La combinación ideal: 'millennials', 'viejenials' y big data.
Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.
Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.
Sin duda alguna, la automatización, la robotización, la inteligencia artificial y la gestión de esos datos masivos son retos ineludibles, pero también lo será el modo en el que las personas se vinculen a ese universo digitalizado al extremo donde el ser humano no debe ser un pasajero, sino el conductor. Algo nada sencillo por otro lado debido a la mezcla de percepciones y de modos de entender como esa tecnología debe afectarnos o estimularnos.
A medida que etiquetamos compulsivamente a las diferentes generaciones que convivimos, lo complicamos todo. La diferencia entre millennials y ‘viejenials’ es mucho menor de lo que parece a simple vista. Nos esforzamos en que así sea pues permite generar modelos comerciales, de gestión laboral y de uso más simples, pero no es así de sencillo.
Los bautizados como ‘viejenials’, englobados oficialmente en la generación X y en la generación ‘boomer’, se han ido adaptando a un mundo líquido y digitalizado con una enorme predisposición y, probablemente, gran entusiasmo. Incluso aquellas características que se consideran únicas de los nacidos a partir de 1982, están siendo integradas por generaciones anteriores con una naturalidad inesperada. Los nacidos en los setenta somos usuarios de la economía colaborativa, nos interesa el respeto al medio ambiente, compramos considerando el valor del dato que aportamos y tenemos claro que la inteligencia artificial no es más que un cómo, ya que el porqué seguimos siendo nosotros. Vimos nacer Internet, y eso es algo que contaremos a unos nietos incrédulos algún día. Algo que tiene mucho más valor del que ahora mismo imaginamos.
Las distinciones generacionales suelen ser estereotipadas, demasiado amplias para ser exactas o útiles, y potencialmente discriminatorias. Aconsejo a las empresas que se encuentren vínculos significativos entre los empleados tratándolos como individuos y tomar medidas en consecuencia. Los análisis colectivos no ayudan a que mejoren las experiencias de estos miembros de las organizaciones en el lugar de trabajo. La innovación proviene de la búsqueda, la inspiración de la diversidad en todas sus dimensiones y la mano de obra está situada en las habilidades futuras.
Pero en todo este escenario, como decía antes, ha irrumpido un nuevo elemento determinante. Un nuevo empleado. Un agente que distorsiona. Estamos adentrándonos con determinación en el mundo de los datos. Los datos son el nuevo petróleo o incluso el nuevo patrimonio inmobiliario de las compañías. Sin embargo, actualmente sólo utilizamos el 20% de los datos a los que podríamos acceder. El futuro de los negocios es en el otro 80%, el lugar donde los negocios se desarrollarán en breve. Estar allí o no estarlo, no es opcional. Que todos los miembros de la empresa incorporen ese valor y lo gestionen de un modo intergeneracional, también. No es sólo formar, es trasladar el valor de este nuevo factor. El desequilibrio en su comprensión por parte de diferentes generaciones es un factor muy negativo para cualquier organización. Ecualizarlo una garantía de éxito.
Aunque se generan cantidades masivas de datos continuamente, se desperdicia una formidable cantidad de esos datos. Normalmente por no entender la importancia que tienen o, peor aún, por no saber como hacerlo. Menos del 1% de todos esos datos se utiliza realmente. De la misma manera que los cineastas pueden grabar horas de película por cada minuto que vemos en la pantalla, se recoge una gran cantidad de datos que nunca se analizan, y mucho menos se monetizan. Estos datos son un recurso sin explotar en la mayoría de los casos cuando en realidad ofrece enormes oportunidades para nuevos productos y modelos de negocio. En gran medida es una de las peticiones de consultoría que más recibo. Interpreto la dificultad para saber exactamente cual es el valor real de todo ese nuevo universo.
Pero, esos datos, deben comprenderlos todos. No vale dejarlo en manos de unos y que otros no sepan cual es su utilidad, su potencial. Si todo ello lo combinamos con un modelo educacional en la empresa que permita la relación estimulante entre diferentes generaciones y modelos de gestión derivadas, tenemos ante nosotros un universo tremendamente rentable. El desafío es lo que llamo ‘mentorización inversa’. Jóvenes traduciendo un mundo digitalmente complejo a compañeros experimentados, a directivos de mucha experiencia trasladando a los más jóvenes metodologías mixtas y a sistemas automatizados para la gestión de datos apoyando predictivamente a todos.
Recuerda, la energía no es rentable sin experiencia, y la experiencia no alcanza su plenitud sin energía. Ahora deberemos añadir, no habrá energía ni experiencia sin datos.
La privacidad y los datos personales de salud. El desafío propuesto por el d-Lab del Mobile World Capital.
Cada vez se hace más necesario el debate acerca de la privacidad y el uso ético de los datos personales que diseminamos por la red. Trazar los límites y los protocolos que permitan devolver el significado original al término 'privacidad' no es fácil en los tiempos que vivimos. Los datos han mutado desde un derecho moral a un instrumento que garantiza buenos servicios. Millones de personas autorizan el conocimiento de su comportamiento digital a cambio, presumiblemente, de una oferta acorde y personalizada de servicios o productos.
Cada vez se hace más necesario el debate acerca de la privacidad y el uso ético de los datos personales que diseminamos por la red. Trazar los límites y los protocolos que permitan devolver el significado original al término 'privacidad' no es fácil en los tiempos que vivimos. Los datos han mutado desde un derecho moral a un instrumento que garantiza buenos servicios. Millones de personas autorizan el conocimiento de su comportamiento digital a cambio, presumiblemente, de una oferta acorde y personalizada de servicios o productos.
La Comisión Europea estima que 'en 2017, no solo 3.400 millones de personas en el mundo tendrán un smartphone, sino que la mitad de dichos usuarios utilizará apps relacionadas con la salud. La recopilación de una gran cantidad de datos de salud es un producto muy valioso. Se calcula que la industria de datos personales de salud tiene un valor de alrededor de 3,4 billones de dólares. Los expedientes sanitarios tienen mucha demanda en el mercado negro y tienen un valor 60 veces superior a los datos de las tarjetas de crédito robadas, debido a la cantidad y al detalle de datos personales que contienen.
Si hay un espacio donde esos datos pueden ser muy útiles y a su vez controvertidos es en el ámbito de la salud. Los datos personales sanitarios poseen un potencial enorme en lo que respecta a su uso y a su impacto en áreas como la aceleración de la investigación sanitaria, la influencia en las prioridades de esa misma investigación y en la personalización de los tratamientos médicos. A la vez, el cómo se utilizan, y donde se ubica la frontera acerca de su uso, se han convertido en uno de los mayores retos socioeconómicos en términos de innovación digital.
Es por eso que convocamos el segundo desafío desde el d-Lab Mobile World Capital expresamente centrado en identificar y premiar ideas, proyectos y soluciones innovadoras que consideren diferentes usos y aplicaciones de los datos personales de salud. La idea era recoger, de diferentes startups del mundo, modelos innovadores para la gobernanza de los datos personales de salud, soluciones que contribuyan al wellbeing, gestión y seguimiento de enfermedades crónicas y tratamientos médicos, inclusión de nuevos tipos de datos complementarios relacionados con deporte, nutrición y hábitos de vida e integración con datos agregados de dispositivos médicos.
El equipo que trabajamos en este desafío, que se suma al que ya finalizó hace unos meses sobre el empoderamiento de personas con alguna discapacidad, ha tenido en cuenta los desarrollos tecnológicos recientes, como es el caso de blockchain y los smart contracts, ya que ofrecen unos modelos de control más seguros y más dinámicos que los que había anteriormente. La inclusión del acceso a los datos personales de salud como parte de las áreas de acción de la estrategia del Mercado Único Digital de la Comisión Europea, ejemplifica lo importante que es la capacidad de acceder, gestionar y controlar los datos personales de salud. Un estudio que realizó MeriTalk a las Agencias Federales de EE. UU., mostró que los datos de salud cada vez forman una parte más importante de los sistemas de Big Data sanitarios. El 35% de los encuestados utilizan los datos recogidos para mejorar la atención al paciente, el 31% los utilizan para reducir los costes sanitarios, el 28% para mejorar los resultados sanitarios y, finalmente, el 22% utilizan los datos recogidos para aumentar la detección precoz.
Sin embargo, el acceso y el uso de datos personales de salud se ven limitados por cuestiones relacionadas con la intimidad personal y la propiedad de los datos, el consentimiento informado del uso futuro de esos datos, cómo se comparten los datos y se accede a ellos y, en último lugar, la calidad de los datos que se ponen a disposición. Las políticas públicas existentes no han sido capaces de seguir el ritmo de las diferentes tecnologías emergentes que son capaces de recoger, explorar e incluso monetizar datos personales de salud. Muchas preguntas relacionadas con las funciones, responsabilidades y derechos de los pacientes, los propietarios de datos y los consumidores en relación con los datos personales de salud suelen quedarse sin respuesta.
El pasado 30 de junio se cerró la convocatoria de proyectos relacionados con este desafío. Se recibieron 28 propuestas de 8 países diferentes a pesar de lo específico del tema. De esas, el pasado 7 de julio se desestimaron 12, quedando 16 semifinalistas. El 8 de agosto publicaremos el reducido grupo que, definitivamente, se disputará el privilegio de llevar a cabo su proyecto con el apoyo del Mobile World Capital. En septiembre daremos los nombres de los proyectos ganadores.
Si quieres saber más de los proyectos pre seleccionados, aquí los tienes. Cómo ya pasó en le primer reto, son una maravilla, un estímulo a seguir con este espectacular proyecto que busca dar respuestas a los desafíos que la sociedad tiene frente a los avances tecnológicos. Es un privilegio vivirlo tan de cerca.
BBHI www.bbhi.cat | B-wom www.b-wom.com | careUP www.alteraid.co | CDE www.clinicaldocumentengineering.com | DocToDoor www.doctodoor.com | Growin www.growin.online | Healthcoin www.healthcoin.com | Linkcare www.linkcareapp.com | MedCloud www.medcloud.com.br | Mediktor www.teckelmedical.com | Mjn www.mjn.cat | Orcha www.orcha.co.uk | Patientory www.patientory.com | Salus.coop www.ideasforchange.co | SeizSafe www.encore-lab.com | tellmeGen www.tellmegen.com
El debate sobre los datos, los avances tecnológicos y la ética. Privacidad y autonomía.
Te despiertas y un mundo tecnológico se te viene encima. En horas de cambio climático, política inservible e incertidumbre económica, que la innovación tecnológica avance a la velocidad que lo hace se suele celebrar mayoritariamente. A excepción de algunos países como el nuestro, la mayoría de gobiernos compiten entre sí para atraer a las empresas de tecnología, con políticas fiscales y educativas cada vez más centradas en las necesidades de los desarrolladores de tecnología. Estamos en medio de una nueva Revolución Industrial y reverenciamos las nuevas tecnologías fijando nuestras esperanzas para el futuro en ellas.
Te despiertas y un mundo tecnológico se te viene encima. En horas de cambio climático, política inservible e incertidumbre económica, que la innovación tecnológica avance a la velocidad que lo hace se suele celebrar mayoritariamente. A excepción de algunos países como el nuestro, la mayoría de gobiernos compiten entre sí para atraer a las empresas de tecnología, con políticas fiscales y educativas cada vez más centradas en las necesidades de los desarrolladores de tecnología. Estamos en medio de una nueva Revolución Industrial y reverenciamos las nuevas tecnologías fijando nuestras esperanzas para el futuro en ellas.
Vivimos avances tecnológicos que aportan muchos beneficios sociales. Esta erupción tecnológica nos aporta datos masivos, coches sin conductor, ingeniería genética, ciudades inteligentes, inteligencia artificial o automatismos robóticos asombrosos. No seré yo quien diga que la tecnología no es algo a lo que hay que abrazarse con entusiasmo. No seré yo quien ponga en duda sus virtudes. Obviamente no seré yo, pero no tengo claro como la sociedad está realmente asumiendo el cambio más trascendental que ha vivido la humanidad en siglos.
A veces parecemos una especie de jinete que lleva una venda en los ojos. El poder y el ritmo del caballo es estimulante, pero tenemos poca o ninguna idea de hacia dónde nos lleva. Las nuevas tecnologías cambiarán significativamente nuestro mundo, es obvio. Queda por ver si sabremos convertirlo en algo beneficioso o tóxico. Las nuevas tecnologías y las que se encuentran en las primeras etapas del desarrollo tienen el potencial de aumentar los innumerables problemas del mundo o de mitigarlos. En gran medida dependerá de decisiones políticas el efecto que produzcan. Dependerá finalmente de que a quienes votemos tengan claro el momento histórico que vivimos y las decisiones que deberán adoptar al respecto.
La desgracia de algunos es que no se atisba a nadie en su catálogo electoral y político a líderes, o subalternos, que tengan la más remota idea de que supone realmente un mundo sin empleo, con un empleo distinto, automatizado, gestionando datos masivos, artificialmente inteligente o robotizado. No lo saben ni tienen interés por saberlo. Ese es el drama. Las decisiones que no se tomen ahora, las estrategias que no se determinen ahora o los programas de gestión de esta mutación socioeconómica que no se diseñen, serán las semillas de un desastre colectivo sin precedentes.
Además, si no hay política debatiendo estos cambios, tampoco hay debate ético que pueda hacerlo en base a esas decisiones oficiales. Básicamente por que, como ciudadanos digitales, las opciones disponibles para nosotros en relación con estas nuevas tecnologías son elecciones éticas. Tenemos que guiarnos por nuestros mejores principios si queremos asegurar que la revolución tecnológica actual no genere miseria para las generaciones futuras. Los líderes políticos no lo van a hacer en muchos lugares.
Tomemos, por ejemplo, el campo de las tecnologías asistencial. Actualmente se está desarrollando toda una gama de tecnologías de asistencia para ayudar a las personas con discapacidades físicas o intelectuales, así como al envejecimiento de la población en todo el mundo occidental. Abordando una gama de necesidades, estas herramientas están diseñadas para facilitar la vida de los usuarios y de los cuidadores. Serán utilizadas por los miembros más vulnerables de nuestra sociedad, haciendo que las cuestiones éticas sean particularmente importantes.
Concretamente, como miembro del d-Lab Mobile World Capital, el primer desafío convocado iba en esta dirección. Es uno de los espacios más interesantes para afrontar el debate ético y político con respecto a la tecnología y su utilidad para mejorar la vida de las personas. De hecho, la población en general está utilizando cada vez más dispositivos de ayuda, desde teléfonos móviles a portátiles. Sin embargo, tras los evidentes beneficios de las tecnologías de asistencia, hay preocupaciones de tipo ético. Desde mi punto de vista la que más me preocupa es la que tiene que ver con la privacidad.
A menudo, en los planes de transformación digital de algunos clientes, especialmente los que tienen una estructura mayor, acabamos trazando modelos de gestión de la privacidad internos basados en límites éticos. La respuesta a que queremos decir cuando hablamos de privacidad no es simple. El significado de la privacidad es histórico y filosóficamente complejo. Algunos sostienen que es un derecho moral otros aseguran que su valor es instrumental. Conceptualmente, la privacidad se asocia a menudo con la dignidad humana. Es probable que las personas se comporten de manera diferente cuando saben que están siendo observadas.
Las nuevas tecnologías, incluidas las tecnologías de asistencia, que supervisan y recopilan datos sobre la persona constituyen una amenaza para la privacidad en ese sentido. Pero no es la única zona de conflicto. Pasa en el comercio digital, en la sexualidad, en el transporte, en la educación o en la vida en general. Somos aspersores de datos desperdigando sobre nosotros sin demasiado control. Tenemos la sensación que nadie usa toda esa amalgama de datos y si la usa no es nocivo. Empieza a ser algo aceptado ese pago. Entrego mi privacidad y a cambio obtengo cosas ‘gratis’. Esa percepción del mundo se ha instalado y es un riesgo enorme. Privacidad es sinónimo de autonomía, de toma de decisiones independientes, de no sufrir influencia externa antes de tomarlas.
El individuo autónomo analiza, reflexiona sobre sus opciones y toma decisiones individuales sin una influencia externa indebida. A medida que las nuevas tecnologías eliminan la privacidad, nuestra autonomía está amenazada. El aumento de los datos sobre la forma en que los individuos se comportan, sus preferencias y aversiones, y sus respuestas emocionales a diversos estímulos, los hace más fáciles de manipular y controlar. Probablemente por esto algunos ya han decidido que les está bien y mejor no hacer mucho al respecto.
Mark Zuckerberg admite que las redes sociales están rotas.
Aunque a algunos les ha parecido un panfleto publicitario, en un post de casi 6.000 palabras, el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, admite que las redes sociales están muy dañadas
Aunque a algunos les ha parecido un panfleto publicitario, en un post de casi 6.000 palabras, el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, admite que las redes sociales están muy dañadas a estas alturas y que deberían centrarse en la construcción de espacios más inclusivos e informados. De alguna manera está indicando en lo que se va a convertir su propio invento. Para ello hace una descripción notable de la hoja de ruta de su empresa en términos técnicos y que, de un modo u otro, afectará al día a día de casi dos mil millones de personas. Ahí queda eso.
Zuckerberg creó una red social para la gente y que debía ser utilizada por la gente. En algún momento, mientras se evidenciaba que lo que estaban desarrollando era una máquina de hacer dinero, el plan inicial falló. Mientras el muro de Facebook se convertía en el periódico al que millones de personas acceden en las primeras etapas de cualquier información, los algoritmos y ‘bots’ trabajando a destajo iban gestando un desastre mayúsculo que poco a poco se ha evidenciado tóxico.
Tóxico porque en algún momento el 'algoritmo padre' sólo permite que la gente vea lo que quiere ver, apropiándose de sus prejuicios y convicciones, cosa que los hace permeables a las noticias falsas por ejemplo. La victoria de Trump en las elecciones presidenciales americanas fue el toque de atención definitivo. Expertos aseguran que la influencia de esas noticias repartidas por los muros de millones de personas con una tendencia concreta de voto, pero incapaces de dar el paso final a favor del actual presidente, finalmente lo hicieron estimuladas por esas fuentes no contrastadas.
Zuckerberg admite que no se enteraron de nada. Mientras él se dedicaba a repartir drones de banda ancha para salvar el planeta, y presentando los resultados de su empresa a niveles espectaculares, la máquina se estaba rompiendo por dentro. En su carta, Zuckerberg dice que durante la última década Facebook se ha centrado en conectar a amigos y familias y que 'el próximo enfoque será el desarrollo de la infraestructura social para una comunidad global conectada'.
"Una de nuestras mayores oportunidades para mantener a las personas seguras es construir una inteligencia artificial para entender más rápidamente y con precisión lo que está sucediendo en nuestra comunidad"
Para lograrlo define los cinco elementos en el plan: comunidades de apoyo, comunidades seguras, comunidades informadas, comunidades comprometidas con la comunidad y comunidades inclusivas. Sin decirlo, Zuckerberg está tratando de hacer frente a la evidencia: Facebook se ha convertido en un lugar que puede ser manipulado eficientemente y estimular lo detestable del género humano. Admite también sin decirlo que el modelo actual es insostenible e imposible de solucionar. La complejidad actual del sistema, del algoritmo, de la suma de datos de 1.800 millones de personas, lo hace inviable. La solución es la reinvención. La pregunta debería ser ¿cómo piensa hacer ‘reset’ sin convertirse en una especie de censor? ¿quién define lo bueno, lo malo o lo irónico? ¿qué significa eso de comunidad global inclusiva?
Zuckemberg sugiere que ‘la comunidad de Facebook está en una posición única para ayudar a prevenir el daño, ayudar durante una crisis o reunirse para reconstruir después. Esto se debe a la cantidad de comunicación a través de nuestra red, nuestra capacidad de llegar rápidamente a personas en todo el mundo en una emergencia, y la gran escala de la bondad intrínseca de la gente agregada a través de nuestra comunidad. Mirando hacia el futuro, una de nuestras mayores oportunidades para mantener a las personas seguras es construir una inteligencia artificial que entienda más rápidamente y con mayor precisión lo que está sucediendo en nuestra comunidad. En el futuro, hay aún más casos donde nuestra comunidad debe ser capaz de identificar los riesgos relacionados con la salud mental, la enfermedad o el crimen".
El amigo Mark habla de amplificar lo bueno, mitigar lo malo y para ello está dispuesto que un cerebro artificial se encargue de decidir en el sentido adecuado. Esta carta llega justo en el instante en que se publica también el estudio de Imperva Capsula que demuestra que en estos momentos los humanos ya no somos mayoría en Internet.
El informe en cuestión asegura que el tráfico generado en la red de carácter humano no supera el 48,9% y el resto es generado por ‘bots’ o programas ‘araña’ tanto de Google como del propio ‘feed fetcher’ de Facebook. Es imparable, la automatización de la red es eso, un modelo que inquieta porque retira la capacidad de establecer criterios humanos a algo tan básico como ‘formarse opinión’.
Por otro lado, es evidente que si te quedas quieto mueres. Hasta Facebook se ha dado cuenta que el enemigo lo tiene en casa. Sus algoritmos podrían estar minando su capacidad para ofrecer un buen servicio a las personas y a las empresas. En su carta, Zuckemberg, admite su preocupación soslayada por un intento de mostrarse visionario y estimulado en conquistar la siguiente pantalla. Veremos.
El foro de Davos y la Transformación Digital para equilibrar el crecimiento.
El año pasado se oficializó el término Revolución Industrial 4.0 o Cuarta Revolución Industrial en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos Klosters, Suiza. Hasta entonces al momento económico que vivíamos preferían denominarla sencillamente ‘crisis’. En la edición de este año los líderes mundiales del sector público y privado discutieron acerca de un hipotético crecimiento sostenible y equilibrado del planeta. Para ello Davos fue, en esta edición, un espacio de debate más político que económico. Sin embargo, buscando entre los paneles más económicos destacaba el que trataba el futuro de la Economía Digital. La transformación digital pasó a primer plano analizando sus problemas de seguridad, datos, comercio y formación social.
El año pasado se oficializó el término Revolución Industrial 4.0, o Cuarta Revolución Industrial, en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial celebrado en Davos Klosters, Suiza. Hasta entonces, al momento económico que vivíamos preferían denominarlo sencillamente ‘crisis’. En la edición de este año los líderes mundiales del sector público y privado discutieron acerca de un hipotético crecimiento sostenible y equilibrado del planeta. Para ello Davos fue, en esta edición, un espacio de debate más político que económico. Sin embargo, buscando entre los paneles más económicos destacaba el que trataba el futuro de la Economía Digital. La transformación digital pasó a primer plano analizando sus problemas de seguridad, datos, comercio y formación social.
En este sentido hubo un panel que destacó especialmente. De la mano de Bill McDermott, Director Ejecutivo de SAP, Orit Gadiesh, Presidente de Bain & Company Inc., Liu Jiren, Presidente y Director General de Neusoft Corporation, Steve Bolze, Presidente y Director Ejecutivo de GE Power e Inga Beale, Directora General de Lloyd's se discutió del futuro de la economía digital como herramienta de transformación económica, social e, incluso, cultural. Las principales conclusiones que extraje de ese debate se diferencian en seis temas centrados en productos, datos, seguridad, la propia transformación, la confianza en lo digital y la implementación de habilidades y formación genérica.
En el ámbito de los productos se consideró que desde una perspectiva B2C, los productos han permanecido exactamente igual durante mucho tiempo, mientras que la disrupción digital está atacando y trastocando canales y medios para adquirir bienes y servicios. La lógica establece que se debe modificar de un mayor modo los propios productos o muchas empresas se van a encontrar con dificultades serias de competitividad en breve. Desde una perspectiva B2B, los productos digitales que se utilizan para ayudar al crecimiento del negocio se reinventan constantemente y eso obliga a que las empresas estén asesoradas y vinculadas de manera permanente a un modelo de gestión coordinada innovando junto a expertos en transformación digital.
En el campo de los datos se estimó que los datos entre las empresas se mantienen todavía en modo ‘block’ y no se comparten como se debería en un entorno tan líquido como el que vivimos. Los datos se están convirtiendo en un activo competitivo que se acumula continuamente para las empresas y eso está provocando desequilibrios entre lo que sabemos y lo que saben de nosotros. Por eso es creíble el hecho de que los consumidores quieran ver la eficiencia y los beneficios de compartir sus datos y que se vea reflejado en beneficio para ellos. Comerciar con sus datos no puede ser algo conceptual, debe ser posible identificar para que son. El gran reto para empresas y administraciones es explicar que hacen con los datos que ‘regalamos’.
En el ámbito de la seguridad se comentó que las empresas ahora son más vulnerables a los ataques cibernéticos que hace unos años puesto que el 84% de los activos empresariales son ahora intangibles. Además entre un 75% y un 90% de las brechas de seguridad están causadas por errores humanos y fugas en la gestión y no tanto por el ataque de hackers. La educación empresarial en cuestiones de seguridad y su valor debe trasladarse también a las personas para que el desembarco de una digitalización total, la llamada Internet del Todo, sea algo no traumático y peligroso.
El aspecto que más importó en el debate fue el que se centraba en su totalidad en la Transformación Digital. A ello se referían en Davos cuando dijeron que todas las empresas necesitan entender al consumidor puesto que es el que controla el ‘match’. La problemática que interpretaron estos expertos radica en que las interacciones de los consumidores son omnipresentes y eso obliga a las empresas a ser visibles y estar disponibles en todos los puntos de contacto. Algo que no todos están entendiendo bien y que en gran medida exigirá un cambio de mentalidad directiva.
El punto de conflicto que surgió como quinto ámbito de discusión se situaba en la mezcla de esa transformación digital y el tratamiento de los datos. Le llamaron análisis de la confianza necesaria. Resulta que el 80% de los consumidores realmente no entienden cómo se utilizan sus datos. Eso es grave. Por eso se aseguró que se necesita más transparencia entre empresas y consumidores en términos de cómo se maneja su información. Hasta que eso no pase, el despliegue de una sociedad avanzada donde objetos y personas se comuniquen constantemente, será inviable.
La inversión en Capital Humano centró el último punto del debate que más me interesó durante este encuentro anual. Las empresas deben seguir invirtiendo en sus trabajadores jóvenes y no tan jóvenes con el fin de crear una futura fuerza de trabajo con las habilidades pertinentes. El mundo que viene no tiene porque ser un mundo sin empleo. Deberá ser un mundo con un empleo distinto y eso obliga a la adopción en masa de nuevas habilidades técnicas y un lenguaje nuevo con el fin de disminuir la brecha de conocimientos y habilidades en el futuro.
En Davos se trataron más temas que os invitó a investigar y analizar. Se habló de Liderazgo Sensible y Responsable como eje central de toda la edición bajo cinco patrones de debate ubicados en la Preparación para la Cuarta Revolución Industrial, en Fortalecer la gobernanza de la globalización y la colaboración internacional, en Revitalizar el crecimiento económico mundial, en Reformar el mercado capitalista y en Desarrollar identidades positivas a través de nuevas narrativas.
La lista de ponentes puede ser consultada en esta curiosa herramienta que Quartz desarrolló al efecto. Me quedo con las palabras de Klaus Schwab. El fundador del Foro Económico Mundial, advirtió en la inauguración que ‘liderazgo responsable significa reconocer la creciente frustración y descontento entre aquellos que no están experimentando el desarrollo económico y el progreso social. Su situación sólo se volverá más incierta con el inicio de la Cuarta Revolución Industrial y su impacto en el futuro empleo. El Liderazgo responsable requiere un compromiso más profundo con el desarrollo inclusivo y el crecimiento equitativo, tanto a nivel nacional como global’.
Photo cover: Laurent Gillieron / AP
Luces y sombras del crecimiento del sector turístico en 2016.
En la semana que Fitur presenta unas cifras impresionantes sobre la actividad turística española. La cifra de negocio alcanzó algo más del 11% del PIB en 2016. En concreto, un crecimiento de casi un 5% con respecto al año anterior. A primera vista una muy buena noticia para una economía que depende especialmente del sector turístico. Una factura total que alcanzó los 125.000 millones de euros y que estimularon la creación de 80.000 nuevos empleos. De este modo ya son 2,5 millones de trabajadores en total. Vamos bien.
En la semana que Fitur presenta unas cifras impresionantes sobre la actividad turística española. La cifra de negocio alcanzó algo más del 11% del PIB en 2016. En concreto, un crecimiento de casi un 5% con respecto al año anterior. A primera vista una muy buena noticia para una economía que depende especialmente del sector turístico. Una factura total que alcanzó los 125.000 millones de euros y que estimularon la creación de 80.000 nuevos empleos. De este modo ya son 2,5 millones de trabajadores en total. Vamos bien.
El crecimiento de la demanda extranjera se ha traducido en el desembarco de más de 75 millones de turistas. Sin embargo, lo que se dejan todos ellos en nuestro país ha caído un 3% de media. Una caída que lleva un lustro sucediendo de manera continuada. Más turistas, más ingresos totales, más empleo, pero menos gasto por cliente. La factoría turística ibérica cada vez es más atractiva para un cliente ‘low cost’, que prefiere pasarse unos días por aquí con apenas 700 euros de media, y menos para los que en su hoja de visita había un gasto sostenido y de calidad.
Que el turismo tiene que repensar el valor añadido que aporta es más urgente de lo que las cifras grandilocuentes ofrecen. El turista viene más pero se queda menos. El coste de transporte excepcionalmente bajo por el precio del petróleo, el crecimiento de algunos países con nuevos turistas, la hipotética recuperación del mercado interno y la poca estabilidad o seguridad de la competencia, no han hecho más que estimular ese envoltorio de celofán.
El riesgo de un estornudo global es enorme. Todo el sector confía en que va a seguir creciendo, siendo cada vez más importante en el cómputo de la factura bruta nacional y creando mucho empleo. Es más que revisable que esa recuperación del sector esta sujeta a una competitividad relativa, lejos de lo que la estructura económica española debería de ser en nuestro entorno económico.
En la otra cara, un sector que en el último año también ha rebasado el 10% del PIB es el biotecnológico. Una industria que apenas ocupa a 190.000 personas y factura más de 100.000 millones de euros, vinculado al futuro, al cambio de modelo productivo y a la conquista de un futuro al que vamos a tener que enfrentarnos más pronto que tarde. Hace apenas siete años sólo era el 3% de la economía española.
Es evidente que la apuesta por sectores de futuro que se alejan de la manoseada ‘recuperación’ es una opción imprescindible. Una visión simple del futuro que se avecina nos muestra un mundo automatizado, robotizado y cuyo empleo será menos masivo. Insistir en sectores que, en cualquier imprevisto, destruyan centenares de empleos imposibles de reconvertir, es muy peligroso.
Un mundo inminente que ya se divisa por el horizonte y que no parece reservar mucho espacio a modelos económicos dependientes de sectores sin valor añadido. Un futuro que habla de pensiones en riesgo, sociedad del bienestar en jaque y modelos productivos obligados a vivir una disrupción inevitable. Una disrupción que también vivirá el sector turístico. Es cuestión de tiempo. Poco tiempo. La competencia está por todas partes y dispara desde todas direcciones. Cualquier elemento imprevisto puede cambiarlo todo rápidamente. La automatización y la adaptación al mundo del dato, la robotización y la inteligencia artificial serán su muro de contención. Si no se transforma absolutamente la pérdida de peso en la economía nacional, supondría una catástrofe laboral similar a la vivida recientemente con el sector inmobiliario.
Sin una industria de recambio el futuro es complejo. Debemos ir pensando en qué modelo social y económico, de salvaguarda de derechos y servicios, vamos a soportar como sociedad. La oportunidad, como demuestra el sector ‘biotech’ está trazada. Las buenas noticias de cualquier sector son siempre bienvenidas. Acomodarse en ellas sin profundizar en lo que pueden suponer en el futuro inmediato ya sabemos cómo acaba y lo que tarda en digerirse.
Los datos y la transformación digital del sector salud. ¿Que supondrán?
Hace unas semanas ofrecí la conferencia 'Noticias que llegan del Futuro' en la clausura de la Jornada sobre Tendencias de la Fundació TIC Salut. Un interesante encuentro del sector sanitario donde se pudieron entrever cuál su futuro inmediato en relación al ámbito social, las nuevas líneas de exploración y asistencia remota, la incorporación de la Internet de las Cosas, la realidad virtual, el avance de sistemas expertos e inteligencia artificial y la automatización de procesos médicos. En esos mismos días acepté la invitación a ser miembro del d-LAB, programa del Mobile World Capital, cuyo primer desafío, que se publicará en pocas semanas, será el de localizar proyectos de transformación de la sanidad a través de la gestión colectiva de datos de salud personales. Sin duda uno de los campos más estimulantes, que mayor recorrido tendrán en los próximos años y que, de un modo absolutamente disruptivo, supondrán el cambio de mayor intensidad de cuantos la transformación digital haya generado hasta la fecha.
Hace unas semanas ofrecí la conferencia 'Noticias que llegan del Futuro' en la clausura de la Jornada sobre Tendencias de la Fundació TIC Salut. Un interesante encuentro del sector sanitario donde se pudo entrever cuál será su futuro inmediato en relación al ámbito social, las nuevas líneas de exploración, la asistencia remota, la incorporación de la Internet de las Cosas en la obtención de datos, la realidad virtual en el entrenamiento médico, el avance de sistemas expertos e inteligencia artificial y la automatización de procesos médicos en hospitales y centros de tratamiento. En esos mismos días, precisamente, acepté la invitación a ser miembro del d-LAB, programa del Mobile World Capital, cuyo primer desafío, que se publicará en pocas semanas, será el de localizar proyectos de transformación de la sanidad a través de la gestión colectiva de datos de salud personales. Sin duda uno de los campos más estimulantes, que mayor recorrido tendrán en los próximos años y que, de un modo absolutamente disruptivo, supondrán el cambio de mayor intensidad de cuantos la transformación digital haya generado hasta la fecha.
Desde el punto de vista personal así lo veo, pero está claro que la salud y la transformación digital viven un momento intenso. Uno de los campos donde mayor será la afectación de tanta tecnología y desde el que la vida de las personas más se va a ver modificado. De hecho, asistimos a un instante histórico en que las soluciones que la tecnología ofrece al mundo sanitario se unen a unas nuevas necesidades de tipo social que no existían hasta hace poco. La diferencia entre la evolución de la salud digital y su impacto con respecto a otros sectores, radica en que en la sanidad las innovaciones que hacen posible tanto avance son muchas, algo que no pasa en otros campos donde la innovación suele estar sujeta a una o dos tecnologías. Incluso el hecho que la población envejezca y requiera de atención cada vez más experta y predictiva sunpondrá un punto de inflexión absoluto. Almacenamiento de datos, inteligencia artificial, procesados expertos, impresión en 3D, telemedicina, monitorización a través de objetos inteligentes, máquinas dialogando entre ellas ofreciendo datos de salud a tiempo real de cualquier persona y control remoto de constantes vitales, serán los 'strong-points' del sector en un futuro inminente.
De todas esas interacciones surge la necesidad del análisis de cuanto vamos a construir. Pacientes y profesionales. Los datos de salud personal suponen para el sistema sanitario su estructura básica. El 35% de los doctores europeos utilizan un recopilatorio de datos para mejorar la atención al paciente, un 31% para reducir costes de atención, un 28% para mejorar resultados y un 22% los utiliza para mejorar la detección temprana. Esta última es la que mayor potencial tiene pues la tecnología nos permite alcanzar rangos de éxito basados en el big data inéditos hasta hoy.
El fondo Rock Health invirtió más de 4.100 millones de dólares en empresas mHealth que desarrollan aplicaciones y dispositivos que recopilan datos personales de un modo automático. En 2017, según la Comisión Europea, de los 3.400 millones de personas con smartphones en el mundo, más de la mitad serán usuarios de aplicaciones de salud que entregarán datos de sus historiales, estado a tiempo real y variables sanitarias.
A diferencia con otros aspectos de la diversificación de datos, de la pérdida de control sobre la emisión y recepción de éstos, en el caso de la salud la ética se encuentra ante una tremenda disyuntiva. Cuanto más datos más posibilidades de detener enfermedades, mejorar predicciones y salvar vidas. La puesta en común de una gran cantidad de datos sanitarios es un producto muy valioso. Por ejemplo, Pfizer gasta 12 millones de dólares cada año en compras de datos de salud.
¿Estas dispuesto a compartir tus datos sanitarios? En este sentido, PatientsLikeMe registró que el 95% de los adultos que encuestaron estarían dispuestos a compartir sus datos de salud para ayudar a los médicos a mejorar la atención. Sin embargo, el 76% de éstos también se preocupan de que sus datos compartidos se pueden utilizar de manera perjudicial.
En ese evento que referencié al principio se trataron muchos aspectos que vinculan tecnología, tendencias y salud. Mi conferencia trató los avances que la transformación digital está integrando en el sector salud. De cómo la Industria 4.0 con su robotización, automatización y desarrollos en impresión 3D, procesos y modelos de capturar datos a partir de objetos conectados a humanos están generando una nueva era en el sector salud. Que el d-LAB del MWC tenga entre sus desafíos este campo tampoco es casualidad. A mi modo de ver, en la salud, como ya pasó en otros sectores, la pregunta que deben hacerse sus profesionales ya no es si ¿me afectará la disrupción? La pregunta debería de ser ¿cuándo me afectará y con que tecnologías?
Propietarios y fabricantes de datos. El debate ético pendiente.
Es habitual que el despliegue de nuevos avances tecnológicos sea como entrar en un laberinto del que no tenemos planos ni guía inicialmente. Esa falta de perspectiva se suma al apetito que empresas y administraciones suelen mostrar por ser los primeros en disfrutar de esos avances, y de controlar su explotación.
Es habitual que el despliegue de nuevos avances tecnológicos sea como entrar en un laberinto del que no tenemos planos ni guía inicialmente. Esa falta de perspectiva se suma al apetito que empresas y administraciones suelen mostrar por ser los primeros en disfrutar de esos avances, y de controlar su explotación.
Al igual que pasa con la indefensión ante un futuro sin empleo (o un empleo distinto), el establecimiento desequilibrado de una Renta Mínima Universal y la dependencia absoluta de la automatización, la gestión de datos provenientes de objetos conectados entre sí exige de una hoja de ruta y de un estudio previo completo que nos permita disfrutar de forma global de sus beneficios. De lo contrario, nos vamos a despertar en plena explosión.
Se intuye una erupción de desigualdad y de refugiados digitales. Una brecha insalvable entre propietarios de datos y quienes los generan. Un precipicio entre los que puedan controlar sensores, sistemas cognitivos e infraestructuras computacionales, y quienes los alimenten comprando compulsivamente cualquier nuevo robot que nos ayude a barrer la casa emitiendo datos sobre qué comemos al analizar las sobras esparcidas por el suelo.
Un buen ejemplo de lo que hablo sería el coche del futuro inmediato. Un ‘objeto’ que va a generar datos extremadamente valiosos, y que precisarán de una gobernanza concreta. Mucho antes de que éste se conduzca solo, que las leyes recuperen el tiempo perdido y se legisle a la velocidad de los avances tecnológicos, los vehículos serán un productor de datos masivos de incalculable valor. Ya lo son. En estos momentos, y a modo de ejemplo, algunas grandes marcas que hace poco confesaban estar descolocadas ante el creciente desinterés de la generación Milenial por comprar coches, investigan en otra fuente de ingresos que va a ser determinante.
Los datos con la información de dónde están y por dónde circulan los coches darán nuevos ingresos a las compañías que los venden y, por derivación, a quien tenga acceso a ellos. Es un buen ejemplo. Pero hay muchos más en la sanidad, en el comercio minorista, en los seguros, en la domótica o en la banca. ¿Quiénes serán los mayores interesados en un ecosistema de ‘cosas’ conectadas? ¿A quién pertenecen los datos que se producen? ¿Qué modelos de negocio aparecen en esa orgía de conocimiento digital? ¿Qué significa para los ciudadanos esa relación entre sus datos que generan y la vigilancia que supone? ¿Qué o quién regulará esos algoritmos y qué límites tendrán? ¿Cómo va a mutar nuestra manera de relacionarnos una vez las máquinas nos escuchen de verdad, nos hablen y hablen entre ellas? ¿De qué hablan las máquinas? ¿Será compatible la transparencia exigible a la administración con la digestión previa de datos masivos?
Nos dicen que una Smart City es un espacio que mejora la vida de los ciudadanos. Para ello se nos demandan datos. Muchos de ellos ya no los podemos discriminar. Salen de nuestra vida cotidiana. En breve, de todos ellos surgirán políticas automáticas, procesos de mejora social y organizativa. En teoría dejar nuestros datos a esos algoritmos nos garantiza una vida mejor, más ordenada ¿Qué grado de conocimiento sobre el funcionamiento de esos algoritmos deberemos exigir?
Los ciudadanos nos hemos convertido en simples ‘sensores’ que, a la vez, actuamos como ‘productores’; productores de datos sobre nosotros y nuestras relaciones con el entorno. El problema es que de momento no hay nada que haga prever que ese intercambio vaya a ir en dos direcciones. Vamos a entregar datos pero no vamos a tener opciones de interactuar al mismo nivel en ese proceso.
¿Qué decisiones toman esos algoritmos? ¿Y cómo las toman? No seré yo alguien sospechoso de no ver en la tecnología un aliado para el género humano, todo lo contrario. Pero el riesgo de ampliar el porcentaje de ciudadanos sin criterio en temas importantes y de dejarnos seducir por un mundo automático crece. Y es que ceder el mando a la tecnología sin haber analizado antes quiénes son los verdaderos actores de este asunto, las variables éticas y sociológicas que tiene una decisión algorítmica a tiempo real de todo lo que nos afecta, es enorme.
Post publicado originalmente en Ecoonomia bajo el título ¿Sabes que datos entregas gratis cada mañana?
¿Te estás preparando para el mundo que viene? ¿Que vas a ser?
Mientras lees esto. Durante la emisión del último documental sobre animales de ‘la 2’. Cada vez que sales a tomar un gintonic o te refugias en la lectura de un libro. Al revisar el trabajo escolar de tu hijo. Esperando un taxi. En el instante que amanece o se pone el sol. Cada vez que cierras la puerta de casa o consultas tu correo. En cualquier momento. En todos esos minutos en los que el planeta gira en un sentido concreto, alguien está acabando el arquetipo del mundo que lo hará girar en otro.
Mientras lees esto. Durante la emisión del último documental sobre animales de ‘la 2’. Cada vez que sales a tomar un gintonic o te refugias en la lectura de un libro. Al revisar el trabajo escolar de tu hijo. Esperando un taxi. En el instante que amanece o se pone el sol. Cada vez que cierras la puerta de casa o consultas tu correo. En cualquier momento. En todos esos minutos en los que el planeta gira en un sentido concreto, alguien está acabando el arquetipo del mundo que lo hará girar en otro.
Se trata de gente que ahora mismo está preguntando a un algoritmo cuestiones que precisan un razonamiento, generando dudas en una máquina, procurando que los procesos binarios se asemejen lo máximo a los neuronales o, sencillamente, creando empresas que lo van a cambiar todo definitivamente. Gente que nació cuando Internet ya existía. Personas que no tuvieron que adaptarse como sí tuvimos que hacerlo los nacidos cuando, al pensar en el futuro, imaginábamos coches voladores pero éramos incapaces de visualizar lo que ha significado Internet.
Internet es el "culpable" de todo. Es el hilo conductor de la mayor revolución que ha vivido nuestra especie. Un cataclismo de punta a punta de este pequeño planeta. Un escenario de cambios que se suceden a una velocidad que no alcanzamos a comprender. Cambios que provienen de la propia mutación de la red. Un mecanismo poderoso que lo ha modificado todo.
En cada nuevo avance que le afecta, el giro es absoluto. Recordemos ya todos los ‘internets’ que hemos vivido. Todo empezó con un Internet Técnico. Los primeros años de un modo de comunicar que permitía trasladar información cifrada de un lugar a otro aprovechando la posibilidad de eliminar todas las barreras. Luego llegó un Internet Empresarial. Antes del año 2000 las empresas se lanzaron a la conquista de su ‘espacio web’. Avanzábamos hacia un mundo digital en el que las compañías con mayor potencial determinaron el rumbo de para qué podía ser útil económicamente la red de redes.
Más tarde, un Internet Social donde el sistema que supuso modificar el lugar en el que pasaban las cosas generaba una libertad total al usuario. De las cadenas que suponía la instalación de software en tu computadora a sencillamente ese nuevo escenario en el que tu ordenador es la ‘pantalla’ de algo que pasa en el servidor remoto de alguien. Ya no teníamos que descargar nada, todo sucedía en otro lugar. Así nacieron las redes sociales.
Ahora, otra nueva tecnología modifica el escenario. Todo es automático. Internet automático. Va sólo. El 90% de cuanto sucede ya no tiene que ver con nuestra acción o deseo. El Big-data y la inteligencia artificial se ejecutan sin atender a consultas previas. Lo está cambiando todo hasta el punto de que esa red ya no es esencialmente como ninguna anterior y está suponiendo la creación de lenguajes y protocolos que permiten a las máquinas hablar entre sí creando la "Internet de las Cosas".
Pero eso no termina ahí. Mucho más allá que automatizar. En breve, en cinco minutos, la Internet posthumana, la que llamaremos Internet del Todo, conformará un escenario donde el concepto cobertura o conexión tendrán el mismo efecto para nosotros como lo tienen ahora una cinta cassette al lado de un bolígrafo Bic transparente. A cada evolución, a cada cambio que simplifica un proceso, cada vez que una línea de código es eliminada de un programa para simplificar el mismo proceso, nos acercamos a un nuevo y radical cambio. A una nueva disrupción tecnológica.
Si tienes una empresa no te preguntes si te va a afectar la disrupción tecnológica. No. Pregúntate cuándo va a pasar o, mejor, que tecnología va a ser la responsable. Nadie está a salvo. Y si no tienes una empresa, piensa qué modelo tecnológico va a explotar frente a tus narices sin previo aviso. No te cuestiones si te va afectar o no. Lo hará. Prepárate para ese momento. Hazlo ilusionado y no con temor. Esa es la clave.
Podemos ser mejores. La tecnología lo estimula. Una adaptación a algo vivo que interpretábamos era un ‘sistema’ y ha resultado ser un ‘ecosistema’ que muta, mejora y se adapta. En apenas dos décadas, Internet ha cambiado tanto que no la reconocemos quienes la vimos nacer. Somos una generación que vivía sin ella, sin teléfonos móviles, sin Google. Cuando querías saber algo debías ir a un lugar llamado ‘Biblioteca’ y no era para estar tranquilo o en silencio, era para consultar la sabiduría universal, algo que hoy cabe en un USB. Mientras, todo transcurre y los que deberían estar preguntándose cómo prepararlo todo, Internet crece y se convierte en Todo. ¿Te estás preparando para ese instante?
Post publicado originalmente en Ecoonomia bajo el título ¿Te estás preparando para el mayor avance de la historia?
¿Qué debes hacer antes de que te sustituya un robot?
Durante la Copa Mundial de Clubes de la FIFA celebrado hace unos días en Japón, hubo un debate acerca del uso de tecnología asociada a la toma de decisiones arbitrales durante los partidos. Hay quien lo critica pues elimina, dicen, la esencia de ese deporte y aplaca una especie de improvisación que, dicen también, pertenece a su idiosincrasia. Otros, por el contrario, afirman que la tecnología llega a todo y el deporte ‘rey’ no puede ser una excepción. Algo que sucede en el Rugby, el tenis y en una infinidad de deportes, se muestra complejo de aplicar en el fútbol.
Durante la Copa Mundial de Clubes de la FIFA celebrado hace unos días en Japón, hubo un debate acerca del uso de tecnología asociada a la toma de decisiones arbitrales durante los partidos. Hay quien lo critica pues elimina, dicen, la esencia de ese deporte y aplaca una especie de improvisación que, dicen también, pertenece a su idiosincrasia. Otros, por el contrario, afirman que la tecnología llega a todo y el deporte ‘rey’ no puede ser una excepción. Algo que sucede en el Rugby, el tenis y en una infinidad de deportes, se muestra complejo de aplicar en el fútbol.
No me interesa mucho ese debate pues, tarde o temprano, se impondrá la lógica y la lógica de nuestros tiempos habla sólo de eficiencia y velocidad. Precisamente la crítica viene dada porque una vez el árbitro decide revisar la situación visualizando una pantalla desde el propio campo, la decisión sufre un retraso insoportable desde el punto de vista de un espectáculo. Por ello, estoy seguro, el futuro de este y otros deportes cuya implicación tecnológica será cada vez mayor, no pasa por la combinación de la tecnología y la interpretación sino por la única decisión arbitral de un software y unos sensores que le den apoyo.
Se trataría de que un sistema experto, o un desarrollo en inteligencia artificial, analice en décimas de segundo cualquier jugada y determine lo que ha sucedido por compleja que parezca. Sin error posible. El ser humano está aceptando muy rápido la incorporación de todo tipo de automatismos y robots en sus espacios de ocio. El papel del árbitro deberá ser otro. Probablemente un papel vinculado a la mejora de esos modelos de arbitraje sintético. Un oficio nuevo que tenga que ver con la gestión analítica y la aportación de un conocimiento creativo a esas máquinas que harán el trabajo sucio. Un tipo de empleo que desconocemos pero que estoy seguro será necesario y que, además, deberá ser hecho por expertos en lo que esté haciendo ese robot.
La clave es entender que ese camino ha empezado en muchas profesiones y la única salida es cambiar el ‘chip’ del cómo trabajamos. La pregunta no debe ser ¿un robot ocupará mi puesto de trabajo? Eso es evidente que pasará. Pregúntate ¿qué nueva ocupación debería de tener yo mismo para que ese robot haga su trabajo mejor que nadie? ¿Cuál será mi oficio en ese nuevo escenario? ¿Cómo me preparo para cuando llegue la disrupción a mi empresa, a mi tipo de empleo? ¿Qué tecnologías van a provocarlo? ¿Las conozco? ¿Estoy preparado o formado? Respóndete con urgencia.
Probablemente si eres árbitro en muchos deportes puedas esperar. No mucho, pero puedes esperar. Sin embargo si tu empleo tiene que ver con el momento de pago en un supermercado, con el de un bibliotecario, un servicio de operador de tele-marketing, con un laboratorio de fotografía, con una agencia de viajes o eres un manager en Social Media, por nombrar algunos, te urge pensar cómo reconvertir tu oferta personal. Hay muchos más pero ejemplifico con uno.
Para un bibliotecario el horizonte es muy complejo. En Irlanda, por ejemplo, se están construyendo 23 bibliotecas sin personal humano. Todo estará automatizado. Sin embargo, un grupo de profesionales, ofrecieron voluntariamente sus servicios de asesoría a los lectores en las dos primeras construidas y puestas en marcha. El éxito fue tal que la red pública ha decidido repensar el tipo de empleo del bibliotecario en ese país.
El papel humano será relevante, pero hay que hacer reset previamente. Toca innovar en el valor añadido que debe ser el que proviene de los humanos y aportárselo al uso de esa tecnología asociada. Un humano nunca será más rápido, más eficiente, más barato que un robot que busca, identifica incluso tu gusto y te trae el libro que ‘necesitas’ casi antes de tú saberlo gracias a la inteligencia artificial y el Big data. Sin embargo, existe una textura social que no lograrán, de momento, aportar.
La investigación por parte del bibliotecario, por seguir con este ejemplo, va más allá del cálculo y el análisis de gustos, su aportación creativa a ese estimulante momento de recomendar un libro o contar porque es una lectura fantástica para un lector determinado, son, o podrían ser, las directrices de un nuevo modo de trabajar. No es competencia a los robots, en todo caso será colaboración con ellos. No vienen a destruir empleo, vienen a permitirnos trabajar de otro modo mucho más humano. Sino lo vemos pronto y adoptamos medidas en ese sentido, muchísima gente se va a encontrar totalmente perdida.
La banca del futuro será más humana o no será. Hay vida entre despidos y las fintech.
Si mi hijo de 11 años me dijera que de mayor quiere ser banquero no tendría más remedio que decirle que no va a poder ser. Por lo menos no bajo el plano actual. Algo que seguramente va a suceder con la mayoría de empleos, en el de la banca va a ser tremendamente rápido y disruptivo. Ya lo está siendo. De hecho el interés por trabajar en el sector financiero no ha hecho más que decrecer en los últimos años por diversos factores. Desde la mala reputación hasta la propia duda sobre la viabilidad del negocio a medio plazo.
Si mi hijo de 11 años me dijera que de mayor quiere ser banquero no tendría más remedio que decirle que no va a poder ser. Por lo menos no bajo el plano actual. Algo que seguramente va a suceder con la mayoría de empleos, en el de la banca va a ser tremendamente rápido y disruptivo. Ya lo está siendo. De hecho el interés por trabajar en el sector financiero no ha hecho más que decrecer en los últimos años por diversos factores. Desde la mala reputación hasta la propia duda sobre la viabilidad del negocio a medio plazo.
La encrucijada del sector bancario se sitúa entre una falta de rentabilidad provocada por los escasos márgenes en los tipos de interés y una demanda cada vez más tecnológica que exige de estas entidades una respuesta moderna, ajustada al coste real de las operaciones y transparente. A pesar de esos tipos de interés tan bajos los efectos que la banca esperaba no se ha producido. La economía no ha mejorado tanto, no se han producido beneficios por recuperación de provisiones de manera general, ni se ha flexibilizado el flujo de crédito pues, técnicamente, la deuda es monumental la mires por donde la mires.
Por si fuera poco la esperada reducción de la morosidad probablemente se verá muy mermada por la implantación de la nueva International Financial Reporting Standard 9. Esto se suma a una práctica que esta complicando la vida de manera importante a los bancos. La demanda de crédito empresarial, el negocio natural de los bancos, tiende a emitir deuda corporativa desde hace unos años. Además, en apenas tres años las fintech han capturado casi un tercio del negocio tradicional de la banca dejando a la cadena de valor entre el cliente y el producto financiero en la mínima expresión.
La banca está optando por soluciones de todo tipo. Reducción de oficinas y personal, utilización de algoritmos blockchain para reducir costes de transacción que no necesitan intermediarios, créditos P2P basados en el uso de inteligencia artificial o Big data, compra de startups Fintech o la creación de aceleradoras propias que intuyan negocios disruptivos desde dentro de estos, hasta ahora, dinosaurios.
Pero incluso las fintech tampoco se librarán de su propio escenario de crisis. A medio plazo se tendrán que ver sujetas a una severa regulación y su comportamiento tenderá a ser un complemento de la banca tradicional reconvertida en una banca de vanguardia. La cuestión es que a medio plazo parece que la banca lo tiene crudo, pero sería interesante atender que, al igual que en otros negocios, el valor añadido actual podría venir de la mano de los propios seres humanos que ahora se desechan al reestructurar las plantillas para hacerlas más baratas.
Podría ser que la robotización, la automatización y los sistemas algorítmicos proporcionen mayor eficiencia y menores costes, pero no deberían de sustituir el contacto entre seres humanos que tan mal visto ha estado en muchos casos. La única banca posible en el futuro será aquella que comprenda que los servicios bancarios de valor serán los que se individualicen. La tecnología permitirá reducir tramos de gestión en aspectos que un humano no es preciso, pero en otros será insuficiente o mejorable a través de la gestión humana.
El ajuste del sector es una evidencia notable. El camino a seguir no parece ser unitario y en gran medida la mayoría aun no lo tienen claro. El asunto es reducir plantillas, costes, comprar o crear ‘fintechs’ y automatizar procesos. Así, sin más. La realidad es más confusa y pesará como el plomo. La banca del futuro será más humana o no será. Servicios individualizados a clientes de todo tipo incluidos los de menor capacidad económica, personalizando la respuesta. El valor añadido, será humano. También en la banca.
Antes que autónomos, los coches serán inteligentes (y hablarán entre ellos).
Hace unas semana IBM presentó en su sede de Dublín su voluntad de darle un suso inteligente a los coches incluso cuando están parados. No se refieren a nada vinculado al uso que la Nueva Economía esta ya estableciendo para ellos empresas como Uber, Lyft, Tesla u otros. De lo que hablaban era de la opción de convertir tu coche en un punto de acceso wifi que te pudiera generar ingresos económicos puntualmente. Hablaban de la era del coche conectado.
Hace unas semana IBM presentó en su sede de Dublín su voluntad de darle un suso inteligente a los coches incluso cuando están parados. No se refieren a nada vinculado al uso que la Nueva Economía esta ya estableciendo para ellos empresas como Uber, Lyft, Tesla u otros. De lo que hablaban era de la opción de convertir tu coche en un punto de acceso wifi que te pudiera generar ingresos económicos puntualmente. Hablaban de la era del coche conectado.
Hoy en día el coche conectado se suele vincular con el concepto de coche autónomo. Wendy Belluomini, que se encarga en IBM de estos temas desde el laboratorio irlandés situado en el campus de la compañía al oeste de Dublín, aseguró que el coche conectado no es necesariamente un avance directo a la automatización de la conducción, asegura que hay mucho más previamente de ese aspecto. Como si antes de llegar a ese escenario hay que subir un escalón previo. Antes de que vayan solos, necesitan hablar entre ellos.
Las tecnologías asociadas al coche conectado serán previamente elementos que proporcionen una experiencia de conducción mejor o, incluso, generen valor al propio coche aun estando parado. La capacidad que un coche tendrá de ‘pensar’ será la garantía física de una conducción más segura y nutritiva, pero también podrá hacer otras cosas cuando eso lo logre incluso sin moverse. El coche no debe evitar un camión por el hecho de que una orden binaria le diga que hay un objeto enorme en tu camino que se debe evitar sino que el automóvil debe ‘entender’ que si continua recto nos matamos.
La verdad es que quedan pocas grandes corporaciones, cuyo valor sea la innovación, que no estén investigando y desarrollando alrededor de los coches autónomos. La carrera se ha iniciado y la cantidad de inversiones que se están aplicando son la prueba de que esto no va de décadas sino de años. Hay noticias que garantizan que la velocidad es exponencial en cuanto a la normalización de algo que parece ciencia ficción.
El proyecto de coche conectado que IBM desarrolla en Dublín parte del concepto de utilizar automóviles estacionados, pero sobretodo de coches hablando entre si.. En casi todas las ciudades, en este caso concreto tratamos Dublín, hay coches estacionados por todas partes siendo en la mayoría de los casos una molestia, un elemento ineficaz de la organización de una ciudad. De hecho los autos están estacionados el 95% del tiempo y también cada vez tienen más sensores habilitados. La pregunta que se hacen es ¿cómo podemos utilizar esos coches parados para hacer la vida mejor a todos? Interesante.
Algunas de las ideas que nos trasladaron respondían a que, por ejemplo, la utilización de sensores y cámaras de todos los coches estacionados pueden servir para generar un mapa a tiempo real de las opciones de aparcamiento que hay en un lugar concreto para otros conductores en búsqueda de plaza libre. Sabiendo el tamaño del vehículo en aproximación, tiempo de desplazamiento, destino o cualquier variable, el ‘sistema global’ otorgaría las opciones disponibles al conductor. ¿Quién mejor para saber como está el tráfico que un coche estacionado que lo está viendo a tiempo real? Recuerda a la combinación que se intuía en la sinergia entre Uber y Google.
Da la sensación que el automóvil es el gran dispositivo de la IoT. Compáralo con un teléfono. El coche tiene un listado enorme de posibilidades. Más sensores y una batería gigantesca en comparación con cualquier 'device'. Técnicamente hay un exceso de energía latente en esos vehículos sin utilizar. Cámaras, sensores e infraestructura de comunicación sin uso durante el 95% del tiempo. Ineficiente en un mundo que requiere eficiencia y una economía circular cada vez más óptima.
De eso va lo que nos explicaron. Quienes investigan la opción ‘coche conectado’ no quiere que la conectividad del vehículo dependa de un teléfono, desean que el propio coche se mantenga en un estado de conexión permanente que se enlazaría a tu teléfono cuando fuera necesario con una conversación en habla natural. Algunos pensaréis que es un paso atrás. Todo el mundo habla del coche autónomo y hoy hablamos de coches conectados pero no auto conducidos. No lo veo igual. Creo que esa hiperconectividad acerca de un modo mayor la ‘smart city’, la hace más factible y potencialmente próxima. Un interfaz enorme como un coche no debe dejarse de lado. Tal vez es el paso previo, un paso que culturalmente precisamos como sociedad para entender eso de que un vehículo nos lleve al trabajo y se aparque solo.
La sociedad seguramente se irá adaptando y será una transición rápida. Otra cosa tendrá que ver con las administraciones. Por esa razón, mientras se ponen al día sus señorías, las pruebas piloto en múltiples lugares, es bueno que las ciudades se vayan preparando. Es un avance en el uso inteligente de los millones de vehículos que permanecen inactivos, dormidos, en las calles para ganar espacios de conectividad, desarrollo e inteligencia.
Recientemente SEAT y Conector presentamos nuestro programa de aceleración corporativa de startups vinculadas al sector automovilístico. Sé que muchas de las seleccionadas tienen un patrón de desarrollo vinculado a convertir nuestros coches en un espacio de uso cuando estamos dentro y, curiosamente como decía, cuando no lo estemos. Es muy estimulante poder estar cerca de estos desarrollos, de colaborar y conocerlos.
El futuro inmediato del sector pasa por crear coches intuitivos que reaccionen al usuario, más que de tipo autónomo. En una primera fase autorizable por la legislación entraremos en un espacio de compartir vehículos en marcha o parados, en un uso global de datos y una analítica de los mismos. Generaremos en muy breve espacio de tiempo ciudades dirigidas por la complejidad de los datos ofrecidos por sistemas vinculados a millones de coches parados. La Transformación Digital de nuestra sociedad tiene una puerta de entrada excepcional en la puerta de casa, en nuestro propio parking.
El cambio radical en la sustitución tecnológica del trabajo profesional ya está en marcha.
Nos llegan noticias del futuro que cuentan que la Inteligencia artificial y los robots están listos para reemplazar en gran medida la fuerza laboral de hoy en día. La mayoría de profesionales creativos, o que precisan un punto de vista intuitivo e interpretativo como médicos, abogados, diseñadores y otros, creen que van a resultar indemnes a esa sustitución masiva. Se suele repetir que los trabajos amenazados son los repetitivos, los rutinarios. Tareas que puedan ser asumidas por máquinas y que permitirá siempre que la creatividad siga en manos de los seres humanos.
Nos llegan noticias del futuro que cuentan que la Inteligencia artificial y los robots están listos para reemplazar en gran medida la fuerza laboral de hoy en día. La mayoría de profesionales creativos, o que precisan un punto de vista intuitivo e interpretativo como médicos, abogados, diseñadores y otros, creen que van a resultar indemnes a esa sustitución masiva. Se suele repetir que los trabajos amenazados son los repetitivos, los rutinarios. Tareas que puedan ser asumidas por máquinas y que permitirá siempre que la creatividad siga en manos de los seres humanos.
La Harvard Business Review está trabajando en publicar todos los estudios y análisis que ponen en guardia esas afirmaciones de nuevo. Consideran que en apenas un par de décadas, justo en el punto exacto en que nuestros niños entren en la subasta laboral, todas esas profesiones habrán sido desmanteladas tal y como las conocemos ahora y, peor aún, como se las estamos presentando a los profesionales del futuro. Existen ocho campos profesionales vinculados a la salud, el derecho, la educación, la auditoría, los impuestos, la consultoría, el periodismo, la arquitectura y, como novedad, la religión. El diagnóstico de la Harvard Business Review es parecido al que muchas veces comentamos aquí. La evidencia de que el cambio radical en la sustitución tecnológica del trabajo profesional ya está en marcha y avanzando de un modo exponencial.
Más de 60 millones de desacuerdos entre los comerciantes de eBay se resuelven mediante ‘resolución de conflictos en la red’ en lugar de entre abogados y jueces. Tres veces el número de demandas presentadas cada año en todo el sistema judicial americano. Las autoridades fiscales de Estados Unidos en 2014 recibieron las declaraciones de impuestos electrónicos de casi 50 millones de personas que habían confiado en el software de preparación de impuestos online en lugar de profesionales de impuestos humanos. En WikiHouse, una comunidad digital diseñó una casa que podría ser ‘impresa’ y montada por menos de 50.000 euros. En 2011 el Vaticano concedió la primera impronta digital a una aplicación llamada ‘confesión’ que ayuda a la gente a prepararse para confesar sus pecados y recibir las instrucciones para redimirlos. La Iglesia considera que Dios está online.
La Harvad Business Review considera que estos indicadores, entre casi un millar más que en su espacio web publican regularmente, son la muestra de que el desafío más determinante al que se ha enfrentado la humanidad en cuanto a su modo de vida, ya ha empezado y nada lo va a detener. Cuentan que los médicos están utilizando listas de comprobación, los abogados se basan en los precedentes, y los asesores trabajan con metodologías. Todos bajo un prisma de automatización y sustitución como nunca antes habíamos pensado y cuya adopción se ha acelerado en los últimos cinco años de manera exponencial. Cosas impensables hace 6 meses están en marcha de manera natural en muchos despachos.
La afirmación de que algunas profesiones ‘son inmunes a los desplazamientos por la tecnología’ generalmente se basa en dos supuestos. El primero se refiere a que los ordenadores deberían ser incapaces de ejercer un juicio, ser creativos o sentir empatía. Cualidades indispensables en la prestación de un servicio que, digamos, se sitúa en territorio puramente humano. Sin embargo esa afirmación ya no se aguanta. Ahora sabemos que cuando el trabajo profesional se desglosa en varios componentes, muchas de las tareas que implica llegar a una resolución no dejan de ser rutinarias y basadas en procesos. La Inteligencia Artificial y la gestión masiva de datos no estructurados logran simular la creatividad al dividir procesos en partículas. Logran algo parecido al ‘juicio’ en base a un método interpretativo que no tiene nada que ver al modo en el que los humanos razonamos.
Existe otro problema que es de tipo conceptual. La insistencia en que los resultados de asesores profesionales sólo pueden ser alcanzados por los seres humanos que son creativos y empáticos, por lo general se basa en la idea de que la única manera de conseguir máquinas para superar a los mejores profesionales humanos sería copiando la forma en que trabajan estos profesionales. El error aquí es no reconocer que los profesionales humanos ya están siendo superados por una combinación de fuerza bruta de procesamiento con inmensas cantidades de datos y resoluciones derivadas de algoritmos notables.
Estos sistemas no replican el razonamiento humano ni nuestro pensamiento. Estos sistemas ya vencen a los mejores seres humanos en juegos difíciles, predicen la probabilidad de fallos en los tribunales con mayor precisión que los abogados, o resuelven de modo más exacto las probables epidemias permitiendo a los sistemas sanitarios actuar independientemente de órdenes humanas. La idea de que los sistemas piensan como humanos es un error conceptual.
La conclusión que nos sugieren es que nos preparemos y dejemos de lanzar balones fuera. No es ‘inteligente’ afirmar que todo eso no va con nosotros o que sucederá en un futuro lejano. Ya está pasando y llegará toda su intensidad en apenas una década. No atender esa llamada del futuro será un trágico error. Abrazar la automatización no será cómodo si se hace de improviso y precipitadamente. Existen pruebas de que no necesariamente se debe destruir empleo. Sabemos, analizando como se están industrializando algunos países que han ingresado en la Cuarta Revolución con mayor intensidad que otros, que el empleo no desaparece, se transforma.
Si se diseña un modo para compaginarlo todo, para atender a un mundo con una ocupación distinta, menor en algunos campos, superior en otros, con una economía circular y con una reinvención del concepto empleo que distinga entre ocupación y productividad, lograremos vivir en un mundo robótico, automático y tecnológico que nos permitirá ser más humanos, sociales y solidarios con nuestro entorno.
Transformarse digitalmente cuando todo va bien. El caso del turismo español.
Cuando el CEO de Nokia pronunció su último discurso con su famoso ‘We Didn’t Do Anything Wrong, But Somehow, We Lost’ (No hemos hecho nada mal, pero de algún modo, hemos perdido), daba la pista inequívoca de que, ni haciendo lo que se espera de un negocio tal y como la historia económica nos explica, tienes garantizada la supervivencia. Además nos explotaba en las narices la idea de que en muchas ocasiones esa catástrofe puede estar más cerca de lo que imaginamos.
Cuando el CEO de Nokia pronunció su último discurso con su famoso ‘We Didn’t Do Anything Wrong, But Somehow, We Lost’ (No hemos hecho nada mal, pero de algún modo, hemos perdido), daba la pista inequívoca de que, ni haciendo lo que se espera de un negocio tal y como la historia económica nos explica, tienes garantizada la supervivencia. Además nos explotaba en las narices la idea de que en muchas ocasiones esa catástrofe puede estar más cerca de lo que imaginamos.
Ya pasó con otros. Kodak pasó de ser la esencia fotográfica en el mundo ocupando a miles de personas a desaparecer técnicamente de la noche a la mañana. Ahora ese papel lo juega una aplicación que ocupa apenas unas decenas de empleados, Instagram. Kodak no supo ver la que se les venía encima al no distinguir el peso de la digitalización. Nokia es otro caso pero que también nos hace pensar en el valor de la innovación y la velocidad en la que se debe adoptar.
El pasado jueves ofrecí una conferencia durante las ‘Spring Talks’ de Futurismo Canarias en Tenerife y en gran medida mucho de lo que me contaron acerca del estado brillante del turismo en todo el archipiélago y, en definitiva, en casi toda España, me hizo pensar en cuantas empresas se han visto de la noche a la mañana en el abismo casi sin verlas venir. En aquel punto en que todo lo que haces parece correcto, en el que los datos son positivos y en los que el crecimiento parece la única posibilidad pueden aparecer riesgos importantes.
Durante una hora recordé a los directivos del sector turístico que allí se dieron cita algunos de los problemas que cómo sector pueden tener a medio plazo, cuales son los ejemplos en medio mundo en los que la competencia han adoptado tecnologías en IoT, Print 3D, Big Data u otras, para ofrecer una respuesta comercial mejor a sus clientes y, sobretodo, nuevos modelos de negocio impensables hasta hace apenas cinco minutos. Un sector que va bien pero que tiene amenazas en el alquiler vacacional, en plataformas como Airbnb u otras y en una creciente puesta a punto de territorios mediterráneos que hasta hace poco no eran rivales por conflictos y situaciones diversas pero que no durarán para siempre.
Digitalizados lo están casi todos, transformados no. Digitalizarse es utilizar tecnología para hacer cosas similares de un modo más eficiente, obtener nuevos modelos de negocio gracias a esa tecnología es transformarse. Les hablé de los cuatro elementos que tienen que tener en cuenta a la hora de innovar y de transformarse digitalmente. Por un lado la incorporación de la Internet de las Cosas a sus modelo comercial, a la gestión de datos masivos en Big Data o Small Data vía cloud, las socialización de la oferta e interacción con usuarios o clientes y, finalmente, la incorporación de los elementos de movilidad imprescindibles hoy en día en cualquier oferta comercial B2C.
Crecer y hacer las cosas bien no es sinónimo de éxito para siempre, es preciso innovar, ser disruptivo y abrazar la tecnología existente sin recelo. El famoso discurso del jefe de Nokia que terminó entre lágrimas dejaba claro que el mundo cambia extremadamente rápido y que, ni haciendo las cosas ‘bien’, tienes la garantía de que tus competidores no lo estén haciendo mejor. Fueron derrotados. La historia demuestra que la ventaja que tienes hoy, o ayer, puede ser remplazada por tendencias emergentes, sistemas o herramientas cualquier competidor adquiera. Por eso haciendo las cosas bien, teniendo un mercado maduro, asumiendo que crecemos en un sector controlado o con un conocimiento amplio de nuestro modelo de negocio, se puede rápidamente caer en zona de guerra.
Del caso de Nokia se extrae una importante lección. Si tomas decisiones cuando te encuentras forzado por la coyuntura puede que éstas respondan más a la táctica y muy poco a la estrategia lo que obviamente es muy arriesgado. Retrasar el incorporar la innovación y la tecnología disponible actualmente, incluso cuando todo va bien y nada hace presagiar el desastre, lo acerca irremediablemente.
Diferenciar entre digitalizarse y transformarse digitalmente. El caso del 'Mall-Data'.
La Asociación Española de Centros Comerciales me propuso dar una conferencia en su XV Congreso Nacional. Me pidieron que ofreciera una exposición que tratara de manera general el momento que vivimos a la vez que expusiera algunos casos de transformación digital en clientes que pudieran ser comparables a los que asistían al congreso. La idea era cambiar el habitual modelo de conferenciante que habla de un modo teórico, casi académico, de cosas que el público ya sabe, conoce y quiere cambiar, y que se olvida de dar claves concretas para mejorar la fase de transformación de todo un sector y aporta ejemplos para inspirarse en cómo hacerlo. Así me lo pidieron y así lo intenté hacer
La Asociación Española de Centros Comerciales me propuso dar una conferencia en su XV Congreso Nacional. Me pidieron que ofreciera una exposición que tratara de manera general el momento que vivimos a la vez que expusiera algunos casos de transformación digital en clientes que pudieran ser comparables a los que asistían al congreso. La idea era cambiar el habitual modelo de conferenciante que habla de un modo teórico, casi académico, de cosas que el público ya sabe, conoce y quiere cambiar, y que se olvida de dar claves concretas para mejorar la fase de transformación de todo un sector y aporta ejemplos para inspirarse en cómo hacerlo. Así me lo pidieron y así lo intenté hacer.
Habitualmente mis charlas giran alrededor de un debate que yo mismo propongo y que considero fundamental a estas alturas. ¿Es suficiente digitalizarse? ¿supone una transformación en sí misma esa digitalización? ¿es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente? Obviamente, según mi opinión, no es lo mismo. La primera es claramente un foco de cambio, por supuesto, pero no es suficiente dado el volumen de cambios que vivimos actualmente. Digitalizados lo estamos todos, transformados no. Digitalizarse es quedarse en algún escalón anterior, en el paso previo necesario para transformarse gracias a esa digitalización. Uno de los casos que explico es el de un viejo cliente que tuve y que fue bautizado como ‘el chatarrero digital’.
Hace un par de años un amigo me llamó para pedirme ayuda. Su negocio estaba en quiebra. Tenía un desguace de vehículos y, contrariamente a lo previsto, la crisis no le estaba beneficiando. Sus ventas habían caído en picado. Su modelo de negocio dependía de que los automóviles que debía descuartizar no eran suficientes para ofrecer un recurso atractivo a los escasos compradores que se acercaban a su superficie en las afueras de una pequeña población al norte de Barcelona.
Me instalé en su empresa durante dos semanas. Examiné los procesos y hablé con los implicados. Al poco le ofrecí una solución que resultó ser muy beneficiosa. Lo primero que le comenté era que su sistema de desguazar los autos debía estar sintetizado. Para ello compré una base de datos que aportaba la mayoría de modelos y marcas del mercado. El sencillo software que instalamos en una PDA permitía que el desmontaje se codificara y concediera una ubicación ordenada de todas la piezas. Asi se lograba una eficaz distribución y una eficiente inventario a tiempo real. Ese listado se incorporaba a una base de datos en las oficinas de la empresa.
Hasta ese punto nada nuevo, nada especial. No disponíamos de ninguna característica que diferenciara ese negocio de otros que ya hacían algo parecido. La singularidad, el diferencial, el valor añadido se logró en el preciso instante que esa base de datos, esa eficiente máquina de ordenar las existencias, se digitalizó en la red. A partir de ese instante las ventas online empezaron a producirse. En menos de un año la facturación aumentó a niveles impensables durante la crisis.
A pesar de todo esto, no nos paramos. Ramón, que así se llama el hombre que decidió no detenerse ante las dificultades, preguntó si era factible vender piezas de coches clásicos por Internet. Fue posible. Esa es ahora una de sus principales ofertas. Se ha convertido en un hub de captación para los coleccionistas y un conector para los exclusivos clientes que se esconden tras el apasionado mundo de los coches de autor. Ahora sus ventas se miden por países y no por comarcas.
En este caso que acabo de recuperar, la primera fase era la de convertir todos sus procesos en pasos digitalizados. Una base de datos, una manera de interactuar entre administración y operarios, etc. Pero no se transformaron hasta que todo ello empezó a generar datos, a poder trabajar con ellos, a comercializar digitalmente, a generar una marca realmente digital.
Y es que Internet ha ido evolucionando rápidamente. De hecho cada vez lo hace más rápido. Del propio nacimiento de Internet se dijo que era como una pantalla más accesoria a la televisión. Del ecommerce se dijo sería un simple canal de venta más y está clara la importancia comercial que tiene. De las redes sociales que se dijo sería un simple entretenimiento y es evidente que no es así. Que se lo digan a quienes gestionan la nueva publicidad. Del e-mobile se dijo que era como Internet pero en pequeñito y sabemos que una cosa son las aplicaciones y otra adaptar una web a ese formato. De las plataformas sociales se dijo serían para gente solidaria nada más y ahora mismo sabemos que están poniendo en juego modelos de negocio que parecían intratables.
En la ponencia a la que me he referido expliqué lo que solemos hacer cuando un cliente nos solicita iniciar un proceso de consultoría acerca del grado de transformación que una empresa u organización ha alcanzado. Para saber si hablamos sólo de digitalización o de transformación buscamos valorar el estado de uso digital de la comunicación, el modelo de digitalización expuesto hasta la fecha, el modelo de comercialización y sus automatismos de procesos, la penetración de los aspectos de socialización, el modelo de movilización de todo el cuadro estratégico de la empresa y los usos colaborativos de todo el circuito comercial. Todo ello nos conduce a una valoración, a una nota, a una hoja de ruta a tratar a fin de llegar a la ansiada ‘optimización’ que en este caso es la traducción de la verdadera ‘transformación digital’. Sin esto, y a pesar de estar digitalizados’ no tenemos garantizada la eficiencia.
Para vivir adecuadamente una transformación digital debemos dirigirnos hacia la eficiencia, hacia la optimización. Digitalizarse no lo garantiza como decía, es algo más complejo. Entre los casos que expliqué y que desde mi despacho hemos desarrollado hablé de dos en concreto. El primero fue el del Centro Comercial de Miami y el segundo con el ‘mall’ de DrunDrun en Dublín. Con el caso de Florida lo que hicimos fue gestionar las bajas laborales provocadas por un software que sustituía a un tipo de trabajadores concretos, solicitando que éstos pasaran a ser agentes digitales del propio parque comercial. Fue un éxito y ya estamos preparando la segunda fase.
El caso del segundo centro comercial, el irlandés, es más sofisticado. Se trata de omnicanalidad, de gestionar diferentes dispositivos para trazar todos los datos posibles de la gente que visita el parque. En realidad son ‘beacons’, radares que localizan movimientos, actitudes, datos en general y que permiten aportar una gran cantidad de elementos desestructurados que se analizan con los que si estan bajo una estructura. Sin llegar a ser ‘big-data’ se logra ofrecer productos y servicios a los visitantes que incrementan ventas, interacciones de marca y valoraciones positivas. Esta gestión de datos menor se le suele llamar ‘small-data’ y en este caso, al modelo de uso y gestión que hemos registrado y presentado públicamente, le pusimos el nombre de ‘Mall-Data’. Hay naming para todo.
Amazon, Facebook, Google, IBM y Microsoft se unen para controlar los avances en Inteligencia Artificial.
El avance de los sistemas de inteligencia artificial ha entrado en fase exponencial. Sin hacer demasiado ruido ha ido formando parte de nuestra vida de un modo natural. Desde los dispositivos que ejecutan modelos de inyección de combustible en un coche hasta los que se conducen solos aportando modificaciones en base a parámetros que un software ‘entiende el mundo que le rodea’ y no sólo ejecuta por decisiones binarias
El avance de los sistemas de inteligencia artificial ha entrado en fase exponencial. Sin hacer demasiado ruido ha ido formando parte de nuestra vida de un modo natural. Desde los dispositivos que ejecutan modelos de inyección de combustible en un coche hasta los que se conducen solos aportando modificaciones en base a parámetros que un software ‘entiende el mundo que le rodea’ y no sólo ejecuta por decisiones binarias.
Las informaciones meteorológicas, las recomendaciones de navegación a partir de un teléfono inteligente o los filtros de spam del correo electrónico que aprenden analizando tus preferencias de lectura, el propio algoritmo de búsqueda de Google, o la exposición publicitaria de Facebook, el propio Big data integrado en las decisiones de negocio, el ‘machine learning’ con aprendizaje automático para empresas son, de algún modo, fases primigenias de lo que se denomina Inteligencia Artificial. De hecho, este último aspecto, el de los datos es clave para entender hacía donde vamos. La ingesta de datos y su traducción son esenciales ahora mismo, pero la potencia que se logra cuando la Inteligencia Artificial entra en acción en el análisis de esos datos es algo inédito hasta ahora con una eficiencia y optimización delirante.
Sin embargo hay que distinguir entre ‘sistemas expertos’ e Inteligencia Artificial. Los primeros son rutinas robóticas que no aprenden a hacer una tarea cada vez mejor pero que aunque aparentemente sean inteligentes, no lo son. Hacen lo mismo y lo mejoran pero no son intuitivos, no interpretan factores ‘emocionales’ ni tienen en cuenta variables críticas. Son matemática racional básicamente. La segunda, la AI, en cambio aprende de cada interacción y varia en base a ellas. Ese cambio sustancial determina el riesgo de pérdida de control y que muchos han querido avanzar.
De hecho, hace pocos días, cinco gigantes de la tecnología anunciaron que han puesto en marcha una organización para ‘avanzar en la comprensión de la inteligencia artificial y para establecer un manual de buenas prácticas sobre los desafíos y oportunidades en este campo’. Los miembros son nada más y nada menos que Amazon, Facebook, Google, IBM y Microsoft y la sede central de este organismo estará en la ‘pre-Brexit’ Londres, dónde ahora esta el DeepMind operando.
La obsesión de algunos sobre como limitar éticamente la evolución de la Inteligencia Artificial ha llevado a estos gigantes a poner en marcha un organismo que busque poner límites entre lo que un sistema inteligente y un humano puedan intercambiar, vincularse o relacionarse. A éstos se les han sumado esta semana académicos del Instituto Allen, uno de los más avanzados en este campo.
En los últimos cinco años, el progreso tecnológico y el optimismo sobre la IA ha ido en aumento debido a los avances en uno de los campos más avanzados actualmente. El denominado aprendizaje profundo o redes neuronales artificiales basadas en el funcionamiento de las que tenemos en nuestro cerebro. Esto permite a una máquina aprender por sí misma y reconocer patrones cada vez más complejos. El efecto más conocido es el cambio notable en los traductores y procesadores del lenguaje natural, el reconocimiento de imágenes, la visión por ordenador, el progreso de los coches de sin conductor o el reconocimiento ponderado de voz del tipo Google Home.
La asociación en cuestión cuestionan que el uso cada vez más integral de la Inteligencia Artificial debe regularse, protegerse y vigilarse. Piensan que la pérdida de puestos de trabajo por un lado y la denominada ‘singularidad’ (punto hipotético en que las máquinas inteligentes se mejorarán a sí mismas sin supervisión humana) pueden estar avanzando sin control y que si no hacemos algo nos engullirá un tsunami tecnológico exponencial que dejará a la humanidad en una posición negativa de no retorno.
En todo caso, la carrera ha empezado de un modo sólo comparable a las que se hacen en el campo de los automóviles sin conductor o la impresión 3D. Más de 7.5 billones de dólares invertidos en investigación en Inteligencia Artificial. No es calderilla. Una asociación que quiere marcar el ritmo, un montón de dinero aplicado a este sector y un mundo pendiente de entender realmente que es eso de la inteligencia basada en software y algoritmos.
Amazon como ejemplo de la robotización laboral y la necesidad de repensarlo todo.
Amazon fue fundada en 1994 y ahora vale 247.000 millones de dólares. Sin embargo es sabido que la empresa no es muy rentable aunque ya salió de pérdidas. La política de márgenes y el plan de crecimiento tienen la culpa. Pocos saben que la empresa que empezó vendiendo libros a domicilio ahora es el mayor proveedor mundial de servicios ‘cloud’ por ejemplo. Por eso el objetivo final de la compañía gira entorno a un complejo sistema de relaciones comerciales que quieren ser una experiencia completa para el comprador en Internet. La logística, la nube, la entrega, son las puertas pero el objetivo es mucho más ambicioso y el tiempo le dará o no la razón a una apuesta tremendamente costosa que parece no importarle a los inversores por ahora.
Amazon fue fundada en 1994 y ahora vale 247.000 millones de dólares. Sin embargo es sabido que la empresa no es muy rentable aunque ya salió de pérdidas. La política de márgenes y el plan de crecimiento tienen la culpa. Pocos saben que la empresa que empezó vendiendo libros a domicilio ahora es el mayor proveedor mundial de servicios ‘cloud’ por ejemplo. Por eso el objetivo final de la compañía gira entorno a un complejo sistema de relaciones comerciales que quieren ser una experiencia completa para el comprador en Internet. La logística, la nube, la entrega, son las puertas pero el objetivo es mucho más ambicioso y el tiempo le dará o no la razón a una apuesta tremendamente costosa que parece no importarle a los inversores por ahora.
Pero, ¿cómo trabaja Amazon? ¿Es sólo lo que vende o los datos que obtiene con ese proceso comercial? Cómo todo en la red, la capa de datos es clave y en Amazon no es una excepción. Google te lo ‘regala’ todo y encantados de la vida les damos toda la información que nos pide. La mayoría de redes hacen lo mismo. Nada es gratis. Estamos pagando con el comportamiento que mostramos cuando buscamos un producto, cuando informamos dónde estamos, o cuando diferenciamos el tiempo que tardamos en aceptar una oferta. Detalles 'sin importancia' para nosotros que son muy sensibles para ellos.
Estuve en el almacén de Amazon en San Fernando de Henares durante la filmación del episodio ‘e-commerce’ del programa ‘Economía de Bolsillo’ y es realmente impresionante. Un monumental espacio que como todo en Amazon está impulsado por los datos. El rendimiento personal se comprueba, según el New York Times, continuamente con un software llamado Anytime Feedback Tool que ayuda a la eficiencia y al reconocimiento de algún elemento a corregir. Otro sistema digitalizado e inteligente guía a los empleados de manera directa. Cuando compras un artículo en su página, el sistema funciona de forma rápida e identifica en que lugar del almacén está ese producto. El sistema indica al empleado más cercano dónde está y cómo llegar a él. No se trata de aprender dónde están las cosas sino de simplificarlo todo. Casi a evitar que se piense. La máquina ya piensa en términos logísticos y de eficiencia, no es necesaria ninguna otra aportación humana.
Y casi mejor. Sería imposible aprenderlo pues debido a una fórmula algorítmica sofisticada, Amazon ha descubierto que es mejor no tener las cosas ordenadas sino en un aparente caos organizativo. Llama la atención que los productos no están organizados lógicamente, o por lo menos bajo la lógica humana. Los productos en los estantes no están organizados por categorías. Parecen colocados por azar. Un paquete de baterías puede estar cerca de cinco copias de ‘Una hormiga en París’. Un carrito de bebé está en el pasillo de fontanería. Todo tiene una lógica oculta, profunda, indescifrable para un humano.
¿Qué pasa luego? Cuando un artículo es seleccionado por un humano este lo escanea y empieza la fiesta. Durante todo su recorrido por el almacén, guías automatizadas, carriles y brazos selectores, recibe una serie de disparos que son más lecturas para saber que se va cumpliendo todo adecuadamente. Sin embargo todo esto tiene un objetivo que cada vez más se irá implementando. La sustitución humana de los trabajos que cualquier sistema automatizado pueda hacer.
La BBC informó que Amazon maneja un sistema que analiza los dispositivos de mano de los trabajadores que seleccionan productos en algunos almacenes a fin de medir los segundos que tardan en cada acción entre selección y selección. En el almacén de Hemel Hampstead, cerca de Londres, el trabajador ‘selector’ medio de Amazon puede recoger un millar de artículos al día. Depende del ‘recorrido’ que el sistema le conceda. Casi dos artículos por minuto. Si el tema es competir en ese campo está claro quien no va a poder con un sistema automatizado. El elemento humano es el eslabón débil en esa cadena de eficiencia.
Los nuevos sistemas de recolección de artículos basados en el Robot Kiva Systems puede estar apunto de jubilar un modelo de trabajo logístico en breve. De hecho Kiva es una subsidiaria de la propia Amazon y se dedica al desarrollo de alta tecnología robótica. La idea no es tener un brazo armado que recolecte y luego envíe los artículos. En realidad es la montaña que va a Mahoma. Esos robots que parecen la escoba automática que muchos tenemos en casa permite que sean las estanterías las que se muevan y se desplacen buscando el estacionamiento ideal para la recolección más eficiente. Luego, el bicho vuelve a su lugar de carga.
No obstante se nos dice que siempre harán falta humanos. Sus ojos, su criterio de calidad, la visión es imprescindible. Pues igual no. Existe otra compañía llamada ‘Sick’ (enfermo en inglés curiosamente) que ha inventado un equipo de detección que podría estar apunto de jubilar al ‘control de calidad óptico-humano’. El sensor visual del P30 Sick permite que ahorrar 10 segundos entre la detección del artículo y la colocación del mismo en el carril de entrega con respecto al tiempo que necesita el ojo humano. Un montón de dinero en definitiva.
Lo que me interesa del caso Amazon en cuanto a la automatización de procesos, la eliminación de trabajo humano y la sustitución de sistemas inteligentes centralizados es que siempre hay un resquicio que exige la intervención humana pero que, a la vez, siempre tiene la espada de Damocles ‘robótica’ pendiente de aniquilar su puesto de trabajo.
Las operaciones están cambiando y no sólo en Amazon, es generalizado. Según el Informe Anual de la Industria MHI 2016, se espera que la adopción de la robótica llegue al 74% en aplicaciones de manipulación de materiales en los próximos seis años. Actualmente no llega al 30%. Tengo ganas de ver cómo desde la política nos sugieren que se va a crear empleo en ese justo momento. Cuanto más ágil y sensible es un robot a los estímulos externos más útiles son para interactuar con los trabajadores humanos. En un entorno de distribución, donde la mayoría de las tareas son repetitivas, sencillas y físicamente exigentes, las ventajas de un trabajador incansable que no se aburre son evidentes.
Muchos siguen tranquilos pensando que los robots se limitarán a esas tareas repetitivas pero se olvidan que el desarrollo va en otro camino. En breve esos mismos robots serán capaces de hacer tareas inexactas e impredecibles en base a un grado de mayor conciencia del espacio, el objeto y el motivo de su ‘trabajo’. Y ahí se acabó lo que se daba humanamente hablando. La clave será el desarrollo de algoritmos de control adaptativo que permitan a los robots para reaccionar a su entorno en tiempo real. Esta tecnología ya existe, y fue visto en el Modex en Atlanta el pasado abril. La Science-Ficcion ha pasado a ser Fact-Science. Swisslog demostró que es compatible trabajar en algo arriesgado con un humano al lado. Su brazo robótico se detenía cuando identificaba riesgo para un ser humano.
Lo dicho, tengo ganas de saber como sus señorías definen un espacio de creación de empleo en cuanto se acabe el filón de la reubicación en la construcción y en el reparto hotelero de verano. Quiero saber como piensan crear empleo en un escenario de eliminación del mismo. ¿Jornada laboral reducida? ¿Renta mínima? ¿Qué tienen 'pensado'?
Perdón, ha sido sin querer…
¿Automatizar, Digitalizar o Humanizar? ¿Depende la Renta Mínima Universal de la combinación de estos conceptos?
En una de las reuniones que la pasada semana tuve en Madrid con un cliente surgieron unas dudas que se están haciendo recurrentes en los últimos tiempos cuando iniciamos un proceso de transformación digital en cualquier tipología de empresa. ¿Digitalización o Automatización? ¿En que se diferencian? ¿Es la automatización una mejora de la propia digitalización?
En una de las reuniones que la pasada semana tuve en Madrid con un cliente surgieron unas dudas que se están haciendo recurrentes en los últimos tiempos cuando iniciamos un proceso de transformación digital en cualquier tipología de empresa. ¿Digitalización o Automatización? ¿En que se diferencian? ¿Es la automatización una mejora de la propia digitalización?
Si partimos del hecho de que la transformación de un negocio a digital es generar nuevos diseños de negocio mediante el uso de las tecnologías digitales, podemos establecer que la implementación de cualquier proceso de este tipo sirve para hacerlo todo más simple, rentable y reducir las fases de una cadena de valor. Sin embargo cuando esa digitalización entra en el campo de las herramientas que se deben utilizar aparece el segundo concepto, la automatización.
No estoy hablando de que la automatización sea sólo la robotización con máquinas o software de cualquier proceso, sino que lo ideal es la combinación entre ambas. No se trata de sustituir personas por procesos automáticos, por lo menos no exclusivamente eso. De hecho hay momentos en que la automatización es una extensión de la propia digitalización o al contrario, la digitalización deriva del grado de automatización que hemos establecido en un modelo de negocio.
En este blog he hablado innumerables veces de que se acerca un mundo sin empleo, dónde las máquinas sustituirán todo lo que puedan hacer más rápido y más eficientemente que un humano. Serán programas o brazos armados, coches autónomos o algoritmos inteligentes, pero lo que siempre sucederá es que la ‘digitalización’ tendrá como objetivo el ofrecer un nuevo valor a los clientes, mientras que la ‘automatización’ procurará mejorar lo que se esta haciendo y el cómo se está haciendo.
Un ejemplo práctico: una gestoría. Si uno de los trabajadores de un despacho profesional utiliza la monitorización de todos sus clientes de manera cotidiana, a la vez revisa sus fechas de pago, sus obligaciones, sus excepciones fiscales y otros aspectos relevantes que cada día debe tener actualizado. La sustitución de formularios tradicionales por un software no es en gran medida ‘digitalización’ pero se acerca. Obviamente en ese cambio hay un enorme beneficio dónde la entrada de datos y la actualización de necesidades se produce casi a tiempo real y vemos rápidamente los beneficios de esa digitalización básica.
Sin embargo, lo que cambia el proceso comercial y de gestión del gestor en cuestión es cuando se ‘automatiza’ la supervisión y recopilación de datos, notificando incidentes o advirtiendo en el cruce de situaciones algo destacado. De este modo el gestor ‘humano’ puede ocuparse de cosas humanas. Puede conversar, tratar y empatizar con sus clientes mientras las máquinas hacen otros trabajos. El software puede controlar el estado de una empresa, dar su conclusión e indicar que se debe hacer y cómo. El gestor actúa en base a eso y lo transmite a tiempo, adelantándose a la situación que pudiera detectarse. El resultado final es una mejor relación entre empresa y cliente.
La idea es que utilicemos la tecnología para valorar mucho más el factor humano. La tecnología nos hace más humanos y nos acerca a un estado natural dónde la creatividad, la empatía y la intuición tiene un valor exponencial. En términos metafóricos y muy básicos podríamos decir que un auricular bluetooth no es más que un automatismo que permite el uso de las manos mientras atendemos una llamada. La importancia no reside en si es digital o no, pues es mecánica, pero cuando los datos de esa conversación son examinados, entra la digitalización. La suma de ambos, es transformación digital y automatización de procesos.
Defiendo la automatización y la digitalización al extremo. Y lo hago no porque sea un signo de nuestros tiempos, un irremediable curso hacia el futuro inmediato, un modelo de competencia que quien no cubra estará arriesgándolo todo. Lo hago porque tengo claro que, bajo un punto de vista humanista, esta revolución industrial y tecnológica que vivimos no trata de sacar a las personas de los procesos, sino de que los humanos hagamos aquello en lo que somos la única especie capaz de hacerlo.
Si podemos utilizar las máquinas, la inteligencia artificial, la impresión 3d, la automatización de todo, la Internet de las Cosas o las plataformas que eliminan intermediarios a partir de una aplicación para estimular, apoyar y complementar el potencial de los seres humanos en la empresa y en la vida personal, está claro que es un avance. Hacerlo de otro modo pone en riesgo el papel evolutivo de cualquier Revolución.
No es lógico que una persona gaste una jornada laboral introduciendo datos. Eso se puede automatizar a partir de aplicativos o de herramientas que lo permiten. La digitalización luego extrae el valor de esos datos. La ‘humanización’ finalmente permite que esa persona actúe desde una perspectiva y un tiempo que no podría si esas tareas las tuviera que hacer él o ella.
Cuando hablamos de futuro, de un mundo sin empleo, deberíamos matizar que el mundo que viene es un mundo ‘sin el empleo actual’ y dónde vamos a tener que reconquistar nuestro sentido en este escenario identificando un ‘trabajo a la carta’ adecuado para cada persona. La Renta Mínima Universal irá de eso, de asegurar el sustento de vida a todos y a la vez el espacio laboral más estimulante dónde la rentabilidad humana pasará a segundo plano pues ese análisis estará reservado para máquinas y software.
Con cada cliente analizo el mismo punto. Si el negocio digitalizado representa una gran oportunidad en términos de innovación y de ventaja competitiva, la creación de ese valor parte de un planteamiento inicial completo dónde el papel de todos es clave, el de las máquinas y el de las personas. Automatizar y digitalizar es el modo más innovador de humanizar.
Las marcas ya predicen tu comportamiento mirando videos en las redes sociales.
La tecnología que se utilizó durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 en Sochi, llamada VibraImage y que escaneaba las expresiones faciales de los visitantes con el fin de dar a la delegación rusa gracias a la capacidad de ‘detectar a alguien que aun pareciendo normal tuviera alguna característica en su cara que indicara un estado mental agitado por lo que pudiera ser una amenaza inminente’, es la misma que ahora utilizan algunos ‘retailers’ para conocer el estado emocional de sus potenciales clientes.
La tecnología que se utilizó durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 en Sochi, llamada VibraImage y que escaneaba las expresiones faciales de los visitantes con el fin de dar a la delegación rusa gracias a la capacidad de ‘detectar a alguien que aun pareciendo normal tuviera alguna característica en su cara que indicara un estado mental agitado por lo que pudiera ser una amenaza inminente’ es la misma que ahora utilizan algunos ‘retailers’ para conocer el estado emocional de sus potenciales clientes.
Lo último en vigilancia militar se ha trasladado a la vida cotidiana y comercial. Lo ha hecho la empresa con sede en Chicago Mattersight Corporación con la que he tenido ocasión de colaborar recientemente. Su sistema ‘Predictive Video’ analiza el habla y expresiones faciales a fin de predecir el comportamiento futuro de un potencial cliente basándose en el estilo, personalidad y estado emocional a la vez que se cruza todo ese conjunto de elementos con los miles de millones de datos que poseen de otros clientes.
La empresa vende este producto que no deja indiferente a nadie. Para los creadores la tecnología que utilizan y los resultados que concede son un beneficio para comprador y vendedor. Dicen que el cliente pierde menos tiempo, acierta antes y recibe un mejor servicio. Para el vendedor es obvio el beneficio.
Lo impresionante del asunto no es si hay o no cámaras en una tienda o en un espacio comercial que pueda transferir esos datos al sistema. Van más allá. De hecho, las marcas, y no sólo las tiendas, pueden ahora extraer los datos de personalidad de un solo usuario mediante el análisis de vídeos a disposición del público en la red a través de canales de medios sociales que vamos dejando y que, al registrarnos como ‘follower’ o ‘fan’ de una marca, abrimos de par en par.
YouTube, Vine, Periscope, Facebook Live u otros, permiten a cualquier empresa predecir el ‘behavior-data’ de cualquiera mediante el estudio con algoritmos inteligentes del habla, las expresiones y el desarrollo en el tiempo de perfiles y personalidades de usuarios a título individual. Luego crean patrones que se lo venden a marcas y dónde sólo con datos disponibles y ‘en abierto’ facilitan estrategias comerciales y de marketing a éstas.
En la nota que me enviaron hace un par de días, Mattersight dice que ‘su sistema está destinado a mejorar la experiencia del cliente’, aun que admiten que las fuerzas del orden de EE.UU. están muy interesados n los datos que recogen y analizan. De hecho, el FBI tiene una enorme base de datos biométricos y que a finales del año pasado ya tenía más de 52 millones de caras. Millones de caras de personas que nunca han sido sospechosos de un crimen por cierto.
La empresa, a pesar de esta derivada social y político, defiende su desarrollo desde un punto comercial. Dicen que con la tecnología disponible de reconocimiento facial, los comerciantes ya pueden tener un ‘feedback’ a tiempo real con sus clientes cuando ven, se prueban o examinan sus productos, revisan el packaging o testan los ingredientes.
Es cierto, y lo he podido ver por videoconferencia, que esos conocimientos permiten hacer predicciones más precisas acerca de cómo las personas se sienten con respecto los productos y servicios de una empresa y permite modificar estrategias. La compañía defiende que su misión es ‘ayudar a las marcas a tener una mejor relación con sus clientes’, puesto que el sistema no es intrusivo en las tiendas según dicen.
De momento el escaneo facial se limitará a los videos disponibles de cada persona en la red. Una vez registrado en la tienda en cuestión el sistema busca ese perfil y empieza el estudio. Está por ver si al entrar en una tienda concreta, eso le da permiso al comercio a escanear nuestra cara en todo momento al igual que hacen las cámaras de seguridad por miles de calles y plazas de nuestras ciudades. ¿Cuándo hemos dado consentimiento? ¿Pasará lo mismo ahora con una tendencia comercial? ¿Dónde está el límite?
Lo que está claro es que la tecnología de vídeo predictivo va a ser un campo de desarrollo importante puesto que se apoya en otros dos muy evolucionados actualmente: inteligencia artificial y Big Data. Todo en su conjunto permite extraer conclusiones previamente inalcanzables (y cada vez más íntimos) de datos sobre el comportamiento humano. IBM ha lanzado sus tecnologías de reconocimiento facial y de la personalidad con una versión para minoristas. Permite a cualquier tienda obtener información a tiempo real sobre las reacciones de la gente a los productos mientras compran.
Algunas agencias de publicidad y comunicación que estamos especializados en transformación digital ya trabajamos en eso que se hemos bautizado como ‘venderle a una nevera’, algo así como enfocar la creatividad y la técnica que se deriva en la red analizando elementos que escapan de la publicidad tradicional dónde los datos y los algoritmos inciden más que la intuición.
Como dice Adam Harvey, ‘da la sensación que la inteligencia artificial va a lograr leer nuestra mente a partir de nuestra cara’. Por ello, si estás preocupado, este artista ha diseñado ‘defensas’ contra el reconocimiento facial. Siempre nos quedará el flequillo.
Los coches pensarán o no serán. El Big Data y los vehículos autónomos.
¿Podría ser que Tesla algún día valga más por los datos que maneja que por los coches que vende? Los clientes de Tesla acumulan un conjunto de datos sin precedentes que obviamente la compañía está preparándose para utilizar en los coches autónomos. En concreto manejan ya más de un millón de kilómetros en 18 meses y acumulan otro millón cada 10 horas. A través de sensores, cámaras y radares que llevan sus coches consideran que estarán listos para aportar valor a esa amalgama de datos durante 2018. Por lo que vemos se siguen poniendo fechas tremendamente próximas a la auto-conducción de vehículos, pero en este caso se incorpora una variable nueva: los datos
¿Podría ser que Tesla algún día valga más por los datos que maneja que por los coches que vende? Los clientes de Tesla acumulan un conjunto de datos sin precedentes que obviamente la compañía está preparándose para utilizar en los coches autónomos. En concreto manejan ya más de un millón de kilómetros en 18 meses y acumulan otro millón cada 10 horas. A través de sensores, cámaras y radares que llevan sus coches consideran que estarán listos para aportar valor a esa amalgama de datos durante 2018. Por lo que vemos se siguen poniendo fechas tremendamente próximas a la auto-conducción de vehículos, pero en este caso se incorpora una variable nueva: los datos.
Lo trascendental a mi parecer reside en la idea de que cuando un coche recibe un conjunto de datos a través de sus sensores, toda la flota Tesla que circula por el mundo los administra también. Digamos que en el futuro inmediato, circular con un Tesla auto-conducido será cómo estar en una célula de un gran vehículo global de transporte que aprenderá, gestionará datos y tomará decisiones en base a todo ello independientemente del ‘propietario’ o usuario del coche.
Cómo he comentado otras veces, el avance es imparable y cada vez más evidente. Volvo, BMW, Mercedes, GM y otros están preparando programas. Pero la mayoría de los ‘players’ están lejos de lo que Tesla ya tiene puesto en marcha. Cómo mínimo en lo que significa entender el concepto de auto-conducción. Es algo que va más allá de que un vehículo sea un objeto particular que nos lleva dónde queramos y cómo queramos. No, la idea es que subirse a un Tesla sea como hacerlo en un fragmento de un gran ‘modelo de transporte global’. Un servicio que también han entendido Uber y Lyft por cierto.
Que Tesla acumule datos a una velocidad inédita le da ventaja. Google por ejemplo, sólo lleva 3 millones de millas pero sin salir de una experiencia de laboratorio realmente. Me comentaba uno de los expertos en Big Data con los que estoy trabajando estos días en un proyecto de transformación digital en España, que el hecho de haber modificado el 'proyecto Tesla' en base a la captación de datos estructurados y desestructurados y a su análisis ordenado, ha colocado a esta compañía en la cabeza de todo el plan de producción de coches auto-conducidos cuando hace apenas tres años estaba muy atrás y focalizada especialmente a temas energéticos.
Las noticias al respecto de cuándo y cómo vamos a tener coches autopilotados por nuestras calles siguen siendo sorprendentes y parece que, de un modo organizado, nos están preparando para su normalización a mediados de la próxima década. Digamos que primero se dispuso la posibilidad de lograrlo tecnológicamente, después se incorporaron a esta realidad las grandes marcas lo que facilita que no tengamos fricción contraria por parte de lobbys y poco a poco las leyes y gobiernos van preparando lo que en unos años será un nuevo código de circulación universal. El resto de aspectos más sociológicos, culturales y personales se irán adaptando cómo hemos hecho con casi todo lo que ahora determina nuestra vida y apenas hace una década ni existían.
La empresa nuTonomy ha recaudado 16 millones de dólares en una Serie A para seguir adelante con su ambicioso objetivo de llenar de taxis autónomos las calles de Singapur en menos de una año y medio. nuTonomy es una empresa que surge del MIT que se dedica a modernizar coches existentes para hacerlos autónomos. Son, de hecho, la primera empresa privada que obtiene la aprobación gubernamental para las pruebas en la vía pública.
Esta empresa se diferencia del resto de competidores en este campo por ser pioneros en la tecnología de planificación de movimientos gestionando datos masivos que toma de decisiones basándose en los métodos empleados con éxito en naves espaciales, aviones y otros sistemas autónomos de seguridad crítica. De nuevo datos e inteligencia artificial derivada. Ese es el futuro inmediato, los robo-taxis. Los coches pensarán o no serán coches.
Por cierto, además de Singapur, nuTonomy está operando vehículos de auto-conducción en Michigan y en el Reino Unido, donde se pone a prueba el software en colaboración con los principales actores de la industria de automoción, tales como Jaguar y Land Rover. La carrera empezó hace años y poco a poco se van ajustando los participantes y las herramientas. Aun no sabemos que será el detonante, pero ya sabemos que fabricantes, leyes y tecnología empiezan a tomar posiciones. ¿Y los usuarios?