le plantees? A la nevera le importará muy poco el branding que haya detrás. El marketing inminente debe pensar en tres campos claros: los contenidos automatizados para la captura de datos, la cosificación del campo comercial y la intervención de chatbots de última generación.
En resumen, el mundo que viene trata de todo tipo de máquinas inteligentes tratando con directivos de Marketing (o de cualquier sector) para gestionar juntos lo que llamamos Smart Data. Unos datos que suponen más del 90% de la información existente sobre el mercado y el cliente objetivo, permitiendo crear experiencias personalizadas alrededor de sus productos o servicios en un entorno conocido como Revolución Industrial 4.0 y/o transformación digital.
El lema del EXMA 2018 era ‘the marketing economy’, pues muchos defienden la relevancia de ‘la economía de la creatividad’, pero la verdad irremediable es que en realidad, la que ya está aquí es la llamada ‘Economía de los Algoritmos’. Posiblemente la combinación de ambas será la clave. No verlo o negarlo es suicida.
No te vas a quedar sin trabajo, te vas a quedar sin el trabajo que haces ahora.
Ya hay fecha. Será en 2025. Según el trabajo presentado por el World Economic Forum, The future of jobs 2018, basado en una encuesta a directores de recursos humanos y a los principales ejecutivos de empresas de doce sectores en veinte economías desarrolladas y emergentes representantes del 70% del PIB mundial, ese año habrá más máquinas inteligentes trabajando que personas. A falta de apenas 7 años para eso, el 29% de la actividad económica la soportan robots y automatismos. Mucho más de lo que, escuchando nuestros gobernantes, algunos consideran. La cifra que aporta el WEF deja claro que el proceso de sustitución se está acelerando sustancialmente. En apenas un rato, en el 2022, ya estaremos en un nada despreciable 42%.
Ya hay fecha. Será en 2025. Según el trabajo presentado por el World Economic Forum, The future of jobs 2018, basado en una encuesta a directores de recursos humanos y a los principales ejecutivos de empresas de doce sectores en veinte economías desarrolladas y emergentes representantes del 70% del PIB mundial, ese año habrá más máquinas inteligentes trabajando que personas. A falta de apenas 7 años para eso, el 29% de la actividad económica la soportan robots y automatismos. Mucho más de lo que, escuchando nuestros gobernantes, algunos consideran. La cifra que aporta el WEF deja claro que el proceso de sustitución se está acelerando sustancialmente. En apenas un rato, en el 2022, ya estaremos en un nada despreciable 42%.
Lo interesante de este estudio no es la cifra. Hasta ahora cualquier informe sobre este asunto era como el anuncio de una catástrofe sin remedio. En este caso, sin dejar de mostrar preocupación, es algo más positivo en cuanto a las opciones que tenemos de aprovechar todo este cambio. Vivimos una revolución industrial como otras veces, la Cuarta, y por ello el discurso oficial ha sido parecido al que vivieron los contemporáneos de cada una de las tres anteriores. Miedo y preocupación ante la sustitución de la fuerza laboral por algún tipo de máquina. Ahora, sin embargo, el mensaje está mutando hacia una especie de soflama que pone en valor las oportunidades económicas, laborales y sociales que se nos presentarán en breve.
Pero no todos vamos en el mismo tren. Lo digo una y otra vez. Esto no es automático, hay que plantear políticas activas que posibiliten que suceda sin traumas o minimizando las consecuencias negativas, hay que pensar en Ministerios del Futuro. Hablamos de que la mayoría de los empleados de todo tipo de empresas deberán reciclarse y rápido, asumir que las plantillas serán recortadas y que los cambios de empresa, sector o habilidades serán imprescindibles para muchos de ellos. No te vas a quedar sin trabajo, te vas a quedar sin el trabajo que haces ahora.
La revolución robótica supondrá un recorte de plantilla fija en el 50% de las empresas, según ese informe. Aunque se estima un crecimiento neto del empleo, este cambiará significativamente en calidad, ubicación, formato y permanencia. Va a ser imprescindible invertir en personas a parte de en la compra de automatismos, software inteligente y robots. Y eso habría que ir haciéndolo ya. Muchas empresas están cometiendo un error estratégico importante. En el informe, especialmente cuando se refiere a Europa, detecta una limitación en la inversión prevista en capacitar a empleados durante los próximos años. Se considera que muchos de ellos no estarán preparados para asumir el cambio y será mejor contratar bajo demanda a personal en cada operativa que surja. Un error importante que aleja el papel de la tecnología en esta revolución: la transformación digital no es una metodología en sí misma, sino un modo cultural que engloba al personal existente y que permite cambiar procesos y modelos de trabajo digitalizándolos para hacerlos más eficientes.
Mi trabajo consiste en ayudar a empresas en este tránsito, formando equipos o trabajando en su propia transformación estratégicamente. En algunas de las primeras reuniones con quienes nos contratan se habla de sustituir personas y/o comprar tecnología. Mi tarea consiste en demostrar que eso es un error mayúsculo muchas veces y que lo que debemos abordar es un salto tecnológico para modificar procesos entre otras cosas pero formando al propio personal. Generar valor a partir de un cambio cultural en la compañía que permita extraer todo lo bueno de la inteligencia artificial, del big data, de la automatización, pero también del trabajo colectivo desarrollando nuevas habilidades en todos los miembros de la empresa, por grande o pequeña que sea.
Y es que habrá más trabajo, pero será muy distinto y pronto. Cambiarán calidades, formatos, ubicaciones e, incluso, el concepto de empleo y su deriva real. Se avecina una destrucción de empleo notable a la vez que se debería preparar el tejido industrial para generar uno nuevo. La pérdida de empleos prevista en sector del consumo es enorme. Entre los empleos que se estima tendrán más demanda figuran los basados en la tecnología o potenciados por ella. Los fundamentados en habilidades humanas también irán a más. Todo lo que no sea automatizable tendrá un valor incalculable. En cambio, los que se basan en rutinas desaparecerán.
Y la cosa puede verse desde dos vértices. Esta carrera comportará nuevos problemas pero también oportunidades. Dice el WEF que con los robots se destruirán 75 millones de empleos en el mundo en 5 años, pero que surgirán nuevas funciones que permitirán crear 133 millones. Una creación neta de 58 millones. El problema es el de siempre: ¿dónde se van a crear? ¿Que países se están preparando y cuales no? ¿Nuestra clase política se ha puesto en marcha? ¿Lo saben las empresas? ¿Somos conscientes del monumental desastre o maravillosa oportunidad que se avecina?
Esto va de tener conocimiento, analizar la situación, plantear una hoja de ruta y ponerla en marcha. Hay, como hemos visto, opciones de que este cambio bíblico no se nos lleve por delante, pero también existen amenazas de que sí lo haga. Depende, como siempre de dos agentes: un liderazgo político que se deje de menudencias y una revolución íntima de todos nosotros para entender el punto exacto en el que nos encontramos. No todo es asunto del gobierno, se trata de si nosotros hemos entendido la suerte de vivir este momento histórico.
No es momento de subir impuestos, eso es un error monumental ahora mismo. Se trata de estimular la inversión para afrontar los cambios que vienen. A cada décima impositiva de más, son millones de empleos que peligran por la falta de inversión en la transformación de las empresas. A cada intento por penalizar a una empresa tecnológica por el mero hecho de serlo miles de empleo se van por la alcantarilla del futuro inmediato. Es urgente saltarse esta pantalla y ponerse a jugar en la siguiente, una que por cierto ya va con Realidad Aumentada.
La destrucción de empleo previsible en los próximos años, especialmente a partir de 2022, no habrá manera de detenerla sino se hace algo desde ya. Aun estamos a tiempo. A tiempo de poner en marcha un plan para crear las vacantes necesarias, modificar las existentes y estructurar una sociedad que soporte un empleo muy distinto al actual sin situaciones dramáticas. Un plan para ejecutarlo. Menos análisis pues sólo crea parálisis.
Será imprescindible formar a las personas. Los robots no van a quitarte el empleo, en todo caso, tu trabajo peligra en manos de alguien que se lleve mejor que tu con un robot. Son necesarias políticas activas que estimulen la inversión en ese sentido y en la integración de tecnología estudiando el impacto en el personal y en los requerimientos obligatorios. Se deben abrir debates urgentemente acerca de jornadas laborales distintas, de renta básica, etc. Discusiones que quienes deben plantearlas desconocen en su verdadera envergadura o consideran que suponen desgastes electorales que no quieren asumir. También es necesario saber que piensas hacer tú. Empresario que debe invertir en transformar su empresa o trabajador que tiene que tiene que sentirse en ‘beta’ constante y donde no hay empleo seguro. En unos minutos sale el tren del futuro inmediato. En España me temo no hemos comprado ni el ticket. Para los amigos que me leen desde otros países, la pregunta también es válida.
Signos de desaceleración, los retos del futuro y la Tierra es plana.
Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.
Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.
Algo así pasa con el debate político en España estos días. En lugar de alarmarnos ante un futuro realmente incierto, el que va a afectar a nuestros hijos, el de la automatización de todo, el de la incorporación de la inteligencia artificial en nuestro entorno, el de cómo una economía no robotizada va a ser capaz de soportar la competitividad y a su vez pagar nuestras pensiones, en lugar de todo eso, el debate está ubicado en una aurora boreal parlamentaria y periodística que asusta.
Cuando acabe este año, 300.000 robots destinados a realizar tareas básicas en cadenas de producción, cocinas industriales, obras públicas y privadas, grandes almacenes, zonas de vigilancia, etc., y más de 120.000 sistemas de software inteligente creados para instalarse en despachos profesionales de todo tipo, habrán sido solicitados por empresas de todo tipo en Europa. A finales de 2020 los pedidos de este tipo de automatismos en hardware o software alcanzarán el millón. Los pedidos a estas empresas que los están desarrollando así lo certifican. Cuando se entreguen estas comandas, al no haber preparado el cuerpo laboral para ser colaboradores imprescindibles de estos robots, la mayoría de trabajadores serán sustituidos irremediablemente. La forma vencerá al fondo.
Se puede impedir no obstante el colapso con la formación específica, la transformación del empleo buscando los sectores que generan valor y en valorar lo que significará trabajar en un futuro inmediato entendiendo una estrategia empresarial y económica para afrontarlo. El liderazgo debería ser político. Es lo único que se les pide. Es la política quién debe marcar el modelo de transformación necesario, estimularlo y dinamizarlo. La hostia va a ser inmensa como no se haga y se haga ya. Lo que pase en Europa nos afecta, pero lo que no hagamos aquí nos sentencia.
El futuro económico de un país se puede afrontar de dos maneras. Por un lado con la inacción de quienes desconocen el verdadero alcance de los cambios que se están produciendo en el mundo o, por otro, con la ilusión que tal desafío supone. En el primer caso se puede simular un interés por la tecnología y los cambios sociales aunque simplemente supongan pura cosmética. En el segundo se incluyen las políticas activas a fin de prever las necesidades de un futuro complejo y en el que pocas cosas van a mantenerse como ahora las entendemos. Los grandes contratos sociales van a modificarse integralmente y de manera rápida. Es en esta última manera con la que un país que depende del sector terciario, de los servicios y de una industria tradicional, debería apresurarse a trabajar. Las pensiones, el estado del bienestar y una clase media que no para de menguar sólo se pueden garantizar afrontando ese futuro inmediato con una estrategia económica y política que apueste claramente por modificar su modelo de crecimiento y sus estructuras sociales resultantes.
España, y otros países, parecen vivir de espaldas a la realidad que se avecina. La automatización va a expulsar del sistema laboral a millones de personas y nadie está haciendo nada relevante para evitarlo. El tiempo pasa y el mundo gira. Mientras la hipotética bonanza económica se iba afianzando en nuestro país, un sedimento que ya denuncié hace tiempo lo embarraba todo. Crecer a expensas de un empleo sin valor añadido, dependiente de ciclos estacionales y con cotizaciones insuficientes para soportar el estado del bienestar, no parecía una buena idea. Mientras, otros países de nuestro entorno han apostado decididamente por generar valor en una economía tecnológica más allá del titular o del ‘programa’ de turno, el nuestro se frena irremediablemente antes de tomar medidas relevantes.
España ya está en plena desaceleración. Tal vez nunca aceleró. Los datos macro a veces no muestran adecuadamente lo que está pasando. Por lo menos si no los descuartizas y los repasas en detalle. Creábamos empleo pero era un empleo de guardería. Un empleo que, como se ha visto a finales de agosto, dependía de un sector que como se resfríe vamos a pasar la madre de todas las gripes. Depender del turismo tiene su cosa. Y es que la propia OCDE avisa que la actividad nacional se deteriora más que en el resto de países. La pérdida de velocidad de la economía europea, de la que España parecía estar exenta, ya nos arrastra también. El bajón de la actividad en el mes de julio en España fue mayor que en sus parientes de la UE. El gobierno sigue considerando que vamos a crecer al 2,7% aunque ya hay quienes advierten que esa cifra podría verse recortada en una o dos décimas. Esto es muy destacable. En el caso de España, crecer al 2,7% o al 2,5% representa estar en zona de creación de empleo o todo lo contrario. Sabemos que nuestro país es incapaz de crear empleo neto por debajo del 2,4% de crecimiento. Ni tan siquiera empleo precario. No hablemos de empleo de alto valor.
Seguimos sin estrategia real hacía donde dirigir nuestro modelo productivo. Mantenemos la inercia de lo que siempre nos ha ido bien. Incluso de lo que nos dio el mayor de los sustos. España estimula la economía vinculada al turismo y al sector inmobiliario, lo hace por falta de acción política y por un factor cultural y social. Pero la menor actividad de Europa será el detonante de una recesión inminente, ya que el 70% de nuestras exportaciones se dirigen a los países de nuestro entorno. Las muestras son pura estadística, pero vale la pena abordarlas en su conjunto: la demanda exterior ya restó 0,2 puntos al crecimiento del PIB anual en el segundo trimestre. Entre abril y junio, las ventas al exterior menguaron un 1% frente a los tres meses anteriores. El consumo pasó de crecer un 0,7% en el primer trimestre al 0,2% en el segundo. El paro registró su peor agosto desde 2011. Es decir, los vientos favorables que llegaban de Europa con su recuperación, ahora es viento en contra. Lo jodido es que España no se preparó durante la bonanza de principios de este siglo, no supo abordar correctamente la crisis, no ha sabido estructurar un nuevo modelo de crecimiento aprovechando estos últimos años de recuperación y no está en la mejor condición para enfrentarse ahora a una mala racha en la economía global. No se han hecho los deberes y no hay intención de hacerlos visto lo visto. Hay temas más importantes parece ser.
Para que no me llamen catastrofista, eso ya lo sufrí hace más de una década, diré que una desaceleración no es algo de lo que preocuparse. Lo grave es cuando se ignora como dice Daniel Lacalle. Como se ha ignorado en general el futuro al que se avecina nuestro mundo, no teniendo en cuenta cual debe ser el modo de afrontar este desafío que supone una sociedad vinculada a la Cuarta Revolución Industrial.
Quedaremos a la espera de que se sintetice un plan económico lo más detallado posible por parte del gobierno actual una vez terminen los fuegos artificiales. Un plan que sea claro, que se deje de globos sonda, de opiniones dispares y de planteamientos que afectan y mucho a las opciones de inversión de empresas de tipo tecnológico. Al fin y al cabo son éstas las que suelen estimular los cambios en el modelo productivo. Así ha pasado en otros países. Flexibilizas el mercado laboral y haces atractivo el modelo fiscal y las empresas que protagonizarán el futuro, las que van a crear empleo de valor, se aproximan y te ayudan a transformar tu estructura económica. A cambio, nosotros tenemos sólo preguntas en el aire: ¿Será verdad lo del 15% de Sociedades? ¿Habrá impuesto a las transacciones financieras? ¿Y a las tecnológicas? ¿Se endurecerá la tributación de las sicavs? ¿Seguirán teniendo deducciones los planes de pensiones?
Nos dirán que la desaceleración no es para asustarse. Probablemente no, pero los indicadores que la explican si son destacables. Las ventas minoristas disminuyeron en julio, el indicador de sentimiento económico que retrocedió al peor nivel desde abril de 2017, las ventas en grandes empresas y el índice de producción industrial perdieron impulso en junio, el mismo mes que se amplió el déficit comercial, la constitución de hipotecas y la cifra de negocios empresarial se desaceleraron en junio, las salidas netas de capital fueron por valor de 11.127 millones, muy superior a la de mayo en que salieron 884 millones.
Y, por si fuera poco, tenemos el asunto del turismo como decía antes. La caída del número de visitantes se achaca a diversos motivos: recuperación del sector en el entorno mediterráneo, el mundial u otros. Son ciertos. Como también que asegurar que los turistas gastan más y con ello se compensa la caída bruta de unidades es hacerse trampas al no contemplar la propia inflación que maquilla resultados cuando nos interesa. El problema no es ese, el verdadero asunto es que pocos ven el aviso que supone que el turismo tenga momentos mejores o peores dependiendo de factores externos.
La economía española tiene una dependencia de este sector cercana al 15% y posiblemente si aplicamos factores secundarios un poco más. El empleo vinculado roza el 17% directo. Ojo a esto. Da bastante igual si la caída depende de Turquía o de la lluvia. El problema es que dependemos de su crecimiento. Si este motor se detiene no hay sustituto. Ya pasó con el sector inmobiliario, se detuvo y el motor que debía sustituirlo, la industria, no estaba engrasado. Ahora ¿qué motor tenemos listo? Deberíamos correr para preparar uno que tenga que ver con un nuevo mundo, el que gira ahí afuera y el que a muchos de sus señorías les va a explotar en las narices. Lo chungo es que a nosotros también nos va a manchar. Por eso, si tienes una empresa, si eres un directivo con responsabilidades, déjate de titulares, de lecturas ajenas a la realidad que se muestran por todas partes, y ponte en marcha, transforma tu empresa, fórmate y construye tu futuro. El tiempo vuela.
Educación 'freelance' para un futuro laboral 'freelance'.
La semana pasada la pasé en República Dominicana, concretamente en Santo Domingo, invitado por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional de ese país. El motivo era ofrecer dos conferencias junto a los ministros de Trabajo, Educación y Presidencia. Se me encargó reflexionar en ambas charlas sobre la importancia de la formación profesional en el mundo empresarial justo ahora que vivimos una revolución industrial afectada por múltiples tecnologías. La primera de ellas fue a la comunidad educativa y la segunda a los principales empresarios y empresarias del país. Aprovechando la estancia pude conocer de cerca el modelo de transformación digital en algunos ámbitos de la administración pública y de algunas de las empresas locales. Retorciendo la agenda y gracias a un equipo magnífico pude, también, pasar por diversos programas de radio y televisión y por algunos medios escritos. No hubo playa, no hubo tiempo.
La semana pasada la pasé en República Dominicana, concretamente en Santo Domingo, invitado por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional de ese país. El motivo era ofrecer dos conferencias junto a los ministros de Trabajo, Educación y Presidencia. Se me encargó reflexionar en ambas charlas sobre la importancia de la formación profesional en el mundo empresarial justo ahora que vivimos una revolución industrial afectada por múltiples tecnologías. La primera de ellas fue a la comunidad educativa y la segunda a los principales empresarios y empresarias del país. Aprovechando la estancia pude conocer de cerca el modelo de transformación digital en algunos ámbitos de la administración pública y de algunas de las empresas locales. Retorciendo la agenda y gracias a un equipo magnífico pude, también, pasar por diversos programas de radio y televisión y por algunos medios escritos. No hubo playa, no hubo tiempo.
De todo lo vivido quiero destacar la conferencia que se destinó para la comunidad educativa y a la que asistieron más de mil profesionales vinculados a la formación profesional del país. Concretamente a los agentes educativos que dedican su esfuerzo a vincular la capacitación técnica a la oferta laboral existente. El problema, en este caso, aparece cuando esa oferta futura es ciertamente desconocida o tremendamente cambiante. No tenemos muy claro hacia donde irá el mercado laboral en breve, sólo sabemos que está cambiando y muy rápido. El mercado laboral, especialmente el más técnico, está en plena transformación y eso exige un modo nuevo de entender la formación profesional. De eso hablé y aquí os dejo un resumen de lo que consideré esencial en este ámbito.
Sabemos que, tal y como señala el propio Foro Económico Mundial, las nuevas condiciones económicas implicarán una decena de habilidades laborales para afrontar con garantías lo que denominamos Cuarta revolución industrial. Según el último informe que en este sentido publicó estas son: la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico, la creatividad, la gestión de personas, la coordinación con los demás, la inteligencia emocional, la toma de decisiones, la orientación a servicio, la negociación y la flexibilidad cognitiva. Seguramente a todas ellas hay que añadir la ‘computerización personal’. Con esto quiero decir que una de las habilidades principales será la capacidad de cada uno de nosotros a trabajar con inteligencia artificial, robots, automatismos y, en definitiva, en como abrazaremos la tecnología para hacernos mucho más eficaces. Hazte la pregunta ¿cuánto de ‘computerizable’ eres? En la respuesta y en el nivel que te aparezca tendrás de manera clara cual es la tarea pendiente a nivel íntimo y personal.
Todas estas habilidades nos llevan a un escenario donde las instituciones formadoras de esos profesionales deben estar preparadas para abordarlas. Planes de estudio que no se alejen de la tecnología, indispensable para entender el mundo laboral futuro, pero también que sean capaces de aportar el desarrollo de habilidades profesionales totalmente humanas. Todo aquello que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable en el futuro inmediato y esa es la esencia, considero, que debe impregnar la formación profesional. Es obligatorio por ello, combinar programas formativos técnicos con modelos educativos humanistas.
Se avecina una pérdida de un tipo de empleo muy concreto de forma masiva. Será el primer paso de algo mucho más profundo. El cociente entre nuevos empleos y el derribo de un sistema antiguo no será la única de las respuestas. Esa destrucción vendrá acompañada de millones nuevos empleos que requerirán personas con nuevas habilidades. El impacto se verá en todas las industrias. La magnitud de esta nueva revolución industrial nadie la conoce. Nadie. No alcanzamos a dimensionar los retos que implicará para la sociedad y para la política. Es evidente, no obstante, que sólo están listos para hacerle frente en muy pocos lugares. De hecho ni en Europa se tiene claro como afrontarlo, ni en América Latina se está teniendo demasiado en cuenta. Lo grave es que, por ejemplo en España, el debate circula en un escenario tremendamente distante a la guerra que se avecina como si, al igual que en otros momentos de la historia, la deriva y la inercia fueran capaces de solucionarlo todo. En este caso no va a ser así y los que antes lo tengan claro, antes lograrán superarlo. Liderar y presidir un nuevo escenario económico y laboral no será opcional.
De ahí que hay que replantear la política en general y la formación profesional en concreto. Su papel será relevante. Los países que se plantean afrontar con garantías el futuro tecnológico en la Cuarta Revolución Industrial y quieran hacerlo enfrentándose a los desafíos de la Era de la Transformación Digital, deberán de un modo u otro preguntarse acerca de la gestión tecnológica en la educación, de los sistemas de información en los centros educativos y del modo en el que se incorporen metodologías de estudio innovadoras.
¿Puedes imaginarte un centro educativo profesional, o cualquier otro, sin acceso a ambientes virtuales, redes de trabajo, automatismos en la gestión de datos, capas de inteligencia artificial vinculando archivos con sucesos prácticos, articulado de nuevos procesos lectivos que generen nuevas maneras de relacionar lo que se enseña con lo que se aprende, los actores implicados y las modulaciones y métricas finales? Seguramente no. El futuro es ese. Pero no lo es por capricho. Las exigencias de un nuevo empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o lo asuma como parte de su catálogo formativo.
¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como Derecho y Arte? ¿Económicas y Filología Clásica? ¿Teatro y Administración de Empresas? ¿Ingeniería analítica y Diseño Gráfico? ¿Arquitectura y Programación? O más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Mecánica e Historia del Arte? ¿Analista de datos y Agroindustria? Imagina. El papel de la educación será ese. Entender que en la formación del futuro no será fácil identificar los límites del conocimiento necesario y habilidades humanas de soporte.
Muy probablemente nuestros hijos se ocuparán de los mismos oficios, las mismas tareas y los mismos objetivos profesionales que nosotros pero lo harán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello el papel relevante de la propia tecnología en el centro de todo el análisis. La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, también, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. De ahí que la educación también lo haga. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones.
Los factores determinantes de los cambios en la educación institucionalizada, la rebasan en si misma y se dan fuera de ella. Son factores económicos, políticos, culturales o tecnológicos, los que inciden de manera determinante en las tendencias educativas, por la influencia que tienen en la toma de decisiones. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar el cambio socioeconómico inédito. De no hacerlo, de no darse cuenta que no era opcional, el riesgo de perder el tren de la historia es enorme. La obligación de los diseñadores de los programas educativos, ya sean de tipo profesional o no, van más allá de generar la sociedad de la información, debemos estimular la sociedad del conocimiento.