Empleos de alto valor que se van a ventilar los robots ya mismo.
¿Te preocupa que los robots te quiten tu empleo? El Financial Times te echa una mano para ver si lo tienes crudo o no. A través de una aplicación puedes comprobarlo. Introduces tu sector, tu especialidad y las actividades que desarrollas y, en un instante, la calculadora del McKinsey Global Institute te dice el riesgo que tienes de ser sustituido en los próximos cinco o seis años por un artilugio robótico o un sistema inteligente. Habla de que como máximo será un tercio de esos empleos los que sufran la sustitución traumática. 'Solo' uno de cada tres. Hagan sus apuestas. Tengamos en cuenta que ‘robot’ en este caso serían algoritmos inteligentes que se ejecutan en plataformas informáticas diseñadas y entrenadas específicamente para sustituir a humanos en tareas que ahora realizan estos.
¿Te preocupa que los robots te quiten tu empleo? El Financial Times te echa una mano para ver si lo tienes crudo o no. A través de una aplicación puedes comprobarlo. Introduces tu sector, tu especialidad y las actividades que desarrollas y, en un instante, la calculadora del McKinsey Global Institute te dice el riesgo que tienes de ser sustituido en los próximos cinco o seis años por un artilugio robótico o un sistema inteligente. Habla de que como máximo será un tercio de esos empleos los que sufran la sustitución traumática. 'Solo' uno de cada tres. Hagan sus apuestas. Tengamos en cuenta que ‘robot’ en este caso serían algoritmos inteligentes que se ejecutan en plataformas informáticas diseñadas y entrenadas específicamente para sustituir a humanos en tareas que ahora realizan estos.
De los resultados hay cinco que no suelen salir en las habituales listas del Top Five de la Robocalipsis y que, si se detalla adecuadamente el formulario, se muestran como en zona de alerta. Se trata de algunos mandos intermedios, los comerciantes de productos básicos, los redactores de informes, los contables y los médicos. Es muy curioso apreciar como los llamados ‘empleos de alto valor’ pueden estar en mayor riesgo que otros que se les considera de menor escala. Es muy improbable que los asistentes y enfermeros sean sustituidos por robots por su necesaria actividad 'humana', pero los doctores podrían encontrar un serio contrincante a la hora de diagnosticar en la inteligencia artificial.
Según la Universidad de Oxford, el 47% de los empleos en el mundo occidental se van a automatizar en dos décadas. Si tienes treinta años o cuarenta, en algún momento te va a tocar sí o sí. Ya sabemos que los que tienen que ver con las tareas repetitivas, conductivas o de escasa necesidad creativa, tienen los días contados. No obstante, la versión oficial de todo esto es más que revisable. Ahora bien, hay cinco profesiones de ‘cuello blanco’ que van directas a la gran batalla contra una máquina y que, según uno de los grandes consultores de empleo en el mundo, Shelly Palmer, tienen los días contados. Al final del artículo procuraré dar la clave para no sucumbir a este ‘susto o muerte’.
Quedan esperanzas. The National Academies of Sciences, Engineering and Medicine convocaron un comité para investigar el impacto de la tecnología en los empleos. En un estudio de 184 páginas, 13 expertos en economía e informática concluyeron que no tienen suficientes datos para determinar exactamente cómo la automatización, los robots y las innovaciones están afectando el empleo. Sin embargo si que hay datos. Muchos ejemplos que demuestran como está derivando. Casos concretos como el de Fedex u otros. De hecho hay gente que ya habla de que el empleo, como concepto, va a desaparecer en 60 años. Para todos los gustos.
Pero vamos a los cinco que comenta Palmer:
Gerentes de proyectos. Si tu vida gira en torno de la creación y control de bases de datos, hojas de cálculo y software de gestión de proyectos, los robots te están apunto de sustituir. Todo cuanto realizas y que tiene una base analítica lo puede hacer un software, aprender rápido y mejorar lo que haces. Esto va de reducir los costes de ejecución y aumentar los beneficios por eficiencia.
Los vendedores y comerciantes de productos básicos, así como los responsables de compras de esos mismos productos. En todo proceso de compra y venta de las denominadas ‘commodities’, las variables que se manejan en la negociación tienen que ver con las especificaciones técnicas, el precio y la disponibilidad. En ese campo, un algoritmo capaz de analizar inteligentemente todo ese proceso pronto logrará mejores resultados que cualquier ser humano. Al final esto va de resultados y de cifras. Mayor beneficio y menor costo.
Redactores, periodistas y algunos autores. Aunque se contempla el hecho que escribir es algo complejo, redactar informes y noticias básicas no lo es tanto. Analizar documentación, investigar imágenes, o conversaciones y convertirlo en un informe ya es algo que sucede y que sólo hará que aumentar su calidad y precisión.
Contables, gestores y analistas financieros. La contabilidad robótica todavía está en fases iniciales pero actualmente ya interviene en infinidad de asuntos que, hasta hace muy poco, requería de supervisores humanos. La analítica financiera, la gestión contable y el asesoramiento económico tiene un duro escenario desde el punto de vista laboral y de reinvención.
Algunos médicos también lo tienen complicado. Por lo menos los que tienen que ver con la identificación de enfermedades y aplicación de tratamientos. Algo que, por otro lado, parece una buena noticia si atendemos a las necesidades del planeta. La población mundial rozará los 10.000 millones en apenas tres décadas. Va a ser improbable que la medicina pueda atender de un modo humano a esa población. El coste de un médico robótico será mucho menor y su capacidad de atención muy superior. La precisión quirúrgica de un brazo armado conectado a un algoritmo inteligente será tan sorprendente como la velocidad a la que se realice cualquier operación. Ya está sucediendo. Watson de IBM ya curra de médico en una docena de clínicas americanas.
Estas son cinco, pero hay muchas más profesiones. La idea es que tengamos claro que no hay territorio intocable, empleo que se libre ni escenario previsible. Cuando hablamos de ‘como va a ser el futuro’ debemos ir con cuidado. ¿Recuerdas que país mostró en la Expo de Sevilla’92 su plan de desarrollo de algo llamado Internet? Ninguno, nadie hablaba de Internet en la feria de la Innovación por excelencia en aquellas fechas. Nadie. Un lustro después, la red era parte de nuestra vida. Dos décadas más tarde era toda la vida.
Por lo tanto, cuidado con anunciar como será el mundo en 2100, 2074 o 2030. Con hablar de los próximos cuatro o cinco años vamos listos. Mi consejo a empresas, directivos, empleados y clientes en general es tratar este asunto por partes. Primero aceptando que todos tenemos los días contados. Por lo menos en el modo en el que trabajamos. Vamos a trabajar distinto, todos. Por eso es imprescindible prepararse para ello.
El progreso tecnológico ni es bueno ni es malo, sencillamente es. No hay que enfrentarse a él, hay que entenderlo, formarse, abrazarla. La tecnología no viene a ayudar por definición a nadie en particular. En todo caso viene a mejorar las cosas que se hacen. Si te pilla por medio se te ventila. Por eso es mejor adaptarse y modificar lo necesario para que el equipo formado entre tecnología y yo mismo sea una multiplicación exponencial y no una división irremediable.
La gran noticia es que sabemos que viene. No se va a parar. Sabiendo eso no tenemos otra que prepararnos. Negarlo o pensar que ‘me queda tiempo’ es tomar un riesgo que pasará factura. La pregunta no es si ‘me tocará o no’, la cuestión es ‘cuando me tocará y con que tecnología sucederá’. Todos los empleos que van a ser sustituidos, automatizados y robotizados pueden ser, a la vez, generadores de otros espacios laborales que potencien a tu empresa. No lo veas como un riesgo únicamente, míralo como una oportunidad, como una ventaja de incalculable valor.
Olvida la versión oficial. Los robots no te van a quitar el trabajo de momento.
El empleo del futuro está en juego. Todo el mundo parece estar de acuerdo. En cada conferencia que ofrezco o en cada curso que imparto a empresas, el temor a un futuro incierto es algo previo que está como instalado mayoritariamente. La impresión inicial siempre es la misma. Se está tatuando socialmente una especie de discurso oficial acerca de que la tecnología ha llegado para destruir la ocupación que, aparentemente, tan bien habíamos estructurado. Permitidme que ponga en duda esta última afirmación.
El empleo del futuro está en juego. Todo el mundo parece estar de acuerdo. En cada conferencia que ofrezco o en cada curso que imparto a empresas, el temor a un futuro incierto es algo previo que está como instalado mayoritariamente. La impresión inicial siempre es la misma. Se está tatuando socialmente una especie de discurso oficial acerca de que la tecnología ha llegado para destruir la ocupación que, aparentemente, tan bien habíamos estructurado. Permitidme que ponga en duda esta última afirmación.
Es evidente que la automatización se está llevando por delante a muchos espacios de trabajo. Un informe reciente del Instituto McKinsey Global estimó que el 49% de las actividades laborales van a ser ser totalmente automatizadas. Esto afectará inevitablemente a 1.100 millones de trabajadores en todo el mundo. A esta cifra demoledora, que no es preciso ser un lumbreras para identificar las razones que lo van a provocar, siempre se le incorpora otra inferior que habla de los empleos que se crearán por el mismo motivo vinculado a la innovación tecnológica. Siempre es una cifra cuantitativamente menor.
El discurso oficial dice que ‘no vamos a crear tanto empleo como el que vamos a destruir’. Esa afirmación es tan superficial como otras que no consideran el hecho de que probablemente lo que va a pasar no es que se destruyan únicamente empleos sino que el concepto que representa el contrato social llamado ‘trabajo’ va a cambiar como nunca antes lo hizo. Ahí estará la clave. Como también el modo en el que las empresas, y a eso dedico mis esfuerzos cada día, interpreten como un valor añadido esa combinación futura entre ‘transformación digital’, automatización y robotización con el aumento de plantillas humanas. Sí, es posible. Robotizar destruyendo unos puestos concretos para crear muchos otros.
Gracias en parte a más robots en sus centros de cumplimiento, Amazon ha sido capaz de reducir los costos de envío y traspasar ese diferencial a los clientes. El envío más barato estimula a los potenciales clientes a utilizar Amazon. El resultado siempre ha sido el mismo. La compañía contrata a más trabajadores para resolver esa demanda creciente y una respuesta personalizada en la postventa. Más robots, más automatismos que permiten a su vez más humanidad.
El caso de Amazon es paradigmático. ¿Qué hacen los robots, y qué hacen las personas? Las tareas que involucran habilidades motoras al detalle, análisis o imprevisibilidad son gestionadas por personas. Los robots sólo pueden operar en un ambiente controlado, realizando tareas regulares y predecibles. Acciones que requieren fuerza o, incluso, el traslado de estanterías enteras facilitando la parte final del proceso de empaquetado que terminan los seres humanos.
A veces se nos presenta un mundo en el que en pocos años los robots y la tecnología será capaz de llevar a nuestros hijos al colegio. Eso en las películas está muy bien pero la realidad va a ser algo distinta. Es cierto que van a pasar cosas tremendamente disruptivas pero hay que tener una medida objetiva para todo ello. He visto tecnología que va a cambiar el mundo en breve, pero también he oído de otras que se les otorga cualidades que no tiene ni tendrá de momento. Los coches autónomos o las criptomonedas son un ejemplo.
En Amazon o en otros grandes almacenes multiproducto que están trabajando de un modo similar, los robots mueven estantes y los llevan a donde un empleado, sin tener que hacer el trabajo duro, empaquetando y enviándolo a su destinatario. De momento en esa cadena un humano es más operativo en la selección del artículo correcto. Al terminar esa colecta el robot se lleva la estantería a su lugar de origen. El análisis del espacio que requiere la carga del camión de reparto es otro de los puntos en los que la intervención humana detallada maximiza el espacio y mejora el beneficio logístico de la empresa.
De momento, más robots significa más humanos. Desde que adquirió la empresa de robótica Kiva Systems, con sede en Boston, en marzo de 2012, por 775 millones de dólares, Amazon ha incrementado el uso de robots y continúa invirtiendo muchísimo en automatización. Tanto para robots como para drones. En 2016, la compañía aumentó su fuerza de trabajo robótico en un 50%, de 30.000 a 45.000 unidades. Sin embargo, lejos de despedir a nadie, Amazon aumentó el empleo humano en torno al 50% en el mismo período de tiempo. El informe de resultados de la empresa para el cuarto trimestre de 2016 incluyó el anuncio de que planeaba crear más de 100.000 nuevos empleos a tiempo completo sólo en los EE.UU. durante los próximos 18 meses.
¿Es cierto que habría más trabajos si la gente estuviera haciendo el trabajo que ahora hacen los propios robots? ¿Podría ser que la productividad que estimulan al final beneficia a los propios humanos? Muchos de los empleos que Amazon está creando no existían hace un tiempo. Surgen de esa combinación máquina-humano. Es urgente establecer ese espacio de relación. Las empresas deben incorporar tecnología para ganar más en el medio plazo y nada indica que eso requiera despedir personas, sólo modificar su modo de trabajo y potenciarlo gracias a la digitalización y automatización de todos los procesos. Esto no va de temer el futuro. Va de desafiarlo.
Que los robots paguen impuestos es una muy mala idea.
El fundador de Microsoft, durante una entrevista que concedió a Quartz, se mostró escéptico sobre la capacidad de este mundo para gestionar una automatización veloz. A eso añade que para prevenir un desastre monumental los gobiernos deberán aplicar un impuesto robótico. Asegura que si esa automatización continua a la velocidad actual el desastre será bíblico. Realmente, su propuesta de tasar a los robots se basa en la necesidad de reducir la velocidad de esa automatización. Algo que como contesta The Economist es inviable.
El fundador de Microsoft, durante una entrevista que concedió a Quartz, se mostró escéptico sobre la capacidad de este mundo para gestionar una automatización veloz. A eso añade que para prevenir un desastre monumental los gobiernos deberán aplicar un impuesto robótico. Asegura que si esa automatización continua a la velocidad actual el desastre será bíblico. Realmente, su propuesta de tasar a los robots se basa en la necesidad de reducir la velocidad de esa automatización. Algo que como contesta The Economist es inviable.
A esas afirmaciones del Sr. Gates se han sumado centenares de economistas, expertos, defensores de un universo paralelo y derivados. Todos consideran que su teoría responde a gravámenes exactos y justos. Culpabilizan a una maquinaria de eliminar puestos de trabajo. Algo que por cierto ha pasado toda la vida. Pero en realidad no habla de eso. Bill Gates no está hablando de que los robots paguen el impuesto sobre la renta. Él sostiene que los robots deben ser gravados, ya sea en su instalación o en las ganancias que generen a costa del trabajo humano desplazado. Ese beneficio superior, según Gates, deberá utilizarse para capacitar a los trabajadores y, tal vez, para financiar servicios públicos sanitarios, educativos o del cuidado de ancianos o enfermos.
Suena a película futurista donde millones de robots trabajan para nosotros y, bajo un ocio cultural y maravilloso, los humanos esperamos que nuestros servicios públicos se transformen en derechos fundamentales. Eso va a costar. Básicamente porque para llegar ahí deberemos de desmontar todo un modelo económico que nos ha regido en cada revolución tecnológica. Y es que un robot no es más que una inversión de capital, como una computadora, una fundición o un tractor. Es aconsejable no gravar estas cosas. Si se hace se pone en riesgo el crecimiento de la producción. Una fiscalidad que disuada la inversión contrae la economía. Es contraproducente. Los que defienden lo que dice Bill Gates sugieren, a veces sin saberlo, que invertir en robots es algo así como hacerlo en una cadena de montaje automatizada. Aumenta la producción económica pero también impone un costo social. A esto se le llama ‘externalidad negativa’.
Pero el drama es inevitable y es bueno que se esté debatiendo en algún sentido. La rápida automatización amenaza con desalojar a millones de trabajadores de viejos empleos sin tiempo para absorberlos en otros nuevos. De ahí que ese teórico impuesto sobre los robots aparezca como salvación. Unos ingresos públicos que reduzcan ese drama y ayude a paliar los efectos de tipo social. Algo así, y guardando las diferencias, como hacemos con aquellos productores industriales más contaminantes que pagan impuestos superiores para desalentarlos a utilizar ese tipo de procesos que nos dañan a todos.
Muchos trabajadores serán desplazados por robots. Cierto. Como también muchos robots iniciaran funciones sociales en ámbitos de la salud, la atención, administración del estado, la función pública y la seguridad. El coste de todo ello se reducirá también. El coste ‘humano’ de la administración pública también bajaría. Y mucho. Digamos que los servicios que ahora son costosos para la administración podrían ser relativamente más baratos, logrando así una estabilidad social vinculada al bienestar garantizado.
Pero donde la idea de Gates flojea más es en la idea de que la automatización se está produciendo muy rápido. Si eso fuera así, si el desplazamiento de trabajadores por máquinas estuviera siendo tan acelerado y general, las tasas de crecimiento y productividad también lo harían de manera importante. Muchos defienden que es cierta esa velocidad. Algo que no está sucediendo en realidad. Sin embargo hay preguntas incomodas si fuera posible imponer ese tipo de estrategia. ¿Por qué reinstalar un modelo productivo automatizado y gravado impositivamente cuando la gente hace cola para hacer el trabajo con el salario mínimo? La propuesta de Gates y los defensores de los robots paganinis busca retrasar la automatización pero lo que provocarán es el retraso de la productividad.
En una automatización rápida los robots no deben ser un objetivo fiscal. Los robots no son más que una sustitución del trabajo por el capital. Gravar a los robots es un tema y la redistribución de ingresos públicos es otra. Vincularlos es dañar la productividad que al final solo lleva a más desempleo. Pretender que una empresa reduzca la velocidad de innovación porque pudiera parecer tóxica es un gravísimo error. El costo de producir la segunda copia o la mil millones de una pieza de software es aproximadamente cero. Cada conductor del camión necesita instrucción individual, pero un sistema de conducción autónomo se puede duplicar de manera infinita. Esa competitividad es inevitable. Intentar evitar con tasas e impuestos directos a la innovación no ayudará mucho a los trabajadores desplazados.
En todo caso los impuestos deberían ser, como siempre, sobre los beneficios y no sobre la inversión. Pero visto lo visto y sabiendo lo que sabemos, cuando alguien en el gobierno se de cuenta en una tertulia televisiva, en un encuentro con científicos o en los pasillos del algún ministerio, que este asunto es real y no algo que ha leído en diagonal en algún informe lejano, entonces la medida será de corte inmediato. Lo veo venir. Los impuestos a los robots molarán mucho. Tema inmediato, efectista, garantía de que los que se vayan al paro tendrán compensaciones y las empresas que los han sustituido por los malvados robots pagaran por ello. Ya verán que maniqueo será todo. Ya verán.
Un modelo de jubilación del Siglo XIX para el Siglo XXI
Que el Banco de España proponga alargar la edad de jubilación más allá de los 67 demuestra la lejanía y desconocimiento acerca del momento histórico que vivimos como sociedad y los desafíos a los que vamos a tener que enfrentarnos en las próximas décadas. Lo complejo del asunto es que hablamos de quienes consideramos mejor informados y lúcidos para tomar o proponer decisiones en esa conquista.
Que el Banco de España proponga alargar la edad de jubilación más allá de los 67 demuestra la lejanía y desconocimiento acerca del momento histórico que vivimos como sociedad y los desafíos a los que vamos a tener que enfrentarnos en las próximas décadas. Lo complejo del asunto es que hablamos de quienes consideramos mejor informados y lúcidos para tomar o proponer decisiones en esa conquista.
Lo de que el sistema de pensiones no se aguanta empieza a ser aceptado por muchos, por lo menos no del modo en el que lo planteamos desde el siglo XIX. Seguimos con métodos que así lo reflejan y que han sido modificados en su estructura muy pocas veces. La pensión, la ayuda a la subsistencia en el trayecto final de la vida de las personas no deja de ser un invento derivado de un mundo en el que la producción generaba excedentes de capital al equilibrarlo con la fuerza humana o, en su defecto, de la combinación de trabajadores y tecnología.
Esto está cambiando de manera notable. No voy a repetirme. Pero es necesario analizar la imposibilidad de sustentar el planeta del modo que aristócratas de las finanzas, o de la política, sugieren. No va a ser posible si no se cambian las reglas, el método y el mecanismo de medida. Sino variamos la cultura y concepto económico que nos gobierna. La gravedad del asunto yace de la aurora boreal en la que descansan todas esas afirmaciones. La sugerencia de retrasar la edad de jubilación no va a ser factible o la promesa de creación de puestos de trabajo masivo en un escenario de deflación económica inevitable a medio plazo. Una deflación subyacente que vivimos hace décadas y que no va a remitir lo diga quien lo diga o lo disfrace quien lo disfrace.
Los efectos sobre el trabajo de tecnologías como la inteligencia artificial o la robótica no son discutibles. De hecho son inevitables. Ahí radica la obligatoria necesidad de abordarlos de una vez por todas y de la manera más ambiciosa posible. De no hacerlo vamos a ver como esta sociedad va a ir menguando sus opciones vitales y económicas, su libertad inclusive. Vamos a ir perdiendo inexorablemente todo lo que representa la denominada clase media en la que, hasta ahora, cabíamos muchos.
La lista de puestos de trabajo sustituidos por los progresos tecnológicos aumenta cada vez más rápido. Más de lo que muchos nos imaginábamos hace un par de años. Cada vez es más larga esa lista y cada vez más los empleos amenazados. A ese fuego aparente se le echa gasolina. El discurso oficial va, de los titulares fuera de contexto y fáciles de la mayoría de los medios de comunicación, a las propuestas inexistentes de los gobiernos. Sólo quedan las empresas para organizar el rompecabezas y, obviamente, sin normas o garantías que ayuden a organizarlo, las compañías lo que miran es por su supervivencia competitiva y sus beneficios.
Reconquistar los empleos que se ventila un robot o un software inteligente es imposible. Ni siquiera fuera de los empleos mecánicos o de menor valor. Hablo de tareas complejas como conducir un vehículo sin intervención humana, agente bursátil, director de una empresa, doctor oncológico, asistente educativo o periodista. El punto de no retorno ya lo hemos cruzado hace mucho tiempo. Está claro que cualquier empresa que no adopte la tecnología disponible se enfrenta al cierre. Otras lo harán en otro lugar. No va a haber ninguna empresa en el mundo que pretenda ser competitiva que desafíe el avance tecnológico que le afecte.
Y parece que el Banco de España piensa que sí es posible. Que las compañías españolas van a mantener a sus plantillas en trabajos que una máquina podría hacer más rápido y más eficientemente. Es como si el mundo del que dependen, el del dinero reactivo, no fuera real. De un hachazo se lo han ventilado y se imaginan un país, un planeta tal vez, dónde la gente trabajará en empresas dispuestas a no crecer. Un mundo en el que esas empresas permanecerán con sus miles de empleados gracias a que sus clientes querrán comprar productos o servicios más caros, lentos y con defectos. Es de una lógica muy interesante.
Nos hemos pasado años, casi una década, hablando de la gran crisis del 2008 aproximadamente. El desastre financiero, el pinchazo de la burbuja allí donde hubiera una. Pero en realidad lo que vivimos fue la mayor deflación económica conocida. Una caída del valor de las cosas y de su coste de producción que si se mantiene en algún punto intermedio es exclusivamente por la marea indecente de dinero electrónico que inyectan los bancos centrales a los que pertenece el de España.
Una deflación inédita por sus dimensiones. No todo era financiero. La deriva financiera es evidente pero no fue la causa. Por lo menos no exclusivamente. Hubo más responsables. La tecnología genera productos cada vez mejores que estimulan la obsolescencia de los que compramos hace unos minutos. De manera que la depreciación del valor de estos es cada vez más rápida. Un objeto como un teléfono móvil, por llamarlo de alguna manera rápida, alberga tanta tecnología como antes sólo éramos capaces de llevar en una maleta grande y que tenían un coste de producción y de consumo inalcanzable para muchos.
Hace apenas dos décadas tener todo lo que ahora tiene un teléfono instalado suponía miles de euros fabricarlo y decenas de miles comprarlos por separado. Ahora lo puedes tener todo por menos de 200 euros. Además, en dos años tendrás que renovarlo o estarás fuera de las actualizaciones imprescindibles para estar al día. Lo más explosivo del asunto es que la reducción del coste de producción y venta se deriva de que cada vez menos personas intervienen en el diseño y fabricación de ese objeto. La deflación económica se traslada a la deflación social y laboral. Obviar este asunto no hace más que engrandecer sus consecuencias. La crisis no fue financiera exclusivamente, se estaba gestando el mayor cambio socioeconómico que ha vivido la humanidad en siglos y tenía que ver, como siempre ha sido, con un salto tecnológico.
El mundo laboral será conceptualmente otro o no será. Pocos se están planteando este gravísimo problema. Un mundo sin el empleo tal y como lo conocemos ahora y que deberá, antes de lo que nos pensamos, replantearse absolutamente. Preguntas com ¿por qué debo ir al trabajo si todo lo que hago lo hace un software mejor que yo? ¿Dónde estará el valor añadido que puedo aportar? El discurso oficial, si es que se le puede llamar así, argumenta que vamos a crear nuevos empleos. Que el 60% de los jóvenes universitarios trabajaran en empleos que no existen aseguran. Tal vez, pero permítanme que lo dude. En todo caso ese 60% trabajará de otro modo en empleos que ahora en muchos casos sí existen. Pero la transición no parece muy sencilla si se examina desde el punto de vista que siempre se ha adoptado ante este desafío. No es cuestión de revisar que empleo se va a destruir y con que lo vamos a sustituir. En este caso, la sustitución no viene del ‘que’ sino del ‘como’.
La renta mínima universal sigue siendo objeto de debates políticos manidos, viejos e interesados. Que si es de derechas o de izquierdas. Que si es insostenible o que si es ciencia ficción. El mundo cada vez es más capaz de suministrar lo necesario con cada vez menor intervención humana y con menor coste. Las empresas que lo saben han empezado a transformarse de forma agresiva. Las que no, ya se las verán venir. El futuro pasa, inexorablemente, por estudiar vías cercanas a eso.
¿Cómo vamos a vivir en un mundo inminente donde el ser humano cada vez tenga menor importancia en los procesos de eficiencia productiva? ¿De cuanto debería ser esa renta mínima? ¿Qué impuestos precisaría? ¿Qué servicios podrían convalidarse con ella? ¿Dónde quedará la clase media? ¿Cómo enfrentarnos a la dependencia social que supondría? ¿Para que precisaríamos políticos? ¿Quiénes serán los pocos que realmente serán ‘imprescindibles’? ¿Hablamos de trabajar o de aprender? ¿Seremos más humanos cuando no dependamos de la eficiencia en el trabajo? ¿Qué significará que el valor añadido pueda ser aportado por las personas? ¿Qué plataforma debe amortiguar el aterrizaje de un mundo sin empleo?
El mundo no va a detenerse porque lo diga el Banco de España. No vamos a jubilarnos a los 70 los que ahora tenemos 40 y algo. Ni a los 85 los que tienen 20. No vamos a jubilarnos. Dejaremos una actividad determinada para hacer otra muy distinta. El valor económico de lo que hacemos ahora es relativo. En muchos casos se mantiene incluso cuando no es práctico hacerlo porque no sabemos como modificar las reglas. Los gobiernos siguen con su discurso de la creación de empleo y deberían de pensar en el cambio del propio concepto 'empleo' de manera urgente.
No vamos a volver atrás. No hay opciones para eso. Este es el mundo que hemos montado y no se puede desmontar. Como mucho se puede ir superponiendo otro que se regule a partir de cuanto sabemos que va a ir pasando. Sin previsión, la hostia va a ser mayúscula. Seguimos todavía en el centro de la transformación de todo. Ahora ya tenemos pistas. Hace diez años se creyó que era un tema financiero. Ahora sabemos que era más complejo. Déjense de catalogar ideológicamente las soluciones y compremos el software que lo arregle todo.
¿Qué debes hacer antes de que te sustituya un robot?
Durante la Copa Mundial de Clubes de la FIFA celebrado hace unos días en Japón, hubo un debate acerca del uso de tecnología asociada a la toma de decisiones arbitrales durante los partidos. Hay quien lo critica pues elimina, dicen, la esencia de ese deporte y aplaca una especie de improvisación que, dicen también, pertenece a su idiosincrasia. Otros, por el contrario, afirman que la tecnología llega a todo y el deporte ‘rey’ no puede ser una excepción. Algo que sucede en el Rugby, el tenis y en una infinidad de deportes, se muestra complejo de aplicar en el fútbol.
Durante la Copa Mundial de Clubes de la FIFA celebrado hace unos días en Japón, hubo un debate acerca del uso de tecnología asociada a la toma de decisiones arbitrales durante los partidos. Hay quien lo critica pues elimina, dicen, la esencia de ese deporte y aplaca una especie de improvisación que, dicen también, pertenece a su idiosincrasia. Otros, por el contrario, afirman que la tecnología llega a todo y el deporte ‘rey’ no puede ser una excepción. Algo que sucede en el Rugby, el tenis y en una infinidad de deportes, se muestra complejo de aplicar en el fútbol.
No me interesa mucho ese debate pues, tarde o temprano, se impondrá la lógica y la lógica de nuestros tiempos habla sólo de eficiencia y velocidad. Precisamente la crítica viene dada porque una vez el árbitro decide revisar la situación visualizando una pantalla desde el propio campo, la decisión sufre un retraso insoportable desde el punto de vista de un espectáculo. Por ello, estoy seguro, el futuro de este y otros deportes cuya implicación tecnológica será cada vez mayor, no pasa por la combinación de la tecnología y la interpretación sino por la única decisión arbitral de un software y unos sensores que le den apoyo.
Se trataría de que un sistema experto, o un desarrollo en inteligencia artificial, analice en décimas de segundo cualquier jugada y determine lo que ha sucedido por compleja que parezca. Sin error posible. El ser humano está aceptando muy rápido la incorporación de todo tipo de automatismos y robots en sus espacios de ocio. El papel del árbitro deberá ser otro. Probablemente un papel vinculado a la mejora de esos modelos de arbitraje sintético. Un oficio nuevo que tenga que ver con la gestión analítica y la aportación de un conocimiento creativo a esas máquinas que harán el trabajo sucio. Un tipo de empleo que desconocemos pero que estoy seguro será necesario y que, además, deberá ser hecho por expertos en lo que esté haciendo ese robot.
La clave es entender que ese camino ha empezado en muchas profesiones y la única salida es cambiar el ‘chip’ del cómo trabajamos. La pregunta no debe ser ¿un robot ocupará mi puesto de trabajo? Eso es evidente que pasará. Pregúntate ¿qué nueva ocupación debería de tener yo mismo para que ese robot haga su trabajo mejor que nadie? ¿Cuál será mi oficio en ese nuevo escenario? ¿Cómo me preparo para cuando llegue la disrupción a mi empresa, a mi tipo de empleo? ¿Qué tecnologías van a provocarlo? ¿Las conozco? ¿Estoy preparado o formado? Respóndete con urgencia.
Probablemente si eres árbitro en muchos deportes puedas esperar. No mucho, pero puedes esperar. Sin embargo si tu empleo tiene que ver con el momento de pago en un supermercado, con el de un bibliotecario, un servicio de operador de tele-marketing, con un laboratorio de fotografía, con una agencia de viajes o eres un manager en Social Media, por nombrar algunos, te urge pensar cómo reconvertir tu oferta personal. Hay muchos más pero ejemplifico con uno.
Para un bibliotecario el horizonte es muy complejo. En Irlanda, por ejemplo, se están construyendo 23 bibliotecas sin personal humano. Todo estará automatizado. Sin embargo, un grupo de profesionales, ofrecieron voluntariamente sus servicios de asesoría a los lectores en las dos primeras construidas y puestas en marcha. El éxito fue tal que la red pública ha decidido repensar el tipo de empleo del bibliotecario en ese país.
El papel humano será relevante, pero hay que hacer reset previamente. Toca innovar en el valor añadido que debe ser el que proviene de los humanos y aportárselo al uso de esa tecnología asociada. Un humano nunca será más rápido, más eficiente, más barato que un robot que busca, identifica incluso tu gusto y te trae el libro que ‘necesitas’ casi antes de tú saberlo gracias a la inteligencia artificial y el Big data. Sin embargo, existe una textura social que no lograrán, de momento, aportar.
La investigación por parte del bibliotecario, por seguir con este ejemplo, va más allá del cálculo y el análisis de gustos, su aportación creativa a ese estimulante momento de recomendar un libro o contar porque es una lectura fantástica para un lector determinado, son, o podrían ser, las directrices de un nuevo modo de trabajar. No es competencia a los robots, en todo caso será colaboración con ellos. No vienen a destruir empleo, vienen a permitirnos trabajar de otro modo mucho más humano. Sino lo vemos pronto y adoptamos medidas en ese sentido, muchísima gente se va a encontrar totalmente perdida.
En 'La Vanguardia' hablando de un nuevo concepto de empleo 4.0
Fue todo un detalle por parte del World Economic Forum, celebrado en Davos hace unos meses, tener en consideración la existencia de una revolución tecnológica que estaba afectando definitivamente la economía. Oficialmente, a partir de ese momento, entrábamos en la denominada Cuarta Revolución Industrial. Se le considera la cuarta porque sucede a las anteriores tres que se destacaron por la máquina de vapor inicialmente, la energía eléctrica después y la electrónica hace unas décadas. Ahora, viene calibrada por la digitalización, la inteligencia artificial, la eliminación de intermediarios en la cadena de valor industrial, la impresión 3D, la automatización de procesos, la robotización, la conducción autónoma de vehículos, el propio cloud y por supuesto, la robótica compleja.
La Vanguardia me pidió un artículo para el Monográfico Especial sobre Empleo que publicaron ayer. Brevemente intento explicar que lo más destacable en el futuro inmediato, en ese espacio temido de un mundo sin empleo, seguramente el debate deberá centrarse en que el modo de trabajo y no en la cantidad del mismo. Una visión algo diferente a la que hasta ahora se está planteando de manera genérica y que, incluso yo, he variado en los últimos meses. Se puede descargar en .pdf aunque aquí abajo os lo dejo completo.
La Industria 4.0 y el nuevo concepto de empleo.
Fue todo un detalle por parte del World Economic Forum, celebrado en Davos hace unos meses, tener en consideración la existencia de una revolución tecnológica que estaba afectando definitivamente la economía. Oficialmente, a partir de ese momento, entrábamos en la denominada Cuarta Revolución Industrial. Se le considera la cuarta porque sucede a las anteriores tres que se destacaron por la máquina de vapor inicialmente, la energía eléctrica después y la electrónica hace unas décadas. Ahora, viene calibrada por la digitalización, la inteligencia artificial, la eliminación de intermediarios en la cadena de valor industrial, la impresión 3D, la automatización de procesos, la robotización, la conducción autónoma de vehículos, el propio cloud y por supuesto, la robótica compleja.
Como es habitual, las grandes instituciones observan con delay una realidad evidente. Un retraso que en otras ocasiones ya supuso un rotundo ridículo. En 2006 cuando Nouriel Roubini anunció ante el FMI que se avecinaba un desastre económico monumental. Las risas y abucheos todavía resuenan. Los llantos posteriores también. Ha llovido mucho y el acercamiento muchas veces interesado y epidérmico a una Nueva Economía de este tipo de organismos está sujeto a intereses creados.
No les gusta y se nota. Pero como en otras ocasiones, el peso de lo irremediable es mayor que el amortiguador de los interesados. Lo grave es que ahora el discurso es tremendamente maniqueo. Se publican informes catastróficos. Un mundo sin empleo. Pero a la vez que alarman como para retener instintos, no parece que se lo tomen demasiado en serio. Como siempre pasó, la idea de que todo eso sucederá dentro de mucho tiempo parece alejar la urgencia por abordarlo.
Es obvio que vamos a vivir este período como un parto doloroso. Cómo pasó en otros momentos de la historia, al igual que los contemporáneos de la Revolución Industrial del siglo XIX, llamaron Crisis Industrial a aquella etapa de la historia, nosotros deberíamos también tener en cuenta que, mientras no se organizan las cosas, las revoluciones económicas y productivas son, sencillamente, crisis de dimensiones bíblicas.
Debemos ir preparando el terreno pues cómo la historia reciente nos demuestra, lo que parece ciencia ficción, deja de ser ficción pronto y se convierte en ciencia rápido. Vivimos bajo conceptos tecnológicos y modelos de negocio inéditos inimaginables hace apenas una década.
Ahora bien, mientras las administraciones se aclaran, localizan el asunto y deciden hacer algo al respecto, el resto de mortales debemos abrazar con entusiasmo lo que la tecnología nos aportará en breve. Ver la Industria 4.0 como un escenario de destrucción de empleo es un error. Esa Revolución no destruirá empleo sino que modificará el concepto empleo. Empresas donde los trabajadores irán a aprender y no a trabajar. A aprender como ser más humanos y aportar el único elemento que será distintivo en espacios repletos de software y robots, la creatividad y la intuición.
El valor añadido de las empresas de la Cuarta Revolución Industrial no serán las máquinas, el valor añadido, serán las personas. El mundo al revés. Para eso tenemos que prepararnos. No será automático y la educación y formación deberá ir asociada a un nuevo modelo directivo. Nunca seremos más eficientes y productivos que un robot, por eso deberemos ir a nuestra empresa a aprender como ser más humanos y a proporcionar un valor que será un bien preciado en las empresas del futuro. Preparémonos para ser más humanos gracias a los robots.
El sexo robótico. No es lo mismo Inteligencia Artificial que Conciencia Artificial.
Entre las muchas lecturas sobre Inteligencia Artificial e innovación robótica que selecciona mi lector de feeds, programado para entregarme artículos o noticias que puedan encajar con lo que busco a diario, cada vez hay más enlaces hablando de un hipotético futuro inmediato dónde humanos y robots compartiremos juegos sexuales.
Entre las muchas lecturas sobre Inteligencia Artificial e innovación robótica que selecciona mi lector de feeds, programado para entregarme artículos o noticias que puedan encajar con lo que busco a diario, cada vez hay más enlaces hablando de un hipotético futuro inmediato dónde humanos y robots compartiremos juegos sexuales.
Es obvio que en gran medida muchos de esos artículos buscan sencillamente a partir de un titular y una foto el click impulsivo y la lectura, cómo mínimo, en diagonal. Cierto que yo estoy haciendo lo mismo. Una licencia que me tomo hoy para ejemplificarlo. Sin embargo, sin abandonar el asunto de los robots sexuales, quisiera profundizar previamente en un tema que, precisamente en este campo, toma un matiz realmente interesante. Cuando hablamos de robótica con Inteligencia Artificial no estamos hablando de Conciencia Artificial.
Hay que dejar claro que las diferencia entre Inteligencia Artificial y Humana radica en que la segunda otorga un elemento de conciencia que jamás podrá tener la primera. Por lo menos no con el modelo de desarrollo tecnológico que conocemos ahora. Asumiendo que la Inteligencia Artificial es un elemento totalmente distinto a los Sistemas Expertos (ver este otro artículo dónde los diferencio), es cierto que su modelo y arquitectura puede generar aprendizaje, pero nunca conocimiento de ese aprendizaje.
A veces nos gusta pensar que algunas historias cinematográficas puedan llegar a ser verdad en un tiempo comprensible para el ser humano, pero la verdad es que hay desarrollos que deberán utilizar una modalidad totalmente distinta a la que ahora ocupa la innovación en AI o, lo que cuentan esas películas o libros de Ciencia Ficción, no serán nunca posible. De hecho es bueno saber dónde está la limitación de todo ello para entender cual va a ser el su papel futuro en la economía, sociedad y cultura.
La capacidad de interpretar los indicadores biológicos como emociones, estados de ánimo y muy seguramente adaptarse a sus necesidades es algo humano y la Inteligencia Artificial, cómo mucho puede tener comportamientos inteligentes, imitando el funcionamiento de la mente humana.
Desde mediados de los cincuenta con Alan Turing y luego John Von Neumann la idea central de la computación inteligente se ha basado en el modelo del cerebro humano. Y desde entonces la evolución ha sido notable. Sin embargo, si comparamos la composición de un ‘cerebro artificial’ y uno humano, el primero todavía parece un simple juego de tres en raya.
Ahora bien, la innovación en temas de Inteligencia Artificial no paran de aumentar. De hecho no sólo los avances, sino la previsión de ellos. Algo que diferencia nuestro tiempo de otros es que ahora hacemos cosas, diseñamos cosas y preparamos cosas para cuando tengamos la tecnología o conocimiento en el futuro que la puedan utilizar. Por ejemplo, Google ha codificado algoritmos para codificar pensamientos, para que en una década las máquinas puedan tener sentido común. Las referencias genéticas y nuestra capacidad de generar ‘conciencia’ es lo que nos diferencia de ellas hasta el momento.
En una conversación el doctor López de Mántaras, pionero en la creatividad computacional en la UPC, decía que la diferencia entre nuestra inteligencia, de tipo generalista, y la de un sistema artificial. Comparaba el hecho de que ‘quizá ninguno de nosotros puede jugar al ajedrez al nivel de Deep Blue o de un gran maestro, pero después de jugar al ajedrez te puedes poner a jugar al dominó o a las cartas. Y después abres un periódico, te vas a la sección de economía y puedes entender un artículo. Las inteligencias artificiales actuales, sin embargo, son lo que llamaríamos sabios idiotas, saben hacer muy bien una sola cosa. Las inteligencias artificiales actuales son como sabios idiotas, saben hacer muy bien una sola cosa’.
Ahora bien, podría ser que estemos considerando que la Inteligencia Artificial debe ser una imitación de la humana y tal vez ahí esté el error principal. Es muy probable que en el futuro, dentro de muchos años, la inteligencia sintética sea muy distinta de las humana. En el mundo no hay una sola inteligencia. La de un elefante, la de un delfín, la de un perro, la de una colonia de hormigas o la nuestra son distintas. Por ahí podría ir, pero en todo caso, hablamos de una evolución a muy largo plazo aun.
Por eso es importante reducir el espacio de análisis y acercarnos a lo que ahora es factible y en sus afectaciones inmediatas en lo laboral, social y personal incluso. De hecho la inteligencia artificial ya está en todas partes. En ocasiones no la vemos porque es un componente de un sistema más complejo. ‘Los buscadores de información no serían tan sofisticados sin la inteligencia artificial. Los videojuegos de ordenador están repletos de inteligencia artificial y los sistemas de visión artificial para los controles de calidad en las fábricas o en diagnóstico médico. Está en algunos sistemas para operar, en los que el movimiento que hace con sus manos el cirujano se aplican indirectamente de una forma mucho más precisa y sin el más mínimo temblor.’
Y también se está empleando en el descubrimiento de nuevos fármacos. Ahora, en lugar de esperar a descubrir por casualidad beneficios colaterales, hay programas en farmacología que con la inteligencia artificial permiten estudiar de forma sistemática qué fármacos ya existentes pueden tener otra utilidad que no se conocía.
Pero volviendo al asunto con el que empezaba el artículo y que justifica el título y la foto que encabeza. El asunto de la conciencia está por ver como y cuando puede empezar a analizarse si es que se produce, pero de momento ya tenemos los primero robots sexuales con sistemas inteligentes capaces de interactuar con sus compradores.
En concreto hay dos empresas en el mundo que quieren rentabilizar sus desarrollos en este sentido. Una de ellas es la de Matt McMullen, Abyss Creations, que vende muñecas tremendamente realistas de mujeres u hombres con aspecto ‘atractivo’ y con total ‘disposición’ a satisfacer sexualmente a cualquier ser humano. Las ventas son generalmente de muñecas aunque existen modelos masculinos. El catálogo se presenta bajo la licencia ‘RealDoll’ y aseguran que están muy cerca de incorporar elementos de hardware y sensores capaces de reaccionar a estímulos orgánicos y acciones ejercidas por la ‘pareja’ humana.
A este elemento de sensibilidad se le sumará una antena interior capaz de conectarse con un servidor que haga las funciones de cerebro artificial. La potencia de computación se hará en remoto de manera que pueda ser mucho más potente.
Según la empresa, la vida de mucha gente esta apunto de cambiar definitivamente. Hay analistas que se han mostrado preocupados tras conocer los desarrollos que están disponibles para su distribución. De hecho hay una organización en contra de este tipo de uso de los robots. Aseguran que no estamos preparados para interactuar con objetos animados, sexualizados e inteligentes de este tipo.
Abyss lanzará una aplicación artificialmente inteligente en el primer trimestre de 2017 dentro de una de la cabeza de una de sus muñecas. En teoría será intercambiable con el cuerpo de manera que podrás tener diferentes opciones de ‘personalidad’ combinable con el cuerpo que desees. A mi todo esto se me hace hasta complicado de escribir.
Este ‘tetris’ robótico nace de un software y un hardware que, en combinación, permitirán a las muñecas reaccionar con realismo a los estímulos, incluyendo preguntas y conversaciones básicas mucho más evolucionadas que por ejemplo el caso de los asistentes tipo ‘Siri’.
Se habla mucho de cómo la AI afectará a nuestro trabajo, nuestros modelos de relación social, de cómo hoy en día permiten ya muchas innovaciones recurrentes o como piensa por nosotros en infinidad de acciones diarias. Pero se habla poco, porque puede parecer pura Ciencia Ficción, cómo la robotización de la intimidad puede afectar a un escenario personal, familiar o particular.
Independientemente de que lo que más me interesa es analizar el valor de ‘conciencia’ que les daremos los humanos en un escenario de intimidad o de relación casi humana, que si éstos tendrán derivaciones de tipo sexual. Parece que los robots, a parte de centenares de empleos, también afectarán al oficio más antiguo del mundo. Potente artículo al respecto de Eleanor Hancock titulado 'Are prostitutes’ robots?'. Quien sabe.
La robotización del sector hotelero. Noticias que llegan del futuro inmediato.
El pasado jueves ofrecí una conferencia en Aranda de Duero, Burgos, en la que con la participación de la audiencia nos preguntábamos hasta que punto estamos preparados para abrazar la denominada ‘Cuarta Revolución Industrial’. Es muy probable que lo que estamos viviendo no difiera mucho de cómo se vivieron otras revoluciones industriales anteriores pero sí es cierto que en esta ocasión los cambios que implica se están sucediendo a una velocidad inédita
El pasado jueves ofrecí una conferencia en Aranda de Duero, Burgos, en la que con la participación de la audiencia nos preguntábamos hasta que punto estamos preparados para abrazar la denominada ‘Cuarta Revolución Industrial’. Es muy probable que lo que estamos viviendo no difiera mucho de cómo se vivieron otras revoluciones industriales anteriores pero sí es cierto que en esta ocasión los cambios que implica se están sucediendo a una velocidad inédita.
Los asistentes se mostraron sorprendidos por muchos aspectos que expliqué. Coches autónomos, modos de trabajar, modelos de transformación digital, cómo empezar y la diferencia entre las diferentes fases que implican para una empresa mediana todo ese escenario. Hubo un ejemplo que provocó sonrisas. Es simpático ver un robot haciendo algo que se considera tremendamente humano. Me refiero al servicio de habitaciones de un hotel. Ese camarero o camarera de habitaciones que pregunta si todo está bien y te ofrece acerca cualquier solicitud previa.
El hecho de que un robot con apariencia de lavadora andante atienda tus necesidades y las cubra sin inmutarse es mucho más que un gesto anecdótico. Es, sencillamente, la muestra de hacia donde va todo. Realmente donde está todo ya. La supresión de empleos ha empezado y ya no es gradual. La era digital y sus derivados robóticos y de automatizaciones avanza sin preguntar si estamos o no preparados. Hay quien sugiere que los robots como tal deberían pagar impuestos. La idea de que por cada robot que sustituye una persona sea motivo de una tasa ‘laboral’ empieza a cundir. La teoría de algunos es la de que si vamos a trabajar menos pero los ingresos serán los mismos para las empresas, para establecer un circuito económico sostenible deberemos buscar por donde ingresar impuestos y como repartirlos entre todos después.
Aquí hemos hablado de esos robots de hotel. De hecho hay alguna anécdota graciosa sobre cómo grupos de niños lograron volver ‘locos’ a un buen número de ellos en un establecimiento. En fila india y circulando por todas las plantas los robots buscaban resolver un asunto laboral indefinidamente mientras los niños los perseguían por todas partes. Sin embargo la realidad no es tan divertida. La creación de nuevos puestos de trabajo derivados de esta transformación digital de la economía es inferior claramente a la del número de tipologías de empleo susceptibles de ser destruidos.
La cadena de Hoteles Starwood ya ha incorporado mayordomos robóticos de manera completa. Trabajan de noche y de día. Se desplazan a cualquier lugar del hotel, por supuesto las habitaciones de los huéspedes, y ofrecen todos los servicios que se solicitan según un dashboard en el teléfono móvil. En teoría, el tiempo destinado a esta labor ahora ocupado por un hardware lo puede utilizar el personal humano para otras tareas. Debemos examinar cuales, pensarlas, crearlas tal vez.
El bicho en cuestión no llega al metro de altura. Usa el ascensor, se mueve entre los clientes e interpela al personal ante cualquier asunto. Si quedas satisfecho de sus servicios te anima a que lo ‘tuitees’. Su nombre es ALO y ha sido diseñado por Savioke. En algunas zonas de California como Cupertino es habitual vivir entre robots. En el hotel, en el parking, en las oficinas o en el hospital.
En más de cien hoteles del mundo podremos encontrarlos. En algunos de ellos, como en Japón, en un parque temático totalmente atendido por robots, los clientes pueden mantener conversaciones con éstos. De ocupar a medio millar de personas, el parque ahora sólo ocupa ciento diez. El resto son robots. El dueño del mismo, Hideo Sawada, ha iniciado la construcción de mil hoteles en todo el mundo en los que no habrá personas. Promete un coste más reducido de la pernoctación y un servicio impecable.
La sustitución ha acelerado y el discurso manido de ‘la creación de empleo’ con la que nos inundan a diario se olvida de que esto no es anecdótico y que cómo no asignemos un plan de acomodación nos vamos a hacer daño. Recordemos el estudio más serio realizado al respecto de la Universidad de Oxford que estimaba la destrucción del 47% de empleo en 700 profesiones a partir del 2023. A la vuelta de la esquina y seguimos sin noticias de como lo vamos a afrontar.
El terror sociológico a una nueva tecnología. No íbamos a ser una excepción.
¿Sabías que la sociedad en su momento se opuso enérgicamente a la llegada de la electricidad porque consideró que ese avance destruiría todos y cada uno de los elementos de aquellas cadenas de valor? ¿Sabías que en 1942 el sindicato de músicos más importante de los Estados Unidos prohibió a sus miembros a grabar canciones pues consideraban que eso acabaría con la música en directo? En cada caso tenían razón pues se destruyeron millones de puestos de trabajo. Pero en ambos casos esas tecnologías cambiaron la industria por completo. La electricidad dio paso a nuevos empleos y al primer escenario de eficiencia. La grabación de música transformó la escalabilidad permitiendo que el músico pudiera alcanzar cotas de beneficios impensables y, por supuesto, nacieron empleos inexistentes cinco minutos antes.
¿Sabías que la sociedad en su momento se opuso enérgicamente a la llegada de la electricidad porque consideró que ese avance destruiría todos y cada uno de los elementos de aquellas cadenas de valor? ¿Sabías que en 1942 el sindicato de músicos más importante de los Estados Unidos prohibió a sus miembros a grabar canciones pues consideraban que eso acabaría con la música en directo? En cada caso tenían razón pues se destruyeron millones de puestos de trabajo. Pero en ambos casos esas tecnologías cambiaron la industria por completo. La electricidad dio paso a nuevos empleos y al primer escenario de eficiencia. La grabación de música transformó la escalabilidad permitiendo que el músico pudiera alcanzar cotas de beneficios impensables y, por supuesto, nacieron empleos inexistentes cinco minutos antes.
Suele ser siempre así. Cualquier avance tecnológico suele tener un duro tránsito por el reconocimiento de su valor real. La sociedad suele confrontarse porque percibe que va a perder algo y por el desconocimiento de lo que supone realmente. Ahora, con la transformación digital, vivimos algo muy parecido. Socialmente estamos asumiendo que no hay vuelta atrás, que todo va a ser automático y robotizado, que millones de puestos de trabajo se van a perder irremediablemente y que la sociedad como la conocemos va a dar un vuelco definitivo. Se mira con miedo ese escenario. Me lo comentan muchas veces tras conferencias, entrevistas o trabajando con clientes que buscan aprovechar este momento.
La pregunta más repetida es la que dice ¿cómo vamos a vivir en un mundo donde no va a ser necesario el ser humano? Suelo responder con otra pregunta. ¿Por qué una tecnología va a convertir al ser humano en irrelevante? El ser humano tendrá el papel más relevante que ha tenido hasta la fecha en toda su historia: ser humano. La tecnología la iremos entendiendo, es cuestión de tiempo, poco a poco irá desplegándose en todos sus sentidos y formas. No será sólo un dispositivo o un módulo de comunicación que nos acompaña, será algo más complejo y eficiente. Nos convertirá en ‘homus digitalis’ definitivamente y en ese escenario, la partícula ‘homus’ será indispensable y tremendamente referencial.
Lo hemos vivido antes y lo volveremos a vivir. Las sociedades se oponen a los avances tecnológicos, a las revoluciones que comportan un cambio de los modelos productivos, culturales, sociales y económicos. El miedo a los cambios disruptivos debió existir cuando un tipo que andaba a cuatro patas decidió ponerse de pie. La gente siente que va a perder algo. No solemos ver en el horizonte desconocido y borroso nada bueno. Pero la historia nos ha demostrado que en ese perfil nublado siempre aparece un sol radiante.
La imprenta permitió que el monopolio de la cultura pasara de unos pocos a la gente y, sin embargo, el rechazo a su generalización fue muy importante y no tan sólo por las clases dominantes. Los mismos dilemas que vivieron en cualquier avance tecnológico nuestros antepasados son los que vivimos nosotros ahora. El pavor a la Inteligencia Artificial, a la IoT, a la impresión 3D o a la robotización absoluta es algo natural, cómo también lo va a ser la innata capacidad humana para encontrar el valor de todo ello y aportarse su punto de ‘humanidad’ que sólo nosotros podemos otorgarle a las cosas. Las empresas deben dar un salto conceptual y aplicarlo al entendimiento de un nuevo escenario del que pueden obtener ventaja o quedarse definitivamente rezagados. No hay dos opciones para ganar, sólo una.
Los robots te pagarán la jubilación. La UE estudia que la 'persona electrónica' cotice a la seguridad social.
El mes pasado un proyecto inédito fue presentado al Parlamento Europeo. Se trataba de la solicitud de un informe que sugiere abordar un tema realmente interesante y que tan sólo hace un lustro hubiera parecido un fragmento de alguna novela o película de ciencia ficción. La idea giraba en torno al cada vez más intenso debate acerca de los robots que van sustituyendo a los seres humanos en determinados puestos de trabajo
El mes pasado un proyecto inédito fue presentado al Parlamento Europeo. Se trataba de la solicitud de un informe que sugiere abordar un tema realmente interesante y que tan sólo hace un lustro hubiera parecido un fragmento de alguna novela o película de ciencia ficción. La idea giraba en torno al cada vez más intenso debate acerca de si los robots van a ir sustituyendo a los seres humanos en determinados puestos de trabajo.
A la Unión Europea, tan lenta en ocasiones, de vez en cuando se le encienden las alarmas y deciden abordar temas que no aparecen en la agenda de ningún gobierno, pero que sin duda deberían estar encima de la mesa. En este caso se trata de la reflexión y estudio sobre el impacto de los robots que trabajan bajo el criterio de beneficios sociales o la responsabilidad social. Por primera vez en una administración pública se debate acerca de los derechos de una especie de ‘ser electrónico’ derivando la propiedad intelectual de estos artefactos (incluyendo software), así como el hecho de ser vistos como ‘agentes laborales’. También, por supuesto, si a medio plazo contribuirán a las pensiones de los seres humanos.
Llevo años sugiriendo que la Renta Mínima Universal no es de derechas ni de izquierdas. Se suele mezclar todo en este tema. Unos se apoderan del concepto y otros lo rechazan cogiéndolo por la epidermis y no por el fondo. La Renta Mínima Universal se basa en un análisis de un mundo sin empleo humano, no de un mundo ocioso. Tampoco se basa en la ‘uniformidad’ de nada ni en la pérdida de la iniciativa privada, sencillamente es el mecanismo con el que la humanidad irá interpretándolo cómo único sistema para garantizar el bienestar en un espacio gestionado automáticamente.
¿Quién puede imaginar un mundo sin fracturas si en apenas 20 años más de cincuenta millones de empleos desaparecerán en Europa por ejemplo? Lo sabe la UE y es fácil de calcular. Casi un millar de oficios están en la cuerda floja. Algunos totalmente sorprendentes. Ante esa realidad inminente hay que pensar distinto y, aunque parezca increíble, hay estamentos que lo están haciendo al descubrir que algunos países han empezado a analizar los riesgos de la incapacidad para crear empleo o de su destrucción generalizada a medio plazo.
La clave según este grupo de analistas es que las denominadas ‘personas electrónicas’ paguen nuestras pensiones o rentas de subsistencia. En realidad hablamos de generar impuestos a las empresas, que al destruir puestos de trabajo y sustituirlos por una inversión tecnológica, deban pagar cánones individuales por algunos de éstos desarrollos.
Los legisladores de la UE están considerando las preguntas que examinan el aumento de los robots que sustituyen a los seres humanos en el trabajo y, si con ello, se puede buscar una fórmula imaginativa y sin precedentes para seguir ingresando capital destinado a la seguridad social o servicios públicos. En este sentido, una cuestión que se plantea el estudio es el efecto sobre la seguridad social. Con menos empleados humanos cotizando, las empresas pagarán menos en los sistemas de beneficio de cualquier gobierno. Esto plantea dudas sobre ‘la viabilidad de los sistemas de seguridad social si se mantienen con la base actual de los impuestos, creando un potencial aumento en la desigualdad y en la distribución de la riqueza’ por ejemplo.
El informe sugiere que se piense en crear un censo de robots inteligentes que se utilizan en empresas y que se les asigne a éstos una cotización social que pueda tener consecuencias fiscales. Pero, si este plan pudiera llegar a desplegarse, a legislarse incluso, pienso que también se deberán atender otras derivadas. ¿Quién es el responsable de las acciones de un robot (incluido software inteligente)? ¿qué tipología de seguro deberán tener o cómo diferenciaríamos entre humanos y máquinas en los espacios de una estructura empresarial?
En general, la idea que ya está en el debate político es crear un marco ‘legal y específico para los robots’. ¿Te suena raro? Pues no debería. Por lo menos no en cuanto a los robots autónomos más sofisticados, pues estos podrán verse en condiciones de tener derechos como ‘personas electrónicas’ y módulos de ‘responsabilidad civil’. Esto para los robots más autónomos podría pasar mucho antes de lo que nos imaginamos.
La idea de la elaboración de una legislación en torno a los trabajadores robóticos no está siendo bien recibida por todos en la industria de la robótica por cierto. Patrick Schwarzkopf, director del departamento de robótica y automatización de la VDMA, dijo que un marco legal para las ‘personas electrónicas’ es algo que sucederá muy tarde, no en la próxima década. Aseguran que 'imponer este tipo de legislación sería muy burocrático y podría impedir el desarrollo de la propia robótica’.
Esta claro qué a quién fabrica robots no le interesa que se regulen demasiado, ni que nazcan con impuestos bajo el brazo. El estudio y el trabajo no es vinculante pero demuestra que ha nacido una creciente preocupación. Ya no sólo está en las ‘páginas’ de algunos bloggers y escritores ‘futuristas’ que indagamos en la que se nos viene encima y que pedimos algún movimiento de precaución y estrategia al respecto. Los robots van a ‘robarle’ el empleo a los humanos. La innovación es exponencial. La humanidad ha vivido en 150 años tanto progreso como en los 50.000 años anteriores. En una década tanto cómo en los últimos 150. En los próximos 20 el ser humano innovará tanto cómo lo ha hecho en toda su historia completa.
Entiendo que es difícil imaginar nuestro mundo en apenas dos décadas y, por supuesto, lo único que podemos hacer es ir preparando el terreno y los amortiguadores. El golpe lo vamos a recibir igual. Vivirlo con entusiasmo o con dramatismo dependerá de cuando nos pongamos las protecciones. Un mundo automático, tecnológico y robótico será un mundo más humano, creativo y social si lo vamos preparando ya. Sino será un monumental desastre y desequilibrio. Démosles derechos a los robots, tarde o temprano serán quienes nos pagarán la jubilación.
Re-campañas electorales. ¿Cómo crear empleo en un escenario de sustitución de hombres por máquinas?
Debate político, incluso antropológico según como se mire. Rensi no es el único que asegura que sustituir a personas por robots (que ya es posible y se está haciendo tímidamente) permite no depender de bajas laborales, reivindicaciones o aumentos de sueldo ‘inasumibles’ por la empresa. Ahí hay mucho que rascar. Digamos que visto así parece que la tecnología va a ser o por un lado el muro infranqueable para las demandas laborales o, por otro, el destructor de empleo más implacable de la historia.
Hoy empieza la re-campaña electoral. Descafeinada y ‘austera’ dicen. En teoría es, de nuevo, un espacio para el debate ideológico, político y económico. Os propongo que busquéis, que reviséis, que escuchéis con calma y que, si podéis, preguntéis a líderes o responsables económicos de cada partido que tienen previsto ante la inminente implementación por parte del mundo empresarial de millones de máquinas, software, robots y automatismos. ¿Qué tienen previsto para enfrentarse al mayor cambio socioeconómico que habrá vivido España hasta la fecha? ¿Cómo piensan crear empleo en un escenario de sustitución de hombres por máquinas?
Me temo que la respuesta será un conjunto vacío bíblico. Su lejanía de lo que le pasa a la gente es algo tradicional, el desconocimiento sobre lo que pasa en el mundo, casi genético. Pues ahí van datos: la OCDE advirtió en un reciente estudio titulado The Risk of Automation for Jobs que la robótica sustituirá un 12% de los actuales puestos de trabajo en países como España, Alemania, Eslovaquia, Austria o Reino Unido . Y señala que España es uno de los países menos preparados para afrontar este gran reto. Además asegura el informe que la creación de empleo que se está llevando a cabo en España especialmente vuelve a ir encaminada a sectores dónde el valor añadido humano no será necesario. Seguimos pensando en empleos del pasado y alejados de una sociedad del conocimiento dónde ser sustituidos por robots es más complejo.
Escuché al que fuera CEO de McDonalds, Ed Rensi durante una entrevista en Fox Business, que un brazo robótico de unos 35.000 dólares es más barato que formar a un ser humano. Hacía referencia al impacto que, en un mercado de trabajo inmediato, pueda tener el hecho de disponer de automatismos en cualquier industria frente a las lógicas variables salariales de un empleado. Durante la presentación de la película ‘The 4th Revolution – Energy Autonomy’ a la que pude asistir el pasado 30 de junio en Manchester, y a la que le siguió un interesante debate, se analizó este hecho . Allí se mantuvo una de las teorías sociales y laborales que pueden empezar a decantar políticamente el defender, o no, esa mecanización global de nuestra vida. En concreto se aseguró que 'un aumento del salario mínimo en cualquier país lo único que logrará será acelerar la revolución robótica y la destrucción de empleo.'
En la entrevista que comentaba a Ed Rensi, éste aseguraba que 'hoy en día es más barato comprar un brazo robótico que embolse patatas que contratar a un humano para hacerlo. Subirle el sueldo mínimo a un joven que realiza esta tarea convierte en inevitable la ‘contratación’ de un sustituto mecánico'. De hecho aseguró que los restaurantes ‘fast-food’ ya han iniciado una carrera frenética en este sentido y que en menos de 2 o 3 años vamos a ver un cambio notable en quien y cómo nos sirven en cualquier franquicia de este tipo'. Eatse, otra cadena de comida rápida americana ya ha anunciado que va a convertir toda su cadena en restaurantes robóticos. Pizza Hut ha ‘contratado’ a robots para su restaurante donde los camareros son autómatas. Adidas abrirá el año que viene una planta de producción en Europa dónde no habrá ni un ser humano.
Es posible, hoy en día, crear riqueza y no crear empleo. Según el columnista del Financial Times Edward Luce, 'la robotización explica que la economía estadounidense haya tenido un alto crecimiento en actividad industrial y una creación cero de empleo'. Esto pone en juego la versión oficial de cómo la política soluciona los momentos complejos económicos. Toca hablar de crear riqueza sin empleo, de renta mínima universal y de legislar para la Nueva Economía o el hostión que nos vamos a dar dejará en una caricatura la reciente crisis global.
Hablamos de muy pocos años. Tú lo vas a ver, tus hijos lo van a vivir de pleno. Para los que sigan pensando que esto no es urgente les propongo algunos datos. Muchos me preguntan porqué ahora los robots están entrando en todas partes cuando esos brazos armados ya estaban disponibles hace un tiempo y no estamos hablando en ningún caso de Inteligencia Artificial. La respuesta es simple y en dos direcciones. La primera es que toda esta robótica, parecida en algunos casos a la que ya existía, si posee elementos ‘más inteligentes’ gracias a modelos de conectividad y a capacidades de analizar usos en base a criterios de selección. El segundo y más importante en estos casos tan básicos, es que son más baratos. Muchísimo más baratos. Se ha iniciado la venta masiva de robots cómo cuando se inició la de teléfonos móviles. La Federación Internacional de Robótica cifra el mercado de la robótica a nivel global en 67.000 millones de euros en 2025.
Debate político, incluso antropológico según como se mire. Rensi no es el único que asegura que sustituir a personas por robots (que ya es posible y se está haciendo tímidamente) permite no depender de bajas laborales, reivindicaciones o aumentos de sueldo ‘inasumibles’ por la empresa. Ahí hay mucho que rascar. Digamos que visto así parece que la tecnología va a ser o por un lado el muro infranqueable para las demandas laborales o, por otro, el destructor de empleo más implacable de la historia.
Lo que tengo claro es que si esto lo tratamos desde el punto de vista social o ideológico tenemos un problema puesto que nadie puede estar a favor de eliminar derechos laborales o imponer una especie de ‘o aceptas o a la calle pues me he comprado un robot’. Desde el punto de vista histórico y evolutivo es inevitable que pase. En el primer caso además, la sustitución sucederá independientemente de lo que ‘trague’ el trabajador. Al final siempre será más caro, menos conflictivo y más ineficiente un humano que una máquina. Por lo menos en estos casos.
Todavía nos queda pensar que hay robots que se equivocan. Por lo menos, de momento. Aparte del caso en el que un restaurante chino ‘despidió’ a todos sus camareros robots porque rompían muchos platos en el momento de servir, me explicaban hace unos días la confusión que vivió un hotel que funciona con camareros de habitaciones robóticos. El pobre se había perdido por los pasillos. La orden de un cliente sobre el teclado digital en la ‘cabeza’ del bicho se formuló con un error que entró en bucle y no supo darle respuesta. Durante su paseo buscando una salida, el robot con ruedas solicitaba una clave a todos los huéspedes que se encontraba y sino se la daban los seguía. Tuvo que ser divertido. De hecho hubo quien dijo ‘pobre, déjalo, sólo es un robot’. Lo que me hace pensar, 'pobres, déjalos, están en campaña...'
'Quixote', el software que enseña ética a un robot.
Un nuevo estudio, esta vez procedente de la Rice University, vuelve a poner sobre la mesa el asunto de que las máquinas y la inteligencia artificial van a poner patas arriba el modelo laboral que ahora tenemos y que, por derivación, lo de tener trabajo va a ser una quimera tal y como lo entendemos ahora. Aseguran que se trata de algo que nos invadirá en apenas un par de décadas. ¿Quién no considera que va a estar vivo en esa época? Es decir, lo vamos a ver.
Un nuevo estudio, esta vez procedente de la Rice University, vuelve a poner sobre la mesa el asunto de que las máquinas y la inteligencia artificial van a poner patas arriba el modelo laboral que ahora tenemos y que, por derivación, lo de tener trabajo va a ser una quimera tal y como lo entendemos ahora. Aseguran que se trata de algo que nos invadirá en apenas un par de décadas. ¿Quién no considera que va a estar vivo en esa época? Es decir, lo vamos a ver.
A diferencia con otros ‘avances’ que se nos han anunciado en otras ocasiones, coches voladores, viajes al espacio, comunicación mediante chips insertados en nuestro cerebro, éstos se derivan de una lógica económica y no emocional. Un escritor de ciencia ficción puede imaginar un mundo independientemente de muchos factores, el argumento puede ser flexible. De hecho, no obstante, últimamente la mayoría de películas de este género se pasan una buena parte del tiempo explicando la lógica científica de la fantasia. Uno de sus más dignos representantes es la lisérgica ‘Interstellar’.
Los que escribimos sobre economía buscamos sostener lo que explicamos en estudios o planteamientos que proceden del contraste científico, académico, empresarial y político incluso. De ahí que la diferencia entre predecir un mundo con coches voladores y otro con una renta mínima universal viene a ser lo mismo que la que había entre lo que decía Arthur C. Clarke acerca de vivir interconectados gracias a computadoras en apenas unas décadas y lo que decía Asimov sobre un mundo Robot. Es importante apuntarlo pues el mundo inmediato y automático es una realidad embrionaria ya y muestras da de por donde van a ir los tiros.
Pues bien, los avances tecnológicos están caminando hacia una era en la que los seres humanos vamos a perder la mayor parte de nuestro trabajo a favor de las máquinas y si bien esto es un gran problema, es sólo parte de un problema mucho más grande. El progreso enorme en la inteligencia artificial, la robótica y las redes neuronales ya es evidente a través de la inmensa automatización que vemos en las fábricas y unidades de fabricación en todo el mundo. Industrias como la farmacéutica, automovilística, alimentaria, hostelera o electrónica han adoptado rápidamente la automatización sobre los seres humanos para el que existe un enorme aumento de la producción y que también a los costos comparativamente más bajos.
A medida que la Inteligencia Artificial se hace más sofisticada se apodera también de sectores que parecían intocables y sustituyen a ‘mentes’ humanas en múltiples tareas. Esto no hará más que acentuarse. En apenas dos décadas esos robots, esos algoritmos inteligentes habrán sufrido un crecimiento técnico exponencial. El robot de dentro de un año será dos veces capaz de hacer lo que ahora hace su ‘primo hermano’. En dos será capaz de cuadruplicar. En tres hará 16 veces lo que el primero. En cuatro 256 veces. Y así hasta llegar a computadores inteligentes y versátiles que puedan ser millones de veces más rápidos, resolutivos y ‘humanos’ en apenas dos décadas. Vivimos en la era de la exponencia.
Una exponencia sin retorno. Por ese motivo es urgente que nos pongamos todos a diseñar esa ruta de crecimiento en este campo. El camino que se recorra no se podrá deshacer. Lo que se genere, generado estará. Es importante diseñar cómo queremos que sea nuestro mundo futuro, el de nuestros hijos especialmente. ¿Cómo va a ser capaz nuestra economía global un mundo con un desempleo técnico cercano al 50%? ¿qué harán estos miles de millones de personas en paro? Es evidente que ante el mayor reto que ha vivido nuestra especie nadie está tomando en serio el asunto, por lo menos no dónde toca tomárselo. Necesitamos una clase política especialmente que esté a la altura de las circunstancias. Toca revisar el mandato corto y enfocarlo a largo plazo. Lo que ahora no se haga, no tendrá remedio fácil. Lo que ahora no se diseñe no tendrá corrección urgente.
La clase económica, las élites filosóficas y la ética serán fundamentales. Los desarrolladores tecnológicos, los que son responsables de esa tendencia irremediable hacia un mundo sin empleo, deberán saber que hay una contraposición ética y política que marcará la adecuación de todo ello. No podemos esperar que por puro darwinismo las cosas se arreglen solas. No va a ser así.
Entre los debates que se tienen que tener destaca uno por encima de todos. ¿se deben regular estos avances? ¿se debe limitar la Inteligencia Artificial? Imaginemos que llegamos a un punto, que llegará, que tenemos que mostrar códigos éticos a un algoritmo inteligente y sofisticado que tiene que tomar decisiones constantemente y que afectan a personas, modelos de producción, decisiones. ¿Qué ética le vamos a implementar si nosotros como especie no tenemos ningún ‘manual de usuario’ validado?
Dos investigadores, Marcos Riedl y Brent Harrison de la Escuela de Computación Interactiva en el Instituto de Tecnología de Georgia, creen que la respuesta está en un modelo llamado ‘Quixote’. Se presentó hace un mes en Phoenix, Arizona. Se trata de un software capaz de alinear conceptos a través de historias y secuencias aceptables que genera una comprensión en un software de Inteligencia Artificial. En base a esas historias y argumentos, literatura al fin y al cabo, el robot comprende el mejor modo de comportarse en sociedades humanas. El software toma un papel dentro de la historia y asimila su rol.
El software vinculado a la literatura intenta proporcionar límites éticos y diferenciar entre lo bueno y lo malo. Por ejemplo, 'si un robot se encarga de recoger una receta médica para un ser humano tan pronto como le sea posible, el robot podría en primer lugar, robar en la farmacia, tomar la medicina, y correr; en segundo lugar podría interactuar cortésmente con los farmacéuticos y saltarse su turno, o cómo tercera opción esperar en la cola.' Sin alineación de valores y el refuerzo positivo de la ética, el robot podría aprender que robar es la manera más rápida y barata para realizar su tarea. Con la alineación del valor el software literario ético Quixote permite que el robot sea recompensado por haber esperado pacientemente en la cola y pagar por la receta.
Estás pensando lo mismo que yo. ¿Quién decide que deben leer los robots? ¿Pasará lo mismo si ven la televisión? ¿Qué canal les ponemos? Yo cuando tenga un robot, sólo verá ‘la 2’. ¿El tuyo?
¿La 'Renta Mínima Universal' cómo respuesta a un mundo automático?
En el último Foro de Davos se planteó la creación de un salario mínimo garantizado para que la gente viva, porque el trabajo lo van a hacer las máquinas, y nosotros podremos dedicarnos a actividades creativas e innovadoras, o a viajar. José Luis Cordeiro, ingeniero mecánico por el MIT y profesor de la Singularity University de Silicon Valley asegura que ‘vamos a vivir un cambio mucho más trascendental que el que vivimos al transformarnos de simios en hombres, porque aquel salto fue de un 1% en nuestro genoma, y ahora va a ser muchísimo más grande. La relación entre los posthumanos y los humanos actuales será como la que nosotros tenemos con las hormigas’.
En el último Foro de Davos se planteó la creación de un salario mínimo garantizado para que la gente viva, porque el trabajo lo van a hacer las máquinas, y nosotros podremos dedicarnos a actividades creativas e innovadoras, o a viajar. José Luis Cordeiro, ingeniero mecánico por el MIT y profesor de la Singularity University de Silicon Valley asegura que ‘vamos a vivir un cambio mucho más trascendental que el que vivimos al transformarnos de simios en hombres, porque aquel salto fue de un 1% en nuestro genoma, y ahora va a ser muchísimo más grande. La relación entre los posthumanos y los humanos actuales será como la que nosotros tenemos con las hormigas’.
Muchas de las decisiones políticas provienen de la táctica, pocas con la estrategia. Es más fácil dar solución inmediata a problemas que se interpretan cercanos a procurar acciones que atiendan a problemas de un futuro aún lejano. Pero en muchas de esas predisposiciones de carácter táctico, casi sin saberlo, responden a algo mucho más sofisticado y complejo.
Como decía, a medida que esta década avance y nos adentremos en la siguiente, la fuerza laboral como la entendemos irá cambiando de manera rápida y radical. No habrá trabajo para todos, o por lo menos no lo habrá para ocupar tantas horas de tantas personas. Socialmente se irá instalando una necesidad de ocupar el tiempo y de compensar económicamente ese vacío. Algunas decisiones que de manera fugaz y anecdótica se van tomando y algunas ideas que se plantean en términos generales en organismos internacionales indican que, o bien por interpretación del futuro o bien por administración del problema que ya se vislumbra, se está abordando el asunto.
En Ontario, Canadá, se ha anunciado un plan de renta básica universal para todos sus ciudadanos. Se trata de un proyecto piloto en el que el gobierno de esta provincia canadiense ha implicado a sociólogos, investigadores, asociaciones, economistas y políticos. El objetivo es permitir que mientras que la economía de Ontario crece, las administraciones se comprometan a abordar un escenario donde la automatización y la tecnología va apartando a cada vez más personas de sus puestos laborales y, por derivación, de acceso a un salario. Uno de los planteamientos más interesantes del proyecto es el previsible aumento de impuestos directos y el crecimiento de servicios aportados por la administración. Esto mismo lo ha previsto Nueva Zelanda.
No es más que un primer esbozo de lo que pudiera ser el futuro. Un mundo donde trabajar sea un hecho puntual y creativo y dónde mucha gente no tendrá acceso a un trabajo remunerado por no ser eficiente o competitivo frente a la tecnología que le sustituyó. A cambio las empresas que utilicen estos mecanismos deberán pagar mucho más debido al ahorro en personal y esos réditos se derivarán a servicios que, con el tiempo, puedan convertirse en una especie de ‘derechos fundamentales’ de los humanos del futuro.
Otras ‘ideas’ que nuestros dirigentes han lanzado últimamente puede que respondan a la voluntad de ocupar titulares y columnas en los periódicos que van llenos de temas que no les agradan. Sin embargo muchas de ellas tienen el tono de una sociedad futura. Interpreto que ni lo saben, pero están hablando de soluciones a problemas que probablemente no tienen claro que vamos a tener. Hablan de propuestas que llegan del futuro aunque lo empaqueten con asuntos del presente.
La Generalitat de Catalunya prepara una reforma horaria. Se trata de imponer por ley que los trabajadores no salgan de su trabajo después de las seis de la tarde. Se busca una especie de jornada labora semi intensiva muy parecida a la que vivimos en países como Irlanda, Reino Unido u otros. Probablemente sea uno de los pasos invisibles para la reducción de la jornada laboral y la ampliación del tiempo ‘libre’. En los países escandinavos, especialmente Finlandia, se empezó así. El resultado técnico es una jornada que puede establecerse en menos de seis horas diarias. El modelo de la jornada intensiva se suele modificar por la jornada por resultados. Entras a la hora que quieres y sales cuando has finalizado lo que tenías que hacer ese día o adelantas el de otro. De facto, esta es la mayor revolución laboral que podemos esperar. Los más eficientes trabajarán menos horas pero serán más productivos. El resto dará paso a un software o a un robot.
En el caso de Catalunya ahora vendrán las discusiones entre agentes políticos, entre intereses de patronales y sindicatos. Si no lo hacen bien el tiempo les pasará por encima. Al final es cuestión de lógica. Las leyes pueden aprobarse en el momento que estimen sus señorías pero la historia y la sociedad que la va conformando tienen su propio ritmo que, en ocasiones, es mucho más rápido que el ‘tempo legislativo’.
Y por si fuera poco, se especula sobre la opción de que el BCE regale 1.300 euros a cada ciudadano de la UE a fin de reactivar la inflación. Obviamente esta es una idea que va directamente a la política económica y, en principio, no tiene nada que ver con lo que hemos comentado antes. Sin embargo tiene puntos de coincidencia: dar dinero por nada. Ofrecer una renta, una subvención, una ayuda, cash o lo que sea a todos los ciudadanos sin que por ello hayan hecho nada previamente. Sólo existir y vivir en una zona determinada.
Esta idea surge de los expertos del banco sueco Nordea Bank. No es casualidad que sea escandinavo. Ahora bien, esto se debe tomar con pinzas. El BCE ya dijo hace un par de semanas que esto de regalar dinero no va con ellos. ¡Faltaría más! No obstante Peter Praet, el economista jefe del Banco Central Europeo dijo que esta era una opción factible en política monetaria ya que, de hecho, ya se han gastado miles de millones en programas de compra y no han tenido efecto pues el dinero no ha llegado a las personas. Hay quien asegura que esto va a pasar. Jan Von Gerich del Nordea Bank dijo que ‘si retrocedemos un par de años veremos que el programa de compra de bonos soberanos parecía imposible para el BCE y se hizo’.
Por calcular el dispendio hablamos de 444.000 millones de euros. Esa sería a la larga la capacidad económica de Europa para una ‘renta mínima universal puntual’. Un ejercicio que de momento está en las hojas de cálculo de algunos, que se empieza a debatir y que, con matices en cada caso, todas van en una dirección: un mundo sin empleo, con renta mínima y dependiente de Estados, servicios públicos, con altos impuestos y la automatización y robotización de todo.
No obstante no puedo dejar de pensar en el hecho de que cuando hablamos de todo esto nos olvidamos de medio planeta. No se debe olvidar que todavía coexisten dos mundos: uno que piensa en rentas mínimas y otro que celebra seguir vivo cada mañana a pesar de ser un infierno cotidiano su propia existencia.
Mientras llega la singularidad y el empleo va sobrando. Diseñar una transición robótica.
En Davos se debatió sobre el papel que jugará la robotización de todos los ámbitos de la producción y de cómo la automatización mecánica es, junto al Big Data, el elemento transformador más intenso que nuestra especie ha vivido jamás. De hecho se considera que la amenaza que suponen los robots y software asociado a todo tipo de empleos supondrá la eliminación de millones de puestos de trabajo en los próximos años. Se hablar de décadas pero deberíamos hablar de un período más corto.
En Davos se debatió sobre el papel que jugará la robotización de todos los ámbitos de la producción y de cómo la automatización mecánica es, junto al Big Data, el elemento transformador más intenso que nuestra especie ha vivido jamás. De hecho se considera que la amenaza que suponen los robots y software asociado a todo tipo de empleos supondrá la eliminación de millones de puestos de trabajo en los próximos años. Se habla de décadas pero deberíamos hablar de un período más corto. Tenemos ejemplos de cómo hemos cambiado en todos los aspectos de la vida de un modo meteórico. Internet en los noventa era algo técnico que no alcanzó el patrón empresarial hasta principios de siglo. Apenas unos cinco años después, ese mismo espacio digital pasaba a ser social, tres más tarde Internet era automático, ahora conecta objetos y en apenas unos meses viviremos en la Internet del Todo. La innovación es exponencial.
Hay críticos que consideran que vamos directos al abismo. Que estos avances no nos traerán nada bueno y que como sociedad no estamos preparados para estructurarnos. Se dice que los propietarios de la tecnología dividirán aun más nuestro universo entre ricos con control y pobres controlados. Tal vez pero la historia de la humanidad nos indicaría lo contrario. Si atendemos a cómo hemos afrontado como especie cada revolución industrial y cómo hemos logrado alzarnos en un nuevo estado de bienestar asociado a la tecnología, deberíamos ver el futuro con esperanza. Creo que cuando los robots eliminen todos los puestos de trabajo dónde puedan ser más eficientes, baratos y rápidos que un humano, encontraremos mejores cosas que hacer. Otra será cómo financiamos un mundo ocioso o culturalmente hambriento y con tiempo para digerir.
Actualmente la amenaza robótica se cierne sobre muchos empleos. Desde la fabricación hasta la venta pasando por los servicios. Ahora, al ampliar el espectro con el software y la inteligencia artificial, el número de ocupaciones en peligro de extinción es inmenso, casi absoluto. Watson y otros algoritmos pueden ser utilizados por cualquiera. En estos días estoy asesorando en la implicación de la inteligencia artificial ‘subcontratada’ para una multinacional de servicios afincada en Dublín y estamos viendo como las posibilidades son infinitas.
Es evidente que se tendrán que tomar medidas. Está claro que algo parecido a lo que se ha definido como ‘la renta mínima universal’ tendrá que discutirse tarde o temprano. Un mundo, inmediato, dónde trabajar apenas dos horas será suficiente y dónde el resto del tiempo tendremos que pensar que hacer. No será necesario trabajar más y sin embargo seremos igual de rentables gracias a la sofisticada ayuda de robots y algoritmos. Habrá que recolocar a millones de personas en un mundo sin empleo. Las promesas de creación de empleo son de aurora boreal. De lo que se trata es de afrontar el escenario real no uno que políticamente interese. Lo que se debe analizar es como avanzaremos en la fase de transición hasta ese escenario final.
Muchos empleos, sin embargo, permanecerán. Cuando el ser humano ha vivido un momento como este ha avanzado más que nunca. El tiempo disponible para actividades ‘humanas’, creativas, filosóficas, científicas, eliminando aspectos mecánicos, repetitivos o superables por una tecnología cualquiera, ha supuesto avances inéditos que han permitido cada vez vivir mejor a todos.
Cuando el hombre vivió la revolución lítica, hace miles de años, nos asentamos en comunidades donde cada uno de nosotros asumía una función y se especializaba. Ese mecanismo de autogestión nos obliga a pensar que sino eres capaz de ganarte tu ‘sueldo’ eres un inútil. Ahí aparece una de los primeros dilemas que deberemos superar. Si a medida que avance todo cada vez necesitaremos menos trabajar, ¿que pasará con eso? Nuestros dirigentes, pensadores, economistas, inventores, científicos y sociólogos deben pensar en ello. No se trata de esperar la catástrofe, sino de identificar el modelo social y económico que debe enfrentarse a ese punto que la historia nos tiene reservado a los que ahora mismo tenemos menos de 50 años.
En el campo de los servicios hay ejemplos presentados mundialmente cómo reveladores. La mezcla de mecánica robótica y algoritmos inteligentes producen ‘artefactos’ como Sophia. La empresa Hanson Robotics tiene listo para comercializar un androide ‘femenino’ capaz de atender en campos como la salud, la educación y aplicaciones directas a cliente. En el video que acompaña se puede ver a Sophia, que tiene capacidad para simular 62 expresiones faciales y de recordar a su interlocutor, siendo preguntada por diversas cosas. A la pregunta sobre su futuro, Sophia responde que ‘espera poder hacer cosas como ir a la escuela, estudiar, tener su hogar y familia’, pero que como no es una persona sabe que eso no lo podrá hacer. La idea es que este tipo de robots aprendan de los humanos.
Pero volviendo al tema de la especialización y la construcción de una sociedad ambientada en la automatización de todo. Como decía antes, esa especialización del empleo se fue intensificando con cada revolución en la distribución del trabajo que hemos sufrido. Cada vez la dependencia del trabajo fue mayor por lo que ahora debemos preguntarnos ¿qué pasará cuando millones de empresas reemplacen (ya lo están haciendo) todos sus puestos de trabajo por robots y algoritmos?
Tal vez debamos revisar la historia. En Estados Unidos la agricultura era una de las fuentes de empleo más importantes. Los avances en la forma de cultivar permitieron una mayor eficiencia reduciendo el número de empleos de más de 10 millones a 3 en apenas cincuenta años. Durante ese tiempo la industria tecnológica americana creó 6,5 millones de empleos. Obviamente no todos los agricultores pasaron a ser desarrolladores. Fueron sus hijos que en lugar de trabajar en el campo estudiaron programación.
Las recesiones generan innovación. Apple, Google, Microsoft o Facebook nacieron en momentos de crisis. Alrededor de 1870, durante una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad, se patentaron la bombilla, el teléfono, el fonógrafo, la red eléctrica y el metro urbano. Volverá a pasar. En todas las cosas que los robots y software nos sustituirán tendrán que ver con la fuerza física o la fuerza bruta computacional ya sea vinculada al cálculo o la inteligencia artificial derivada. De momento mientras llega la singularidad tecnológica, ese momento en el que los robots no nos necesiten para existir y regenerarse, no afectará a la creatividad, al detalle, a la empatía o las relaciones humanas.
No obstante un punto ciego aparece en ese punto. Las muestras más recientes sobre humanoides, inteligencia artificial y robótica asociada explican un mundo donde algunos elementos ‘sólo humanos’ también podrían ser modificados. Raymond Kurzweil asegura que ‘el futuro de los robots es más social del que pensamos, pasaremos de ver en pocos años con naturalidad robots articulados con ruedas que lleven pizzas de un lugar a otro, a drones acercando a sus clientes objetos y coches autónomos desplazándonos, a tener conversaciones con amigos virtuales capaces de simular interés, enfado, alegría o amor’. Entonces esto va de un mundo de interrelación más que de sustitución me temo.
Nadie habla de esto. Se suceden las elecciones, debates, tertulias o lo que sea y, cómo mucho, se comenta a nivel exótico, como quien comenta la última serie de Netflix. Esto es real y hay que abordarlo en todos los escenarios de decisión. En Davos, como decía, no siendo un lugar que se caracterice por la innovación se trató de mostrar con exactitud y lanzar un requerimiento a la clase política y empresarial del mundo para que tomen medidas antes de que esto se convierta en un drama.
La sociedad ha cambiado gracias a este cosmos digital. Ha mutado con las redes sociales. La tecnología lo ha transformado todo. Casi sin aviso, sin planos que nos indicaran como hacerlo. Lo trascendental es que lo que hasta ahora ha pasado era sólo el prólogo. En unos minutos empieza el primer capítulo. Un capítulo que nos regalará tiempo útil. Cambios masivos que traerán tiempo para innovar si sabemos cómo afrontarlo. Si no hacemos nada, las crisis vividas hasta la fecha habrán sido una caricatura comparada con la que se nos viene encima.
Inteligencia artificial: 'su desayuno señor'.
Está claro que 2015 habrá sido el año de los avances en Inteligencia Artificial. Mucho más de lo que podemos saber incluso. Se están haciendo cosas de pura ciencia ficción y que aun no tenemos constancia de ellas. Comentaban en ese acto que hoy en día ese aumento de inteligencia tecnológica se está produciendo a partir del aprendizaje automático, de la visión artificial y de la computación cognitiva, mezclándose entre si con nuestras vidas digitales.
La semana pasada asistí a varios encuentros durante el WebSummit de Dublín que permitían imaginar como sería el futuro inmediato. Directivos de las principales multinacionales tecnológicas del mundo se dieron cita para explicar que estaban haciendo en diferentes campos. Entre ellas destacó la reunión con Paul Daugherty, CTO de Accenture.
De hecho Accenture ha empezado a invertir una parte de los casi 25 millones de dólares que tiene presupuestados para la creación de un nuevo centro de Innovación en la capital irlandesa y que dará empleo a más de 200 personas. El espacio en el que piensan especializarse es en el de la Inteligencia Artificial.
Daugherty sabe mucho de esto y además teoriza sobre hacia donde va la llamada AI. Concretamente su discurso suele centrarse más en la convivencia entre robots, inteligencia artificial y avances tecnológicos que en el hecho de que esta tecnología pudiera eliminar irremediablemente puestos de trabajo.
Me quedé con alguna de sus reflexiones acerca de que ‘la inteligencia artificial servirá para capacitar a las personas del futuro a fin de que puedan realizar el trabajo más cualificado, pero para nada estaremos hablando de ‘súper humanos’. Según él ‘el verdadero poder de la inteligencia artificial está en aumentar lo que los humanos son capaces de hacer y en mejorar el modo en el que lo hacen y, en consecuencia, sus resultados.’
Está claro que 2015 habrá sido el año de los avances en Inteligencia Artificial. Mucho más de lo que podemos saber incluso. Se están haciendo cosas de pura ciencia ficción y que aun no tenemos constancia de ellas. Comentaban en ese acto que hoy en día ese aumento de inteligencia tecnológica se está produciendo a partir del aprendizaje automático, de la visión artificial y de la computación cognitiva, mezclándose entre si con nuestras vidas digitales.
Empezamos a vivir con asistentes digitales con cierta naturalidad. Siri en tu iPhone o el anunciado respondedor de Gmail que en breve tendremos oportunidad de utilizar. En esa conviviencia, según Daugherty, no está la sustitución de empleos, o por lo menos no sólo, sino que también aparece el ‘empoderamiento’ de los seres humanos para ser más brillantes y eficaces.
En ocasiones la Inteligencia Artificial nos parece algo frío, robótico, alejado de nuestro modo de vida convencional y nos asusta. Sin embargo, a pesar de que tengo reparos acerca de cómo lo vamos a organizar, de cómo nuestros gobernantes van a estructurar legalmente y socialmente todo este desembarco inevitable, interpreto que la Inteligencia Artificial no será más que un nuevo modo de crear capacidades, comprender nuestros objetivos y tomar decisiones ayudados por sistemas expertos y, obviamente, más inteligentes.
Tengo claro que prometer empleo antes de unas elecciones para los próximos cuatro años es una quimera y un brindis al Sol. Nadie sabe a ciencia cierta que va a pasar en ese período y en todo caso el empleo como concepto irá tomando un nuevo cuerpo. O habrá menos empleo o éste será completamente distinto. Recordemos como era todo hace una legislatura, sea dónde sea. En poco menos de un lustro cambia todo a una velocidad que sorprende. Hace cuatro años no se hablaba con naturalidad de decenas de avances que ahora se han naturalizado y ni se nombraban otros que ya se interpretan inminentes.
El futuro pasa por regular las diferencias entre todos. La tecnología nos va a permitir trabajar menos y con ello a ser más productivos. Seguramente esto pasa por pagar más impuestos y aceptar un mundo ocioso. No sé, no lo tengo claro. Si hablas de repartir te tildarán de izquierdas, si hablas de libertad económica serás de derechas. La inteligencia artificial no entenderá de opciones políticas ni de ideologías, sólo volcará datos, los administrará y ofrecerá resultados, conclusiones.
Esas conclusiones podrían ser muy distintas a como ahora imaginamos un mundo automatizado, tal vez, un lugar dónde los límites se estrechen y dónde soportar una sociedad envejecida y de escaso valor productivo se deba sujetar en un reparto más justo y sostenible. No parece muy ‘inteligente’ que en 2016, según Intermon Oxfam, el 1% más rico tenga más que el resto de la población mundial sumada. Tal vez es justo, tal vez es aceptable, pero no parece muy sostenible.
El futuro estará cargado de cambios en como entendemos la AI. Durante 30 años hemos vivido avances interesantes pero es ahora que éstos son realmente determinantes. En breve vamos a ver los verdaderos avances y nos vamos a quedar como si viéramos una aparición. La AI actualmente ya trabaja en crear sistemas más rápido, resolver problemas incompatibles con el cerebro humano e incrementar los procesos de innovación absolutamente inéditas.
Sin embargo coincido con el directivo de Accenture cuando comenta que tenemos una visión de la AI muy cercana a la que la cinematografía nos ha ido dando y no es así. No vamos en camino de crear seres sobrenaturales, casi perfectos, sino que a lo que se está dirigiendo toda la investigación y logros es a aumentar habilidades para todos nosotros.
Puso un ejemplo. Se trataba de un robot inteligente que se comporta como una derivación humana, que permite utilizar la visión aumentada, la realidad virtual, el aprendizaje computacional predictivo y la gestión de datos masiva, logrando que trabajadores sin una cualificación extraordinaria puedan realizar tareas hasta ese momento imposibles para ellos.
En Inteligencia Artificial los avances más destacados, y que en breve vamos a tener conocimiento genérico, que me explicaron parten de la asistencia sanitaria donde los fabricantes de medicamentos, de los análisis clínicos, de las conclusiones médicas en segundos, de la fabricación de cualquier de estructuras, de la tecnología de aviones no tripulados, de la eliminación de errores en la cadena de valor, de oportunidades empresariales que deberían crear tiempo libre.
Le hice una pregunta sobre ese hipotético tiempo libre. Su respuesta fue que los humanos gastaremos mucho tiempo en ‘consumir’. Que lástima, con la de cosas que se puede hacer con el tiempo que nos regalará el hecho de que un cerebro artificial piense por nosotros en cosas que nosotros no somos tan eficientes o no queremos pensar. Igual todo esto al final resultará ser lo contrario de lo que define la palabra inteligencia. Dependerá de nosotros esencialmente.
Independientemente de esa respuesta imagino que lo que toca es experimentar y cometer errores. Acerca de nuestra relación como especie con un mundo de silicio y con un sistema inteligente global que se va instalando. Nos tocará adaptarnos y entenderlo, aceptar lo que pueda ser beneficioso y pelear contra lo que nos siga pareciendo incorrecto. No por moderno tiene que ser mejor. La tecnología debe estar a nuestro servicio y aportar valor real.
A veces dan ganas de buscarse una casa en Donegol y refugiarse allí, con el viento y el frío, con sus pescadores y sus vidas de wi-fi intermitente. El fuego en la chimenea y un montón de libros en papel. Dejar de lado tanta red social y volver a los orígenes, a las conversaciones de bar, a las cartas de papel, a esa espera de días hasta recibir la respuesta. Dan ganas ciertamente. Lo curioso es que cuando te imaginas esa vida analógica, lenta, creativa y de madera, aparece al final del sueño, tras la puerta, dando un golpecito metálico, un robot femenino (lo siento lo imagino así) que te trae las tostadas con mantequilla y la mermelada con un café caliente diciendo ‘su desayuno señor’.
Robot de compañía entre la IoT, la domótica y el M2M.
Antes del video que acompaña este post, permitidme una reflexión previa. Mientras nos informan que el paro baja, la brujas se peinan y la vida se arregla a marchas forzadas, el lugar donde pasan las cosas cada vez está más lejos. Los datos del paro de ayer en España por buenos que son a primera vista son un desastre monumental en cuanto a lo que significa.
Antes del video que acompaña este post, permitidme una reflexión previa. Mientras nos informan que el paro baja, la brujas se peinan y la vida se arregla a marchas forzadas, el lugar donde pasan las cosas cada vez está más lejos. Los datos del paro de ayer en España por buenos que son a primera vista son un desastre monumental en cuanto a lo que significa. Cada vez menos opciones de que nuestros hijos y nietos puedan atender una conquista imprescindible de un mundo tecnológico y capaz de ser competitivo. Se crea empleo en lo que se crea. En España el nuevo empleo, precario y vinculado a servicios se lleva el 70% de esa nueva ocupación. En Irlanda, por poner un lugar que conozco, el 50% del nuevo empleo está ubicado en la sociedad del conocimiento y tecnologías asociadas. En ese mundo al revés hay un nuevo actor. El robot familiar. Y detrás de él empresas y empleos que se tienen que crear. Unos los crean y otros no. De esto va conquistar el futuro. Hoy vamos a ejemplificar con uno más de los que ya existen. No representa novedades tecnológicas, sino más bien psicológicas o de comportamiento e interactuación con él.
Las empresas que están trabajando en el campo del ‘robot de compañía’ aumentan. Digamos que el paisaje doméstico es uno de los campos de investigación y propuestas más sorprendentes de cuanto la conocida ‘IoT’ nos puede aportar en lo más cotidiano. Sabemos que no es inteligencia artificial, de hecho, en gran medida dista mucho de lo que sería el M2M o diálogo real entre máquinas, pero no deja de ser interesante observar la evolución de los proyectos que se van convirtiendo en empresas y en como objetos cada vez más sofisticados solicitan ser parte de la familia. A esto se le ha ido llamando ‘la transición’, algo así como el tiempo que transcurrirá entre la vida como ahora la conocemos y la que interactuará con todo tipo de objetos al servicio de nuestra especie. O eso parece.
Destaco hoy la empresa Blue Frog Robótica, una startup con la que tuve ocasión de compartir un fin de semana en un evento organizado por Google Entrepreneur. De momento es un prototipo que en breve estará a la venta. Su definición es la de robot acompañante para niños, personas mayores o familia en general.
De hecho Blue Frog se inspira en el robot NAO de Bruno Maisonnier que ya saliera al mercado en 2006 y que, aunque más pequeño ‘hablaba’ con humanos y te acompañaba por la casa como un perrito faldero. Desde entonces, los ‘acompañantes robot’ se han ido multiplicando. Ahora se pueden comprar unos 21 modelos distintos que van de una especie de plato con ojos a una mascota virtual. Parece un juego, pero no lo es tanto. Hay modificaciones en psicología de las relaciones que están estudiando que sucede cuando un artefacto de estos entra en la vida de una familia como ya sucede en el día a día de muchas empresas.
La novedad que aporta Buddy parte de las opciones que aporta y el método que utiliza en la relación humano-máquina. Estructura la vida si te dejas. El comportamiento del bicho y el como se altera o no la vida de una familia en base a su presencia es lo que me hace reflexionar. ¿Afectará a nuestra vida cotidiana un objeto inteligente y complementario como lo han hecho los teléfonos móviles o la propia Internet? ¿Es el embrión de un modo de vida completamente distinto? ¿Cuánto tiempo precisaremos para naturalizarlo?
Buddy pesa 5 Kg. y mide algo más de medio metro. Su aspecto es simpático y es capaz de integrarse en la vida moderna de cualquier familia. No necesita programación ni accesorios, viene ‘perfecto’ de fábrica. Colabora con las tareas de la casa, recuerda eventos, te despierta, te hace fotos, contesta llamadas y vela por la seguridad de la casa.
Se conecta via Wifi y bluetooth a cualquier cosa conectable. Altavoces, cámaras, sensores térmicos, de movimiento y una pantalla frontal que muestra su ‘estado de ánimo’ modificando los rasgos faciales con un sinfín de gestos y expresiones como respuesta a cada estímulo recibido. Dispone de 16 GB de almacenamiento interno y una autonomía de unas 10 horas gracias a la batería de Ion-litio que lo alimenta.
El software de audio y vídeo también permitirá registrar e identificar a los miembros de la familia para detectar la presencia de extraños, así como interpretar el lenguaje humano para comunicarse verbalmente con familiares y amigos. Realmente estamos ante algo más parecido a la domótica que a la IoT o, talvez, una combinación futurista y visionaria de las dos. Un dispositivo doméstico de seguridad que nos permitirá entre otras cosas, verificar si hemos apagado el horno correctamente, si tenemos una fuga de agua o simplemente controlar dispositivos básicos del hogar como termostatos, cerraduras o interruptores.
Según un estudio reciente realizado por Business Insider, el mercado robot del consumidor crecerá siete veces más rápido que el mercado para los robots de fabricación, el 17% entre 2014 y 2019. Ha llegado el momento de potenciar empresas en ese campo, parece que empieza a haber un público potencial para este tipo de ‘transición’.
La doctora Cynthia Breazeal creadora de otro robot parecido ha asegurado que este tipo de dispositivo genera una especie de ‘familia con manos libres’ un nuevo miembro de la misma que se irá integrando en menos de lo que pensamos. Coches autónomos y servicio inteligente robótico son las dos proezas, según ella, que nos está reservando la próxima década de manera disruptiva.
A mi lo que me hace pensar es donde se está centralizando todo esto. A parte de algunas startups en Francia, Irlanda y Suecia, la mayoría siguen ubicadas en Japón y, sobretodo ahora, en Boston. La capital de todo ello se sitúa ahora mismo en Boston con iRobot IRBT, Rethink Robotics, Boston Dynamics (adquirido por Google), Imperio Robótica y 4Moms que recaudó $ 41 millones por sus cochecitos robóticos de Bain Capital Ventures. La rueda ya está en marcha y los actores principales tienen mucho dinero listo para presentarnos una nueva necesidad. Ya sabemos que esto de tener cosas va de que alguien nos diga que lo necesitamos incluso antes de que sepamos si lo queremos. De eso va también un poco todo esto. De hacernos creer que sin Buddy nuestra vida será peor.
Como dicen, haberlos haylos.
¿Peligra tu empleo en esta Revolución Industrial definitiva?
La semana pasada el World Economic Forum se hacía eco de diversos estudios que ponían en duda la inminente llegada de todo tipo de robots a la vida cotidiana de todos nosotros. Aseguraba que los cambios ya no eran elementos del futuro sino que en muchos casos eso ya estaba sucediendo. Para ello enumeró un listado de trabajos que ya realizan robots y que, en muchos casos, la mayoría de personas desconoce que es así. No hablamos de grandes brazos armados montando automóviles o carretillas automáticas entre estanterías. Faltan muchos, pero el listado es interesante, hasta futbolistas.
La semana pasada el World Economic Forum se hacía eco de diversos estudios que ponían en duda la inminente llegada de todo tipo de robots a la vida cotidiana de todos nosotros. Aseguraba que los cambios ya no eran elementos del futuro sino que en muchos casos eso ya estaba sucediendo. Para ello enumeró un listado de trabajos que ya realizan robots y que, en muchos casos, la mayoría de personas desconoce que es así. No hablamos de grandes brazos armados montando automóviles o carretillas automáticas entre estanterías. Faltan muchos, pero el listado es interesante, hasta futbolistas.
En algún lugar del planeta y de la mano del desarrollo de alguna empresa privada, un robot, un software, un algoritmo aplicado a la inteligencia artificial y la capacidad de gestión unidas, está llevando a cabo tareas que hasta hace una década sólo podías ver en películas de ciencia ficción. Como hemos dicho muchas veces, el empleo como lo conocemos se desvanece y los cambios que con ello vamos a vivir debemos afrontarlos cada vez con mayor urgencia. Si seguimos pensando que ‘falta mucho’ o ‘en mi trabajo eso no puede pasar’, el batacazo, que podría haber sido amortiguado y agradable incluso, se convertirá en un martirio social.
¿Qué haces? ¿Cuál es tu empleo? Hace tiempo, cuando los robots llegaron a las fábricas, muchos perdieron sus empleos. Los uniformes azul metálico dejaron paso al metal directamente. Pocos de los responsables de aquellas factorías, los directivos, los del cuello blanco, pensaron que sus días, también podrían estar contados. Ahora, en algunos lugares, un software de ‘cuello blanco’ gestiona sus empresas y las hace más eficientes.
Recuerdo un debate que tuve en una televisión hace años y en la que introduje una noticia que me pareció significativa sobre los primeros periodistas robóticos. Me dieron hasta en el cielo de la boca asegurando la imposibilidad de lo que estaba diciendo en decenios. Actualmente The Associated Press está en manos de articulistas no humanos. Lo mismo dije sobre los futuros cocineros. Ya hay restaurantes con chefs ‘robot’ capaces de cocinar como si tuvieran tres estrellas Michelin.
Actualmente hay dos teorías acerca de la Second Age Machine, algo así como la Revolución Industrial definitiva, el final del tramo. En una se asegura que dicha etapa socioeconómica generará mucho empleo nuevo, distinto, de otro tipo, como sucedió en otros momentos de la historia. Otra, la más realista, asegura que el empleo como lo conocemos desaparecerá de manera masiva y que, como no hagamos algo, el problema será de dimensiones bíblicas. La primera teoría asegura que es factible generar espacios laborales a partir de la intervención de robots y software, la segunda espera que quienes lideran nuestro tiempo se pongan a trabajar en el diseño de un mundo distinto, donde la medición de riqueza, tiempo, productividad y relaciones sociales sea muy diferente.
Pero, sigues pensando que tu trabajo no está en juego. ¿Es factible que un robot haga tu trabajo? ¿Qué hacen ahora? Déjame que te sorprenda con esta lista según el Business Insider hablando de cosas que ‘ahora mismo’ están pasando.
Actores.
Existe un modelo de robot capaz de actuar. Es el robot Robothespian que explica chistes y canta. Una compañía británica, ha creado un robot totalmente interactivo y multilingüe que, controlado por una tableta, puede mantener el contacto visual, suponer el estado de ánimo de su interlocutor, su edad, empezar a cantar, explicar chistes e incluso actuar en un escenario. Actualmente es como una ‘atracción de circo’ como lo fueron tantos casos de personas que se adelantaron a su tiempo y fueron incomprendidos. Los hay interpretando a Kafka.
Anestesistas
La participación de un anestesiólogo normalmente suma entre 600 a 2.000 dólares en cualquier intervención quirúrgica. Con un robot llamado Sedasys esto pasa a costar apenas 150. ¿Recuerdas aquello de ‘si es más barato, eficiente y rápido, será’? Los anestesiólogos son los profesionales mejor pagados en Estados Unidos, pueden tener los días contados. Johnson & Johnson ha desarrollado un sistema llamado Sedasys, que suministra la anestesia a un precio mucho más barato. La FDA aprobó Sedasys para los pacientes mayores de 18 años.
Personal de Hotel.
El Aloft Hotel en Cupertino, California, ha mejorado el servicio al cliente gracias a su nuevo botones robótico llamado Botlr. Diseñado por la empresa de Silicon Valley Savioke, Botlr, que tiene una cámara y sensores, se abre paso hacia el ascensor, envía una orden para que la puerta de cualquier habitación se abra, viaja a su destino y hace una entrega solicitada cuando el huésped no está. Además se enchufa él mismo cuando termina la jornada.
Cocineros
Los grandes chefs pueden estar el punto de mira de algunos desarrolladores. Un robot llamado Foxbot ya es jefe de cocina en una cadena de restaurantes chinos en la provincia de Shanxi. No sólo Foxbot con 20 motores, 24 articulaciones y 129 sensores cocina fideos perfectos, es la especialidad de Shanxi, sino que lo hace más rápido que cualquier mano humana. Ademas el tema sanitario lo cumple a rajatabla. Hay más cocineros robot. Otro desarrollo parecido, de Moley Robotics, puede completar cualquier plato, por complicado que sea, en apenas 30 minutos.
Analistas Financieros
Ya lo hemos comentado antes. La economía de mercado está en manos del software. Los analistas robóticos predicen y analizan con mayor precisión que cualquier humano y lo hacen gracias a la capacidad de gestión de datos inasumible si respiras y duermes.
Son los servicios automatizados llamados “Robo-asesores“. Cada vez hay más. Están empezando a sustituir a los asesores financieros y planificadores tradicionales. Un ejemplo de ello es SigFig, que utiliza algoritmos para adaptar las carteras de sus clientes. Se extiende a abogados, médicos, psicólogos o cualquier profesión que deba alcanzar conclusiones con la gestión de datos.
Músicos
Toyota ha estado experimentando con algo más que coches. De hecho ha creado un robot que toca el violín gracias a las 17 articulaciones que tiene en sus manos y brazos. Esto le permite alcanzar la técnica para interpretar como si fuera humano. No es reproducción, es interpretación. Toyota tiene como objetivo introducir al robot a hogares de ancianos y hospitales en menos de dos años. Para otros estilos musicales también hay otros mucho más rockeros.
Recepcionistas
El fabricante de robots japones Kokoro ha creado una recepcionista robot para todo tipo de oficinas. Se considera que este será uno de los campos de sustitución más disruptivos y rápidos. Además muy probablemente será el espacio donde los humanos naturalizaremos el trato con robots de aspecto humanoide. Ahora mismo Kokoro ha creado a Saya, una recepcionista capaz de mantener una conversación básica de 300 palabras y 700 frases combinadas. Algo así como un político.
Periodistas
Es fascinante pensar que hay robots escribiendo noticias sobre humanos. Associated Press ha estado generando automáticamente más de 3.000 artículos trimestrales de tipo económico desde junio de 2014. Esta automatización de está liberando un valioso tiempo permitiendo que sus periodistas dedicarse a buscar historias nuevas. Otra ventaja: los análisis económicos automatizados tienen menos errores que los informes escritos manualmente. Pues eso.
Vendedores
Desarrollado por Toshiba Corp, el humanoide femenino ChihiraAico puede sonreír, pronto podrá conversar, y nunca se cansa de dar la bienvenida a los clientes de la tienda dónde ‘trabaja’. A ella le toca estar en el departamento de lujo de unos almacenes de Tokio.
Guardias de Seguridad
La Universidad de Birmingham ha puesto a patrullar sus instalaciones a un guardia de seguridad robot llamado Bob. El bueno de Bob utiliza sensores 3D y cámaras de alta definición de manera que añade soporte y elimina parte del equipo previsto para esta tarea ‘tan humana’.
Cirujanos
Los cirujanos ya utilizan sistemas automatizados hace tiempo, pero pronto, los robots podrían estar equipados para completar ciertas cirugías por su cuenta sin intervención humana. La cirugía robótica supondría menos complicaciones, menos dolor, menor pérdida de sangre, una recuperación más rápida y cicatrices menos visibles.
Los camareros
Un restaurante en Chunxi Road en Chengdu tiene 10 camareros robot. Camareros robot que están empezando a ser cada vez más normales en China. Los robots toman pedidos, llevar los platos a los clientes, e incluso ofrecen saludos simples en chino mandarín. Cada uno cuesta unos 9.400 dólares.
Hay mucho más, de hecho os invito a que busquéis información al respecto y conformemos un listado de empleos que ya están siendo sustituidos por esos futuros protagonistas de la ‘última revolución industrial’. Pensad que no hablamos de robots con aspecto humano, de hecho eso es algo a lo que tardaremos algo más de tiempo en estar preparados, ni tan siquiera hablamos sólo de aparatos físicos moviendo cosas o interactuando, recordemos que hablamos incluso de software, inteligencia sintética participando de nuestro día a día y modificando todo tal y como lo entendemos ahora. Cuando empieces a imaginar, verás que mucho ya existe, y lo que no está operativo, es sólo cuestión de ponerlo en marcha. No hay límites.
Cuando los robots nos pidan ayuda
Ayer estuve en un laboratorio de robots. Me costó dormir. Se acerca algo nuevo. Le llaman la nube robótica. La verdad es que es una suerte poder ver estas cosas de primera mano. En el conocido Sillicon Dock de Dublin hay varias empresas que tratan estos temas conectadas directamente con laboratorios científicos y empresariales de otros lugares como el MIT de Boston. El tema que les ocupa ahora mismo va más allá de la Internet de las Cosas, el Big data, el periodismo robótico o los coches sin conductor. Esto va de todo ello y mezclado. Sin anestesia. Hablan de memoria sin límites, de una nube robótica que lo enlazará todo, pero también de cómo nos relacionaremos los humanos y los robots, y como los robots se relacionarán con sus ‘semejantes’.
Digamos que en tiempos donde la memoria empieza a ser algo menos fácil de definir pues, independientemente de nuestras capacidades biológicas y de los límites que podamos tener como humanos, la memoria añadida y la gestión de la misma ya no está en nuestras manos, depende en gran medida de nuestras habilidades digitales. Pero ahora imaginemos que nuestra memoria se enlazara a la inteligencia artificial y a los objetos conectados. Imaginemos un mundo en el que, cuando perdemos la memoria, un robot, un software o el conjunto de objetos conectados en nuestra vida inminente nos proporcionaran todo cuanto es preciso para normalizar una vida sin recuerdos.
Muchos dicen que esto es ciencia ficción y que los robots nunca podrán descartar o reconocer cosas que ni tan siquiera han visto antes, aportar valor con datos que le son inéditos o tomar decisiones cuando se enfrenten a imprevistos. Los robots de tipo doméstico con los que ya se está experimentando tienen una conexión wifi que les permite acceder a tiempo real a cada vez más información y así proporcionar respuestas y soluciones a problemas que vayan surgiendo en el inmenso universo de lo imprevisto. El big-data tiene la respuesta y la gestión de todo ello desde la nube es el camino para que, lo que no sea posible almacenar, sea accesible a tiempo real.
Ayer y hoy he estado con unos jóvenes que están desarrollando un proyecto sobre la Internet de las Cosas y su vinculación con la nube. Me ofrecieron ser mentor durante esta fase inicial de definición del proyecto y, a pesar de que me siento como un niño y a años luz de lo que estos tipos saben hacer, he aceptado pero para aprender yo más de lo que pueda enseñarles yo mismo. Es una startup irlandesa muy interesante que ha logrado un fondo enorme para trabajar tranquilamente en este proyecto y darle viabilidad a través de un modelo de gestión robótico.
Resulta, y esto me lo han contado ellos, los robots están empezando a utilizar un enfoque estadístico conocido como ‘el espacio de creencias’. Hay películas que hablan de ello y que, guardando sus distancias podemos tomarlas como inspiración. Recuerdo las repercusiones de la película Her por aportar ese género de un mundo donde un sistema operativo casi humano te aportaba elementos gracias a la conexión constante a la nube.
Estamos, como he dicho antes, en la antesala, en pañales de todo cuanto va a pasar en apenas diez años. Ahora mismo sabemos que la búsqueda de soluciones por parte de una máquina requiere una enorme cantidad de potencia de cálculo. Algo que ya sabemos que no es un problema. Capacidad y velocidad quedan superados por la tecnología existente. Además, los humanos estamos cada vez más conectados y el intercambio de información no hace más que crecer de manera exponencial. Pero lo tremendamente disruptivo de verdad será cuando los robots se relacionen entre si.
Considera la posibilidad de que un market place como Amazon, que tiene que llenar rápidamente miles de pedidos y cajas de embalaje disponga de decenas de robots interactuando entre ellos. De hecho eso ya pasa. Una compañía llamada Kiva vende unos robots que hablan entre sí y se organizan de manera inteligente. Trabajan en equipo y se estructuran automáticamente. El hombre, el técnico que los dirige, sólo incorpora factores que modifican algún aspecto. Lo impresionante del tema es que los ‘equipos’ de robots llegan a aprender como un solo individuo y cuestionan algunas de las decisiones ‘directivas’ del humano en cuestión.
Me contaban estos desarrolladores que cuando un robot encuentra un inconveniente alerta inmediatamente a los otros para evitarlo. Digamos que el aprendizaje del software y los robots es la escala inminente. Diseñar y proponer aplicaciones para este tipo de proyectos es una apuesta segura aunque difícil. Imagino un programa a incluir en estos robots que permita que compartan datos de un modo sustancial y que permita que en la entrega de códigos entre ellos mejoren su rendimiento colectivo y a su vez el de cada artilugio en particular.
Es algo así a como será el mundo de los coches autopilotados. Cuando los robots determinen cómo y por donde se debe ir a un destino con nuestro automóvil y nosotros solo podamos observar y asumir que vamos por el mejor lugar posible, entonces, estaremos ingresando en la conducción socializada y compartida. Digamos que estaría bien diseñar un software capaz de comunicarse con todos los vehículos autopilotados en marcha o pendientes de salir. Una vez detectado la ruta y el tiempo el software (como un gran hermano universal) decidirá la ruta definitiva, incorporando variantes en base a factores como el tráfico, las obras, etc. Suena raro, puede que de respeto o moleste, pero es lo que viene. Mejor pensar que podemos hacer para mejorarlo, trabajar en ello o lo que sea, que mostrarse impasible y esperar que nos supere.
Finalmente podemos encontrarnos el modo error. El robot en modo ‘not found’. Estos de Kiva contaban que los robots a veces se ‘aturullan’, fallan, se quedan como en blanco. Buscan información y no la encuentran y deciden parar. Es una metáfora de la vida humana tremendamente simpática. Ahí, hay quien está trabajando en un modelo de respuesta, aplicaciones que permitan que ese robot acabe en brazos humanos. Si no encuentras la respuesta, si esta exige algo que los códigos y datos no te dan, tal vez, y digo solo talvez, debería hablar con un humano.
Aquí se están diseñando cosas como lo que podría ser el teléfono de la esperanza de los robots. Un software que incorpora la posibilidad de que un robot nos pregunte. Tremendo. Se abren mil dudas. El nivel de confianza del robot, el modelo de conversación, etc. De momento las pruebas se basan solamente en una conversación escrita y en lenguajes informáticos pero, como todo, la realidad futura está tras la puerta de entrada de lo que ya va llegando.
A estos chicos les pregunté ayer mismo como se combina esto con el comercio electrónico. Su respuesta la reservo para otro post, pero adelanto que es increible cuanto se está trabajando para que la compra ‘de la nevera’ no sea un hecho aislado y que el ‘personal shopper’ del futuro no es una ‘blogger de moda’ andando entre tiendas, sino más bien un artilugio conectado esperando un dron de un ecommerce cualquier, tal vez el tuyo.
Un mundo mejor (y tecnológico) en manos de todos
Cuando hablamos de robots pensamos en fábricas, grandes factorías o lugares donde unos brazos armados fortísimos sustituyen a grupos de humanos en una cadena de producción. Sin embargo eso no es exacto. Los robots sustituirán a los humanos en una infinidad de lugares aparentemente reservados para nuestra especie como despachos u oficinas. Las relaciones entre empleo y empleador, jubilación, organigramas y procesos de decisión cambiarán hasta el punto de que muchos de esos conceptos, en tan sólo un par de décadas, serán vocablos que se podrán escuchar en películas que se ambienten en nuestros días.
Sin embargo nada es lo que parece. Este es un momento histórico, único, inédito en el que los que se esfuerzan en llamarle crisis perecerán y los que lo acepten como una revolución absoluta podrán disfrutar de este cambio. Pero no estamos en la antesala de un mundo ocioso. Para nada. Se abre la puerta, robótica y automática, de un mundo exigente de trabajo y formación continua, donde lo importante no será lo que has estudiado sino lo que estudias, donde el conjunto de cuanto has aprendido en una universidad tendrá un valor relativo con respecto en lo que te estés formando y, por supuesto, donde lo destacable será estar en un estimulante aprendizaje permanente.
En otros momentos de la historia la humanidad tuvo que digerir la industrialización y los despidos masivos. La evidencia era cruel en primera instancia. Una máquina a vapor hacía en minutos cualquier cosa mejor, más rápido y sin agotarse que diez hombres durante horas. No obstante se adaptó y en lugar de crear un mundo más ocioso, se forjó otro donde la formación y el conocimiento ganó espacio. Tiempo para aprender, momentos para utilizar la tecnología de aquellos días.
Pero es ahora cuando todo esto toma una mayor intensidad. Es en nuestro tiempo cuando la educación y el conocimiento ganan el mayor grado de importancia pues transpira en cada paso que damos. Lo malo, lo difícil y el reto radica en que para que esto sea cada vez más efectivo y real, lo que debemos hacer con nuestro aprendizaje previo es borrarlo. Hay que aprender a desaprender para poder empezar desde el punto de partida idóneo. Tomar un camino nuevo como sociedad, mirando como niños cuanto nos queda por recorrer.
La tecnología no nos entrega el futuro, lo empaqueta en papel celofán y espera que nosotros mismos saquemos conclusiones. Si el resultado que obtenemos es lo mismo pero con nuevos ‘juguetes’ estaremos fracasando y repitiendo los mismos modelos inservibles de otros momentos pero mucho más ‘rápido’ y ‘cool’.
Con esto me refiero a la importancia de las empresas, emprendedores y organizaciones mucho más multidisciplinarios, digitales, colaborativos, capaces de horizontalizar la toma de decisiones, con la frontera entre cliente, consumidor, proveedor, usuario indistinguible. Todo nuevo pero desde el origen, no desde el arreglo de una fachada social.
Deberemos aceptarlo. Mejor dicho, deberán. Porque todo cambia y lo hace porque la tecnología nos hace más inteligentes. Se pongan como se pongan, los hoteles cambiaran, los taxis, los periodistas o lo que se os ocurra, cambiaran. Todos estamos afectados y es cuestión de alegrarse por ello. Saber más nos hace avanzar. Sobretodo porque cuando sabes más detectas lo que está mal, sabes que algo necesita de arreglo. Si no sabes nada nunca podrás saber que aquello ‘iba mal’.
Cuando esa percepción humana se desarrolla en el campo de la opinión, los deseos, las frustraciones o de la conciencia de grupo, entonces ya los cambios pueden ser de alto contenido y nos afecta como sociedad. Es difícil entender sin contemplar el papel de la tecnología cualquiera de los enormes cambios que está sufriendo el mundo desde el punto de vista político o social.
Incluso es bueno comprender que hay cambios que sin producirse, larvados en la conciencia de millones de personas, pueden generar eclosiones aparentemente ‘sorprendentes’ cuando la digitalización de la misma se transfiere sin descanso y aportando conocimiento entre tuit y tuit.
Ya no hace falta que nadie nos publique nada. Lo hacemos nosotros. Lo subimos a la nube con la facilidad pasmosa de mover un dedo. Escribes en un teclado táctil, replicas o derivas una opinión, un concepto o una frase estimulante. El conocimiento rueda, corre e impregna a miles, millones de personas. Muchos de ellos ni sabes quienes son, son amigos de los amigos de tus amigos y eso hace que cada vez sea mayor el grado de conocimiento, y a su vez, de raciocinio.
Ahora hablamos de robots en nuestras manos. De información inteligente, de automatismos para publicar, pero también para analizar, para diseccionar y para poder aprender más rápido y mejor. Cuando hablamos de Internet, de las redes y de cómo transmiten una opinión casi como un virus, deberíamos de observarlo como un aspecto más del aumento global del conocimiento, de la inteligencia colectiva.
Curiosamente, los que dicen que las redes nos idiotizan, suelen buscar como bloquearlas. Ya no hay exclusiva en la opinión, ya no son los editores los que deciden. Internet es la imprenta que acabó con la Edad Media. Fue esa máquina del demonio que replicaba textos la que permitió que las personas cada vez con menos recursos pudieran acceder al conocimiento, y con él, a ser más libres.
Parece que llevamos mucho tiempo en la Red. Pues no. Esto acaba de empezar. En unos años miraremos nuestra red de redes como una especie de arquetipo lejano, inservible y obsoleto como cuando ahora, muchos cuarentones, miramos nuestro viejo modem 9.600. Esto acaba de empezar. Queda mucho por ver, es tremendamente estimulante pensar cuanto se aproxima, cuanto vamos a saber. Es excitante saber que van a desaparecer millones de empleos para crearse nuevos modelos de vida aprisionados en el saber y en el conocimiento mientras administramos el tiempo y el concepto trabajo de un modo mejor.
Los robots no son malos. Ni buenos. Son el futuro como lo es tu hijo o el mío. De ellos es todo esto. Nosotros solo estamos con la puerta entreabierta, ellos la abrirán de par en par.
Siéntete importante. Has vivido, estás viviendo y seguiremos en el futuro disfrutando el hecho de ser parte esencial de todo cuanto va a cambiar el mundo. Espacios digitales capaces de permitir la deliberación, la participación y los mecanismos de voto o de aceptación de la realidad se irán imponiendo como lo hicieron otros temas.
Hubo modelos de negocio que cayeron por no aceptar el momento tal y como venía. Hay modelos de negocio que, por mucho que se esfuercen los que ‘acostumbran a bloquear’ el progreso asociada a la tecnología, retrocederá también. Habrá negocios donde el modelo aun no lo podemos ni intuir. ¿Quién iba predecir algunos de los más exitosos modelos actuales?
Robots, software, conocimiento, cambio. Tecnología a toda velocidad. Hay quienes dirán que esto de la tecnología, la digitalización de todo, no es más que superficie y que al final los cambios no serán tan radicales. Que en otras épocas de la humanidad la tecnología no fue tan horizontal y que al final el control quedó en manos de los poderosos.
Podría ser, pero no lo es. Ahora, por primera vez y a diferencia de otras revoluciones, la tecnología disponible está en las manos de cualquiera. La minoría poderosa ahora es la que se siente amenazada. Si antes podían establecer los criterios y las bases del uso de esa tecnología, ahora eso no es así.
Este es el principio de un mundo mejor en manos de todos, con mayor conocimiento, capacidad para decidir, para emprender nuestros propios proyectos, con la eliminación de intermediarios y con una conjunción casi imperceptible entre máquinas y humanos. Digitalizate, serás protagonista de este cambio. No esperes.
'Limitar' combina mal con 'Futuro'
Los estudios que relacionan tecnología y felicidad aseguran que el futuro dependerá en gran medida de cómo se interpreta el primero de estos conceptos en cada caso. Es un desafío social, económico y cultural. Si mantenemos el grado de mercantilización con respecto a la tecnología nos estaremos perdiendo algo gigantesco que está por encima de dispositivos o deseos de adquisición. Si hacemos una análisis justo y focalizado en lo trascendental veremos que ese futuro es independiente de tanta anécdota. Clarificar el papel de la tecnología, de la robótica, de la interconexión nos abre un mundo de felicidad cibernética que intuimos cuando, tras un twitt o un post en Facebook, un cúmulo de sensaciones exportables, exponenciales y colectivamente compartidas se desatan. Felicidad y tecnología van de la mano con futuro y libertad.
Hay países que se esfuerzan por localizar los espacios de felicidad futura tratando de entender como será y que inconvenientes deberemos superar. En lugar de prohibir o regular por exclusión, debaten el papel legal y casi ‘humano’ de algunos productos que ahora son simplemente prototipos. Hablamos de lugares donde, cuando se pone sobre la mesa una software capaz de escribir como cualquier humano pero sin errores, se lanzan a la definición de un nuevo ‘puesto laboral sintético’.
Hace unos días estuve en Londres en una cena donde estaban un miembro del grupo de estudio ‘Robolaw’. Con él comentamos de ‘las leyes del futuro’ con respecto a las máquinas, software inteligentes y autónomos y, posiblemente, de comportamiento para los robots. Es importante destacar que no hablamos de ‘regulación’ de tramos comerciales, hablamos de ‘leyes’ sobre límites de comportamiento para máquinas autónomas y casi ‘pensantes’.
¡Que ventaja nos llevan! En el Reino Unido, precisamente, estos mismos señores del Robolaw’ participaron en la exposición de la estrategia nacional de robótica. Hasta el momento no hay nada igual y, como siempre, el primero que lo ataca con valentía puede ser claramente el líder mundial. En este caso en algo tan nutritivo para el futuro como serlo en sistemas robóticos y autónomos.
Muchos países están a tiempo. De hecho hablamos de planificar para hacer. Invertir y creer. Apoyar empresas y startups que apuesten por estos modelos. No es mucho más que eso, pero para ello hay que tener lo que hay que tener: visión a largo plazo.
Los británicos han decidido que quieren ser una nación líder en la carrera para crear una nueva generación de herramientas y servicios más inteligentes que utilizaremos en nuestros hogares y lugares de trabajo en el futuro a medio plazo. No hablamos solo de maquinaria inteligente ‘sellando plantas nucleares’ o trabajando en condiciones ‘que un humano no podría soportar’, hablamos de cosas más complejas e, incluso, morales.
Precisamente ahora que el debate sobre el papel de los diferentes sistemas inteligentes, autónomos o derivados se pone sobre la mesa ‘legal’, los países que asuman los riesgos de legislar con visión a lo inevitable lograrán una ventaja trascendental. Quien acepte el uso de ‘drones’ autónomos antes para el transporte aventajará en el uso logístico y de eficiencia a otros. Quien regule antes el transporte autopilotado también.
La política vive a años luz de lo que los avances suponen y ya casi estamos acostumbrados. Aceptamos el retraso que suponen todos estos gestores públicos con deportividad y lo descontamos del propio presupuesto genérico. Recuerden como las Google Glass se han tenido que enfrentar a diversas prohibiciones, especialmente en los coches.
Los gestores se defienden diciendo que ‘es muy difícil para la ley mantenerse al día del ritmo del desarrollo tecnológico’. Yo creo que el error es ese, ‘que la ley espera’. En Londres han decidido no esperar y por eso la regulación ‘sobre robots’ se adelanta a la propia existencia cotidiana de ellos. El famoso ‘RoboLaw’ europeo va por ahí. ¿España tiene algo que decir? Lo digo porque mientras los grupos de presión y lobbys sigan actuando con el poder del modo que lo hacen, igual nos estamos perdiendo algo.
Hemos asistido a la discusión de leyes que nos envían directamente a otro siglo por incomprensión de lo que supone Internet, por ejemplo. Obviamente también por la evidente demanda de a quienes les importa un carajo el futuro si éste no les pone a ellos en una posición de privilegio y control.
Que difícil debe ser discutir de esto en según que despacho. Me lo imagino. ‘Oye, Ministro, que deberíamos de unirnos a eso de la Ley de los Robots, que parece muy importante’. La respuesta sería: ‘llama al Presidente (del grupo empresarial que sea) y dile que si le interesa que nos metamos en eso…’.
La regulación debería impulsar, no limitar. Adelantarse para ganar, no para detener. También para explicarle a algunos sectores económicos que su modelo de negocio está tocando a su fin. Imaginen las compañías de seguros de coches en un mundo de coches autónomos que no chocan nunca. Pues eso, ¿qué sería un robot en términos de debate legal? ¿Está preparada Europa para ver coches conducidos por sistemas inteligentes? ¿y para el primer accidente provocado por un fallo del sistema? ¿A quien se debería de condenar?
Al parecer se va a trabajar en dos sentidos. En regular y en concienciar. La ley deberá aceptar un nuevo mundo y la sociedad entenderlo. Se sabe que la Autoridad de Aviación Civil de Estados Unidos ya trabaja con la hipótesis de que prohibir el uso de drones será una guerra perdida e inaceptable en términos de progreso. Admiten que sería lo mismo que limitar ‘las mapas en Internet’ por decir algo. El mundo podría estar en la antesala de algo mucho mejor, pero dependerá de que unos lo lideren.
El futuro será de los países innovadores, eso está claro, pero sobretodo de los que legalmente acepten los compromisos y debates que se abren al respecto de la tecnología. Limitar es una palabra que combina mal con Futuro.